Título: Sé philó
Autor: DinosawrLightwood
Pareja: HoMin
Género: romance, drama, au
Extensión: one-shot
Advertencias: lemon
Resumen: "Los soldados no saben respetar ni la belleza"
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σὲ φιλῶ /sé philó/
Ser espartano no era nada fácil, no señor. Cualquiera que conociera las espantosas costumbres de los habitantes de aquellos quedaba horrorizado por como trataban a sus infantes. Si el niño nacía con alguna malformación, lo lanzaban desde el monte más alto de la polis, librándolos así de que su “perfecta” raza fuera contaminada. Esto de por sí, ya parecería abominable, pero aún había más. Con tan solo cinco años los arrancaban del seno de sus familias y los llevaban a entrenar de la forma más dura conocida en aquellos tiempos, hasta que cumplían veinte años. Como si no fuera suficiente, el culmen de la prueba era abandonarlos a su suerte en el bosque, descalzos y desnudos, y sin ninguna clase de arma encima. Si volvían, se les concedía el estado de ciudadanos y dedicaban el resto de sus vidas a ser fieles soldados dispuestos a morir por su patria.
Changmin, a pesar de no ser espartano, al haber sido adoptado por una familia de aquellas tierras, había tenido la mala suerte de tener que pasar todas esas horrendas pruebas. Y todo había sido mucho peor para él, puesto que al ser extranjero, el resto de los muchachos lo ignoraba completamente y, a diferencia de lo que hacían con los demás compañeros, jamás le prestaron ninguna ayuda. No tenía ni idea de cómo había llegado vivo a los veinte años, pero allí estaba, frente a un comité de ancianos que lo miraba con desprecio por el simple hecho de tener los ojos rasgados. Bien sabido era que en la Hélade no les gustaban los de su raza, pero, ¿qué podía hacer él? No había sido Changmin el que había decidido vivir en aquella horrible polis de costumbres barbáricas, como la llamaba él.
-Tú, horrible abominación- gruñó Polímendes, el más anciano de todos ellos.- Bien sabes que no nos gustas, ni tú ni ninguno de tu raza. Sin embargo, has conseguido superar, como todos los nacidos aquí, nuestras duras pruebas. Así pues, podrás ser legítimamente ciudadano. Tendrás todos los derechos y privilegios de un espartano, pero también todas sus obligaciones. A partir de ahora pasarás a formar parte de nuestro ejército. Tu legión está liderada por alguien que a lo mejor te gustará. –sonrió entonces el anciano, haciendo que un escalofrío de horror recorriese el cuerpo de Changmin. A saber qué le había preparado aquel cruel hombre.
*
Changmin tuvo que reunir fuerzas para evitar que su mandíbula inferior al ver a su locagó, el jefe de su regimiento. Lo mismo le ocurrió a muchos de sus compañeros, aunque no por las mismas razones que a él, y es que el hombre en cuestión, tenía los ojos tan rasgados como él. Pudo ver las miradas de desprecio que los otros muchachos, pero tan pronto él empezó a hablar –con voz grave, profunda, solemne- todos se colocaron rectos, como mandaba la ley.
-He notado vuestras miradas. He notado vuestras malas intenciones y vuestros oscuros pensamientos hacia la forma de mis ojos, panda de estúpidos. ¿Pero sabéis qué? Llevo años aguantando esto, no creáis que lo voy a permitir. A partir de ahora soy vuestro jefe, así que nadie podrá desobedecer mis órdenes, hoplitas. A quien lo haga será tachado de cobarde y perderá gran parte de sus privilegios, ¿entendido?
Todos ellos asintieron al unísono ante el tono autoritario de su voz.
-Poneos en fila.- ordenó, y con la disciplina militar que los caracterizaba, todos se colocaron perfectamente rectos en su lugar.
El jefe sonrió satisfecho y a Changmin casi le da un infarto cuando vio que guiñaba un ojo hacia su dirección.
*
-Soy Yunho.
Changmin, que se estaba quitando la armadura llena de barro después del entrenamiento, casi se cae de pura impresión. De repente, el hombre fiero que hasta hacía unos minutos les había estado gritando que eran unos sacos de mierda y que era mejor que la mitad de ellos hubieran sido devorados por las fieras, le sonreía, y de forma tan brillante que su rostro cubierto de polvo y sudor se iluminaba.
-O-oh…-murmuró el muchacho sin saber qué decir realmente. Hubiera sido mentira si hubiese negado que llevaba toda la tarde, más que centrado en el entrenamiento, mirando a su jefe y preguntándose como un hombre de su misma raza podía haber llegado tan alto. Pero no había contado con que se le acercara, ni mucho menos. Si había algo que lo diferenciaba mucho de los helenos, era sin ninguna duda, su inexistente elocuencia.- Yo soy Changmin.
-Jamás pensé que encontraría otro como yo en estas tierras malditas. ¿Cuántos años tienes?
-Veinte, señor- contestó, apartando la mirada de su superior, porque hasta donde él sabía, aquello solo podía traerles problemas.
-Eres adoptado, ¿cierto?
El muchacho solo asintió, algo incómodo al quedar completamente desnudo frente a su locagó, y recogió su túnica del suelo, colocándosela rápidamente.
-Yo también fui adoptado. Es una suerte que hayas quedado a mi cargo- susurró, bajando la voz para evitar que escucharan el resto de compañeros que aún estaban por allí.- Con cualquier otro habrías muerto en menos de una semana.
Al conocer aquella información, el chico se puso pálido, pero trató de disimular su verdadero estado de ánimo colocándose las sandalias.
-Todos los jefes tienen su protegido, Changmin. Y yo he decidido que tú seas el mío. Cuidaré de ti.
El chico, ligeramente más alto que su jefe, se giró con los ojos desorbitados y la boca abierta. No se podía creer aquello todavía.
-Pero señor, no es necesario, si los demás se enteran…
-Nadie se tiene por qué enterar si tú no dices nada. Y a menos que tengan pruebas no nos pueden incriminar ante el comité. Changmin, te estoy ofreciendo una oportunidad de oro. Nadie más se preocupará por ti en toda tu vida si no lo hago yo. Todos tienen sus compañeros, sus amigos. Tú y yo estamos solos. Puedo cuidar de ti, pero no lo haré si tú no lo deseas.
El menor levantó la mirada y se encontró con unos ojos francos y una sonrisa que lo hubiese animado a seguir a Yunho al final del mudo si era necesario. Y por fin, él también sonrió, asintiendo levemente.
*
La época de los Juegos Olímpicos había acabado, así que comenzaba la época de las batallas. Changmin estaba asustado como un cerdo listo para la matanza. Ahora recordaba con cierta añoranza su época en el bosque, perdido y desnudo. Enfrentarse con un par de leones le parecía mucho más fácil que ir contra miles de soldados atenienses dispuestos a llevarse sus cabezas. Bien era cierto que Yunho le había dicho que lo iba a proteger, y lo cierto es que aquello le daba ciertas esperanzas de sobrevivir en la cruenta batalla que se avecinaba.
Desde que su jefe le había prometido que lo ayudaría, su vida se había vuelto bastante mejor. La mayor parte de los días su instructor simplemente le dedicaba una pequeña sonrisa antes de comenzar a chillarles como un poseso que movieran el culo si no querían llevarse un par de latigazos. Pero las dos semanas que habían durado los Juegos, se había comportado amable con él. Como si amigos de toda la vida se tratasen habían ido juntos a las termas, habían hablado de filosofía y política e incluso, habían idos juntos a las cenas que se celebraban en público, aquellas en las que se solía ir acompañado de otros hombres, pero a las que Changmin siempre iba solo porque ninguno de los otros muchachos lo miraba siquiera.
-Estoy nervioso… -confesó el chico, tumbado junto a Yunho.
Ambos habían ido juntos al monte Taigeto a contemplar las constelaciones. Los espartanos no se tomaban el tiempo de contemplar las cosas hermosas, sino que iban simplemente a lo práctico, y aquello era algo que Changmin siempre había querido hacer. Allí, junto a Yunho, se encontraba demasiado a gusto, como si de repente todos los años pasados en aquella barbárica ciudad, criado duramente como si su vida apenas importara, hubieran valido la pena solo para conocer a aquel hombre que en ese momento lo acompañaba.
-Tranquilo, las batallas no son tan horribles como piensas- intentó tranquilizarlo el otro, llevando inconscientemente su mano hacia la notoria cicatriz bajo su ojo izquierdo.- Siempre y cuando no te dejen más cicatrices internas que externas.
Changmin alargó la mano para también acariciar aquella zona, recibiendo un escalofrío como respuesta a ese contacto que parecía congelarle y a la vez quemarle la piel.
-¿Y tú? ¿Dónde tienes más cicatrices? ¿En el alma o en la piel?-preguntó con la voz vibrante, porque Yunho lo estaba mirando directamente y había colocado una mano sobre la suya.
-Para suerte para mí, las mías se ven a simple vista.-sonrió el hombre y, como si no lo notase, se acercó más a él.- Sin embargo, sería una verdadera pena que tu rostro se estropease. Los soldados no saben ni respetar la belleza-suspiró, y entonces fue su turno de colocar su callosa mano sobre su todavía suave mejilla.
El corazón del muchacho se aceleró como nunca se había acelerado por el miedo. Sintió su boca seca y sus manos sudorosas se resbalaron por la piel de YunHo hasta quedar sobre su cuello. Podía sentirlo, su pulso desbocado como un caballo tras una carrera de carros, imitando el sonido de su corazón. ¿Se sentiría igual que él?
-¿Crees que soy bello?-preguntó, buscando nervioso su mirada
-Desde la primera vez que te vi.
Y entonces colocó sus labios sobre los suyos y lo besó. Changmin suspiró levemente y rodeó su cuello con sus fuertes brazos, quedando sobre él. Mientras sus manos se deslizaban por aquella espalda musculosa, recordó a Aquiles y a Patroclo, y no pudo evitar alegrarse al pensar que había hecho tamaña amistad como para llegar a aquello. Sabía que muchos hombres besaban y fornicaban con sus compañeros, y no era atípico ver a dos hombres besándose en las saunas. Sin embargo, en el fondo sabía que aquello no era simple amistad. Que Yunho, con ese beso, le quería decir algo más.
-*Egó sé philó … -susurró cuando se separaron para recuperar un poco del aire fresco de la noche, y el muchacho lo miró impresionado.- Egó sé philó, ChangMin… Te quiero.
Alterado, se incorporó, sin dejar de mirarlo con los ojos como platos
-Los amigos no se dicen eso…-susurró, angustiado.
-¿De verdad crees que solo quiero ser tu amigo? ¿No ves la forma en que te miro? Afrodita me bendijo con tu aparición, Changmin. Por eso decidí protegerte. No quiero perderte, no quiero que te alejes de mí.
Changmin había sido criado como un espartano, pero mientras huía de la mirada desolada de su amigo, no pudo evitar pensar que en el fondo no era más que un cobarde.
*
Aún era de noche cuando el regimiento de Yunho partió, junto con todos los demás, a la guerra. Changmin observaba la espalda del hombre desde los primeros puestos de combate. Desde aquella noche, su locagó no había vuelto a hablarle para nada. Ni siquiera sus gritos ni sus órdenes iban dirigidos hacia él. ¿Cómo había ocurrido aquello? Él lo sabía bien, comprendía que después de ese obvio rechazo el otro no volviera a hablarle. Y ahora se dirigían a la guerra a morir.
Las tropas se detuvieron en un claro del bosque y comenzaron a montar un campamento. Aún con todos los hoplitas ayudando no terminaron hasta la noche, y por lo menos el trabajo duro mantuvo la mente de ChangMin ocupada. Pero en cuanto se metió en su tienda para descansar, sus pensamientos se llenaron del rostro de Yunho, de la sonrisa de Yunho, de la voz de Yunho, de Yunho. En el fondo, sabía que el haber salido corriendo no se debía más que al miedo, al no saber cómo reaccionar. Porque aquel sentimiento que le subía por las venas como la sangre que lo mantenía vivo no podía ser otra cosa que aquello que el propio Yunho le había confesado. Que lo quería. Y si lo quería no podía perderlo de esa manera.
Vigilando que el centinela no lo viera, salió de su tienda y se dirigió con pasos sigilosos a la del hombre. Con cuidado de no hacer ruido, se metió dentro, gateando hasta la forma durmiente que era Yunho y se tumbó a su lado intentando no tocarlo. ¿Qué debía hacer? ¿Debería despertarlo y confesar a lo que había venido, simplemente? ¿Debería besarlo hasta que abriera los ojos y así no habría necesidad de palabras? Las cosas se decidieron por sí solas cuando el hombre rodeó su cintura con un brazo.
-¿Qué demonios haces aquí, por la bendita Atenea?-gruñó en un susurro que hizo que a Changmin se le erizara el vello de la nuca.
-He venido a verte…-susurró él también, girando su cuerpo hacia el hombre- No quería que llegase la hora de ir a morir y no haberte visto una última vez.
-Creí que ya habías dejado lo suficientemente claro que no querías verme más.
-Jamás dije eso, lo supusiste tú solo-suspiró el muchacho alargando al mano para colocarla sobre el hombro del otro- Yunho, perdóname… Debes comprenderme, jamás en toda mi vida se ha acercado nadie a mí. Ni por amistad ni por mucho menos, amor. Así que cuando me dijiste que me querías no supe lo que hacer.
-Somos dos extranjeros en una tierra de bárbaros- murmuró el hombre, acercándolo aún más a su cuerpo- Nadie nos va a amar nunca si no lo hacemos nosotros. Pero no es por eso que te amo, Changmin. Estoy seguro de que Afrodita te puso en mi camino, y nadie puede luchar contra los dioses. El día que te vi aparecer junto con el resto de los muchachos en el regimiento apenas podía creerlo. Otro como yo… Pero cuando te miré más de cerca… Ellos no son capaces de ver la belleza, pero yo sí. Y no he visto ninguna escultura más hermosa que tú. Ni los pájaros de los montes cantan mejor de lo que tu voz suena. Y no he probado mejor vino que el de tus labios. ¿Qué puede ser eso sino que Eros ha decidido que tú eres mío y yo soy tuyo?
Incapaz de decir nada inteligente, Changmin se limitó a abrazarlo con fuerza y hacer que sus labios se encontraran. Sintió a Yunho dejar ir un jadeo ligeramente sorprendido antes de comenzar a besarlo con la rudeza que cabe esperar de un general espartano. Sus dientes atraparon el labio inferior del muchacho y lo mordieron con ganas, como si fueran algo delicioso, lamiéndolo suavemente hasta que el otro abrió la boca en una silenciosa invitación. Ambos gruñeron cuando Yunho se inclinó sobre él y sus miembros, ya duros, se encontraron en el camino, aún con las túnicas para taparlos.
-No sabes lo mucho que deseaba esto- susurró el hombre en su oído, mordisqueando su oreja y causándole evidentes escalofríos.
-Ya lo noto… -suspiró Changmin, entreteniéndose en su barbilla, la erección del otro firmemente presionada en su estómago.
Sus labios volvieron a buscarse y Changmin se perdió en el sabor de la boca de Yunho. No podía evitar sorprenderse por la escondida suavidad del cuerpo del hombre, rudo y capaz de matarte con sus propias manos, pero que lo tocaba con tal delicadeza que no estaba seguro de cómo sentirse, El muchacho probó esta vez a morder los labios del otro, y Yunho siseó ligeramente, pero era un sonido delicioso. Ambos se movían ligeramente el uno contra el otro, jugando a un perverso juego que el más joven jamás se imaginó que jugaría. Pero allí estaba, colando una mano bajo la túnica de su jefe para acariciar esas largas y bien formadas piernas, que durante un momento le recordaron a la de los hermosos sementales que llevaban algunos generales atenienses. Sin embargo, Yunho era mucho más impaciente, y sin ninguna clase de advertencia se deshizo de la única prenda que cubría a Changmin con un rápido movimiento.
El muchacho sintió la brisa de marzo, aún algo fría, golpeando su espalda, pero no tuvo tiempo de quejarse, porque rápidamente las ásperas y calientes manos del otro la recorrieron entera, casi haciéndola estallar en llamas. Changmin no podía evitar jadear ruidosamente, el movimiento entre sus miembros aún no cesaban, al igual que los besos húmedos de Yunho en las partes sensibles de su piel. Sus pupilas estaban dilatadas de puro deseo, y sus mejillas algo rojas del esfuerzo y las ganas de devorar al hombre sobre él. De repente, algo pareció sobreponer al mayor, que lo obligó a rodear su cintura con ambas piernas y se rozó con crudeza, arrancándole sendos gemidos que acalló con sus besos.
-Joder… -gruñó Yunho, y esa ronca maldición, lanzada con una voz espesa de deseo y desesperación, hizo que a Changmin le temblaran las piernas.
No pudo evitar sorprenderse al sentir los dedos del hombre bordeando una parte de su anatomía que nadie había tocado jamás, ni siquiera él mismo. Inconscientemente, separó más las piernas, sintiéndose de repente como una de aquellas vírgenes dedicadas a Ártemis, avergonzado y pudoroso, sin embargo no hizo nada por detener el avance de esa mano. El contacto era seco y algo doloroso cuando por fin introdujo un dedo de él, preparándolo para algo más grande, que el muchacho podía sentir chocando contra su cadera. Sin embargo, pronto apartó la larga extremidad y Changmin no pudo evitar lanzar un jadeo nervioso. Cerró fuerte los ojos cuando la erección de Yunho, dura como una roca, comenzó a penetrar en su cuerpo. El muchacho no podía evitar pensar que se sentía como si lo estuvieran partiendo por la mitad, y se mordió el labio para no quejarse. No era como si nunca hubiese soportado un dolor parecido, y un espartano nunca gritaba de dolor. Jamás.
Cuando Yunho por fin se acomodó en su interior, buscó su mirada y acarició con suavidad su mejilla, el deseo y el cariño brillando en su mirada como las estrellas. Changmin no pudo evitar pensar que jamás había visto algo tan hermoso como aquel hombre, y el dolor en la parte baja de su espalda se aminoró un poco. Al sentir como se relajaba entre sus brazos, el mayor comenzó a mover las caderas, primero a un ritmo suave y lento que no hizo otra cosa que desesperarlo por completo, ya que prometía ser mucho más placentero.
-Yunho… M-más rápido…- suplicó, incapaz de avergonzarse de sus palabras, no cuando el hombre dio una larga estocada que lo hizo gemir alto y fuerte y que lo obligó a hundir sus uñas en sus caderas para sostenerse a sí mismo y no perderse completamente en aquellas sensaciones.
Al oír aquel sucio sonido, Yunho sonrió satisfecho y mantuvo el ritmo, apurado y duro, haciéndole sentir más placer que en toda su vida, obligándolo a gemir y gritar, sus ruidos perdiéndose en el silencio de la noche.
-Minnie… -murmuró el hombre, y el mencionado no pudo hacer otra cosa más que gimotear. Nadie jamás le había llamado de esa manera. Y mucho menos con esa lujuria.- Tienes que ser más silencioso~ No querrás que nos oigan, ¿verdad?
Eso es lo último que Changmin deseaba, que alguien viniese a interrumpir ese glorioso momento, así que hizo su mejor esfuerzo para mantener la boca cerrada mientras que Yunho lo embestía sin merced. De repente un envite especialmente profundo logró que un agudo gemido saliera de su boca. Con una sonrisa diabólica, el hombre se movió más rápido aún, golpeando siempre el mismo punto, y el muchacho supo que no lograría aguantar más. Sabiendo su próximo final, Yunho rodeó su miembro con la mano y acarició la punta con el pulgar de forma que casi lo hizo volverse loco y lo bombeó con violencia. Con un pequeño gruñido salido de lo más profundo de su garganta, se corrió sobre el musculoso estómago del mayor, que simplemente se contrajo un poco al sentir la pegajosa humedad y ya sin ninguna clase de cuidado, lo embistió hasta que Changmin sintió como se derramaba dentro de él.
Con un suspiro, se colapsó sobre él y sin duda, lo abrazó con fuerza, mirándolo a los ojos.
-¡Por el perro! Jamás imaginé que el estar contigo sería tan infinitamente placentero… No quiero seguir aquí, Changmin. No quiero ir a la batalla y no regresar, quiero salir de aquí… Ninguno de los dos pertenecemos a este lugar, así que huyamos…
El menor dudó durante unos instantes, pues llevaba toda su vida allí y se le hacía difícil pensar en otra clase de vida. Pero si había sobrevivido a todas las pruebas impuestas por esa barbárica sociedad, estaba seguro de que podía atreverse a buscar una nueva vida. Así que asintió y luego cerró los ojos para soñar con lo que el Destino les deparaba.
*
La chica miró las páginas suspirando y una enorme sonrisa se extendió por su cara. No había sido fácil, pero por fin había logrado traducir esa pequeña historia que hacía tiempo le habían encomendado. Había sido tan extraño encontrar ese libro lleno de historias de muchachos y muchachas, de amantes cuyas historias acababan bien o mal. No pudo evitar notar que al pergamino le faltaba un pequeño trozo, probablemente el final, y se preguntó que habría ocurrido con esos amantes extranjeros. ¿Habrían sobrevivido a la guerra y llevado una vida feliz? ¿Les habrían sido los dioses favorables? Ella esperaba que sí.
Y de buen humor, se quitó las gafas y se dirigió a la cocina a prepararse algo de cenar, pues estaba hambrienta, e hizo tanto ruido cuando cayeron varias cacerolas a sus pies que no escuchó los pasos pesados de dos hombres saliendo a hurtadillas de su casa ni escuchó la puerta cerrarse, llevándose consigo el libro. Si lo hubiera hecho, tal vez no le hubiera extrañado escuchar al día siguiente en las noticias que dos locos con túnicas habían revolucionado la ciudad.
σὲ φιλῶ: /sé philó/ Te amo
wau!... esta demaciado bueno, nunca antes habia leido una historia como esta! esta demaciado buena y ver a un Changmin y Yunho asi, pienso que se parecen demaciado a los reales! deje que mi imaginación volará! fue hermoso jajaja en verdad! Linda historia!
ResponderEliminarAhhhh que bello me gustoooo!!! Muy original graciassss
ResponderEliminarmuy escitante!! +____+ que viva el HoMin!!! *.*
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