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Arualthings

Unnamed - Cap. 1


Park YooChun es un chico con suerte.



Siempre se lo dicen, a cada momento, no lo duda y siempre se jacta de ese hecho. Él lo sabe, tiene tanta suerte.


Ese pensamiento le hace sonreír mientras camina a lo largo del pasillo hasta el último salón, al fondo donde varios chicos caminan en su dirección con mochila a cuestas y algunos libros en mano, otros más salen ansiosos del salón de clases entre sonrisas joviales o platicas triviales sobre la clase que culminó, el fin de semana les saluda y les regala las más grandes expectativas.


Cuando entre la multitud de personas divisa la figura de aquella persona, no puede evitar sonreír aún más y claro, escondiendo ese hecho se acerca sigiloso a la pared mientras se apoya en ella sin dejar de mirarle, no ha notado aun su presencia y cuando lo hace inmediatamente se despide de la chica y el chico que le hablan animadamente sobre algún punto interesante de la clase, y se encamina en su dirección con una sonrisa aún más grande que la suya.


Tan pronto como le tiene a su alcance le rodea los hombros en un abrazo y le besa los labios en un casto beso.


Y YooChun no puede negar que tiene toda la jodida suerte del mundo.


-JunSu…- YooChun le mira mientras le rosa la nariz y los labios con los suyos de tanto en tanto y acaricia unos cuantos cabellos rubios detrás de su oreja.


JunSu sonríe radiante con esos bonitos y regordetes labios, tan angelical, tan enamorado. –Haz llegado temprano. – afirma mientras se aferra a sus hombros, luego a su cuello y deposita un beso más largo y tranquilo.


El día de hoy cumplen dos años desde aquella vez en que en cierta cafetería,  YooChun se acercó a JunSu con una taza de café en mano y por “accidente” y torpeza del rubio termino derramada en los pantalones del pelinegro. Luego de ese incidente… y muchas, muchas disculpas, JunSu quedo prendado irrefutablemente de YooChun.




Ambos caminan tomados de la mano.  Los copos de nieve caen imprevistos sobre ellos y visten la cuidad de blanco. El invierno les llego justo cuando ni siquiera esa nieve puede hacerles perder un poco del calor que se despiertan mutuamente. Y es justamente ese calor el que los derrite a ellos.



JunSu prepara café en la cocina de YooChun.


Cuando YooChun le vio por primera vez en aquel café, no pudo evitar mirarle por más de cinco minutos ininterrumpidos. No era precisamente la extraordinaria simpatía que su rostro desprendía o lo bonitos que le habían parecido sus ojos. La pintura reseca en sus manos o el delicado color de sus labios. Lo esbelto de sus extremidades o lo ojeroso y cansado que se miraba y pese a ello sonreía amablemente. No.


Había algo en JunSu que le producía curiosidad. Si, mucha curiosidad.


Luego de repetir ese evento muchas veces más en otros días, y terminar simplemente y al final tan fascinado como la primera vez, un día YooChun por fin se atrevió a acercarse a él. Hecho que JunSu de vez en cuando le recuerda con una enorme sonrisa y luego le regala un beso de esos que le dejan sin aire.




Sin embargo, aunque YooChun ahora conoce el origen de esas manos manchadas con pintura de distintos colores, que ha probado esos regordetes labios tantas veces como ha querido, que le ha mirado y se ha mirado reflejado en sus ojos, que conoce todas las expresiones mágicas de su rostro, que sabe porque hay días en los que JunSu lleva ojeras debajo de los ojos como dos lunas enormes menguando, aun sigue sintiendo curiosidad por él.


Reafirma ese pensamiento mientras le mira preparar el café con parsimonia,  lo poco de lo que JunSu es capaz de hacer en la cocina sin salir herido, y como éste le regala una sonrisa tímida antes de volver a su labor con las mejillas sonrojadas.




JunSu le extiende una humeante taza de café y con taza en mano se arremolina a su lado buscando un poco de su calor. Aunque YooChun aun no tenga las respuestas a preguntas que ni él mismo sabe cómo formular, porque no sabe que preguntar, porque no tienen ni idea de porque JunSu no termina de ser curioso a sus sentidos, decide dejarlo pasar y atraerle a su cuerpo para compartir el mismo espacio, el mismo calor y café.





La familia Kim había vivido en una Villa bastante tranquila y alejada de la gran urbe y todos los montones de sinónimos desagradables que representaba. Un lugar bastante tranquilo y agradable, con ese ambiente y contacto directo con la naturaleza que te permite respirar aire limpio y querer bañarte y llenarte con él. Un lugar para criar a sus hijos era lo que habían planeado cuando el señor Kim le propuso matrimonio a –la meses después- señora Kim. Habían criado como lo habían deseado a una hermosa hija; Ji Hyo. Le habían dado lo mejor y cuanto habían podido, habían tenido una vida dichosa y feliz, sin embargo, cuando el señor Kim se enteró de la devastadora noticia de que su único hermano y mellizo había fallecido junto con su esposa en un terrible accidente del cual pocos informes fueron los que recibió a pesar de su insistencia y mortal molestia a la policía, y con ello habían dejado huérfano a su pequeño hijo, la familia Kim no tuvo corazón, alma, ni sentimientos para dejarlo a su suerte.


Fue así como el pequeño huérfano cambio de casa, cambio de escuela, de amigos, de juguetes, de familia. Y lo perdió todo.




-Deberíamos llamar a JunSu…- la mujer aun sentada en el sillón viejo pero impecablemente limpio, miraba de vez en cuando las flores, algunas marchitas y otras un poco más vivas en el florero sobre la mesilla que decoraba la estancia. Sus ojos estaban hinchados y se mordía los labios nerviosa mientras sostenía un pañuelo con el que limpiaba sus lágrimas cuando estas se agolpaban en sus ojos y salían sin remedio.


-Quizá deberíamos esperar un poco más, faltan solo unos días pa-


La mujer le detuvo al instante mientras ahogaba un sollozo y llevaba el pañuelo a su boca para acallarlo. Le dirigió una mirada de incredulidad a su esposo y luego suspiro limpiando mas lagrimas silenciosas que resbalaban por sus mejillas.


-Debemos llamarlo. – Su esposo le miro por fin con la cara cansada y la mujer continuo – No importa sin aun faltan días para el aniversario. Él debe venir a ver esto antes. Él debe saber…-la voz de la mujer se perdió y sus palabras terminaron en un murmullo apenas audible. Audible para ella. Su esposo, el señor Kim, canoso y más viejo le miro una última vez y suspiro asintiendo mientras llevaba su mano a sus cabellos y metía los dedos en ellos rascando ideas y pensamientos que no llegaban a su cabeza.


-Tendrá que adelantar su visita unos días.






JunSu recordaba ese lugar como si nunca se hubiera marchado de allí.


Todo seguía exactamente igual siempre que regresaba cada año. Las casas con sus enormes tejados y en ellos charcos de agua que se juntaban, la lluvia siempre había sido tan constante como el sol en ese lugar. El olor a tierra húmeda no cambiaba nada con el paso de los años, por muchos que pasaran seguiría igual, pensaba él. Las callejuelas estrechas y otras más anchas con los mismos postes de luz tachonados, los establecimientos de comida y otros más seguían igual, atendidos por las mismas personas, solo que éstas un poco más viejas y cansadas. Las plazas y parques estaban intactos.  Las casas por muy increíble que le parecía a veces, seguían conservando sus mismos colores o letreros de “Bienvenida” que recordaba, e incluso otras más habían retocado esos colores ridículos y detalles como queriendo no deshacerse de ese distintivo particular, de esos detalles peculiares tan suyos y no dejarlos en el total olvido con el paso de los años.


Dejar en el olvido como muchas cosas que él si había hecho.




Pero lo que más recordaba y agradecía infinitamente no cambiara absolutamente nada, ni por mucho que él lo hiciera, eran las enormes praderas limpias y campos llenos de flores, otros mas de semillas o frutos de la tierra que se bañaban con el sol de cada tarde -cuando no llovía- y le regalaban los paisajes mas maravillosos que muchas veces había pintado en libretas estando aun ahí para verlos en sus días, y ahora que ya no visitaba el lugar más que unos pocos días por año en esas fechas.


Dio un largo suspiro y una sensación conocida le embargo el estómago entre más metros avanzaba y disminuía la velocidad. Tan pronto como  diviso el letrero que le advertía solo 5 kilómetros para llegar a su destino fue que miro la hora en el tablero de su automóvil. Le había tomado un poco más de tiempo de lo normal el viaje, estaba cansado por el trabajo que había tenido en los últimos días, además de que el verdadero motivo de la demora habían sido las constantes llamadas de YooChun, ya que éste no había podido acompañarle al viaje  a su antigua Villa.


YooChun había comenzado a acompañarle apenas año y medio atrás y JunSu ahora sentía que era aún más difícil que cuando sin conocer a YooChun asistía cada año.


El solo pensamiento de YoooChun y las palabras que había dicho en su última llamada imaginándoselo mientras hablaba le hicieron sonreír “Abrígate bien, cuida tu garganta, usa guantes y bufanda, escuche que llovería por allá en estos días,… cuando regreses, ¡diablos!...ya te echo tanto de menos, solo unos días, solo unos cuantos días, cuando estés de vuelta celebraremos en grande tu cumpleaños. Junsu, te amo. Regresa pronto.” entonces solo un poco de esa sensación en su estomago que le producía una acidez  tan amarga como triste, se disipo un poquito, solo un poquito para luego quedarse ahí tan pesada como recordaba y no olvidaría, por lo menos no hasta que dejara este mundo de vivos…, pensaba, y dejara de sentir, mas aun a veces temía inmensamente que después de la muerte, siguiera recordando, sintiendo como en esos momentos.


Pronto miro al frente con verdadera atención, su auto ya se internaba en las calles de la pequeña Villa.







YooChun colgó el teléfono y no pudo evitar suspirar y golpearse quedamente con el aparato antes de cerrar los ojos y derribarse en su sofá boca abajo.


No había podido acompañar a JunSu este año al aniversario de la muerte de sus padres en su Villa. Una Villa hermosa que recordaba y que había visto reflejada en muchas pinturas que JunSu había hecho antes de conocerlo y de vez en cuando pintaba desde que estaban juntos.


Su despacho estaba al tope con asuntos que atender urgentemente, que entre audiencia y audiencia en los juzgados le tenían con poco tiempo incluso para verlo y aun mas le había sido imposible acompañarle esta vez,  sumado además el imprevisto de que se había adelantado la fecha de su visita por alguna razón que JunSu también desconocía y que su tía no había sido capaz de aclarar o mencionar días atrás cuando mientras miraban una película en ese mismo sofá en el que ahora estaba tirado, había recibido el rubio.


Volvió a suspirar, esta vez ruidosamente. Apenas unas horas que JunSu se había marchado y ya le echaba de menos como un loco.






Las primeras personas que vio al salir del coche y dirigir su mirada a la puerta de entrada totalmente abierta fueron dos mujeres. Su prima, y su tía entrada ya en años.


Ji Hyo acariciaba su vientre abultado de 6 meses de embarazo dentro de ese enorme abrigo rojo y le sonreía enormemente, tenía en el rostro esa magia y sentimiento que solo una mujer que está en cinta, engendrando vida dentro suyo y espera ilusionada a su bebé es capaz de emitir y brindar como un abrazo. Hermosa, pensó.


Su tía, tan bajita como siempre, de ojos grandes, le miraba con una sonrisa igual de cálida que su prima. Ambas felices y preciosas como las recordaba, como siempre habían sido y sin más sonrió en una mueca que le parecía lo mas a una sonrisa, luego, de corazón, al mirarles acercándose a él para abrazarle efusivamente, sonrió quedamente de verdad.





Su llegada, esta vez anticipada por petición de sus tíos, los señores Kim, ocurrió como todos los años pasados, y  antes, ante las preguntas obvias, explico la ausencia de YooChun.



Le abrazaron por un largo rato con sonrisas revoloteando en sus rostros, y tras gastar palabras que le parecían tan  viejas pero que igual seguían repitiendo sus tíos pese a las no muy elaboradas excusas que ponía, le reprochaban su falta de visitas. Su tía siempre le reñía sobre las ojeras que llevaba cuando así lo era y cuando no las llevaba a la vista a causa del maquillaje, siempre preguntaba por sus hábitos alimenticios y lo delgado que se había puesto en los últimos años. JunSu siempre sonreía, asentía y daba las mismas excusas gastadas de todos estos años, aunque todos allí sabían porque JunSu no visitaba su Villa, porque no les visitaba más que en esas fechas, porque se había ido, sin embargo eran costumbres y hábitos que ahí estaban cada que les veía, eran costumbres que les consolaban a los señores Kim de la lejanía de JunSu. Tan pronto como cenaron y terminaron de darle la bienvenida, JunSu no tuvo cabeza para nada más que para ir a su antigua habitación en la que tuvieron lugar sus últimos días de adolescencia, acomodo la ligera maleta sin desempacar lo que había preparado para su estancia en esos días allí y se dio una rápida ducha.


El reloj marcaba las 8 pm, tendido y resguardado del frio bajo las mantas de su cama, su respiración acompasada, sus parpados cerrados y el cansancio increíblemente acumulado del viaje y sus noches de desvelo anteriores eran la más certera prueba de que ya nada le haría despertar hasta mañana.







-Mañana se lo diremos. Él ahora se ve muy cansado…


-Mamá, no sé si JunSu … -Ji Hyo que aún permanecía en la casa de su madre hasta ya entrada la noche, acariciaba su vientre delicadamente. Ver a JunSu siempre le alegraba tanto y era de las cosas que más esperaba cada año –por muy corta que fuese su visita-. Le quería, realmente lo extrañaba, lo extrañaba tanto desde que se había marchado de casa. Aun le recordaba, tan delgado e ingenuo, tan pequeñito… el hermoso color y brillo de sus ojos, siempre sonriente pese a los moretones o heridas que traía en el rostro o el cuerpo. Era ella, años más grande y adulta que él,  quien siempre se los curaba cuando después de llegar a casa se escondía debajo de las escaleras. Podía rastrear el olor salado de sus lágrimas y encontrarle hecho bolita con la cabeza entre las piernas. Nunca le pregunto la razón de tales lesiones, no hacía falta hacerlo, solamente se apretaba el corazón con ambas manos para no llorar con él y  simplemente le abrazaba a su cuerpo,  lo llevaba al baño para asearle y curarle. Los padres de Ji Hyo nunca entendieron a JunSu, por mucho que lo intentaron, nunca pudieron hacerlo.


-Después de tanto tiempo él tiene el derecho de saberlo, cualquier persona querría saber después de todo.  Eran sus padres.


-Nunca entendieron, entendimos – se corrigió Ji Hyo- …el por qué JunSu ya no quiso saber más respecto a ellos. Ninguno de nosotros lo supimos, pero debe tener sus razones. Yo las respeto, ustedes deberían hacer lo mismo.


-¡Nadie querría olvidar a sus propios padres, por Dios! –la señora Kim elevo solo una décima su volumen, arrepintiéndose al instante presa de la frustración. Ji Hyo entendía, porque incluso ella había padecido ese sentimiento, sin embargo trataba de comprender, cosa que la señora Kim no podía. Simplemente no lo entendía, nunca lo pudo hacer, no cuando un día JunSu de 7 años, al despertar y dirigirse a la cocina para desayunar e ir a la escuela como todas las mañanas, había tomado asiento detrás de ella, en esa misma mesa unos años atrás con la cabeza gacha, mientras ella preparaba unos huevos “- Ahora yo me pregunto lo mismo que ellos… “-La señora Kim apenas entendió antes de girarse y mirarle sin entender el caso de sus palabras. Sus labios estaban morados y resaltaban aún más por el color blanco, casi transparente de su piel. Rápidamente se acercó a él asustada. Le tomo el rostro entre sus manos, sus pupilas totalmente dilatadas miraban un punto perdido en algún lugar y su aliento casi imperceptible salía de su pequeñita boca. Estaba tan frio. Su cabello estaba mojado, todo su cuerpo estaba totalmente húmedo y helado hasta el último bello. “JunSu… ¿pero qué…?”, fue lo único que pudo pronunciar. Rápidamente fue por una frazada y le envolvió el cuerpo nerviosa mientras de la boca de JunSu salían más palabras sin sentido y que no le ofrecían un significado coherente. –“Él nunca entendió porque ella… pero la amaba tanto, por lo menos ellos se tenían, ahora soy yo… y nunca pensaron en mi. Ahora soy yo… y yo no tengo a nadie…”- La señora Kim comenzó a sollozar minutos después de que JunSu cerro la boca y guardo un silencio sepulcral. En aquella ocasión lloro tanto como no recordaba haberlo hecho en su vida, presa de una tristeza ferozmente abrumadora que no era de ella, lo sabía, pero que no pudo contener, y JunSu entre sus brazos simplemente no volvió a decir nada.

Recordar esa  escena le provoco un mordaz escalofrió que pronto disimuló con el aroma del té en su taza, y el líquido entrando en su boca. Miro a su hija frente a ella, perdida en algún punto de la mesa, quizá rememorando los años pasados al igual que ella. Quizá rememorando lo difícil que había sido esos años para JunSu y para ellos también.


-Era tan pequeño… apenas tenía unos años cuando ellos murieron… -pronuncio la señora tan despacio, más como una justificación a sus anteriores palabras, y luego sus pensamientos de fundaron en una pregunta que no supo cómo hacer, que no sabía exactamente si tenía respuesta. - ¿qué razones…?- la pregunta se quedó flotando y desvaneció como la nieve en el frio aire de Diciembre.







JunSu quería dormir como si no hubiera un mañana. Estaba agotadísimo.


Sin embargo en algún momento descuidado y perdido de la noche sus ojos debajo de sus parpados comenzaron a moverse rápida e intermitentemente. Su respiración se aceleraba de a ratos y un sudor pegajoso y caliente le cubrían la frente, y el resto del rostro, del cuerpo entero.

Las manos comenzaron a temblarle como si de descargas electicas de tratase, y le dolían como tal. Quiso llorar y sin embargo solo alcanzo a gemir lleno de angustia. Su boca se distorsionaba en muecas dolorosas y apretaba cada vez más los ojos. Intento sollozar de nuevo, pero más gemidos lastimeros salieron de su boca.


Era como estarlo viviendo en carne propia. Tan feroz que además de lastimarle el cuerpo, le laceraba la mente, cada seso, cada neurona.




Dentro, en sus sueños, en un lugar…


Sabía mejor que nadie en donde estaba, pero tenía pánico, un terror angustioso y enfermizo de decirlo, de reconocerlo como tal. Un hombre, un joven de su edad quizá, gritaba desesperado por ayuda. El chico le daba la espalda y con las manos al frente temblando atoradamente como el resto de su cuerpo trataba de ubicarse o encontrar un punto de apoyo en su angustiosa desorientación. Su espalda y piernas; sus cuatro extremidades estaban llenas de agudas llagas en cada rincón sobre la morena piel que sangraba y pintaba hilillos rojos haciendo grandes caminos que en algún punto colisionaban haciéndolos aún más vistosos. Tan profundas eras las heridas que incluso permitían ver las capaz de tejidos y músculos vírgenes, incluso los huesos en algunas de ellas. Estaba completamente desnudo, tan indefenso y perdido en esa inmensidad. El viento mugriento y acido se azotaba sobre furiosamente desde direcciones distintas de tanto en tanto sobre el cuerpo, les azotaba violentamente el cuerpo a ambos. JunSu entonces se dio cuenta que no llevaba ropa, ni una sola prenda, sin embargo su piel estaba completamente limpia, sana y viva.


JunSu quiso volver a llorar sobre su cama cuando el joven dio solo unos cuantos pasos más con tanta dificultad antes de girar extremadamente despacio el cuerpo y el rostro. Sabía que él estaba allí, y por primera vez en la noche, JunSu realmente sollozo. Los ojos del chico estaban cerrados, pero estaba completamente seguro que lloraba, sus pestañas al igual que el cabello, llenas de costras de sangre reseca con lágrimas gruesas que salían en ese momento se mezclaban. Sus labios marchitos y sin color, tan secos y lastimados, perforados con dientes afilados, se abrían sin pronunciar palabras, solo…y simplemente se movían partiendo lastimosamente aún más sus labios. El chico sollozo y JunSu quiso con todas sus fuerzas y desesperación acercarse.


“Ayudame…”


Fue lo último que pronunciaron sus labios ensangrentados antes de que un grito ensordecedor atravesara sus oídos y su cabeza. La  piel del joven se abría y se cortaba sola como una tela dejando salir dentro las entrañas y una nube negra y espesa, más oscura que la noche sin luna, le envolvía el resto de carnes humanas, lastimadas, más muertas  que vivas.






Lo que seguía después, JunSu ya lo conocía…


Lo había soñado tantas veces, que ya lo sabía de memoria. Sin más… por fin pudo llorar sobre su cama.  Llorar con la  devastación y dolor con que quiso hacerlo desde el principio.

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