Era la tercera copa de vino casero que se tomaba, aunque, después de que las dos primeras se las bebiera de casi un trago y el mareo por el alcohol le estuviera haciendo mella, esta última parecía estar saboreándola más, al menos, era la que más le estaba durando en el vaso. Sujetando su cabeza con una de sus manos, mientras con la otra hacía girar el contenido de su copa, recreándose en los sutiles cambios de tonalidad que adoptaba el líquido a la luz de las velas, de aquella taberna de pescadores, sonreía flojo cada vez que ésta conseguía el mismo color que los ojos de Jin.
- No debería beber tanto general. –le recriminaba uno de los soldados, que había sido, tiempo atrás, compañero de su maestro de armas; y que, lejos de sentir envidia porque hubiera conseguido puesto tan elevado a pesar de su juventud, lo quería y cuidaba como si fuera su propio hijo- No con su herida…
- Ya está casi cicatrizada Min Yoe hyung… -debatió, sujetándose más firmemente la cabeza, que sentía bastante pesada por culpa del exceso de tragos- Además… no bebo para aliviar este dolor… -respondió, llevando su mano de la cabeza a su hombro, vendado y con ungüentos destinados a cicatrizar lo antes posible la herida que aquella flecha le había ocasionado; pero sin soltar el vaso, en cuyo fondo, su mirada parecía perderse.
El hombre se limitó a asentir con la cabeza, creía entender que dolor trataba de mitigar, el de un alma enamorada condenada a la soledad por un amor no correspondido, y se centró en la copa propia.
Por su parte, Tae Woon, se levantó de su asiento, apuró de un trago el contenido de su vaso y se fue a su tienda sin decir apenas palabra, claro que, a esas alturas, a casi ninguno de los presentes allí les extrañaba verlo tan taciturno.
Derrumbado, aún vestido, se dejó caer sobre la cama, llevando su antebrazo sobre sus ojos, para mitigar ese llanto incipiente, que lo había estado acompañando, prácticamente, desde que abandonó las paredes de palacio. No podía evitarlo, se sentía solo e incapaz de encontrar un solo recuerdo que no estuviera relacionado, o lo hiciera acabar pensando en su hermano, en el hecho de que estaba a millas de él y, en lo más doloroso, que jamás podría decirle lo que sentía. ¿Detener sus lágrimas? Era algo imposible, impensable… quizás… un castigo merecido, por un sentimiento que jamás debió sobre pasar lo estrictamente fraternal… no lo sabía… lo único que tenía claro, lo único que sentía como realmente cierto, aparte de su amor, era saberse el culpable de la infelicidad de su hermano, de su amado Jin Hyo, el creador de esas noches en las que había dormido vencido por el llanto, el de aquellas miradas llenas de dolor y tristeza… y saber que, sólo con decirle que lo ama de igual forma, podría devolver el brillo a aquellos ojos, la sonrisa a aquellos labios… que ambos podrían ser felices, sólo, si se atreviera… pero… costaban tanto aquellas palabras… el temor de perderlo para siempre… sí, seguía siendo aquel miedo el que lo frenaba.
Cuando aquella flecha se había insertado en su hombro, aquella tarde; a parte de él no le hubiera importado morir en ese instante, dejar así de sufrir por amar y deber guardar silencio, pero otra se negaba… “no volverás a ver a Jin Hyo, no volverás a tocarlo, no volverá a abrazarte, ni robarte besos, cuando no seas tú quien se los robes mientras duerme… en sus ojos jamás volverá a brillar la luz de la vida… si tú mueres Tae Woon, él se irá contigo, aunque todos lo vean en pie, porque… admítelo, a ti te pasaría lo mismo si él muriera”; toda esa divagación había cruzado por su mente, mientras los doctores se afanaban en extraérsela y curar lo antes posible la herida, sin apenas sentir más dolor que el que sentía al tomar consciencia de la verdad que se le acababa de revelar en sus pensamientos. Ahora, sin embargo, lo que deseaba era seguir viviendo, acabar cuanto antes con aquella misión, y volver lo más pronto posible junto a él.
El rey era bueno, amable… era como Yunho… pero no era él, por eso, le costaba estar atento; “Jaejoong”, lo había vuelto a regañar el monarca, “presta atención, que esto es importante”, le había dicho, tomándole del mentón y obligándole a mirar en su dirección, porque pensando en su amor, la mirada se había perdido, inconscientemente, hacia donde, suponía, él estaba; hizo una leve reverencia, pidiendo disculpas en aquel gesto, y le agradó ver que, lejos de enfadarse, le sonrió y volvió a explicarle. “Así, es como se hace una buena taza de té”, le había dicho, antes de ofrecerle para que probara, quedando encantado con el sabor, “si además lo haces pensando en alguien a quien amas, poniendo todo tu amor… aún sabrá mejor”, lo vio sonreír, mientras giraba la suya, antes de dar el primer sorbo. Poco después de que acabaran sus respectivas tazas de té, el monarca le dijo que ya podía retirarse a su habitación a descansar; él hizo una leve reverencia y se marchó al dormitorio, pues ya era bastante tarde y, seguramente, Yunho ya habría vuelto allí.
Los celos estaban acabando con él, ¿por qué el rey se llevaba tantas veces a Jaejoong de su lado?, ¿que acaso también se había enamorado de él?, ese era su mayor temor… sobre todo porque el monarca podría darle cosas que él jamás podría. Miró hacia un lado de la habitación, allí había una marioneta, una espada, un traje… todo regalos del rey a Jae, algunos de los cuales le había entregado en su presencia, por lo que había visto que su amorcito sólo los aceptaba por educación, y aunque no lo hubiera visto, quizás también lo hubiera sabido, porque el hecho era que ahí, en ese rincón del dormitorio, estaban todos, y que el rey alguna vez le había regañado a Jae por no llevar el traje que le dio, casi obligándole a ir a cambiarse y ponérselo, para contentarle.
Escuchó abrirse la puerta y tan pronto terminó de cerrarse tras la figura que acababa de entrar, sus brazos ya estaban rodeando a ese ser motivo de su existencia, hundiendo su cabeza en su cuello, aspirando ese aroma tan deseado, apenas el instante que sus labios sedientos tardaron en buscar aquella jugosa boca, robándole uno de tantos besos, que se tornaban correspondidos. No podía evitarlo, lo extrañaba con locura cada momento que no estaban juntos, y necesitaba comprobar, de aquella forma tan posesiva, que Jaejoong le seguía perteneciendo, igual que su corazón le pertenecía a él.
- ¿Qué habéis hecho hoy? –le preguntó, apenas separando los labios de aquella deliciosa boca, lo suficiente para poder hablar y ser entendido
- Me enseñó la ceremonia del té. –sonriendo nerviosamente, deseando que Yunho le volviera a robar otro beso, o poder robárselo él, en aquel juego de “ahora sí, ahora no” que habían parecido iniciar, pues Yunho alejaba sus labios cada vez que él intentaba ser quien lo diera, sonriendo pícaramente
- ¿La ceremonia del té? –preguntó, siguiendo con el juego
- Sí… Yunho ah. –le reprochó, dulcemente, en un puchero, mientras le golpeaba suavemente, con el puño, en el pecho, cansado ya de querer besarle y que no se lo permitiera; necesitaba sentir otra vez sus labios
Yunho sonrió divertido, lo abrazó más fuerte por la cintura, atrayéndolo más hacia su anatomía y lo besó con toda la ternura y pasión que sentía en su cuerpo en ese momento, perdiendo y recobrando el aliento en su boca. Se moría por volver a sentirlo y detener el tiempo en el mismo instante que lo tuviera desnudo entre sus brazos, enterrándose en él, sintiéndose poseedor y poseído de cada caricia, de cada jadeo, de cada gemido, de cada beso…. Sus manos recorrían, de memoria, aquella espalda, aprisionando su pecho contra el propio, queriendo dejar varias caricias más, antes de deshacerse lentamente de la ropa, que cubría a ambos, mientras sentía los dedos de Jaejoong perderse entre los mechones que cubrían su nuca, entrelazándose con ellos, queriendo profundizar más aquel beso que se estaban dando, y que querían que fuera eterno, preludio de otra noche de entrega.
Sentía el pecho desnudo de Yunho, palpitando contra el suyo, notando como la temperatura aumentaba en ambos a cada caricia y beso entregados, con una pasión en la que ya apenas mantenían el control, intentando que sus jadeos no fueran demasiado sonoros, ahogando los gemidos, antes que salieran de sus labios, enlazando sus lenguas, conscientes, a medias, de que no estaban en casa y no sabían como el tío de Yunho iba a reaccionar si los veía. Sus manos se perdían entre los dos cuerpos, acariciando de forma firme y suave el miembro ajeno, notándolo erguirse y endurecerse, provocando más deseo del que podían controlar en aquel momento, procurando tener los labios ocupados con los besos, que se repartían mutuamente, por cuanta piel tenían a su alcance, para acallar el placer sentido.
El cuerpo desnudo de Jaejoong seguía tentándolo, casi como el primer día que se entregaron. Aquellas formas tan perfectas, que reaccionaban a cada leve roce que él les brindaba, seguían encendiéndolo, sin necesidad de recibir caricias de vuelta. El sonido de su nombre, pronunciado en apenas un ligero susurro, lo excitaba, igual que siempre, haciendo que su lengua se pasease con más avidez por aquel torso desnudo, yendo más abajo, sintiéndolo contornearse entre sus manos, arqueándose de placer, mordiendo sus labios por no dejar que los jadeos se vuelvan gemidos.
Tumbado sobre las blancas sábanas, la piel dorada de Yunho contrastaba perfectamente, como si de un hermoso cuadro se tratara, y así se quedó viéndolo un instante, después de haber intercambiado posiciones, antes de regalar las mismas caricias que habían hecho erizarse hasta el último vello de su ser. Sus besos comenzaron a delinear aquel cuerpo tan ardiente, entreabriendo de cuando en cuando los labios, para permitirle a su lengua capturar algo del sabor de la piel de Yunho, escuchándolo gemir un poco más ronco; notándolo tensarse y ansiarse cada vez que él bajaba más allá de su ombligo, y tomaba entre sus manos el erecto miembro, masajeándolo lentamente, antes de pasear livianamente la lengua por la punta, para, finalmente, introducírselo por entero en la boca y comenzar a lubricarlo lo suficiente, como para que la posterior penetración no le doliera.
Le había costado contenerse cuando Jaejoong lo había estado devorando, de hecho, había tenido que acallar su voz mordiéndose el labio inferior o la mano, cuando el deseo de gemir era mayor del que podía controlar, escapándose alguno, por fortuna, amortiguado. Humectó dos de sus dedos y los introdujo en la estrecha cavidad de Jae, lubricándola, para que resultase más fácil y menos dolorosa la inserción de su miembro, que ambos estaban deseando, pues él ya se había colocado a horcajadas sobre su pelvis. Lentamente, comenzó a introducirse en él, tomando el miembro de Jaejoong entre sus manos, masturbándolo, para que el placer fuera mayor que la incomodidad que pudiera sentir; se incorporó ligeramente, para sentir como sus brazos le rodeaban el cuello, abrazándolo y atrayéndolo, uniendo sus bocas en un beso que impedía a los gemidos salir, entrelazando sus lenguas, haciendo que la temperatura de sus cuerpos alcanzase los límites que los llevaban a la locura.
Las piernas apenas le respondían, todo su cuerpo temblaba preso del placer, pero continuaba moviéndose, temblando contra Yunho, apresado en su abrazo, encadenado a su boca. Apenas dos movimientos más, bastaron para que ambos alcanzasen el clímax, estallando en un ronco gemido que murió entre sus labios, y su semen impregnando la mano y el vientre de su amante y dueño. Unas sonrisas cómplices, juntando sus frentes, un dulce beso abandonando sus labios, regalándose a los contrarios, antes de levantarse poco a poco, liberando el miembro de Yunho de su interior, limpiar a ambos y acurrucarse a su lado, usando su pecho de almohada, abrazado a él, igual que todas aquellas noches en las que se habían entregado, como todas aquellas que quedaban por venir y en las que le daría todo su cuerpo, todo su ser, toda su alma, pues le pertenecía por entero.
Un último beso sobre aquel cabello negro como la noche, que tanto le gustaba, mientras que lo abrazaba, atrayéndolo más hacia él, antes de cerrar los ojos, dejándose embriagar por el olor y el calor del cuerpo de Jaejoong junto al suyo, y caer vencido al sueño, sabiendo que a la mañana, al despertar, él seguiría estando entre sus brazos, como si nada hubiera cambiado, regalándole aquella hermosa sonrisa, que lo había conquistado, aquellas miradas cómplices, que sólo dos amantes que se entregan hasta el alma pueden intercambiarse, las dulces caricias que lo sosegaban o encendían… porque lo único comparable a dormir con él, era despertar al día siguiente a su lado, envuelto en la misma magia.
Seguía sin fiarse demasiado de la relación que tenía su sobrino con su sirviente, demasiada… ¿compenetración?... por mucho que llevara a su servicio, por mucho que le hubiera enseñado a leer y escribir, y que éste le hubiera salvado la vida… no podía ser que, prácticamente, se leyeran la mente en ocasiones, ni lo servicial, que pese a que su señor le debía el seguir viviendo, éste seguía siendo, atendiéndole en todo lo posible, siempre y cuando el rey no venía a llevárselo por ahí, otra cosa que no entendía, la predilección que el monarca parecía sentir por un simple sirviente. Así que ahí estaba él, en el dormitorio de su sobrino, viendo como éste dormía plácidamente, solo, en la cama, pues de su paje no había ni rastro en la habitación, y eso que, juraría, lo había visto entrar la noche anterior. Contuvo la respiración cuando lo vio moverse, como si estuviera buscando con su brazo a alguien que debería estar a su lado, y se extrañó al ver la sonrisa que se le dibujaba en los labios, al tiempo que decía “ya se volvió a ir”, para comenzar a desperezarse, estirando todas las extremidades de su cuerpo, pero aún sin levantarse.
- Oh, ¿pasa algo, tío?-preguntó al abrir los ojos y ver a su familiar mirándolo fijamente
- No… nada… sólo…-fijó su mirada en ningún punto concreto de la pared
- ¿Sólo? –preguntó, tumbándose bocabajo, tapado aún con las sábanas, cubriendo su desnudez
- Me preguntaba porqué estabas tan feliz, al ver que no está tu sirviente.
- Pues porque que él no esté, significa… -señaló a la puerta, por la que entraba Jaejoong con una bandeja donde se veía un plato humeante- que fue a hacerme un rico desayuno. –sonrió con complicidad, más aún, viendo ese leve sonrojo en el rostro de su amor- Muchas gracias, Jaejoong. –él hizo una leve reverencia
- Oh, es eso… -dijo el señor Won, aspirando el delicioso aroma del plato, que el sirviente de su sobrino, había dejado entre ambos- huele bastante bien.-añadió, algo más aliviado, mientras veía a Jaejoong hacer las tareas propias de un buen sirviente, es decir, preparar la ropa de su señor y adecentar el dormitorio- Aunque bueno… se supone que ese es su trabajo, ¿no? –preguntó, mientras veía a su sobrino saborear cada cucharada- debe servirte, es tu criado, así que debe atenderte… -Yunho lo miraba sin llegar a comprender, realmente, a dónde quería llegar- ¿por qué lo cuidas tanto?
- Oh… porque quiero que esté contento. –sonrió
- ¿Contento?, ¿para qué? –preguntó el anciano hombre, bastante perdido, ya que, desde que tenía uso de razón, se había limitado a dar órdenes, que los sirvientes de su familia debían cumplir sin rechistar
- Para que se quede siempre a mi lado. –confesó, clavando su mirada en su tío, aunque más bien, quería atravesarlo y ver a través de él, ese hermoso sonrojo que seguramente lucía en las mejillas de Jaejoong. -¿Te quedarás siempre conmigo?
Jaejoong asintió y Yunho sonrió, volviendo poco después a comer el rico desayuno que le había preparado, recordándole a su tío que debían darse prisa, pues quedaban aún cosas por traducir, para entregarlas en el consejo de ministros que tendría lugar aquella misma tarde y en la que el anciano debía estar sin falta.
Una vez que Won Hyuk Mo salió de la habitación, camino de la suya, para ver si él también tenía preparado el desayuno; Jaejoong le ayudó a vestirse, regalándole furtivas caricias, destinadas a saciar la necesidad de ambos de sentirse, aunque fuera un solo instante. Poco después, ya estaban en el despacho del tío, centrados en las traducciones, todo y que él estaba algo temeroso de que, nuevamente, apareciera el rey y se llevase a Jae de su lado.
No entendía porqué, pero el rey parecía haber tomado por rutina ir a espiar al despacho del señor Won, para, después, acabar llevándose al sirviente del joven Jung, y a él sólo le quedaba hacer lo que le había prometido a su general, antes de que éste se fuera a la costa en una misión, que requería su presencia, y esto era, proteger y vigilar porque nada le pasara a su majestad el rey, en su ausencia, volviendo a hacer hincapié en que a su regreso quería saber todo lo ocurrido. De modo que ahí volvía a estar él, a cuatro pasos por detrás del monarca, ya que el soberano había dicho que sentirlo más cerca lo incomodaba, viendo como éste se comportaba como niño chico, que espía lo que hacen los adultos, procurando contener esa sonrisilla, entre divertida y tierna, que quería escapar de sus labios, al verlo en esa actitud.
Uno de los soldados que iba con él, unos pasos más atrás, en la escolta del rey, le avisó de un sonido y unos movimientos raros, que lo habían sobresaltado y preocupado, y que había visto cerca de la biblioteca, a apenas unos metros de donde ellos estaban; y lo que tardó en ver que, en realidad, se trataba de un simple gato callejero que se había escondido entre los arbustos del jardín, cuando regresó, ni rastro del monarca… si el general estuviera allí, lo mandaría matar… debía encontrarlo a como diera lugar, pero… ¿por dónde empezaba a buscarlo, si ninguno sabía dónde se había metido, pues todos habían acudido a apresar a aquel posible malhechor escondido, que podía haber estado planeando cargarse al rey?... definitivamente… el general Kim los mandaría a todos a la horca, por haberlo dejado solo y sin escolta alguna, pero sobre todo si no daban con el rey antes de que algo, por leve que fuera, le pasase… y es que había descubierto que el general Kim Tae Woon se percataba hasta del más leve arañazo que el soberano se hubiera hecho, inclusive, cogiendo rosas del jardín. Eran hombres muertos.
Había visto salir al señor Won, así que se deslizó dentro del despacho, escondiéndose entre las sombras, esperando no ser visto ni oído por los dos que permanecían dentro; le divertía la idea de poder verlos y escucharlos, comportándose como lo harían normalmente, sin ser tan sumamente educados ante su presencia, descubrir cómo eran en realidad. Se les veía tan relajados, dentro de lo que estar traduciendo les permitía, tan distinto a lo estirados que solían estar cuando él estaba cerca, siempre procurando caminar bien erguidos, mostrando un comportamiento impecable que, en algunos, con los que había tenido que tratar, más que en otros, se les veía forzado y falso; ahí, en ese instante, eran ellos tal cual, y a él le gustaba verlos así, estirándose para desentumecer el cuerpo, dolorido de tenerlo durante varias horas en la misma postura, sonriendo abiertamente y bromeando sobre la mala caligrafía que tenía el tío de Yunho.
Vio al joven Jung levantarse, y él se escondió un poco más, ya que parecía que seguían sin ser conscientes de su presencia, esperando que siguieran sin verlo y poder escucharlo un poco más en ese lenguaje tan informal que estaba usando con su sirviente.
- Ya está… -dijo, colocando el último libro en la estantería de la que lo había extraído hacía un par de días- eso era lo último que quedaba por traducir; en cuanto termines de transcribir ese pergamino, podremos ir a comer algo y tendremos la tarde libre, -le decía a Jaejoong, que se limitaba a sonreír, de cuando en cuando, para que fuera consciente de que lo estaba escuchando- podríamos salir a pasear, ¿te apetece? –Jae lo miró y asintió- Creo que te gustarán los jardines… son hermosos. –añadió, al tiempo que regresaba hacia la mesa, colocándose en su sitio- Aunque… -calló, dedicándole una sonrisa cómplice, al tiempo que le acariciaba el cabello, tomando un mechón entre sus dedos, jugando con él, abstraído en el rubor que teñía las mejillas de la razón de su existencia, quien luchaba por mantenerse centrado en el bendito papel que tenía delante, para acabarlo lo antes posible y disfrutar de ese paseo que él le había prometido- Te está creciendo el pelo… si lo dejas un poco más, volverás a ser mi Jaejoongieh. –sonrió, pero sólo hasta que él se giró con cara algo asustada
- Entonces tendré que volver a cortarlo. –dijo, acariciando su cabello
- A mí me gustaba cuando lo tenías largo…
- Pero no puedo dejármelo crecer Yunho… -pareció reprocharle- lo sabes, si lo dejo largo, si vuelvo a ser Jaejoongieh… él volverá a querer separarme de ti… -la congoja o el miedo, parecían ganar la partida a su voz- volverá a querer hacerte daño, y no… no pienso dejar que nadie te hiera, delante de mí, por mi culpa… tengo que protegerte.
- ¿Protegerme? –preguntó, mientras le acariciaba la mejilla, tiernamente
- Sí, protegerte, se lo prometí a Jeon Bo. –clavando sus ojos en los de su interlocutor, con toda la seriedad que la confesión de aquella promesa requería, pues no la había realizado en vano
- Antes era yo quien te protegía… -desvió algo la mirada- cuando eras mi Jaejoongieh…
- Yunho… -le hizo girar el rostro, para que le mirase a los ojos- siempre seré tu Jaejoongieh. –le sonrió con ternura- porque siempre voy a pertenecerte, sólo a ti, nadie más que tú puede poseerme. Además, tú siempre me has protegido y me proteges de todo y de todos, déjame que con él, sea yo quien te proteja, aunque sea a mi manera.
- Está bien. –dijo algo resignado, recibiendo un leve beso de aquellos labios que tanto amaba- Sólo procura que, ese protegerme, no sea aún a costa de tu propia vida. –añadió, acariciando su mejilla, volviéndolo a besar, tras que asintiera a su petición.
De rodillas, frente a la tumba de su amiga, encendía unas barras de incienso y colocaba un poco mejor las flores. Al inicio, se había sorprendido de encontrar flores frescas casi cada semana, pero pronto supuso que habría sido Jaejoong o Sun Gen, que tenían a la mujer por una segunda madre, quienes las habrían dejado allí; así que se limitaba a quitar aquellas que se estaban marchitando y añadir las que ella llevaba. Para Kang Lee Ann, ir a la tumba de Jeon Bo, era algo que le ayudaba a estar en paz, un instante de tranquilidad y reflexión, uno de los pocos momentos en los que se encontraba realmente en calma con todo y consigo misma.
Cerraba los ojos, juntaba sus manos y se sumía en una oración, para que su alma siguiera en la luz y el calor de sus antepasados y seres amados; después, se sentaba junto a la lápida y le contaba las cosas que le habían ocurrido desde su última visita. Hoy le estaba pidiendo perdón, pues se había retrasado bastante, pero tenía un buen, gran e importante motivo, y era que su querida Sun Gen estaba a punto de casarse, y ella y Hyo Jun, la madre de Changmin, se estaban afanando en preparar todo lo necesario para la boda; le dijo, en una última mirada, que le hubiera gustado que estuviera allí, le volvió a dar las gracias por cuidar de ellos, pues estaba segura que, aún desde donde estuviera, cuidaba de sus dos hijos, y se regresó a casa, con el alma y el corazón más tranquilos, dispuesta a soportar todo el ajetreo que la ceremonia nupcial acarreaba.
Aún no sabía cómo había pasado todo, de repente, se entera que su hija está prometida y próxima a contraer matrimonio con un chico, al que él ni siquiera conoce, pero con el que, según parece, su mujer está encantada, pues no había tardado nada en dar su consentimiento, sin importarle lo más mínimo si él estaba de acuerdo o no. Aunque, en cierta forma, aquello era ahora lo de menos; la cuestión era que, por esa boda, él se la pasaba más tiempo viajando de un lado para otro, buscando, comparando y comprando todo aquello que su mujer y o su futura consuegra le pedían, que en el Muñecas, disfrutando de los placeres carnales que algunas de las chicas quisieran brindarle, y él se estaba sintiendo como el chico de los recados, para que, encima, cuando llegara a la casa, después de un día o dos de viaje, sin contar con los que podía pasar en el sitio en cuestión, le dijeran que se había equivocado y que aquello no era lo que ellas le habían pedido; sí, definitivamente, ellas estaban locas y lo acabarían volviendo loco a él también, si no hacía nada por remediarlo, claro que… ¿qué podía hacer él?
En este viaje, le había tocado ir a la costa, ya que, supuestamente y siempre según ellas, ahí se podía encontrar una mayor variedad de telas y de mejor calidad que la que se encontraba en los pueblos más cercanos a donde ellos vivían, gracias al comercio con otros países, y bueno, si tenían en cuenta que ella era la única hija, pues Lee Ann quería que vistiera un hanbok confeccionado con la más hermosa de las sedas, pero claro, como ella y Hyo Jun debían encargarse de más detalles, no podían ir ellas, así que le tocaba a él hacer todo el viaje, esperar que estuviera el comerciante, comprarlas y volver. Lo malo era que aquel hombre se había retrasado en su llegada a puerto, desde la India, así que, a su pesar, pues apenas le quedaban un poco más de los wons necesarios para aquella comida que estaba tomando en la taberna del puerto, debía quedarse una noche más, si no quería que se le hiciera noche cerrada en el camino, rezando porque el posadero le permitiera dormir en alguna de las habitaciones, sin cobrarle demasiado.
Para celebrar que la negociación con el posadero, que también era el dueño de la taberna en la que se encontraba, había llegado a buen término, puesto que no le costaría ni un mísero won pasar la noche, a cambio de que, cuando el buen hombre fuera al Muñecas, tendría un servicio libre, independientemente de si escogía una hora o la noche entera; decidió que se gastaría lo que le quedaba, tras comer y guardar algo para la cena, en tomarse una jarra de vino, que era más barato, pues quería conservar algo de dinero para cuando parase a comer de vuelta a casa, quizás, esperando que alguna de las mujeres, que por ahí había, se dejase invitar, medio emborrachar y algo más.
Así que ahí estaba, sentado en su mesa, mirando a todo el que entraba y salía. Le llamó la atención un hombre algo más joven que él; llevaba toda la mañana sentado en el mismo sitio, solo, y ni caso le hacía a todas las mujeres que se le habían acercado y ofrecido su compañía; no se había movido ni un paso del lugar que ocupaba en una de las mesas más cercana a la barra de la taberna, ni siquiera para ir al baño, cuando él ya se había levantado unas dos veces. También le llamó la atención, el hecho de lo bien que había comido, con unos modales tan exquisitos y distintos a todos aquellos que los rodeaban en ese momento; pero sobre todo, su apariencia….
Le resultaba tremendamente familiar, había algo en él… ¿podía ser aquel joven soldado con el que Lee Ann tuvo la desfachatez de engañarlo? Sí… habían pasado los años, pero él no había cambiado demasiado, aún podía reconocerlo de alguna forma. Ja, pobre infeliz… seguro que si su esposa lo viera en ese instante, ahí, entre medio de la chusma, como un ser mediocre más, vestido con ropa harapienta, no lo hubiera usado para darle celos, es más, ni se habría fijado en él, porque otra cosa no, pero debía alabar el buen gusto de Lee Ann, que sólo contrajo matrimonio con él porque sus padres así lo habían concertado cuando ellos aún eran pequeños, que si no… dudaba seriamente que ella lo hubiera escogido, todo y que él había sido realmente atractivo de más joven, y se enorgullecía de haber roto más uno o dos corazones, tras haber pasado un buen rato con ellas, previamente.
Se sirvió otro vaso de vino, y vio como entró un grupo de hombres, unos cinco o seis, y se sentaron en la barra, ordenaron una botella de su mejor licor al tabernero y comenzaron a celebrar algún tipo de victoria, que, tanto por la poca vocalización de los que hablaban, que parecían venir de haber celebrado en otro sitio, como por el alcohol propiamente ingerido por él, no entendía mucho de qué iba. Si bien, la borrachera se le espabilaría pronto de golpe.
- Jajaja –reía a carcajadas uno de ellos- ese capitanucho ha sido la primera víctima, acabaremos con todos ellos… -decía bastante decidido
- Sí… ya nadie podrá parar la revolución. –añadió otro, chocando sus vasos en brindis
- Exacto. –decía otro
- El mejor de la dinastía Kim… colgado de un árbol. –quiso reír otro, si bien pronto sintió una afilada espada apuntando su garganta, obligándole a tragar grueso por la impresión tan repentina.
- Vuelva a decir eso… y no me dolerá lo más mínimo arrancarle aquí mismo la vida. –decía el joven soldado que el señor Kang había estado viendo desde su mesa, quedando bastante sorprendido por la rapidez y habilidad en el manejo de su espada, una que ni siquiera le había visto portar, pero que, obviamente, tenía en su posesión
- ¿Qué?
- Que quedan detenidos por matar a un capitán de la guardia real y por amenazar públicamente con atentar contra la vida del rey. –dijo pausadamente, para que no les quedase duda alguna a aquellos hombres de cuáles eran los delitos que se les imputaba
- Je… -osó decir uno- ¿en nombre de quién?
- En nombre del mismo rey.
- Y de su general en jefe, Kim Tae Woon. –dijo uno de los soldados, de los muchos disfrazados, que había en la taberna, sacando sus espadas, impidiendo que huyeran.
- Llevároslos al calabozo, allí los interrogaremos y permanecerán hasta ser juzgados. –ordenó el joven general
- Sí, mi general. –obedecieron inmediatamente la orden dada.
- Mi general, debería irse a descansar. –le comentó uno, que parecía ser el capitán de aquel regimiento- aún no está en perfectas condiciones, y un interrogatorio resultaría muy pesado en su salud actual.
- Tiene razón, usted también, descanse… ya nos encargaremos de ellos en la tarde o mañana en la mañana, no creo que les vaya nada mal a esos el pasar una noche en el calabozo.
- Sí, mi general.
¿Había escuchado bien? ¿general? ¿aquel soldado, había acabado siendo general en jefe de la guardia real?¿un militar del más alto rango, sólo superado por el mismísimo monarca?
Con la mirada perdida, medio ido… quería empezar a tomar consciencia de su situación, al menos todo lo que el alcohol y lo abrumado por la realidad descubierta le permitiera, porque era obvio que, si el destino había hecho que descubriera aquello y se confabulaba en su contra, su vida cambiaría y no precisamente para bien.
Haciendo memoria, recordaba a ver encontrado a su mujer, tras la vuelta de un viaje que él había realizado, coqueteando descaradamente con un joven soldado, al que tomaba de la mano, acariciaba… y con el que imaginaba que podía haber tenido algún tipo de relación sexual, lo que no esperaba era que ella se quedase embarazada y tuviera la desfachatez de decirle a la cara que el hijo que esperaba era de otro hombre, aguantando el guantazo y los insultos, devolviéndoselos a él, encarándole y diciéndole que nadie le iba a impedir tener ese hijo, y que si no le gustaba la idea, pues que ya podía coger la puerta, porque ella no estaba dispuesta a aguantarlo ni un minuto más; a partir de ese día, en esa casa, se haría lo que ella, como dueña y señora, mandase, y así había sido y seguía siendo en cierto modo; también recordaba el instante en que ella dio a luz y él se llevó al crío, a aquel bastardo que su esposa había engendrado en su vientre, lejos de la casa, entregándolo a la primera familia del pueblo vecino que quiso abrirle la puerta y quedarse con la criatura, una casa que, le sonaba, había vuelto a visitar varios años después; espera… eso… eso… ¿eso quería decir que el hijo de su esposa y aquel soldado, que ahora era general, era Jaejoongieh? ¿podía ser que él hubiera abusado, sin saberlo, del hijo bastardo de Lee Ann? Por los dioses… si era así… sería hombre muerto… pero muerto del todo… como aquellos desgraciados que habían osado despreciar al rey en presencia de miembros de la guardia real, y a los que ya se imaginaba condenados a muerte por tal acto.
“A ver… calma… calma…” se pedía asimismo, al tiempo que se obligaba a pensar y recordar, ya sin apenas rastro de alcohol nublando su mente, necesitaba poner en claro todo. Cierto que su mujer lo engañó y se quedó embarazada, que tuvo al niño, pero también que él lo había regalado por ahí y le había hecho creer, repitiéndole hasta la saciedad, que su pequeño bastardo había nacido muerto, como justo castigo que sus antepasados le habían mandado por osar serle infiel y seguir engendrando al vástago de otro hombre, desafiando su autoridad como marido y hombre de la casa; de modo que, era imposible que ella supiera la verdad, ¿no?, es decir, aunque se diera el caso, de que, tras la misión, el general y los soldados decidieran acercarse y pasar una noche en el Muñecas, y ambos se encontraran y reconocieran, diciéndole Lee Ann que se había quedado embarazada, tras alguno de los encuentros que habían tenido, no podía decirle que él había abusado de su hijo, porque ella no lo sabía, porque él recién se enteraba o lo comprendía ahora, porque su esposa siempre había pensado que el niño murió, y porque la única persona conocedora de la verdad, aparte de él, ahora estaba bajo tierra. Pero espera… ¿y si ella, si Lee Ann, seguía con la idea de que su hijo seguía con vida en algún lugar?… ¿y si Jeon Bo había confesado la verdad antes de morir?... ¿o podría, Jaejoongieh, haber conocido a su padre y haberle explicado todas las aberraciones que él le había hecho antes de que muriera por culpa de aquellos ineptos que había mando el general Song para capturarlo y que volviera con él?... ¿o llegaría el general a la conclusión de que él tuvo algo que ver con la desaparición de su hijo?...
Un montón de dudas asaltaban su mente, y no pararon ni aún cuando se tumbó sobre el futón, ni tras haberse bebido dos jarras de vino casi de un trago… no, más bien parecían aumentar y aquella soga que colgaba de la pared sujetando la cortina, que dividía la habitación en dos partes, le ofrecía una idea que veía como su única salvación, como su única vía de escape a esa tortura insoportable que le sería infringida por haberle hecho daño al hijo de un general.
Resultaba raro, más bien violento, escuchar tanto a su madre, como a su madre política, lo que esperaban tras su enlace, que no era otra cosa más que le llenasen la casa de niños; sobre todo teniendo en cuenta que aún no se habían entregado el uno al otro, pese a vivir y dormir juntos. Él no quería forzar a Sun, sabía perfectamente por lo que había estado a punto de pasar por culpa del general Song, y no estaba dispuesto a hacerla pasar por algo similar, por muchas ganas que tuviera de sentirla; así que, simplemente, dormían abrazados, dejando que se acurrucase en su pecho, a veces hablando, otras en silencio…. Sin embargo, la noche pasada llegaron a una conclusión, una no demasiado fácil, ambos se enfrentarían a sus madres, y lo que era peor, estando las dos juntas.
Tanto a ella como a Lee Ann, por poco les da un ataque cuando sus respectivos hijos les habían dicho que no se casaban
- Kang Sun Gen… -dijo muy seria- ¿cómo es eso de que no te casas? –preguntó, notablemente enfadada, sobre todo teniendo en cuenta todo el tiempo que habían pasado, tanto ella como la señora Kim, preparando todo, y lo ilusionadas que estaban con lo hermosa que les iba a quedar la ceremonia
- Las cosas hay que hacerlas bien hechas. –añadió Hyo Jun, refiriéndose al hecho de que ya vivían como si fueran matrimonio, en la caseta en la propiedad de Yunho, excepto por la salvedad de que no estaban casados
- Lo sabemos madre. –dijo Changmin
- Yo a tu edad –decía Lee a su hija- ya estaba casada, te tenía a ti y tu hermano Jaejoong venía de camino…
- Ya lo sé, por eso no queremos casarnos hasta que mi hermano Jaejoong y Yunho regresen de Seúl, ellos son parte importante de la familia y nos gustaría que estuvieran presente, igual que Junsu y Yoochun.
- Oh, era por eso…. –respiraron ambas más aliviadas
- Pues claro que era por eso… -respondió Sun
- Nos amamos. –añadió él, abrazándola- Pero sé que a ellos les haría ilusión estar en nuestro enlace, y no cuesta tanto esperar un poco más, ¿no?
Al final, accedieron a llevar las cosas con un poco más de calma, pero siguiendo ellas llevando el control de todo o casi todo.
Hyo Jun no tenía que pedirle que fuera a la boda de su hermano, ya que lo haría de todas formas, pero agradeció que su madrastra se tomara el tiempo de ir a la consulta aquella tarde y hacerle la petición, más formalmente, de que fuera a la boda de Changmin con Sun Gen, acompañando a la familia en un momento tan feliz. Lo que no esperaba, tal vez, era la locura que le había dado tanto a su madrastra, como a su pequeño Junsu, que se la pasaban yendo de un lado a otro, buscándole el traje perfecto. Quizás, por eso, cuando la mujer se presentó en su casa con un enorme paquete, había temido que fueran trajes que él debía probarse; respirando aliviado, sólo en parte, cuando ella lo dejó en el suelo y le pidió un vaso de agua, pues estaba agotada y había ido, ya que le caía de paso, a descansar un poco, antes de proseguir su camino a casa.
- Podría haber cogido la mula… -dándole el vaso
- Yoochun… -le reprochó
- Perdona, pero ya sabes como soy… -le sonrió, sentándose a su lado, ya que la consulta, por raro que fuera, estaba vacía
- Sí, lo sé… pero somos casi de la misma edad, además de familia.
- Ya… pero era la esposa de mi padre y
- Ya sé, ya sé, merezco respeto…. –resopló resignada, viendo como él asentía- Te pareces tan poco a él. –le sonrió, tiernamente, mientras le acariciaba la mejilla- Eres más como tu madre.
- Es cierto, la cono… -calló un instante, tomando sus manos entre las suyas, y rectificó la expresión a emplear- la conocías.
- Sí, apenas tengo recuerdos de ella, pero… en los pocos que conservo, cada vez que te miro… es como ver su reflejo.
- Esto… -interrumpió Junsu, desde la puerta- yo… debo irme ya… -decía algo cabizbajo- nos… nos vemos luego… -añadió, saliendo, casi de inmediato, por la puerta
- Sin embargo Junsu es igualito a mí, sacó todo mi carácter… en seguida se molesta y se cela. -rió
- Sí. –sonrió con ternura, mirando hacia la puerta.
- Yoochun. –le llamó, sacándolo de su ensimismamiento- Tienes que venir a la boda.
- Que sí… iré a la boda, ¿cómo no iba a asistir al enlace de mi hermano?
- Más te vale, sobre todo teniendo en cuenta que él es el único de la familia que se me va a casar… -dijo con cierto tonillo de reproche
- Bueno, de mí siempre dijiste que no me iba a casar, -mostrándole las manos, motivo que ella siempre empleaba para decirlo- pero… te queda Junsu. –dijo con cierto dolor, porque no quería imaginarse a su amor casado con otra persona que no fuera él.
- ¿Junsu?... ni que pudiera casarse… -Yoochun la miró confundido- Soy madre, pero no estoy ciega, ni estoy impedida de forma alguna, como para no darme cuenta de que ustedes dos se aman. –los ojos del doctor se abrieron al máximo
- Yo…
- No te reprocho nada Yoochun, sé perfectamente que Junsu te quiere, y que tú a él también, que jamás dejarás que nada malo le pase… y si mi pequeño es feliz estando contigo… no hay nada que yo pueda hacerle, más aún, conociéndote como te conozco. -sonrió con ternura- Sé que siempre estarás a su lado.
- Eso… ¿quiere decir que…? –ella asintió, y a él le nació darle el abrazo más fuerte, intenso y sincero que jamás diera- Gracias, gracias Hyo Jun, te prometo que no te arrepentirás.
- Yo… -se oyó la voz de Junsu, que había vuelto, nervioso por lo visto antes, celoso de que su madre y su amor estuvieran tomados de las manos, y ahora se encontraba con que él la estaba abrazando, agradeciéndole vete a saber qué… y dolía, dolía su pecho… y lo único que quería era desaparecer, salir corriendo de allí
- Junsu. –corrió tras él, abrazándolo con fuerza, sabía que lo había malinterpretado todo por culpa de los celos, esos mismos que le habían jugado malas pasadas a él también- No es lo que piensas.
- Suélt… -sus labios fueron silenciados por los de Yoochun, y él quedó en shock, ¿le estaba besando con su madre delante?- Yoo…
- Tu madre me permite estar contigo. –le confesó, mirándole a los ojos.
- ¿Madre? –preguntó, alegrándose al verla asentir, abrazándose más a Yoochun- espera… ¿Tú le dijiste?
- No… ¿tan obvios somos? –preguntó aterrado
- No. –negó, moviendo la cabeza- pero te conozco, -dijo señalando a su hijo- os conozco a ambos, y he visto como reaccionáis cada vez que estáis juntos… -los miró con ternura- Ignoro si lleváis más tiempo del que yo llevo siendo consciente de vuestra relación, pero… lo único que me importa es que ambos seáis felices. –sonrió de forma maternal a ambos.
- Gracias madre. –dijo Junsu, con lágrimas de felicidad en sus ojos, eso les daba más libertad para amarse.
- Ay… definitivamente, Changmin va a ser el único que me dé nietos… -se lamentó, pensando en lo hermosos que serían los de Junsu, o lo inteligentes que serían los de Yoochun, y no con tan poco tacto como los de su primer hijo
- Madre… -se quejó el mencionado, y es que le seguía violentando que se refirieran a ese tema.
- Bueno, ya que os tengo aquí a los tres… quiero que sepáis una cosa, tengo pensado pasar una temporada con cada familia, -la miraban sin saber muy bien qué decir- ¿o acaso pensabais dejarme viviendo allí sola? –cuestionó
- No, no… -se apresuraron a decir, pero no parecían muy convencidos en su respuesta
- Muy bien, -dijo, sin hacer caso a las expresiones de sus hijos- entonces a partir de la boda, me vendré a vivir con Junsu y Yoochun primero, para daros intimidad a ti y a Sun Gen, que tanto Lee Ann como yo queremos nietos rápido.
- Madre…-volvió a reprochar Changmin, con un adorable puchero
Aquel hombre no iba a olvidar jamás lo que encontró en la habitación; y es que la imagen de un hombre colgado, es algo difícil de borrar de las retinas y los recuerdos. Tan pronto como reaccionó, dio parte a los guardas de la zona, más que nada para exculparse, no quería que nadie pensara que él había tenido algo que ver, así que puso todas las posesiones, que su huésped había traído consigo, bajo la tutela de los guardias, alegando que él no quería saber nada de ese muerto.
Min Yue fue quien decidió hacerse cargo de ese tema, total, no era nada del otro mundo, todo y que no fuera muy habitual en ese pueblo tan pequeño, que los que venían de visita o de paso, acabaran ahorcándose en su habitación.
“Sus razones tendría”, pensaba, mientras cubría el cuerpo, que yacía en el suelo, con una sábana y esperaba a que los dos soldados, que lo acompañaban, sacaran la mortaja y la llevasen al cementerio, donde le darían sepultura.
Preguntó al tabernero si sabía quién era ese hombre y si tenía familia a quien él debiera mandar una misiva para dar la funesta noticia; que comenzó a redactar tan pronto supo que era Kang Chul Yong, el dueño del Muñecas, un local en el que él y algunos de sus compañeros habían pasado alguna que otra noche, dándole sus condolencias a la familia e indicándole dónde sería enterrado el malogrado hombre, esperando que le fuera enviada lo antes posible.
Rim Ha se aburría sobre manera estando en casa sola, cosa que ocurría la mayor parte del tiempo, ya que Sun Gen y Changmin, sus únicos sirvientes, parecían haber tomado por costumbre no andar por las inmediaciones de su propiedad; aunque, para ser sincera, la pequeña Kang no era para nada de su agrado, ya que era demasiado honesta a la hora de hablar para su gusto, diciendo todo aquello que le pasaba por su mente, y tratándola con cierto desprecio, todo y que ella ahora era la señora de aquella casa y la otra una simple criada, aunque antes ella fuera la hija de la dueña y ella una de las chicas que trabajaba para su madre, además de que parecía tener la suerte de atraer a Changmin y Jaejoong, por igual, ambos con los que a ella no le importaría tenerlos en la cama, aunque sólo fuera una noche, y quién sabía si no hacía o había hecho algo también con su esposo, todo y lo recta que decía que era, seguramente había estado con más hombres que ella y puede que incluso con más de uno o dos a la vez, sólo ella sabría las perversiones que habría realizado o que realiza con Jaejoong y Changmin.
Por otro lado, la habían comparado tantas veces con Jaejoongieh, que quiso saber un poco más sobre ella, pero claro, era consciente de que si le preguntaba a Sun Gen, ella enaltecería a la primera esposa de su marido y a ella la dejaría a la altura del piso; así que decidió que preguntaría, disimuladamente, a la gente del mercado, a quienes había escuchado alguna que otra vez dar las condolencias a Yunho, aún hacía poco, pese al tiempo transcurrido desde la trágica muerte de la difunta. Gracias a eso, se había enterado de que rara vez salía sola de casa, y que casi siempre iba escoltada, al principio por su esposo, más tarde con su sirvienta Sun Gen y alguna que otra vez con un hombre, que finalmente descubrieron que era el nuevo sirviente de la familia, el joven Changmin; también le habían dicho que era encantadora y amable, sumamente bella y, algo que le había dejado algo intrigada, que parecía tener un pasado un poco turbio, ya que, según creían haber entendido una vez, la joven Jaejoongieh, había sido ganada por Yunho como premio en algún tipo de combate o duelo.
- Buenos días. –saludó a una de las chicas que le abrió la puerta
- Buenos días Rim Ha, que raro verte por aquí, otra vez… -le sonrió con ironía
- Vine a hacer una visita de cortesía, no quiero que piensen que olvido mis orígenes. –mintió descaradamente, si bien sabía que su interlocutora era consciente de esa mentira- ¿Está la dueña?
- No… se fue con su hija esta mañana, ¿para qué la querías? –preguntó curiosa
- Para nada en especial… quizás tú puedas servirme. –le comentó- Tú ya vivías aquí antes que yo, ¿cierto?
- Sí, así es.
- ¿Conocías a una tal Jaejoongieh? –preguntó, consciente de que sólo en el Muñecas, que ella supiera, se hacían combates en los que el premio podía ser una de las chicas que allí vivían, ya que la dueña solía organizarlos para librarse de la que le estorbaba, como ya se lo había insinuado a ella
- ¿Jaejoongieh? –repitió, intentando hacer memoria, ya que el nombre sí que le sonaba, pero habían pasado tantas por ahí, que era difícil acordarse del nombre de todas
- Yo sí la conocí. –dijo otra de las chicas, acercándose a donde ellas estaban, que había escuchado la conversación- Pobre… ahora estará en el cielo. –habló con el respeto que se les debe a las personas que ya no se encuentran en este mundo.
- Entonces… ¿vivió aquí?
- Sí, durante varios años… de hecho, era la preferida del dueño y de alguno más
- Oh, sí, es verdad. –dijo la primera preguntada, cortando a la anterior, pues ya había recordado quién era- Sé que llegaron a pagar grandes sumas de dinero por ser los afortunados en pasar una noche con ella.
- Ya veo…
- Pero…
- Tengo que irme, ya vendré otro día. –cortó, saliendo casi de seguida, ya que no necesitaba saber nada más, le bastaba con que la queridísima e idolatrada Jaejoongieh no era más que otra como ella, por mucho que quisieran disfrazarla de señora educada y decente.
De vuelta a casa, Sun Gen la miró con esa suficiencia y desaprobación que acostumbraba últimamente, como si le estuviera reprochando que no hiciera nada bien, pero no le dio importancia, ya que ahora tenía con qué rebatirla si osaba volver a compararlas, aunque ni se iba a molestar en hacerlo, ella estaba muy por encima, era la señora de la casa, no iba a rebajarse en darle explicaciones a una simple sirvienta de aquello que hacía o dejaba de hacer cuando ella no estaba para vigilarle.
Estuvo esperando, como otros tantos días, a ver si el general Song volvía a aparecer por las inmediaciones, pero apenas lo había hecho en los últimos tres días, y desconocía si lo haría; mas era consciente de que si él se pasaba todas los días, la gente empezaría a murmurar, comenzaría a hablar, rumorear y contar… y su marido se acabaría enterando, y temía que la echase de la casa, porque le habían repetido hasta la saciedad que una señora, no sólo debía serlo, si no también parecerlo.
Pero le daba morbo eso de sentirlo como algo prohibido, además que el general sabía muy bien desenvolverse en la cama, tenía ese algo salvaje, que le hacía temblar de deseo y morirse por entregarse a él, por llenar su feminidad con su potente miembro y ser tomada pasionalmente.
Ya que su esposo aún no la había tan siquiera rozado, al principio pensaba que era sólo a causa de la herida, ahora sabía que también era porque aún no había olvidado a Jaejoongieh; y aunque pensaba que ella no tenía nada que envidiarle, lo cierto es que Yunho no le había dado ni la oportunidad de demostrárselo, pero poco le importaba, no le faltaban hombres a sus pies con los que saciar su apetito sexual.
Por fin había dejado todo atado, para que nada le impidiera iniciar su viaje a Seúl, de vuelta al cuartel central de la guardia real. Le había costado más tiempo del que hubiera querido, pero, como militar de rango superior, y por raro que pareciera, no tenía tanta libertad de movimiento como él quisiera; aunque eso ya daba igual, en apenas unas horas estaría en camino.
Se había pasado una noche o dos más por casa de los Jung, disfrutando de la entrega de Rim Ha a todos sus deseos, pero, como ya le había ocurrido con todas las mujeres que habían pasado por su cama, ninguna le daba la misma sensación que poseer el cuerpo de Jaejoongieh, lo que le provocaban sus gemidos, la excitación de sentirlo luchar contra su deseo, provocando que fuera mayor el placer que él sentía…. A parte que el que el joven Jung no estuviera allí para pillarlos en la cama, o para que alguien le dijera que su mujer y él se veían más a menudo de lo que sería conveniente, ocasionándole celos y dolor al saber que ella le engañaba con él, que le había arrebatado a su nuevo amor, como él se había llevado a su más preciado tesoro, hacía que perdiera su morbo el seguir teniendo sexo con ella, así que se limitaba a apagar sus ganas, sin gastar ni un solo won.
Una vez todo cargado en su caballo, puso rumbo, al galope, hacia Seúl, esperando encontrar al joven Jung, deseando hacerle saber, de manera no muy sutil, que se había acostado con su esposa en más de una ocasión y que la había hecho gritar su nombre, embriagada de placer; porque en su mente no había nada más que deseo de venganza, de hacerle tanto daño como pudiera.
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akmxlksdnmfl! me encanta este fic!!! *O*
ResponderEliminarbuenisimo capitulo! :) ojala pronto actualices! ^^
Ommo ommo ommo!!!! Por fiiiin *-* ya espero el siguiente cap!!!!!!
ResponderEliminarwiiiii al fin cap!!! :D
ResponderEliminarMuero de las ganas de conti *-* !! Es uno de los mejores fics que he leído <3
Gracias! ^^
Ohhh Por Dios!!!! Hasta que por fin actualizaste!!!!
ResponderEliminar^^ Gracias por el cap!!! En verdad lo esperaba como loca... me encanto!!
Besos y no te tardes tanto esta vez... please ^^
waaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa gracias x actualizar^^
ResponderEliminardios existe jejejeje
bueno aunque ahora abras q esperar otros mil años mas jejeje
Cuando el nuevo cap q sea pronto porfa
ResponderEliminark bueno n_n
ResponderEliminarComo ya les habían dicho en el cap 10 en el blog de la chica ya está el último capítulo http://yorunoserenade.blogspot.com
ResponderEliminarnooooporfaaa hazq no acabe feo akiii T.T
ResponderEliminarme encantaaaaaaaaaaaaa siiii cada ves esta mas interesante, que termine bien pliisss, Jae hijo del jeneral haa qiue emocion y q el pobre rey se quede con su amor
ResponderEliminarme encantaaaaaaaaaaaaa siiii cada ves esta mas interesante, que termine bien pliisss, Jae hijo del jeneral haa qiue emocion y q el pobre rey se quede con su amor
ResponderEliminarEl fic ya está terminado en yorunoserenade.blogspot.com
ResponderEliminarExelente graciaspor compartirlo
ResponderEliminarKrishio, dejame decirte que estuve esperando muchoooooooo tiempo por este fic, es mi fic yunjae favorito por mucho! Eres una excelente escritora, me transportas en la historia, no dejo de releerlo, simplemente es genial! Por azares del destino entré a buscar mi comentario y ver que nuevos había, puesto que lo recomendé mucho! Waaaaaaaaaaaaaaa hermosa y gratificante sorpresa! Muchas, pero muchas gracias, casi lloro de la emoción, es una historia que me atrapó desde el principio.
ResponderEliminarPor favor, sigue escribiendo y regalándonos estas hermosas historias.
JiYul Jung
actu porfa !!!!!!!
ResponderEliminar"Ah si...?? Pues te la regalo" jajaj eso le va a contestar Yunho al maldito tarado del General ese... jajaja. Estoy muy felíz por que mi YOOCHUN tiene la bedición de la suegra para amar al delfin celostino se aman meresen ser felices. Dos cosas, una, casi me da el infarto de pensar que el YunJae estuvo a nada de que los encontrara el tío chismoso amartelos después de su noche me amor; dos... diria que muerto el perro se acabó la rabia... pero aquí hay otro que ... va a tardar en pagar conciencias...Hermoso Cap¡¡¡
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