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Sedúceme


Título: Sedúceme
Autor: YeonHeeChan
Pareja: Yuchun y tú
Género: Romance
Estado: Two-shots
Sumario: A veces el amor se encuentra a la vuelta de la esquina y a bordo de un Ferrari.
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*Basada en la película Mujer Bonita

Las apariencias engañan

Como estaba cansada tanto anímica como físicamente, me encerré en una de las tantas habitaciones que tenia la casa de mi abogado personal, Edward Taylor (gracias a mi dinero) ya que no me apetecía convivir con nadie. Sé que debía de estar presente en la fiesta para celebrar otro éxito más en el cruel mundo de los negocios, pero que caso tenía si mis colaboradores ya habían obtenido lo que querían de mí. Su pago por un trabajo de meses y bien remunerado.

-Veamos, ¿quién será la próxima víctima? Es decir, mi siguiente adquisición- si, la ambición me había vuelto cruel. -Así que el señor…- alguien me interrumpió y a juzgar por lo rápido que me encontró tenía que ser el dueño de la mansión, bueno según él. A mí me parecía lo contrario. -Dime, Edward- le dije lo más serena que pude a mi abogado cuando abrí la puerta.
-La cena ya esta lista. Anda, vamos a divertirnos un rato- me tomó de la mano. Como detesto que lo haga y mas que pretenda que no lo sabe.
-No, gracias. Debo regresar al hotel cuanto antes por unos asuntos pendientes que deje sin resolver- me alejé de él y sin apagar el iPad lo guardé en mi bolso. -Diviértete por mí, ¿quieres?- palmeé varias veces su mejilla aunque con algo de fuerza. Se lo merece por abusivo. -¡Ah! Y me llevo las llaves de tu auto- se las arrebaté de uno de los bolsillos de su saco de marca.
-Pero…- comenzó a seguirme escaleras abajo. -Tú no sabes manejar- terminó la frase tras detenerme.
-Descuida, Edward. Hay muchos otros mas de donde salió el tuyo- y con ello di fin a la discusión al salir por la entrada principal.

Como el evento se realizó en el jardín, tuve que excusarme con a los ahí presentes antes de llegar al improvisado estacionamiento que se arregló para poder retirarme. Quizás deba buscar una doble para que me facilite todas estas molestias.

-¿Qué te parece si mejor te llevo yo?- justo cuando estaba por encender el motor, apareció Edward de la nada.
-No te preocupes, si algo le pasa te compraré otro- le contesté a lo lejos luego de acordarme de que tenía que prender las luces del vehículo.

Al cabo de una hora, perdí la paciencia (algo ya usual en mí) a causa de la escasa precaución que tengo al intentar memorizar los nombres de las calles cada vez que salgo con el chofer que conduce la limosina del hotel o con el mío propio. Amo los automóviles, pero prefiero que alguien los maneje por mí. Así que me estacioné provincialmente en una… ¿avenida? Para pedir información.

-¿Buscas una cita?- sin darme cuenta había llegado a uno de los sitios más peligrosos que hay en Nueva York y para empeorar las circunstancias un extraño se acercó a mí.
-En realidad, no. Solo quiero hallar el Hotel Plaza- articulé de los más normal, pero era obvio que estaba asustada.
-Por cinco dólares puedo decirte en donde está- me condicionó el susodicho.
-¡Cinco dólares! Nadie cobra por dar una dirección- alterada por su artimaña, me giré para poder verlo a la cara. Si salía con vida del lugar, me aseguraría de hacerlo pagar por su cinismo.
-Como gustes. Al menos yo si sé en donde estoy- tan pronto me negué a ser partícipe de su juego me dio la espalda y con ello mi oportunidad de observar su rostro.
-Te dije muy claro que si no me pagabas las cervezas que te tragaste el otro día, te partiría tu…- aterrada por la visión de un hombre a mi juicio bastante rollizo a punto de propinarle a otro individuo un severo golpe en la cabeza con una botella de vidrio, cerré mis ojos y me cubrí los oídos con las manos.
-Está bien, tú ganas- enuncié antes de perder el control por el miedo. -Aunque sólo tengo diez dólares- le extendí el billete.
-Por diez dólares te llevo hasta allá- me lo arrebató de las manos en el instante en el que se oyó un disparo.
-Te comente que me urge arribar cuanto antes al hotel- le abrí la puerta del copiloto para que se sentara.
-Da vuelta a la esquina- me indicó mientras se ponía el cinturón de seguridad.

No supe como salí de ahí, pero me sentí más tranquila al reconocer una de las calles por la cual suelo transitar a menudo. Nunca he perdido los estribos cuando de negocios se trata y aunque ésta fue una situación diferente, la vergüenza terminó por ganarme terreno. De tal manera que para minimizar lo ocurrido traté de entablar una conversación con mi acompañante.

-Puedo preguntarte algo sin que por ello tengas que cobrarme- A veces creo que la improvisación no es lo mío.
-Sólo porque eres bonita será gratis- se acomodó de tal manera que le fuera posible apreciar mi perfil.
-¿En serio? Gracias- le dije con ironía.
-De nada- me respondió sin reparo alguno.
-¿Cuánto cobras?- si, oficialmente necesito un curso intensivo sobre cómo dirigirme ante los demás.
-Cien dólares- expuso de lo más natural.
-Cien dólares… ¿la noche?- hice énfasis en las últimas palabras.
-No, la hora- volvió a contestarme con normalidad.
-¡Cien dólares la hora!- frené de golpe ante la exorbitante cantidad de dinero que pedía a cambio de unas cuantas horas de… menos mal que nadie venía detrás de mi o hubiese provocado un accidente. -Dime que estas bromeando, por favor- esta vez lo miré de la cabeza a los pies y… me quede sin argumento. Sus ojos se debatían entre la seducción y la inocencia, sus labios te incitaban a probarlos y su compleción delgada lo hacía aún más atractivo.
-Con el dinero no juego- me comentó al traerme devuelta a la realidad.
-Eso parece tomando en cuenta que tu traje es… una muy buena imitación de Giorgio Armani- me esforcé por retomar la plática.
-No es por la ropa, es por la calidad de mi servicio- expresó lleno de seguridad.
-Si tú lo dices- manifesté un tanto incrédula.
-A menos que… lo compruebes por ti misma- ostentó con cierto grado de malicia.
-Es una oferta bastante tentadora, pero… no, gracias- reanudé el viaje aunque con algo de dificultad. Todavía no me acostumbraba a la palanca de velocidades y su constante mirada hacia mí tampoco me era de gran ayuda.
-¿Sabes conducir?- de alguna manera u otra tenía que recuperar el control de mis emociones.
-Lo suficiente como para decirte que estás a bordo de un Ferrari 430 Scuderia del año. Esta preciosidad corre a una velocidad impensable- me informó con una sonrisa por demás irresistible.
-Entonces… ¿te gustaría manejarlo?- se lo propuse sin pensar en las consecuencias.
-Por supuesto- me respondió de inmediato.

En cuanto cambiamos de asiento, me abrochó el cinturón de seguridad y sin querer su vista chocó con la mía. Fueron solo unos segundos, pero creí que me quedaría sin aire. Nunca me había pasado esto con un hombre. Que tenia él que los demás no tuvieran. Como empresaria me veía forzada a tratar con toda clase de varones. Desde los más condescendientes hasta los más déspotas y ninguno pese a su atractivo físico me había hecho sentir tan vulnerable como él.

-Te garantizo que te gustara el recorrido- me dijo entusiasmado.
-Eso espero- exhibí con aparente calma cuando en realidad me sentía incomoda en su compañía. -Y dime ¿cómo es la vida de un…? A puesto a que ha sido duro- me broché discretamente la blusa blanca que traía.
-No, pero son encantadores- llevó una de sus manos a mi pecho y lo rodeo con delicadeza. En ese momento un extraño calor procedente del interior mi cuerpo se apodero de mí. No supe que hacer o que decir. Mi mente se quedó en blanco. -Por cierto, ¿cómo te llamas?- enunció como si nada hubiese sucedido.
-Antes de contestarte, tomare esto como un mero accidente. Así que… no lo vuelvas a hacer- le mostré una sonrisa fingida.
-Lo siento, en ocasiones mis manos adquieren vida propia- su disculpa estaba lejos de sonar sincera.
-Por qué no mejor me dices tu nombre- quería abofetearlo, pero nadie tenía la culpa más que yo por haberlo subido al auto.
-¿Cómo te gustaría que me llamara?- aquello me sacó de quicio y no tuve más remedio que fulminarlo con la vista. -Mickey, me llamo Mickey- su nombre iba acorde con su personalidad. -¿Y… tú?- inquirió curioso.
-Amber, no es mi verdadero nombre, pero me gusta mucho- sabia que me estaba ocultando el suyo, así que no tenia porque revelarle el mío.
-Es un placer conocerte, Amber- me extendió su mano derecha para que la estrechara.
-Igualmente, Mickey- le correspondí el saludo.

Al llegar al Hotel Plaza, Mickey le entregó a uno de los ballets parking las llaves del Ferrari y no se despidió de mí hasta asegurarse de que había entrado a dicho edificio. Ignoro porque me detuve a mitad de pasillo para salir corriendo de éste y buscarlo con la mirada. Sólo sé que cuando lo encontré mi corazón se tranquilizo un poco.

-¿Pasó algo malo?- me preguntó tras percatarse de mi presencia.
-No, nada- le respondí al llevarme una mano al pecho. ¿Por qué de pronto me faltaba el aire?
-¿Segura?- se inclinó a mi altura.
-Si- le contesté un tanto turbaba por su cercanía. -¿Vas a tomar un taxi?- articulé lo primero que se me vino a la mente.
-No, el autobús- me mostró los diez dólares que le di. -Si me voy en taxi lo perdería todo- después los guardó en su bolsillo.
-Yo podría pagártelo… si lo deseas- abrí mi bolso negro para sacar un poco de dinero.
-Descuida, mis admiradoras son pacientes- recargó su mano en mi hombro.
-Bien, entonces… adiós- me retiré cabizbaja.
-Adiós…- murmuró a lo lejos.

Antes de ingresar de nueva cuenta al hotel quise verlo partir. Su espalda era amplia y sus…

-¡Papi, no te vayas!- sin la más mínima intención de revivir mi infancia, recordé el día en que mi progenitor se fue de casa.

Aquello me tomó por sorpresa y por lo mismo sacudí varias veces mi cabeza. No iba a permitir que un insignificante recuerdo me perturbara de nuevo. Así que proseguí con mi camino, pero apenas vi a Mickey detener el autobús corrí hacia él y le dije:

-Quédate conmigo.

Mickey se disculpó con el conductor y luego acunó mi rostro entre sus manos. Eran tan cálidas y suaves que me negaba a desasirme de ellas.

-Si nos quedamos por más tiempo aquí afuera, habrá más gente a nuestro alrededor- la voz de Mickey me libró del trance en el que estaba.
-Tienes razón, entremos- me acomodé mi saco y lo guié hasta mi habitación en una de las suites de la terraza.

Mientras introducía la tarjeta para abrir el cuarto, una pareja de recién casados salía de la suya. No me di cuenta que el esposo de la chica evaluó a Mickey con repudio. Por lo que éste en venganza tentó a su mujer con la mirada tras ofrecerles las buenas noches.

-Adelante, Mickey- le pedí que pasara y a punto de cerrar la puerta advertí como la muchacha en cuestión se ruborizaba de la pena aunque claro, yo nunca supe el porqué.

Una vez en el interior de la recámara, me quité el saco y junto con mi bolso los puse en uno de los sillones con los que contaba la sala de estar. Mickey no pronunció palabra alguna durante un rato por lo asombrado que quedo ante la majestuosidad de la decoración. De tal manera que aproveche ese breve instante para dirigirme a mi pequeño escritorio donde me esperaban un sinfín de documentos por arreglar.

-¿A qué te dedicas, Amber?- habló por fin Mickey.
-¿Tú qué crees?- lo vi aproximarse con paso seguro.
-¿Eres abogada?- se recargó en el borde del brazo de mi silla.
-Entonces, eso soy- le dije mientras buscaba la sección de finanzas en el periódico o una excusa para no mirarlo a la cara.
-¿En dónde te gustaría? ¿En la alfombra de la sala o en la cama?- su repentino interrogatorio me dejó paralizada. -Déjame adivinar, ¿en la bañera?- sus manos comenzaron a desabotonarme la blusa.
-¿Qué te parece si mejor conversamos?- me levante rápidamente del mueble.
-Descuida, traigo protección. ¿Te gustan los de sabor?- ¡Dios, qué situación tan mas incómoda!
-No es por eso… es sólo que…- camine de un lado a otro con la esperanza de hallar algo que me permitiera evadir el tema.
-No quiero presionarte, pero… sólo te quedan cuarenta minutos- me señalo la hora en su reloj pulsera.
-Veo que el tiempo es un problema para ti. Dime, ¿cuánto cobras por una noche completa?- ¡rayos! Quería una solución, no un problema aún más grande.
-Se te haría muy caro- me retó con una sonrisa maliciosa.
-Así, pruébame- había caído en su juego y todo porque me gustan los retos.
-Trescientos dólares- se cruzó de brazos.
-Trato hecho- finiquité el negocio con la misma acción que hizo unos minutos atrás.
-Eres buena, Amber, muy buena- aceptó con orgullo su derrota.
-Gracias- le di una palmada en el hombro. -Ahora, si me permites. Pediré servicio al cuarto- no tomo aun cuando se trata de negocios, pero pensé que no nos vendría mal festejar mi triunfo con un poco de champán y unas cuantas fresas.

En cuanto me las trajeron, Mickey se hizo cargo de lo demás. Era todo un experto. Bueno, tenía experiencia de sobra. Sólo me pregunto, ¿con clase de mujeres habrá tenido que tratar? De seguro no le fue fácil al principio sobre todo si empezó a una temprana edad. Ahora que lo pienso, ¿cómo fue que se adentro en ese mundo?

-Toma- enunció Mickey al extenderme la copa de champaña.
-No, gracias. La pedí para ti- fui directo a prender el televisor.
-Te agradezco el gesto, pero no necesito estar ebrio para hacer mi trabajo- me arrebató el control de las manos.
-No lo hice por eso y… con toda sinceridad prefiero platicar contigo- no quería que se enterara de mi secreto.
-No es la primera vez que trato con mujeres de tu categoría. Normalmente son ellas las que toman el control y si tú lo evades tanto quiere decir que eres…- lo acallé con un dedo sobre sus labios.
-Sabes que toma tus trescientos dólares y vete, por favor- mi cuerpo comenzó a temblar.
-No tienes por qué tener miedo, ni mucho menos vergüenza por ser virgen- esa última palabra se coló en lo más profundo de mí ser. No es que pensara que el sexo era malo, es sólo que no deseaba enamorarme. El amor en la mayoría de los casos era cruel e inhumano.
-Lo dice alguien que se acuesta por dinero- no debí insultarlo de esa forma. No era su culpa que mi padre me dejara una mala imagen de los hombres y por eso los aborreciera. -Pe… perdón- me disculpe con él.
-No te preocupes, también estoy acostumbrado a eso- colocó la copa de champán en la mesa de estar.
-Porque no descansas viendo la tele. Big Bang Theory es un muy buen programa- le sugerí al retornar a mi escritorio.
-Sí, gracias- se limitó a contestarme.

Al cabo de unas horas y cansada de tanto papeleo, me acerqué a la sala para observarlo. Se estaba riendo de las ocurrencias de Sheldon, uno de los personajes de la serie que le recomendé. Por momentos parecía un niño de diez años disfrutando de sus caricaturas favoritas. Y sin entender el por qué acaricie su cabello con una de mis manos. En ese instante Mickey se dio la vuelta para verme a los ojos y a juzgar por su expresión creo que él comprendió la razón.

-Te tratare bien- me susurró al oído.
-Yo… no…- sus labios se apoderaron de los míos con ternura.
-Hare que esta noche sea la más especial para ti- me cargó en brazos hasta la alcoba.

Cuando me depositó en ella, sus manos se deshacían de mi blusa blanca con maestría mientras repartía besos por mi cuello. No deseaba admitirlo, pero era una sensación placentera. Luego me retiró la falda negra de satín con sutileza. Me estaba volviendo loca.

-Dime, Amber. ¿Te gustaría que fuera la víctima o el victimario?- su voz se tornó grave y aterciopelada.
-Lo que tú quieras- le respondí sin meditarlo y aquello me estremeció, pues no conocía esa parte de mi.
-Entonces seré tu victimario- rodeó su cintura con mis piernas y me atrajo hacia él.

Poco a poco, la temperatura de mi cuerpo comenzó a elevarse con el rose de su boca en mi vientre y pecho, pero lo que me hizo delirar fue su tacto al desprenderme el brasier blanco de encaje que traía puesto.

-Eres hermosa, Amber- sus manos se posaron en mis caderas mientras me besaba con pasión.
-Mickey…- fue lo único que pude pronunciar ya que estaba perdiendo la cordura al sentir su boca en mis senos.

Estoy casi segura de que si hubiese estado con otro hombre en este preciso momento, me habría levantado de la cama y le habría dicho adiós. Pero como no era así me deje llevar.

-Ummm… Mickey- al situarme boca abajo me brindó el doble de placer al acariciarme uno de los senos con su mano y la otra en mi intimidad. -Ahhh…- no podía soportarlo más. Lo anhelaba en mi interior -Mickey… yo…- sin tener que decir nada más me despojó de mi bóxer igualmente de encaje y él que aún llevaba puesta su ropa también hizo lo mismo, pero con sensualidad. Sabía que aquello era una tortura para mí aunque tampoco me importo.
-Amber…- tras ponerse el preservativo pude sentir lentamente su ser en mi intimidad. En un principio fue doloroso, pero a medida que me fui acostumbrado a su intromisión la sensación se tornó placentera.
-Ummm… ahhh- nuestros suspiros empezaron a inundar la habitación.
-Un poco más…- a punto de alcanzar el clímax me aferré a su espalda con mis brazos.
-Ahhhhh…- dijimos al unisonó después de que concluyera nuestra entrega.

A la mañana siguiente, Mickey me dio los buenos días envuelto en una bata de baño blanca en el pequeño comedor del cuarto. Tenía el pelo enmarañado y lucia bastante apenado. A lo mejor por lo tarde que era.

-Lo siento, me quede dormido. Enseguida me marcho- desvió su vista del reloj que estaba en la sala para regresar de nueva cuenta a la recámara.
-Primero desayuna- le indiqué al hacer a un lado el periódico de la mañana y servirle un poco de café.
-Gracias- en cuanto tomó asiento agarró una pieza de pan que saboreo con gusto.
-Amber- después de acabar su panque se sirvió dos hotcakes.
-Si- su voz me aturdía y es que mi mente se negaba a olvidar lo sucedido.
-No eres abogada, ¿verdad?- su pregunta me hizo reír un poco.
-No, no lo soy- le contesté en un aparente tono natural, pues todavía no me recuperaba del hecho de haber pasado una noche con él.
-¿Puedo saber a qué te dedicas?- llenó mi taza de café.
-Compro y vendo compañías- su semblante se volvió sombrío.
-Eso significa que estoy ante una gran doctora- hizo alusión a mi grado de estudios.
-Tampoco es algo de lo que me sienta orgullosa- Mickey pensó que si sus circunstancias hubiesen sido otras, él estaría ostentando el mismo título que yo.
-Deberías estarlo ya que eres una mujer maravillosa- me miró con dulzura.
-No te daré cien dólares más por eso- le piñizqué una de sus mejillas con afección.
-Y yo que creí que resultaría- me enseñó uno de sus pucheros más tiernos.
-Bien, me retiro- tomé mis cosas una vez terminado el desayuno. -¡Ah! Y no es necesario que te marches tan pronto, puedes seguir descansando, si así lo prefieres.
-Gracias…- me dijo en el instante en el que recogía los platos.
-Tampoco tienes que hacer eso, la mucama se encargara de ello más tarde- me coloqué un saco negro con toques blancos.
-Lo siento, se me había olvidado que estaba en un hotel- su cara se tornó roja. -¿Te importaría si uso tu baño?- me extendió una de mis zapatillas de Cacharel.
-No, adelante- le indiqué al incorporarme tras ganar un poco de altura.
-De nuevo… gracias- me abotonó el saco y luego se dirigió al tocador.
He said…
Come wander with me, Love
Come wander with me
Away from this sad world
Come wander with me


De pronto mi teléfono comenzó a sonar y a juzgar por la insistencia debía de ser Edward. A veces pienso que hice mal en contratarlo. Sólo espero que su llamada sea por algo importante y no para invitarme a salir en plan de amigos. Como si no supiera que me pretende por el prestigio y la fortuna que me heredo mi padre.

-Diga- tomé la llamada y como era de esperarse se trataba de mi abogado.
-Te tengo buenas noticias. He convencido al señor Roberts de cenar contigo esta noche en uno de los restaurantes más lujosos de la ciudad para que llegues a un acuerdo con él sobre el futuro de su empresa. El pobre está en banca rota y no le quedara de otra más que aceptar tu oferta si no quiere quedarse en la calle con toda y su familia- su risa mordaz cubrió mi alcoba cuando entré a ésta por mi reloj pulsera.
-Me sorprendes Edward. Apenas ayer te envié los datos de esta posible adquisición y ya me concertaste una cita con el propietario. Creo que te mereces un aumento- empecé a aplaudirle.
-Gracias, pero me gustaría saber con quién asistirás a la cena. Porque no piensas ir tú sola, ¿cierto? Sé que tiene un nieto a quien considera su brazo derecho cuando de negocios se trata y si ellos dos te ponen en un apuro quisiera que alguien fuera tu apoyo- su desmedida preocupación por mi me hizo pensar en una sola cosa: hipocresía.
-When a man loves a woman can’t keep his mind on nothing else. He’d trade the world for a good thing he’s found- de repente me vi atraída por una extraña, pero cadenciosa voz. -If she is bad, he can’t see it. She can do no wrong. Turn his back on his best friend, if he puts her down- cuando la hallé, me quedé sin palabras.
-Bueno, ¿estás ahí?- la insistencia de Edward me trajo de vuelta a la realidad.
-Sí, estoy aquí. Y no te preocupes ya tengo a alguien en mente- le colgué enseguida. -Mickey- me senté en el bordo de la tina para apartarle los audífonos.
-Perdón, ¿interrumpí algo?- expresó avergonzado tras dejar de cantar.
-No, para nada. Es sólo que me gustaría hablar de negocios contigo- como pude desvié mi vista de su torso.
-¿Negocios?- inquirió incrédulo.
-Sí, de negocios- mis manos no paraban de temblar. -Quiero saber cuánto me cobrarías por ser mi acompañante durante una semana- no buscaba un amante, simplemente alguien con quien aminorar el duro proceso de las negociaciones.
-No creo que te guste escuchar la cantidad. Se te haría un exceso- me volvió a retar, pero esta vez con una sonrisa coqueta.
-Ya lo veremos. Dime el monto- me levanté tan sólo para cruzarme de brazos y recargarme en la pared de mármol.
-Mil quinientos dólares- espetó sin más.
-Mil cuatrocientos- intenté bajar la suma.
-Mil trescientos cincuenta- parecía que estábamos en una subasta, sólo que en ésta ganaría el que diera menos.
-Mil trescientos y no se diga nada mas- impuse mi autoridad como mujer de negocios.
-Trato hecho- finiquitó satisfecho por el acuerdo.
-Toma- le extendí mi tarjeta de crédito American Express Platinum Card. -Hoy cenaremos en un restaurante exclusivo de la ciudad así que necesitaras algo de ropa. Que sea elegante, pero sobre todo seria, ¿de acuerdo?- su mirada pasó de la tarjeta de crédito a mi rostro y cuando el asombro le permitió hablar me dijo:
-Cariño te trataré tan bien que no querrás dejarme.
-Mil trescientos dólares por una semana y… si te dejare- le indiqué al abandonar el cuarto de baño.
-Pero ahora estoy aquí- me replicó momentos después.

Tras quedarse solo, salió de la bañera envuelto en una toalla que le cubría las caderas y parte de las piernas. Estaba tan contento por lo sucedido que tomó su celular para compartir la buena nueva con el único ser que tenía.

-Bueno…- contestó una joven la llamada.
-Victoria, soy Yuchun- nadie más conocía su verdadero nombre a excepción de ella. Su salvadora.
-¿Chunni?- su voz se escuchaba débil. -¡Que alegría oírte!- aun cuando no podía verla, sabía que le estaba sonriendo.
-¿Cómo sigues?, un poco mejor- su amiga a quien consideraba como una hermana estaba internada desde hacía varios meses en un hospital de la zona debido a una complicación en los pulmones.
-Sí, no te preocupes- unas cuantas lagrimas empaparon sus mejillas y es que estaba profundamente agradecida con Mickey, pues todo el dinero que obtenía de sus citas lo destinaba a pagar su estancia en el dispensario así como sus medicamentos. -Y… te prometo que en cuanto todo esto acabe, te devolveré hasta el más mínimo centavo- se esforzó por no romper en llanto.
-No hace falta, me basta con que estés a mi lado y para ello tienes que descansar lo mas que puedas, ¿entendido?- para Mickey no había otra mujer más valiosa que Victoria pese a su pasado. -Por cierto, te tengo buenas noticias aunque necesitare de tu ayuda- comenzó a vestirse Mickey.
-¿De mi ayuda?- preguntó consternada Victoria.
-Sí, una linda damisela solicitó mis servicios para que fuera su acompañante durante una semana y me pidió que comprara un traje para ir a cenar esta noche con su tarjeta de crédito, pero no sé dónde comprarlo. ¿Alguna recomendación?- los únicos lugares que tenía en mente Mickey carecían de glamour por no decir que se trataban de simples bazares de ropa.
-Déjame ver… ¿en donde estas ahora?- aunque no lo pareciera Victoria sabía mucho de moda ya que su sueño era convertirse en diseñadora.
-Estoy en el Hotel Plaza- dijo Mickey a punto de salir de la habitación.
-¿En serio?- expresó anonadada Victoria. -Siempre tuviste suerte con las mujeres de la alta sociedad, pero esto realmente me deja sin palabras- por lo general, Mickey llevaba a cabo sus encuentros amorosos en hoteles de fácil acceso para que sus “seguidoras” no fueran descubiertas por sus maridos. -Debiste dejarle una buena impresión para que te contratara por tanto tiempo- una ligera sonrisa de complicidad afloró en Victoria.
-Aquí entre nos creo que fue mutuo- nunca antes Mickey había confesado sentirse impresionado por una de sus clientas.
-Yuchun, no me digas que…- Victoria no quiso continuar.
-Descuida, Victoria. Eso nunca pasara- declaró Mickey con seguridad.
-Antes que nada eres un ser humano como los demás y… te recomiendo que vayas a la Quinta Avenida. Ahí encontraras una gran variedad de trajes y marcas- Victoria conocía muy bien el mundo de la meretricia tanto que ella misma le había dicho a Mickey que estaba prohibido involucrarse sentimentalmente con algún usuario. Sin embargo, no perdía las esperanzas de ver algún día a su amado compañero en los brazos de una buena mujer cualquiera que ésta fuera.
-Gracias, Victoria- le murmuró gentilmente Mickey.
-De nada, Chunni. Cuídate mucho- acercó sus labios al sencillo teléfono que tenía entre sus manos y le mando un beso a Mickey por el auricular.
-Lo hare, cariño. Te quiero- se despidió Mickey de ella con ternura.

Ya en la Quinta Avenida y sin imaginar lo que ahí le esperaba, Mickey ingresó a la tienda departamental Ralph Lauren para llevarse el traje azul marino que había visto en el aparador.

-Buenas tardes, señor. ¿Le puedo ayudar en algo?- lo recibió con recelo el delegado del almacén.
-Sí, quiero comprar el traje azul marino que tienen en el exhibidor- ostentó Mickey ajeno al mensaje implícito que se ocultaba en sus palabras.
-Así, pues déjeme decirle que es muy caro, señor- le comentó en un tono déspota.
-Ya sé que es muy caro, no tiene porque reafirmármelo- le espetó Mickey a la cara.
-Entonces, hágame el favor de retirarse- el hombre en cuestión le abrió la puerta para que se marchara.
-¿Disculpe? No sé por quien me toma, pero tengo mucho dinero para gastar- Mickey le enseñó mi American Express Platinum Card.
-Ignoro a quien se la robo, señor. Pero… si lo que quiere es comprar, le sugiero que vaya al barrio chino. De seguro sus compatriotas le harán un buen descuento- lo sacó del establecimiento al jalarlo del brazo.

Sé que por educación Mickey se abstuvo de golpearlo aunque motivos no le faltaban. Sin embargo, hizo a un lado su orgullo y se fue de ahí sin decir nada. Lo único que deseaba era llegar cuanto antes al hotel para no salir de éste nunca. No obstante…

-Buenas tardes, señor. ¿Puedo hablar con usted a solas en mi oficina?- le pidió cortésmente la gerente del Hotel Plaza en cuanto lo vio subir al ascensor.
-Al parecer éste no es mi día de suerte- se dijo así mismo Mickey.
-Por aquí, por favor- lo guió hasta su despacho. -Dígame, señor…- guardo silencio por unos segundos para que Mickey le diera a conocer su nombre.
-Mickey, me llamo Mickey- enunció ligeramente molesto.
-Correcto, señor Mickey. Seré lo más breve posible con usted ya que supongo que tiene cosas por hacer- abrió una carpeta donde se registraban los invitados de sus huéspedes más importantes. -Por regla general se les pide a nuestros clientes que nos informen a quien o a quienes les darán hospedaje en sus cuartos para que podamos hacerlos sentir como en casa, y hoy por la mañana nuestra VIP mas distinguida no pudo hacerlo por motivos de trabajo. Lo entendemos y lo pasamos por alto. Pero quiero suponer que cuando su…- volvió a hacer otra pausa.
-¿Prima?- vaciló Mickey.
-Nos estamos entendiendo, eso me agrada. En fin, quiero suponer que cuando su prima nos tenga que dejar a usted ya no lo veremos más, ¿verdad?- subrayó con lapicero rojo su nombre al anotarlo en la lista. -Este es un hotel de prestigio y queremos que siga así por mucho más tiempo. De tal manera que me veo forzada a pedirle que use un atuendo acorde a la hora, el momento y el lugar en donde se encuentra o de lo contrario los demás podrían malinterpretarlo- manifestó con firmeza.
-¡Eso es precisamente lo que iba a hacer hasta que…!- por segunda ocasión Mickey se contuvo aunque era cuestión de tiempo para que estallara de coraje e impotencia. -Me urge un traje y cuento con el medio necesario para pagarlo, pero nadie quiere atenderme- le mostró la tarjeta de crédito.
-Buenas tardes, sería tan amable de comunicarme con Smith- en cuanto la administradora divisó la American Express Platinum Card no dudo en pedir asistencia.
-No puedo creerlo, ¿usted también piensa que soy un ladrón?- Mickey se llevó las manos a su frente.
-Descuide, no estoy llamando a la policía sino a un amigo que lo atenderá como es debido- le aclaró con amabilidad. -Hola, Smith. Tengo a mi lado al primo de nuestra VIP consentida y me gustaría que lo ayudaras a escoger un traje, pero no cualquiera. Tú sabes a lo que me refiero, el mejor- luego de finalizar la conversación, la gerente le ofreció una de las tantas limosinas disponibles para que lo llevaran al sitio concertado.

Al parecer todo resulto a la perfección, pues apenas puse un pie en el hotel me informaron que mi “primo” me esperaba en el Oak Bar. Cuando lo hallé mi cuerpo se paralizo por completo. Había cambiado tanto que me fue difícil reconocerlo. Lucia tan varonil en ese traje gris de satín que me dieron ganas de cancelar la cita para disfrutar de una hermosa velada con él.

-Ya te dijeron que te ves hermosa en ese vestido blanco- me murmuró al oído en cuanto vino hacia mí.
-No hasta ahora- le revelé cohibida.
-Eso quiere decir que la mayoría de los hombres están ciegos- me ofreció su brazo para que juntos saliéramos del bar rumbo a nuestro destino, el restaurante Daniel.

Una vez ahí, me preparé mentalmente para recibir toda clase de insultos y es que cuando de negocios se trata las mujeres siempre tienden a ser menospreciadas por sus contrincantes masculinos.

-Quizás es muy pronto señorita Henney, pero me gustaría saber qué es lo que hará con mi empresa si es que consigue comprarla- luego de presentarnos, el señor Roberts dio el primer golpe.
-Dividirla en partes para después venderla- le espeté sin miramientos.
-¡Vaya! Nunca pensé que los rumores fueran ciertos, pero en verdad estoy frente a la Dama de Hielo- esta vez quien asentó el golpe fue su nieto Harry.
-Pues usted tampoco se queda atrás al ser tan descortés- mi primera reacción al escuchar a Mickey decir eso fue esbozar una tenue sonrisa.
-Ya le pedí al banco un préstamo y no creo que me lo nieguen. Así que…
-Le sugiero que acepte los cincuenta millones y medio dólares que le estoy ofreciendo, señor Roberts. Es sólo cuestión de tiempo para que el banco rechace su petición al no contar con ningún aval. Créame su familia y trabajadores se lo agradecerán- interrumpí al venerable anciano.
-¡Quien se imagina que es usted!, ¿la Madre Teresa de Calcuta? No me haga reír, por favor- de repente su nieto se levantó de la mesa enfurecido. -Usted no tiene idea de lo mucho que ha hecho mi abuelo con la compañía. Les ha dado un hogar a las familias con los cientos de condominios que ha construido como para que usted venga con su fastuosa conquista a decirnos que la venderá por partes sin ni una gota de misericordia en la sangre. Perdóname abuelo, pero tengo que retírame- se marchó del restaurante a punto de proferir un sinfín de injurias en mi contra.
-Sera mejor que yo también me vaya. Que pasen buenas noches y disfruten de la cena- expresó al final el señor Roberts.
-Puedo decirle algo antes de que se retire, hal-abeoji- se incorporó Mickey de su asiento.
-Dime, jovencito- le cedió la palabra el señor Roberts.
-Entiendo cómo se siente respecto a su empresa, pero también le pido un poco de comprensión para mi acompañante. Ella sólo está haciendo su trabajo y de la mejor manera porque si lo quisiera no pagaría tanto por una organización que ya está en banca rota- la mirada de Mickey se mantuvo serena pese a la rabia que sentía por dentro.
-Tiene a un gran hombre a su lado, señorita Henney. No lo deje ir- dijo a la distancia el señor Roberts tras despedirse.
-Mickey…- centré mi vista en su rostro.
-Si- me respondió con cariño.
-Te parece bien si regresamos al hotel. De pronto me siento cansada- agarré mi bolso de Chanel y le indiqué con un suave movimiento de cabeza que nos fuéramos.
-Entonces deja que sea yo el que te guie- me tomó de la mano hasta la salida del restaurante.

Cuando al fin arribamos al Hotel Plaza, me disculpé con él por no aceptar su propuesta de sentarnos a ver el televisor mientras comíamos la mayor cantidad de dulces posibles. Sé que trataba de hacerme sentir mejor, pero lo único que deseaba en ese instante era estar sola por lo que pensé en bajar al Oak Bar para despejar mi mente.

-¿Estás segura, Amber?- su pregunta me invitaba a quedarme.
-Sí, lo siento- le contesté con la escasa fuerza que tenia.
-De acuerdo- expresó desilusionado.
-Te veré mas al rato, descansa- cerré la puerta principal de la recámara luego de ponerme las zapatillas.

Al cabo de unas horas y consternado por mi demora, Mickey salió en mi búsqueda rogando porque no estuviera sumergida en el alcohol ya que tenía miedo de que algún extraño me fuera hacer algo malo.

-Amber- al hallarme sentada en el piano del bar, estrechó mi cintura con sus brazos.
-¡Oh, Mickey!- me sorprendió tanto verlo a mi lado que me llevé una mano al pecho.
-¿Qué estás haciendo aquí tu sola?, ya casi se retiran los empleados- me señalo lo solitario que estaba el lugar al colocarse a mi lado.
-Estaba tratando de tocar una canción aunque nunca aprendí a manejar un instrumento- le comenté apenada.
-Si gustas puedo hacerlo por ti- sujetó mis manos con las suyas para deleitarme con una melodía que reconocí en segundos. Era Falling in Love de Miranda Wong. Mi favorita por encima de cualquiera.
-¡Wah! ¿Dónde aprendiste a tocar así el piano?- inquirí fascinada por su habilidad.
-Durante la secundaria- me dijo sin apartar su mirada del piano.
-Eres muy bueno, Mickey. En serio- recargué mi cabeza en su hombro.
-Gracias…- hizo lo mismo que yo.
-Caballeros, serian tan amables de dejarnos un momento a solas- sentí como el cuerpo de Mickey se tenso por lo repentino de mis palabras.
-Sí, señorita- en un abrir y cerrar de ojos todos los meseros incluyendo el barman se retiraron.
-Me harías un favor, Mickey- le exterioricé al levantarme para luego volverme a sentar y así rodear sus caderas con mis piernas.
-Amber…- su voz se tornó en un murmuro y aquello me estremeció de sobre manera.
-Quiero que me hagas olvidar por un instante quien soy y en donde estoy- mordí su labio inferior con exquisitez.
-Tus deseos son ordenes… mi lady- sutilmente me subió al piano y comenzó a cubrirme de besos.

Me estaba haciendo adicta a él y eso me preocupaba mucho, pues si seguía así me resultaría muy difícil… decirle adiós.

11 Comentarios:

  1. romina8/16/2011

    O///O Noooooooooo me muerooooooo
    esta wenisiimoooooo
    me ennncantoooo.....
    el final deja mucho a la imaginacion :$
    wjaskjdksajdklada
    sigue asi :D!

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  2. Anónimo8/16/2011

    jamas le diria adios! aunque fuese prostituto ;O; Mickey! xD ♥

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  3. Anónimo8/17/2011

    Gracias por los comentarios. Esperen pronto la segunda parte. Por cierto los demas fic que llevo y otros tambien muy buenos (heteros) los pueden encontrar en http://prettyoppa.blogspot.com/ antes llamado Ara´s Chocolate Box.

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  4. neko-chan8/18/2011

    aigoooooo!!!! esta genial ... amo mucho a yoochun y en cuanto lo ví en el post lo leí y me enamoré de tu fic ... escribes muy bien y elegiste una trama excelsa ... muchas felicides y gracias por compartir tu fic *se levanta y hace una reverencia*

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  5. Anónimo8/19/2011

    *O* exijo otro escrito de esta autora, me encanto... buen trabajo n.

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  6. Anónimo8/19/2011

    Muchas gracias a todas por sus comentarios. En serio esto me motiva mucho a seguir escribiendo (las locuras que pasan por mi cabeza). Trataré de ponerme al corriente con los demás fics que he estado escribiendo y claro también con la segunda parte de este. Mientras tanto por favor ténganme paciencia es que estoy pasando por una situación un tanto desalentadora que me pone muy triste, pero eso no significa que dejare de hacer lo que más me gusta que es "escribir" ni mucho menos de entretenerlas con mis chafas historias. Gracias por su comprensión y arriba los fics hetero... con DBSK por supuesto.

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  7. o//////////////////////////o ashdbasjhdajsd por el amor de dios me estaba entrando de todo por el cuerpo mientras leia *///* asdsa me encanta este fic!! tiene continuacion?? Dime que si porfavor! TT_____TT

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  8. Anónimo1/30/2012

    asdasdasdasdasdasdasd.... por dios bendito sigue el fic por favor!!! dios que guapisimo esta

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  9. Anónimo3/04/2012

    ¿cuando vaz a continuar el fic? ya te tardaste demasiado

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  10. Anónimo3/29/2012

    TT-TT venga, mi corazón!

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  11. Por dios continualo T_T....

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