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Arualthings

Memorias Prohibidas - Cap. 11

Sigues ahí



A veces Minho se sentía egoísta.


Como si no pudiera dar pasos hacia adelante por culpa de él, por ese amor esclavista que lo ataba a Changmin, no pensaba correctamente y se reducía a querer mantenerse en la ignominia, porque a veces las cosas mientras menos las conoces, menos te lastiman.


Su mundo entero daba vueltas alrededor de esa imagen de Siwon, su hermano residido en Seúl que podía ser la llave para llegar a ese pasado que no lo convencía, sabía que podía, pero estaba ahí, dudando todavía.


Lastimosamente no podía continuar así, sabía que el viaje a Seúl podía resolverlo todo y si no lo hacía al menos su alma quedaría calma. Si Changmin se iba, si Changmin encontraba su vida lejos de él, él ya nada podía hacer.


Se le revolvía el estómago, le pesaban los pies, pero sabía que lo debía hacer.
Frenó sus sentimientos por primera vez y suspiró.


—¿Pasa algo?


Changmin se levantó al fin del sillón, dando pasos tranquilos hasta él, su mirada curiosa mientras ojeaba la fotografía que él había estado observando desde hace bastante tiempo.


—Nada importante— Mintió —Pero el cumpleaños de mi hermano se acerca. Me gustaría ir a visitarlo a Seúl.
—Oh, ¿en serio?— Changmin apenas mostraba verdadero interés, pero tenía una pequeña sonrisa, tan mínima que podía ser incluso hasta real —Pues vamos.


Sonrió, porque tenía ese rostro de Minho cerca, acarició su rostro un poco y luego solo suspiró. Se le iba de las manos ese sentimiento de amor que no había tenido antes.


—Claro. Además quiero presentártelo.
—¿Él sabe?— Habló bajo el mayor —De mi condición.


—Bueno, no sabe mucho en realidad— Minho sentía otra vez las cosas irse por el lugar equivocado —Hablaremos con él sobre eso. Y le pediré que me ayude a buscar a tu familia, ya sabes, él trabaja con la policía y esas cosas.


Changmin sonrió, suavemente se acercó y lo besó, como esas muestras de gratitud pequeñas que el otro le sabía mandar, Changmin cruzó sus brazos alrededor de su cuello, quería alargar ese beso todo lo que podía, quería alargar ese amor, hasta que el día se lo permitiera.


Changmin tenía tan pocas cosas que agradecer, que solo podía dejarse besar y fingir que esa situación no le estaba destrozando el corazón.




No podía, de ningún modo podía ser cierto.


Llegó a su departamento y cerró la puerta con fuerza. Arrojó las llaves tan lejos que incluso escuchó el peso de algo caer ante el brusco impacto de su agresividad. Era Jaejoong, en toda la extensión de su presencia. Eran sus ojos y su voz, su tono odioso que retumbaba con frustración en la cabeza de Heechul.


—¡Maldito!


Agarró lo primero al alcance de sus manos, no le importó el caro jarrón importado, lo lanzó y se hizo pedazos contra la pared, los restos regados por el piso, sobre la alfombra roja su grito hizo eco fuertemente en el lugar.


Respiraba mal, porque estaba agitado, planeando tantas formas de vengarse de él, sus puños cerrados dolían, las uñas relativamente largas se enterraban en su piel, dejaban marcas y su pulso galopaba inestables entre las paredes de su piel.


—No puedes… No puedes…— Mascullaba, a punto de morderse la lengua, empujando la mesa sin importarle el suelo que quedaba maltratado por su impulsividad —¡No puedes simplemente hacer una vida nueva! ¡¡NO PUEDES SER FELIZ MIENTRAS YO ME QUEDO AQUÍ!!


Gritó hasta que la garganta ardió, con ese hincón que azotó a su pecho repentinamente.


Era indigno, injustificado.
Jaejoong no podía simplemente armar una vida nueva porque se perdió entre los recuerdos, no podía tener lo que él tanto ansiaba solo porque parece no recordar.


Ni siquiera se puede confiar de esa escoria.


—Puede estar fingiendo— Reflexionó de repente —Y como lo descubrí debe estar fingiendo. El muy maldito se debe estar burlando de mí.


Agarró sus llaves otra vez, entre el piso y el agua regada que quedó de aquel florero que empujó, salió tan rápido que no está muy seguro como pudo conducir así, su expresión desesperada y llena de rabia lo llevó hasta las oficinas de Leesang.


Ese lugar maldito para él.
Quemaban las manos sobre cada apretón que le daba a las llaves cuando finalmente llegó, el viaje ascensor fue largo, tedioso y sobre cargado de ideas que no iban a ninguna parte.


Era insulso pensar que Jaejoong simplemente había podido olvidar.
Era estúpido pensar que se trataba de alguien completamente igual a él.


Era Jaejoong, no había duda.
Su pecho rabioso clamaba por traerlo de vuelta al infierno. A que no escapara así como así. No, cuando había deseado tanto quitarle sus privilegios.


—Oh, señor Heechul— La secretaria brincó ante su presencia, esa voz sumisa de siempre mientras sus pasos se abrían camino hasta los pasillos, hasta la oficina de puertas grandes —El señor Leesang se encuentra ocupado…


—No me interesa— Habló grave —Tengo que hablar con él.


Fue a dos metros de llegar, cuando las puertas se abrieron otra vez y el cabello rojizo del muchacho lo hizo detenerse, su porte delgado y fuerte frente a sus ojos, esa juventud repentina lo azotó. Y la mirada de Leesang parecía entretenida de repente en algo que no era él.


—Oh, Heechul. Las coincidencias son buenas— Leesang caminó hasta él, con esa sonrisa grande en los labios, y su brazo alrededor de los hombros —Te presento a Lee Hyukjae, será de ahora en adelante algo así como tu discípulo.


—¿Mi qué?


Su voz amarga y seca hizo al otro reír.


—Bueno, últimamente no han pasado cosas buenas por aquí, perdí a uno de mis mejores muchachos y aunque indudablemente nunca ocupara tu lugar, puede cubrir el de Jaejoong e incluso ayudarme con esos trabajos que hacía para mí.


El más joven se movió poco, su expresión seria y vacía era lo único que podía ver Heechul, miró sus brazos armados por músculos sutiles y frunció el ceño reaccionando otra vez.


—¿A qué te refieres con haber perdido a Jaejoong?
—Bueno, yo sé que ustedes nunca se llevaron bien. Pero al parecer lo perdimos en un último encargo que le hice, fue mucho para él supongo.


Cuando Heechul se pudo dar cuenta, la secretaria ya no estaba, Leesang lo hacía ingresar en la oficina y Hyukjae se mantenía a una prudente distancia de los dos. Podía sentir las manos del mayor acariciando sus brazos, pero se forzó a hablar, aunque su cara impávida no dejaba mucho a la imaginación.


—¿Murió?
—Eso parece.


Frío, todo su cuerpo no aguanto la información. Y lo obligó a sentarse, pasando una mano por su rostro.


¿Quién era él?


—¿Te sientes bien?— Preguntó Leesang de repente, acercándose a su rostro y con el entrecejo arrugado —Creí que no se llevaban bien.
—¿Murió? ¿Estás seguro de eso? ¿Tienes pruebas? ¿Su cuerpo? ¡Algo!


Hyukjae abrió mucho los ojos, sorprendido por esa confianza innata con la que Heechul se dirigía al mayor, la forma en que agarraba las solapas de su leva para exigirle respuesta y como el hombre no parecía molesto por ello.


—Cayó al mar— Leesang tomó las manos de Heechul suavemente, haciendo que lo soltara despacio —Fue el reporte de mis hombres. Ahora, ¿podrías decirme porqué estas actuando así?


Heechul negó. Sacudió su cabeza y exhaló con fuerza, confundido y aturdido por igual.


—Es la impresión.


El hombre no pareció creerle demasiado, pero Heechul únicamente apretó los puños y bajó la cabeza. Como si la información recibida, de repente fuera demasiada para él.




—Hoy pasó algo extraño.


Jaejoong ni siquiera se percató del momento en que se sentó junto a Yunho en la mesa, sirviéndole el plato que había pedido en el restaurante, sus ojos parecían un poco perdido, pero Jung lo miró con atención.


—¿Aquí en el trabajo?
—Si— Murmuró Jaejoong —Llegó un tipo, muy elegante por cierto y se me quedó viendo por un largo rato, ¿crees que me conozca?


Los tintes de voz en Jaejoong parecían emocionados, con una sonrisa pequeña mientras los ojos le parecían brillar. Pero Yunho recordó a la perfección las palabras de Shindong, ese tipo llevaba por nombre Heechul, tan peligroso como el pasado del mismo Jaejoong.


—No lo sé, ¿te dijo algo?
—No exactamente, se me quedó viendo perplejo como si me conociera, pero al final solo pidió kimchi, medio probó el plato y luego se fue.


Yunho asintió, enrollando los fideos en los palillos.


—Tal vez solo te le hiciste parecido a alguien más.
—Sí, tienes razón…— La voz de Jaejoong aún era intranquila —Supongo que de haberme reconocido me hubiera dicho algo.


No era fácil, sentía la presión de las mentiras sobre él, quizá todo sería un poco más fácil si le decía la verdad a Jaejoong. Estaba siendo egoísta tal vez, deseando tan fervientemente que ese no fuera el Jaejoong que conocía, ese asesino a la par de Kim Heechul.


—Yunho…— De pronto la voz del otro fue baja, casi susurrante, acercando su rostro a él —¿Irás a mi departamento hoy?
Sonrió por inercia, ese rostro hermoso de Jaejoong a su disposición —No lo sé, a lo mejor tu novio se enoja si me ve por ahí.


—Nah, tranquilo— Jugó Jaejoong —Él nunca se va a enterar.


Yunho esta vez no lo pudo evitar, estiró su mano al cuello de Jaejoong, lo atrajo suavemente,  y besó sus labios. Esos que parecían dispuestos a besarlo desde que entró. Tomó con gracia su boca, como un regalo de los dioses y la sonrisa de él en medio del beso lo hizo retroceder.


—¿Qué es tan gracioso?— Preguntó con un pequeño gesto engreído.
—Oh, nada. Es solo que se siente bien tenerte en mi vida.


De repente, cuando Jaejoong era tan sincero, cuando lo miraba así, sentía que no estaba jugando a favor de nadie. Ninguno se conocía en verdad. Jaejoong era un muñeco vacío, y él una mentira a sus ojos.


Aún no se habían quitado las máscaras.
Y la conclusión a la que llegaba, era siempre la misma: No era amor.


—Voy ayudar a la señora Dong, me avisas cuando termines.


Se levantó sin problemas, con esa sonrisa en el rostro que hizo a Yunho hundirse en su lugar. Cuando llegó, sintió la mirada de la mujer mayor sobre él, con esa sonrisa divertida que lo hizo sentirse nervioso de repente, pero Jaejoong trató todo lo que pudo disimular.


—Así que esa es la razón— Dijo Mirah —Por la que estás tan feliz últimamente y por la cual rechazas a toda alma se atreve a pedirte una oportunidad.
—Señora Dong…


—¡Oh, pero que suerte tienes muchacho!— La mujer de pronto se apoyó en el mesón —Es muy guapo. En mis tiempos mozos, yo capturaba a hombres igual de apuestos que él, con ese porte de caballero y sonrisa encantadora— La mujer suspiró y Jaejoong se vio atrapado entre la vergüenza y el orgullo mínimo instalado en su pecho —Pero ten cuidado, cuando son tan hermosos por fuera, la mayoría de la veces es porque no se han preocupado por arreglar su interior.


Jaejoong se bastó de esa confianza ciega, sonrió y miró a Jung, con esa tranquilidad tan suya mientras comía y parecía leer un pequeño libro entre las manos.


—Estoy seguro de que puedo confiar en él.
—Siendo así, ve y dale esto de mi parte— La mujer sostuvo entre sus manos un pequeño postre, guiñándole el ojo a Jaejoong en cuanto este lo tomó —La casa invita.


Para ese instante la risa de Jaejoong fue lo único que se escuchó.




—Y si nos dirigimos hacia este lugar, podemos ver la otra cara del monumento que este maravilloso escultor francés creó cerca de la segunda guerra mundial— La voz de Junsu como siempre se escuchó cálida y amigable, con esa sonrisa en el rostro mientras tenía sobre sí la atención del grupo de turistas a su cargo —El objetivo de su obra era poder reflejar los dos lados de la guerra: la gente con el poder, y la gente que los ayuda a obtener ese poder.


Las cámaras empezaron a disparar flash, calló por un momento esperando que el grupo se esparciera un poco, sacando las fotos que deseaban y comprobando la hora en su reloj, pensó que en pocos minutos sería bueno llevarlos a almorzar a un buen lugar.


—¡Junsu!— El lugar estaba abarrotado de gente esa tarde, le fue difícil identificar de  dónde provenía esa voz, pero pudo ver ese brazo alzarse entre las personas y su voz fue un poco más audible entonces —¡Junsu!


Yoochun llegó como si nada directo hacía él, agitado y cansado al parecer, con una mano sobre su pecho y tratando de darse un poco de aire ante el calor que seguramente correr de aquella manera le había provocado.


Sonrió, con esos labios finos y esos ojos que parecían atravesarlo, pero Junsu se quedó estático, recordando a la perfección su incorrecta y vergonzosa confesión de la noche anterior a través del celular.


—¿Qué haces aquí?


—Llamé a tu agencia, pero me dijeron que habías salido con un grupo— La voz de Yoochun todavía era extraña —Tuve que ir a rogarle a una de tus compañeras para que me dijera dónde estabas.


Junsu miró a su grupo de turistas y reaccionó, no debía entretenerse con Yoochun, hoy menos que nunca.


—Lo siento, Yoochun. Hablamos otro día.
—Espera…


Las manos de Yoochun apresaron su brazo, no parecía muy dispuesto a dejarlo ir.


—Es mi primer grupo— Admitió con un hilo de voz —Es la primera vez que estoy solo como guía de un grupo, y es muy importante para mí, por favor. Hablamos después.


Si era miedo o no, Yoochun no lo pudo identificar. Junsu solo se alejó y soltó como si nada, reuniendo al grupo a su cargo hablándoles al parecer sobre llevarlos hacía otro lugar a comer, y Yoochun bufó desesperado.


Mordió su labio inferior y sonrió cuando vio a la mujer con su altoparlante móvil entre las manos, guiando a un grupo de estudiantes y con su voz escuchándose por todo lo alto.


—Señorita, disculpe— Trató de verse todo lo decente que pudo, la mujer se detuvo mirándolo sorprendida.
—¿Si?


—¿Me podría prestar su altoparlante?
—¿Cómo?
—Prometo devolvérselo en menos de diez minutos, sino se va a ir.


—¿Qué? ¿De qué habla?— La mujer empezaba a fruncir el ceño y Yoochun decidió sonreír amable.
—Es que necesito pedirle una cita, pero no quiere escucharme, si él se va…


—¿Él?— De pronto la mujer parecía curiosa —¿Quiere pedirle una cita a un chico?


Yoochun sonrió nervioso entonces.


—Bueno…


—Muy bien, chicos— La mujer llamó la atención de los estudiantes quienes volvieron a mirarla y dejaron de conversar —Vayan a comer algo rápido en el patio de comidas y nos vemos aquí en treinta minutos.


Los estudiantes gritaron emocionados, separándose en grupos de inmediato, la mujer giró hacía él y sonrió —Son muy jóvenes para presenciar este tipo de cosas— Le guiñó un ojo y le extendió el altoparlante. Yoochun solo sonrió y asintió levemente antes de salir corriendo hacia las pequeñas escaleras a unos metros de donde se encontraba Junsu.


Estaba hablando con su grupo, concentrado en lo que hacía, pero cuando habló su voz no retumbó como esperaba y el grupo ya se empezaba a jalar.


—¡Es con el botón azul!


La maestra gritó desde abajo, señalándole el lugar exacto y él ni siquiera sabía en qué momento había ido corriendo tras él, pero solo sacudió su cabeza y volvió a intentarlo.


—¡JUNSU!— De acuerdo, sonó más fuerte de lo esperado, pero no quiso preocuparse por nivelarle el volumen, porque Kim giró directo hacía él, con su cara impávida y el resto de su grupo mirando en la misma dirección —No me dejaste otra opción, si sigues huyendo así de mí, ¿cómo esperas que te pida una cita decentemente?


El rostro de Junsu se coloreó casi de inmediato. Era como si todos siguieran la mirada de Yoochun directo hasta él, sintió todas esas miradas y las palmeadas suaves de sus turistas sobre la espalda animándolo a caminar hacia adelante, aunque él hace mucho hubiera dejado de oír y sentir.


Sin embargo Yoochun dio los pasos que hacían falta, con el altoparlante entre las manos y una estupenda sonrisa en los labios.


—Entonces, ¿qué dices?— Era una bendición escuchar la voz de Yoochun en un sonido normal sin ese altoparlante que incluso hizo su corazón detenerse por un segundo —¿Aceptas?


Pero Junsu exhaló con fuerza y sonrió.


—Idiota— Masculló —Claro que sí.


Yoochun sonrió un poco más —Perfecto, en el restaurante al que íbamos a ir la noche anterior. Ocho en punto.


Junsu asintió —Debo volver a mi trabajo, nos vemos— Alzó un poco su mano, porque despedirse de otra forma era extraño, sintió las miradas y las sonrisas, los bufidos por el poco contacto y sus pasos se dirigieron hacía el grupo que de pronto lo abarrotaban de preguntas personales que lo hacían avergonzarse cada vez más.


¡Maldito Yoochun!


—Muchísimas gracias— Le sonrió a la mujer, que volvió a tomar el altoparlante con una sonrisa, asintiendo repetidamente —Fue de mucha ayuda.
—Lo sé. Creo que hoy de verdad hice algo bueno.


Yoochun solo sonrió y asintió una vez más, antes de empezar a caminar en dirección contraria y respirar hondo, su pecho se infló y sintió un pequeño cosquilleo en su interior, como si el viento empezara a mover sus cabellos otra vez, como si lo sumergiera en esa paz asombrosa de nueva cuenta.




—Su café— Habló el muchacho dejando la taza sobre la mesa —Si desea algo más solamente me llama.


Jaejoong se inclinó educadamente, con la bandeja contra su pecho y la sonrisa amable en su rostro, Heechul solamente lo miró y agarró la taza de café entre sus manos. Esa inestable sensación en su pecho otra vez.


Kim entonces se alejó sin problemas y los pensamientos de Heechul daban vueltas en su cabeza una y otra vez, el sabor amargo del café sin una pizca de azúcar resbalaba por su lengua y atravesaba más allá de sus sentidos, sus emociones.


Cayó al mar.


Las palabras de Leesang todavía lo atormentaban, todavía no comprendía, y no importaba cuantos días fuera hasta ese restaurante sin elegancia, Jaejoong seguía con la misma mirada vacía del primer día, pero con esos gestos de amabilidad que únicamente le provocaban nauseas.


Finalmente la puerta se abrió y la mirada insegura de Sungmin se abrió paso en el lugar hasta que lo identificó, caminó rápidamente, quitándose el grueso abrigo negro que había llevado, sus ojos un poco confundidos todavía.


—¿Por qué me has citado en un lugar así?


Sonaba claramente a reproche, pero Heechul solo alzó un poco su mano y habló —Espera un momento y verás.
—Buenas tardes, ¿desea algo más?


Los ojos de Sungmin se abrieron de par en par ante la llegada de Jaejoong, pero Heechul solo hablo parco otra vez.


—Una porción de mandú, por favor.
—De acuerdo ¿algo de beber?
—Agua está bien.


Jaejoong asintió, anotando en la pequeña libreta y mirando extrañado la manera en que el muchacho de rostro fino lo miraba, casi con la boca abierta y luego regresando al mayor que aún bebía café.


—¿Qué está pasando aquí?— Sungmin habló bajito, mirando de un lado a otro —¿Qué hace alguien como él en un lugar como este? ¿No se supone que la pobreza le da urticaria? Además, ¿por qué actuó como si no nos reconociera?— La mueca de Sungmin fue evidente, pero Heechul solo sonrió.


—Eso, ni siquiera es lo peor.
—¿De qué hablas?
—Leesang cree que está muerto.


Nuevamente los ojos de Sungmin se abrieron de par en par.


—¿Se está escondiendo?— Esta vez la voz de Sungmin se alzó un poco más —¿Está estúpido? ¿Por qué no se esconde en un lugar alejado o algo así? Si Leesang lo descubre, lo mata.
—¿No te das cuenta? Ni siquiera nos reconoce.


Heechul se acercó un poco más y Sungmin parpadeó desconcertado.


—No creo estar entendiendo.


—Hay dos posibilidades: O este sujeto es el hermano gemelo perdido de Jaejoong o algo muy malo le paso, porque nadie es tan idiota como para no salir huyendo si sabe que soy lo más cercano a Leesang que tiene.


—Pero si está fingiendo su muerte…
—Es como si ni siquiera supiera quien es él.


Sungmin frunció el ceño, cortando la conversación en cuanto Jaejoong con el plato y la botella de agua sobre la mesa en medio de los dos.


—¿Cómo te llamas?— Heechul fue directo y Kim parpadeó un par de veces antes de contestar.
—Mi nombre es Jaejoong. ¿Desean algo más?


—No. Gracias.
—Con permiso.


Sungmin se cruzó de brazos de repente y parecía pensar bastante —Dijo su nombre sin problemas, ni siquiera se molestó en ocultarlo o inventar algo. Está burlándose de nosotros Heechul, claro que es el mismo Jaejoong.


Pero Heechul solo negó suavemente —No lo es— Mordió su labio y se hundió en su asiento —No es de ninguna manera el Jaejoong que tú y yo conocemos. Es como si fuera alguien más.
—¿Amnesia?


Heechul de pronto alzó la mirada.


—¿Qué dijiste?
—Alguna vez vi algo así, pierden por completo la memoria, no saben ni cómo se llaman en los casos más severos, pero son casos muy extraños y severos.


—Pero ¿cómo sabe su nombre?
—La policía lo debe haber encontrado, o a lo mejor cargaba sus documentos consigo cuando despertó. Dijiste que Leesang lo cree muerto, ¿cómo llegaron a esa conclusión?


—No lo sé. Solo me dijo que lo envió en una misión importante y todo salió mal.
—Quizá no murió Heechul— Sungmin miró de soslayo a Jaejoong —Tal vez solo salió bastante herido de ahí.




Cuando Minho llegaba, Changmin solía ponerse a escuchar música a un volumen bastante alto, su humor mejoraba bastante e incluso andaba de un lugar a otro en la casa, ojeaba los cd del menor y se detenía a escucharlos, descubría un mundo nuevo y esos pequeños gestos hacían a Minho sonreír.


—En verdad te gusta la música.
—Eso parece— Decía Changmin con una sonrisa en la boca —Aunque no sé ni cuál es el tipo de música que me gusta en verdad.


—Pues evidentemente algo entre el rock y todas sus versiones.


Changmin sonrió y Minho se sentó a ojear la revista en sus manos, esa donde el artículo sobre el tras cámara de una película había llamado su atención. Le había apetecido ver esa película hace mucho, aunque aún no hubiera tenido el tiempo de ir a verla.


Shim llegó junto a él luego de poner el cd que sonó a todo volumen. Los ritmos marcados por la batería y el bajo distrajeron a Minho lo suficiente como para que Changmin asomara un poco su cabeza y le quitara la revista de las manos.


De repente los ojos de Changmin se habían posado inevitables sobre una esquina de la hoja, su rostro serio y su entrecejo arrugado había puesto en alerta a Choi —¿Changmin que pasa?— Pero él solo lo ignoró, su expresión cada vez más grave y sus dedos tocando la mediana imagen donde un pequeño grupo se abrazaba y sonreía divertido.


—Él…— Habló de repente señalando al sujeto de cabello largo y lentes de marco de negro —¿Quién es él?— Alzó la revista para que los ojos de Minho la observaran pero Choi solo alejó un poco la cara y frunció el ceño.


—No lo sé, no parece ser un actor porque no aparece en la película creo… Debe ser el director o algo así.
—Sí, pero ¿cómo se llama?


—Aquí debe estar— Minho bajó la revista lo suficiente como para que ambos la pudieran ver. Y los nombres de los involucrados en la fotografía se encontraba en una esquina de la página, numerada de acuerdo al orden de las demás —Si, es el director: Micky Yoochun.


Changmin abrió sus ojos de par en par, corriendo directo hacía su habitación ante la estupefacta mirada de Minho que lo siguió lo más rápido que pudo, Changmin revolvía entre sus cajones, parecía desesperado de repente.


—¡Mi collar!— Gritó —¡¿Dónde está mi collar?!
—No lo sé…— Habló preocupado, jamás lo había visto así —Tú te encargaste de guardarlo.


—Maldición— Changmin siguió con su destructiva búsqueda, lanzaba cosas por todas partes, y finalmente, entre las toallas arrumadas en su clóset lo encontró, cuidadosamente guardado ahí —Aquí está— Y lo giró directo hacía la inscripción —Park Yoochun…


Releyó con anhelo, con una sonrisa en sus labios mientras acariciaba su nombre y él del desconocido en el mismo lugar.


—Es él…
—Pero— Minho estaba inmóvil —Su apellido no es…
—¡Dudo que su apellido real sea Micky!


Minho no dijo nada más, se dejó caer en la cama de repente y Changmin se obligó a calmarse cuando eso sucedió —¿Minho estás bien?
—¿Qué?


Pero en ese momento cuando alzó la mirada solo pudo ver el collar que Changmin tan fuertemente apretaba entre sus manos. ¿Era él?
¿En verdad su mundo se podía reducir a solo él?




—Trata de calmarte— Habló Sungmin, conduciendo lentamente por las calles ya oscuras de Seúl, su mirada seria y sus manos firmemente puestas sobre el volante —Él ni siquiera merece que le de tantas vueltas al asunto. Si está fingiendo o no es su problema, tarde o temprano Leesang lo va a encontrar y entonces en verdad la va a pasar mal.


Heechul ni siquiera se molestó en asentir, solo continúo con su mirada en la calle, en las luces de la ciudad que ya estaban encendidas, su estómago rugiendo de repente, recriminándole por no haber probado comida en el restaurante.


—Sungmin— Lo llamó con voz parsimoniosa —Arrímate a esta vereda.
—¿Qué? ¿Estás seguro?


—Sí, estoy cerca del departamento, me puedo ir caminando.
—Pero…
—Voy a estar bien— Sonrió —Quiero comer algo y caminar un rato.


Sungmin se estacionó con cuidado y lo miró con algo de preocupación. Heechul apenas levantó un poco su mano al salir del auto, ajustó el abrigo a su cuerpo y caminó despacio.


¿Esta era la forma que tenía la vida para burlarse de él?


Jaejoong que solo había deseado poder tener sus privilegios y quitarle su lugar, mientras él solo deseaba huir de esa cárcel, ahora Jaejoong tenía la oportunidad de ser libre, y ni siquiera parecía ser consciente de ello.


Heechul odió su vida una vez más, sus ganas descontroladas en la juventud por el poder y el dinero, eso que lo arrastró a los brazos de Leesang y que ahora lo mantenía esclavizado a él.


Identificó la carretilla de hotdog y sonrió. El lugar donde conoció a Siwon, si pudiera enamorarse de él tan intensamente como para salir huyendo sin importarle Leesang, morir en el intento de esa ansiada libertad abrigada por el amor, de pronto era un futuro aceptable para él.


Pero la vida pareció compadecerse de él, porque Siwon estaba ahí, sentado en uno de los pequeños asientos, con un hotdog entre las manos y su abrigo cubriéndolo del frío, dio los pasos necesarios entonces, justo hasta quedar frente a él, y esos ojos oscuros y pardos lo miraron al fin.


Fueron cortos silencios antes de que Siwon le cediera una sonrisa y se moviera un poco para cederle un pequeño espacio a su lado —Es mi segundo hotdog— Confesó repentinamente, sin que Heechul se atreviera a sentarse a todavía —Algo me decía que ibas a venir.


Si huía. No iba a desear la libertad con tanta desesperación como cuando está cerca de Siwon, sin embargo Choi solo fingió buscar la salsa de tomate ocultando su rostro nervioso de él.


Suspiró inseguro. Y cuando se sentó a su lado, fue como marcar una pequeña sentencia de muerte, que la sonrisa de Siwon parecía amortiguar.


—¿Quieres uno?— Ofreció —Yo invitó.
—Está bien.


Puede que Siwon no lo sepa. Pensó. Pero en ese instante, en ese pequeño momento, Heechul decidió que si la vida era injusta con él, entonces iba a despreocuparse de ella y obtener eso que le había sido negado por tanto tiempo.


Quería una sonrisa así en su vida, y como un niño pequeño y caprichoso, se olvidó de las consecuencias, pensando en él y solo en él. Porque si Siwon sonreía junto a él, si le hablaba de cosas simples y lo miraba a ratos, Heechul sentía que tal vez, así como con Jaejoong, la vida estaba dándole momentos pequeños y volubles de felicidad, antes del atroz final que parecía destinado para los dos.



1 Comentarios:

  1. Anónimo7/01/2015

    esto realmente apesta no avanza nunca, cada 8 meses o mas hay un capitulo nuevo de ser así no va a terminar en esta vida

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o más bien... deja tus pensamientos pervertidos grabados en esta entrada XD