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Cántame Antes de Dormir - Cap. 5

A Changmin no le gustaban las personas, no le gustaba que lo miraran o que lo tocasen… pero luego estaba él, Jaejoong, quizá él era un persona diferente.


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Desde que tiene uso de conciencia nunca le gusto como se sentía el tacto con la gente, lo odiaba, era como si alguien quisiera pasar por su delicada piel alambre de púas, simplemente lo detestaba. Pero Jaejoong no era una persona normal, él era alguien fuera de serie, tampoco era que el tacto del mayor le fascinara, también le parecía incomodo, no como alambre de púas, más  bien como si alguien le picara con muchas agujas el cuerpo, era un dolor satisfactorio, un dolor que podía soportar. Porque era un secreto, pero Changmin era un masoquista, un maldito masoquista.

Además, tampoco le podía negar a Jaejoong que lo tocase, también era una manera de agradecerle ya que los únicos recuerdos que poseía eran con él y su fallecida tía. Al parecer sus padres habían muerto en un accidente y dejado a su cuidado desde que tenía ¿Dos años? O al menos eso dijo la tía Mutsumi.

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Ya era de noche, había terminado de cenar, satisfecho se retiro a su habitación para caer rendido a los brazos de Morfeo, después de haber tenido un día terrible en la preparatoria. Pero era una de esas noches en las que no podía conciliar el sueño.

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Changmin estaba en un cuarto azul, pintado y arreglado lindamente con decorativos infantiles, era sin duda un espacio muy bonito. Veía a 2 niños sonreír y jugar divertidamente, los observo detenidamente y sintió envidia; de pronto el niño más alto salió y en su lugar entro una mujer adulta la cual mimaba a aquel infante, ahora sentía que la envidia lo carcomía; la señora bañada en lagrimas tomó después al niño en sus brazos y lo metió en una especie de closet. Changmin estuvo quieto viendo todo en eso entro un hombre y… empezó a hacerle daño a la mujer; en esos momentos su cabeza era un lio: oía el llanto del pequeño, veía llorar a la mujer y escuchaba asquerosos gemidos provenientes de la boca de aquel hombre, todos esos sonidos rezumbaban en la habitación. Quiso ayudarla pero no pudo, solo se quedo ahí mirando mientras las ganas de llorar invadían todo su ser.
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Entonces… ¡Despertó! Sí fue otra maldita pesadilla, pesadillas que lo atormentaban desde hace tanto. Quería gritar y llorar con todas sus fuerzas, pero si lo hacía despertaría a Jaejoong y era lo que menos quería, desde aquel día en el cual entró a la preparatoria no había vuelto a dormir con Jae. Su respiración seguía agitada, al parecer no llegaría a calmarse, tenía que volver a recurrir a… eso.

Lo estaba tentando, ese pequeño artefacto de metal que causaba tanto daño a su frágil ser, pero él era demasiado débil y no pudo resistirse más, lo tomo, maldijo por dentro porque quería parar con eso. Una, dos, tres; veía como aquel liquido rojo corría por sus antebrazos; cuatro, cinco; se detuvo a admirar como aquella sustancia manchaba su piel morena, haciendo figuras abstractas al escurrirse. Esa era la única forma de liberar la tensión que le causaban aquellas pesadillas, pesadillas que vivía en sus sueños y en su vida diaria. Se sentía relajado cuando lo hacía, le gustaba mucho aquella sensación, se podía decir que se volvió adicto al dolor.

Así es Changmin se auto flagelaba, no era un cosa que admitía con orgullo, pero era lo hacía. En realidad no sabía cómo encontraba placer haciéndole esas porquerías a su cuerpo, pero de verdad lo necesitaba.

Todo comenzó cuando entro a la preparatoria, lo hizo para complacer a Jaejoong, para verlo sonreír, pero en verdad no lo soportaba, no podía soportar que tanta gente lo mirase, que lo rozaran con sus asquerosas pieles o soportar sus terribles aromas, simplemente odiaba cualquier contacto con otras personas que no fueran Jaejoong o su tía. Siempre entraba al salón de clases hecho una bola de nervios, su silla estaba absolutamente separada de los demás, sus compañeros lo miraban raro pero a él no le importaba, se decía a si mismo “Entre más lejos estés de ellos, mejor Changmin”. Un día el maestro les pidió que formaran parejas y como era de esperarse él no se movió de su lugar. El maestro al verlo que no tenía la mínima intención de cooperar hcía nada, se dirigió a una de las chicas más parlanchinas del salón y le dijo…

-Ikezawa Naoko- se escucho en todo el salón

-¿Si? Profesor- respondió aquella chica

-Se la pareja de Oshima Changmin- ordenó

A Changmin no le importaba convivir con sus compañeros, siempre y cuando los tuviera alejados a mínimo tres metros de él.

Sintió ganas de vomitar, la niña le hablaba y le tocaba, ya no podía aguantar más, pidió permiso para salir con la excusa de que se sentía mal, se sentó en los jardines y empezó a tararear aquella canción que tanto le gustaba y que nunca pudo recordar la letra de la canción. Esa melodía siempre lograba calmarlo, esta vez no funciono, se sentía realmente ansioso. Escucho algo romperse en el bolsillo de atrás de su uniforme, metió su mano y saco la cosa que se había roto, era su sacapuntas, estuvo observándolo y miro la pequeña navaja que colgaba de los restos del sacapuntas. Jugaba a pasar el filo por las yemas de sus dedos, un pequeño corte se hizo notar, la sangre escurría, se sintió tan, tan bien y así continuo pasando la diminuta navaja por sus largos dedos.

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Pero no todos sus sueños le hacían querer cortarse, algunas veces soñaba con esos dos mismos pequeños, de una manera tan distinta.

El niño mayor cargaba al pequeño, le cantaba aquella canción, le besaba, jugaba con él, le tocaba hermosas melodías en un piano. Changmin no podía verles sus caras, pero observarles felices era algo muy lindo para él. Él no tenía ningún recuerdo claro de su infancia, siempre que trataba de recordar algo, terminaba con un espantoso dolor de cabeza y vomitando en el baño, justo ahora no quería vomitar.

Jaejoong estuvo con él desde siempre, según el mayor, sus padres lo dejaron a cargo de su tía desde muy pequeño. Changmin le quería mucho, el castaño siempre lo consentía en cualquier cosa y lo trataba como si fuera el tesoro más valioso del mundo. Jaejoong lo alimentaba, platicaba con él, incluso tiene un vago recuerdo de él regalándole a Puky, ese oso que tanto quería y lo hacía sentir inexplicablemente bien. Simplemente le tenía un gran aprecio a Hoshida Jaejoong.

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Su último semestre de la preparatoria estaba a punto de concluir, era el mejor de su clase, según sus profesores era una especie de joven superdotado o algo así. Había recibido ofertas de muchas universidades de Japón, no le gustaba ninguna, además de masoquista era un inconforme con casi todo.

Desde cuarto semestre su sueño era viajar a Corea e ingresar a la Universidad de Seul, en la facultad de Arquitectura,  decían que era la mejor escuela para estudiar Arquitectura y Diseño, la cual era su carrera deseada, solo muy pocos alumnos eran admitidos y él como extranjero tenía menos posibilidades. Además a Jaejoong no le gustaba Corea, él siempre había sugerido ir a vacacionar ahí, pero el mayor nunca aceptaba, tampoco creía que lo dejara irse a vivir solo a Corea, tampoco era que quisiera separarse de Jaejoong. Un largo suspiro salió de su boca, definitivamente tenía que pensar detenidamente que era lo que haría con su vida.

Llego a su casa hastiado de todo, se metió a la piscina para poder relajarse, aparte de dibujar y la guitarra había encontrado en la natación otro hobbie, le encantaba hacerlo, pero siempre lo hacía cuando Jaejoong estaba lejos por temor a que viera aquellas marcas en sus brazos y en sus piernas, ya que cuando se le acabo el espacio en los brazos, continuaba en las piernas. Debido a esas marcas siempre usaba camisas de manga larga y pantalones que no le permitían enseñar más que sus pies.

Estuvo sumergido en el agua, escucho el auto de Jaejoong y salió como cohete disparado para vestirse. Se dirigió a la cocina para encontrarse con él.

-Changmin, que te he dicho, que te seques ese cabello después de ducharte- dijo el mayor en tono serio

-Si mamá, lo haré la próxima vez- le saque la lengua.- Oye, ¿Por qué estas tan feliz?- pregunte curioso.

-Te tengo una noticia muy importante pequeño-. Su sonrisa no cabía en sus labios

-¿Pequeño? ¡Soy mucho más alto que tu eh!... No esperaras a que te ruegue, así que suéltalo ya-.

-Me acaban de ofrecer participar en un negocio muy importante-.

-Si ¿Y…?- volví a preguntar, algo molesto por su tono de voz tan chillante

-¡Nos mudamos permanentemente a Corea!-. Dijo mientras corría a abrazarme, lo separe inmediatamente de mí.

-¿Es en serio?-. Comenzaba a ilusionarme por poder ir allí

-Mmm… ¡Sí! Se cuanto quieres ir a esa Universidad, además no quiero rechazar esa oferta- volvió a sonreír felizmente

-¿Sabias lo de la Universidad?- pregunté un poco sorprendido.

-Si tonto, deberías tener más cuidado en no dejar tus cosas regadas niño-. Él saco la lengua, a veces odiaba que se comportara tan infantil conmigo, pero en el fondo si no lo hacía, lo extrañaba.

-Oh, pero aún así no sé si podré entrar, según leí es una de las escuelas que más demanda tienen- le respondí con un semblante triste en el rostro

-¡¿Tu, Oshima Changmin?! ¡Por favor! Dios te hizo feo pero lo recompenso dándote un inmenso cerebro-. Ahora comenzaba con sus bromas de mal gusto. –Según tus profesores, eres un genio-

-Calla bobo- le golpee el pecho  -No me elogies tanto, soy demasiado normal para mi gusto-


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Prácticamente así era mi relación con Jaejoong, peleábamos todo el tiempo pero de una forma que resultaba un tanto torpe y divertida. Al mismo nivel en que peleábamos, él me mimaba y me protegía, demasiado sobreprotector, pero me gustaba.

Nunca pensé que estudiar en Corea me pondría de esta manera, de verdad estaba muy feliz por la noticia, tenía que estudiar mucho para el examen de admisión cuya fecha casi me pisaba los talones. Ansió que ese día llegue pronto, supongo que un cambio de aires me vendría muy bien, tal vez allí podría encontrar alguna razón que me permitiera no estar la mayoría del tiempo triste y ansioso.

Solo el tiempo lo dirá, el tiempo y nada más…

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