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No te abandonaré

Titulo: No te abandonaré
Autor: Bloody-Rose-chan97
Pareja: YunJae
Género: Slash, drama
Extensión: Oneshot
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“Te odio.”

Aquellas dos palabras habían salido de mi boca en un murmullo casi inaudible, aquellas dos palabras que pocas veces había pronunciado a lo largo de mi vida, aquellas dos palabras que ahora parecían cobrar una fuerza desbordante mientras cerraba los puños para tratar de serenarme. Suspiré con cansancio y ganas de tener el cuello del causante de mi ira entre mis manos dirigiendo más tarde mi vista hacia ti.

Estabas ahí, durmiendo en mi cama, tranquilo, como si no pasara nada, como si todo estuviese bien, no obstante, en tu rostro aún quedaba el rastro de las lágrimas que habías derramado hacía tan solo unos minutos; sentí como la rabia me recorría al recordar el estado en el que habías aparecido aquella noche:

La hora oscilaría alrededor de las once y media, hacía frío, por lo que la idea de meterme en la cama y perderme bajo las sábanas de franela de diversos tonos azules era bastante tentadora, aunque por otro lado quería aprovechar los días libres que la agencia nos había dejado a Changmin y a mí, que no habíamos parado de trabajar arduamente durante las tres últimas semanas. Y así, entretenido como estaba en tomar esa simple decisión, casi no pude oír el ruido de la puerta siendo golpeada débilmente desde afuera. Cinco minutos más tarde, o quizás diez, tras percatarme de que alguien llamaba, me dispuse a ir a abrirla encontrándome allí con tu figura temblorosa.

Durante apenas unos segundos, me quedé paralizado. Estabas horrible: tenías el rostro más pálido de lo normal, aunque quizás eso se debiera a tus ojos enrojecidos y ligeramente hinchados que delataban que habías estado llorando durante bastante rato; unas ojeras se dejaban ver bajo estos mostrando el cansancio que debías de llevar encima…

—¿Puedo pasar? —preguntaste en voz baja consiguiendo despertarme de mi trance y que me apresurara en dejar de bloquear la entrada dándote paso.

—¿Qué ocurrió? —dije yo nada más cerrar la puerta por la que entraba un gélida brisa.

—Nada —evadiste aquella pregunta empezando a caminar hasta perderte por el pasillo.

Dibuje una mueca de frustración: detestaba que te guardaras los problemas para ti solo. Tal vez pensaras que no me daba cuenta de tus sonrisas falsas, pero cada una de ellas se sentía como una puñalada. Nos conocíamos desde hacía muchos años, por supuesto que podía ver a través de tus dotes de actor, por muy bien que se te diera.

Sin embargo, aquella noche no era igual, tu ya tan habitual sonrisa fingida había sido eclipsada por esa expresión de aflicción.

—Es él, ¿verdad? —me limité a decir llegando hasta dónde estabas apresándote contra mí, obligándote a detenerte, y sentí como tu cuerpo volvía a temblar tenso entre mis brazos: había dado en el clavo—. No puedes seguir así, Jaejoong —intenté hablar con calma, quería hacerte razonar—, solo lograrás hacerte más daño —te hice girar hacia mí para mirarte a los ojos que cristalizados trataban de retener el llanto.

Esa imagen me partía el alma.

Y si él hubiese estado allí, si tu novio hubiese estado allí, puedo asegurar que no habría dudado en hacerlo pedazos.

Tu orientación sexual siempre había sido un secreto a voces, recuerdo muchas veces en las que hombres se te acercaron buscando algo más que amistad (también algunas mujeres que conservaban la esperanza), ese hijo de puta era uno de ellos. Desde el día que lo conocí deseé que desapareciera de nuestras vidas. Y he de reconocerlo, estuve celoso de él mucho tiempo, sin lugar a dudas tenías un magnetismo que atraía a medio mundo hacia ti, yo caí en tu hechizo sin percatarme de ello.

Pero mi repentino enamoramiento no era el problema.

Él era el problema.

En lo que llevabais juntos te había hecho tanto daño que yo ya no sabía qué hacer para poder ayudarte, odiaba ver cómo te tragabas tu sufrimiento. Él no quería ver una mala cara, todo tenía que ser a su manera. El amor y la amistad se convirtieron en una relación inexistente, te esforzabas tanto por ese desgraciado… Y todo iba de mal en peor.

Llegué a pensar en la posibilidad de que estuviera con otra persona; la sangre me hervía de sólo imaginar tal atrocidad. Aunque no era como si fuera el más indicado para hablar de eso, pues tú y yo tampoco habíamos seguido las reglas precisamente. De todas formas la palabra “amante” nos quedaba demasiado grande, jamás habíamos pasado de un simple beso.

Yo no quería ser tu amante.

Quería ser quien te trajera la felicidad.

Mientras mi mente daba vueltas a todo aquello y más, no tardaste en desviar la mirada hacia cualquier otro punto huyendo del contacto visual. No querías llorar; no querías que te viera llorar. Tenías metida en la cabeza la idea de que debías ser fuerte y reprimirte.

Solté un largo suspiro a la vez que tomaba tu mano con la mía para guiarte por el pasillo hasta mi habitación. Te sentaste en mi cama, sobre aquel mar azul en el que un rato antes había querido sumergirme, con la mirada gacha, sin decir una palabra.

—Jaejoong, mírame —te pedí sentándome a tu lado mientras llevaba mi mano a tu rostro para levantarlo sin mucha fuerza—. Llora —la palabra “desconcierto” se dibujó en tus ojos ante aquella orden—, si lo necesitas, llora, desahógate, no intentes estar bien cuando no lo estás —mi mano se desplazó por tu mejilla, acariciándola en un pequeño intento de darte confianza—. Conmigo no tienes que fingir, déjame ser tu apoyo…

Antes incluso de terminar de pronunciar aquellas palabras, ya te habías abrazado a mí escondiendo tu rostro en mi pecho. Te sujetabas fuertemente a mí, finalmente rompiste a llorar soltando el dolor que retenías y estabas temblando más que antes; si hubieses estado de pie habría tenido que sostenerte.

Estuvimos unos minutos —que podrían haber sido horas— así: tú desconsolado, preguntándote entre balbuceos por qué las cosas tenían que ser de esa manera, y yo susurrándote al oído palabras tranquilizadoras aguantando las ganas de salir e ir a partirle la cara a aquel cabrón. ¿Debería haberlo hecho? Nadie lo sabía, pero preferí quedarme ahí, contigo, abrazándote; porque te amaba. Deseaba ser quien borrara aquellas lágrimas que resbalaban por tus mejillas, no quería estar en ningún otro lugar.

—Yunho, tengo sueño… —murmuraste después de un rato de silencio y falsa calma.

Observé de reojo el reloj del despertador; habían pasado de las doce hacia ya un par de horas.

Te dejé acostarte en la cama y me dirigí a pulsar el interruptor de la luz sumiendo la habitación en la oscuridad. Sentí como tu mano tiraba suavemente de mí, necesitabas saber que estaba a tu lado, yo no iba a ser quien te privara de mi compañía. Así que me metí bajo las mantas acomodándome en el colchón de modo que hubiera espacio para los dos y te volvía a abrazar acariciando tu espalda para tranquilizarte. Trataba de demostrar que de verdad estaba allí para ti, que, aunque muchos otros te hubieran hecho falsas promesas, yo sí estaría para ayudarte a levantarte cuando cayeras. Yo sí haría cualquier cosa por ti.

El sonido de un teléfono móvil rompió el silencio vibrando en tu bolsillo haciéndote adoptar una expresión de terror. Era él. No hacía falta ni siquiera mirar el número para saberlo. Bajo tu atenta mirada me dispuse a sacar el aparato y contestar, no hiciste nada por evitarlo, tan sólo seguías observándome sin moverte lo más mínimo.

“¿Quién eres? ¿Dónde está Jaejoong?”

Aquella fue la respuesta que ese desgraciado articuló al no reconocer mi voz.

—I’m sorry, you got the wrong number —le contesté ignorando la agresividad con la que me reclamaba preguntándome por qué tenía el móvil de su novio. Luego te miré pidiéndote permiso con los ojos para cortar la llamada. Tú asentiste débilmente—, so don't call me no more —terminé la frase apagando el teléfono para que no volviera a sonar.

Suspiraste pegándote más a mí, arrugando mi camisa al apretar la tela con las manos. Que él te llamase había conseguido tensarte de nuevo cuando lo que necesitabas era relajarte; solo pude maldecir mentalmente a aquel hijo de puta que te atormentaba. Por fortuna no tardaste en dormirte, estabas muy cansado, era comprensible. Me dediqué a observarte acariciando tus cabellos con cariño queriendo protegerte de todo.

Fue poco después cuando pronuncié aquellas palabras de odio dedicadas al tipo que te hacía sufrir.

¿Cómo desperdiciaba la oportunidad de estar con algún como tú?

¿Cómo podía hacerte tanto daño?

¿Es que no veía lo que tenía?

¿Acaso era idiota?

La respuesta a esa última pregunta era obvia para mí.

—Yunho… —dejé a un lado mis pensamientos al oír mi nombre salido de tus labios. En un principio creí que te habías despertado, sin embargo, aún estabas sumergido en el mundo de los sueños— No te vayas… —pedías agarrándote otra vez a mi ropa mientras dormías.

—No me iré —respondí, aunque fuera probable que no me escucharas depositando un suave beso en tu frente.

—¿De verdad? —preguntaste con voz muy débil tras unos instantes de calma entreabriendo los ojos adormilado.

—¿Estabas despierto? —negaste a mi pregunta.

—Tuve una pesadilla… —me explicaste abrazándote a mí—. Soñé que… soñé que te cansabas de mí. No te culparía si lo hicieras, estoy dándote problemas siempre… yo… —me dedicaste una sonrisa amarga.

Tonterías.

Aquello fue lo primero que se me pasó por la cabeza al oírte. No es que lo que decías no fuera verdad, pues siendo francos, mi vida se veía alterada por tu causa muy a menudo. Sin embargo, te quería demasiado, y no sólo por el amor que sentía hacia ti, nosotros éramos amigos desde hacía años, nos conocíamos como si fuésemos de la misma familia. Yo jamás sería capaz de abandonarte.

Aún seguías diciendo todas aquellas incoherencias sin sentido para mí cuando decidí callarte posando mis labios sobre los tuyos, sorprendiéndote. Cerraste los ojos aflojando tu agarre sobre mí mientras correspondías con algo de timidez al beso que duró apenas unos segundos. Nos quedamos mirándonos como tratando de leer el pensamiento del otro. Las palabras eran algo innecesario en aquel momento.

Una de mis manos acarició lentamente tu mejilla que había cobrado un tono rojizo y tú te estremeciste ante el tacto. Te sonreí de manera cálida; daba igual cuantos errores cometieras, daba igual si tenía que ir personalmente a matar a aquel que hasta entonces se había hecho llamar “tu novio”, daba igual el tiempo que me llevara curar tus heridas —y yo sin duda me encargaría de que sanaran—, daba igual si debía hacer todo lo posible y lo imposible para ayudarte. Nada de eso importaba porque lo íbamos a superar, los dos, juntos; como amigos que éramos, como familia que fingimos alguna vez ser y como pareja que podríamos acabar siendo.

—Te amo, Jaejoong —hablé en voz baja volviendo a acomodarme para poder dormir.

—Yo también te amo… —respondiste casi imperceptiblemente refugiándote entre mis brazos.

Todo el conjunto de intestas emociones que aquella noche habíamos vivido, todas las lágrimas, todas las palabras, e incluso la inoportuna llamada fueron olvidadas por unos instantes. Ambos las dejamos de lado cerrando los ojos deleitándonos con la calidez que el cuerpo del otro nos brindaba.

Caímos rendidos al sueño.

4 Comentarios:

  1. Anónimo11/21/2012

    ¡Qué lindo! Yunho y Jaejoong son tan tiernos, me encantó <33333

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  2. Anónimo11/23/2012

    QUIEN ERA EL PENDEJO!.............WAAAAAAAAAAAAAAAAAAA HERRMOSO HERMOSO!!!!!!!!!!........................

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  3. Es precioso, ya son pareja (?) XDDD Y del pendejo mejor no acordarse, fue un cabrón.

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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