Thursday
El día ha amanecido más soleado de lo usual.
Vale, en realidad no...Pero changmin últimamente solo ve mucha luz, muchos colores, cabellos negros y sonrisas puras.
Han despertado muy temprano para ver el amanecer en la orilla y dar una larga caminata tomados de las manos.
La brisa fría les golpea el rostro.
Pero no parece importarles en lo más mínimo.
Que se han conocido hace tres días...sí.
Que uno de ellos siempre ha dicho que no existe tal cosa como el amor a primera vista...sí.
Que aquello a ese alguien ahora le importa una mierda...sí, eso también es cierto.
Porque el humano es muy consciente de que nunca ha sentido placer más grande que el estar en su compañía. Que tomar sus manos albas entre las suyas y asirlas al compás de sus pisadas. Que mirar esos ojos negros y verse reflejado en ellos. Que inclinarse muy despacio y unir esos labios con los suyos. Que ver ese rostro perfecto teñido de rojo.
No...
Y está para nada dispuesto a renunciar a su pedazo de felicidad.
Así que solo atesora en silencio cada segundo a su lado. Mientras le agradece a su madre en los cielos por haberle mandado la redención, aunque aun estuviera tan convencido de que no la merecía.
- Changmin-ah
- ¿Mmm?
- Creo que tengo hambre de nuevo...
- ¿A dónde se va todo lo que comes, eh? – le pregunta el castaño cariñosamente, mientras inocente y juguetonamente le toca el vientre y oye esos retorcijones
El ángel infla los cachetes.
Ha aprendido mucho en sus tres días de estancia en la tierra.
Inclusive un par de cosillas más de las que debe.
- ¿Qué quieres?
- Emparedado – recita cual niño pequeño
Y Changmin se encuentra asimismo deshaciéndose de ternura.
- Bueno, espérame un segundo – le dice mientras saca los ingredientes de los estantes.
El pelinegro solo le sonríe.
Observándolo con esos ojos negros que le hacen poner tan nervioso. Y por ende hacerle derramar el agua hervida en su pantalón.
- AYYYYYYYYYYYYYYYYYYYY
Y ahí va. Saltando mientras grita del dolor y un ángel le mira con espanto.
- El pantalón, el pantalón – chilla
Sacándoselo a tirones, notando como algunas porciones de su muslo se hallan rojizas por el contacto con el agua hirviendo. Felizmente la maquinaria no ha sido afectada. Pero igual debe ir a cambiarse de ropa interior. Y tiene que correr amablemente al ángel de su habitación. Pues este le ha seguido hasta allí muy preocupado.
La quemadura no ha sido tan grave. Así que después de una hora. Entre el baño con agua fría al que ha tenido que someterse para calmar la irritación y las constantes preguntas sin respuesta de Jaejoong.
Tiene que aplicarse la crema de vitacilina.
Pero es demasiado cobarde para hacerlo por el mismo.
Y la idea de pedirle a Jaejoong que lo ayude es sencillamente demasiado para su mente tan podrida.
Pero el pelinegro le lleva la delantera.
Puede leer su mente.
Y cuando se acerca con esa carita tan mona a decirle que tome asiento para poder aplicarle la crema...Changmin no sabe dónde meterse.
Su pudor le dice una cosa...pero al final sus acciones hacen otra.
Se deja caer sobre el mueble, solo en bóxers. Azorado hasta la médula. Mientras ve al pelinegro untar sus dedos con la pomada y analizar la piel rojiza de sus muslos para finalmente empezar a esparcir el ungüento por toda la extensión de piel afectada.
El humano trata de apartar cierta línea de pensamientos que pasan por su cabeza.
Jaejoong no tenía que acercarse tanto para hacer lo que hacía.
Casi le parecía como si estuviera...
Su cuerpo se tensa.
Tiene que evitar a toda costa formar imágenes allá arriba...
De alguna forma que desconoce...Jaejoong es capaz de entrar en su mente. Y eso es algo de lo que no debe enterarse.
La pomada le alivia al segundo que contacta con su piel. Deja escapar un suspiro y el pelinegro le sonríe.
Su cuerpo siente un calor extraño. Es muy diferente a todo lo que ha experimentado en toda su estancia. No sabe cómo definirlo. Pero reacciona ante los pequeños sonidos que deja escapar su Changmin.
“Creo...que ya está bien, Jaejoong.”
En realidad no lo está.
Él necesita de pronto ir corriendo al baño.
Quince minutos después sale. Corriendo directamente a su habitación para evitar ser visto. Con la cara muy roja después de haber hecho lo que ha hecho.
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Jaejoong sabe que algo que no anda muy bien.
Changmin no ha cogido sus manos en todo lo que ha ido de la tarde.
Y se ha vuelto algo así como adicto a sus muestras de afecto.
Sobre todo ahora que sabe que no pasará mucho hasta que su lugar en el cielo fuera reclamado de nuevo...después de todo el corazón de su protegido está prácticamente ya curado.
Así que después de cenar en completo y neurálgico silencio.
Y ver a su Changmin lavar los platos. Decide animarse a hablar con él.
Sus pensamientos son demasiado abstrusos y no puede alcanzar a ver a través de ellos. Sus níveas manos se posan sobre el alto hombro del contrario y siente claramente como este último tiembla de arriba abajo.
- Jae... ¿Jaejoong?
Los ojos negros se pierden en los castaños tratando de hallar una razón para su distante comportamiento. Y genera un pigmento rojizo en las tersas mejillas de su protegido.
- ¿Qué sucede? – le pregunta en tartamudeos tratando de alejarse de ese rostro perfecto y sostener bien el plato que esta lavando...no quiere más accidentes.
- Min-ah ¿hice algo malo?
Changmin suspira.
Deja escapar una débil y risa y deposita el plato sin lavar de vuelta en el lavadero para después quitarse los guantes de hule. Y decirle al ángel.
- Ven aquí.
Jaejoong le sigue en silencio hasta su habitación.
Se deja caer sentado en la cama tal y como Changmin a hecho, esperando por sus palabras. Peor lo único que recibe es un abrazo.
- Lo siento...aunque es culpa tuya también...me pones nervioso – le dice con la orejas rojas del pudor
El ángel no termina de entender el mensaje pero le corresponde el abrazo porque se siente demasiado bien tenerlo tan cerca.
- ¿Te he asustado?
- Un poco.
- Lo siento.
El pelinegro niega con la cabeza. Sus ojos se entrecierran un poco por el sueño y le hacen lucir incluso más hermoso.
Un bostezo escapa de sus rosáceos labios. Y una pequeña lágrima desliza por su mejilla.
- Ven vamos a dormir... – le insta metiéndolo bajo las sábanas
No se ha cepillado los dientes. Y para un maniaco de la limpieza como él eso es poco más que un pecado capital pero lo deja pacer. Porque tiene a ese ángel a su enfrente.
Perdido entre sus colchas. Mirándolo a los ojos mientras sostiene su mano derecha entre las suyas.
Porque de pronto no tiene ninguna otra necesidad a parte de permanecer por siempre bajo su casto tacto.
Y entonces cierra sus ojos, contento. Sabiendo de antemano que esa noche sería sin lugar a dudas una de las mejores.
Jajaja... En su inocencia Jae está provocando mucho a Min, haber si este en verdad aguanta ha no hacerle nada al hermoso ángelito.
ResponderEliminarGracias!!!