Titulo: Lluvia ardiente
Autor: Nini
Pareja: YunJae
Género: Drama, Tragedia, Vampiros, Lime
Extensión: Oneshot
Advertencia: Violencia, Muerte
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Autor: Nini
Pareja: YunJae
Género: Drama, Tragedia, Vampiros, Lime
Extensión: Oneshot
Advertencia: Violencia, Muerte
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Las rosas se retorcían bajo la agresividad de aquella inhóspita lluvia tan repentina, mientras algún recóndito trueno arrastraba implacable cada uno de sus lamentos hacía ninguna parte. No había una luz reconfortante en algún rincón de aquella mísera ciudad. Ni una voz. Ni un alma. La oscuridad había ahogado todo pequeño racimo de vida que pudiera quedar a tales horas de la madrugada.
Sus ojos, ligeramente hinchados y rojizos, se elevaron hacia el cielo, haciendo que las pequeñas y cristalinas gotas se entremezclaran con los suspiros de su propio corazón. En el firmamento creyó distinguir caprichosas figuras acechándole, proclamando cada uno de los infortunios y miedos que le habían conducido aquella sombría noche allí; a formar parte del deshecho incapaz de huir de aquel tortuoso castigo del cielo.
El joven Jaejoong se sintió insignificante a los pies de la naturaleza.
Cerró los párpados avergonzado de su propio sufrimiento. Tenía que seguir adelante, pero no quiso hacerlo. Volvió el rostro hacia un lado y pegó su empapada espalda a la fría y mugrienta pared de aquel callejón sucio y desolador. Ya no quiso luchar más... Deseó desvanecerse bajo la lluvia eterna. Desaparecer como cualquier despreciable porquería que era trasladada y engullida por alguna alcantarilla. Era demasiado tarde para pensar en levantarse. Se había cansado: del dolor, del desamor, de la traición... De la desdichada existencia que le había sido concedida a un corazón tan cálido y bondadoso como el suyo. Ya no tenía sentido combatir por permanecer en un mundo que le despreciaba.
Los siseos de una brisa imperceptible abarrotaron la estrechez del desolado lugar, hurgando en cada mínimo recodo y encontrando su triste figura derrotada en el suelo encharcado. La grotesca melodía de la ardiente lluvia que le quemaba pasó inadvertida para sus oídos, pero aquel susurro inesperado le inundó el pensamiento y le congeló la sangre, obligándole a no perder la conciencia.
Fue entonces cuando le vio.
El muchacho enfrentó el horizonte y distinguió su inmaculada figura desdibujada por el azote de la fuerte llovizna. No era un conocido ni alguien a quien pudiera tenerle confianza. Ni siquiera estaba seguro de que fuese un hombre. Pero en aquel rincón pestilente y detestable de la ciudad, donde sólo las ratas y la escoria humana se aglomeraban para acentuar una ridícula existencia, Jaejoong sonrió por primera vez, aliviado.
El enigmático ser se aproximó a un ritmo insoportablemente lento. Parecía que tenía todo el tiempo del mundo hasta llegar a su objetivo, pero el muchacho disfrutó de aquella tardanza. Jaejoong no necesitó hacer demasiados esfuerzos para recordar su presencia en tantas otras ocasiones de su vida, aunque jamás había sido capaz de alcanzarle, de cruzar una sola palabra con él o disponer de mayor contacto que una fugaz mirada que siempre conseguía desgarrarle el alma.
Podía haberse presentado como un caminante más en su travesía hacía su casa, como un ente insospechado que se sumaba a las gigantescas masas que surcaban la enorme ciudad, en donde los miles de rostros que se cruzaban en su camino eran instantáneamente olvidados, a excepción del suyo, tan endemoniadamente cautivador y majestuoso. Él podía haber sido el conocido apostado al lado de su antiguo grupo de noches de fiestas, aquél que aparecía sin ser llamado y que se volatilizaba justo cuando pretendía que le fuese presentado. Él era el tipo al que nadie recordaba, en el que nadie creía... El desconcierto de Jaejoong llegó a ser tanto, que pronto atribuyó su realidad a un simple delirio de su cabeza. A esa necesitada parte de su ser que acudía en su ayuda cuando estaba al borde de la desesperación.
Pero Jaejoong, se equivocaba...
Aquel ser de inconmensurable belleza, que osaba simular la vulgar apariencia humana, no era un refugio de su mente, sino un auténtico depredador, que no distinguía a su alrededor más que enemigos y adversidad. Alguien que jamás sintió lealtad hacia nada ni nadie. Una bestia que podría arrebatarle la vida a cualquiera en un tiempo incapaz de ser medido por los ineficaces sistemas humanos. Aquel enigmático ente era un recipiente sin alma, alimentado de ellas. No alguien que mata para vivir, sino que vive para matar. Su sed no la sacia la sangre ni la carne, sólo el dolor o las calamidades. Aquella criatura de historia irremontable y de conocimiento infinito, podía llegar a ser la pesadilla de la que no puedas escapar, el lobo con piel de cordero que espera pacientemente a que sea su presa la que acuda en su busca. Él, el vampiro, podría llegar a parecer cualquier cosa, pero no tu salvación, ni un ente divino como un rayo de luz en medio de un día lleno de sombras. Él, al fin y al cabo, no era más que un asesino...
Su resplandeciente figura se detuvo frente a él. La impoluta y elegante vestimenta del color de la nieve que usaba, hizo a los resentidos ojos del muchacho entrecerrarse de dolor, pero Jaejoong luchó con todas sus fuerzas para no despegar la vista de aquella imagen que había anhelado contemplar desde hacía tanto tiempo. La otra criatura, en apariencia no mucho más madura a la suya, permanecía impasible mientras la lluvia le recorría por cada porción de su musculoso cuerpo. Su blanca ropa, su piel extremadamente nacarada, los cabellos gracílmente esparcidos por su frente, todo permanecía irremediablemente descuidado y húmedo, y aún así, su aspecto era incomparable al resto de los mortales. Su belleza no decayó por el maltrato del contexto en el que se encontraba, más bien, le dio un aspecto irresistiblemente melancólico.
—Yunho... —susurró el muchacho con voz queda, apenas con fuerzas. Sabía que aquel no era ni siquiera su verdadero nombre, pero era el que él siempre le había concedido en sus sueños. El aludido alargó sus labios en una modesta sonrisa que no transmitió más que desconcierto—. Pensé que ya no vendrías...
—Creí que nunca ibas a llamarme —respondió sin emoción en su voz.
Jaejoong suspiró apenado. Era indigno que una criatura como aquella tuviese que estar expuesto a los caprichos de una noche cruel como ésa. Sus ojos hermosamente oscuros desearon una mayor atención por su parte, y el aludido supo mostrarle que la tenía toda. Ahora, y desde siempre... Nadie había esperado con más vehemencia un encuentro que el propio vampiro. Éste se posicionó en cuclillas penetrando profundamente sus orbes con sus pupilas ligeramente ovaladas e iris de tonos café. A esa distancia, Jaejoong podía olvidarse del pestilente olor del callejón y emborracharse del fresco y sutil aroma del recién llegado hasta querer perder la consciencia.
—¿Qué merece tanto la pena en mí como para que tengas que padecer a la intemperie? —inquirió el muchacho con una sonrisa amarga.
—¿Quieres que me vaya?
—¿Y tener que suplicar para que te quedes? No... —esbozó con desánimo, sacudiendo el cuerpo cuando un hilo de agua fría resbaló por su espina dorsal—. Ya no tengo fuerzas para implorarle a nadie unas migajas de afecto...
—Pobre muchacho... —susurró estudiando detenidamente su figura—. La vida sigue tan bastarda como siempre... No le da ni una oportunidad a los débiles.
Jaejoong sintió calidez en aquel recio argumento. No pudo contenerse por más tiempo y fue incapaz de apartar su mano cuando ésta se atrevió a posarse sobre el rostro del más alto. Yunho notó su sorpresa, como si realmente hubiese dudado de que estuviese ante una criatura que no era ni irreal ni imaginaria. Sólo su suave y agradable tacto pareció brindarle algo de la esperanza que guardaba antes de creerse completamente loco.
—¿Deseas una segunda oportunidad? —aventuró satisfecho con aquella inesperada calidez en su rostro.
—¿Una vida nueva? —añadió fingiendo estar impresionado.
—No, algo mejor. La vida tiene fin, pero el futuro es para siempre...
El chico rió desesperanzado. El vampiro pareció quedar prendado de aquel sonido tenue que despertó algo de emoción en sus adormilados sentidos.
—Eso es mucho más tiempo del que tendré que esperar aquí hasta llegar donde verdaderamente me apetece. El único lugar donde alguien como yo podría descansar.
Yunho parpadeó sorprendido. Un vampiro como él, solitario y taciturno, que jamás había tenido deseos de sugerir tal propuesta a un humano, ni tan siquiera para usarla como artimaña, siempre creyó que de haberlo hecho recibiría una afirmación por respuesta. Después de todo, la raza humana era despreciable por sobre todas, su interés en la inmortalidad no residía en los verdaderos privilegios de ésta, sino en placeres mundanos como el poder, la venganza o el ego. Jamás imaginó que aquella primera experiencia resultaría tan desacertada y ni mucho menos, que aquel hecho le llevaría a sentirse terriblemente decepcionado.
—¿Crees que el Cielo existe? —prosiguió con molestia, casi escupiendo las palabras. Su afilada mirada no pasó desapercibida para el muchacho..
—No, por supuesto que no —negó el joven, y su mano descendió hasta cerrarse en el hombro del vampiro—. Pero creo en ti y siempre he sabido que serías tú quien llegaría a salvarme de mí mismo.
La mueca de la emblemática criatura nunca fue tan expresiva... Habría querido insistir una vez más. Sabía que si se lo proponía, accedería a cualquier cosa que le pidiese a causa de sus mortíferos encantos, aunque decidió no intentarlo. Evitó tan siquiera pensarlo. Él resultaba ser un vampiro de orgullo inmensurable, por lo que lamentar toda la eternidad haber llegado a rebajarse de esa manera por sólo un patético humano, era un hecho que prefería no contemplar. Al fin y al cabo, él ya sabía que aquel joven ya estaba muerto...
—Ven conmigo... —le sedujo con intención de resguardarlo de la lluvia—. Voy a llevarte a otra parte.
—No —interrumpió de forma casi inaudible—. Nunca me he sentido mejor que aquí y ahora —el vampiro asintió resignado.
Cuando envolvió la mano que aún reposaba en su hombro, Jaejoong se estremeció ante el gélido contacto, aunque no le desagradó ni intentó apartarse. El más alto tiró de él, ayudándole a incorporarse y manteniendo la vista en sus tristes ojos castaños. Aunque pronto, el joven fue incapaz de mantenerse por sí mismo y unos rápidos brazos se vieron alentados a enroscarse en torno a su figura. El vampiro sintió su cuerpo temblar ante aquella cercanía inesperada, aunque debía reconocer, que él mismo había disfrutado más de lo que pretendía mientras le rozaba intencionadamente.
—Toma lo que quieres antes de que sea tarde—musitó con una determinación que asombró al vampiro—. Para eso viniste aquí, ¿no?
Yunho pareció pensativo, pero no lo dudó por mucho más tiempo. No era el muchacho el único que sentía frío y no tuvo ninguna compasión cuando le sujetó el mentón para besarle vorazmente, aunque, tampoco es que Jaejoong esperase ninguna de su parte. Enseguida, percibió el sabor metálico de su sangre resbalando por la comisura de sus labios casi al mismo tiempo que aquellos brillantes y duros dientes de mármol resquebrajaban su boca. No se quejó. No gritó. De algún modo, se sintió atraído hacía aquel grotesco trato que parecía, en contra de lo que pensaba, devolverle la vida a su cuerpo.
Yunho le concedió la oportunidad de recobrar aire, aunque casi tan rápido le hizo perder el aliento. Sus afiladas uñas abrieron de un sólo tajo su fina camisa, revelando la palidez de su cuerpo. Aquello le hizo fruncir el ceño. Podía asegurar que el torso que contemplaba era casi tan bello como el que él mismo presumía, y aquel hecho no hizo más que intensificar su lamento ante tal desafortunada e inminente perdida.
Aquella fue la última mirada de consideración que pretendía regalarle antes de sentirse libre, de coronarse dueño de aquel territorio de piel aterciopelada que se erizaba ante sus caricias agridulces y los desgarros de sus finas uñas, perlando aquel blanquecino cuerpo de minúsculas gotas carmesí que brotaban de multitud de pequeñas heridas que se dispersaban a causa del golpeteo de la lluvia. Yunho disfrutó con solo verlo de aquella manera, con las mejillas encendidas, el cuerpo y las ropas maltrechas y esa mirada que le suplicaba más placer, y más dolor al mismo tiempo. Sabía que aquel muñeco de trapo ya le pertenecía.
Jaejoong sintió una mezcla de sensaciones abrumadoras. Las manos frías que lo exploraban, los férreos labios que le hicieron jadear tempranamente y el aliento congelado que se pegaba a su cuello le repelían, le hacían sentir el frío indescriptible que la incesante lluvia no había logrado transmitirle, y sin embargo, era incapaz de aferrarse con menor desesperación a su espalda, de evitar recorrer su clavícula con su lengua o no corresponderle cuando el otro parecía presionarlo contra él hasta conseguir asfixiarle, como pretendiendo fusionarse con él y dejarle formar parte de la sublime criatura que era. Aunque, llegó a la conclusión de que sus pensamientos no iban demasiado desencaminados.
El vampiro lo besó con más pasión mientras lo estrellaba contra una de las frías paredes. La lluvia le estorbaba, y pronto llegó a dudar si aquella abrasadora calidez que afectaba de más a su cuerpo pseudoperfecto, vendría de las mismas gotas de agua que lo envolvían o los arrumacos evanescente del joven al que avasallaba. Después de deslizar sus labios por la garganta del muchacho, perdió el control antes de lo que habría deseado, e incrustó descuidadamente su afilada mandíbula en su delicada piel de porcelana. Jaejoong gimió de dolor y excitación mientras se retorcía en sus brazos. Al cabo de unos instantes fue capaz de escuchar el fluir de su propia sangre hacía el paladar del otro. Aquello le reconfortó, sintió un gozo que se acentuaba al mismo tiempo que empezaba a notar calidez emanando del cuerpo del vampiro. Su propia calidez. Sus ojos buscaron su gélida mirada y no pudo refrenar una hermosa sonrisa complacida.
Poco a poco, fue perdiendo irremediablemente la consciencia...
Ni siquiera sintió dolor cuando el vampiro hizo jirones en su piel para conseguir lubricante con su propia sangre, ni le resultó desagradable el hecho de ser penetrado con tanta brusquedad y sin ningún aviso. Por ende, se excitó de sobremanera. Pronto se halló rodeando con sus piernas la cintura del vampiro mientras éste arremetía contra él golpeando su espalda contra la húmeda pared del callejón casi de una forma desquiciada y furtiva. Sabía que no soportaría mucho más tiempo aquella nueva y salvaje forma de tener sexo, y aquello le alentó a disfrutar de ese satisfactorio momento, de cada uno de los rugidos de placer que sabía que provocaba en el vampiro mientras éste trataba inútilmente de contenerse y succionar con sus colmillos la vida que poco a poco, sabía que iba apagando en el muchacho con cada embestida y cada pequeña gota que le arrebataba de su sangre.
Se balancearon durante un tiempo relativamente diferente para los dos. Hasta que finalmente, Yunho concluyó con un último empuje sintiendo que sus propias piernas le traicionaban. El muchacho, sumido en el mismo trance de clímax sofocante, le regaló una última sonrisa antes de buscar su mirada y besar tiernamente sus ensangrentados labios. Era surrealista ver como a pesar de la agonía de la presa, aún sentía tanta admiración hacía la fiera que le había arrebatado la vida, quizás, porque era la vida quien en verdad le mataba. Luego, su cabeza resbaló involuntariamente hacia su hombro y Yunho supo que le había perdido para siempre.
Lo dejó en el suelo reposándolo contra un viejo bidón que había apostado a su lado. Quiso marcharse del lugar tan pronto como se hubo acicalado, antes de que pudiera ser avistado por alguien, pero fue incapaz de resistirse a enfrentar una vez más el rostro del humano, aunque... la mirada que había quedado perdida bajo sus mechones y la sonrisa que había contemplado apenas unos segundos atrás, ya habían desaparecido. De él no quedaba nada, y aquella sensación le hizo sentir un vacío inesperado en su interior. Estuvo tanto tiempo contemplándole que apenas se percató de que la lluvia hacía cesado, aunque un fino hilillo salado continuara resbalando sorpresivamente por sus perfectas mejillas de vampiro.
—Esto no era lo que yo quería... —le susurró en el oído, apretándole contra su pecho y cerrando los ojos por unos breves momentos.
Yunho se incorporó y caminó a paso ligero dejando sus insultantes lágrimas atrás. Sabía que lo poco que le quedaba de corazón, se había perdido para siempre junto con el muchacho...
FIN
muerte noooooooooo
ResponderEliminarllorooooo
TT_____________________TT noooooooooooooooooooooooooooooooooooo
ResponderEliminarWow... simplemente me dejo con la boca abierta..
ResponderEliminarno me gusta mucho la muerte en los personajes... claro, cuando no la escribo yo(?)
pero... esto.. wow, simplemente no se qe decir o o