Una alegría en mi vida
Salí de la pequeña tienda a la que había entrado a comprar una que otra conserva para preparar mi cena. Los dedos aún me dolían, ya que había estado tocando el piano sin parar toda la mañana y casi entrada la tarde, hasta que mi actual jefe quedó satisfecho con la melodía y me dejó irme un poco más temprano.
Caminando de vuelta a mi departamento me puse a pensar… ¿cómo es posible que a mis 20 años sea prácticamente explotado por mi jefe y todos los altos mandos de la empresa musical en la que trabajo? Desde muy pequeño tuve un “don”, como muchos le llamaron, que me dio la facilidad de aprender a tocar piano como un experto a muy temprana edad. Mi madre no desaprovechó esto para nada… a los 9 años tuve mi primera presentación junto a una orquesta de música clásica y después de eso seguí y seguí presentándome hasta que a una reconocida marca musical le llamó la atención mi talento y decidieron ponerme a trabajar para ellos apenas después de haber cumplido los 14… no sin antes pedirle el consentimiento a mi madre…
“-Yoochun-ah, lo harás muy bien. Te quiero mucho hijo mío, por eso estamos haciendo todos estos arreglos. Para que tu futuro esté asegurado y sea perfecto-”
Esas habían sido sus palabras… Y confié en ellas… Pero ya habían pasado 6 años y aún no sentía nada de bueno o perfecto en mi vida. Vivo solo en un apartamento, ni muy lujoso ni muy humilde, en una zona ni muy concurrida ni muy solitaria, ni muy en el centro ni muy a las afueras de Seúl. No tengo novia, y la única que tuve me hizo sufrir engañándome con mi ex – mejor amigo. No tengo un mejor amigo. Creo que ni tengo amigos… bueno, solo 2 o 3 con los que me llevo mejor en las clases de la universidad. No tengo una mascota, ni perro, ni gato, ni hámster, ni siquiera un pez. Y estoy harto de tocar piano todos los días sin un sentimiento que me ayude a hacerlo de buena gana… Me estoy cansando de mi vida, de la rutina… de hacer las cosas por obligación… quisiera que las cosas cambiaran… desearía por lo menos encontrar a alguien que me comparta su alegría y me dé fuerza para seguir con este martirio…
-Miaaw~-
Y entonces ese familiar maullido me sacó de mi ensimismamiento. Era ese pequeño gato que siempre encontraba volviendo del trabajo. Me agaché para acariciarlo, como ya se me había hecho costumbre, recibiéndolo entre mis brazos mientras ronronea y enrosca su cola en mi mano. Me dediqué a acariciar su pelaje anaranjado y los ojos del minino se entrecerraron como si estuviera sonriendo.
-¿Por qué siempre estás aquí, eh? ¿Dónde vives?- le pregunté sonriendo –a veces de verdad desearía que me respondas- dije acariciando su cabeza.
Me levanté dejándolo sentadito en el suelo y caminé las 2 cuadras que faltaban para llegar a mi casa. Subí hasta mi apartamento en el 3er piso, dejé las bolsas que llevaba en mano en la cocina y me recosté en el sofá a ver la TV.
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Habría pasado una hora y media cuando afuera comenzó a llover. Me levanté a cerrar las ventanas que había dejado abiertas y me tomé todo el tiempo del mundo para cerrar las cortinas y dejar mi apartamento en “modo noche” por decirlo así. Ví el reloj, marcaban las 9.45 pm. Mi estomago exigía comida, así que me dispuse a preparar un poco de kimchi para saciar el hambre e irme a dormir después de una rica ducha.
Mientras terminaba de servir la cena en mi plato oí un ruido extraño viniendo de la puerta principal. Me acerqué agudizando el oído, identificando ese ruido como unos arañazos… y luego unos maullidos queditos. Me apresuré en abrir la puerta…
Y allí estaba, ese pequeño gatito anaranjado, mojado de pies a cabeza, temblando, mirándome con esos ojitos que me cautivaron desde la primera vez que lo vi hace ya unos meses. Maulló una vez más, mirándome.
-¿Tienes frio?- lo alcé pegándolo a mi pecho, poco importándome si mi playera terminaba mojada o sucia –No tienes a donde ir… ¿por qué no me lo dijiste? Claro, eres un gato… como voy a esperar que me respondas-
Me dirigí hasta el baño, de donde saqué una toalla y lo envolví con ella, regresando a la sala para sentarme en el sofá y dedicarme a secarlo.
-Estás algo delgado… ¿habrás estado comiendo bien?- y mientras le hablaba al gato recordé mi cena servida en la cocina –ven, te daré un poco de comida- le quité la toalla de encima y lo dejé en el suelo para que me siguiera. Parecía una mascota entrenada, porque apenas dije “ven” me siguió sin rechistar. Abrí una lata de atún que tenía en la refrigeradora y la dejé en el suelo a su lado. Se dedicó a comer mientras contorsionaba su cola una y otra vez. Lo imité y sentándome en el mueble comí sin apartar mi vista de él.
Lo recorrí con mi mirada una y otra vez, tratando de grabar en mi cabeza cada detalle de su pelaje o sus contornos. Era un gato demasiado perfecto, un poco delgado, pero hermoso. Su pelaje anaranjado con destellos rubios en sus orejas o su cola, se veía suave y ligeramente esponjoso a pesar de estar algo sucio por la lluvia. Su columna se marcaba desde la base de su cuello hasta el final de su enroscada cola, formando una curvatura ligeramente profunda a la altura de su cintura. Tenía los ojos color caramelo casi llegando al color miel, eran grandes y redondos, algo rasgados. Y su nariz era pequeñita y rosada.
Sonreí cuando volteó su cabecita mirándome de reojo, como si le hubiera intimidado el haberme quedado prendado de él. Un momento más tarde ambos terminamos de comer y el minino me agradeció ronroneando mientras se paseaba por mis piernas. Caminé con él a mi lado hasta mi habitación, me metí al baño a abrir la ducha y dejarla correr para que él agua se entibie un poco. Regresé sacando mi pijama de un cajón y antes de meterme oficialmente al baño, miré a mi pequeño amigo sentando a los pies de mi cama.
-¿Te quedarás allí?- pregunté… sí, otra vez me quedé esperando a que respondiera. Me reí de mi mismo –está bien, no me tardaré. No suelo cerrar la puerta del baño, así que la dejaré entreabierta… Quizás si no fueras un gato te metería conmigo, mira lo sucio que estás… pero bueno, gato eres y gato te quedarás- me adentré al baño pensando en porque rayos a los felinos no les gustará el agua.
Me quité la ropa sin prisas y dejándola ordenada sobre un mueble me metí por fin a la ducha, sintiendo como esas gotas que empapaban mi cuerpo trataban de llevarse también el pesar de otro día de estrés. Extrañamente me sentía más relajado, quizás había sido por pasar la última hora con ese pequeñito que había irrumpido en mi casa por sorpresa. Me bañé con calma, mientras pensaba en lo que tendría que hacer mañana y tarareaba una que otra melodía.
De repente se oyó un trueno afuera, al parecer la lluvia había empeorado. Y tan rápido como un rayo mi pequeño amigo gatuno se enrosco con cuerpo y cola a mi pierna derecha, sin importarle en lo más mínimo que le cayera toda el agua encima. Lo sentía temblar contra mí, parecía que le daba pánico la lluvia. Sonreí sin poder evitarlo, agachándome para cargarlo entre mis brazos como si fuera un bebé.
-¿Te asustaste, baby?- y en un acto por más tierno le besé la nariz, recibiendo luego una lamida en mi mejilla –Vaya, quien iba a pensar que me encariñaría tanto contigo en menos de 2 horas- le sonreí, dándome cuenta recién que él agua seguía cayendo sobre nosotros, cerré el grifo de la ducha y bajé al minino para poder secarme con una toalla, sintiendo como se volvía a enroscar en mi pierna, evitando separarse de mí.
Puse una toalla sobre la tapa del inodoro y lo senté allí, porque si seguía pegado a mi pierna se me iba a ser imposible cambiarme. Me puse un pantalón holgado color gris claro y una playera color lavanda. Envolví al gatito con la toalla y lo cargué, dejándolo ahora sobre el mueble al costado del lavabo para poder secarlo bien, con el agua que le había caído, su pelaje se había limpiado y ahora la tonalidad anaranjada de su cuerpo era un poco más llamativa. Lo sequé con cuidado, pasando por aquí y por allá la toalla, cuando de repente soltó un maullido agudo que me hizo respingar. Retiré mis manos de su cuerpo, y al hacerlo noté apenas una mancha rojiza sobre su costado. Tenía una herida.
-Lo siento pequeño, no me di cuenta- remojé la toalla con un poco de agua y limpié la herida con sumo cuidado, cubriéndola luego con una pomada que encontré en el botiquín.
Una vez que ambos estuvimos secos, frescos y relajados lo llevé hasta mi cama, me senté cargándolo y acomodándolo en el hueco que había formado con mis piernas cruzadas. Lo acaricié por todos lados, sonriendo ante sus ronroneos y los gestos que hacía con sus orejas y su cabeza.
-No tienes familia, ni a nadie que haga cariñitos por un rato- rasqué detrás de sus orejas y por lo visto le gustó -¿te agrada estar conmigo? ¿si te quedas no me vas a dejar?- le pregunté mientras recostaba mi espalda contra la cabecera de la cama, acomodando al pequeño sobre mi pecho, acariciando ahora desde su cabeza hasta la punta de su cola, jugando un poco cuando la enroscaba en mi mano -¿entonces te quedas?- lo miré sonriendo a lo que él ronroneó –tomaré eso como un sí-
Me levanté acomodándome entre las sabanas con el minino entre mis brazos… si ahora era mío ya no podía seguir llamándole pequeño… tenía que ponerle un nombre…
Y al ver esos ojitos adormilados solo se me vino una palabra a la mente. Ni siquiera sabía si ese nombre existiría en algún lado, pero me pasó lo que muchos llaman “creatividad instantánea”, esa extraña sensación de ver algo y saber cómo se llama o como podría llamarse para que su nombre y su poseedor sean perfectos el uno con el otro.
-Te vas a llamar Junsu- y besé su cabeza antes de recostarme y caer presa del sueño pesado al que estaba tan acostumbrado.
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Ya habían pasado dos semanas desde que Junsu se quedara conmigo, y me hacía bien tenerlo cerca. Ya no andaba tan estresado y a veces las melodías fluían más naturalmente entre mis dedos sobre el piano. Ya no me sentía tan atosigado ni metido de lleno en mis pensamientos.
Me había acostumbrado a que mi pequeño Junsu se recostara sobre mis piernas mientras leía o veía TV sentado en el sofá, me había acostumbrado a ser recibido en el apartamento con ronroneos y enroscadas de cola en mis piernas y por sobre todo, a pesar de mi ligera alergia, me había acostumbrado a dormir con él del otro lado de mi cama.
Siempre se acomodaba hecho un ovillo, con la cabeza ligeramente apoyada sobre la almohada, como si fuera una persona más, y con eso siempre lograba arrancarme una sonrisa.
Lo acaricié por última vez esa noche, antes de besar su cabeza y susurrar un “Hasta mañana”, para luego apagar la lámpara que iluminaba mi habitación y entregarme al sueño que últimamente era más relajante y menos abrumador que antes.
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3.24 am
Abrí los ojos, respirando agitadamente. Acababa de tener una pesadilla, en la que por una extraña e inexplicable razón mi Junsu huía de casa y luego de buscarlo durante horas sin éxito alguno una anciana se acercaba a mí y me decía “Tu gato nunca volverá, y si lo hace, no será felino nunca más” provocando un escalofrío que recorrió mi columna, haciéndome temblar fuertemente y por consecuencia despertar.
Giré mi rostro hacia mi felino compañero, sin esperar encontrar otro ser que no fuera el…
Echado allí, había un chico… de cabello pelirrojo alborotado, ojos rasgados y mejillas redondas y sonrojadas… durmiendo plácidamente en posición fetal…
Cerré mis ojos con fuerza, frotándolos, convenciéndome a mí mismo que era un sueño. Abriéndolos nuevamente encontrando a mi gato hecho un ovillo sobre el colchón. Sin importarme despertarlo, lo atraje a mí, recostándolo en mi pecho.
-¿Por qué me asustas así?- le pregunte, sintiendo como se acomodaba sobre mí.
Y me volví a dormir, pensando en que rayos le ocurría a mi cerebro como para querer gastarme una broma tras otra en una sola noche.
Kyaaaa!!! continualaa!!muy buen trama me atrapo en una!!! XD SUSU!!!
ResponderEliminarwaaaaa me encanto por favor conti
ResponderEliminarcontinualo rapido por favor
ResponderEliminarme super encanto
super tu fic ojala la continues pronto plis!!
ResponderEliminarcontinualoo plis♥
ResponderEliminarhasta ahora me gusto la trama.... que lindo ese gatitoooooo, y yoochun que tiernoooo
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