La misma persona puede ser la vida y la muerte…
- Es una cabeza cercenada...-respondió Changmin en un tono vacío, también en shock-.
“¡LA CABEZA CERCENADA DE AMELIA…!” –Gritó su consciencia-.
La confirmación a través de las palabras del príncipe despertó al rey de su impavidez y fue entonces que su hermoso rostro se deformó por un grito acompañado de una mueca de dolor. Las lágrimas salían a borbotones de sus ojos mientras cabalgaba de regreso sin importarle que todo un pelotón de arqueros le apuntara.
El príncipe Astor hermano de la reina, salido de no se sabía dónde -pues les habían indicado que estaba cazando- sostenía la cabeza por los blancos cabellos, que se habían manchado horrendamente de sangre. Solo el hermoso circonio brillaba en medio del caudal rojo. No sólo le había cortado la cabeza también la había torturado, el rostro tenía cardenales amoratados, todo esto sin razón, en un mínimo momento apenas hace unas horas estaba con vida, aquel sin misericordia había lastimado a Amelia, que era un ser tan dulce, una gobernante justa e inteligente. No podría. No se lo perdonaría nunca. Lo decapitaría el mismo.
Changmin tuvo que picar a su caballo negro y salir detrás de Junsu inmediatamente, mientras ordenaba a su ejército que iba por delante volver y atacar. Notó lo turbado del ánimo de su pareja. Casi sin tiempo llegó para protegerlo con su enorme escudo pues una lluvia de flechas se cernía sobre él y no estaba consciente del peligro en el que se encontraba.
Por un pelo logró protegerlos a ambos. Las flechas llovían a los lados de ambas monturas. Pudo sentir el cuerpo del rey temblar de rabia frenéticamente. Su rostro empapado de lágrimas y sudor. Sintió mucho dolor en su corazón.
Una nueva remesa de flechas cayó ahora sobre su ejército. Que por su rápido regreso habían evitado que el puente se elevara y así no perdieron su acceso al castillo. Algunos soldados cayeron inevitablemente. El resto entró por el portal, no tuvieron piedad con las tropas de Astor. Que eran diferentes a las de Amelia, que en ese instante se ocupaban de evacuar a los ciudadanos que se vieron inmersos en esa absurda pelea interna.
Junsu se juró así mismo que protegería a este pueblo hermano de la misma forma en la que lo hacía con el suyo. Su corazón no entendía qué había sucedido, ¿Cuál había sido la causa? ¿Quién llenó el corazón del príncipe de semejante odio para que haya llegado al extremo de matar a su propia hermana? ¿Quién? ¡Demonios!, ¿QUIÉN?
Apenas cayó en cuenta de que había sido protegido, no tuvo tiempo para sonreír pero una idea lejana le dio fuerzas para no detenerse. Changmin estaba con él. "¿sería así en adelante?, ¿estaría siempre allí?".
En medio del tumulto y por el fragor de la batalla se separaron.
Khan llevado por la furia de su jinete no dudó en ningún momento. Varias cabezas separadas de sus cuerpos iban quedando a los lados de dónde Junsu había pasado. Su espada era inclemente con los traidores. A cuántos dio muerte no se contó pero fueron decenas.
Después de un combate feroz, Astor y una parte de sus tropas fueron acorralados en el patio oeste de las caballerizas. Ruta por la que habían pensado escapar al verse derrotados. Todos los soldados tomaron un enemigo a su cargo, mientras Junsu apuntó hacia el hombre su espada en señal de retarlo a duelo. Desmontó acercándose, con la rabia asfixiándolo.
- ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ HAS HECHO ALGO COMO AQUELLO? ¡ELLA ERA TU HERMANA...!-gritó con todos sus pulmones-.
- ¡UNA TRAIDORA ES LO QUE ERA...! Regaló nuestro país a ese maldito conquistador vanidoso, prepotente y que es hasta homosexual... -Astor se hallaba en una especie de frenesí como si su entendimiento hubiera sido bloqueado por algo, obviamente ese algo era una mentira-.
- Ella no regaló nada. Hicimos una alianza en los mejores términos para ustedes. Sin derramar sangre. Ella protegió a su pueblo que pudo ser arrasado sin clemencia por el ejército de Ilani. No te permito hablar con desprecio de mi señor. Él no tiene nada que explicarte. ¡No te perdonaré! Amelia era una dulce persona. Una gobernante justa. -Volvió a gritar el rey indignado, abatido-.
- Te mataré y podrás ir a ser "dulce" con ella en el infierno, ¡tú maldito maricón...!-ese insulto no significaba nada para él, pero encendió una alarma en su cabeza-.
Junsu respiró hondo y dejó su mente en blanco, gracias a su entrenamiento en las montañas. Con toda la fuerza que producían sus poderosas piernas corrió con su espada por delante, atacó con toda su potencia, su cuerpo se hizo uno con el arma, giraba y cada estocada provocaba una herida, la sangre saltaba a su cara y su ropa, su espada bebía y no estaba satisfecha, el contrincante era experto pero no lo suficiente. En un instante Junsu hizo amague de saltar pero en vez de eso se barrió, así logró clavar toda la hoja de su arma en el bajo abdomen del hombre que cayó frente a él de rodillas, con mucha sangre chorreando por su boca. Sin dudarlo un segundo Junsu estuvo de pie y le cortó la cabeza con un movimiento tan rápido y preciso que casi nadie logró verlo. La sangre que brotó del cuello salpicó su cara una vez más.
Con dolor, decepción y negra satisfacción levantó la cabeza del hombre y gritó:
- ¡¡¡ASTOR ESTÁ MUERTO, SE ACABÓ, HEMOS VENCIDO!!!
Pero ya no quedaban soldados que fueran fieles al hombre. Todos habían sido derrotados. Changmin llegó a toda velocidad después de hacerse cargo de la tropa de arqueros que mataron a algunos de sus soldados. Su corazón latía desbocado por la preocupación, sin embargo al ver a Junsu con la cabeza ensangrentada en sus manos una sensación de alivio le recorrió el alma. Caminó hasta él desmontando deprisa porque estaba con la cabeza baja y no se movía.
- Junsu, ¿estás bien?
Changmin se asustó un poco cuando Junsu levantó su cabeza y vio sus hermosas facciones manchadas de sangre por segunda vez, sus ojos brillaban de una manera en la que jamás había visto, grises, oscuros, vacíos.
- Ya lo hice, vengué a Amelia... Pero ella no volverá... Alguien nos ha traicionado...Changmin -dijo en un susurro- “¿Quién le ha hablado de nosotros a Astor...? Solo el caballero Jung, mi primo Jaejoong y Sun Ah lo saben”.
- ¿Qué has dicho? ¿Qué alguien le ha hablado de nosotros?...-En seguida entendió la presencia de ese hombre allí-. Junsu sé que esto es terrible para ti... Pero al parecer, quién ha provocado todo esto es...
En ese preciso instante Yunho y Jaejoong traían atado a Kim Junho, al que soltaron y obligaron a arrodillarse frente a los soberanos.
- Pero hermano, ¿qué haces aquí?
- Ha sido él, primo Junsu... Él le ha mentido a Astor y ha provocado todo este desastre.
- ¿No fue suficiente ya... Con intentar matarlo una vez... Lo traicionas otra vez?...
Changmin no logró contener su rabia, desenfundó su espada que estaba ensangrentada y la puso amenazando su cuello por segunda vez.
- ¡No, no por favor! No manches tus manos.-rogó Junsu, luego se agachó acercándose a su hermano-. Hermano, sé que ni siquiera te agrada que te llame así -dijo sonriendo tristemente-. Kim Junho.-Se irguió, su tono de voz cambió y se tornó solemne y grave-. Te condeno al exilio en el desierto de Turcan, al pie de los Volcanes Gemelos, el caballero Kim Jaejoong te dejará en sus dominios, sin tu insignia real, sin agua ni comida. Además...-en forma de una sentencia mayor-... te perdono también ésta vez. –A pesar de todo Junsu amaba a su hermano mayor-.
Kim Junho herido y empolvado había sido descubierto por Jaejoong intentado escapar a ver al ejército de Astor derrotado. Había sido interrogado brevemente y bajo amenaza de muerte había confesado que él era quien había hablado en contra de los príncipes y la alianza entre los pueblos con el único fin de dar muerte a Junsu.
- ¡No necesito tu misericordia! ¡Acaba de una buena vez conmigo! No me humilles más enviándome al exilio. Si no me matas volveré hasta lograr destruirte. !!!Maldito maricón hijo de una bruja!!!
Changmin no soportó ni el tono, ni las ofensas y con el cabo negro de su magnífica espada, golpeó la nuca del hombre y lo noqueó. El cuerpo cayó pesadamente al piso.
Haciendo una reverencia Jaejoong levantó al dos veces traidor y se lo llevó a cumplir la orden.
- Caballero Jung, ve con ellos. Yo no confío en ese hombre. -indicó el príncipe a su amigo-.
De la misma forma el caballero de Ilani salió a cumplir la orden uniéndose al grupo que ya estaba montando. Entusiasmado, semejante viaje les tomaría alrededor de dos semanas, tal vez menos. Tendría mucho tiempo para conocer a misterioso joven. La noche anterior había quedado completamente apasionado del caballero. Como si hubiera sido hechizado no había podido evitar besar al hermoso hombre y luego al probar su sabor había sido imposible parar de besarlo toda la noche. Ahora le parecía un sueño, sin embargo era muy agradable recordar su cuerpo tembloroso y cálido. Las "gemas elementales" era un asunto de no creer. No había tenido oportunidad de leer el libro entregado y su curiosidad se había duplicado después de la charla de los reyes la noche anterior. Su madre nunca le dio una explicación aceptable, seguramente ella tampoco tenía conocimiento adecuado. O tal vez quería ocultarle algo. Sin embargo ahora todo iba tomando sentido.
Aunque se preocupaba mucho por tener que dejar a Changmin sin su protección, recordó que ahora Junsu estaba a su lado y se tranquilizó. Ojalá pudieran reunirse de camino a Miltia y así volver juntos a casa. Y sólo ahí empezaría el verdadero trabajo.
Los soldados de Nívea iniciaron la penosa tarea de recoger y cremar a los muertos según su costumbre. El cadáver decapitado de la reina lo recogió Junsu mismo. Y lo llevó a su habitación, lo colocó con cuidado sobre la cama, puso la cabeza sobre el cuello y tocó su diamante y el sitio de la herida al mismo tiempo, rogaba a Ozus con todas sus fuerzas que su magia pudiera trasladarse al cadáver, pero tan solo las heridas desaparecieron, su don solo funcionaba con quienes estaban vivos, la belleza de reina volvió a su estado previo pero la vida no, besó la frente de su prima, sobre el circonio y este desapareció, se sintió súbitamente renovado y con más energía, el poder de la gema se había trasladado a él, aun así decepcionado dejó que las damas de la corte la arreglaran para la ceremonia de velación.
Se retiró con los ojos enrojecidos por el llanto, Changmin lo esperaba en el pasillo con gesto compungido.
- Sígueme...-dijo Junsu en un susurro-.
Después de caminar hasta el final del pasillo. Entraron en la habitación que habían ocupado la noche anterior que ahora estaba vacía. Y sin aviso alguno se lanzó al pecho del príncipe. Agarrando las solapas de su abrigo escondió su cabeza mientras lloraba desconsoladamente, con sonoros sollozos. Lo único que Changmin pudo hacer fue acoger a su amado con el mayor cariño, dando todo su apoyo. Mientras lo apretaba en sus brazos. Luego se arrimó a la puerta para tener apoyo y así permanecieron un tiempo indeterminado, él acariciando y besando su extraño cabello azul.
Cuando los temblores se terminaron, había oscurecido ya, aunque no era tan tarde. Afuera se escucharon las trompetas que indican que el cortejo fúnebre real empezaba.
- Changmin... Gracias... Por existir...
Junsu levantó sus ojos rojizos y llenos de lágrimas y se encontró con la sorpresa de que él también había llorado, compartiendo su dolor. Entonces supo que jamás dejaría de amarle. No tenía en cuenta cuando empezó a hacerlo pero sin duda lo amaba con todas las fuerzas de su corazón.
La mano del príncipe se posó en su mejilla. Luego lo besó. Solo amor fue lo que recibió. Changmin era una persona muy cálida. Luego se lavaron las caras con agua de una tinaja olvidada y fueron a tomar sus posiciones en la ceremonia.
Todo fue muy emotivo. Los súbditos desalojados habían vuelto todos y con trajes negros lloraban a su reina muerta. Todos los soldados llevaban una bandana negra en su frente, los ilianos y los níveos. Fue Junsu el encargado de prender fuego a la pira sobre la cual se encontraba el cuerpo de Amelia.
Encendió la base y enseguida el fuego se esparció por todos lados. Podría ser por los aceites con los que se preparaban los cadáveres pero lo cierto era que el ambiente se llenó de un agradable aroma. "Es el perfume de su alma", escuchó decir a una mujer anciana.
El general del ejército níveo que había logrado salvar su vida, renovó el juramento de lealtad a Ilani. Changmin aceptó el juramento pero no quiso dejar a esta gente sin un funcionario de su confianza, así que ésta vez quién haría de regente era el joven caballero Choi Minho, era un chico confiable y capaz. El príncipe debía regresar a Miltia que ya estaba entrando en caos por su alargada ausencia. Solo él con su carácter firme lograba reducir las voluntades cerradas de los ancianos. Era obvio para él que el Ministro Lee no haya logrado contenerlos más tiempo.
La noche tuvo una silenciosa oscuridad en el castillo. Lo único que podía escuchar era la respiración acompasada de él. Que le abrazaba por detrás. Increíblemente a pesar de estar en contacto con el zafiro no hubo la reacción habitual, como si la gema respetara su estado de ánimo.
- ¿No puedes dormir?
- Es difícil...
- ¿Qué puedo hacer para ayudar...?
- Canta...-dijo sin pensar el peliazul-.
- ¿Cantar?, está bien. Te advierto que no tengo muy buena voz.
La melodía era suave, romántica no muy decente que digamos pero esto le ayudó a mejorar su ánimo. No era cierto lo que había dicho. La voz de Changmin era preciosa, perfecta. Algún día también cantaría para él.
La mañana siguiente se hicieron todos los preparativos para el viaje una vez más. Un regimiento de 300 soldados se quedó allí también. A medio día pasada una ventisca infernal pudieron empezar a cabalgar. Podrían evitar volver a Odaiba. Ésta vez, el camino lo harían por directamente por Silo, un guía se había ofrecido para llevarlos por una antigua ruta de comercio que ya no se usaba regularmente pero que los ayudaría a avanzar con rapidez.
Para Junsu que no había salido mucho de su país que cada vez estaba más lejos, todo le resultó atractivo. Silo y sus ciudades bulliciosas y coloridas, más grandes, acentos característicos a pesar de usar el mismo idioma. Lo que sí le molestó fue la cantidad de mujeres que estaba dispuestas a intentar seducir al príncipe. “Ya no quedan mujeres decentes el mundo”, pensó. A pesar de la insistencia de varios gobernantes y generales Changmin no paró más que lo estrictamente necesario con el convoy del ejército que había reunido para llegar más rápido, el resto llegaría con calma después.
A los 15 días de haber empezado el camino. Llegaron a la frontera entre varios países, después rodear un lago, llegarían al país de Changmin. La diferencia con el resto de reinos se notaba. Cabalgaron por la orillas de este gran lago. Para sorpresa de Junsu no había ciudad, no había una aldea, ni siquiera había barcas. Por lo regular las orillas de los ríos y lagos son lugares rebosantes de vida, color bullicio. Pero aquí no.
- Mi señor, ¿qué sucede con este lugar? ¿Por qué no hay nadie? Es un lago... ¿No hay pescadores? -usó lenguaje formal pues todos los caballeros estaban presentes-.
- Ya sabía qué ese tipo de preguntas vendrían a tu mente. –dijo mientras desmontaba-. Este lago se conoce con el nombre de Gran Lago Salado, y está muerto desde hace más de dos siglos. Algo en la composición del agua cambió e impide que haya peces o cualquier otro animal. Si no hay peces no hay seres humanos que los pesquen.
- ¿Tampoco sirve el agua para cultivo?
- No... Es demasiado concentrada…
- ¿Alguna vez fue agua útil?
- Según los libros de historia, sí.
- ¿Tampoco puedo tomar un baño? "El agua parece llamarme"...
- No creo que sea buena idea, podría lastimarte.
Con un pucherito mal disimulado dejó al príncipe con sus soldados y se fue hacer algunas tareas que le habían encomendado en la preparación del campamento. Su posición de rey se había dejado de lado y ahora cumplía labores como un caballero cualquiera. Poco después se terminó de montar el campamento pues ya caía el ocaso. Todos los soldados daban miradas tristes al enorme espejo de agua que reflejaba el potente sol, por ser un lugar nada fructífero. Conforme habían descendido de la cordillera el clima de había vuelto más y más cálido y sofocante. Ahora Junsu entendía porque a Changmin su país le parecía tan frío. Sin embargo para él, el calor era muy agradable.
A media noche no resistió, era imposible descansar, estaba solo y completamente sofocado salió de su tienda, atendiendo a lo que parecía un llamado del enorme espejo de agua "muerta". Así que sin hacer ruido se deslizó en silencio. Los soldados que estaban de guardia en la entrada lo saludaron pero no le preguntaron a dónde iba. Junsu se había ganado el respeto del ejército bárbaro por su ferocidad durante la batalla de Nívea. Le admiraban por ser un excelente espadachín. Preciso y sorprendentemente inclemente.
Caminó por la orilla unos largos minutos a la luz de la luna, en la semi oscuridad pudo observar con más detenimiento. El agua se veía muy oscura, sucia y espesa, se sentía como si el agua estuviera lamentándose mientras se mecía con la leve brisa. Él le tuvo piedad y metió sus manos al agua. Estaba fría pero no tanto como lo era en Ameria. Tenía tanto calor, el clima nuevo y su necesidad insatisfecha lo estaba enloqueciendo. Había sido imposible deshacerse de los soldados para obtener un momento de soledad, por lo tanto no habría alivio en el cuerpo de Changmin así que sin pensar en la advertencia del príncipe se desnudó y sin más se lanzó al agua. Era absolutamente refrescante, maravillosa. Estaba desperdiciada. Nadó todo lo que quiso, agitando sus brazos y piernas como si de un niño se tratara, dando grititos agudos poco masculinos que recordaban a aquellos inteligentes animales del mar que no había visto nunca.
Después de un largo tiempo, con expresión satisfecha empezó a caminar ya para salir.
- ¿Qué demonios es lo que estabas haciendo? - trató de parecer molesto, pero la verdad es que se había quedado impresionado de la belleza que representaba el cuerpo desnudo de Junsu a la luz de la luna que exactamente en ese momento se despejaba completamente. Era muy hermoso. Su necesidad se hizo dolorosa y urgente pero nada podía hacer por saciarla. Todo su ejército estaba a sus espaldas, en el campamento.
"¿Cómo lograré vivir con Junsu sin estar siempre a sus pies?"
- Solo tomé un baño. Estoy bien... ¿No me ves?
"Sí, definitivamente te estoy viendo"...
- Me has desobedecido caballero Kim, ya encontraré la forma de castigarte.
Junsu sonrió al reconocer el deseo en los ojos de su señor. En este momento todo el deseo que se había quedado en el agua fría volvió a nacer como un volcán en erupción. Sin embargo el príncipe se giró huyendo de él. "No habrá nada ésta noche tampoco". Con profunda tristeza se vistió y volvió a su cama en la tienda a no ser saciado.
A la mañana siguiente después de tomar una frugal comida, el ejército empezó a recoger el campamento. Estaba previsto que a medio día Kim Jaejoong y Jung Yunho llegaran de la sórdida tarea que les había encomendado.
El día había amanecido soleado. Ilani era una tierra caliente comparada con Ameria. Las tierras eran extensas planicies que no se veían fértiles y estaban un tanto abandonadas. Sin embargo en un momento los soldados se reunieron a la orilla. Todos daban gritos de exclamación. Algo fuera de lo común había sucedido.
Changmin conversaba con Kim Heechul acerca de unas noticias recientes, fue informado de la novedad, así que corrieron desde el campamento. Al llegar sus ojos se abrieron incrédulos. El agua del lago siempre oscura, o al menos desde que él la había conocido, estaba completamente trasparente y reflejaba maravillosa, el cielo azul. Metió sus manos en ella para comprobar y en efecto era tan pura que no pudo evitar beberla. Era la más deliciosa que había probado nunca.
- Su majestad, es completamente diferente al agua del día de ayer...
- Sí...
“Lo único diferente que sucedió, fue que Junsu se bañó”.
Changmin llevó aparte al de cabello azul. Lo suficiente para que los soldados no oyeran.
- Fuiste tú... ¿cierto? ¿Qué hiciste?
- Yo no hice nada, solo me bañé...
- Pues muchas gracias... Por desobedecerme ayer...
- ¿Entonces ya no me vas a castigar…? –Junsu picó al príncipe con su pregunta, obtuvo un asentimiento y una profunda mirada llena de admiración-.
- No me mires así... Parece que estuvieras viendo a un ángel o algo así...
- Pues aparentemente lo eres...-luego susurró para que sólo Junsu oyera- te lo pagaré de la forma que quieras, ésta noche, falta poco para llegar a mi casa-.
La promesa fue recibida con un estremecimiento de profunda alegría. Al fin se acabarían los días de abstinencia.
miranda: muuuuuuuuuchas gracias por la actu nena
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