Revelaciones de último minuto…
- Hace tanto tiempo que necesitaba tus manos sobre mi piel, me estaba sintiendo abandonado. Ya estaba desesperado…-dijo el rey respirando agitado sobre los labios de su amado-.
Cada espacio por el que Changmin ponía las yemas de sus dedos parecía dejar una línea de fuego, que adictiva era la sensación de sentir recorrer el deseo en minúsculas estelas de placer eléctrico por todo el cuerpo. Que bendita magia la que recorría sus venas. Sus ojos brillaban a la luz de las velas, hoy precisamente y como nunca antes, había muchas de ellas encendidas en la habitación.
“Vamos a hacer el amor con las luces encendidas”…
El deseo era fuego líquido arrasando las venas. Las manos abiertas de Changmin se paseaban por toda la espalda, desde el azulado cabello hasta las nalgas perfectas y a los muslos, apretando con saña y volviendo a hacer el recorrido mil veces. Junsu se aferraba a los hombros de su amante mientras su cuerpo se frotaba con insistencia y sin parar sobre el cuerpo que tenía debajo. La ropa había desaparecido de los cuerpos apenas pusieron un pie en la antigua habitación, la cama fue usada inmediatamente. Su hambre era infinita, devoraban sus labios con violencia, dientes, lenguas, saliva, gemidos, alientos calientes danzaban en espirales de placer. Los besos eran tan intensos que habían algunas señales de mordidas que sangraban levemente, apenas se daban tiempo de respirar. En un instante inevitablemente se separaron, el aire era necesario después de todo.
- No sabes cuánto te extrañé… -Susurró Changmin apegando su frente a la de su amante mientras le sostenía de la nuca. El otro también luchaba por recuperar su frecuencia respiratoria normal-.
- Me he sentido morir todos estos días en los que no me has tocado.
Para ser exactos los quince días que había durado el descenso desde las nevadas montañas de Nívea hasta la templada Silo y la ardiente Ilani.
- Ha sido un infierno –se sinceró-.
Junsu comenzó a deslizarse hacia abajo, besando cada espacio de la bronceada piel, con la clara intención de llegar tan abajo que pudiera felar el miembro de su príncipe, sin embargo aquel no se lo permitió.
- Lo harás después, por ahora quiero tu boca en la mía, luego voy a poseerte hasta que me pidas que pare.
- Eso no pasará nunca. -“Jamás me cansaría de ser poseído por ti”-.
Changmin cambió las posiciones y se colocó sobre el cuerpo sudoroso y ansioso, se tomó unos instantes para admirarlo, también acarició con ternura su rostro risueño.
- Te amo…-las palabras salieron profundamente exhaladas del ancho y moreno pecho, con toda naturalidad-.
Los ojos de Junsu se ensancharon, esas eran palabras que jamás pensó escuchar de parte del príncipe, palabras que el mismo no había tenido oportunidad de pronunciar –por vergüenza-, supo que su boca se había abierto por la sorpresa cuando Changmin lo besó de improviso y metió su lengua, riendo en medio de beso. Riendo tan sinceramente como lo haría un niño. Absolutamente feliz. Changmin era hermoso, un joven tan lleno de vida. Junsu rio también y enredó sus dedos en el sedoso cabello del moreno, mientras su lengua se batía en duelo con la ajena, un momento después aquel dejó sus labios y se dedicó a besar el cuello y los espacios de las clavículas, lamiendo y chupando la piel con vehemencia, Junsu disfrutaba de esos labios, su saliva era algo así como “refrescante”, para ese calor fastidioso de estar sin él, como le gustaría que pasara su lengua por cada parte de su ser. Rogar no vendría mal.
Siguiendo en su tarea, el de pelo castaño lamió los pezones rozándolos apenas con los dientes, Junsu vio puntos de colores, arqueó su espalda e inconscientemente le dio más acceso a esa parte de su cuerpo, Changmin gemía satisfecho. Era inevitable. Puso la mano sobre su miembro, el rey gritó de la impresión y luego se ahogó su propia voz en los gemidos que luchaban por salir a borbotones, Changmin era malvado, era un bárbaro, su mano tan apretada subía y bajaba por el falo, inmisericorde, sin cesar, muy pocos minutos fueron necesarios para hacer que Junsu explotara, el placer era tanto que perdía la consciencia por algunos segundos, mientras su cabeza giraba a cada lado sin rumbo.
Changmin miraba orgulloso su obra, Junsu con el cuerpo caliente cubierto de maravilloso sudor, respirando tan agitado después de obtener el clímax absoluto. Ahora era su turno, se consideraba muy fuerte, sin embargo con tan solo verlo eyacular podría haberle hecho tener su orgasmo también. Con el líquido espeso y caliente que tenía en su mano producto del placer consumado, empezó a masajear la entrada al cuerpo de Junsu. Siempre tan receptivo, a penas recuperado ofreció generoso su cuerpo, abriendo sus piernas para él. Ondulando su cadera con cada giro de los dedos, lamiéndose los labios por la expectativa.
- No más con los dedos… estoy listo, te necesito dentro.
Sus deseos eran órdenes y sin preámbulo mayor entró de una sola vez, ambos abrieron sus bocas exhalando profundamente, hace tiempo que no sentían tan divino placer, se miraron un instante, Junsu solo asintió, Changmin se agarró de los barrotes del respaldar de la antigua cama y comenzó a embestir sin piedad, una y otra vez, con todas sus fuerzas, tan profundamente, gimiendo al mismo ritmo del hombre debajo de sí. Buscando alcanzar el punto preciso. La cama hacía mucho ruido, era la cama de sus padres y era una especie de sacrilegio, pero el interior de Junsu se sentía tan increíble que tan solo pudo pedir perdón en silencio y seguir embistiendo.
La música de aquella voz rota de mil maneras en cada gemido, inundaba sus oídos y le hacía perder la consciencia. Le amaba, de una desequilibrada manera, pero lo hacía.
Después de varios minutos las paredes internas del peliazul se contrajeron con fuerza alrededor de su miembro y lo obligaron a explotar, no pudo contenerse, quería escucharle correrse una vez más antes que él, pero sus ansias lo vencieron, para Junsu sin embargo el solo hecho de sentir a Changmin convulsionar mientras dejaba ese líquido tan caliente en su interior, le hizo llegar al clímax por segunda ocasión. Otra vez ambos luchaban por el aire, sus pechos se movían con profundidad, el calor de los cuerpos era asfixiante. Sus miembros están colgados a los lados de sus cuerpos.
Unos minutos más tarde Changmin se deleitaba, como siempre que podía, en mirar los luminosos ojos grises de Junsu, mientras su dedo índice acariciaba distraído el diamante circular y transparente del abdomen.
- Yo también te amo. –dijo Junsu sinceramente-.
La sonrisa del príncipe fue instantánea.
- Lo sé. Porque yo también lo siento. Te amo Junsu… -besó su blanca mano y la colocó sobre su pecho-.
Junsu cerró los ojos, como quien toma valentía, suspiró. Y dijo:
- Lo haré… haré lo que me pediste…-con expresión indescriptible el rey cedía a la avezada petición hecha durante la tarde-.
- Junsu… yo no… será muy complicado…ya lo pensé mejor…y creo que…
- Lo haré… no hay vuelta atrás, soy tuyo… haré lo que sea necesario para que sigas siendo el líder de esta gran nación. Tú representas el futuro de mucha gente. La estabilidad política evitará una guerra civil inútil y sangrienta. No quiero ser egoísta y tan solo por mantener un orgullo que de nada me sirve, ponerte en problemas…
- Junsu…escucha…
Sin embargo, el rey negó ligeramente, obligándolo a callar. La sonrisa de Junsu era tan pura, tan infantil, tan hermosa, tuvo que rendirse al deseo de aquel de cumplir su voluntad, a pesar de que estaba poniendo la vida de ambos en peligro. Cerró sus ojos un instante y luego volvió a mirarlo con una clase diferente de mirada.
- Quiero tenerte en mi boca.
Junsu nunca dejaba de sorprenderlo, hace unos pocos segundos hablaban de cosas trascendentales en sus vidas y ahora, el rumbo de la conversación volvía al sexo. Sacudiendo la cabeza, el príncipe moreno sonrió y se entregó a los labios que se le ofrecían abiertos.
Luego del húmedo beso, Junsu obligó a Changmin a sentarse arrimado al respaldar de la cama y a abrir las piernas, sonrió de nuevo y esta vez la esquina de su boca se torció, a pesar de ser la misma boca, la promesa era muy obscena. En un ágil movimiento ayudado por su mano derecha se metió el enorme miembro erguido de Changmin en la boca y empezó a succionar con fuerza.
- ¡¡¡Ahhh!!!
Junsu aprovechó el instante que su amante gemía para respirar, Changmin lo empujó hacia atrás.
- Pero, ¿qué te sucede?
- Yo también quiero hacerlo…hagámoslo al mismo tiempo…
Gateó sobre el cuerpo de Junsu luego de girarlo y se colocó de forma que podía alcanzar con su boca al miembro ajeno y dejó al alcance de la boca del peliazul su propio miembro, el juego empezó otra vez. En esta posición el goce se multiplicaba por dos, era indescriptible la sensación de placer que le producía el aterciopelado miembro de Junsu en la boca, se esmeraba por atenderlo con su lengua, por tragarlo con toda su boca. Junsu era mucho más experto en volverlo loco con sus labios y hacía su magia sensual, chasqueando los labios por lo potente de la succión.
Su cadera inconscientemente embestía de forma muy intensa, la sensación de ser tragado por esa húmeda cavidad lo llevó al orgasmo por enésima vez. Tuvo que retirarse para evitar ahogar a su amante más pequeño. Junsu rio y sin quitarle los ojos de encima con su propia mano terminó el trabajo, apenas se rozó y el orgasmo le atacó también a él.
Más tarde se acurrucaron un momento para dormir un poco, se acomodaron como de costumbre con Changmin detrás. Luego de unas horas, despertó: “Vaya, se me olvidó que dejé las luces encendidas para comprobar lo que me dijo Yunho…”
Sin pedir permiso, y sin esperar que el otro despierte, su mano izquierda que descansaba sobre la cadera, la llevó directamente al diamante del abdomen, la potente sensación de fuerza y salud lo recorrió de nuevo, pegó su pecho a la espalda desnuda y Junsu despertó gimiendo al ser recorrido por la corriente de placer súbito.
- ¡¡AH!!, ¡¡Changmin!!
El príncipe, apretó su cuerpo y con su lengua masajeó la nuca, firme, Junsu se arqueó por reflejo, Changmin conocía cada minúsculo espacio que le proporcionaba placer infinito y lo aprovechaba en su beneficio, lo dominaba completamente. Besando su nuca y sus hombros lentamente fue colocando el cuerpo en la posición que quería. Junsu debajo, con la cara contra las almohadas. Sin dejar de atender su espalda, volvió a meter los dedos en la entrada de Junsu que se contrajo entre adolorida y necesitada. El gemido de dolor, no fue motivo para detenerse. La necesidad fue mayor. El peliazul dobló sus rodillas exponiendo todo su trasero para que Changmin hiciera con él lo que quisiera. Antes de entrar en su cuerpo se acomodó sobre él y le robó un beso pequeño, obtuvo esa hermosa sonrisa y luego levantando las caderas con fuerza se hundió una vez más. Para mantenerse consciente embestía profundo y firme pero lento.
“Tan perfecto, así lento…, ¿por qué me torturas mi amor?”
Entonces lo vio, la figura de un árbol muy grande se formaba en la blanca espalda de Junsu, la figura ocupaba el lado izquierdo, es decir el tronco del árbol, luego siete ramas salían de él hacia la derecha. Sobre cada rama un símbolo como el de letras se formaba en un idioma que no era el suyo, además de una especie de símbolos, el de la sexta rama tenía una figura muy similar al diamante circular que Junsu tenía en su vientre. Eso lo sorprendió mucho, jamás se había fijado en algo que parecía tan importante, una vez más maldijo al viejo que no aparecía, que despistado había sido…
- Changmin, ¿qué sucede?...-Junsu llamó su atención pues él se había quedado inmóvil y el placer se obtenía únicamente en movimiento-.
- ¿Tienes algún tatuaje en la espalda?
- No…
La figura comenzó a borrarse, Junsu sin entender de qué hablaban bamboleó su pelvis para obtener placer, Changmin tuvo que embestir en respuesta y la imagen se hizo clara otra vez. Pero ya no tuvo consciencia para analizar con calma, el placer que dejaban salir los gemidos de Junsu le robó la razón y no se detuvo hasta ver que ambos alcancen el clímax.
Al amanecer, después de una noche tan productiva, despertaron juntos como hace mucho tiempo no lo hacían, que maravillosa se adivinaba la luz azulada que invadía el cuarto.
- ¿Por qué me preguntabas si tengo un tatuaje en la espalda?
- Anoche mientras te tomaba por detrás apareció en tu espalda un gran árbol ancestral con seis ramas, sobre cada rama había dos símbolos, uno que parecía un nombre y el otro que parecía una joya, la última rama, la sexta, tenía un símbolo circular, como tu diamante.
- Nunca lo he visto, mi espo… Sun Ah, nunca me dijo nada…
- Sun Ah, ya no es tu esposa. –Dijo como si de algo como una ley natural se tratara y sin remordimientos siguió hablando-. Aparece solo cuando estamos haciendo el amor. La otra noche en Nívea, Yunho lo vio en tu espalda.
- ¿Qué crees que signifique? –mantuvo una expresión sería pero pensó “Ah vaya, ya recordé cuándo. Eso fue MUY vergonzoso”
- No lo sé…
En seguida escucharon un golpe en la puerta.
- “Su majestad Changmin“
- Habla…
- “El ministro Lee Taemin está aquí y debe hablar con usted, dice que es urgente”…
- Dile que en 10 minutos estaré con él, ahora retírate y que nadie me moleste hasta que baje.
- “Sí su majestad”.
- Debes salir de aquí después de que yo haya salido, parece que tendrás que cumplir tu promesa antes de lo que habíamos planeado.
- Tengo poco tiempo –de sus ojos salieron chispitas- tengo una idea…
Se envolvió en la sábana que estaba revuelta en el piso, de la cabeza a los pies, ocultando sus partes más llamativas y salió corriendo por las dos puertas que separaban del pasillo a la habitación, dejando a los guardias estupefactos, fue tan rápido que no lograron verle la cara. Alcanzó el cuarto del ama de llaves que ahora ocupaba Sun Ah.
- ¡Tienes que ayudarme!
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- Su majestad la situación ha llegado al borde de un abismo. Perdóname que te lo recalce su majestad pero debes entrar en Miltia con la muchacha HOY, casarte HOY y ser coronado HOY, sino mañana se desatará tal caos que será incontenible. Los ministros ancianos han dominado con sus palabras engañosas a una buena parte de la opinión pública. Te han acusado de tantas cosas, y al saber que volvías sin una esposa han confirmado sus artimañas, pero veo que tú también escondes ases bajo la manga.
- La muchacha ha estado aquí todo el tiempo, ¿verdad?
- Así es… -dijo el príncipe cruzando los dedos, para engañar a su nación, debía engañar a su fiel ministro o no lograría avanzar, muy pocos conocían la verdad-.
- Has estado demasiado tiempo lejos. Han abusado de su poder a pesar de todos mis esfuerzos que no han sido pocos. No he logrado frenarlos.
- Lo sé amigo, pero cuando llegue deberás darme los informes de todos los excesos, decapitaré a todos los que hayan cometido fraude.
- Todos los informes están listos, haremos según tu voluntad cuando los revises. Perdóname mis faltas su majestad.
- Al contrario. No sabes cuánto agradezco que hayas cuidado de nuestro país tanto tiempo, dejé una carga muy pesada sobre ti. ¿Me seguirás siendo fiel en el futuro?
- He jurado mi lealtad con sangre su majestad, al igual que todos tus guerreros –señaló la cicatriz que era evidencia del juramento-, te seguiré hasta la muerte. –Dijo el joven ministro Lee, hincando una rodilla al piso y colocando la mano derecha en el pecho-.
- Y yo te prometo que daré muerte a quién sea necesario para mantener todo lo que hemos logrado, ¡lo juro!
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La Casa de Campo de la familia Shim, ubicada a la afueras de la ciudad capital de Ilani, la antigua Miltia había sido el primer sitio al que Changmin y sus caballeros habían llegado. El grueso del ejército, se había quedado acampando en la planicie que estaba sin cultivar por ausencia de su amo. Esa mañana inmediatamente después de que se dio la orden el ejército estuvo preparado, los carros con las ofrendas y regalos de las naciones que se habían aliado se colocaron al frente del cortejo, tan solo el príncipe y su séquito mínimo estaba delante. Detrás los militares de alto rango en los magníficos carros proporcionados por la gente de Kiteria, y al final los soldados de a pie.
La gente estaba muy animada, apenas se habían levantado en la mañana, con las noticias de que el ejército del príncipe estaba en la hacienda, se habían amontonado en las afueras, venían las historias increíbles de los viajes, todas victorias, mil doncellas para el harem, mil cofres de oro y joyas, maderas y telas finas, pieles y ganado. Alianzas. Una nueva y misteriosa princesa. Una mujer de ojos grises, que hechizó al príncipe en Odaiba y lo hizo seguirla hasta Ameria. Los guardias luchaban por contener a la multitud que pugnaba en la puerta de la gran verja, por ver algo en las ventanas.
En la habitación de Jung Sun Ah, el nombre de soltera de la ex – esposa de Junsu, y Kim Heechul se afanaban en convertir una figura masculina en una femenina.
- Debe ser verde…-decía la mujer, pensando en el color que mejor le sentaba a Junsu-.
- No, deber ser aguamarina… combina mejor con los ojos de su majestad…-decía el caballero con un lápiz en la boca-.
- Entonces debería ser gris para que combine con mis propios ojos…-decía el rey irónicamente, harto de la discusión-.
Una tercera voz detuvo la insulsa pelea…
- Debe ser blanco, porque van a casarse apenas terminen el recorrido por las calles principales…
- ¡¡¡¿¿¿QUÉ???!!! –tres gritos muy agudos se oyeron al unísono-.
- Si no se casan hoy y son coronados, mañana habrá muchos muertos en Miltia. Estallará una guerra civil que no quieres ni imaginar primo, peor que nuestra pelea en la planicie de los cipreses rojos… -dijo Jaejoong agitado, había corrido desde la otra ala del castillo inmediatamente después de recibir la horrible noticia de Yunho-.
- Todos los ministros ancianos, saben que Changmin volvió solo con sus caballeros, piensan que aún no ha elegido a su prometida.
- Todos vieron llegar a Sun Ah, queríamos hacerles pensar que era ella. Lo bueno es que nunca salió de aquí así nadie la conoce. Al menos eso espero. –la dama asintió inmediatamente-.
- Es algo que tenemos de ventaja, esparciremos rumores de que efectivamente ella, con el nombre Junko se hospedó aquí hasta que su majestad llegó para llevarla del brazo cuando volviera triunfal. Todos saben de la historia de su primer encuentro.
En medio de lo terrible de la situación Junsu volvió a sentir esa sensación urente de su diamante en el abdomen. Buen recuerdo, parecía que habían transcurrido años desde aquello.
Al final y después de luchar y casi matar al pobre joven, los tres Sun Ah, Jaejoong y Heechul lograron que el corpiño cierre, así como ajustar la crinolina y colocar un vestido talla extra en el cuerpo delgado pero masculino de Junsu. El maquillaje fue tarea fácil comparada con la previa, no así colocar la peluca castaña perfectamente peinada sobre su cabeza y sujetarla para que no la pierda. Además acomodaron un hermoso velo que cubría su rostro. El vestido blanco bellísimo, con cuentas doradas delicadísimas, diamantes y rosas bordadas en plata sobre el pecho, capas y capas de tul ensanchaban la falda. Impresionados los tres y en silencio le mostraron a Junsu su propia imagen reflejada en el espejo.
Junsu abrió los ojos más grandes de lo normal. Sin lugar a dudas su imagen en el precioso vestido blanco, cubierto con tul el cuello, los hombros y brazos, con los adornos tan característicos, el velo y el peinado le hizo caer lágrimas inconscientemente. No era él mismo, sino la amada imagen de su propia madre, Ren la quinta, mil imágenes que había olvidado hace años llegaron como una avalancha a su memoria.
Recordó una pira enorme en la que se quemaban miles y miles de libros una noche de otoño cuando él a sus quince años bajaba de un campamento escondido en las montañas al otro lado de la cordillera de la Bruma Sagrada, después de un arduo entrenamiento militar y educativo, volvía convertido en un hombre como todos los guerreros y en su inocencia y egoísmo juvenil pensaba que la pira era en su honor, sin embargo al llegar los gritos de la muchedumbre eran violentos y no de júbilo, las palabras era ofensivas y no ofrecidas a él, nadie se percató de su presencia, todos en el pueblo se ocupaban en echar libros e imágenes de una mujer…
Su madre…
Se acercó apresurado y asustado. Entonces escuchó, los horrendos gritos de su madre siendo quemada viva en la ominosa pira, con un vestido blanco justo como él la recordaba: sana, hermosa, joven. Vestido que ahora estaba destruyéndose y ennegreciéndose por el humo, el dolor de ella ardió en sus propios ojos, olvidado de su reciente hombría ganada lloró mientras corría a salvar a su madre de la absurda ejecución blandiendo su espalda con torpeza, un golpe seco en su cabeza había acabado con su sufrimiento y sus recuerdos. Después de aquello, un par de semanas después en las que había tomado plena consciencia de nuevo, no recordaba el macabro episodio, su hermano se comportaba cruel como siempre, su padre estaba triste, pero solo sabía que su madre murió, cada vez que pensaba en recordar su cabeza dolía horrores y para evitar ese desequilibrio dejó de pensar, su dolor cedió con los años y se dedicó a mantenerse con vida, siendo que ahora era el heredero, su vida se volvió muy dura. Después de cinco años su padre falleció no sin antes asegurarse que sea Junsu y no Junho quien tome el trono. Su hermano se volvió aún más cruel, pero cumplió sin errores su tarea de general en jefe del ejército. Por su fiereza y determinación, juntos pudieron proteger Ameria y hacer que el reino prospere. A pesar de sus frías palabras siempre le apoyó, y le hizo ver sus errores. No lo dejó gobernar solo, por eso es que jamás tendría corazón para matarlo.
- ¡¿Junsu?!... ¡Despierta!...¡JUNSU!...
El rey había entrado en shock, y se había desmayado, por un pelo habían logrado sostener su cuerpo que de pronto se había quedado sin tono. Con un olor horrible que quemaba sus fosas nasales el rey se despertó después de unos segundos. Jaejoong sostenía el pañuelo con expresión asustada.
- ¡Ellos mataron a mi madre…! primo Jaejoong, ellos quemaron a mi madre como si hubiera sido una bruja, ella se veía exactamente como yo me veo ahora…
- ¿Pero qué dices, te has golpeado la cabeza…?
- Debo volver a Arai…
- Junsu no puedes, vas a casarte hoy…
La consciencia total volvió a sus ojos, regresó al presente, en 20 segundos, los últimos dos meses pasaron por sus recuerdos, Changmin y sus ojos, la batalla, la primera noche, la rendición, Amelia, Nívea, el asesinato, el viaje de vuelta aquí, por fin, se tranquilizó y recobró su actitud. Se puso de pie con ayuda, pidió que le arreglaran el maquillaje y caminó con toda liviandad como le había enseñado Sun Ah. Antes de salir a encontrarse con Changmin su expresión de endureció.
- Voy a vengarme de aquellos que mataron a mi madre, voy a enterarme del por qué la ejecutaron como si hubiera sido una bruja. ¡Lo juro!, por ahora, -y tornó el tono de voz en uno suave y agudo-, me convertiré en la Reina Junko de Ilani.
Miró al frente y al primer paso, le siguieron muchos otros absolutamente firmes y resonantes.
Changmin, así como el resto de soldados, que nunca vieron a Junko se quedaron anonadados cuando, por fin salió por la puerta principal, era la mujer más hermosa de cuantas estaban presentes, sino del mundo entero, al ver la reacción colectiva, se sonrojó, “Ah vaya, así que así se sienten las mujeres cuando las miramos de frente”, sonrió y todos dieron vítores de alegría y júbilo, Changmin había escogido bien a su futura esposa. Todos en el ejército creían que esta mujer a la que ahora veían era misma que le había sido ofrecida en un palanquín en la sala real del palacio de Arai en Ameria y que fue enviada unos días antes a la casa de campo. Así que nadie sospechó nada, además, al ver sus ojos inmediatamente asumieron que era hermana del caballero Kim Junsu.
El príncipe levantó su espada y todo el ejército se hincó con la rodilla izquierda, y pusieron su mano derecha sobre el pecho en señal de que le juraban a la nueva princesa, la misma lealtad que le habían jurado al príncipe Changmin, que pronto se convertiría en rey.
Engalanado con un traje bellísimo de cuero negro, algodón y adornos de dragones bordados en oro, con su armadura ligera y una gloriosa capa púrpura de ligero terciopelo, Changmin avanzó hacia Junko, le ofreció su mano y ella aceptó gustosa, con mucha gracia subieron al carro de guerra, dorado y blanco de Amelia, que les había sido entregado en señal de lealtad y agradecimiento, cubrió el rostro con el blanco velo y avanzaron. Él manejaba las riendas, y ella posaba su mano ligeramente sobre las suyas.
- Doncella…, jamás me imaginé que pudieras verte así de magnífico…-dijo Changmin mirándolo con el rabillo del ojo-.
- Sonríe y no digas estupideces, no tienes idea de cómo sufrí para quedar así de perfecto…
- Entonces tú también sonríe, esa expresión agria te daña el maquillaje.
- Solo cállate.
- No grites, habla suave y delicado…
- ¡Te odio…!
- ¡No es cierto! –y riendo picó al caballo para que fuera más rápido-.
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