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El príncipe de los bárbaros - Cap. 2

Sin querer aquella noche comprobó que “La curiosidad, mató al gato”...

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Había escuchado de sus soldados, enviados como espías, que durante las campañas de conquista de aquel pueblo bárbaro, que aparte sea dicho eran muy exitosas, una de las cosas que hacían era robar o tomar prisioneras a las mujeres más hermosas e inteligentes, ah sí y que apreciaban incluso más a las que tuvieran gemas de color claro en su piel, claro está fuera de llevarse las riquezas de los pueblos. Sin embargo era evidente que importaban más las mujeres que el oro.



Con estas ideas iba buscando su objetivo en medio de la gente, las calles tenían lodo, había charcos pequeños, aquella tarde había llovido un poco, el viento soplaba débilmente, como típico clima de terreno que va subiendo su altitud. Aunque Odaiba no era una tierra tan alta como Ameria. Estaba oscureciendo, de pronto un chasquido salió de sus labios, “hermosa” no era precisamente la palabra que lo describiría en este momento, se reía de sí mismo por la estúpida idea que había materializado. Estaba convencido de que no era una buena idea desde que la concibió, para nada buena, pero una fuerza mal sana, dígase, su curiosidad, que nunca había sido tan fuerte como ahora lo arrastró a cometer semejante locura.



Su hermano mayor le hubiera echado en cara lo torpe que es...

Su primera esposa lo habría regañado dulcemente. El resto de sus esposas hubieran ocultado una risita detrás de sus abanicos.



Caminaba con aquella capa enorme de color café, con capucha, su característico cabello azul debajo de una femenina peluca castaña y ligeramente ondulada, sus ojos grises atentos, en el contorno un hermoso delineado negro, lo había aprendido de sus esposas, este resaltaba su color. Además se preguntaba tontamente si tenía demasiado aceite brillante en los labios. Iba con paso torpe y apurado. No, definitivamente este no era ni el día, ni el disfraz adecuado.



Su curiosidad que había crecido día con día, conforme los enemigos se acercaban a su pueblo, le había llevado a querer bajo cualquier motivo conocer al invencible hombre, origen de aquella guerra en la que se peleaba por conseguir mujeres antes que riquezas. Los pueblos vecinos habían sido alguna vez parte de Ilani pero hace unos cuantos siglos se habían independizado, ahora una vez más volvía esta locura. Ameria nunca había sido sometida por nadie pues su geografía le protegía de la gente ambiciosa desde hace varios siglos, así que no  tenía idea de qué significaba en realidad vivir bajo el mandato de otra persona que no fuera el mismo o su familia.



Las noticias habían dado la vuelta su mundo y de sobra se sabía que las mujeres del pueblo de los bárbaros no eran fértiles, eran débiles y enfermizas, pero aquel hombre ya había pasado por las ciudades más grandes de Silo y Úrsula, donde se suponía vivían las más hermosas y fértiles, sin duda habría ya visto a las más agraciadas, sin embargo su guerra no tenía fin. ¿No estaba satisfecho aún, cuántas mujeres podría querer un hombre?, claro estaba que el bárbaro no descansaría hasta tomar el control de la Gran Isla de Ítalo por completo. Pensó de nuevo en las montañas, en su protección y en el hecho de que no permitiría que nadie maltrate a su gente.



Le parecía extraño que no hubiera hallado ya a una candidata elegible. Entonces entendió que el bárbaro a más de buscar unificar los territorios bajo su poder, estaba buscando algo específicamente, no eran las “mujeres”, sino ya tendrían cualquier cantidad de herederos, era “una sola mujer”. Una mujer que le pueda dar un heredero, un heredero diferente...pero... ¿Qué es lo que ella debía tener? ¿Y si el bárbaro era como él...?, si estaban en la misma situación, entonces ninguna mujer sobre la tierra podría darle nada...



Ahora quería verlo más que antes, mucho más...



Mezclado entre la gente, oía sus historias, era entretenido y molesto ver a la gente exagerar el tamaño de las tropas, lo cruel de sus acciones, la belleza de las mujeres capturadas, había gente tan vulgar que incluso hablaba del tamaño del miembro del bárbaro. “Debe ser falso, no puede ser tan largo” se dijo reflexionando seriamente en tal asunto.



“Shim Changmin”...



Ese era el nombre del bárbaro, “Changmin”, la verdad es que era un hermoso nombre, se sentía poderoso, el precioso diamante incrustado en la piel sobre su ombligo quemaba, provocándole un sensación de incómodo deseo, le parecía extraño, con tan solo pronunciar su nombre, su boca sentía un sabor delicado, sentía producir más saliva, como si fuera un alimento delicioso. Y su libido se encendía, por esa estúpida razón era que ahora estaba disfrazado de mujer, caminando solo en el pueblo recientemente conquistado, poniendo en riesgo su vida.



Sin problema había localizado el lugar en el que las mujeres estaban concentradas, se imaginaba que sería una cárcel y serían torturadas, que todas estarían allí en contra de su voluntad, llorando desesperadas, sin embargo, lo que vio lo dejó intrigado, todas estaban sin cadenas, vestían sus mejores atuendos, y estaban completamente ansiosas, esperando la llegada del bárbaro, cerca de una gran tienda armada en la plaza mayor frente al castillo, que ahora tenía sus puertas abiertas.



Intentó probar suerte, descubrió su cabeza cerca del sitio en el que se hallaban reunidas las mujeres y empezó a deambular buscando datos para un posible asalto, unos minutos antes del ocaso, un cuerno hizo un eco sonoro en la plaza, en ese mismo instante se encendieron todas las antorchas. Unos guardias que custodiaban el sitio se percataron de su presencia y le indicaron que pase al centro y se una al grupo, ninguno de ellos dudo de su género, así que se coló en medio de ellas, su aspecto femenino le hizo pasar desapercibido, y todas se alejaban de él por su atuendo poco apropiado, con una sonrisa logró evitar algunas incómodas preguntas de las otras féminas. Se fijó que la mayoría eran hijas de nobles.



“Ah vaya, las mujeres buscan ser vistas por Changmin. Coge fama y échate a la cama”.



Algunas discutían entre ellas decidiendo según su opinión cuál era la más apta, por lo que logró enterarse, el príncipe de los bárbaros era un hombre apuesto e inteligente y aquella que él escogiera se convertiría en la reina del pueblo conquistador de Ilani. Unas mujeres de la parte delantera elevaban sus plegarias, rogando ser la elegida. Primero porque sería un gran honor y segundo porque salvarían la vida de sus familias y de sus pueblos, lograr una alianza sería un buen negocio.



Se separó a todas las mujeres presentes de sus acompañantes, doncellas y familiares, los guardias se encargaron de guiarlas dentro de la carpa mencionada. Lentamente se fue incorporando el grupo expectante, que en un momento se apelotonó en el centro del espacio más reducido debajo de la tienda con paredes interiores de tules y piso alfombrado. Hubo un gran revuelo afuera, se oyeron algunos gritos, pero no comprendió nada de lo que se dijo, lo único que era claro era que el bárbaro había llegado.



Un hombre alto y acuerpado con una sonrisa blanca y deslumbrante entró retirando el tul azul de la entrada de la tienda, tenía traje de caballero y su armadura era plateada. Todas las mujeres presentes se sorprendieron, Junsu levantó sus cejas también, tenía que reconocerlo en realidad era muy apuesto. Su rostro era delgado, su figura denotaba gran fortaleza física. Al hablar su tono era grave y seguro.



- Buenas noches damas de Odaiba, su majestad Shim Changmin está entrando, una reverencia por favor…



Aquel hombre abrió paso y se quedó cerca de la entrada haciendo una ligera reverencia, entonces otro hombre ingresó.



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Mientras caminaba al sitio una vez más, con una expresión aburrida repetía el agobiante procedimiento que el viejo le había indicado, mirar a las mujeres, escoger a la que pareciera tener lo necesario y hacerla pasar la prueba que estaba descrita en el pergamino, esta precisa noche estaba muy mal humorado, no le agradaba aquello, no era así como pensaba encontrarla, no era así como debería ser. No sabía cómo debería ser, pero no así. Se sorprendió a si mismo queriendo hallarla como en un cuento de hadas. Se rio de sí mismo, a su edad queriendo hallar el amor. Ya tenía 27 años.



Había visto más de 20 ciudades, las más grandes conocidas y nada, ninguna de las mujeres ofrecidas era la indicada, ninguna con cabello azul, ninguna con el diamante en su cuerpo, ninguna con ojos grises..., había hallado mujeres con uno de cada atributo, pero nadie reunía jamás todos los requisitos, estaba pensando que el viejo le había mentido aunque era cierto que no llegaba a Ameria todavía. Le parecía increíble que solo allí pueda haber alguien así.



Las mujeres que pudo conocer eran una más hermosa que otra, pero ninguna reaccionaba con su zafiro. De los libros que el viejo traducía para él, había aprendido que su destino estaba atado a la persona dueña de una gema compatible con la suya. No todas las mujeres tenían gemas en su piel y al hacer la prueba en la cama, ninguna le llevó al éxtasis absoluto, como indicaba el libro, nada sucedía al cantar las palabras del hechizo...



“Maldita sea”, pensó, desesperanzado...



Yunho había entrado antes que él pidiendo como siempre la reverencia, le parecía innecesario, pero ya no reclamaba, sin prestar atención había entrado y tomado asiento en su trono, poniendo su mano en la pena y siguió deslizando sus ojos por el grupo, alrededor de treinta mujeres de pieles hermosas en todos los tonos de color, cabellos con tocados coloridos, ojos brillantes, delineados, intensos, todos escrutadores, todos haciendo ofrecimientos obscenos y de otros tipos. Sus ojos turquesas continuaban paseando, buscando una forma de guitarra, unos hermosos y firmes pechos, caderas amplias y receptivas. La mayoría de las presentes parecían encajar, sin embargo ninguno de los ojos le provocaban emoción alguna.



Repasó una vez, y no surtió efecto, sin embargo pensó que vio una luz extraña en medio de ellos y volvió su mirada a la parte más densa del grupo. Y no, no era una luz, eran los ojos de una hermosa mujer, de facciones redondeadas y risueñas, con hermosos y luminosos ojos grises...



¡ES ELLA!, la joya de su pecho se inflamó y quemó furiosamente, se sintió mareado, emocionado...pero...



“No tiene el cabello azul...la descripción de los ojos coincide...vaya... ¿pero esta sensación? nada se pierde con probar...aunque su cuerpo es...”



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Una especie de estremecimiento cómo de un golpe en la boca del estómago, le robó el aire en el mismo instante en el que el hombre arrogante que había entrado de forma prepotente y sin contemplación alguna había demostrado que le gustaría estar en cualquier otra parte menos allí, le puso los ojos encima. No había saludado como el primer caballero.



A primera vista parecía un dulce niño mimado, era muy joven, tal vez solo un poco más que él, pero si uno se fijaba más, no se podía negar, que era imponente, alto, muchísimo, más que él mismo, bueno él siempre había sido de talla mediana, moreno, su piel tostada denotaba sus múltiples actividades al aire libre, dígase la guerra, sus músculos resaltaban por debajo de su túnica de lino beige, su pecho ancho estaba cubierto por un peto de terciopelo negro con bellísimos bordados de dragones en hilo de oro, ese era un trabajo de un pueblo vecino, Junsu lo conocía.



Sus ojos eran grandes y a pesar de ser color turquesa, se notaban oscuros, en su cinto se sostenía una espada glamurosa y aparentemente legendaria, sin relación alguna recordó que varias de las ciencias y la historia que había aprendido de niño venían de la cultura de aquel bárbaro. En realidad no parecía ningún bárbaro viéndolo de cerca. Sus gestos eran firmes y elegantes. Estaba sorprendido que incluso el primer caballero le haya provocado una sensación de “felicidad”, le parecía inapropiado, pero el bárbaro lo dejó casi noqueado.



Sacudió su cabeza para reponerse y siguió en su observación exhaustiva recuperado del primer shock, sin dejar de sentir la molestia en su vientre, que ahora había empezado a empeorar, se fijó que sus labios eran de proporciones asimétricas, pero estaban húmedos y rozagantes. Su nariz era perfilada y delicada.



Sin embargo...



Sus ojos le observaban fijamente o así le parecía.



Puso mucha más atención al bárbaro. No, no era ninguna impresión suya, era la más pura verdad, él mismo (como una mujer) y no las otras treinta, era el centro de la atención del príncipe, que sin dudar se levantó de su trono e hizo que todas la mujeres que estaban alrededor de suyo se alejaran e hicieran espacio. No tenía idea de cómo debía comportarse, él había sido educado como una caballero, jamás puso atención a los modales de las damas, solo disfrutaba de ellos. Además existía la posibilidad de que lo hubiera descubierto.



Sudoroso y asustado miró a los lados, todas hacían una profunda reverencia, en este momento se suponía que era una mujer, no el rey de su propio pueblo, estaba desarmado, una daga que guardaba en su pecho seguramente no sería suficiente para matar a ninguno de los guardias o al príncipe mismo.



Rendido, hizo la misma reverencia agachando todo su cuerpo dentro de su enorme capa café y su vestido que sonó acartonado, copiando la femenina actitud, entonces escuchó la grave voz del hombre, profunda y seductora, su vibración duplicó el malestar de su vientre, demonios, su diamante ardía, ¡¿qué rayos era esta sensación?!. Estaba un poco dolorido de su miembro y eso definitivamente NO era normal.



**************************************************************************



Aislada la misteriosa chiquilla de todo el resto, se podía decir que era la que más fuera de sitio estaba, la ropa que llevaba no era para nada la adecuada para impresionar a ningún caballero, su túnica estaba incluso un poco sucia en los bordes inferiores se notaba que había caminado afuera, sin embargo ninguno de esos aspectos tan importantes en otras mujeres opacaba la belleza de su rostro, en el que sus ojos eran la parte más impresionante, grises, luminosos, con una extraordinaria forma de gotita, su piel se adivinaba deliciosamente suave y su cabello castaño que caía en ondas por su cuello.



Era hermosa, mucho, pero algo estaba fuera de lugar, aun no sabía qué. Sin embargo era ella quién había tomado por asalto su atención. La vio hacerle una reverencia de forma torpe, pero adecuada, sonrió para sí mismo, con un gesto de su mano envió a todos los presentes, oficiales, lacayos y resto de mujeres fuera. Tomó a la extraña y muy alta para ser mujer de la mano y la llevó a otra cámara de su campamento.



La dejó literalmente en el centro de sus aposentos y se dedicó a observarla con un poco más de luz. Giró alrededor de ella como alguien que observa una pieza de arte. Las proporciones no cuadraban. Se notaba un poco nerviosa.



- Tu nombre...- Clavó sus ojos en los grises, necesitaba respuestas-.



- Kim Jun...- no podía ser tan idiota como para decirle su nombre real, “que descortés por qué me mira tan fijamente” -...Kim Junko señor...-susurró en el tono más agudo que pudo, intentando que el hombre que tan extrañamente lo había elegido de entre 30 hermosas mujeres, no caiga en cuenta de su verdadera condición-.



- Vaya...es un nombre muy bonito, pero... ¿estás enferma?...-lo dijo sin pensarlo mucho, la voz se escuchaba francamente extraña-.



Solo recibió un asentimiento como respuesta.



- Pienso que eres muy tímida... no te preocupes, no te haré daño, esta noche me has llamado mucho la atención, si estás enferma no te obligaré a hablar...



“Si supiera que yo quiero matarlo”, dijo Junsu para sí mismo.



Sin reparo alguno, sonrió, muy seguro de sí mismo, sin mediar palabra se giró dando la espalda y empezó a quitarse la ropa, el peto real con bordados dorados. Luego la preciosa camisa de lino beige, en un elegante movimiento descubrió su espalda llena de músculos. El cinturón que rodeaba su magnífica cintura era ancho de cuero trenzado, una pieza de artesanía, sin duda de un pueblo cercano, la insignia del centro lo comprobaba. Retiró el cinturón y luego el pantalón, la visión de su baja espalda apenas cubierta por una pieza de tela solo pudo provocarle más dolor sureño a Junsu, que estaba desconcertado, sus nalgas firmes y pequeñas eran varoniles y llamativas, definitivamente sus piernas eran la razón de su gran talla... “mis piernas son más musculosas” pensó haciendo la comparación. “¡Está desnudo!” él era un hombre y estaba frente a un hombre que se estaba desnudando frente a él, ¡oh no!



Estaba anonadado y ¿ahora?, ¿qué se supone que debería hacer?, era muy claro lo que el otro tenía en mente, él mismo había usado la misma técnica para seducir a cualquiera de sus esposas...esto no estaba bien...su corazón latía a todo lo que daba, sin embargo mantenía su expresión seria, frío, como cualquier guerrero...o eso creía...



- Su alteza, el baño está listo...



Al encontrarse en un duelo interno no se había dado cuenta de que el otro hombre ya se había colocado una túnica de baño también dorada y empezaba a caminar rumbo a dónde se había escuchado la voz de aquella mujer que sin duda era de la servidumbre.

- Me ayudarás con mi baño...-señaló Changmin con su largo dedo índice en dirección a la chica-.



¡Demonios, Rayos, Centellas! y todas las demás maldiciones que se le cruzaron por la cabeza, las dijo mientras seguía a su alteza para “ayudarlo con su baño”, con la cabeza gacha, encima de todo con cada minuto su bendita necesidad se volvía más palpable e incómoda.



Caminaba detrás de su enemigo, si sacaba su daga tendría que asestar unas cuantas puñaladas para matarlo, sin embargo sus manos se reusaban buscar entre sus ropas, en vez de eso pugnaban por aferrarse a este cuerpo, le quemaban tanto que solo cerrándolas fuertemente en puño sentía alivio.



El pasillo estaba a media luz, los tules azules y verdes de las paredes se elevaban levemente con el viento, esto calmó un instante sus ansias, esta era una escena completamente distinta, como si la estuviera viviendo en una dimensión diferente. La atmósfera era placentera. El hechizo estaba lanzado.



Tan extraña, la chica era literalmente muy callada, parecía ser difícil también, mantenía su mandíbula apretada, solo a él se le ocurre elegir a la única chica del grupo que no le prestaba atención de manera adecuada, a la única chica que no se arregló para verlo, a la única chica que no parecía tener una forma de guitarra, está bien, lo tomó como un reto para alimentar su ego, ninguna mujer debería resistírsele...aunque la verdad es que sus ojos tenían eso que encendía el zafiro negro de su pecho, no muchas, la verdad ninguna, había logrado semejante cosa...suspiró...solo dejaría que lo limpie un poco, por lo seria que se veía, obviamente estaba asustada y él no quería sacar provecho, no le importaba que le falte otros atributos, de todos modos, siempre se puede tener a alguien más...



El pasillo de los tules en ese momento parecía diferente, el ambiente le había quitado todo su mal humor previo, el movimiento del tul le provocaba una especie de sopor, tan ensimismado estaba en los pensamientos de aquella que ni siquiera dedicó más tiempo a investigar sobre sus antecedentes, daba por hecho de que ahora ella le pertenecía y que tendría todo el tiempo del mundo para interrogarla y hallar cómo fue que lo atrajo así. Era natural sentirla suya.



Un séquito los seguía detrás, sin embargo ellos caminaban solos, en una esfera diferente.

El baño estaba en otra dependencia de aquella tienda, tenía paredes sólidas y estaba adecuada especialmente para la ocasión, el lugar era limpio y rústico, un gran tonel de madera no muy alto hacía las veces de tina, lleno de humeante y perfumada agua, las sirvientas indicaban el tonel con sus manos y al parecer no tenían pensado salir... “Debe ser muy incómodo, no tener privacidad para bañarte”, pensó Junsu que estaba de pie sin saber que hacer aún.



- Todos, fuera, menos Junko...



- Sí, su alteza...-y la servidumbre se retiró, “¡Oh no! No se vayan, no me dejen a solas con él”, gritó con sus ojos el disfrazado, todo estaba peor-.



- ¿No te quitarás esa capa…?



- Preferiría que no…



Con gesto extrañado, Changmin estiró una esponja hacia Junsu que la tomó indeciso, luego sin previo aviso, se quitó la túnica dorada de baño y le dio una visión panorámica de toda la parte delantera de su cuerpo, sus definidos pectorales, su abdomen trabajado y... y... su miembro bien proporcionado... “Vaya, es más grande que yo...”... no le gustó esa afirmación de su propio cerebro. Dejó de mirar fijamente, eso sería considerado como de mala educación, ¿verdad? El príncipe entró al agua mientras sacudía su cabeza y sonreía, se sentó acomodando su altura al diámetro reducido del tonel.



Inmediatamente Junsu se recogió las mangas de la capa y las colocó por detrás, no se dejaría ver la cara mientras hacía algo tan vergonzoso como lavar a otro hombre y empezó con la esponja a tallar la piel de la espalda, intentó hacerlo suavemente, no debía notarse su verdadera fuerza.



- Oh vaya, eres espléndida... –después de unos minutos de hacer esfuerzo esa frase salió en un exhalación placentera del pecho del moreno, secretamente Junsu se sintió orgulloso de sí mismo-.



La técnica de frotar su espalda era fenomenal, firme, fuerte, los ligeros instantes en los que las pieles se ponían en contacto, corrientes de placer viajaban desde su espalda al resto de cuerpo y lo hicieron gemir sin pudor alguno, abriendo su boca para exhalar descaradamente.

Sí, sin duda, este era el placer más exquisito que había sentido y eso que apenas estaban tocándose, se alegró en su fuero interno y empezó a disfrutar del baño sin ninguna preocupación. Cerró los ojos, era ella, no había duda, no había prisa, se dedicó a sentir.



Los brazos de aquella mujer se cerraron alrededor de su cuello en su posición posterior, compartiéndole un calor nuevo, desconocido, se sentía agradable, pero era muy intenso, no recordaba a ninguna mujer con el cuerpo tan caliente, su aroma era extraño, indefinido, podía distinguir un ligero olor a roble, eso es definitivamente masculino, pero estaba solapado por una fragancia penetrante de camelias y sudor, le pareció que no encajaban con su aspecto.



Su respiración se hizo más profunda y fuerte, cuando las manos bajaron de sus hombros entumecidos por el peso de salvar su pequeño mundo y pasaron a su pecho desnudo, parecía que ella, estaba explorando, “que linda” y tan seria que parecía, se notaba que era muy curiosa, sin contemplaciones ella delineó sus pectorales, pasó su mano por el zafiro negro del centro, una abrasadora sensación se extendió por todo el cuerpo. Esa mano continuó por sus músculos oblicuos, sus músculos rectos del abdomen, sintiendo a través de la esponja lo firmes que estaban.

Se enorgulleció de su propio cuerpo. Haría delirar a cualquiera.



Ella estaba disfrutando, le escuchó un jadeo muy ronco, seguro se escuchaba así porque estaba constipada, sonrió satisfecho, a ¿qué hora se decidiría a desnudarse y entrar?, era muy obvio que disfrutó la vista en sus aposentos y cuando se quitó la bata hace unos minutos, sus ojos parecían querer salir de sus cuencas, y ahora, en este momento estaba disfrutando del calor y la cercanía.



No pudo continuar el hilo normal de sus pensamientos, cuando aquella mano, bajó más allá de su músculo piramidal, sobre su pubis, sobre sus vellos y llegó sin vacilación alguna a su miembro y lo tomó. Él se había puesto duro desde el mismo instante en el que sintió sus manos sobre él, y ahora esta masturbación bajo el agua era celestial, fuerte, apretada precisa, “que hábil”, como lo haría el mismo...



Su cabeza no reflexionó en el hecho de que aquel acto era demasiado preciso, como para ser realizado por una mujer...



Su garganta de deshizo en gemidos, gruñidos guturales, ella ya no estaba detrás de él, le sentía a su lado, no tenía consciencia para abrir los ojos, aquella no había detenido su tarea, subía y bajaba empuñando su hombría, lento, suave, fuerte, rápido, más, mucho más. Su cadera no pudo contener su necesidad de ir al encuentro de su torturadora con toda la fuerza de que era capaz. El agua salpicaba al piso.



El tiempo se desconectó, y él pasó a otra dimensión cuando el intenso orgasmo lo derrotó.



“¡El cielo, veo el cielo. Increíble, demonios, infiernos y todo lo demás...!”



Si solo esto lo hacía ver estrellas, ¿cómo se sentiría cuando le hiciera el amor, cuando estuviera dentro y la poseyera?



- ¡¡¡JUNKO!!!



Toda la tensión acumulada, por la intensa sesión de caricias, su necesidad, el calor, el olor, la presencia de esta misteriosa mujer que lo había hecho casi todo en absoluto silencio, explotó en un grito roto de placer absoluto, casi sobrenatural.



Su mente en blanco flotó extasiada un tiempo indeterminado, en el que nada existía, más que aquella sensación de haber sido lanzado al vacío por una avalancha gigantesca, fue consciente de que estaba respirando cuando el ritmo y la frecuencia se habían normalizado.



Sonrió, listo para salir del agua y retribuir el enorme favor recibido, abrió por fin sus ojos y entonces, no vio nada...nadie...



Ella, la joya, la chica de ojos grises, el éxtasis con forma de mujer...había desaparecido...



- ¿Junko?...-su voz susurró el nombre inútilmente, solo para confirmar su miedo-...¡MALDICIÓN! ¡MALDITA SEA!!!!.....¡¡¡GUARDIAS!!!....



Todos los aludidos estuvieron al punto en la puerta del baño, por los sonidos que escuchaban hasta hace unos momentos parecía que no quería ser interrumpido y ahora los llamaba a gritos...algo muy malo estaba sucediendo.

- Señor, a sus órdenes...



- La chica...Junko... ¿la tienen...?



- No ha salido de la habitación por esta puerta señor...-el guardia se quedó helado cuando su mirada se enfocó en un ventanal abierto...



- ¿Pero qué...demo....-Changmin no pudo evitar mirar en la dirección en la que su oficial miraba, ahí estaba, la ruta de huida de la chiquilla...-.


- POR AHÍ, SIGANLA, ENCUENTRENLA...¡¡¡YA!!!!

2 Comentarios:

  1. Anónimo8/07/2016

    ¿Cómo demonios deja que se escape?
    Junsu siempre será más hermoso que cualquier mujer...

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  2. Jajaja, después del grandioso orgasmo y por lo éxitado que estaba, no se dio cuenta que se le escapo, haber si lo llegan a encontrar, pero lo dudo, porque dejará de ser Junko para ser nuevamente Junsu.

    Hay Junsu que cosas le haces a Min.

    Gracias!!!

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