De Verdad Me Gustas Cap. 1. Ésa enorme caja.

1. Ésa enorme caja.

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-No funciona. Es una basura.
-No diga eso, jefe.
-Simplemente no funciona. Punto.
-Quizás si le arreglamos algunos circuitos…
-De todas maneras el cliente ya declinó la oferta.
-Entonces, ¿qué hacemos con él?
-¿Qué tal si lo tiramos a la basura?
-¡¿Estás demente?! Es un costoso Aijin-robotto (robot amante), no es cualquier muñeco que se puede desechar así como así.
-¿Entonces?
-Saca el directorio telefónico y envíalo al primer nombre que salga al azar…

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Era un día caluroso. Y horrible. Todo había empezado con la clase de historia. Tediosa. Después cálculo diferencial. Más tediosa aún. Química. Estaba al borde del sueño. Por fin un descanso de escasos 15 minutos. Física. Su cerebro quería estallar. Literatura. Y por fin la clase de deportes. Ésa era su favorita. Corrió como loco hasta casi perder la conciencia y al terminar las clases se dio prisa para volver a casa, llegando una hora después. ¿Por qué vivía tan alejado de la escuela?

Estaba cansado, fastidiado y no tenía ganas de hacer nada. Ni siquiera le prestó atención a la enorme caja que habían dejado frente a su puerta, en la entrada dentro de su pequeño departamento. Dejó su mochila sobre la mesa de la cocina y abrió el refrigerador. Quedaban sobras de la comida del día anterior. Se le antojaba una pizza pero apenas era jueves y necesitaba ahorrar, ya había pedido comida china antier. Ni modo, comería lo mismo que había cenado la noche anterior. Vació el contenedor de plástico en un plato y lo metió al microondas. Mientras se calentaba, tomó algo de agua, necesitaba re-hidratarse. Ya que la comida estuvo caliente se la comió y bebió más agua. Luego recogió su mochila y fue a su cuarto, pasando frente a la enorme caja sin darse cuenta. Se bañó y se puso su pijama. No tenía pensado salir de casa así que le daba igual estar en ropa de dormir desde las seis de la tarde. Sacó de su mochila sus libros de la tarea y regresó a la sala, pasando muy cerca de la enorme caja. Se acomodó en la silla, con los libros y demás en la mesa, frente a él, encendió la televisión con el control remoto y empezó a hacer su tarea. ¿Por qué no mejor le dejaban tarea de futbol? Ésa materia le gustaba más.

-Tranquilo, Kim Junsu. Todos tienen que hacer la tarea de todas formas, concéntrate- se dijo a sí mismo y, apretando el lápiz, empezó con la tarea de historia. Después de un rato le dio más sed y fue a la cocina por agua. Luego fue por papas fritas. Aún así seguía sin notar la caja. Cuando dieron las ocho le subió el volumen a la televisión para ver su caricatura favorita: los padrinos mágicos. Un pequeño descanso de la tarea, sonrió. A las nueve volvió a enfrascarse en la tarea de física y ya cerca de las 10 terminó todo. Guardó sus cosas en la mochila. Luego fue a la pequeña terraza detrás de la sala a recoger su ropa limpia que había puesto a tender la noche anterior. Regresó a su cuarto, acomodó su uniforme sobre el banquito al lado del closet. Afortunadamente sólo le quedaba un año de preparatoria, el último año en el que usaría ese uniforme. Se lavó los dientes y finalmente se acostó a dormir.
Pasaron un par de horas. Era la una de la mañana y sintió mucha sed. Despertó y se levantó de la cama. Adormilado caminó hacia la cocina hasta que chocó con algo bastante grande. Confundido distinguió una especie de caja enorme frente a él.

-¿Qué es esto?

Encendió la luz y miró la caja. Era grande y de color negro. Arriba tenía un extraño símbolo de una compañía que no conocía. ¿“H.C”? Leyó. ¿Qué hacía ahí esa caja? No recordaba haber ordenado nada a ningún lado, mucho menos a alguna compañía con las iniciales H.C… Invadido por la curiosidad procedió a abrirlo. Le dio vueltas alrededor, buscando alguna hendidura o algo para abrirla. Por fin la encontró arriba. Tirando con fuerza logró abrir la tapa de arriba, y tirando un poco más abrió también la tapa frontal. Del interior de la caja se deslizó un objeto algo grande, que cayó hacia Junsu, derribándolo.

-….

Cuando se le pasó la sensación de aturdimiento, Junsu tocó el objeto que tenía encima. Parecía ser algo envuelto en plástico. Tocándolo con más atención sintió como si fuera una persona. Al menos lo que estaba tocando se sentían como brazos…abrió los ojos. Se dio cuenta de que tenía lo que parecía un rostro humano frente a él, con los ojos cerrados…y los labios… ¡los labios sobre los suyos!
-¡Ah!- asustado, Junsu empujó el otro cuerpo y se alejó de él. Ya a un par de metros alejado de ésa cosa pudo examinarla mejor. Tenía el cabello oscuro y una piel blanca que parecía muy bien hidratada…y era hombre. Se acercó con precaución y lo tocó con un dedo. No se movía. Notó también que sólo el cuerpo estaba envuelto en plástico, mientras la cabeza estaba descubierta, excepto el cabello que estaba cubierto por una gorra de baño de plástico transparente. Un escalofrío recorrió la espalda de Junsu. ¿Era un cadáver? ¡OMG! ¡Alguien había dejado un cadáver en su departamento! Corrió de vuelta a su habitación, cerró la puerta y se metió en su cama, tapándose con las sábanas hasta la cabeza, algo infantil. Estaba aterrado. Después de unos minutos, sin embargo, se quedó dormido.

Pasaron las horas…

Al fin sonó su despertador. Estiró la mano y lo apagó. Abrió lentamente los ojos y vió nuevamente el rostro de ese cadáver.

-¡Ah!
Saltó, casi chocando con el techo. Frente a él estaba un chico de cabello oscuro y piel blanca, sus ojos estaban abiertos y eran cafés. Sus labios, de un claro tono rosado, le sonreían.
-Buenos días, kanojou – le dijo con una voz dulce y sonora.

¿Kanojou? Eso estaba seguro de que era japonés. Rápidamente Junsu se levantó y fue a buscar en su escritorio su diccionario de japonés. Kanojou. Significaba novia.

-¡¿Novia?!
De repente sintió unos brazos alrededor de su cuerpo. Miró de reojo tras él y ahí estaba otra vez ese chico.
-¡Suéltame, tú! – gritó, empujándolo.
-Pero Kanojou…
-¡Y no soy tu novia! ¿Qué, eres un enfermo?

El otro chico ladeó su cabeza, confundido. Junsu lo examinó de pies a cabeza, y se dio cuenta de que estaba desnudo. Y definitivamente era hombre.
-Estoy alucinando…

Entonces Junsu recordó la enorme caja y regresó corriendo a la sala. Comprobó, como temía, que estaba abierta y que no había nada en su interior más que un libro de instrucciones Además, el plástico que había envuelto lo que él creyó un cadáver estaba tirado en el suelo, al lado de la caja. No cabía duda, el chico que lo había abrazado era el mismo que había salido de la caja y que Junsu había creído que era un cuerpo inerte. Y ahora estaba parado frente a él, mirándolo.

-¿Qué eres tú? –le preguntó.
-Soy tu amante perfecto – respondió con una enorme sonrisa, - Kanojou, ¿quieres hacer el amor conmigo ahora?

De haber sido un dibujo animado, Junsu portaría sobre su frente una gran gota de sudor.

-Espera, espera. Primero, no soy mujer, ¿si? Soy hombre, varón igual que tú, así que no me llames Kanojou…
-Kareshi entonces- siguió sonriendo el chico.
-¡Tampoco! No soy nada tuyo. No sé ni cómo llegaste aquí o por qué.
-Porque soy tu amante perfecto. Kareshi, ai shimashou ka? (¿Novio, hacemos el amor?)
Junsu golpeó su frente con la palma de su mano cuando comprendió la pregunta del otro. Esto era ridículo.

-¿Quieres guardar silencio, cosa rara? – le espetó. El otro chico modificó su expresión feliz a una de tristeza, como si lo hubiera regañado, - lo siento. Tan sólo déjame explicarte las cosas, ¿si? Primero, no soy tu novio ni tu novia ni nada, ¿si? Y no sé qué haces aquí pero lo voy a averiguar. Segundo, no quiero hacerlo contigo. Digo, ambos somos hombres…y… -se detuvo cuando vio al otro chico encogerse hasta sentarse en el piso, abrazando sus piernas, - ¿qué te pasa?

-Mi kareshi no me quiere…
-Yo no he dicho eso…-Junsu suspiró- está bien, empecemos de nuevo, ¿si? Me llamo Junsu, Kim Junsu.
-¡Que hermoso nombre!
-Eh, gracias. ¿Cómo te llamas tú?
-No me has dado un nombre, Junsu kareshi.
-¿Podrías omitir el kareshi?
-Como a ti te parezca mejor, Junsu kareshi.
-Además, ¿por qué usas tantas palabras en japonés?
-Así está en mi programación.

¿Programación? Junsu lo miró, luego vio el libro de instrucciones en sus manos. Lo abrió. Al parecer el chico que tenía enfrente era un prototipo de amante perfecto. Un androide fabricado y programado para complacer a su pareja. ¿Androide? Eso explicaba por qué no respiraba cuando abrió la caja. Entonces, si era un robot fabricado en Japón, estaba demasiado bien hecho. Parecía un humano común y corriente. Pero, ¿cómo se había encendido? Siguió leyendo el manual y encontró más abajo:

Encendido: bese los labios de su Aijin-robotto. Esto no sólo lo activará, sino que hará que registre a su persona como su dueño.

Un beso… ¡OMG! Cierto, sus labios se habían tocado cuando el robot le cayó encima. ¿Eso contaba como beso? Pero pues… este aijin-robotto era hombre, y Junsu también era hombre. ¿Y quién se lo había mandado, de todas formas? En todo caso debieron mandárselo a alguien que quisiera una pareja, preferiblemente mujer. Buscó detrás del manual algún teléfono o dirección de la compañía, debía devolverlo. Nada. Buscó en la caja y lo único que encontró fue, en letras muy pequeñas, un “no se aceptan devoluciones. Para quejas nosotros nos pondremos en contacto con usted”. Grandioso. Cerró el manual y miró al robot, que estaba aún sentado en el suelo, mirándolo con esa sonrisa inocente.

-Supongo que te quedarás aquí…
-¡Será grandioso, Junsu!
-Eso espero. ¿Tendré que alimentarte, verdad? ¿Y conectarte a la pared en la noche?
El androide rió.
-No soy cualquier electrodoméstico, tengo un sistema de auto-energía. Genero mi energía eléctrica al moverme. Así no incrementaré tus gastos en electricidad.
-Menos mal. Sólo hay que vestirte y ponerte un nombre…espera aquí, te traeré algo de ropa.
Junsu fue rápidamente a su habitación y buscó entre su ropa algo que prestarle al chico. Encontró una pijama rosa y se la llevó.
-¿Podrías ponérmela, Junsu? – le pidió, meloso.
-No. Tú puedes ponértela perfectamente, ehm…- Junsu se detuvo, pensando en un nombre para él. En ese momento sonó su despertador, - ¡La escuela!

Maldición, había pasado demasiado tiempo atendiendo al niño robot y ahora no había alcanzado a dormir lo suficiente. Ni modo. Corrió al baño, se peinó, se puso desodorante y se puso el uniforme. Mientras, el androide amante se puso la pijama de su nuevo dueño. Estaba tan contento que incluso se abrazó a si mismo, aspirando el aroma de la pijama y memorizándolo porque era el de su nuevo Kareshi.

-¡Ya me voy! – le gritó Junsu, corriendo hacia la puerta con todo y mochila.
-¡Voy contigo, Junsu! – respondió el chico, siguiéndolo.
-¡No! – lo detuvo, poniendo una mano en la frente del chico- quédate aquí. No puedo llevarte conmigo. Ni siquiera te he puesto un nombre. Pensaré en uno mientras estoy en la escuela y te lo daré, ¿está bien?
-Está bien, Junsu – sonrió el robot, sentándose en el suelo con los brazos abrazando sus piernas, mirándolo.
-Aquí quédate, ¿está bien? Volveré a medio día.

Y sin decir nada más Junsu salió por la puerta y cerró con llave desde afuera, dejando atrás a su Aijin-robotto.

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El día transcurrió con normalidad. Primero la clase de física, tediosa. Después historia, derecho, laboratorio de química. Más tedioso. Descanso. Comió un plato de arroz con verduras. Luego clase de cálculo. Luego artísticas. Ésa clase le agradaba más. Y al final del día, deportes. Ahora tocó practicar voleibol. Fue divertido. Terminó el día escolar, fue al vestidor de hombres, se dio un baño rápido, se vistió y salió. Tomó el camión y llegó a casa una hora después, como siempre. Metió la llave en la cerradura, abrió la puerta y se quedó helado en el umbral.

Sentado ante la puerta, tal como lo había dejado, estaba el androide. Y detrás de él estaba la enorme caja. No lo había soñado después de todo. El chico miraba a un punto fijo del suelo y no se movía. Junsu se acercó a él con cautela.

-¿Robot? –dijo, picándolo en el hombro. No respondió, - Androide, te estoy hablando – esta vez lo movió un poco. El chico parpadeó, ladeó la cabeza y luego volteó a verlo.
-Perdona, Junsu. Estaba recargándome.
-¿En dónde? No hay nada detrás de ti en lo que puedas recargar tu cuerpo, robot.

El androide rió.

-Oh, oh, te refieres a recargar tu energía, ya entiendo.
El robot asintió.
-¿Tuviste un buen medio día, Junsu-sama?
-Sí, fue un buen día dentro de lo que cabe. Ah, y estamos en corea, así que llámame hyung, ¿sí?
-¿Hyung?
-Si, hyung.
-Está bien, hyung.
-Perfecto.

Junsu suspiró y entró al departamento, dejando su mochila en la mesa. Luego se quitó el saco del uniforme y lo colgó de la silla.
-Hyung…-dijo el robot tras él.
-¿Si? – volteó. El androide le sonreía con los brazos abiertos, completamente desnudo, la pijama rosa tirada a un lado.
-¿Ahora sí quieres hacer el amor conmigo?
-¡No! ¡Ahora vístete, robot! No puedes andar desnudo.
-Pero si no estoy andando, estoy de pie en un solo lugar, hyung.
-Sólo no te desnudes a cada rato, ¿si, robot?
-Está bien, hyung – asintió, volviendo a ponerse la pijama.
-Mañana es sábado, iré a comprarte algo de ropa.
-¡Gracias hyung!
-Por nada, robot.
-Hyung, no me gusta que me llames así. Prometiste ponerme un nombre hoy…

Cierto. Se había olvidado completamente de eso. ¿Qué nombre podría ponerle a un robot?

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