30 de Mayo de 1950
Los días sucesivos al fallido almuerzo de bienvenida llenaron de angustia a los habitantes de palacio. Un tétrico ambiente lleno de confusión y miedo inundó cada rincón de los pasillos. No existían murmullos o conversaciones entre el personal, todos y cada uno de ellos se sentían agobiados por el peso de los hechos, llagando a estar, a petición del mismo Yoochun, completamente alerta de lo que fuera se dijese en cualquier lugar de palacio.
Por aquellos días que transcurrieron el rey y el conde estaban bastante ocupados haciendo pequeñas visitas y caravanas a aldeas vecinas, aprovechando la oportunidad para expandir la invitación hacia el pomposo y elegante baile que se efectuaría en unos cuantos días mas como motivo único y exclusivo de dar un recibimiento formal al acaudalado e importante símbolo del reino. Sin embargo, el ambiente en palacio seguía siendo el mismo, con o sin la presencia del Rey todos aguardaban impacientes el momento de su partida, esperando enérgicamente que luego de aquella prolongada visita no existieran dudas de la prospera vida del conde y que ahora solo se preocupara por expandir su dominio y mantener la paz entre todos.
Cabe resaltar además que los comentarios entre el personal no eran enteramente positivos, debido al pánico infundido después del ultimo suceso que llevo a muchos rumores en los rincones de todo el pueblo muchos de los sirvientes mantenían conversaciones por debajo de la mesa, algunos pensando incluso en huir de inmediato y otros dispuestos a salvar al conde de su irremediable muerte por alta traición. Cabe decir que estos comentarios hasta el momento no habían llegado a oídos del Chef de palacio, que día a día se dedicaba a la custodia eterna de su hermano, quien por aquellos días en los que Yoochun y el rey se mantenían fuera de palacio, tuvo la libertad de volver a ser el sirviente y volver a lucir su apariencia de siempre lejos del disfraz de mujer.
Pero Changmin estaba lejos de regresar a la normalidad luego de todo lo sucedido, su tiempo libre prefería pasarlo encerrado entre las cuatro paredes de la oficina del conde, enterrado entre pilas de papeles y obligaciones que debía organizar, responder y firmar, cuando el trabajo de oficina terminaba prefería encerarse en su habitación o bien mantenerse en las caballerizas junto a los animales, haciéndose pasar por cualquier otro empleado del lugar. Esto solo causo muchos más murmullos e indignación entre los presentes que aguardaban cualquier excusa para fajarse a criticar al menor por cuanto no era su responsabilidad volver a trabajar como plebeyo cuando era por más seguro que si todo salía bien el seria el amo y señor de todo lo que le perteneciese al conde.
Pero basta decir que aquellas jamás fueron sus intenciones, y que lejos de querer mantener esa farsa el solo quería liberarse de ella y poder continuar al lado de Yoochun.
Muy a pesar de que sus sentimientos estuvieran desbocados hacia un hombre aquello no le hacia desear en lo mas mínimo continuar toda su vida fingiendo ser una mujer, pero a lo que la situación había llegado no podía arrepentirse de su decisión pues estaba firme en su convicción de liberar al conde de la carga que logro adquirir en parte por su culpa.
También se culpaba por el hecho de llegar a su vida.
Desde el momento en que decidió ingresar a palacio luego de salvarlo de aquel accidente si tan solo hubiera hecho oídos sordos a su petición, quizás Yoochun no lo hubiese preferido por encima del encanto de una damisela, en este momento el estaría felizmente casado, quizá enseñando a sus hijos lo que sus padres a él y no tendría que armar toda aquella treta para poder continuar viviendo como hasta ahora. Si bien no sabia que había hecho para hacerlo enamorar, si estuviera en sus manos detener el tiempo y evitar que eso pasara, quizá hoy las cosas serian diferentes… pero el destino ha hablado y ha decidido que para estar juntos debían tomar lugares que no les correspondían solo porque la sociedad los tacharía de herejes.
—Quizá y en otro tiempo y lugar no nos habríamos conocido —murmuró para sí mismo mientras paleaba con fuerza algo de heno en las caballerizas—
— ¿Cansado? —Escuchó a su espalda el sonido de la voz que le traía de vuelta a la realidad, y viró el rostro con una sonrisa al ver a su hermano de pie en la puerta con un enorme jarrón de lo que seguramente seria algo para refrescarlo.
Changmin dejó su trabajo tomando una toalla que Jaejoong le alcanzó y limpiando el sudor de su frente con el objeto para luego encaminarse ambos hacia la parte trasera del granero donde se sentaron en una endeble banca de madera y observaban la tarde caer en el horizonte.
Ambos bebían en silencio el contenido de la jarra y miraban perdidos hacia la nada solo concentrados en el sabor dulce y refrescante del liquido que pasaba por sus gargantas. Cuando este hubo terminado, ambos se miraron por un segundo y sonrieron, mientras Jaejoong se inclinaba hacia el menor apartando de su cara los mechones rebeldes que cubrían sus preciosos ojos chocolate.
El menor se dejó arrastrar en la reconfortante caricia, inclinando su frente hacia adelante y aterrizando en el hombro de su hermano para luego rodear con sus brazos su cintura y aferrarse a su cuerpo con fuerza mientras suspiraba, perdiéndose en el melancólico aroma que su hermano despedía:
— ¿Qué sucede? —Preguntó preocupado el mayor, arrullándolo con sus brazos mientras acortaba las distancias acariciando su nuca con la yema de sus dedos— Mi niño, esto ha sido mucho para ti ¿No es así?
Changmin atino a apretar con fuerza la ropa de Jaejoong ahogando un suspiro menguado que se escapo de sus labios y a su paso, llevándose toda la frustración que sentía entonces apoderándose de el, como una fuente de energías nuevas, toda la fuerza que le trasmitía el abrazo del ser mas precioso que tenia en su vida:
—Lo siento —emuló intranquilo, removiéndose en sus brazos— por ti, por mi Lord, por Yunho y por los demás sirvientes, por todas las personas que están metidos en este problema por mi culpa —soltó mordiéndose el labio con fuerza— siento el siempre causarte tantos problemas.
—Changmin, no digas cosas tan insensatas. No es tu culpa, no debes pedir perdón por nada ya que no has hecho nada.
—Pero, si no fuese por mi, mi lord en este momento…
—Changmin, ¿Crees que porque él se ha fijado en ti debes culparte? —El mayor deshizo el abrazo para mirarlo a los ojos— Estas son cosas que pasan y que nadie puede evitar, independientemente de que hallamos llegado a esto hoy día no significa que debas sentir pena y mucho menos remordimientos por los sentimientos que has llegado a provocar en su corazón. No has hecho nada malo, contrario a ello, estas aquí dando todo de ti para ayudarle porque lo respetas, le eres leal y porque al igual que él tú le añoras —sonrió, acariciando con sus manos la mejilla del menor quien bajó la mirada inmediatamente— No sientas miedo, recuerda que estoy aquí justo a tu lado guardando por ti mi tesoro.
El menor volvió a abrazarse al cuerpo de su hermano mayor, hundiendo su cabeza aun mas en el pecho del otro dejando escapar otro suspiro antes de incorporarse y levantarse de la banca.
Observó con tranquilidad la puesta de sol caer completamente dándole paso a la noche. Jaejoong se apoyó en su hombro y ambos observaron la luna aparecer tímidamente en el cielo, sentándose sobre el pasto reverdecido y conversando sobre temas varios mientras que el día concluía y empezaba una vez mas el construido teatro.
[…]
La música del vals se dejaba escuchar desde las afueras de palacio, las luces del jardín iluminaban por completo todo el lugar, colgadas en cada árbol y kiosco del amplio espacio. El salón principal había cambiado por completo para dar cabida a los cientos de invitados que se aproximaban cada vez mas rápido de todos los rincones y aldeas aledañas en sus finísimos coches, con sus delicadas y costosas prendas de vestir reservadas específicamente para una ocasión como esta que lo ameritara.
El rey descansaba en sus aposentos aun con calma preparando todo para ser recibido en la entrada y cumplir con el protocolo de saludar y recibir con disposición a todos los presentes. Se encontraba de pie, observando a través de la ventana de su habitación los carruajes que se estacionaban frente a palacio ordenados en fila y de ellos, todos los invitados que bajaban y se adentraban al lugar.
Él especialmente detestaba este tipo de eventos, en aquellos bailes podían encontrarse todo tipo de personas: desde los amables y buenos conversadores, hasta personas fastidiosas que solo se acercaban por intereses personales.
Suspiró abatido por lo larga que sería de la jordana, acomodando el moño de su traje con cuidado y peinando su cabello hacia atrás con sus propios dedos mientras se alejaba de la ventana y se acercaba a la puerta con paso lento, tratando de alargar lo más posible su llegada al lugar.
Decidió burlar a sus guardaespaldas y tomo un atajo a través del pasillo para entrar a la cocina y sorprender a las amables mujeres de las cuales se había encariñado desde que llegó. Escabulléndose con una sonrisa traviesa pintada en el rostro y con la convicción de pegarles un buen susto a las mujeres para así carcajearse de ellas por un momento.
Bajó los escalones con cautela procurando no ser escuchado antes de aparecerse de sorpresa. Se recostó en el marco de la puerta y ligeramente asomó la vista por ella para tener un rango de acción mayor y saber en qué lugar se encontraban las mujeres. Para su desanimo, las criadas no se encontraban allí, solo estaba el chef principal que permanecía de espaldas mientras conversaba con alguien. Eran murmullos, por lo que curioso como era de nacimiento, el joven rey se afirmó un poco mas a la puerta para escuchar y ver mucho mejor.
El rey abrió los ojos por la sorpresa cuando se percató de que además del Chef la condesa también se encontraba allí y era con ella con la que le joven mantenía una conversación en susurros. Instintivamente ante la imagen frunció en seño y se acercó un poco más, ampliando su campo de visión, observando como el joven la sostenía en sus brazos y acariciaba su mejilla mientras le hablaba muy pero muy cerca. Aquello le hizo rodar los ojos mientras era testigo de lo que para el se trataba de una total injuria y desfachatez, apretando el puño cuando el joven se apresuró a dar un beso en la mejilla a la condesa y la abrazó con mucha más intimidad que antes.
Su rostro se tensó al igual que sus músculos mientras se ocultaba y subía de regreso a las escaleras con aquella imagen retenida en sus pupilas y un escozor incomodo comenzó a arder en su pecho al sentir por si mismo el dolor de la traición del cual era victima aquel que consideraba como su propio hijo.
[…]
El baile inició al momento mismo que el rey se abrió paso entre los invitados con una sonrisa en sus labios y su siempre amable y complaciente personalidad. El conde y su condesa ya se encontraban juntos para recibirlo entre aplausos esparcidos por todos los que allí se encontraban.
La tonada del vals volvió a sonar de nuevo y la amplia pista se llenó de parejas que danzaban en un único y sincronizado ritmo.
Una vez estuvo mezclado entre la multitud el Rey se apresuró al trono que le esperaba en uno de los costados de la pista desde donde podía observar perfectamente a todos los asistentes. Inmediatamente tomó asiento las personas se aglomeraron a su alrededor buscando iniciar una conversación, pero el estaba completamente distraído de las miles de cosas que emitían las casi quince personas al tiempo, pues sus ojos y mente estaban concentrados en la hermosa pareja que se encontraba agasajando a algunos invitados al otro lado de donde el se encontraba.
No parecía haber nada fuera de lo común en ellos, estaban tan o mas cercanos que nunca. Yoochun sostenía a la condesa por su cintura y la guiaba a cada lugar mientras esta última permanecía callada y serena, dejándose arrastrar por sus pasos. Aquella clara muestra de lividez y cariño entre ellos le hizo meditar si realmente aquello que había presenciado pudiese tener alguna relevancia, tal vez se fijo mal o quizá se tratase de otra persona además de la esposa del conde. Pero siendo tan suspicaz como lo era, en esta ocasión no podía equivocarse, era ella en verdad. Confundir la belleza de aquella persona con la de cualquier otra seria estar demasiado ciego y él por supuesto sabia que sus ojos no habían visto algo mal.
Resopló cansado y abatido por tales pensamientos absurdos, el primero de ellos relacionado con un posible matrimonio arreglado que sea la razón por la cual la joven buscara cariño en uno de sus sirvientes, pero aquello era imposible dado que hasta el momento no conocía el origen de su relación y sabia de antemano que debido a la muerte de sus padres no existía ningún tipo de presión hacia el Conde. Conocía demasiado a Yoochun como para siquiera atreverse a sospechar de qué se trataba de algún tipo de infelicidad provocada por descuido, pues en los ojos del joven noble solo cabía amor para aquella persona ya que cada segundo que no tenía obligaciones lo dedicaba a cuidar y atender a su esposa. Aquello solo le llevaba a concluir que quizás el tercero en cuestión tendría algo más que ver, y apretó el puño con fuerza en su silla mientras dirigía una mirada feroz hacia la cocina. Dispuesto ha llegar hasta el final de todo el asunto y averiguar que sucedía aquí.
[…]
Conforme la noche fue avanzando las parejas se amontaban en la pista, aun habían personas llegando y el caudillo de personas se hacia cada vez mas grande. La aclamada pareja descansaba en una mesa mientras tomaban alimentos, el rey los acompañaba junto a una amena conversación que había iniciado hacia muchas horas ya.
Repentinamente las personas se fueron alejando de la pista manteniéndose en las esquinas y limites de cada lado y la tonada suave del vals fue interrumpida y cambiada por otra mucho más suave, el concierto de piano No. 21 de Mozart. A media que la melodía era tocada las personas mantenían la mirada en la joven pareja y luego con aplausos los incitaron a acercarse a la pista.
Ambos se miraron con duda y Changmin dibujo en su rostro inmediatamente una negativa, no solo era bastante malo para este tipo de bailes, si no que jamás se había dejado guiar, pues al ser hombre el siempre guiaba a su pareja. Esto salía completamente de improvisto, no es algo ensayado o planeado como lo fuesen algunas de sus conversaciones o gestos, por lo que el menor apretó el brazo del conde y sonrió pero en sus ojos decía que por favor negara la oferta.
Yoochun intento hacerlo pero la presión de la multitud fue tan grande que el se levantó de la mesa y tendió su mano hacia Changmin mirándole a los ojos, transmitiéndole calma y tranquilidad, diciéndole sin hablar que todo estaría bien. El menor se halló contrariado entre aceptar la oferta o desairar a Yoochun frente a todos los presentes por lo que inclino su cabeza y lo meditó un poco antes de levantar su mano tomar la del Conde que inmediatamente la prenso con fuerza y sonrió, levantándolo de la silla y llevándolo hacia el centro de la pista.
La melodía era muy suave y lenta lo que en este caso dificultaba mucho más la ejecución del baile, ambos lo sabían, pero sin embargo se acercaron a la pista e iniciaron un torpe y desincronizado baile que causó algunas carcajadas entre los presentes:
—Lo lamento, no solemos hacer esto, de hecho es como si fuera nuestra primera vez. —se excusó Yoochun, llevándose una ola de ovaciones por parte del público que les pedían que lo intentaran una vez más.
Aquello solo aumentó la incomodidad existente en Changmin, sabía que no sería fácil pero suspiró y volvió la vista a los tranquilos y siempre sonrientes ojos de Yoochun, disfrutando el suave vaivén de su mano contra su espalda y descargándose de toda la presión que estaba sobre sus hombros. Sabia que aquello dependía de concentrarse y seguir el ritmo de la música con fluidez y calma, por lo que deshicieron los espacios que sobraban entre ellos y sus pies se movieron al compás de la suave y siempre relajante melodía.
Aquello tomó tiempo, la pieza era larga y parecía repetirse por lo que con algo de calma alcanzaron finalmente bailar en el mismo sentido. Changmin no perdía su rigidez, esto era probablemente lo mas incomodo y vergonzoso que jamás había hecho al ojo público más sin embargo se esforzaba a sobremanera por imitar la calma y sobriedad con la que el conde se movía. Conforme transcurría la pieza se soltaron mucho mas, sus ojos estaban centrados en los del otro y de esa forma el publico que vitoreaba en silencio al suave ritmo de la melodía desapareció por completo, como si todo el salón de baile estuviese vacío y solo ellos dos se encontraran allí.
Sus cuerpos se atraían de forma natural, juntándose al tiempo que ambos guiaban y se dejaban guiar, en una sincronía casi principesca y grácil, en la que solo dos hombres de sangre noble podrían recurrir. Las sonrisas brillantes en sus rostros mientras la melodía se hacia mas lenta y se acercaba a su final.
Una nube de sentires y emociones se mezclaron con el tono del piano y los violines envolviéndolos completamente y llevándolos a acercar sus rostros y finalmente cuando el ultimo de trozo de la pieza fue interpretada sus labios se unieron en un beso cándido y profundo, completamente natural que surgió en aquel momento sin pudores ni presiones.
La música se detuvo y ellos también, en el centro de la pista sus cuerpos estaban estáticos salvo por el movimiento de sus labios contra los del otro, estaban completamente embelesados y extasiados por la magnificencia de aquella caricia que se olvidaron por completo de todo lo demás y se devoraron como si no existiese nada mas en el mundo.
Yoochun halo de la cintura de Changmin para acercarlo mucho mas, buscando desenfrenadamente algo mas de profundidad, pero el sonido de la garganta del rey que fue aclarada a propósito para traerlos de vuelta de su trance le mostró que de hecho estaban en medio de un salón repleto de personas que los miraban en silencio, sorprendidos por tan abierto acto de amor.
Changmin bajó la mirada inmediatamente sonrojándose hasta las orejas y Yoochun de igual manera no pudo evitar sentirse completamente avergonzado. El ritmo de un nuevo vals siendo iniciado trajo de vuelta a las personas a la pista, mientras la joven pareja se retiraba y tomaba asiento de regreso en la mesa.
El rey los acogió mientras les indicaba que limpiaran con un gesto poco disimulable los bordes de sus labios marcados con la saliva del otro. Ambos se inclinaron avergonzados mientras proseguían a calmarse y entonces el baile continúo hasta el amanecer sin ningún percance.
[…]
Dos semanas transcurrieron luego del baile, el ambiente en palacio había dado un giro completo desde ese día. Desde entonces no se hablaba más que del tierno y entregado beso de amor que se había dado la pareja en medio de todas las personas, aquel acto había eclipsado completamente los rumores anteriores y sirvieron para darles a todos un respiro y que pudiesen descansar del drama causado por el incidente del caballo semanas antes.
Sin embargo, una repentina invitación llego a palacio. Uno de los mas emblemáticos ministres de la orden del rey había extendido una invitación para que el Rey, el conde y su esposa, pasaran un fin de semana en el palacio de este como motivo de celebración de la boda de una de sus hijas. Inmediatamente la carta fue recibida el entusiasmo del joven rey se hizo evidente pues aquel hombre era un gran amigo al que deseaba ver hace mucho tiempo.
Ambos sabían que hacerle un desaire de este tipo al Rey significaría algo muy grande, sin embargo se exponían a demasiado si aquel turbio secreto se trasladaba a otros lugares fuera de la seguridad de palacio. En palacio, todos los sirvientes eran participes del secreto y encubrirían inmediatamente a Changmin en caso de cualquier contrariedad, sin embargo, estando en los limites de otro palacio con un personal completamente nuevo y, por sobre todo, ignorante de lo que sucedía entre ellos era prácticamente un camino directo a la horca.
Desde que llegó la invitación los cuatro hombres trataban de pensar en una forma de deshacerse de ella sin tumbar las ilusiones del rey, pero sabiendo de antemano que aquello era imposible, debían idear la manera de proteger aquella mentira con fuerza.
Pero controlar los sucesos del destino es difícil, nadie sabe lo que pasara mañana, y tratar de engañar a alguien perspicaz y astuto, es un juego de ganar y perder. Después de todo, ingenuidad era algo que el Rey no poseía.
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