Titulo: 10000 words
Autora: Rose
Pareja: JaeMin
Género: Slash, Lime
Extensión: Oneshot
Advertencia: Violación, incesto.
Advertencia: Violación, incesto.
Viento.
El fuerte golpe del helado viento traspasando
mis pulmones se sentía como gruesas agujas atravesando mi garganta, quemando progresivamente
el interior de mi tráquea, dejándome sin aliento.
Corría en medio de un abultado
tumulto de gente, contrario a todo. Estaba desprotegido y abandonado en medio de
una carrera angustiosa de la cual no me esperaba más que desasosiego y yo lo
sabía. Sin embargo, allí estaba, batallando con el horrible clima, las
personas, el tránsito, todo por estar a su lado. Era lo menos que podía hacer.
Aunque eso significara que el
pequeño y creciente dolor en mi pecho se
hiciese mas agudo.
Una pequeña herida ponzoñosa y
molesta que me hacia devolver el corazón, lo hacía desaparecer en medio de un agujero negro donde
un sentimiento extraño brillaba en un resplandor cegador. Conforme pasaba, mi
corazón se contraía un poco y la herida se hacía más profunda.
No lo entendía, o no quería
entenderlo… mi mente no me dejaba indagar mas allá.
El largo viaje en tren me recordó
lo desesperante que es salir sin auto aunque llegar a aquel lugar en uno ya era
demasiado complicado. Cuando finalmente crucé la estación, corrí de nuevo
completamente asfixiado pues el estupor se sentía con mucha mas fuerza en esa
zona de la ciudad. Finalmente llegué al lugar que estaba batallando por
encontrar desde hace más de tres horas, empujé la puerta entrando intempestivamente,
la cerradura cedió y la madera vieja estalló en pequeños trozos cuando se
encontró con la fuerza de mi azote, impaciente por encontrar a quien había
estado buscando.
En aquel espacio solo reinaba la
oscuridad y una palpable sensación de angustia, no sabía lo que me esperaba. Todas
mis defensas caían al piso quebrándose en diez mil pedazos, me sentía sucio a
pesar de que en estas situaciones yo me volvía insensible y me desviaba de la
realidad, pensando solo en mí mismo.
Me había involucrado demasiado, más
de lo que debía, y estaba pagando las consecuencias por ello. Mi cuerpo se
movía de un lado a otro sin rumbo, a ciegas, no sabiendo a donde llegar o por
donde empezar una nueva búsqueda.
Un sollozo torturado y ahogado
despejó el silencio que solo mis pasos interrumpían, mis ojos bailaron en medio
de surcos oscuros hasta la pequeña línea de luz que se colaba por la rendija de
una puerta semiabierta de donde provenía aquel sonido. Mis pies se movieron con
cuidado, temblorosos, como si mi motricidad se hiciera mas lenta, como si mis
sentidos me advirtieran que este era el momento de salir corriendo, de ser
cobarde, de salir bien librado y no más envuelto de lo que ya estaba.
Mis pasos me llevaron hasta donde él
se encontraba, en una esquina, sobre lo que parecía ser un improvisado intento
de mueble, acurrucado con su cabeza hundida en las rodillas que permanecían
pegadas a su pecho, tembloroso y emitiendo sollozos lastimeros y bajos. Estaba
vestido pero el estado de su ropa desgarrada y sucia me dejaba saber que no lo
estuvo todo el tiempo.
Yo quería llorar.
Me acerqué con cuidado no queriendo
asustarlo y aun así el pasar de mis suelas contra la seca y áspera madera lo
alertaron, su cuerpo dio un respingo y se abrazó con mucha mas fuerza a sus
piernas, pude ver el color de sus nudillos hacerse mas blancos contra la tela de
sus sucios pantalones. A pesar de la penumbra, la luz de la luna caía directa
sobre él por medio de la mampara rota del techo me dejaban notarlo todo.
No pude hablar. Mi voz se encontraba
atorada por las miles de agujas que había tragado con el frío afuera y por el
profundo shock de verlo en tal estado.
Su cara emergió lentamente de sus rodillas
confiado de que el sonido ya no se escuchaba, sus ojos negros estaban empapados
en lágrimas, apenas abiertos, sumado a los enormes y múltiples moretones que
hacían mella a la bonita forma que tenían. Su mirada se llenó de terror revelando
ante mí las muestras del brutal acto del que había sido victima.
No de nuevo.
—uh… —intentó hablar, su boca
estaba casi cerrada, marcas de golpes y mordeduras denotaban heridas que le
impedían emular cualquier palabra y producto de ello me quede en silencio con
el rostro pasmado en una expresión de total sorpresa.
—No, no te muevas, no hagas
esfuerzo –logré decir, mi voz se escuchaba ronca y maltratada, mi garganta
ardía, como si un trago de aceite caliente estuviera viajando por ella. Me
acerqué con cuidado y puse mis manos sobre sus hombros, él temblaba como un
animalillo asustado mirándome fijamente a los ojos. Él no podía hablar, pero
estaba dándome las gracias con sus ojos al mismo tiempo que un atisbo de
vergüenza se pintaba en ellos.
No sabía que hacer, esto estaba muy
lejos de lo que yo jamás había experimentado, no era un ser sensible por
naturaleza, era mas bien tosco y despreocupado, por ello decidí que lo mejor
era demostrarle mi apoyo en lugar de hablarle para tranquilizarlo, no había
nada mejor que hacer en ese momento y las palabras habladas no eran mi fuerte.
Lo abracé.
Sus manos se apoyaron en mi pecho y
halaron con fuerza de mi abrigo, se sintió extraño así que me acomodé a su lado
y pasé mis brazos suavemente por sus hombros haciendo leves movimientos circulares
y oscilantes con mis dedos en su espalda y cabello para que dejara de temblar.
Noté como se calmaba y su respiración se hacía mas tranquila, y por ello me
sentía tremendamente aliviado hasta que noté el líquido de color carmesí
manchando mis manos. Noté como la fuerza de su cuerpo desfallecía hasta que
finalmente se desmayó en mis brazos, entonces mis ojos se abrieron mirando sin
control de un lado a otro.
¿Por qué nunca podía hacer nada?
Estaba tan perdido y asustado que me quedé casi tendido con su cuerpo en brazos
sin saber si estaba muerto o no. Tembloroso, tomé el teléfono de mi bolsillo y
marqué algunos números. La pantalla quedó manchada con gotas de sangre mientras
el tono de llamada conectaba, no sabía si alguna palabra podía salir de mi boca
cuando escuchara la voz al otro lado de la línea.
—119 ¿Cuál es su emergencia?
—¿P-Podrían enviar una ambul-lancia?
–Mascullé temblando— a-alguien ha perdido el conocimiento… n-no sé si…
— ¿Puede decirnos donde está?
—Gangdong-gu… es u-un viejo e-edificio,
al norte en la avenida principal, habitación 302…
—Bien, ¿Qué hay de la persona herida? ¿Se encuentra respirando? ¿Se ha
percatado si tiene signos vitales?
—N-No lo sé… acaba de d-desmayarse…
por favor, envié rápido la ambulancia…
—Está en camino. No pierda la
calma, señor. Necesito saber si el paciente respira ¿Puede notar si su pecho se
mueve o escuchar el sonido de su respiración?
Escuché atónito la indicación de la
mujer al otro lado de la línea, alejé el teléfono de mi oído y active el
altavoz colocándolo a un lado de mi cuerpo y moví un poco el de él dejándolo de
regreso en el mugroso sofá. Observé su pecho pero no noté ningún movimiento, no
podía confiar en mi vista, estaba muy alterado, así que me acerqué hasta su
rostro y puse mi oído cerca de su nariz y boca pero no escuchaba ni sentía nada.
—No está respirando —casi grité al
teléfono— Señorita, él no está respirando.
•○.₰•○.₰•○.₰•○.₰•○.₰•○.
No recibía demasiadas respuestas del personal del
hospital, me habían hecho muchas preguntas, había policías alrededor de mí y me
exigieron algunas pruebas de sangre e incluso algunas de semen. Sabía porque lo
hacían, sabía lo que había pasado con él, pero no quería decirlo con mi propia
boca. Cuando los resultados de los exámenes salieron, los policías dejaron de
perseguirme con preguntas y se fueron pero yo no obtenía demasiadas respuestas.
Cansado, miré al reloj de pared que estaba frente a mis ojos en la sala de
espera, marcaban las tres de la mañana y sabía que la espera iba a ser más
larga, la puerta de la sala de cirugías donde él había ingresado hace más de
cinco horas no se movía y el movimiento del interior había disminuido así que
me puse de pie y me dirigí a la cafetería.
Una vez allí me serví un poco de café y me senté en una
de las mesas, suspiré y saqué mi teléfono del bolsillo, mis huellas dactilares
estaban impresas en la pantalla así que las limpie con la tela del abrigo
observando las llamadas y mensajes de mi editor. No tenía ganas de contestar,
me sentía abrumado por todo lo que estaba pasando y lo menos que quería era
escuchar los reclamos de mi manager por haber dejado la sala de reuniones antes
de que terminara la discusión sobre el presupuesto, no estaba interesado en
nada al respecto, sería demasiada desfachatez de mi parte en estos momentos.
Suspiré, pasando las manos por mi cara para tratar de
mantener los ojos abiertos, sorbiendo de la taza de papel la totalidad de su
contenido y echando el cuello hacia atrás por un momento.
A través de las puertas de vidrio del hospital se podía
ver el panorama de afuera, estaba nevando mucho y las plazas de parqueo así
como los autos estaban cubiertos de nieve. La imagen me transportó al día y momento
en que todo esto había comenzado. Era un escritor novato que debía empezar una
nueva historia, y él era un ser humano con una historia para mí. Todo fue
conveniencia para mí y desahogo para él, pero lo que yo creía sería buen
material para un libro terminó como una marca permanente en mi alma y el inicio
de un círculo vicioso del que prefería haber tenido tiempo de apartarme.
Pero justo ahora, yo era lo único que él tenía y eso era
lo que me importaba. No quería saber nada más.
Harto de esa sensación que necesitaba liberar, tomé la
mochila que colgaba olvidada en mi hombro, saqué mi viejo y arrugado cuaderno y
cogí una pluma que siempre llevaba en el bolsillo interno de mi abrigo y allí,
en medio del silente pasar de las enfermeras y el penetrante olor a antiséptico,
comencé a escribir.
•○.₰•○.₰•○. ₰•○.₰•○.₰•○.
Era una mañana de
noviembre muy fría y nublada, no quería sacar mi trasero de la cama, el confort
de la calidez de las sábanas templadas no se comparaba con la pesadez que
resultaría el levantarme a atender el timbre para recibir a aquella diminuta
mujer en sus treinta, que a pesar de su
apariencia, tenía una fuerza avasalladora y no dudaba en gritarme por ser tan
perezoso y no trabajar.
Mi voluntad de no
ceder duró lo que la fuerza de sus golpes y gritos a la puerta instaron para
desligarme de mi comodidad y tocar el frío del piso con mis pies para ir a la
puerta a abrirle.
— ¡¿Qué?! –Grité
de mala gana al verla en el umbral, olvidando los años de crianza que me
enseñaron a respetar a los mayores, simplemente me tenia cansado. Ella se
encontraba con el puño arriba, dispuesta a dar otro golpe a la superficie de
madera.
— ¡Son las 2 de
la tarde! –gritó, empujándome a un lado para así poder pasar. Miró de un lado a
otro y corrió entre mi habitación y el
estudio buscando algo, hasta que halló mi laptop en el mueble de la sala y
rápidamente se sentó en la mesa y la encendió. Era normal para ella tomar las
cosas sin mi permiso, se creía dueña de todo lo mío y sinceramente no me
importaba demasiado. Al menos no ese día, no en ese momento.
— ¡Tengo frío y
sueño! ¡No tengo trabajo! ¡Puedo dormir lo que quiera!—respondí luego de que se
quedó callada unos segundos, pensé mi respuesta muy detenidamente.
—Oh, sí que lo
tienes. Acabo de recibir luz verde en la editorial después del doble tiraje que
alcanzamos con tu anterior libro –Expresó sonriente, tecleando anímicamente— Sin
que lo supieras la editorial hizo una encuesta entre tus lectores, muchos de
ellos te seguían desde que escribías historias cortas en tu blog y desean que
vuelvas a ese tipo de escritura. ‘Pain for Myself’ fue excelente y no te
ofendas pero quieren algo un poco más personal y real, y eso haremos para el
próximo lanzamiento.
—Las historias de
mi blog eran fantasía justo como mi libro –espeté desganado tirándome en el
sofá pues aun tenía demasiado sueño, la noticia no me había alegrado y, aunque
estaba feliz de tener un trabajo decente y una editorial que velara por mí en
el inestable futuro, el estrés de pasar de un total anónimo a un escritor
reconocido estaba comenzando a pesarme—
—Tus historias
inéditas tenían más sentimiento, eran más… crudas.
—Claro que lo
eran, escribía lo que me daba la gana como me daba la gana.
—Quizás fue
nuestra culpa por frenarte tanto con tu libro pero tienes que aceptar que escribiste
algunas escenas que…
Levanté mi rostro
por encima del sofá y la miré con recelo, no hay nada que odiase más que
cortaran mis escenas y dijeran que eran demasiado inhumanas, pero era mi primer
libro y debía hacerlo de esa forma para que la editorial aceptara publicarlo y
aun hoy seguía pensando que se habría vendido más si tan solo hubiesen impreso
el manuscrito exacto. Si ella no hubiese robado mis archivos cuando amenacé con
publicarlos gratuitamente en la web luego de leer el libro por mí mismo, mis
lectores habrían obtenido lo que querían.
Los editores eran
un dolor en el culo.
—Pero bueno, sal
un poco, toma aire e inspírate. Desde hoy vendré a levantarte todos los días y
quiero que empieces a escribir ese libro en el acto, tienes que presentarme un
guion la próxima semana.
Gruñí un poco
antes de tomar uno de los almohadones que descansaban sobre el sofá y acunarme
con él, por la ventana podía ver los copos de nieve bajando del cielo, hacía
frío y lo que menos quería hoy era pensar en algo distinto a dormir.
Ella se levantó
de la mesa y me empujó por la espalda haciéndome rodar por el piso y haló mis
piernas arrastrándome hasta que accedí en gritos a salir a tomar un café o
cualquier cosa que me sirviera de distracción o en su medida de inspiración. Me
parecía estúpido y una pérdida de tiempo, yo no funcionaba de esa forma pero esa
enana podía conmigo, un hombre en sus veinte con más del metro noventa de
estatura.
Salí de mi
apartamento con la idea de doblar en la esquina y comprar un café en la tienda
de cupcakes de la siguiente calle como prueba para mi editora, de esa forma no
me molestaría más al respecto y luego de deshacerme de ella me sentaría a
pensar en esa nueva historia que quería. No necesitaba ningún tipo de
inspiración especial ni mucho menos haberlo vivido para darle colores a una
historia, mi vida era bastante cómoda y feliz, a diferencia de las vivencias de
los personajes de mi libro. Yo siempre absorbía cualquier historia de un
programa de variedades o las películas, incluso un pequeño artículo de un
periódico, eran suficientes para mí. Por eso estaba convencido de que nada de
esto era necesario para darle más realidad y crudeza a mi nuevo libro, solo
necesitaba observar a mi alrededor y la convertiría en algo más grande, yo era
demasiado instintivo.
Cuando llegué a
la tienda me antojé de algunos postres, vi un cartel que anunciaba un nuevo
museo que sería inaugurado al otro lado de la ciudad. El arte era una buena
inspiración, la interpretación de los trazos dejados por un artista contaban
mas historias de vida que muchos libros, por eso me encantaban las pinturas y
sabía que era una oportunidad perfecta para sacar provecho de ellas.
Cuando salí de la
tienda el viento era tan fuerte que
terminó arrastrando mi bufanda lejos de mi cuello, traté de alcanzarla pero
viajó tan alto en el aire que se quedó atorada en un farol en el extremo contrario,
no llegaría hasta ella y ya que apenas y me costo unos wons no valía la pena. Ya
casi era de noche, me ocupé comiendo y
viendo un programa forense que pasaban por la TV, un especial de muchos
capítulos muy interesantes, extraño para ser un lugar que vendía dulces, pero
mucho más cómodo que los estridentes y coloridos videos que pasaban en todos
los canales a esa hora del día. No los soportaba.
Aguantando el
aire frío que me calaba los huesos llegué hasta la estación de trenes, debí
retrasarme un poco pues el folleto que había tomado de la tienda no era muy
claro en la dirección a pesar de tener un mapa así que charlé un rato con la
dependienta hasta que supe, gracias a su explicación, que tren tomar para
llegar a esa calle.
Ingresar al vagón
de un tren era algo que no experimentaba hace años, mi editora que a veces
hacia también de manager, me llevaba a todos lados en auto y al tener un tipo
de trabajo tan sedentario pasaba la mayoría del tiempo metido en casa con la
laptop sobre mi regazo. La diminuta bruja tenía razón, necesitaba salir y
despejarme un poco.
Me senté poco
después de abordar, el tren estaba prácticamente vacío así que no tuve que
luchar para esperar por un puesto libre. Quise relajarme un rato así que saqué
el reproductor de música que había guardado en mi bolsillo antes de salir y me
concentré en la melodía, era cerca de una hora de viaje así que tendría tiempo
de escuchar varias pistas.
Me había quedado completamente
dormido cuando el movimiento fuerte del tren me despertó de sorpresa y descubrí
que me había recostado en el hombro de alguien por error, me sonrojé hasta las
orejas alejándome rápidamente y me incliné hasta el sujeto pidiéndole disculpas.
—No me fije y me
quedé dormido, lo siento –emulé pasando la mano por mi cara repetidamente para
intentar despertarme de una buena vez. Pude ver el perfil de la persona a quien
había incomodado y noté que era un estudiante, o eso parecía. Llevaba una
capucha negra y unos lentes grandes que solo me dejaban ver la punta afilada de
su nariz. El viró su rostro un poco para mirarme y entonces noté el enorme
moratón que reposaba en el borde izquierdo de su labio. Me sonrió, torciendo el
lado no herido de sus labios y agachando un poco la cabeza.
—No hay problema—
emuló en voz baja, seguidamente apretó
sus manos contra sus brazos y regresó la vista al frente, ignorándome en el
proceso.
Mi instinto se
activó entonces, sus dedos estaban cubiertos de pequeños cortes y moratones de
un color casi purpura, el lado izquierdo de su mejilla así como su cuello
tenían esas mismas marcas, él trataba de ocultarlas bajo la capucha pero el tono
tan pálido de su piel las hacía más visibles. En mi mente se agolparon muchas
preguntas al respecto sobre quien era él, su historia, el origen de esas
heridas. Mis ojos vagaron encontrando en aquel desconocido los indicios de un
personaje de mi libro, su abstracción y la forma nerviosa como apretaba sus
manos al notar la forma en como yo lo miraba, algo fuerte y profundo debía
estar escondiendo detrás de su aparente timidez.
Yo quería saber.
Los rieles del
tren hicieron un ruido espantoso y las luces del interior parpadearon un poco,
nos sacudimos hasta que todo se quedo en silencio y solo se escuchaban las
quejas de los pocos ocupantes del vagón. Todo era oscuridad, ruidos y parpadeos
de luces. Observé como mi acompañante se quitaba los lentes un momento,
seguidamente miró hacia los lados para percatarse de que todos estuviesen
ocupados de sus propios asuntos. La herida de su mejilla se extendía hasta su
ojo y era bastante grande y colorida, bajó el rostro de inmediato usando
mechones de su pelo para ocultar su mejilla justo antes de que las luces
volvieran y el tren poco a poco estuviera en movimiento una vez más.
Cuando el tren se
detuvo en la parada en la que yo debía bajar no hice esfuerzo alguno por
retirarme de mi asiento. La pintura, lo que iba a buscar en aquella galería,
estaba justo a mi lado con la cabeza gacha jugando cómodamente con algún hilo
imaginario en sus dedos.
Yo era curioso, no temía ser directo y preguntarle lo que
estaba sucediendo.
Lo seguí hasta
que se bajó en la última estación del tren, saqué mi teléfono cuando mi editora
empezó a llamarme y contesté sin mucho ánimo asegurándome de no perder de vista
el objetivo que caminaba sigilosamente delante de mí con las manos ocultas en
los bolsillos de su chaqueta.
— ¿Dónde se
supone que estas? Ya van muchas horas desde que desapareciste. Te tomaste lo de
distraerte muy enserio –Hablo alterada inmediatamente tome la llamada.
—Escribiendo mí
historia –respondí, mi pintura estaba subiendo los escalones a punto de
perderse de mi vista. Aceleré el paso.
— ¿Eh? ¿De que
hablas?
—Luego te
enterarás. Puede que mi historia sea más real de lo que tú y yo esperábamos.
Antes de escuchar
una replica más de su parte, colgué. Mientras subía los escalones solo podía
ver sus piernas así que guarde el teléfono rápidamente y corrí hasta que salí.
El mundo de la última
estación no se parecía en nada a mi acomodada vida en Myeondong. Las calles estaban atestadas de basura, el
clima se sentía más pesado y terrible, las paredes llenas con mensajes y
grafitis, algunos amables y otros
bastante intimidantes. Estaba demasiado distraído por el ambiente del lugar,
tanto como para perder de vista por completo al próximo protagonista de mi
libro.
—No… —mascullé,
adentrándome un poco más en el extraño distrito y acelerando el paso tratando
de hallarlo en medio de las estrechas callejuelas, estaba empezando a
preocuparme cuando las luces de las calles empezaron a parpadear o a perder
intensidad y todo parecía más oscuro de lo que esperaba.
¡Mierda!
Apresuré el paso mucho
mas, ya poco convencido de lo que hacía, el sonido de los botes de basura
moviéndose o los perros corriendo libres por la calle persiguiendo gatos me
alertó y completamente preocupado de donde me había metido gire mis talones
hacia el otro lado dispuesto a regresar a la estación, no era un buen día para
dármelas de detective.
Mientras caminaba
observé un grupo de tres hombres que venían hacia mí, eran más bajos pero
bastante corpulentos, caminaban como si
fueran los reyes del lugar. Había escuchado de este tipo de personas antes en
las noticias y el tipo bien parecido con
el abrigo de marca era al que encontraban descuartizado a la mañana siguiente,
ese era yo. Estaba asustado, no podía negarlo, ninguna de las calles parecía
segura, no sabía hacia que lugar dirigirme. Uno de los sujetos me apunto con el
dedo cuando se percató de mi presencia, ante esta acción los tres aceleraron el
paso hacia mí.
Mi esencia humana
me indicó que lo mejor en ese momento era correr así que lo hice regresando por
la calle oscura que había querido evitar hace pocos minutos.
A mi espalda
podía escuchar a los tres hombres gritarme en un marcado acento del que solo
los matones de mis novelas tenían. Gritaban que me detuviera o que estaría
muerto, estaba experimentando lo que Yeoung Ho alguna vez pasó para rescatar a
Hyeong-Ra de su novio pandillero en una de las afamadas historias en mi antiguo
blog. En esa historia, Yeoung Ho termina muerto siendo horriblemente torturado
frente a la mirada atónita de su amante y en mi caso particular yo solo
terminaría muerto.
¡Mierda! ¡Mierda!
¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!
Ya podía escuchar
mis huesos siendo rotos en pedazos por aquellos maleantes, la sangre pululando
de todos mis poros, el dolor desgarrador de mi piel siendo abierta por los
golpes, todo aquello era buen material, al menos esperaba que mi editora sacara
buen provecho de esto, escribiera algo al respecto y así honraría mi muerte.
Claro que ella prefería cortar mis escenas que escribirlas por sí misma, ese
era su trabajo después de todo.
En este momento
la odiaba, todo era su culpa, si ella no me hubiese sacado de mi sofá nada de
esto estuviera sucediendo. ¡Nada!
Justo cuando estaba
revisando mi testamento mental sentí el peso de un par de brazos en mi espalda,
seguido de un tirón fuerte y violento y me hallé a mi mismo tirado en el piso
de un mugriento callejón atestado de agua negra y olor a animales muertos.
Cerré los ojos con fuerza esperando el primer golpe contra mi rostro, esperaba
que no lo destrozaran tanto para que pudiesen reconocerme luego pero lo que me
arrojaron no fue una lluvia de puñetazos como esperaba, fueron un montón de
bolsas negras plásticas con las que fui cubierto hasta la cabeza y
repentinamente escuche el sonido de un chistar.
—Si te quedas
quieto y callado pasaran de largo –escuché un susurro muy bajo, una silueta se
movía entre los que al parecer eran botes de basura y desaparecía. Mis lentes
habían quedado debajo de mi cuerpo así que no podía ver mucho, la precaria luz
del callejón no ayudaba tampoco. Temblaba esperando el desenlace de todo y pude
escuchar el sonido de los pasos acelerados de los tres hombres, quienes, justo
como fue predicho por la silueta oscura, pasaron de largo al callejón.
Aspiré una
bocanada de aire putrefacto volviendo el alma a mi cuerpo con miedo de moverme
de la seguridad de las bolsas de basura, solo hasta que sentí la silueta
moverse, apartando algunas de las bolsas hasta alcanzar mi brazo y levantarme.
—No tienes ni
idea de donde te has metido –murmuró, pasando a limpiar un poco mi abrigo, acto
que poco ayudaba pues apestaba a rayos— ¿Quién eres? –Volvió a hablar,
apartándose un poco.
Cuando su tono se
hizo mas claro al hablarme sin murmullos pude reconocer que era la voz de mi
pintura y no pude evitar sonreír mientras me acercaba y lo abrazaba, solo para
agradecerle el haberme salvado. Esta escena sería parte de la historia sin
dudas. Él se movió y me apartó de inmediato de forma muy desesperada, me disculpe
inclinándome repetidamente porque después de todo yo era el extraño acosador aquí
y sin mediar más palabras salimos del callejón.
Mientras
caminábamos el me prometió llevarme de regreso a la estación si yo prometía no
volver a meterme en este lugar jamás.
Llegamos mucho
mas rápido de lo que esperaba, creí haber recorrido lo suficiente en mi carrera
de escape pero quizás tomamos calles que yo no había reconocido. El último tren
estaba por irse dentro de cinco minuto y antes de tomarlo me viré hacia mi
pintura y lo tomé del brazo antes de que se fuera. Él ya no se preocupaba en
ocultar los moretones de su cara en absoluto y aquello me dio la confianza para
lanzarle aquella propuesta.
—Antes de que
digas nada, soy escritor. Sé que suena extraño y quizás no me creas pero quiero
contar tu historia –dije seriamente, él me miró sorprendido—. Lo sé, tengo
instinto para estas cosas –alardeé, antes de meter la mano en el bolsillo de mi
pantalón y sacar una de mis tarjetas de negocios—. Sea por lo que quieras
desahogarte, parte de los créditos o sientes curiosidad, llámame. Te esperaré.
El tren llegó y
en ese momento pude ver la duda en sus ojos, sostuvo la tarjeta pero no la
miró, lo único que veía era mi rostro. Antes de que el tren se fuera saqué de
mi bolsa un viejo cuaderno que siempre cargaba conmigo, eran historias sueltas
que escribía en cualquier lugar, de personas a las que miraba, las últimas páginas
las había ocupado llenado con pensamientos hacia “la Pintura” mientras
aguardábamos a que el tren se detuviera en su parada, esas eran las ideas rústicas,
crudas, no pulidas, que yo siempre amaba y con las que retrataba exactamente
mis pensamientos.
—Léelo y
entenderás lo que quiero decir.
Esperaba que eso
le ayudase a confiar en mí y antes de escuchar cualquier réplica de su parte abordé
el tren observando como su mirada ahora estaba perdida en la portada del
cuaderno.
Aquel era mi
tesoro, el entregárselo era una prueba de mi absoluta confianza. Yo confiaba en
él y en mi instinto, por extraño que parezca.
Cuando regresé a
casa noté que Hana, mi editora, me esperaba en la sala con los brazos cruzados
moviendo la pierna nerviosamente. Al verme entrar, sucio y emanando una peste
de cuchitril me bombardeó con preguntas sobre lo que había pasado. No quise
responder nada, no quería arruinarme el día que terminó siendo tan entretenido
y emocionante para mí.
Pasaron varias
semanas y yo seguía aguardando pacientemente a que mi pintura me llamara; no
tenía un nombre para él, así que aquel terminó siendo su apodo. Mientras
esperaba que eso sucediera, fingía escribir cualquier cosa cuando Hana llegaba
a levantarme como había prometido, estaba colérica luego de aquella noche y me
prohibió salir a cualquier lugar a aventurarme solo. Le conté que me había
metido en un problema por culpa de mi curiosidad, eso era cierto, pero omití
muchos de los detalles de mi historia para que no indagara más. La mujer era
persistente y si yo le decía que ese chico que conocí en el tren era mi
inspiración, lo buscaría y lo obligaría a decirme todo con tal de sacar una
buena historia.
Cuando dos meses
se cumplieron comencé a sospechar de que esto no funcionaria, me hice a la idea
de que mis manuscritos desaparecieron y en el transcurso de ese tiempo había
escrito otro que era buen material, no el mejor pero si lo suficientemente
bueno como para que Hana me dejaré en paz los próximos meses cuando lo leyera,
luego de rechazar la entrega del guión hasta ahora.
—Buenos días,
Changmin –escuché su voz y la entrada de la luz clara y resplandeciente del día—.
Hora de entregarme el guión de una buena vez. El director de la editorial me
está apretando las tuercas –su tono era mucho más profundo, lo que significaba
que estaba molesta. Me palmeó el trasero con fuerza un par de veces lo que me
obligó a levantarme, caminé hasta la cocina y tomé del refrigerador un botellón
de agua mientras la enana tirana comenzaba a parlotear sobre lo inepto que era,
solo escuchaba algunas de las cosas que decía.
—… Además de eso,
deberías contestar las cartas que te envían tus lectores, ellos te dan de comer
así que has el esfuerzo –puras tonterías, si les contestara cada pregunta
acerca de mis historias entonces todo perdería su magia—. Deberías cortarte el
cabello, tendremos una rueda de prensa luego de que aprueben tu guión –me gusta
mi pelo largo, es cómodo y me abriga cuando hace frío— y hace varios días algún
acosador está llamándote diciendo algo de regresarte un cuaderno de
manuscritos, le prometí un autógrafo y hasta un pase en la rueda de prensa para
que dejará de llamar pero insistía en quererlo entregar personalmente ¿puedes
creerlo?
No le preste
demasiada atención a la última afirmación hasta que por casualidad observé mi
nuevo cuaderno de manuscritos sobre la mesa y escupí el contenido del botellón
tirándolo al piso mientras me acercaba a Hana tomándola por los hombros con
violencia.
— ¡¿Cuándo fue la
última vez que llamo?! –Grité afanado, ella me miró asustada— ¡¿Cuándo, mujer?!
—Apenas a-ayer… —murmuró—
P-Pero que tiene de importante… es solo…
Sin dar mas
tiempos a esperas tome el teléfono de la sala y comencé a buscar los últimos
registros de llamadas. Entre las muchas llamadas de la editorial estaban
algunos números desconocidos los cuales marqué pero ninguno de ellos era quien
buscaba, la mayoría eran voces femeninas que gritaban a mi oído al reconocer mi
voz por alguna razón. Finalmente una voz masculina emergió al tercer intento.
— ¿Hola?
— ¡Si eres tu el
chico que me salvo de una golpiza segura y me dejó oliendo a mierda por la
basura que me echó encima y además tiene mi cuaderno de manuscritos di sí!
–hablé rápidamente, hubo silencio al otro lado de la línea.
—Soy yo… —fue su
respuesta.
— ¡Lo sabía!
¡Sabía que accederías!
—N-No estoy
accediendo a nada, solo quiero devolverte tu cuaderno. Lo leí todo y entonces… —respondió,
podía sentir la duda en su voz.
— ¿Y entonces?
–pregunté impaciente.
—No lo sé
–respondió en un suspiro—. Dame tu dirección, te enviaré tu cuaderno.
—Te daré la
dirección pero vendrás aquí –exigí.
— ¡No! –Respondió
de inmediato.
—Si no vienes
aquí entonces iré a buscarte donde pueden tratar de asesinarme como esa vez —amenacé.
Escuché otro suspiro frustrado de su parte.
—Prometiste que
no volverías.
—No perderás
nada, ¿lo entiendes? Juro que haré las cosas a tu manera, de lo contrario no te
daré mi dirección.
—Podría vender
tus manuscritos por internet. Eres famoso.
—Lo sé, pero
confió en ti.
Mi afirmación lo
dejó mudo por un momento.
— ¿Por qué
confías en mi?
— Porque tengo
buen instinto, y quiero escuchar lo que tienes que decir.
No hubo respuesta
al otro lado del teléfono por un largo rato así que supuse que había colgado
pero escuché una respiración intranquila y aún con mis reservas le di mi
dirección repitiéndola varias veces y asegurándole al final que confiaba en que
vendría.
Hana me observaba
desde el otro lado de la sala con los brazos cruzados y una expresión de
desaprobación pintada en su rostro pero yo sabía lo que hacía. Amablemente me deshice de ella y esperé en la
sala una llamada al teléfono o el timbre de la puerta, cualquiera de las dos.
Cerca de la media
noche el timbre de la puerta sonó finalmente, corrí hasta ella y la abrí en el
acto y afortunadamente era quien esperaba, sonreí con una obvia mueca de
satisfacción en mi rostro y él agacho su rostro tendiéndome el cuaderno que
hace mucho no veía. No lo tomé, me hice a un lado indicándole que ingresara y
él lo hizo a pesar de parecer muy prevenido al respecto. Le indiqué donde
sentarse y nos quedamos en silencio un rato hasta que el volvió a tenderme el
cuaderno y finalmente acepté tomarlo.
—Estaba
sorprendido—repentinamente comenzó a hablarme, di un respingo al notarlo—
Fueron unos pocos minutos y muy pocas líneas pero parecía como si supieras
mucho de mí –sonrió nervioso tocando las punta de su pelo con los dedos— Era
demasiado difícil de creer…
—Solo son
impresiones —respondí acomodándome en mi asiento. No esperaba que hablara tan
rápido pero la expresión solitaria de su rostro me indicaba que no era que él
no quisiese hablar, más bien era que no tenía a nadie que le escuchase.
—El resto de tus
historias… eran como un consuelo. Tus personajes siempre viven historias
tristes y desagradables y aunque no siempre encuentren un final feliz, siempre cambian la vida de alguna persona, en
la historia o fuera de ella…
— ¿Eso te
identifica?
El movió su
cabeza en negativa.
—Ellos son
personajes heroicos a su manera, yo no soy así ¿en verdad quieres ese tipo de
persona para tus historias?
—Yo juzgaré eso
–sonreí— ¿Puedo empezar por conocer tu nombre?
—Quiero saber el
tuyo antes. Aquí está tu pseudónimo ¿cierto? No quiero hablar con alguien a
quien no conozco.
—Así es. Me llamo
Changmin… Shim Changmin. ¿Tu?
Él largó un
suspiro y sonrió nuevamente. Aquella parecía la manera de despejar su
incomodidad pues lo hacía demasiado frecuente y de forma muy similar todas
ellas, apenas y levantando su labio.
—Soy Jaejoong…
solo Jaejoong
— ¿Quieres algo
de beber? ¿Un té? ¿Cerveza? ¿Soju?
Una ligera
sonrisa opacada se dibujó en su rostro. Nuevamente.
—Supongo que el
soju ayudará, es una larga historia, bastante deprimente y podrías aburrirte.
Sonreí
abiertamente mientras me ponía de pie y tomaba la botella color esmeralda del
refrigerador, tomé de inmediato dos vasos de vidrio de la alacena y me senté de
regreso en la mesa tendiéndole el vaso y dejando que se sirviera por sí mismo,
él lo hizo pegándose directamente a la boca de la botella y tragando un gran
sorbo del líquido. Acto que me dejó perplejo.
—Eres la primera
y última persona a la que le diré esto.
Sus lágrimas comenzaron
a salir antes de que la siguiente palabra fuese pronunciada.
•○.₰•○.₰•○. ₰•○.₰•○.₰•○.
Me detuve en mi escritura un momento al notar el toque
sobre mi hombro, me alerté de inmediato, cerrando el cuaderno y levantando la
vista para notar que era Hana, quien luego se sentó a mi lado palmeándome
ligeramente la espalda. Le sonreí desganado apretando entre mis manos el
cuaderno.
— ¿Qué… han dicho los médicos? –indago preocupada.
Me quedé en silencio recorriendo las ultimas dos horas de
mi estadía en aquel hospital y no encontraba mas que evasivas y cortos “estamos
haciendo lo posible” de enfermeras y doctores. En resumidas cuentas, no sabía
nada.
—No lo sé, no me han dicho nada desde que estoy aquí.
Hana suspiró, apretando con mucha mas fuerza mi hombro y
limpiando con el dorso de su mano una lágrima que bajaba por su mejilla
rápidamente, su labio tembló y aquello causó en mí una leve impresión, ella era
una persona fuerte y rara vez mostraba sus verdaderos sentimientos.
—El se veía tan feliz, ¿Por qué nunca me lo dijiste?
–Sollozó, golpeando mi hombro un poco— Ese pequeño idiota, siempre me molestaba
que estuviese tan feliz por todo, no sabía… n-no alcancé a imaginar….
Detuve su mano que arremetía contra mí una y otra vez con
más ímpetu cada vez, la miré a los ojos, ella ahogó un último sollozo y detuvo
sus palabras y golpes, abrazándome por la espalda con fuerza, con mucha fuerza.
—Todo estará bien, el se levantará de nuevo y podrá
sonreír, esta vez con sinceridad.
No quise dar respuesta a sus palabras y tampoco pude hacerlo, pude escuchar a
través del altavoz del hospital mi nombre algunas veces y me levanté de
inmediato pasando de Hana y subiendo rápidamente por las escaleras, no quería
esperar la llegada del ascensor, tenía que llegar a la sala de cuidados
intensivos de inmediato.
•○.₰•○.₰•○.₰•○. Jaejoong POV
₰•○.₰•○.₰•○.
Los recuerdos de
mi infancia estaban enterrados en las sórdidas calles de uno de los barrios más
deprimidos de Chungnam de donde recordaba pocas cosas, pocas personas, jamás
una relación cercana con nadie además de mi madre. Ella era una mujer sumisa y
humilde, vivíamos en una pequeña casa de campo a las afueras del pueblo donde
era ama de casa, su día día transcurría haciendo labores y ayudándome con mis tareas
y, algunas otras veces, llorando en silencio donde creía que yo no podía verla.
Estaba
acostumbrado a sus lágrimas, a sus quejidos, a sus gritos de dolor, no había
día en que no me acostase o me levantase escuchándolos. Pero ella era una mujer
buena, desafortunada y desdichada que hasta entonces no había hecho nada contra
mí y por sobre todo era lo único que tenía.
Yo no tenía
hermanos, no conocía a nadie además de mi madre y aquel hombre que venía cada
noche a hacerla llorar. Ella siempre me encerraba en el baño o en mi cuarto y
me pedía que no importa cuan fuerte ella gritase, jamás saliera de ahí.
Ese hombre era mi
padre, y él jamás me había visto o sabía de mi existencia.
Antes de que mi
madre se enterara de su embarazo, él se marchó por mucho tiempo, mucho, hasta
que yo cumplí aproximadamente cuatro años.
Cuando regresó yo
no estaba en casa, al llegar y escuchar los gritos y alaridos de ella me asusté
y corrí hasta su habitación. Lo que vi jamás se borrará de mi mente.
Ella lloraba
demasiado fuerte, su cuerpo estaba lleno de cortes, marcas de mordidas,
quemaduras, golpes en su rostro, sus manos estaban atadas y levantadas y un
hombre estaba encima de su cuerpo gruñendo guturalmente mientras se movía
contra ella. Quería gritar y pedir ayuda, pero ella se adelantó a mi acción, advirtiéndome
que no lo hiciera. Antes de que ese sujeto volteara a verme salí corriendo de
casa y me escondí en el patio trasero cerca de unas cajas vacías.
Él salió al
amanecer en su auto y rápidamente entré a la casa, me acerqué hasta mi madre y
desaté sus muñecas. Ella estaba tendida y desnuda, casi muerta, apenas y
mantenía sus ojos abiertos, su rostro estaba lleno de sangre al igual que el
resto de su cuerpo.
Yo era un niño
pequeño pero sabía lo que tenía que
hacer. Me acerqué al baño y tomé varias toallas, mojé alguna de ellas y luego
llegué hasta mi madre para limpiar sus heridas, luego coloqué antisépticos y
con un pomo apliqué el líquido sobre los cortes y mordidas, busqué gasa en los
cajones y al no encontrarla rasgué mi camiseta y cubrí los cortes mas profundos
de sus brazos. Todo en silencio, demasiado silencio, pues en la oscuridad de la
noche, oculto en esas cajas había llorado hasta quedarme sin voz.
Prometí que al
regresar, cuando ese hombre se hubiese marchado, entraría a casa, curaría a mi
madre y le diría lo mucho que la amaba. Prometí no volver a llorar bajo ninguna
circunstancia.
Doce años
transcurrieron desde entonces, estaba acostumbrado a ver su auto parqueado en
el jardín de mi casa y calculaba el tiempo en el que generalmente venía a
verla, el tiempo suficiente en que sus heridas se hubiesen curado y pudiera
abrirlas de nuevo. Cuando lo veía,
entraba por la puerta trasera, me escurría en silencio hasta llegar a mi habitación
escondiéndome en mi baño hasta dormirme cuando, cansado de los gritos y
quejidos, podía conciliar un sueño poco reparador pero lo suficiente como para
que al amanecer pudiese entrar a curar las heridas de mi madre.
Un día mí madre
salió rumbo al pueblo por unas horas a comprar víveres, yo me había quedado en
casa, durmiendo pues la noche anterior me había desvelado sanando los golpes y
cortes. Me levanté cuando la tarde ya caía y salí de mi habitación para
buscarla y cambiar las vendas. Cuando llegué a la entrada supe que ella no
había regresado pues sus zapatos no estaban allí pero había otro par, otro par
que yo podía reconocer perfectamente. Con sigilo intenté regresar a mi
habitación a esconderme hasta que ella volviera, pero era demasiado tarde.
Él me observaba
sentado en el pequeño y cutre sofá de nuestra sala.
Mi cuerpo se
congeló por completo, mis ojos vagaban de un lado a otro tratando de encontrar
una salida, algo que me incitase a moverme de inmediato cuando se levantó
mirándome fijamente. Mis extremidades temblaban por el miedo, sus ojos eran tan
vacíos, dos posos oscuros y sin fondo que no albergaban alma alguna.
Para esos ojos yo
no era nada mas que un desconocido, un recién llegado, esos ojos no podían
sentir que su sangre era la que corría por mi venas, por eso se acercó a mí
mirándome como nada mas que una presa dispuesta en su mesa, torneando sus dedos
ásperos sobre mi mejilla.
—Así que esta
carita de ángel curaba las heridas de esa puta cuando yo me iba —murmuró bajo,
apretándome por el brazo cuando intenté virar mi rostro—. Sospecharía algo mas,
pero eres su viva imagen así que no pudiste salir de otro lugar diferente a sus
entrañas –espetó con desdén, tomando mi barbilla y apretándola en su agarre con
fuerza—. Esa puta barata…
Lo próximo que
pude sentir fue el asestar de su mano en un golpe certero y mordaz a mi
mejilla, caí de bruces al suelo de inmediato, arrastrándome para poder alcanzar
el pomo de la puerta, ignorando el dolor punzante en mi costado y el sabor metálico
en mi boca. Él me agarró por los hombros enviándome hacia atrás, mi cabeza rebotó contra la pared a mis
espaldas antes de deslizarme por ella y caer atontado de regreso al piso.
Él haló de mi
cuello, arrastrándome hasta que me sentó en uno de los sillones me observó
cuidadosa y deliberadamente mientras mis ojos desorbitados no se alejaban de la
puerta. Sentí sus manos debajo de mi camiseta palpando la piel de mi abdomen.
La primera lágrima que solté en diez años ahora se movía libremente por mi mejilla
amoratada.
—Oh, no llores,
tu eres igual a tu madre. Te quejarás y gritarás lo mucho que te duele pero al
final lo disfrutarás justo como ella lo hace —mi cabeza estaba sangrando,
sentía la sangre correr de mi frente hasta mi boca y de allí cuesta abajo hasta
ser absorbida por el cuello de mi camiseta.
Una sonrisa de
satisfacción bailó en su rostro, observe atónito como se bajaba los pantalones
y me espanté al observar lo dura que estaba su entrepierna. Sollocé y me quejé
aturdido, buscando una salida, queriendo gritar por ayuda aún cuando fuese
imposible que alguien me escuchase. Alcancé a levantarme pero la fuerza de un
segundo golpe me mandó de regreso a donde estaba tendido, sus manos aprensaron
mi cuello y de un tirón rasgaron la tela de mi camiseta. Mi boca estaba
impregnada con el espeso sabor de la sangre, me moví pero de nuevo caí con otro
golpe, esta vez una patada a mis costillas. Me quedé inmóvil quejándome a
gritos cuando con fuerza empezó a tironear de mis pantalones, grité por mi
madre, grité llamándola, pidiendo su auxilio, su ayuda, pero ella no se
encontraba allí.
Le observé tomar
las correas de su pantalón y el mío, las
movió un poco antes de tomar una de mis piernas y asegurarla a uno de los
reposabrazos del sillón amarrándola con fuerza, tomó la segunda e hizo lo mismo
con mi otra pierna, me moví con fuerza pero él me dio una fuerte bofetada
pasando a atar mis brazos con un trozo de la tela rasgada de mi camisa, esta
vez a mi espalda. Quedé expuesto ante su lujuriosa mirada mientras seguía
llorando sin control pensando que de esto se trataban los gritos y sollozos
desesperados de mi madre y su urgencia de ocultarme, ella no quería que yo
sufriese lo mismo, que no pasase por esta situación, pero ahora ella no podía
protegerme.
Sentí un espasmo
y una corriente eléctrica atravesar mi columna cuando arremetió contra mí de
forma salvaje, mis entrañas parecían rasgarse ante la entrada y salida
tempestiva de su miembro, aquello era demasiado insoportable. Recogía con su
lengua la sangre que escapa de mis comisuras, hundía sus uñas en mis muslos,
mordía mi cuello casi queriendo arrancar un trozo de carne. Me golpeó, tironeo
de mi pelo, me aruño la espalda, los muslos y mi propio rostro sin dejar de
entrar violentamente contra mí una y otra vez hasta explotar para luego
encender un cigarrillo y quemar la colilla contra mi pecho, me torturaba hasta
que volvía a excitarse cuando volvía a golpearme, arañarme y penetrarme de
nuevo.
En algún punto de
esa prolongada tortura dejé de sentir, dejé de llorar, dejé de ser humano y
asumí mi lugar. Cuando estuvo satisfecho y cuando mi cuerpo estaba lo
suficientemente herido como para que lo siguiese tocando, desató mis piernas y
mis manos, de la forma más hipócrita posible extendió una caricia por mi pelo.
—Excelente… ha
sido excelente –murmuró entre risas mientras se subía los pantalones y tomaba
sus zapatos de la entrada para alejarse de la casa.
No podía mover
mis músculos, todos estaban contraídos y lastimados, el respirar ya significaba
por sí sola una labor dolorosa. A pesar del dolor no podía dormir, la casa
estaba demasiado silenciosa y yo estaba acostumbrado a dormir con gritos y
sollozos.
Al amanecer llegó
la persona a la que había aclamado a gritos la noche anterior, entró por la puerta
y se acercó a la cocina para tomar una toalla humedecida con agua, se arrodilló
frente a mí y en silencio comenzó a limpiar mis heridas con antisépticos y
motas de algodón que colocó sobre las cortadas y mordidas para luego cubrir con
gasas las que eran muy grandes. Subió hasta mi habitación, tomó una sabana
limpia y la puso sobre mi cuerpo, luego se acercó a la cocina de nuevo para
tomar del refrigerador una botella color esmeralda la cual dispuso en la mesa
luego de tomar un gran trago del líquido.
—Eres la primera
y ultima persona a la que dejaré que le haga esto. Lo siento hijo.
Y esa fue la
última vez que escuche su voz. Empacó y salió de casa para nunca volver de
nuevo.
•○.₰•○.₰•○. ₰•○.₰•○.₰•○.
Cuando la ultima
palabra salió de su boca, ambos estábamos tirados en el piso, una botella de soju
se había convertido en tres y mientras Jaejoong comentaba su historia entre
risas yo tenía el rostro cubierto completamente en lágrimas que no sabía cuando
habían iniciado. Yo no era bueno con las palabras de consolación o aliento,
estaba siendo arrollado por la forma tan natural con la que hablaba pero estaba
sorprendido de como sus ojos reflejaban la profunda herida que cavaba su
interior.
Mantuvimos
silencio un largo tiempo mientras él bebía el último sorbo de la botella,
comentó que desde entonces tenía un pavor natural por el soju pero luego de
unos años dejó de importarle y se convirtió en su mejor amigo. Su sabor le recordaba a su madre, a quien
seguía amando a pesar de todo pues era lo único que tenía en la vida, el único
recuerdo con el que pudo salir adelante.
En un arrebato
repentino lo tomé de los hombros y lo abracé con fuerza contra mi pecho y sin
explicación alguna comencé a llorar como un niño pequeño, demasiado contraído
por la fuerza de sus palabras, sintiéndome una completa basura por aprovecharme
de esa forma de su sufrimiento.
Luego de aquel
primer sollozo, Jaejoong no había soltado ni una sola lágrima, su voz ni
siquiera titubeaba mientras comentaba lo sucedido en su vida, mientras yo me
aferraba a la almohada o gimoteaba en silencio sentado a su lado.
Cuando mis
lágrimas pararon sentí un peso mucho más grande en mi pecho, yo lo sostenía sin
querer soltarle, acongojado hasta el límite por la crueldad a la que llegaba el
ser humano.
Pronto mis
habilidades para sacar conclusiones de observaciones me llevaron a una muy
aterradora. Las marcas que observé en su cuerpo el día que lo conocí eran muy
similares a las que relataba en su historia, temblé de terror al llegar a esa
hipótesis y lo tomé por los hombros para
obligarle a mirarme a los ojos.
—D-Dime que ya
terminó… d-dime que nunca más… —mascullé tembloroso con lágrimas agolpándose en
mi rostro de nuevo.
Él sonrió y ese
acto me exasperó, su sonrisa era su mecanismo de defensa, cada vez que sonreía
mientras contaba su historia, significaba que esos acontecimientos eran los más
fuertes y dolorosos. Él sonreía con su rostro pero sus ojos mostraban
exactamente lo que sentía: soledad, desasosiego, dolor y angustia… aquello era
un escudo, que yo había aprendido a descifrar.
—En la siguiente
parte de la historia, el chico huye de casa cuando logra recuperarse, pero
transcurren muchos años antes de que pueda hacerlo, el no conoce nada del mundo
exterior, su única realidad son su madre y la vieja casa en la que vivió toda
la vida. Pero el ser humano tiene un límite y él lo alcanzó más rápido que su
angustiada progenitora. Así que sube de polizón a un tren que transporta carbón
y llega a la enorme ciudad de Seúl, completamente solo. Vive como vagabundo
algún tiempo hasta que una señora muy amable lo recoge de la calle por
recordarle a su joven hijo que acababa de fallecer. Vive apretujado en una casa
con nueve inquilinas, muchas de ellas son prostitutas o traficantes de drogas,
pero él decide alejarse de ese mundo y llevarse a la mujer que lo ayudó
consigo hasta que consigue un trabajo
como repartidor y puede alquilar una pequeña casa en un viejo edificio de Gangdong—gu,
algo vieja y sucia pero suficiente para él y la mujer. Un día los hijos de la
mujer aparecen y se la llevan diciendo que ella había perdido la razón luego de
que su hijo menor muriera y se había dado a la huida de casa y desde entonces
no podían encontrarla, le agradecen con algo de dinero y luego se marchan y él
queda solo de nuevo. Un día cualquiera aquel hombre al que la naturaleza dicta
como su padre lo encuentra y aunque él es ya un hombre, no un niño, no puede
hacer nada diferente de sentir miedo. Consigue huir pero no por mucho tiempo,
el hombre asegura haber regresado con su madre y promete dejarla ir si accede a
jugar de nuevo, él accede con la promesa de volver a verla. Él quiere
demostrarle que se puede vivir y salir adelante, que se puede ser fuerte, que
sin importar qué siempre habrá alguien dispuesto a tenderte la mano, pero no se
da cuenta que pronto vuelve a vivir como vive ella, que está regresando al
circulo vicioso y sin salida, que en todos esos años nada ha cambiado, que ese
hombre puede manejarlo a su antojo al igual que hizo con ella.
—Eso no es imposible, puedes salir adelante, puedes hacerlo pero tienes que
alejarte de ese hombre —hablé bajo, apretando su mano entre las mías queriendo
trasmitirle fuerzas, pero no sabía como, jamás me había involucrado tanto en
algo, ni estaba tan metido en una anécdota como lo estaba con esta.
—Lo sé. Por eso, cuando un extraño escritor aparece en su vida tendiendo un
cuaderno lleno de sus historias, él piensa que ese es el momento. Aquella
persona cuenta historias de personajes que no necesariamente son felices pero
que siempre tienen algo por lo que luchar y van por ello aunque dejen la vida
de por medio y aunque desaparezcan o no sean reales sus historias sirven para
enseñarles a las personas que existe algo mas allá del sufrimiento. Por eso,
mientras pensaba en si contarle o no la trágica historia de su vida, imaginaba
cuantas personas a través de las letras de ese escritor podían sentirse
consoladas o identificadas con su historia, cuantos querrían luchar de nuevo
por su vida y salir del agujero en el que estuviesen aunque significase no
lograrlo jamás. El poder de esas palabras para confortar a los demás sería mas
poderoso que superar o no algún día su propio padecimiento. ¿No es verdad?
Su pregunta insto en mí una serie de dudas que no había tenido hasta
entonces, ¿en verdad ese era el mensaje que trasmitían mis historias? Mis
palabras siempre viajaban con un sentimiento casi vacío y fantasioso que ponía
a los personajes en los bajos y últimos límites de lo que podían soportar. Sin
embargo, aquello era poco al escucharlo de los propios labios de una persona
que ha vivido con una tragedia mucho más profunda de las que relató jamás. Yo
no era ese tipo de persona ni pretendía serlo pero estaba claro que lo que le
ayudo a abrirse a mí en primer lugar era lo que yo le ofrecía. La oportunidad
de llevar un consuelo que a él se le fue negado en principio.
Esa noche bebimos juntos hasta que Jaejoong desfalleció. A la mañana
siguiente cuidé de él, luego la mañana siguiente a esa y la que le seguía. Hana
lo conoció entonces y el ritmo de su relación fue mucho más rápida que la que
yo compartía con él. Se convirtió en su mano derecha con el paso de las semanas
y el que estuviera rondando a su alrededor mientras me regañaba no era extraño.
Hana no sabía nada de él, solo que le agradaba, que su servicialidad y disposición la
ayudaban en lo que sea que estuviese haciendo, que era un fan mío que resulto
siendo más agradable de lo que esperaba y pronto le tomo un cariño inmenso. Su
cariño fue recíproco.
Por mi parte, no quise dejarlo ir de nuevo. Le ofrecí un mundo, usar mis
letras para trasmitir su historia, cumplir cualquiera que fuese el sueño que
tuviera que alcanzar en su vida, y él me sonrió, puso una mano en el tope de mi
cabeza y sacudió mi cabello, entonces me dijo “Es suficiente con que estés ahí
cuando te necesite”.
Yo había escarbado en su intimidad pero en algún punto de nuestra extraña y
apresurada relación comencé a escribir otra historia. Le prometí escribir la
suya cuando estuviera preparado y dispuesto a tomar cada detalle de su
travesía, pues no quería escribir un relato sin fin ya que su aventura aún no
terminaba
No terminaba, y yo tenía la esperanza de no tener que escribir un final
jamás.
•○.₰•○.₰•○. ₰•○.₰•○.₰•○.
—Hicimos todo lo posible… —murmuró, dejando su mano en mi hombro—. Esperamos que
pueda despertar en unos días pero esos días pueden resultar ser meses, años, es
algo que está en manos de Jaejoong y no en las nuestras.
La revelación de esa realidad fue demasiado dolorosa para
comprenderla, estaba en la sala de cuidados intensivos, observando a través de
un vidrio el cuerpo de la persona que había cambiado mi vida, tendido y
conectado a miles que tubos y cables que lo mantenían en este mundo.
Los tres años que compartimos fueron los más
enriquecedores para mí y los que tallaron en mi corazón un sentimiento que aún
no atravesaba mi garganta. Yo lo entendía, pero no quería aceptarlo, sabía que
lo que menos necesitaba Jaejoong era tener que aceptar mis sentimientos como
pago por las cosas que supuestamente había hecho por él, era ese tipo de
persona, y por eso había callado mi corazón todo este tiempo. Yo solo quería
protegerlo. Aquello que yo había hecho por él no se acercaba ni un poco a todo
lo que había cambiado en mí y cuanto lo amaba solo yo podía saberlo.
Él me enseño eso, a querer algo hasta un límite que
sobrepasaba mi propia vida. Descubrirlo tan tarde había sido mi propia condena.
Me arrepiento de algo mucho más que eso, me culpo por no
haber sido capaz de leer sus mensajes esa mañana, lo distraído y nervioso que
estaba, la forma como esquivaba mi mirada y el abrazo tan fuerte que me dio
antes de que partiera rumbo a la editorial. Yo le prometí estar a su lado
cuando más lo necesitase pero cuando ese momento llegó preferí hacerme el ciego
y no tenderle la mano como era debido.
En la última mirada que compartimos él volvió a
agradecerme, no sé si por todo lo que vivimos estos años o por ir a sacarlo del
infierno una vez más.
Jaejoong siguió siendo el juguete de ese hombre por algún
tiempo, lo descubrí casi un año después, cuando preocupado porque no había
regresado a casa en más de una semana fui a buscarlo a Gangdong-gu, en su apartamento antes de que se
mudase conmigo. Su estado entonces era casi tan malo como el de ahora pero en
esa ocasión, luego de negarse a que lo llevara a un hospital, pude cuidar de él
en casa.
No recuerdo haberlo visto agachar
tanto la cabeza como entonces. Él estaba arrepentido por no ser capaz de parar,
pero él no podía parar algo a lo que estaba habituado. Desde niño esa había
sido su vida, y aunque estaba luchando por romper esa maldición, el miedo de no
volver a ver el único faro que tuvo en su vida podía volver para hacerle daño
de esa forma.
Ese era Jaejoong después de todo.
— ¿Changmin? —escuché a Hana llamarme. Había estado
de pie observando a la camilla tanto tiempo que no estaba enterado de su
presencia— unos hombres de la policía
te buscan abajo, creo que necesitas escuchar lo que tienen que decir.
Miré a Hana por un momento, lo
cierto es que no quería separarme de Jaejoong por si él despertaba y ya estaba
lo suficientemente abrumado con lo sucedido como para agregarle un problema más.
Sin embargo, su mirada era de suplica así que asentí, dejándola al pendiente y me acerqué a los dos
oficiales que se encontraban aguardando por mí en la sala de espera.
— ¿Qué sucede oficial? —pregunté inmediatamente llegué, ellos
se miraron entre sí y luego se acercaron decidiendo cual de los dos me hablaría
primero.
—Estamos al tanto de que
usted fue quien llamó la ambulancia y llegó hasta aquel lugar por si solo ¿No
es así? —Asentí, los oficiales
movieron la cabeza al mismo tiempo—. ¿Usted vio algo más además del cuerpo
herido del joven en ese lugar?
Negué con la cabeza y los miré con
el ceño fruncido.
— ¿Hay algo mal?
—Las marcas en el cuerpo del
joven herido señalaban un intento de violación, así que llegamos al área en una
patrulla a revisar para poder encontrar al atacante si aún se encontraba merodeando
cerca, pero al parecer fue más un enfrentamiento.
Mi expresión se descolocó, no
entendía lo que decían.
—Resulta que —intervino el segundo oficial— luego de que la ambulancia se marchase
revisamos esa casa y encontramos a dos personas más, una mujer y un hombre en
otra habitación —dijo serio, su
mandíbula se tensó—. La mujer tenía
un puñal en la mano, y el hombre yacía muerto, desangrado por múltiples cortes
en todo su cuerpo. Ella estaba en el mismo estado, había cortado sus venas pero
pudimos auxiliarla en ese momento, aunque murió antes de llegar al hospital –ambos
bajaron la cabeza, mis ojos se abrieron enormemente.
—Eso quiere decir…
—La mujer tenía signos de
haber sido ultrajada horas antes, cuando el joven herido llegó y fue atacado
ella intentó defenderlo y en su medida asesinó al hombre e intentó suicidarse
luego. Lo único que repetía una y otra vez mientras la transportábamos a un
centro médico era “Lo siento hijo, será la última vez”. Por lo que concluimos
que esto es un terrible caso de parricidio e incesto.
Sorprendido, tomé asiento en una de las bancas de la sala
y pasé la mano por mi cabeza. No tenía la menor idea de cómo reaccionar ante
algo como eso, mucho menos sabía cómo revelarle aquella verdad a Jaejoong una
vez despertara. En este momento, el único norte de su vida se había perdido,
aquello por lo que había estado luchando ya no lo sería más.
Hundí mi cabeza en mis manos y lloré en silencio, las lágrimas
que Jaejoong no podía derramar, los oficiales se retiraron luego de eso.
Regresé a la sala de cuidados intensivos y me quedé allí
hasta que amaneció, comenzando a creer que por un momento esto podría tratarse
de un sueño del que despertaría pronto y que sería un excelente relato para mi
sexto libro. Pero la desesperanza llegó muy pronto, no podía hacer más que
esperar, por lo que me senté en el suelo, saqué la pluma y el cuaderno y
reinicié la historia de nuevo.
•○.₰•○.₰•○. ₰•○.₰•○.₰•○.
Fueron más de dos semanas de espera hasta que él
finalmente abrió los ojos y para mi desgracia yo no estuve ahí para
presenciarlo. Una firma de autógrafos de mi anterior trabajo me sacó del
hospital por solo hora y media y Hana me las pagaría por obligarme a irme
entonces, ella no podría reclamarle luego cuando recibiera las notas de quejas
porque abandoné el lugar aun cuando estaba hasta el tope de personas esperando
desde la mañana.
Llegué al hospital apresurado, una de las enfermeras me
detuvo en el pasillo de las habitaciones por correr y me amenazó con sacarme
del establecimiento si lo seguía haciendo. Cuando ingresé al pabellón que mi
editora me indicó di varias vueltas antes de dar con la habitación correcta,
hasta que finalmente di con ella.
Era una habitación amplia, estaba llena de globos y
flores que todo el personal de la editorial había enviado luego de enterarse de
un supuesto “accidente”, Jaejoong estuvo trabajando como asistente de edición
todo este tiempo y se había ganado el cariño de la mayoría de las personas.
Cuando entré solo pude ver su perfil, sonreía y Hana también lo hacía, al
parecer estaban contándose alguna anécdota graciosa.
-Oh, estas aquí –interrumpió ella la charla, mirándome
con una sonrisa. Jaejoong viró el rostro entonces, su cabello estaba mucho más
largo, llegaba hasta sus hombros, durante todo este tiempo me había negado a
cortárselo aunque su flequillo se viese un poco extraño. Me acerque con la
mejor de mis sonrisas sintiendo el peso de mis hombros desaparecer lentamente
al notar el brillo puro de sus ojos.
Jamás tanta felicidad y tranquilidad innata había estado
en ellos.
Infortunadamente, su mirada parecía perdida en mí, con
inquisición, se giró hacia Hana varias veces tratando de obtener de ella una
respuesta. Ella dejó de sonreír.
— ¿Qué sucede Joongie? Es Changmin…
El negó con la cabeza, la expresión de Hana se tornó
confusa al igual que la mía.
— ¿Qué pasa…? ¿No… n-no recuerdas a Changmin?
El negó de nuevo, Hana y yo nos miramos y la habitación
se llenó de silencio.
Conforme Hana le hacía preguntas y él contestaba
mirándome con recelo, el neurólogo del hospital ingreso a la habitación, yo
preferí salir a tomar un poco de aire, aquella revelación me había tomado
completamente desprevenido. Poco después Hana salió en compañía del médico que
me palmeo el hombro. Como odiaba eso gesto, eso solo significaba malas
noticias.
—Hicimos algunas pruebas en el paciente y todo
indica que está pasando por un cuadro de amnesia resultado de la profunda carga
emocional que lo llevó a esta situación. Es un caso extraño, pues él puede
recordar a las personas y situaciones no relacionadas con lo acontecido. Y a
pesar de que recuerda su trabajo y a varias personas esporádicamente, los
recuerdos de su infancia y personas relacionadas a ella desaparecieron de su
memoria –me habló el hombre con la mayor calma y sutileza, yo moví la cabeza en
negativa sin entender lo que estaba sucediendo.
—Yo no fui parte
de su infancia ¿Por qué solo a mi no puede recordarme? –una lágrima traicionera
viajó por mi mejilla.
—El paciente
conecta sus recuerdos con los recuerdos de su niñez. Usted estuvo en ciertos
momentos de su vida en que su memoria de largo plazo lo reúne con sus traumas y
es por eso que, como forma de defensa, los ha borrado. Esto puede tratarse de
un padecimiento pasajero, el paciente puede retomar sus memorias una vez el
estrés pase.
— ¿Hay alguna
posibilidad de que eso suceda? –indague preocupado, el médico agacho la cabeza
y se quito los lentes.
—Fue un evento muy
fuerte, la mayoría de las veces las personas con este tipo de traumas no recuperan
sus memorias nunca pero no pierda las esperanzas, una gran porción de los
pacientes con este tipo de problemas logra recuperar sus memorias con la
interacción diaria. Si usted se acerca puede que la similitud de los eventos le
permita reconocerlo.
Me quedé en silencio unos segundos, suspirando y
observando el cielo. Yo había sido olvidado, arrojado a una nube de recuerdos a
los que él no quería regresar, estaba allí, mezclado con esos eventos que
destrozaron su vida. No podía pensarlo sin sentir una inmensa tristeza en mi
corazón.
— ¿Cuál es la
posibilidad de que… al recordarme el pueda recordar todo lo demás? —pregunté temeroso de esa
respuesta.
—Nuestra memoria
trabaja con una ilimitada cantidad de sucesos interconectados que conforman
nuestros recuerdos, las lagunas de su mente son producto de sucesos que le
recuerdan los momentos difíciles y que no quiere recordar, usted está en medio
de esa nube de memorias. Cuando una pieza del rompecabezas encaja se puede saber
la imagen de lo que armamos y así pasa con nuestra memoria; si una de las lagunas
logra cubrirse, tarde o temprano las demás también lo harán.
Sonreí sin ninguna energía mirando al piso un segundo
mientras el médico se disponía a seguir con el resto de las revisiones. En ese
instante, Hana comentó de varias ideas y opciones para hacer que Jaejoong me
recordase pero para mí ya era inútil, no quería que la posibilidad de estar en
sus memorias le quitara la pureza de su mirada, esa mirada que estaba cansado
de ver llena de arrepentimientos, miedo y dolor finalmente parecía limpia y
despejada ¿Debería yo quitarle eso por mi sentir egoísta? Mis sentimientos no
eran tan mezquinos para eso, su bienestar era lo que más me importaba en esos
momentos.
—Changmin ¿Qué es
lo que piensas hacer?
Levanté mi rostro hacia Hana y luego me acerque hasta
ella aprisionándola en un fuerte abrazo. La vida y esta historia me habían
enseñado demasiadas cosas, de una forma en que no hubiese querido aprenderlas
pero no podía dar marcha atrás a mi resolución y mucho menos a la nueva vida
que él empezaba de cero, una en la que yo no tenía lugar.
En la historia de Jaejoong, yo había sido borrado para
siempre y me encargaría de que se mantuviera de esa forma.
•○.₰•○.₰•○. ₰•○.₰•○.₰•○.
2 Años después
•○.₰•○.₰•○. ₰•○.₰•○.₰•○.
— ¿Estás seguro de lo que estás haciendo? –La voz de Hana se había suavizado mucho al pasar de estos años. Supongo
que, ya que finalmente maduré un poco, ella era más condescendiente conmigo.
—Lo estoy… Soy un
hombre adulto –dije, tratando de evitar el tema.
Dejar la editorial y comenzar con una nueva y totalmente
independiente me había costado trabajo, pero nadie intento detenerme y
aceptaron mi voluntad deseándome buena suerte. Al menos en mi lugar ahora era
más libre y estaba haciendo exactamente lo que quería con el rumbo de mi
carrera, contando con la fama y los lectores suficientes como para sostenerme
por mí mismo.
Aun había un largo camino por recorrer.
— ¡¿Sabías que ingresó a la universidad?! Creí que
escogería una carrera orientada a la literatura por mi influencia pero se fue
por la vía de la música ¡Estaba totalmente sorprendida! Supongo que era su
afición y no me di cuenta –escuché su risa aguda al
otro lado de la línea, estaba feliz, podía notarlo en su voz.
—Hice los trámites de adopción legal, él no tenía ningún
tipo de registro o papeles hasta el momento, ni siquiera el apellido de su
madre así que entendieron mi caso y no hubo demasiados inconvenientes. Ahora
lleva mi apellido –Se quedó en silencio, yo
correspondí con un suspiro pero el silencio no duro mucho tiempo—. Cambiaste el final de tu historia y los nombres de los personajes… -me
reclamó, sabía que llegaríamos a este punto pronto, ella solo estaba aguardando
el momento-
—Tienes que
entender porque lo hice. Le prometí que la escribiría y ya que no tenía un
final tuve que hacerlo. En resumidas cuentas, es lo que pasó en realidad, solo que
más dramático. Ya sabes, así venderá bien –reí, ella me acompaño al otro lado
de la línea.
— ¿Insistes en mantenerte a un lado? Sigo creyendo que no
deberías… –nuevamente, su tono regresaba a ser el de la Hana de siempre,
insistente y consolador, sonreí ante ello.
—Bueno, para Jaejoong
yo no existí, es casi como estar muerto, estoy agradecido y feliz con que estés
a su lado, sé que nada malo volverá a pasarle. Al final, el consiguió el
consuelo que necesitaba y yo... mi historia.
-Para mí es
bastante triste saber que estas enamorado de él y no poder decírselo ¿no crees
que él hubiera querido saberlo? Si tan solo las cosas no hubiesen sucedido de
esa forma entre ustedes dos…
Quise responder pero algo en un mural cercano atrajo mi
vista, era un anuncio de una galería de arte que era inaugurada en la ciudad,
aquella información me llevo de regreso al día en que todo comenzó e inevitablemente
sonreí.
— ¿Changmin?
—Esperar a que
algún día, como el día que lo conocí, la casualidad nos junte de nuevo… no
pretendo darle final a esa historia, esa historia ya termino… pero quizás,
comience una nueva, no lo sé.
— ¿Por qué no haces que pase? ¿Qué no siempre defiendes que
cada quien labra su propio destino?
Miré al cielo, los débiles copos de nieve del principio
de invierno caían suavemente, ese día no traía bufanda así que el viento no
podía arrebatármela, el clima era agradable y el movimiento de la ciudad
tranquilo y silencioso. Sonreí atrapando con la punta de uno de mis dedos el
pequeño cumulo semitransparente que caía del cielo.
—Quizás algún día
bajo este cielo, él y yo podremos conocernos de nuevo. No lo sé.
—Esperaré por ello. Hasta entonces cuídate, Changmin.
Esa historia había terminado para mí. Caminé a casa con
total calma aspirando el fresco aire de la noche y metiendo las manos en mis
bolsillos con la mente despejada y calma. No estaba seguro de lo que siguiera
en mi vida a partir de ese día, solo que desde esa noche escribiría el primer capítulo
de mi próxima historia.
Una historia con final feliz, para variar.
FIN
yaaaaaaaaaaaaaa que eso jajajaj esta genial
ResponderEliminarpero deberia aver una segunda parte esta historia no puede quefdar asi
q puedo decir ..... me ha encantado!!!!!!!! osea es un tipo de historia q no leo con frecuencia pero me ha tenido muy entretenida viviendo cada letra, sentimiento,acontecimiento, etc plasmado en ella, lloreeeee y aunq no es el tipico final feliz feliz, de verdad me ha gustado. Ojala pudieras escribir una continuación, gracias x compartilo (Y) Rose eres una de mis auotras Jaemin favoritas!!! :D
ResponderEliminarRose no nos dejes asi dime que va ver otra parte como una pequeña secuela donde Jaejoong lo recuerde, te digo amo tus historias, gracias nuevamente por una nueva maravillosa aunque triste histora n.n
ResponderEliminar♥ Me ha gustado muchisímo, a pesar de que fue largo, creo que ha sido perfecto. Incluso si no es final de vivieron felices para siempreeee(?), para mi ha quedado perfecto. Pude sentir la confianza de Changmin de que se volverían a encontrar y de que comenzarían de nuevo, así que no importa si no hay segunda parte, no se necesita, en especial porque ¿no es como dijo Min, que quizas debería escribir otra?
ResponderEliminarMe gustó mucho como le decía a JJ Mi pintura.
Aunque no hubo muchas escenas de ellos juntos, creo que las que hubo fueron suficientes<3
Asciende en mi lista de favoritos, gracias.
Mucha suerte en el concurso ^^
Me encanto...... la mejor que he leido de est genero.....me has dejado sin palabras
ResponderEliminarMe encanto...... la mejor que he leido de est genero.....me has dejado sin palabras
ResponderEliminarwaaa T.T genial la historia, aunque fue triste, realmente disfrute leyendola, me gusto mucho, mis felicitaciones y agradecimientos a la autora por esta historia
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