Título: Brisa de Otoño
Autor: Aemin
Extensión: Oneshot
Pareja: 2U (YunhoxYoochun)
Género: Lemon/Drama
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Volteó sólo con la mirada hacia Yunho y éste volteó a verlo, sonriéndole. Llevaba una cinta roja en la frente, con grabados en oro, y un rubí incrustado en una base de oro en su centro.
Bajó su mano de su mejilla y pestañeó, perplejo. ¿Qué hacía ahí? Estar afuera no era digno del rey, y menos sólo. Caminaba despacio, su ropa, también era rojo carmesí con grabados dorados, ondeaba al viendo alrededor de su fornido cuerpo; un hanbock exquisito digno de él. La luz le daba por un lado al rostro del moreno, dándole luces claras a la larga cola de cabello castaño.
-Estabas aquí, Yoochun-shi – le dijo, sonriendo, una vez estuvieron frente a frente. Yoochun miró sus propias rodillas, bajó de su improvisado asiento en el barandal de la terraza y miró a Yunho, sacudió sus ropas, un hanbock también, éste una mezcla de azules y lilas, y botas negras de cabalgar. El uniforme de un respetable soldado. Se cuadró y miró a Yunho.
-Tu rey te ha estado buscando, Yoochun-shi. Es hora de desayunar, ¿me acompañas?
Yoochun asintió y lo siguió. Se sentaron adentro del palacio, en el comedor, casi hombro con hombro, y una sirvienta descubrió los platos, hizo una reverencia y salió del cuarto, dejándolos solos. Yunho miró de reojo a Yoochun, sonriendo apenas, y éste comprendió la muda indicación de su señor. Tomó los palillos, tomó con ellos un trozo de carne guisada, y la ofreció al rey, acercándola a sus labios. Yunho abrió levemente la boca y comió. Cuando Yunho se sació de carne, Yoochun procedió a comer lo que quedaba, alternando alimentarse con ofrecerle a su señor trozos o cucharadas de los demás platillos.
-Ya estoy satisfecho, - dijo Yunho cuando ya solo quedaba un plato intacto. Yoochun, aún así, tomó una cucharada y se la ofreció.
-Mi señor, necesita la energía de este guiso.
-Pero estoy lleno, mi ser ya tiene suficiente alimento – Yunho infló sus mejillas en un puchero.
-Vamos, mi señor. Uno más. Por mi, - Yoochun lo miró a los ojos, firmemente.
Yunho desinfló lentamente las mejillas y le devolvió la mirada. Luego sonrió.
-Vale… - abrió la boca y Yoochun le acercó la cuchara llena de guiso de pasta de arroz, pollo y especias. Yunho saboreó el buqué de la cucharada lentamente y continuó sonriendo. Tragó, - de tu mano sabe aún mejor.
Yoochun se ruborizó levemente y bajó la mirada, colocando la cuchara en el plato.
-Majestad…
Yunho asintió y con una señal de su brazo le indicó que podía continuar comiendo él también hasta saciarse. Después de eso fueron a pasear a caballo. El rey Yunho disfrutaba de recorrer todo el territorio de su palacio y los campos a su alrededor, bordeando los inicios del pueblo tan bello y próspero de Joseon, y Yoochun le acompañaba, no tanto por deber y protección, sino porque disfrutaba acompañarle. Cabalgaron con el cabello ondeando a sus espaldas hasta que el sol marcó el color satín de la tarde.
A esa hora a Yunho le gustaba relajarse frente al lago, leyendo poesía mientras Yoochun pulía su espada, o mientras el rey tocaba música en su kayagum (instrumento musical de cuerdas) su general se limitaba a escuchar. Las notas que desprendían sus dedos al contacto con las cuerdas lo llevaban a las nubes, lentamente rebotando en cada una de ellas.
Al caer el atardecer el rey se retiraba a sus aposentos. Yoochun le ayudaba a desprenderse las primeras capas de ropa y posteriormente, de pie detrás de él, procedía a cepillarle el largo cabello, usando algo de jalea y seda en las cerdas del cepillo para suavizarlo.
-¿Yoochun ah?
-¿Sí, señor?
-Recordé cuando empezamos... cuando te elegí como mi favorito, ¿recuerdas?
Yoochun asintió. En ese entonces, el joven príncipe heredero no apartaba su mirada de él en ninguna de las lecciones, y le prestaba especial atención cuando recitaba las leyes o la poesía antigua, incluso los preceptos antiguos.
-Eras el más listo, el más ágil, el más inteligente…
-¿Ya no lo soy, mi señor?
Yunho rio.
-Por supuesto, - volteó a verlo, - pero te volviste más fuerte también.
Yoochun sonrió y continuó con su labor.
Cuando la magia de las primaveras cumplidas selló el destino del príncipe Yunho como hombre y su voz se engrosó, empezó a sentir mayor interés en el joven estudiante de tez blanca y labios hinchados, hijo del soldado Park. Juntos aprendieron a usar la espada, pulieron su caligrafía, aprendieron a cabalgar y defenderse con la espada al mismo tiempo, practicaron el tiro al blanco con las flechas.
Empezó a invitarlo a cabalgatas a solas, a lecturas privadas de poesía, posponía cualquier compromiso que interrumpiera sus momentos a solas con él. Ya también comían juntos. Cuando también la voz de Yoochun se volvió más ronca, decidió conocer con él aquél saber prohibido que conducía al éxtasis.
Le invitó a su habitación, le enseñó cómo cepillarle el cabello haciéndoselo a él y después le permitió hacerlo en la cabellera real. Luego lo invitó a sentarse a su lado en la cama.
Tímidamente le pidió que le enseñara su cuerpo, y tal como lo pensaba, aquél extremo había crecido tanto como le había pasado a él.
-Tócalo.
Yoochun lo había empezado a hacer, tímido, sí, pero tenía curiosidad por hacerlo. Además era orden del príncipe.
-¿Qué se siente?
-Es…raro…pero se siente…bien…
-¿Bien? ¿Cómo bien?
-Cálido….no puedo dejar de tocar…aunque sé que no debería…mis manos no paran…
Yunho se apartó las ropas, picado por la curiosidad, e imitó los movimientos de Yoochun sobre su propia hombría. Empezó a hacer calor dentro del dosel a pesar de los vientos refrescantes de otoño que filtraban brisas por las ventanas de palacio, finas gotas de sudor perlaron la frente del príncipe y extraños sonidos empezaron a escapar los labios de Yoochun.
-Majestad…tengo miedo…siento…mi cuerpo demasiado ligero…¿me voy a morir?
-No…no, yo…me siento igual…
-Alteza no se muera…no se muera…
Recargó el príncipe su frente en la del joven soldado.
-Tú tampoco…
-Yo…dije que moriría por usted…
Recordando eso, Yunho pestañeó, viendo las manos de Yoochun recorrer su pelo en el espejo.
-Dijiste que incluso morirías por mi…
-Así es, señor.
-¿Aún lo harías?
Yoochun asintió.
-Aún muero por usted.
El sol estaba terminando de ocultarse y las hojas de los árboles danzaban suavemente con las repentinas brisas del otoño que acababa de empezar. Los colores de las hojas aún eran verdes, pero algunas empezaban a teñirse de marrón y otras más atrevidas de dorado. Detrás del rojo y el dorado había magia de otoño.
Detrás del rojo y el dorado del dosel, el rey devoraba los labios de su amante. Luego paso a su cuello, succionando, lamiendo, mordiendo. Yoochun le correspondía los besos con ansiedad y se dejaba hacer, acumulando poco a poco más deseo con cada caricia de su rey. Sentado bajo su cuerpo, con las fuertes y morenas piernas a cada lado del suyo, se dejaba mimar y besar por Yunho. Ese rostro, esa expresión de placer contenido, le fascinaba al rey. Le acariciaba, perdiéndose en sus oscuros ojos para luego volver a besarlo con hambre.
Se recostaban y le recorría el pecho con ávidos besos. Luego giraban y Yoochun le besaba la nuca y la espalda, acariciando con sus manos su torso desnudo mientras sus piernas se enredaban pegando la cadera de Yoochun al cuerpo de su rey. Lentamente tomó su mano cuando se sintió listo para la siguiente fase, entrelazando sus dedos, besando su real y suave cuello con deseo. Poco a poco fue adentrándose en él entre jadeos ardientes y animales de ambos. Yunho giró el rostro, buscando cómo devorar sus labios mientras sentía su hombría darle calor y llenándolo de placer. Los labios ajenos acallaban los salvajes gemidos que pugnaban por escapar de ambos.
Ávido de más, Yunho giró por completo hacia Yoochun y separando las piernas a su alrededor le cedió su cuerpo para que lo tomara de frente, sin dejar de disfrutar la sensación carnosa de sus labios y su lengua.
Durmieron lado a lado sobre las sábanas rojas. Yunho admiraba el rostro durmiente de Yoochun sobre la almohada blanquísima antes de contagiarse y dormir también.
Eso cambió una noche de verano. Esas noches, más calurosas, volvían los encuentros amorosos aún más cálidos, pero más breves.
-Hay rebeldes en el pueblo, que temo podrían atacar el palacio,- soltó Yunho de pronto mientras reposaban tras la intimidad.
-¿Señor? – Yoochun se sorprendió y se sentó, observándolo. Su espalda desnuda, que ningún ropaje podría domar jamás, parecía relajada a pesar de la noticia. Si pudiera ver su rostro quizás encontraría inquietud, pero Yunho le estaba dando la espalda y no podía pedirle que girara al rey.
-Envié soldados a contenerlos. Pero no sé si sea suficiente…
-Señor…
-Yoochun…- Yunho se giró hacia él, - pase lo que pase quédate a mi lado…, - tomó su rostro entre sus manos.
-Su majestad…
-Si hay un ataque a palacio…apártate…
-¡Por supuesto que no! ¡Antes mi vida que la suya, majestad!
No pasó mucho tiempo para que los ataque rebeldes llegaran al círculo más rico de Joseon, alrededor del palacio real. Yoochun cabalgaba con una tropa de soldados cuando sucedió una escaramuza. La milicia real tuvo que intervenir en nombre del rey, y aunque lograron contener el ataque su alteza real no estaba del todo complacido.
-Mi señor…puedo sentir su alteración con sólo mirarlo. ¿Qué sucede? ¿Hubo otro altercado? ¿Quiere que vaya a ver?
Yunho no le respondió, mirando hacia un punto inexacto de la pared.
-¿Señor? ¿Acaso…hice algo malo que le enojara tanto?
Yunho suspiró largamente.
-No. En absoluto. Cumpliste con tu trabajo… y volviste ileso.
-Majestad… - podía leer la preocupación en sus ojos,- es mi deber protegerle. Frenando las rebeliones ahora es adecuado para evitar que lleguen aquí.
Yunho sonrió, complaciente. Su general tenía razón. Lo estrechó en sus brazos firmemente y lo condijo tras las cortinas del dosel.
En efecto los ataques rebeldes cesaron. El ambiente se llenó de paz y el pueblo podía respirar la serenidad de las flores mientras realizaban sus oficios. En el palacio todo fluía como antes.
-General Park, hoy es un día excelente, el sol nos sonríe y el viento es suave. ¿Consideras apropiado que salga a comer en los campos?
Yoochun asintió a su señor.
-Si le place, majestad, entonces así será.
Con una caravana de sirvientes y soldados, el rey Yunho se dirigió a s valle favorito, dentro de los terrenos del palacio, cerca de las afueras. Florecitas blancas y amarillas cubrían como manchones algunas áreas del verdor.
Los sirvientes instalaron rápidamente las mesas para la comida y el toldo, y los soldados montaron guardia alrededor. Una sirvienta de bella voz cantó para el rey mientras comía. Yoochun vigilaba detrás de él, de pie. Era en efecto un día esplendido. Invitaba a cerrar los ojos y dejarse llenar por la calidez del clima, la dulzura del aire, y la cercanía del ser amado. Yoochun incluso había preparado una demostración de espada para gusto de su majestad. Estaba pensando en la grata sonrisa de Yunho al observarlo. Sonrió.
De pronto, una flecha zumbó frente a sus ojos, clavándose en la mesa, atravesando y quebrando el plato del guiso de pato. Yunho se giró en dirección al ataque y de inmediato los soldados se pusieron en guardia.
Volcando la mesa de una patada, Yoochun jaló al rey tras ella para protegerlo con la fina madera como escudo. Llovieron más flechas por distintas direcciones, clavándose en la madera.
-General…
-Señor…
Yunho lo vio levantarse con decisión y gritar:
-¡Proteged al rey!
Los solados contestaron al unísono y corrieron para frenar el ataque frontal. En eso, Yoochun percibió tras de sí el crujir del pasto bajo las rápidas pisadas de un ataque por el sur. Se giró desenvainando la espada y corrió a hacer frente a los agresores. Más soldados se apresuraron a apoyarle en la defensa y Yoochun le cortó el brazo a uno de los rebeldes que intentaba trepar hacia el tapanco real.
-¿Qué hacemos, majestad?
Yunho observaba todo, calculando posibilidades. Pero no había tiempo para demaciada reflexión.
-¡Majestad! – lo llamó Yoochun mientras peleaba contra dos a la vez.
Sin pensarlo un segundo más Yunho desenvainó su espada y saltó al ataque. Enfrentó a otro desgraciado que había logrado subir al tapanco, derribándolo, y a otro más que le siguió. Al verlo, Yoochun corrió a su lado. Peleaban como si fuera ensayado.
Fue una batalla sangrienta, muy pareja, donde ninguno de los bandos podía asegurar que saldría victorioso o no.
Por fin los soldados reales consiguieron hacer retroceder a los rebeldes pero no bajaron la guardia. Yunho, jadeante, miró de reojo a Yoochun.
-¿Se acabo, majestad?
-Eso parece…ordena que volvemos ya a palacio.
-Sí, majestad…
No había terminado de responder cuando otra flecha traidora zurcó el viento. Fue más rápido su instinto que el sonido desgarrador de la madera atravesando el firmamento.
-¡Majestad!
En el último instante, Yoochun abrazó a su señor, atravesándose en el peligroso trayecto de la flecha. El metal letal le atravesó por el hombro. Yunho trató de sostenerlo, palideciendo. Tragó saliva justo cuando otra flecha estuvo por herirle, pero de nuevo Yoochun le protegió, girándose y deteniéndola en su mano. Mientras los soldados reaccionaban, divisaban al agresor y corrían hacia él, una tercera flecha fue a parar al vientre del general. Todo fue demasiado rápido. Tanto, que Yunho apenas había podido tragar saliva dos veces, sin poder alcanzar a articular una sola palabra, una sola orden.
-¡Yoochun! – el general se desplomó en el suelo. Sangre empezaba a manchar el pasto bajo él y también sus ropas. Yunho se hincó a su lado, sujetándole aún.
-Mi señor…yo se lo dije…
Yunho palpaba sus heridas, su rostro, desesperado, buscando una solución, al menos aplacar la salida de la sangre con sus manos, intentó incluso juntar la piel con sus dedos y uñas. Los ojos de Yoochun empezaban a cerrarse cuando un cuarto zumbido atravesó el pecho de Yunho. Los soldados, enardecidos y desconcertados, terminaron por masacrar a los últimos rebeldes que se habían rezagado para dar el golpe final.
Yunho se desplomó sobre el pecho de su amante. El pasto debajo de ambos se tiñó de rojo, igual que las hojas del los árboles.
Y soplaba una suave brisa de otoño que hacía bailar las hojas.
FIN.
T___T
ResponderEliminarxk murieron los 2...al menos se fueron juntos u.u estuvo hermsoso gracias!!!!!!!!!!
que hermoso aa que triste murieron los dos
ResponderEliminarWaaa... Simplemente hermoso !
ResponderEliminar;__; pobresito chunie.... y yunho..
al menos su amor continuara en la otra vida <3
me encanto!
Gracias Aemin <3
Que precioso ~
ResponderEliminarTriste, pero precioso ;w; <3
TT.TT Me dejaste llorando a mares... amo esta pareja y tu has escrito algo que lleno de amor mi corazon *v*
ResponderEliminaroyeeeee te quedo hermosooooo sabes que? siento que te inspiraste en flower frozer para este fic y dejame decirte que me ha gustado mas tu vercion aunque creo que puedes hacer una.secuela ellos murieron???? em nooo creo anda animate a una secuela siiii??? me.emcanto tu estilo ppr que eres.muy poetica.
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