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Arualthings

Frozen Soul

Título: FROZEN SOUL
Autora: Felina (FeliYooSu)
Pareja: YunJae
Género: Romance, Drama, Vampiros
Extensión: Oneshot
Advertencia: Lemon, Incesto
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En tiempos de expansión extranjera y la agitación nacional no había demasiadas opciones para los territorios menores cuyas únicas opciones era el sometimiento a un dominio u otro. Las familias de aquella parte del mundo comenzaron a dispersarse en busca de paz, de lugares no alcanzados por la ambición. Pero solo encontraban la esclavitud o la muerte a su paso. Considerados diferentes e inferiores, la mentalidad de las personas no era demasiado poderosa como para ir en contra de las órdenes de extraños ornamentados en armaduras de metal inquebrantable y armas poderosas manchadas de sangre; no había demasiada diferencia con la realidad vivida pero había algo que inspiraba incluso mayor temor ahí donde iban.

Así fue como algunos terminaron perdidos en territorios desconocidos, abrumados por lo inexplorado y lo novedoso. La familia Jung fue una de las tantas que encontraron aquel destino en medio de tierras desérticas que estaban bajo la querella de Roma y su inagotable sed de poder.

Se trataba de una de las tantas provincias romanas a merced de la gran metrópoli, y como aquella, tenía sus peculiares centros de espectáculos en los que la violencia y la muerte hacían la peor combinación posible.

Yunho era el mayor de los hijos, de fuerte personalidad y un don innato para el liderazgo. Jaejoong era el segundo, el más atractivo, el que solía mantenerse bajo el cobijo del mayor. Había una hermana menor, pero ella junto con sus padres fueron acribillados cruelmente durante una invasión a medianoche en la que sobrevivieron por algo parecido a una bendición de Buda, o lo que hoy día es más comúnmente llamado, un milagro.

Dolor. Cansancio. Sed.

Era todo lo que ambos jóvenes sentían en aquel amanecer, aún olía a fuego y sangre, a carne humana quemada que le revolvería el estómago aún al más fuerte de carácter. Yunho, el chico de tez morena fue el primero en despertar, le dolía el cuello y tenía un par de heridas en la unión entre cuello y hombro que le abrasaban la piel, algo parecía quemar en su interior y el primer rayo de sol le incomodó tanto que no tuvo más opción que sacar fuerza de donde sea que pudo para moverse, levantarse y cargar a su único hermano sobreviviente hasta el interior de una casa a medio caer que había sobrevivido al caos de la noche anterior.

Algo había cambiado.
Nada era igual.


- hyung… - el murmullo apenas audible del más joven de los dos atrajo la atención del moreno…

- estoy aquí, Jaejoong ah… - ayudándole a incorporarse, el moreno volvió a examinar el rostro de su dongsaeng, no había ya rasguño alguno, y en el resto de su cuerpo, las heridas habían sanado también…

Igual que en él.

- ¿ha sido una pesadilla?... – el más joven, de largos cabellos oscuros y grandes ojos negros cuestionó con voz apagada, temeroso quizá de la respuesta que podía venir…

Las lágrimas resbalaron por sus pálidas mejillas cuando el moreno agitó la cabeza en negación, atrayéndole de inmediato en un abrazo protector que sin embargo no calmaría en nada la tristeza de la pérdida.

Largo tiempo transcurrió mientras permanecieron abrazados, Yunho consolaba a Jaejoong aunque sabía que en realidad el consuelo no estaba ahí, abandonados a su suerte no había alternativas en la visión futura. No hay un hogar al que volver, no hay un amigo al que recurrir. Estaban a disposición del destino, de uno que en tiempos como aquellos era el equivalente a la muerte o la esclavitud, o la muerte durante la esclavitud. No era de cualquier forma un panorama alentador.

- vamos, tenemos que buscar un refugio, no podemos quedarnos aquí a lamentar la muerte de nuestra familia para siempre… - el moreno instó y limpió con sus pulgares los surcos de lágrimas que habían mojado las mejillas de su adorado hermano.

El pelioscuro asintió y se dejó hacer por su hermano, sonriendo apenas perceptiblemente con aquel dejo de agonía que todavía estaba instalado en el corazón, y ese ardor en todo su ser que no lograba comprender a qué se debía. Igual que su hermano, el menor Jung tenía aquel par de heridas en la piel que casi cerradas por completo, y a diferencia del resto de las heridas que hubo antes por todo su cuerpo, estas parecían sanar más lento y quemar como auténtico fuego abrasándoles cada fibra de su ser.

Pero para cuando Yunho abrió la puerta y el calor de la luz del sol le alcanzó, retrocedió gimiendo de dolor por las quemaduras que instantáneamente aparecieron en algunos palmos de piel que no estaban cubiertas por las desgastadas ropas.

- ¡Yunho hyung!... – el pelioscuro gritó sorprendido por la repentina reacción de su hermano, se acercó a él con la intención de abrazarle para indagar qué sucedía con él pero el moreno no se lo permitió apartándole bruscamente y arrodillándose todavía sufriendo un extraño dolor… - Yunho… - él volvió a murmurar sin entender qué estaba sucediendo…

Unos instantes más tarde el moreno pareció tranquilizarse, levantó la mirada y su hermano retrocedió inconscientemente al notar aquella línea rojiza cruzando las pupilas del mayor, ahogó un gemido de sorpresa cubriendo su boca con una de sus manos. Yunho volvió a bajar la mirada y luchó contra aquella sensación que había nacido de pronto en su interior, algo que quemaba desde las entrañas de su vientre y subía ansioso hasta su garganta. Luego era como tener sed, el deseo irrefrenable de algo que al mismo tiempo le genera repulsión y quema más dentro de sí.

- Yunho ah… - el pelioscuro, sobreponiéndose a la primera impresión, volvió a acercarse, estiró una de sus manos y sus dedos tocaron el cabello del moreno…

- ¡no!... – el moreno gruñó con un tono parecido al rugir de una bestia y levantándose apenas fue él quien entonces retrocedió alejándose de su hermano.

Algo le estaba pasando, o tal vez había sucedido ya. Cambió en alguien o algo extraño y tenebroso, se inspiraba miedo a sí mismo y no quería intimidar a su propio hermano. Jaejoong le miró consternado pero volvió a acercarse, no tenía ante él a cualquier extraño, sino a su hermano, sangre de su sangre, su única familia ya en éste mundo. La persona que más amaba.

- Yunho ah… - volvió a llamarle dando nuevamente un paso, el moreno levantó la mirada para verle… no estaba más aquel tono rojizo en sus pupilas, pero todavía llevaba la respiración acelerada y algo quemaba en su interior… - está bien, solo somos nosotros…

El menor dijo, pero ambos sabían que en aquel “nosotros” ya no estaba la connotación que durante años pudieran haberle dado. Ese “nosotros” implicaba ahora un cambio inentendible que era capaz de inspirarles miedo. Algo cambió. Para siempre.

Las quemaduras que ocasionara la sola exposición al Sol desaparecieron, para cuando Yunho volvió a asomarse al exterior el manto nocturno había cubierto las planicies y más allá en todas direcciones hasta donde la vista alcanzara, esa que incluso parecía haber mejorado porque tenía la impresión de que veía mejor, a mayor distancia. Jaejoong salió tras él todavía titubeante, durante esas horas encerrados dentro de aquel espacio, el moreno no le había vuelto a dirigir la palabra, no le había mirado, no le había permitido acercarse. El menor temía ser alejado, pero suspiró ligeramente aliviado cuando Yunho comenzó a andar y le dejó seguirle.

El mayor Jung tenía mucho en qué pensar, mucho qué entender, averiguar qué había sucedido con él, porqué aún tenía aquella sensación de sed insaciable a pesar de haber tomado ya litros de agua, porqué ese calor en las entrañas seguía ahí también. ¿Por qué Jaejoong no mostraba ninguna de aquellas reacciones pero llevaba heridas similares?

Llevaban minutos andando sin mirar atrás, el pelioscuro no tenía idea de a dónde iban, ni tampoco creía que el moreno lo supiera, aún así le seguía fielmente paso a paso adentrándose más en la fría oscuridad de las planicies. Jaejoong pronto comenzó a sentir el cansancio, el frío había descendido y él tenía sed, mucha sed, se sentía ligeramente mareado y por tanto la mirada le fallaba.

- Yunho ah… - llamó estirando el brazo con la intención de alcanzar por lo menos el hombro del moreno, pero de pronto todo se vino abajo.

Sus sentidos colapsaron y una ardiente llama de fuego puro pareció encenderse en su interior, se doblegó lazando un grito de dolor y desespero, lo cual fue suficiente para que su hermano se volviera hacia él y le socorriera del único modo posible en aquella situación, le abrazó y sujetó sus brazos cuando el pelioscuro comenzó a contorsionarse por el dolor quemante que sacudía su cuerpo. Había cambiado finalmente también. Para cuando Jaejoong pasó aquella etapa, ambos comprendieron solo una cosa: eran más que diferentes.

¿Cómo? ¿Por qué? ¿Hasta cuándo? ¿En Qué? No tenían respuestas para eso, pero sabían también que quedarse ahí no resolvería nada y que el Sol les lastimaba, tal vez que era mortal.

……………………………………

Durante noches enteras caminaron sin descanso, aquellas les permitieron descubrir que no había alimentos ni agua más fresca que saciara el hambre o la sed. Descubrieron que solo la sangre calmaba aquellas ansias, aquel calor. Se convirtieron en cazadores hábiles que se movían con sigilo, de sentidos agudizados e incluso mayor fuerza. Pero la aparente tranquilidad de su aventura llegó en aquél atardecer a su fin.

Tropas romanas se movían hacia ellos, miles de hombres que formaban parte de las legiones más poderosas y temidas de aquella parte del mundo, quizá solamente los ejércitos de China o Mongolia podrían igualarse, pero cualesquiera que pudieran haberse topado en el camino eran señal de mal augurio.

- ven… - el moreno sujetó la mano de su hermano jalándole a un lado tras una pequeña colina evitando que pudieran verles o escucharles.

Desde aquel escondite pudieron observar los movimientos de los soldados romanos, escucharon las bromas estúpidas y la forma en que tomaban alrededor de fogatas hasta perderse en el licor. Mujeres y muchachos vestidos con harapientas ropas estaban ahí para distraerles, lo mismo sucedía en las tiendas de los generales y personajes ponderados que estaban en el asentamiento de la campaña romana; pero aquellas mujeres llevaban también joyas y ropas elegantes, y los muchachos, tímidos y demasiado jóvenes, iban vestidos de diversas maneras, algunos eran simples esclavos que eran jalados ahí como auténticos animales.

Yunho y Jaejoong se dieron cuenta de que nunca querrían terminar así.
Y sin embargo, la suerte parecía ser otra para los hermanos Jung.


Habían sido sorprendidos por la espalda por un grupo menor de soldados que realizaban su recorrido de rutina para mantener la seguridad del perímetro de la compañía romana. Yunho había sido el único de los dos que se animó a pelear, mientras que Jaejoong, renuente a la lucha y sorprendido por las armas de aquellos que les atacaban, se quedó más bien quieto y mirando; también estaban ahí, inundando sus pensamientos, los recuerdos del ataque aquél en que su familia fue asesinada cruelmente. Estaba ahí el recuerdo fresco del momento en que un hombre emergió de entre la oscuridad y se lanzó sin miramiento contra él, el dolor agudo en el cuello, la sensación de las líneas de sangre… calor, mareo, la inconsciencia.

- ¡Jae!... – el moreno apenas pudo gritar con enojo cuando otros soldados que se agregaron a la batalla fueron por el pelioscuro y de un golpe en la cabeza le dejaron inconsciente.

Yunho peleó con fuerza, pero uno de los hombres en el ataque era un General, hábil y con una espada sinigual, la hoja de metal estaba hecha de plata y le hería casi como cualquier otra antes, ésta… dolía como si estuviera llamando a la muerte.

- llévenselos… - el General indicó y pronto ambos jóvenes fueron llevados a una de las tiendas, ante otro hombre que, según parece, tenía intereses particulares con todo hombre y mujer que encontraban en su paso hacia el Sur.

……………………………………

Eran llamadas escuelas lanistas, sostenidas por familias ricas de la élite romana, “educaban” gladiadores que podían ser alquilados o vendidos. Una de las más importantes estaba en Alejandría; ahí donde Yunho fue enviado esa misma noche, mientras que Jaejoong permaneció en aquella campaña y de quien el moreno no volvió a saber sino hasta años más tarde, durante su primer visita como Gladiador invicto en el Gran Coloso romano: el Coliseo.

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Cuerpos manando sangre aún en la arena del coliseo… ese es el escenario del último grupo de gladiadores que abandonan exhaustos el terrible campo de batalla. El día de hoy sobrevivieron, mañana los dioses juzgarán qué hacer con su destino, o ellos o la sangrienta y belicosa población romana asistente al inmenso anfiteatro. La potencia número uno del mundo, por ellos conocido, sociedad eminentemente guerrera pero a la vez refinada, incansable, de voluntad inquebrantable, dominadora de naciones, constructora de las más majestuosas y complejas construcciones, justamente como el anfiteatro Flavio, mejor conocido como el Coliseo.

Millones de toneladas de lujo e ingenio; madera, hormigón y mármol; arena, sangre, sudor y desperdicios; “hogar” de soldados, cocineros, herreros, carpinteros, esclavos, gladiadores y bestias; última morada para algunos, un hermoso sueño para otros; punto de encuentro para la aristocracia, senadores, ciudadanos y la plebe; lugar de trabajo y de muerte; expresión romana por excelencia de magnanimidad, omnipotencia y eternidad.

Gladiadores… esas desdichadas sombras destinadas a la sola perversa diversión y cruel entretenimiento de los “ciudadanos”. Forzados a mostrar y aprender brutalidad, insensibilidad ante el dolor ajeno y propio, desprecio por la vida, resistencia, el uso de armas y técnicas de combate; soñando con la gloria cotidiana o con la mera salvación, o bien esperando la libertad mediante la muerte; dueños de nada, despreciados y perturbados por todos, pero también admirados, y era esta extraña y fascinante admiración la que provocaba que numerosos individuos se ofrecieran de voluntarios en las escuelas de gladiadores tratando de ganar popularidad y honorarios… pero ser gladiador no era como practicar cualquier otro oficio, significaba ganar por la fuerza y determinación propias lo que cualquier hombre desea en la vida, sólo que más: la inmortalidad.

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Yunho era frío, de temple, calculador, hábil, fuerte y sin corazón. Se había convertido en un gladiador a sangre fría, casi despiadado; parte de un espectáculo peculiar, diferente; Yunho solo peleaba de noche, ante los mejores. Amado por todos ahí donde se presentaba, no había arena en la que al final su nombre no fuese vitoreado. Imponía respeto y forjaba así su propia leyenda.

Pero en realidad nada de aquello le importaba, sentía que había muerto el día que lo separaron de Jaejoong, nada le motivaba pues no tenía idea del destino que su hermano pudo haber encontrado; se guiaba en sus días solo por aquel sentimiento que había quedado de lo que una vez fue su alma mortal: la esperanza. Sin embargo aún temía todas las opciones que se formaban ante los rumores contados que iban y venían contados por plebeyos y esclavos, por aquellos negociantes que tenían algún roce con la aristocracia.

- se dice que un Senador tiene al ser más hermoso como su esclavo favorito…

Había sido el rumor que más odiara porque estaba seguro que no había nadie más hermoso que su hermano, y que ser el favorito era significado de una vida de placeres banales en los que el sexo estaba por ley considerado. Nadie decía una mujer o un hombre, los rumores coincidían nombrándole como un ser hermoso, un regalo de los Dioses. Jaejoong podía estarse entregando en cuerpo a otro hombre.

Cuando le ofrecieron la oportunidad de pelear en el Coliseo en Roma, Yunho supo que no tenía más opción que ir ahí y encontrar el modo de averiguar sobre ese ser hermoso. No tuvo que buscar demasiado, lo reconoció al instante de entre los miles de presentes y entre la luz que despedían las cientos de antorchas encendidas a lo largo y ancho del coloso romano; a lado de un hombre de pelo cano que tomaba, seguramente vino, de aquella copa de fino cristal y metal dorado; era definitivamente el ser más hermoso, vestía ropas finas pero no necesitaba de ninguna joya para resaltar su belleza; el contorno pálido de su perfil varonil de delicadas facciones, las sedosas hebras negras que algo más largas descansan a la altura de sus hombros, la serenidad de su rostro, la tentación de sus labios rojos.

Era sin duda Jaejoong.

Casi le pareció que sus miradas se encontraron a pesar de la distancia, y creyó ver en aquellos grandes ojos negros, la sorpresa, el anhelo, el miedo y la desilusión; todo eso y mucho más; lo mismo que él podía sentir exactamente en aquellos instantes. Durante años se recriminó no haber sido más fuerte, más ágil, más poderoso en aquella noche; se recriminó no haber podido protegerle, haberse dejado vencer y sucumbir a los lineamientos de un destino que no paraba de ser cruel y despiadado con ellos. Supuso también durante todo ese tiempo, que su hermano tal vez solo tenía rencor para él.

El cuerno resonó en el eco tan peculiar del Coliseo y los gladiadores que habían salido a la arena supieron que era el momento de la verdad: matar o morir. Yunho blandió su espada y volvió su mirada hacia los contrincantes aunque así quisiera haberla mantenido en su hermano.

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Jaejoong jura que su corazón (ese músculo que incluso parecía haber muerto desde que se descubrió a sí mismo como una criatura nocturna que solo vive de sangre) dejó de latir en el segundo exacto en que le vio. Ni siquiera hubo atisbo de duda en sus pensamientos, ése gladiador era Yunho. El mismo cuerpo atlético, los músculos torneados, la tez morena, la personalidad aguerrida, el garbo… la misma profundidad en sus ojos café; esos que le miraron en numerosas ocasiones brindándole cariño, confianza, serenidad, todo el sentimiento imaginable que más allá del lazo de sangre les ha unido desde niños aunque nunca tuvieron el valor (quizá ni el tiempo) para dejarse llevar por aquel.

Y casi pareció que solo entonces sintió la tristeza de la separación de años, como si solo entonces se hubiese dado cuenta de lo mucho que le ha extrañado, de la falta que le ha hecho. De lo dura y asquerosa que ha sido su existencia en aquellos años en la oscuridad satisfaciendo solo los deseos de aquel hombre corrupto que era peor que un parásito para Roma. Ahogó un grito de dolor cuando vio a su hermano perder la concentración y recibir un golpe de espada que le hizo un corte lineal en el antebrazo, no le hubiese dado mayor importancia de no ser porque el metal con el que estaban forjadas las filosas hojas de todas las armas que los gladiadores portan, son de plata; lo único a lo que (además del sol) puede hacerles tanto daño que presienten incluso podría matarles solo si no tienen el suficiente cuidado. El moreno arremetió con coraje cada nuevo ataque y pronto dos gladiadores de imponente masa muscular cayeron bajo su espada, el líquido carmín comenzó a brotar, estaba ahí el motivo de su sed.

Sangre.

Los sentidos de Yunho y Jaejoong despertaron sedientos ante el aroma de la sangre, como cada noche de luna llena, la sed era más intensa. Y aquella noche la redonda esfera plateada estaba imponente en el firmamento estrellado.

- ¿mi hermosa joya se encuentra bien? ¿Es demasiada sangre esta noche, formositatis?... – la sonrisa lasciva en labios del Senador solo provocó náuseas en el pelioscuro, pero fue lo suficientemente astuto (como ha aprendido a ser durante esos años) para negar con una sonrisa tímida que al hombre convenció de inmediato volviendo su atención a la arena.

La misma que Jaejoong dirigió también. El pelioscuro apretó en sus manos las finas telas que visten su cuerpo, anhelaba estar ahí, a lado de su hermano, ayudarle en aquella pelea desigual pues de pronto las dos decenas de gladiadores que quedaban en la arena se habían convertido en los enemigos de Yunho. Y sin embargo el moreno solo sonrió, el destello rojizo cruzó sus pupilas y lanzó aquel grito que enardeció a la multitud… estaba aceptando el reto que lanzaban sobre él poniendo a todos en su contra.

- ¡esto es todo lo que tienen! ¡La grandiosa Roma no me verá caer esta noche!... – Yunho gritó y la plebe se puso más eufórica contagiada por la confianza y el espectáculo que el gladiador asiático prometía.

Los gladiadores contrarios reiniciaron el ataque sin importarles hacerlo simultáneamente hasta de tres peleadores, el moreno respondió con agresividad, la adrenalina en su cuerpo estaba actuando a todo, y el calor en sus entrañas aumentado, necesitaba aquello, eliminar a sus enemigos, deleitarse con el aroma de la sangre, saborear cada grito de dolor, cada gemido de muerte, cada mirada de miedo cuando se encontraban con sus pupilas, tal vez era ver el hades en sus ojos, el inframundo ardía en ellos y Yunho estaba por desatar la peor masacre de gladiadores en la historia del Coliseo romano. Enardecido por los recuerdos, la sed y el anhelo de vengar de alguna manera lo que sea que Jaejoong haya experimentado durante esos años, Yunho no escatimó ni un poco, su espada terminó completamente manchada de sangre minutos más tarde cuando la mitad de los gladiadores yacían sobre la arena sin vida.

Entonces fueron liberados también los leones y el Coliseo se transformó en un grito ensordecedor que clamaba su nombre engrandeciendo su existencia como Gladiador nocturno. Jaejoong dio un paso al frente acercándose a la orilla del palco, sus manos apoyadas en el mármol de la cornisa, no podía controlar su deseo, necesitaba saltar ahí y hacerle compañía. Tomar de la sangre de aquellas bestias que con fiereza también se lanzaban contra el moreno. Yunho no necesitaba de escudos ni mayor protección, se bastaba consigo mismo y su capacidad paranormal de movimiento, de predecir al enemigo, de atacar a sangre fría sin importar quién sea aquel que encuentra su fin en la punta de su espada.

El último gladiador cayó de rodillas, la espada de Yunho se quedó clavada en su pecho. Pero aún estaban rondándolo las tres bestias. Leones que gruñen y rugen mirándole detenidamente, casi como si le estuvieran retando a ser mejores que ellos, más ágiles y asesinos. El moreno sonrió de medio lado todavía perdido en la enajenación salvaje de su naturaleza nocturna; los colmillos crecieron sobresaliendo de entre sus labios y él se relamió divertido cuando las fauces de las bestias se abrieron amenazantes.

- ¡mira mi gloria Roma! ¡Porque esto será lo último que veas de mí!... – el moreno gritó y el pelioscuro comprendió sin más lo que su hermano pretendía una vez que había conseguido la atención de todos con aquel dejo de disgusto pues sus palabras sobradas estaban de confianza, y eso nunca gusta a la aristocracia romana, y es algo a lo que teme la plebe.

Yunho corrió veloz, a su paso tomó una lanza, echó su cuerpo hacia atrás apoyando todo su peso en la pierna de apoyo y luego tomó impulso para lanzar el arma hacia el frente directo al Senador sentado tras Jaejoong. El pelioscuro sonrió contento, estaba claro que su hermano estaba ahí por él y dispuesto a todo por llevarle consigo en una libertad tomada por cuenta propia. El hombre cayó al instante con la lanza atravesando su cuerpo. El pelioscuro no dudó, subió a la cornisa lanzándose al segundo a la arena, ya que después de todo no estaba tan alto ni tan lejos para sus habilidades sobrenaturales.

- ¡Yunho!... – el pelioscuro corrió a su encuentro, un abrazo hubiera sido perfecto pero no tenían tiempo ni la calma para aquello…

- hay que irnos de aquí… - el moreno sonrió todavía emocionado por el calor de la batalla y movido por la sed…

- no será cosa sencilla… - el menor se dio cuenta de que estaban rodeados por un centenar de soldados que salieron del hipogeo (túneles y mazmorras)…

- ¿quieres irte conmigo, o no?... – el mayor cuestionó y a cambio como respuesta recibió esa bella sonrisa que durante tanto tiempo extrañó como a nada.

Ambos se colocaron entonces espalda con espalda, y aunque el moreno no estaba seguro de permitir que su hermano participara de la batalla, se dio cuenta pronto de que el tiempo también le había hecho fuerte y hábil en el combate. Una parte de él tuvo la duda acerca de cómo el pelioscuro pudo desarrollar aquellas habilidades, pero tal inquietud podía esperar para después. Ahora tenían más sangre que derramar. Jaejoong y Yunho gruñeron entonces como lo haría una bestia, sus grandes colmillos intimidaron a varios soldados y las uñas de sus dedos crecieron en sus manos más filosas y peligrosas que cualquier arma de la época.

Fueron largos minutos, tal vez horas, en aquel sangriento enfrentamiento, los hermanos Jung no recibieron mayores heridas, aunque cada una de aquellas fueron dolorosas pues eran ocasionadas por armas de plata. Pero cuando un par de horas anunciaban la llegada del amanecer, ambos muchachos habían escapado ya del Coliseo, montando un par de caballos de pura sangre, veloces y fuertes. Se alejaron lo suficiente para ocultarse de los rayos del sol, lo suficiente para saber que Roma les temía y que tal vez no irían nunca en su búsqueda porque habían revelado la verdadera naturaleza que poseían entonces.

Criaturas nocturnas temibles que matan sin piedad y se alimentan de sangre.

……………………………………

Se ocultaron en un valle algunos kilómetros más allá de la gran ciudad. La oscuridad su aliada más tranquila, un abrazo inmediato y las risas de alegría por saberse de nuevo juntos, seguros de que ahora tienen la madurez suficiente para no cometer los errores del pasado que abonaron a la suerte de su separación.

- creí que no volvería a verte… - Jaejoong fue el primero en decir, sin aflojar demasiado el abrazo, pero mirando directamente a los ojos de su hermano…

- creí que estarías enfadado conmigo, que no me abrazarías ni sonreirías así al verme… - Yunho dijo con sinceridad, acariciando entonces las pálidas mejillas, ocultando los mechones tras las orejas del menor…

- por qué iba a estarlo, lo que pasó aquella noche no fue tu culpa Yunho…

- lo fue, porque no te protegí, Jae…

El pelioscuro sonrió agradecido, feliz, radiante, emocionado, contento. Negó moviendo la cabeza de un lado a otro y simplemente volvió a abrazarle con fuerza, hundiendo su rostro en el cuello del moreno, sonriendo contra su piel. Y comprendieron también que ahí estaba de nuevo el sentimiento oculto durante la infancia y la adolescencia, en parte de su adultez temprana; aquel calor diferente que pareció abrigar de nueva cuenta un corazón que por años creyeron muerto, sumido en el frío de un alma perdida que no encontraba la luz que le invitara a disfrutar de sus días porque no estaban juntos.

Se separaron apenas un poco para mirarse de nuevo a los ojos, había tanto qué decirse, tanto por confesar, tanto por comprender y compartir. Que por horas se animaron a platicar, a mantener al margen aquel deseo de abrazar y tocar de un modo diferente, de besar.

La noche cayó de nuevo y Yunho sugirió partir de nuevo, dirigirse al Norte y encontrar el camino de regreso a las tierras que una vez fue su hogar, y tal vez con los años marcar alguna diferencia en la historia de los suyos. Jaejoong asintió y, como años atrás, le siguió con calma paso a paso. Solo que esa vez, iban tomados de la mano mientras los caballos caminan tras ellos. Estaban contentos, pero aún había algo de sed, no se han alimentado en días y no creían tener demasiada energía o fuerza para soportar toda la noche sin comer. El moreno le pidió a su hermano le esperara unos minutos mientras se pierde en aquellos terrenos en busca de alimento, volvió más tarde con un lobo cargando en su hombro…

- recuerdo que antes, cuando comenzamos a descubrir esto juntos, la sangre de lobo era tu favorita…

- aún lo es… - el pelioscuro sonrió y aceptó el obsequio de su hermano, sus colmillos se enterraron entre pelaje y músculo para comenzar a beber.

Yunho le observó embelesado, era de algún modo diferente ahora, Jaejoong parecía más hermoso y extrañamente le resultaba tentadora la forma en que su hermano se alimentaba… le provocó beber de la sangre que manchó sus ya rojos labios cuando el pelioscuro se separó del animal.

Y fue entonces como si el instinto y el sentimiento oculto le impulsaran a actuar, se acercó a su hermano y lamió con calma la sangre de labios del menor. Jaejoong jadeó inquieto pero encantado a la vez, sonrió de medio lado cuando Yunho terminó su tarea y se separó para mirarle a los ojos.

No había marcha atrás, sabían que necesitaban del otro como solo se necesita de una pareja. Y quedó en el olvido toda la cuestión moral que significa el hecho de ser hermanos. Se encontraron entonces fusionando sus bocas en un beso ansioso, el deseo de toda una vida mortal y el inicio de la inmortalidad de aquella condición sobrenatural se volcaron de una instándoles a cumplir con el único deseo que quema más que el mismo calor de su sed de sangre.

Manos ansiosas que no tardan nada en deshacerse de las gastadas ropas del otro, desnudez total que se hace presente, cuerpos que se rozan piel a piel ardiendo más que las llamas del inframundo. Besos apasionados van y vienen sin parar, se roban el aliento una y otra vez mientras sus manos continúan el recorrido de exploración. Hay anhelo y demasiado calor, demasiadas las ganas de sentirse más y más que no hay forma de parar, de tomar tiempo para más nada que el sentir.

Jaejoong enrosca una pierna en la pierna de Yunho, el moreno responde aprovechando aquello para acariciar con mayor libertad sus muslos. Delicada y suave piel blanca delinea con sus dedos, le acaricia con las yemas y le siente temblar, estremecerse como el cristal al sonido y vibrar como las melodías de su antigua tierra.

El aire sopla pero no sienten frío, el calor que emana de sus cuerpos es mucho mayor. El moreno le recuesta sobre las ropas que antes se quitaron, no para de besarle y desciende entonces por su cuello, lame a su antojo y va dejando una estela de saliva caliente que poco a poco va enrojeciendo la piel a su paso. Alcanza el pecho y se deleita con los jadeos y gemidos que nacen en la garganta de su hermano, mordisquea los pezones y sonríe al ver la forma en que duros se irguen como montecitos rosados que suplican un poco más de atención. Se relame los labios y nota más abajo la entrepierna despierta del menor golpear contra su vientre bajo, sonríe con cierta perversión y revela un poco sus largas y filosas uñas, rasguña suavemente la piel de su pecho bajando por su vientre, sondeando el ombligo y descendiendo hasta la ingle, dibuja las letras de sus nombres y luego las pasea por la extensión del pelioscuro.

- ahhh, Yunho… mmhhh… - gime sin control y se retuerce disfrutando como nunca pensó que se podría, de aquel tipo de contacto íntimo. Sonreía y se lamía los labios, mordiendo de tanto en tanto el superior o el inferior, entrecerrando los ojos y sumiéndose en el placer.

El moreno mostró sus colmillos y se percató de que los de su hermano estaban también ahí, como lo estaban sus largas uñas que comenzaron a buscar su cuerpo marcándole las finas líneas rojas de su filo en la piel. Había demasiado deseo, demasiado calor, demasiado sentimiento. Aquel que antes como mortales sabían debía llamarse amor, el mismo que en sus condiciones actuales, tal vez era lo mismo, tal vez era algo más intenso cubierto de pasión.

Jaejoong se movió de pronto con audacia, sonreía juguetonamente y le tenía bajo su cuerpo, sus suaves manos deslizándose por todo su pecho, demarcando cada línea de los pectorales de ese Yunho que le sonríe de vuelta y no tarda en hacerse de su nuca para besarle profundamente enredando sus lenguas con lujuria, las manos del moreno se pierden entonces por la espalda de su hermano, le acaricia sin tapujo y el calor aumenta varios grados más, el trasero del menor ha quedado justo sobre su erección y no ha olvidado lo erguida que estaba la del pelioscuro.

- hazme tuyo, Yunho… - jadea con un tono seductor, maduro, deseoso.

Algo que el moreno nunca había escuchado, pero que sabe de cualquier modo y a pesar de todo es único para sus oídos. Vuelve a tumbarle y deja para después la exploración lenta y exhaustiva del cuerpo de su hermano, quiere amarle plenamente en aquel instante. Le ha sido pedido, anhela concederlo.

Las piernas del pelioscuro se abrieron dándole espacio para acomodarse entre ellas, se enroscaron en su cintura y las caderas se movieron al instante contra él dándole a entender cuánto deseo tenía de aquella unión. No había tiempo para pensar en el dolor, el moreno simplemente se perfiló y comenzó la penetración.

- ¡mgghh! – ambos gimieron ronco mientras aquella unión se efectuaba.

Jaejoong sintió dolor, Yunho un inmenso placer. La estrechez expandiéndose para dar cabida a aquel trozo de carne caliente que se abría paso entre suaves embestidas buscando mayor profundidad. Pronto el moreno tocó un punto en el interior de su hermano que hizo al pelioscuro arquear la espalda al tiempo que gime de placer y entierra sus uñas en los omóplatos del moreno. Así Yunho experimenta el dolor más exquisito imaginable, unido a su amado en cuerpo como sabe lo han estado en alma desde siempre.

Yunho se apoya con firmeza sobre sus rodillas y sujeta a Jaejoong por la cintura instándole a semi-incorporarse lo suficiente para tomar parte del control de las estocadas, le deja cabalgar subiendo y bajando contra su erección, disfrutando ambos del placer de aquel roce de su comprimida intimidad alrededor del hinchado y duro miembro. Gimen más y más, los movimientos aumentan con frenesí y todo se reduce a aquello, a aquel acto de placer tinturado de un sentimiento profundo que lejos de la crueldad que pueden albergar como criaturas nocturnas, merece ser llamado también amor.

Presienten el clímax y casi esperarían poder alargarlo mucho más, convertirlo en un momento eterno pero aquello ni ellos pueden concederse. Abrazados así, mirándose a los ojos y compartiendo el aliento como comparten el calor y la pasión, sucumben al repentino deseo de probarse… de morderse, los colmillos de uno se entierran en el cuello del otro y succionan con ansia de la sangre ajena, exquisito líquido carmín que sabe como debe ser el sabor del elixir de los dioses.

Y así, mientras toman la sangre que también circula por sus venas pues están unidos por el lazo de familia, el calor que les abrasa el cuerpo alcanza el culmen de sus deseos llevándoles al éxtasis, han derramado sus esencias y con ellas marcado lo que en adelante y por milenios solo saben suyo. Inician un camino como amantes y viven ante el mundo como hermanos.

Durante muchos días se escondieron de la luz solar, y por las noches salieron a cazar y a divertirse, sembraron el temor en provincias enteras y se convirtieron en el único enemigo de Roma que no era perseguido. Una vez Yunho fue gladiador, Jaejoong un esclavo y amante. Una noche tomaron la libertad de la misma forma que les fue arrebatada. Y así, nacieron nuevas criaturas que son más que simples humanos.

Con el pasar de los decenios ellos finalmente supieron lo que eran, más que Gladiadores o guerreros. Vampiros.


**FIN**


Formositatis: Hermosura en latin.

5 Comentarios:

  1. Michiru8/14/2011

    ay dios! kede embobada *-*
    me encanto! más ke eso! me fascino! aún más! (no se ke otro sinonimo T.T)
    te kedo ESPECTACULAR =D

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  2. Estoy sin palabras........ en verdad este fic es.... es.... wuuuaaaaaa suuuper genial!!!!

    Felina, en serio, te felicito, me encanta tu forma de escribir.

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  3. Feliii!! cuando vi que era tuyo altiro me puse a leerlo esta buenisimoo!!! como todo lo que escribes, este Fic Yunjae me encanto lo ame xD

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  4. jujuju como siempre mi feli es la mejorr **corre a abrazar a feli** waaa estava falta de yunjae muchas gracias por este maravilloso regalitooo ^3^

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  5. esperanza11/21/2015

    FELINA REALMENTE HERMOSO......GRACIAS

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