Three
Hacía unos cuantos minutos que estaba allí parado sin decir nada, sin acercarse. Lo había visto fumar en silencio por alrededor de un cuarto de hora, mirando la nada como si intentara buscar algo, a sabiendas de que no iba a encontrar. A veces no lo entendía muy bien, o mejor dicho casi nada…era complicado. El trataba de hacer su vida mucho más sencilla, y ahí estaba Jaejoong que parecía solo enredarse más y más.
─ A veces te odio…un poco – Habló por fin su hyung, sin molestarse en mirarlo ¿Así que sabía que estaba ahí? No solía ser muy consciente de lo que pasaba alrededor cuando estaba en ese estado.
─ Odiar es una palabra muy fuerte – Changmin se acerco apenas lo suficiente como para quedar a su lado en el balcón.
─ En absoluto. En este mundo, odiar es algo corriente ─ Le sonrió, casi dejándole ver la soledad que lo corroía. ─ Amar es una palabra muy fuerte, el amor es más poderoso e increíblemente más destructivo que el odio.
En la oscuridad de la noche apenas lograba distinguir las facciones de Jaejoong, excepto cuando llevaba se el cigarro a los labios y aspiraba para luego soltar una gran bocanada de humo.
─ ¿A qué te refieres? ─ preguntó saliendo finalmente del transe en el que estaba, al notar como tiraba la colilla y prendía otro cigarrillo.
─ ¿Oíste de alguien que haya muerto de odio? ─ Changmin no contesto por lo que el mayor prosiguió ─ El amor de absorbe. Te consume, y si la persona a quien amas no te corresponde, tienes dos opciones...
─ ¿Dos opciones?
─ Si. Los débiles suelen dejarse morir, mientras que los fuertes luchan ─ Su mirada brillo, casi divertido con la ironía que había en su conclusión. ─ Lo gracioso es que el final es el mismo.
Volvieron a quedarse callados. Jaejoong realmente no tenía ganas de hablar en ese momento, en especial con él. Era ridículo como cuanto más se retraía, más llamaba su atención. Una parte de si mismo creía que era porque al verlo en blanco, sin las emociones que solían dominarlo normalmente, el menor se sentía seguro. Solo que Changmin no sabía que todo lo que tenía adentro seguía agitándose como una marea embravecida, rompiendo en olas de autodestrucción. Fumaba mucho más que de costumbre cuando estaba en así. Y bebía menos. Sus sentimientos no se calmaban, al contrarío, estaban pendiendo de un fino hilo de cordura. El alcohol los adormecía, no así el tabaco.
─ ¿Sabes Jaejoong? ─ El castaño le quitó el pitillo de los dedos, para darle una calada antes de seguir ─ Siempre te vi como un luchador.
– Lo soy – afirmó el, clavándole los ojos por primera vez en toda la conversación.
─ Pero hay un problema con eso ─ Aún no le devolvía el cigarro. Lo llevaba a sus labios con una habilidad que de seguro había adquirido por haberlo hecho unas cuantas veces.
─ No veo cual es el problema ─ A su pesar tenía que admitir que se había distraído observándolo.
─ No tienes que luchar cuando la persona a la que amas te corresponde.
Había simpleza en esas palabras. Simpleza para Changmin, una reflexión de la pequeña charla que acaban de sostener, una declaración implícita. No así para Jaejoong que repentinamente sentía todos sus demonios desatándose, sin posibilidad de volver a ser guardados. La llave con la que había encerrado ese amor que era solo y exclusivamente para ese que tenía lado, se quebró en su pecho.
─ Tienes razón.
Y el menor soltó el cigarrillo ante la sorpresa de un par de labios cálidos chocando contra los suyos. Jaejoong era complejo, si, pero a veces sabía cómo volver las cosas fáciles.
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