Yoochun iba entrando a la mansión Park. Desde que cumplió la mayoría de edad se había mudado a un lujoso apartamento, donde no tendría que lidiar con su familia, ni ella con él. Había llegado a un acuerdo con su padre; el viviría gozando de lujos y fiestas sin llamar demasiado la atención, justo como un niño rico y mujeriego, dejando los asuntos de dinero y política a su padre y hermano mayor.
Desde joven, se dio cuenta que no servía para la clase de vida tan seria y sistemática que llevaba su familia, incluso su madre se encontraba inmersa en ese mundo como la esposa ejemplar, la familia Park nunca se caracterizó por ser afectiva ni acogedora; los hijos criados por sirvientas, padres que veían por pocas horas a la semana y muchas veces ausentes en festividades fue lo normal para esa familia, por eso el menor Park encontró en las fiestas, el alcohol y las mujeres algo en que ocupar su mente, la diversión que lo libraría de las responsabilidades de pertenecer a esa insufrible familia. No era sino hasta ahora que Yoochun veía su vida de fiestas y vicios en peligro.
Al llegar fue recibido con caras de asombro e inclinaciones mostrando respeto. Era extraño que el pelinegro visitara su hogar por voluntad propia. Bajando las grandes escaleras se encontraba su madre, como siempre con su forma de vestir impecable, joyas costosas y esos ojos negros penetrantes iguales que los suyos.
-Cariño, ha pasado tanto tiempo desde que nos visitas, ¿has venido a quedarte?- su madre preguntó con una voz de fingida alegría.
-Nunca has sido una madre amorosa, no lo intentes ahora, te ridiculiza aún más. Respondiendo a tu pregunta, sabes a qué he venido así que dime- su mirada filosa puesta en su madre- ¿dónde se encuentra?
La mujer cambió su rostro a uno de arrogancia- Búscalo por ti mismo, de todas maneras no hay nada que puedas decir para que cambie de opinión- y así se marchó, si había algo en lo que los Park eran buenos además de hacer dinero, era insultando con frases sutiles.
Sabiendo que lo más seguro era que su padre se encontrara en el despacho, preparándose para lo que fuera que tuviera pendiente en su campaña, se dirigió ahí.
Al abrir la puerta se encontró con la figura que por tantos años desde que tiene memoria observó, el gran Park Gong Sook sentado frente a muchos archivos seriamente trabajando, Yoochun que no quería parecer desesperado como en realidad lo estaba se sentó en una silla cerca del escritorio manteniendo una inexpresiva cara. Gong Sook levantó su mirada tan solo un instante para verificar quién era aunque de antemano sabía de quién se trataba, solo sus dos hijos entrarían a su oficina sin tocar la puerta y sabiendo que el mayor se encontraba en un viaje de negocios habría de ser Yoochun.
El hombre volvió su vista a los archivos, después de unos segundos de silencio que inundaron el lugar habló- ¿necesitas algo?-manteniendo una voz neutral.
El menor, conociendo a su padre, dejo de lado las palabras innecesarias y fue directo al punto- No iré. Sufrir de asma será suficiente para que me revoquen el servicio militar.
Ignorando por completo a Yoochun contestó- No debes de preocuparte de hacer la maleta, Kyu Hwan se encargará de todo- dijo sin dejar de revisar los papeles.
La ira empezaba a correr en él. El hombre creía que podía controlar su vida a su antojo.
-Creo que he sido claro, no pienso ser parte de la basura de campaña política que estás haciendo-lo miró con ojos desafiantes, dio media vuelta y empezó a dirigirse a la salida. Estaba a punto de abrir la puerta y salir cuando la voz firme y grave de aquel hombre quien se mantenía calmado a pesar de los arrebatos del pelinegro se hizo escuchar- haz como desees, de todas formas yo jamás dejaría a uno de mis hijos en la calle ¿no?
Yoochun se detuvo, recordando por breves instantes algo que quizo jamás haber visto con sus propios ojos.
Su hermano a la temprana edad de 18 años dejando su casa y sus obligaciones. Su padre ordenando a sus matones que le enseñaran lo que sucedía sí lo desobedecía . Su hermano, con heridas y moretones por todo el cuerpo y la mirada satisfactoria de aquel hombre al mirar el miedo de su primogénito ante su presencia, de darle una lección por haber retado su autoridad, y qué no olvidara lo que conseguía cualquiera que se atreviera a poner en duda su poder.
Tan solo eso había bastado para que todos en esa familia conocieran su lugar, uno como el hijo heredero, quien debía seguir los pasos de su padre y el otro como el niño quien simplemente debía mantenerse al margen teniendo muchas más libertades. Una desigualdad que desde siempre causó celos y choques entre los hermanos.
Y ahora Yoochun entraba en razón de que ir en contra de su padre y desafiarlo era lo último que cualquiera haría sin excepción de sí mismo.
Se quedo de pie frente a la puerta rendido ante la gran lucha mental qué había en su interior.
- ... - solo pudo quedarse en silencio.
-Bien Yoochun, por un momento creí que habías olvidado quién soy- dijo con una risa mal intencionada.
- No causes problemas estando allá.
Esas fueron sus últimas palabras, con las que sellaba el destino de Yoochun por los próximos dos años.
****
La tarde anterior el menor Kim había cortado su pelo, ya había hecho sus maletas aunque no había mucho que llevar, ropa interior, pasta dental, desodorante, unos libros, la foto familiar y un reproductor de música, aunque los aparatos electrónicos no éramos permitidos, Junsu esperaba poder camuflarlo bien, sí ya sufriría sin tener celular no podía ni imaginarse lo que sería estar sin su música.
Iba en el carro de sus padres de camino a la estación de trenes, en esa época no era tan habitual entrar al ejército pues era a inicios de año que se realizaba comúnmente el servicio pero siempre había unos pocos que entraban a medio año, en este grupo se encontraba Junsu.
Se despidió un tanto nervioso por lo que le esperaba y triste por estar tan lejos de su familia y amigos. En un inicio había pensado en pedirle a Eunhyuk que se enlistara junto a él pero no quería comprometerlo sabiendo que él ya había iniciado las clases en el instituto, así que no tenía otra opción, iría a cumplir su servicio militar como había dicho, solo esperaba no arrepentirse.
Para la Sra Kim quien se mantenía un poco reacia a la idea de su hijo menor abandonando su casa fue difícil decir adiós, pero finalmente vio a su hijo partir, por otro lado, su esposo estaba más preocupado por sí mismo que por el chico, pues sería él quien tendría que aguantar por dos años a su hermosa pero estresante mujer que tenía como esposa.
En el camino a su destino, el joven exfutbolista conoció a quienes supo serían sus compañeros en el servicio. En el tren viajaban alrededor de 30 hombres de diferentes edades. Junsu hizo amistad con algunos de edades similares a la suya, se la pasaron hablando de cosas triviales durante el camino sin embargo, un chico de alta estatura que parecía ser el menor de todos se mantuvo leyendo un libro y en ningún momento les dirigió la palabra. A Junsu le pareció curioso que a pesar de verse como un niño fuera tan serio pero no le tomó mayor importancia.
Al llegar, fueron inspeccionados, les dieron un recorrido por el lugar y finalmente les asignaron los dormitorios correspondientes.
Cada dormitorio tenía una capacidad de 10 personas, consistía en una amplia habitación con cinco camarotes no habían más muebles que esos y para fortuna de Junsu la persona con la que debía compartir su camarote no se había presentado así que pudo escoger el campo de abajo. Después de haberse cambiado al uniforme que les habían entregado, se extrañó de que aún no llegara la persona faltante, en ese momento llamaron a todos los cadetes para comenzar su acondicionamiento al lugar.
Junsu estaba por salir cuando vio a un chico, tal vez un par de años mayor que él, entrar al dormitorio. Llevaba lentes de sol y una ropa costosa asi como sus zapatos y reloj, a Junsu le pareció que el recién llegado estaba fuera de lugar, su look elegante y estilizado desentonaban con el dormitorio incluso su cabello no estaba propiamente cortado. Aunque Junsu no era del tipo prejuicioso a leguas se podía notar que se trataba de un niño rico, uno muy apuesto por cierto.
Y ahora ese niño rico de hermosa cabellera azabache se acercaba hacia él, a un inexplicablemente nervioso Junsu, que solo pudo quedarse estático junto a su litera y mirar hacia otro lado.
El pelinegro pasó frente a él, viendo que era el único camarote libre lanzó sus cosas al suelo así como las del chico que estaba a su lado. Se aventó en la litera y sacó su celular empezando a navegar por internet.
Y así de fácil lo que sea que pudo, o no, haber sentido hace unos instantes por aquel chico que se encontraba muy entretenido en SU lugar se desvaneció.
-¿Qué estás haciendo?-dijo al fin Junsu.
Alza la mirada aperezado para encontrarse con un chico de cara un poco aniñada claramente molesto con él y sin importarle vuelve a lo que está haciendo.
- Puedes usar la de arriba sí quieres- le respondió en tono desinteresado esperando que se canse y se vaya.
Sí no fuera por el arrogante que tenía al frente que acababa poco a poco con su paciencia lo habría dejado pasar, tomando el lugar de arriba sin renegar, pero el chico en verdad lo estaba enfureciendo.
- Quién diablos te cre...
- Ustedes dos por qué están todavía aquí- habló un superior acercándose al par.
- Hace rato que deberían estar en la audiencia.
- Lo sentimos ya íbamos para allá - el menor hace una reverencia
Les indica que se apresuren antes de que el mismo se encargue de ellos y se queda observando detenidamente al pelinegro.
- ¿Qué haces vestido así? ¿Y no se te olvidó algo?- señalando su cabello
- No todos debemos vernos así para poder entrar aquí- respondió con una media sonrisa
El superior le devolvió la sonrisa- y no todos debemos usar teléfonos- exclamó mientras le quitaba el celular de sus manos.
-Ponte el uniforme y asegurate de raparte.
- Ah y gracias, lo usaré bien- mostrándole su "nuevo celular"
Junsu se rio asegurando que el pelinegro lo viera, ya no le importaba quien se dejara el mejor campo, estaba satisfecho con el merecido que había recibido su nuevo compañero de litera.
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