Pasado Recurrente
Entró con cuidado en esta ocasión.
Llevaba entre las
manos un poco de agua y unas pastillas que a la mujer le harían bien, su rostro
habían empezado a bajar la hinchazón. Y ahora podía notar lo bella que era, lo
joven y radiante que podía haber llegado a ser, sino fuera la amargura de sus ojos
y el auto silencio en el que se había inmiscuido.
Namin tenía días
encargándose de su atención, yéndola a visitar incluso, le sonreía y le hablaba
de varias cosas que podían parecer importantes, charlas que a veces parecían
más bien monólogos mientras hablaba y la otra parecía no escucharla mientras
miraba por la ventana. Todo el rato su mirada estaba pegada en aquel lugar.
—Su medicina—
Habló, estirando ambas cosas hacía ella. La mujer la miró un segundo y luego se
acomodó un poco mejor —Ayer me dijeron que pronto le darán de alta— Pero la
mujer de largo cabello solo metió la pastilla a su boca y luego bebió el agua.
Namin observó el paso de la misma por su garganta.
Sus ojos viajaron
a las uñas disparejas, muchas de las cuales se deben haber quedado prendidas en
la piel de su agresor. Aquel conviviente que la había ido a visitar solo dos
veces más. La mujer parecía tan sola, nadie a parte de él la había ido a
visitar.
Ella estiró el
vaso ahora vacío y Namin lo tomó con cuidado.
—¿Por qué te preocupas
por mí?— Namin abrió los ojos de inmediato, sorprendida por escuchar la voz de
ella por primera vez.
—Bueno… Nunca
recibe visitas, creí que le haría bien tener alguien con quien charlar.
Pero esos ojos
grandes y oscuros solo la observaron fijamente, tanto que Namin solo pudo
sentirse inseguro e intimidada. La paciente no habló más porque volvió a fijar
su mirada en la ventana y Namin suspiró, pensando que aquello había sido al
menos un gran paso dado.
—Namin— Se detuvo
cuando la volvió a escuchar, giró atenta y la mujer no la miraba, solo hablaba
mientras observaba el sol de la mañana reflejada en el cristal —Ya no me
traigas gelatina de frambuesa. La odio.
—De acuerdo—
Sonrió feliz, la mujer al menos había tomado la atención necesaria para leer su
nombre sobre el uniforme y con sus pasos suaves empezó a abandonar la
habitación.
—Me puedes decir
Yoona. Porque de ahora en adelante te llamaré por tu nombre también.
Un segundo antes
de salir, Namin se encontró girando una vez más. Sonrió y luego cerró la puerta
tras de sí. Con su fe puesta en llegar a salvarla, de ese infierno en el que
parecía encerrada por culpa de la resignación.
…
…
Sonrió divertido
cuando la boca de Jaejoong jugó decididamente sobre su cuello, rozaba con sus
manos cada espacio de su piel y cuando no encontraba un espacio
descubierto entonces las manos de Kim se colaban dentro de su ropa.
Acariciaba su
piel como si procurara memorizar cada espacio que pudiera tener. Las manos de
Yunho en cambio parecían dispuestas a tocar apenas un poco esos espacios. Los
quejidos pequeños apenas eran audibles, Jaejoong se jactaba cada que sentía los
movimientos sin intención del otro bajo su cuerpo.
La piel se sentía
caliente, quemaba cuando pasaba sus labios sobre él y cada beso parecía
sentirse durante unos segundos más, luego de haber pasado por aquel lugar.
Yunho buscó su boca con decisión, con las manos sobre su cuello, atrapándolo
por más momentos de los necesarios y sin embargo Kim no se quejó.
—Jaejoong…—
Murmuró bajito y casi con desesperación. Con una necesidad profunda que se
vertía sobre su cuerpo cada que las manos de Jaejoong se colaban dentro de su
pantalón y tocaban con fuerza su miembro casi despierto —Jaejoong.
Satisfacía a su
orgullo escucharlo así, tan necesitado de él que las manos de Jaejoong se
movieron frenéticamente, rozando y apretando cada tanto. El cuerpo de Yunho
parecía sacudirse y Jaejoong sobre sus piernas sonreía entre besos, sintiendo
su propia erección despertar violentamente tan solo con escucharlo y verlo de
ojos cerrados frente a él.
La humedad del
líquido preseminal fue lo que motivó a Jaejoong a empezar a moverse sobre él
sin el menor pudor que le pudiera quedar. Las manos pesadas de Yunho se
cernieron en la cintura delgada de Kim que solo atizó sus brazos sobre
los de Jung.
Los labios
húmedos e hinchados de Jaejoong jugaban sobre su boca: se alejaban y se
acercaban en cada movimiento del mayor que sonreía al notar las pupilas
dilatadas de Jung, la forma en que apretaba sus propios labios y lo veía
decididamente, entregado a sus caricias.
Yunho eyaculó tan
fuerte y violentamente que su gemido fue casi un grito, su boca abierta y su
cuello estirado mientras Jaejoong acariciaba con lentitud esa piel en la que
casi se podían ver las venas, la extensión de su cuello solamente para él. Así
que cuando las manos de Jaejoong guiaron las de Yunho, al poco tiempo sus
reacciones fueron despertando.
La dureza dentro
del pantalón de Kim era palpable y Yunho, aun recuperándose del orgasmo más
delicioso que había tenido en años, suspiró. Sus caricias que primero eran
débiles se volvieron fuertes y desinhibidas, provocando a Jaejoong, haciéndolo
morder su labio e incluso moverse más frenéticamente que antes.
Tuvo que colocar
una mano en su espalda, sostenerlo cuando el cuerpo de Jaejoong estuvo a punto
de ser vencido por la gravedad. No fue demasiado tiempo, apenas un par de
segundos antes de que Jaejoong explotara con un gemido casi doloroso que
abandonó su garganta, menos ruidoso que Yunho por supuesto.
Yunho lo esperaba
con una sonrisa en el rostro, lo contemplaba en cada gesto que estaba dejando
salir y Jaejoong solo pudo erguirse lentamente y suspirar.
—Creí que solo
íbamos a cenar.
—Pues ahora
también nos tenemos que duchar.
La gracia en la
voz de Jaejoong fue como un placebo, acariciaba todavía la espalda del mayor
sin percatarse que su mano se movía sola ahora. Se concatenaban sus caricias a
la expresión relajada de Kim y esa sonrisa que no parecía fugaz.
Así que lo besó,
porque quería esa sonrisa para él. Y Jaejoong no parecía dispuesto a negarle
absolutamente nada.
…
…
—Pensé que
tendrías la semana libre— Luego de la reparadora ducha, Yunho se permitió
revisar un rato su celular. Escuchó los pasos desnudos de Jaejoong sobre el
piso de su departamento y asintió sin mirarlo todavía —¿Entonces qué haces?
—Solo vigilo un
par de cosas, unos casos pendientes que no puedo dejarlos a la deriva.
Jaejoong hizo una
mueca extraña, ofreciéndole una de las botellas de refresco que traía en la
mano y Yunho sonrió, agarrándolo por el brazo para que cayera sobre él en el
sillón.
—Oh, vamos Jae.
Yo no me quejo cuando pasas horas grabando y a veces días.
—Pero es molesto
siempre verte pendiente al celular.
Las piernas de
Jaejoong estaban sobre las de Yunho y traspasaban los brazos del sillón
mientras Jung peinaba un poco su cabello. La manera en que Yunho lo miraba
siempre era así, con una contemplación casi etérea. Casi, que a veces Jaejoong
se encontraba creyéndole todo ese afecto que parecía dispuesto a entregarle.
—¿Te vas
temprano?— Jaejoong se dejó mimar como un niño pequeño. Los dedos largos de
Yunho acariciando la zona detrás de su oreja, bajando por su barbilla y luego
acariciando sus labios —¿Por qué no te quedas a dormir?
—Hoy no. Prometí
ayudar a una mujer que sufre de un caso de maltrato. Necesita ayuda.
—Mmh, bueno.
Jaejoong hizo un
pequeño puchero, que no duró demasiado, cuando los labios de Yunho se
interpusieron sobre su boca y saborearon con cuidado lo dulce de su refresco.
…
…
—¡Aish!— Yoona se
quejó cual niña pequeña cuando vio las carta de Namin que la hacían ganadora de
aquella pequeña partida de póker. La mujer bufó cruzada de brazos y Namin rió
divertida, mientras la veía incluso ponerse roja de vergüenza —Hiciste trampa.
—No es cierto.
Cerca de las diez
de la noche en aquella zona del hospital no había mucha gente y Yoona tenía el
privilegio detener una habitación privada. Namin había aprendido con el paso de
los días que Yoona podía sentirse lo suficientemente cercana a ella si le
permitía hacer y conversar bajo los límites que ella mismo le ponía.
—¿Vas a hablar
con la persona que te mencione?
Namin trataba de
no enfrentar esos ojos intensos que Yoona portaba. Y había empezado a mezclar
las cartas en su poder, cuando Yoona pasó tanto tiempo sin responderle, Namin
pensó que aun tenía tiempo para llamar a Yunho y pedirle que no viniera.
—…Supongo.
Pero cuando la
escuchó pudo suspirar aliviada y sonreírle ligeramente, además era ya casi la
hora pactada y Yunho siempre había sido extremadamente puntual. Lo comprobó
incluso cuando escuchó el pequeño sonido de la puerta y ella se levantó
de inmediato a abrirla.
—Hola amor.
Namin besó
discretamente los labios de Yunho y él sonrió mínimamente.
—¿Sigue dispuesta
a charlar conmigo?
—Sí, pasa.
Los ojos de Yoona
se abrieron y Yunho se detuvo incluso unos pasos antes de llegar hasta su cama.
—¿Yunho?
…
…
Este dolor de cabeza no está mejorando. El tiempo pasa y no sirve
de nada.
Cuando todo esto termine, no creo poder sonreír otra vez
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