☆ Pereza
El amanecer siempre le hallaba despierto. A veces, los insistentes rayos del sol conseguían colarse entre las varillas que accidentalmente habían quedado dobladas en las persianas, pero apretaba con mayor fuerza los párpados y esperaba con paciencia la señal que le arrancaría la primera sonrisa del día.
Y ahí estaba.
El chirriante sonido de un despertador hacía vibrar las paredes de su habitación incluso desde el otro lado del apartamento, y al escuchar cómo cesaba —y sin importarle demasiado lo infantil que se veía de esa manera—, asomaba la punta de la lengua entre sus carnosos labios y la mordía tratando a toda costa de que ninguna carcajada fuese a delatarle.
Repentinamente, notaba unos pasos haciendo crujir el parqué por doquier, un barullo en los trastos de la cocina y el intenso olor a café que poco a poco se iba filtrando por debajo de su puerta.
Aquel deja vu tenía lugar todos los días. Ocurría exactamente con la misma parsimonia ¡y por Dios! que Yoochun amaba cada vez más la sensación de las hormiguitas recorriéndole traviesamente el estómago mientras oía cómo la voz que aclamaba su nombre iba perdiendo los papeles al sentirse totalmente ignorado por su dormilona conducta.
Cuando menos los esperaba, la puerta de su cuarto era abierta bruscamente y sin previo aviso. El intruso se paraba justo al lado de su cama, tiraba de sus oscuros cabellos, pellizcaba su robusta espalda, arrojaba al suelo todas las sábanas que cubrían su cuerpo y daba todo de sí para jalar de una de sus piernas hasta conseguir arrojarlo al suelo y llevarlo a la compañía a rastras.
Era entretenido verle gimotear como un niño pequeño que busca desesperadamente obligarle a actuar como todo un adulto, pero en cierto punto, Yoochun se volvía incapaz de contenerse y estallaba en un sinfín de vivarachas risotadas que no conseguían más que aumentar el sonrojo y el enfado del otro.
Yoochun acababa recibiendo un codazo que, por fortuna, les hacía resbalar con las sábanas regadas por el suelo, cayendo a éste sin saber quién tiró del otro primero.
—Eres un idiota. ¡Apártate! —recriminaba el joven que soportaba el peso de su pecho.
—Ah... Y tú tan predecible, Junsu. Por eso me gusta trasnochar cuando estoy contigo.
La sonrisa juguetona del moreno crispaban los nervios de su compañero, y cuando estaba plenamente seguro de que rozar sus labios le haría perder esa batalla —y también la cordura—, Junsu usaba la fuerza de sus bien entrenadas piernas para quitárselo de encima e incorporarse con una indiferencia sublime.
—Muy bien. Puesto que eres un desastre madrugando, ya sabes cuál será mi respuesta la próxima noche que vengas a buscarme...
Cual niño pequeño, acababa abandonando el cuarto con un berrinche, al tiempo que el rubor continuaba creciendo en sus mejillas.
—Eso... Eso es broma, ¿verdad?... ¡¿Verdad?! —exclamaba Yoochun aún desde el suelo, abrazando sus costillas y adolorido por las carcajadas.
Definitivamente, sí. Era más divertido si jugaba a sacarle de quicio. Era feliz con cualquier cosa que hiciese junto a él.
Sabía que la diversión había acabado por el momento pero aquella, y como todas las noches, Yoochun iniciaría el juego otra vez.
Me gusta mucho como narras -w- ♥
ResponderEliminarhahahahaha que lindos son!! chunnie travieso!!
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