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Kotoba ni Dekinai



Titulo: Kotoba ni Dekinai
Autor:
Mayita
Blog: http://comiendoconpalillos.blogspot.com
Pareja(s): JaeChun/ChunJae
Género: Lemon, Angst, romance, UA, viajes en el tiempo.
Extension: Oneshot
Advertencia:
Sera sorpresa!.


--Y esto es lo que sucede cuando pasas de ser un simple tonto a un inmenso tonto.

--Changmin cállate – le ordenó el más bajo.

--¿Por qué debo hacerlo? La verdad es uno de esos tantos placeres de la vida que duele cuando te golpea de frente, pero que linda es cuando uno termina aceptándola – retó el aludido con una sonrisa burlesca estampada en su rostro color caramelo.

--Te la tiras de un universitario común y corriente, que se la desvive estudiando y de vez en cuando dejando en pena a los profesores, pero en realidad tu objetivo primordial en la vida es fastidiarme, ¿verdad? – preguntó a punto de dejar escapar un pesado suspiro y perder su vista en los alrededores.

--Oh Jaejoong, amigo, a veces me impresionas – respondió risueño y ensanchando su sonrisa que sólo vio la espalda de Jaejoong.

--En cambio tú a mí lo haces siempre.


                Aunque el más alto del dúo intentaba seguir molestando a su mejor amigo sin perder su postura amical, el estruendoso desconcierto que en esos momentos atiborraba sus pensamientos le hacia difícil mostrarse tan calmo como de costumbre. Lo que su querido y despistado amigo no percibía era que se sentía por demás incómodo. Changmin no acostumbraba a darle la espalda a las emociones fuertes, a las circunstancias de intensa adrenalina que se le presentaran.

Como cuando en un viaje escolar su grupo tuvo la oportunidad de lanzarse en parapente y sin dudarlo él se animó y lo hizo, claro que el muy extremo de Jaejoong se cruzó de piernas y bebiéndose un humeante chocolate caliente le despidió con la amenaza de que si no tomaba buenas fotos ni se le pasara por la cabeza la idea de aterrizar. O cuando el arrugado y malhumorado Sr. Choi, dueño del pequeño puesto de comida que él frecuentaba, lo retó a comer el platillo más picante de su restaurante en menos de tres minutos con la recompensa de comer gratis por una semana. Por supuesto que el cerebro de la familia Shim ganó y el Sr. Choi terminó pensando que el voraz apetito del muchacho era un peligro para la humanidad. Y que fue una suerte no haber planteado las reglas con dos semanas de comida gratis, porque de haberlo hecho estaba más que seguro que su negocio hubiera quebrado. 

                Pero en esos minutos, en esos segundos, no podía evitar sentirse intranquilo cuando, en medio de la confusión, sintió haber estado inconsciente por dos días y para colmo despertando junto a su amigo tirados sobre el césped en una colina aledaña a lo que creía era un pueblito que parecía de cientos de años atrás.

Cuando su anormal amigo, aún y cuando le pidió amablemente y sin utilizar la fuerza bruta que no tocara ni hiciera nada con el dichoso artefacto extraño que aquel viejo fantasma que atormentaba a Jaejoong desde hace años, le entregó sin mediar palabras y desapareciendo al instante de dejar el curioso objeto, supo de inmediato que nada bueno saldría de todo eso.

Y vaya que no se equivocó. Porque entonces, encontrándose con semejante panorama y un Jaejoong sin saber qué responder ante sus interrogantes, la imparable y aplastante sinceridad del menor floreció tras la serie de comentarios sarcásticos a los cuales ya Kim estaba más que acostumbrado a escuchar de su boca cuando por culpa de él ambos se veían envueltos en situaciones anormales o de emergencia.  

Todo eso le recordaba a aquel incidente de cuando tenían 15 años recién cumplidos y jugando fútbol la pelota llegó a parar en el patio de la viuda Sra. Oh, y en vista de que la pobre anciana no contestaba al llamado del timbre los dos se saltaron el portón y ChinChin les recibió con la mandíbula abierta a su humilde hogar.

ChinChin, el “simpático” dóberman y amo del vecindario. Era el perro más atemorizante del lugar, mucho más que Changmin cuando moría de hambre o la madre de Jaejoong cuando éste se quedaba dormido y dejaba las llaves pegadas a la puerta principal impidiéndole a medio mundo entrar a casa. Ni un terremoto podría despertar al perezoso chico.

Otro aspecto más que dejaba en claro lo amorfo que era Jaejoong.


--¡Aiiigo Changmin! ¿¡Qué hacemos ahora!? – la chillona voz de Jaejoong devolvió a Changmin a la realidad, o por lo menos a la realidad que creía estar viviendo en esos momentos, sintiendo sus oídos sangrando de nuevo, cayendo víctimas de las potentes cuerdas vocales del mayor.


                Y lo que más le inquietaba era que ahora él se había quedado sin ganas de lanzar más comentarios irónicos. Sólo pudo atinar en combinar sus ojos ofuscados con los del níveo, encogerse de hombros y sumergirse en lo blancuzco de su mente, porque después de recordar a la Sra. Oh y su perro amigo de los niños, su mente era incapaz de maquinar nada.

                ¿Cómo se suponía debía reaccionar a una situación donde, de estar tranquilamente en la casa de Jaejoong estudiando durante horas, pasaron de un segundo a otro a estar varados en un lugar demasiado rural como para ser la activa ciudad de Seúl?. ¿Será que sí es cierto eso de que estudiar más de lo que los mismos profesores esperan, lo dejaría loco? Debía ser eso, porque sólo a un loco se le ocurriría enloquecer con Jaejoong en su imaginación. Supuestamente de volverse loco podría deshacerse de semejante fastidio. Pero no, ni así se podía. Mala hierba nunca muere, o talvez Jaejoong era la materialización de la cruz que debía cargar por el resto de su aún jovial existencia. 


--¿Y si vamos al pueblo y preguntamos? – siseó inseguro Kim.


                El mayor, en vistas de que Changmin no conjeturaba nada que pudiera ayudarlos, se atrevió a proponer aquello. Realmente lamentaba que ambos se vieran envueltos en otro problema, por supuesto que por su culpa. La diferencia ahora era que daba la perturbante impresión de que este error sería muy difícil de arreglar. Jaejoong no era tonto, o no tanto como Changmin lo afirmaba, pero estaba más que seguro de que ése fantasma los había enviado deliberadamente al pasado.

                ¡Cómo odiaba ese sexto sentido disfrazado de estupidez descontrolada que lo empujaba a hacer burradas sin pensar en las consecuencias!

Sí, ese sexto sentido llevaba por nombre Curiosidad.

                Cuando el muchacho de desgastadas ropas y sonrisa amigable dejó sobre su cama el artefacto extraño al cual le atribuían la razón de estar allí, aunque en algunos de los recovecos de su cabeza voces gritaban incansables que no hiciera nada idiota, cual marioneta controlada por titiritero fue directo al objeto y en un abrir y cerrar de ojos ya no supo nada de él, de Changmin, de su gato JiJi, de la tarea ni nada.


--No creo que sea bueno ir, Jaejoong.

--¿Por qué no? No tenemos ni idea de en dónde estamos – replicó.

--Y por eso mismo creo que es mejor no movernos de aquí. Míranos Jae -- señalándose con ambas manos – no sabemos cómo esas personas reaccionarán a nuestra presencia.

--Pero…

--¿Si entiendes, Jae? Ese fantasma nos jugó la más pesada de las bromas. No estamos en donde se supone que estemos.

--Tienes razón en tus observaciones pero no me quedaré aquí a esperar el alba.

--¿Y qué pretendes?

--Abandonaré esta tonta colina, iré hasta el pueblo y preguntaré dónde rayos estamos parados.


                Y sin pretender esperar alguna contesta por parte del moreno, Jaejoong emprendió la marcha. Que lo disculpara pero si Changmin era terco como mula, él lo era el doble. Entendía sus razones, perfectamente aceptables, pero no. ¿Qué ganaban con quedarse en ese lugar lleno de sucios insectos, desconocido y apartado de la civilización? Nada, o según su punto de vista le resultaba insulso quedarse estancados allí. Vamos, ni que en el pueblo fueran todos unos paranoicos y al verlos los llevarían a la hoguera como si fueran gitanos o brujos o norcoreanos o quien sabe qué.

                Changmin ahogó sus ganas de querer decir cualquier cosa. Estaba claro que era inútil discutir con Jaejoong y más cuando éste ya se encontraba bastante alejado de él, con restos de maleza pegada a su suéter y blue jean. Por el momento lo mejor seria hacer a un lado sus impulsos e intentar  no ahorcar accidentalmente a su mejor amigo.

La paciencia era de esas virtudes que a él le escaseaban, sólo saliendo a flote en casos académicos, cuando conceptos se resistían a quedar grabados en su memoria o no lograba comprender un ejercicio matemático. En esos casos poseía toda la paciencia del mundo, más por conveniencia y necesidad que cualquier otra cosa. Pero Jaejoong tenía la particularidad de desesperarlo en menos de tres horas, y de las formas más originales posibles.


No tiene caso recriminarle nada de esto. Jaejoong está más que conciente de la metida de pata que cometió. Sólo espero que podamos librarnos de esta inverosimilitud.


Ahora quedaba apoyarse en la esperanza y paciencia, ambas para lograr volver a la normalidad. Ya no tenía caso replantearse por decimoséptima vez porqué terminó como sanguijuela pegada a Jaejoong. Él representaba todos esos aspectos de la vida que van en contra de su personalidad. Totalmente el polo opuesto al que nunca pensó conocer de cerca.

Pero así había resultado la vida, y prácticamente a estas alturas del partido, ya era tarde para reflexionar. Además que aunque Changmin no lo quisiera admitir, no de forma premeditada sino por su propia naturaleza reservada y poco efusiva, a Shim le encantaba que Jaejoong fuera tan alocado e impredecible. Era como cargar con un libro abierto de risas y emociones que te atacaba a punta de descargas eléctricas y te sacudían sin previo aviso.


--Changmin eres muy lento, camina más rápido, por favor.

--¿Cuál es la urgencia? El pueblo no se va a ir a ningún lado.

--¿Tú qué sabes? Podría ser que en cualquier momento venga y ¡PUM! Desaparece frente a nuestras narices y nos quedemos perdidos en esta dimensión por el resto de nuestras vidas.

--Jae, ¿te estás escuchando?


                Cuando por fin Changmin se reunió con Jaejoong luego de bajar por la colina, éste pudo apreciar mejor la mirada desaprobatoria del castaño. De inmediato se cruzó de brazos y penetrando su mirada en los ojos de Min continuó.


--¿Qué quieres que haga? Un fantasma nos trajo hasta acá. Así que a menos que seamos unos drogadictos y no nos hubiéramos dado cuenta antes, tengo todo el derecho de pensar exageradamente y suponer que cabe la posibilidad de que de ése árbol salga un chimpancé rosa o que en el cielo se forme un agujero negro que te chupe a no sé dónde y me dejes aquí a mi suerte.


                El pecho de Jaejoong se contraía producto de haber soltado muchas palabras de golpe, al tiempo que con uno de sus dedos apuntaba a un arce frondoso que estaba cercano a un campo de arroz.


--Si vas a entrar en pánico espera siquiera que pasen dos horas como mínimo.


                El mayor hizo ademán de querer golpearlo. Changmin elevó ambos brazos protegiendo su rostro y mordiéndose el labio inferior para reprimir una carcajada que pugnaba por ser liberada. Pero después de unos segundos sintió mucho espacio sobrante a su alrededor, y cuando alzó la mirada notó como su Hyung caminaba muy tranquilamente en dirección al pueblo con las manos abrigadas en los bolsillos traseros y la cabeza inclinada hacia atrás.

                Changmin pensó que seria mejor no fastidiar demás al castaño. Se notaba lo alterado que estaba y echar más leña al fuego no ayudaría a ninguno de los dos.





~~.~~.~~





                Extrañamente entre más pasos dábamos, sentía que no debíamos de acercarnos a ese pueblo. Pero yo no soy el que debería estar con estas corazonadas atormentándome, sino Jaejoong que es el sensible, el que percibe, el que atrae a los que no se pueden ver.

                Los alrededores eran medianamente lindos. El verde no predominada por completo puesto que había espacios marchitos y deprimentes pero el paisaje era agradable a la vista.

                Sentía que experimentaba las páginas de mi libro de historia coreana. Los atractivos dibujos que se muestran para hacer más fácil la comprensión de cómo era la vida de nuestra gente en aquellos tiempos, se exponían ante nosotros sin pudor. Todavía no estaba muy seguro de en qué tiempo de Corea habíamos venido a parar. Lo único claro que tenía era que no estábamos en el siglo XX.  

                Cuando despertamos y me di cuenta de que ya no estábamos en la casa de Jaejoong “El chico obediente”, pude discernir a lo lejos un pequeño campo de arroz. Algunas ajummas con sus pantalones arremangados hasta las rodillas trabajaban arduamente. La obviedad de no notar muchos avances tecnológicos, de infraestructura y hasta en la manera de vestir de las personas afianzaba mis sospechas. Podía jurar que habíamos quedado varados en un pueblito pobre que quizá era olvidado por la actual dinastía.

                Jaejoong no decía nada y yo tampoco. El hambre me debilitaba.

                Luego de varios minutos caminando llegamos hasta la entrada principal del poblado. Cabañas pintorescas y algo sucias nos dieron la primera bienvenida. Algunos niños y niñas jugueteaban cerca de sus hogares con caballos de madera y muñecas de trapo. ¿Dónde estábamos?

La madera predominaba en las construcciones. Uno que otros carruajes transitaban por el camino arenoso. Las señoras con sus típicas vestimentas bien abrigadas y sin dejar ni un trozo de piel a la vista, salvo sus rostros. Con sus cabelleras negras y otras grisáceas amarradas en una larga y cuidada trenza. 


--Jaejoong…

--Changmin, ¿sabes en que tiempo estamos?


                Sentí el contacto tibio de la mano de Jae oprimiéndome el brazo. Me interrumpió abruptamente con un tono de voz resplandeciente en nerviosismo. Creí sentir su pulso acelerado, ¿seria que alucinaba?

                Miré el panorama sin dar respuesta a sus palabras. Yo también me sentía algo nervioso, inquieto y ansioso, y ciertamente no sabía qué decirle. Comenzaba a sospechar que mis primeras suposiciones de estar en la Era Joseon eran ciertas.

                Seguimos avanzando con los labios sellados. Los hombres del lugar nos miraban con palpable recelo mientras sus arrugadas frentes se contraían en una señal directa de desprecio. Temía que las anteriores desalentadoras palabras de Jaejoong tomaran vida y nos intentaran matar.

                Para nuestra sorpresa, la aldea pobre y descuidada que vimos desde la colina no era tan pequeña como lo aparentaba. Mientras más nos adentrábamos el flujo de personas yendo y viniendo se incrementaba. Aquello logró darme tregua, porque de esa manera nos escabulliríamos mejor frente al resto, a diferencia de la entrada del pueblo que estaba perfectamente despegada para que todos pudieran ver a los fenómenos recién llegados.


--Min, estamos en el mercado – asentí pasivo ante las palabras de Jaejoong. Por eso es que habían tantas personas.

--Es mejor así, de esa forma no llamaremos mucho la atención.

--Sabes que lo haremos.

--¿Puedes seguirme la corriente? Trato de ser optimista.

--Y yo trato de ser realista.

--¿De qué demonios te estás quejando? Fuiste tú el que lloriqueó rogando que viniéramos hasta acá.       

--En primer lugar, yo no lloriqueé ni nada de es—


                Los susurros que habíamos estado manteniendo para comunicarnos fueron interrumpidos de un golpazo, literalmente.

                En un rápido movimiento llevé mis piernas hacia adelante evitando caer como una bolsa de papas. Por desgracias Jae no reaccionó con la misma agilidad que yo y tampoco fui capaz de evitar su inminente caída. De la nada, había salido un chico oriundo de allí y en un abrir y cerrar de ojos impactó su mano empuñada contra la mejilla de Jae obligándolo a caer de bruces sobre el suelo de arena.  

                Me quedé helado y juraría por lo más sagrado que cuando Jaejoong pudiera levantar la cabeza y ordenar sus pensamientos, todo impulso de mandar improperios y conjurar maldiciones quedarían atascados en su garganta.

                Yo mismo no podía dar crédito a lo que supuestamente mi cerebro estaba procesando. Simplemente inaudito.

                Cuando posé mis ojos en la silueta de Jae, su mirada perdida y desencajada me despejó cualquier duda. Si no es que las ganas de llorar se lo estaban comiendo vivo por dentro, su mente debía estar completamente absorta.

                Me pregunto si estás bien Jaejoong. Tú que nunca te dejas ver derramando lágrimas y que acallas tus problemas bajo ese manto engañoso que es tu hermosa sonrisa para ayudar a otros. Olvidándote de ti mismo. 

                Rehuyendo de su mirada clavé mis ojos en el collar que abrazaba su cuello. Lentamente me acerqué y le extendí la mano.

                La tensión empezaba a asfixiarme la poca tranquilidad que llevaba acumulada desde que nos vimos envueltos en semejante disparate. Temía mirarle directo y encontrarme con un Jaejoong de semblante descolocado y herido.

                Con movimientos imprecisos tomó mi mano y de inmediato una descarga eléctrica me azotó desde la muñeca hasta el último disco de mi columna vertebral cuando el desconocido comenzó a hablar estupideces. Porque sí, para mí lo eran.





~~.~~.~~





                El pecho no dejaba de dolerme, de arderme. Una imparable incomodidad no me permitía respirar con ligereza. Como si en mi interior se estuviera suscitando poco a poco una implosión. 

                Sólo cuando me golpeó el rostro, cuando nuestras distancias se anularon e hicimos contacto físico, pude entender que sí, que no estaba loco y alucinando de nuevo. Que esa persona frente a mí era tan real como yo.

                Y lo que sea que ese sujeto hubiera querido provocar en mí no lo cumplió porque no fui capaz de sentir dolor. Sabía que mi mejilla estaba enrojecida, que talvez un hilo de sangre se correría por mi barbilla, que mis manos se lastimaron cuando caí y busqué apoyo, pero no podía sentir mi propio cuerpo.

                Todo esto debía ser mi imaginación inescrupulosa. 

                Después todo sucedió demasiado rápido como para detenerme a pensar si seguía consciente. Luego de una escueta sonrisa y varias venias el chico nos invitó a su casa en forma de disculpa puesto que, según él, no había sido su intención golpearme. Apenado nos dijo a Changmin y a mí que se confundió de persona. 

                Percibí el rostro de Min mostrarse incrédulo, ni yo me crearía esa excusa improvisada. Confundirme con alguien más, ¿a mí? Cuando mi cabello es en extremo distinto al de los demás jóvenes del lugar, que cabe resaltar no eran tantos, y que las ropas que ambos cargábamos puestas levantarían miradas por doquier.  


                Aún no salía de mi absorto cuando, después de tomar la mano de Min y estar a su altura, él deshizo nuestro agarre y me sujetó del brazo acercándome a su cuerpo y me dijo en un fluido y bajito inglés “No pensarás aceptar su invitación, ¿cierto?”.

                ¿Qué demonios esperaba Changmin de mí? ¿Que obedezca a todos sus mandatos como si yo no fuera humano y tuviera derecho a equivocarme?... a equivocarme dos veces en un día.

                Cuando ya habían pasado varios segundos y de mi boca no salía ni un monosílabo, Changmin entendió que allí no cabía ninguna discusión, sobretodo discusiones como las que nosotros manteníamos. Así que cuando, con todo el esfuerzo que pude, le asentí al chico de cabellos ondulantes que aceptaba su invitación-disculpa, Min soltó rudamente mi brazo y se cruzó de brazos molesto resoplando y desviando la mirada.
               
                Ahora, que estábamos instalados cómodamente en lo que presumo es el hogar de este chico, sé que Changmin ha cambiado por completo de parecer. Sobretodo después de conocer su nombre.


--Mis más sinceras disculpas. Espero no haberle causado mucho daño.

               
                Nos hablaba en un arcaico coreano, pero sin perder el toque de formalidad en sus expresiones.

Por mi parte yo trataba de no caer victima del llanto, la taquicardia, un ataque epiléptico o todas en conjunto. Pero se me hacia difícil. Es como si te ataran de brazos y obligaran a ver una página de tu vida que con sólo presenciarla te hace sentir dos sentimientos al mismo tiempo. Dos sentimientos tan opuesto el uno del otro.

                Y a estas instancias no sé ni qué sentir. Es más, no entiendo cómo es que soy capaz de formar pensamientos cuando mi mente está tan ofuscada.

 Sentir una incontrolable alegría por verle, porque sus ojos no se despegan de mi cuerpo, porque su sonrisa mantiene el mismo efecto de dejarme sin aliento, nulo, perdido en mi inconsciente. Porque de alguna forma sus modismos siguen tal cual los recuerdo.  

                Porque lo sé y nadie podría negarme nunca que ése frente a mí es mi querido Yoochun.


                ¿Así se siente ver al amor de tu vida una vez más cuando ya te habías resignado a su eterna ausencia?

                Parecieran ser los mismos síntomas de cuando te encuentras con él para una salida, pero peor. Porque si antes temía morir asfixiado, ahora sentía que el aire se negaba a entrar en mis pulmones. Porque si antes mi corazón batallaba por tener más espacio para latir desbocado como le plazca, ahora fácilmente podía imaginarlo saliendo disparado de mi pecho, como una bala atravesándome.

                Y mis manos convulsionando. Reclamándome el no correr a tocarlo, a abrazarle y convencerme desesperado que no estaba soñando. Que no había perdido la poca cordura que me quedó después de que él se marchara de mi lado.   

                Ya no tenía sentido pensar que pudiera estar soñando. Mucho menos cuando en lo más profundo de mi ser anhelaba porque este momento jamás acabara. Si mi destino se resumía a quedar atrapado en el tiempo para así poder disfrutar de la presencia de Yoochun, con todo gusto lo haría.

                Antes de ser golpeado creí haber visto a mi Yoochun a lo lejos. A un Yoochun un tanto diferente. No lo podía creer, o más bien me obligaba a mí mismo a hacerme el de la vista gorda. Porque rayaba en lo absurdo imaginar a Chun hasta en una situación como tal.

                Pero de nuevo la vida me demostraba que existían innumerables modos de dejar a las personas sofocadas, abstractas, soñando.  


--Jaejoong…


                Sentí un no tan leve roce sobre mi hombro. Era Changmin tan sutil como de costumbre. Él me miró imperativo pero yo sólo me mostraba neutro. Todavía no podía digerir todo lo que estaba sucediendo.

                Min me regañó con la mirada semejante a cuando me quedaba con el semblante en el infinito y dormitando mientras me explicaba algo relacionado con la tarea o el examen a punto de presentar en las próximas siete horas.

                Aclaré mi garganta y enfoqué mis ojos en varios puntos de la cabaña, como si con eso fuera a tapar el hecho de que me había quedado viendo a ése chico por mucho más del tiempo prudencial. 

                Y no podía evitar dirigirme a él como “ese chico”. Llamarle Yoochun se me hacia demasiado irreal. Pero allí estaba, con esas vestiduras viejas de la época, con su cabello largo y ondulado, expidiendo un aroma a hierbas y lluvia. Con sus ojos desnudándome el alma y sus labios demandándome que me levantara del suelo y arremetiera contra ellos robándole el aire en el proceso. 

                Talvez estaba enloqueciendo dentro de mi propia locura.


                Dime Yoochun, ¿cuándo podré cerrar tu puerta? ¿Cuándo otra ventana será abierta?



--No se preocupe, mi amigo es fuerte como bisonte. Estará bien, sólo fueron unos rasguños inofensivos.






~~.~~.~~







                Jamás esperé encontrarme con algo así cuando luego de escuchar a las chiquillas parloteando escandalosamente sobre la llegada de unos hombres extraños, me toparía con mi pasado cacheteándome de frente.

                Hablaban y hablaban como si paseando por el mercado del pueblo se hubieran tropezado con el Príncipe Lee Wook y este gentilmente les sonrió y después las invitó a su palacio.

Cuando logré escuchar con mayor claridad, supe que la conmoción tenía lugar en la entrada de nuestro humilde poblado y dos sujetos de ropas extrañas y feas pero con belleza arrasadora se paseaban sin problemas.

La curiosidad me ganó y dejé lo que estaba haciendo para correr al mercado donde supuestamente habían visto a los forasteros.

                Ahora entendía muchas de las cosas extrañas que ocurrieron este día. Los espíritus me habían querido advertir pero yo fui un inútil y no tomé las señales.

                Me había extrañado de sobremanera que esa mañana mi frente amaneció sudorosa y mi corazón latiendo enloquecido. A primera instancia lo atribuí a que quizá pronto me enfermaría, o ya estaba enfermo. Pero no le di mayor importancia.

                Pensando que eran simples cosas de mortales atiné a las razones escondidas tras los síntomas alarmantes. 

                Desde antes de abrir mis ojos los espíritus me habían susurrado juguetones que ése no sería un día apático y tranquilo como los anteriores.

                Reencontrarte con el que tiene una apariencia casi espectral con el amor de tu vida debe de sentirse de esta forma.

Recibí los pertinentes avisos pero fue muy lento para entender lo que realmente me quisieron decir.  

                Y quería golpearme con el doble sino hasta el triple de la fuerza que utilicé para lastimar a ese Jaejoong de cabellos castaños. Porque sólo distrayéndome pensando en estas irrelevancias me detenía de cometer una aberración. Porque el tiempo había tomado un reposo y nos empujó a quedar sumergidos en una armadura aparentemente impenetrable que ponía a prueba el control sobre mí mismo.

                Fue fácil inventar una mentira. No había sentido tanta excitación oprimiendo mis venas y ahorcando mi juicio desde hacia mucho tiempo, y cuando mi puño tocó su piel, como una flecha atravesándome el alma, recordé la tersa y blanquecina piel de mi amado Jae Hyun.  

                Y es que para mí fue imposible detenerme y analizar meticulosamente mis acciones. Pensaba que mi vista se estaba atrofiando a pesar de ser tan joven. Mi mente me gritaba una y otra vez que ése sujeto con cabellos marrones como el pelaje de los caballos del establo no podía ser esa misma persona que se negaba a abandonar mis recuerdos.

                Entonces me desesperé. Perdí completa autoridad sobre mis acciones.

                Sentía mis zapatos azotar contra el suelo, mi respiración agitada y discontinua, las lágrimas agolpándose en mis ojos y mi boca seca. Y entonces pasó. Entonces actué descontrolado y acerté mi puño en su mejilla. 

Sé que él sintió lo mismo que yo segundos antes de que cumpliera mi inconsciente cometido, porque en el momento en que nuestras miradas se cruzaron y nuestros cuerpos sintieron la calidez del otro, sus ojos buscaron una respuesta en los míos. 

                Y después de eso seguí con mi actuación improvisada y les invité a mi casa rogando por dentro que aceptarán. Al principió un miedo iracundo me invadió cuando noté la clase de presencia que el moreno ejercía sobre el muchacho que se parecía mucho a mi Jae Hyun. ¿Acaso serian pareja? Me pregunté desde que decidieron venir a mi casa hasta ahora, que no podíamos demostrar de mejor forma el aura de extrañeza que se daba entre nosotros. 

                No sabía exactamente qué decir, cómo decirlo, cuándo y a quién. Sinceramente, mi inerte corazón resurgía de su invierno y me exigía a gritos que tomara entre mis brazos de una vez por todas a ese chico sentado frente a mí y demandara por respuestas. Que por nada del mundo permitiera que la razón de mi vida se esfumara frente a mis ojos como antes. ¿Por qué, Jae Hyun? ¿Por qué sacrificar tu vida a cambio de la mía?

                Pero simplemente no podía.

                ¿O es el miedo al rechazo mi autodefensa que me detiene de cometer un acto suicida?


                Oh Jae Hyun, ¿eres tú?


 ~~.~~.~~


--¡Ayyy, tengo mucha hambre! Iré por algo más de refuerzos.


Los curiosos ojos de Jaejoong y JiJi se pasearon divertidos sobre el cuerpo de Changmin quien desperezándose se dirigía con brazos al aire hacia la cocina.


--¡Tú siempre estás hambriento, Min! pero no te vayas a comer todo y trae suficiente para los dos que yo también quiero comer.


--No sé si pueda darte, tal vez no haya suficiente para los dos. – El rostro de Min se contrajo en una burlesca sonrisa mientras de uno de los gabinetes sacaba una bolsa de galletas de chocolate y vainilla esperando las automáticas palabras de reclamo de su Hyun.


--¡Es mi comida, Changmin! Tiene que haber bastante, hasta para JiJi porque…


                De no ser porque ya su cerebro estaba más que acostumbrado a esperar lo inesperado y sus emociones no sucumbían ante la sorpresa y el terror, ver las hojas de su libro de ética pasar lentamente sin brisa o mano de por medio hubiera sido realmente escalofriante.

                Preguntas similares a “¿Por qué?” “¿Es mi imaginación?” “¿Estoy maldito?” habían perdido significado y consistencia para él.

                A los 17 años, y luego de un año aprendiendo a enfrentar los interesantes aspectos de su vida sin desear despertar de la pesadilla, el escuchar voces y ver sombras se había convertido en parte de su cotidianidad.

                De comienzo fue lo más traumático y aterrador que todavía a su edad adolescente, había experimentado en su vida.  Pero luego las visitas y el acoso incesante se fueron disminuyendo, y con eso su coraje había crecido a niveles estratosféricos. Ahora a sus 21 casi 22 años, ver vivos y muertos en el mismo plano le resultaba normal.

                Por eso, entendiendo una vez más el mensaje oculto que sus queridos amigos invisibles de vez en cuando le daban, cuando el baile de hojas se detuvo se levantó de su asiento y se dirigió al piso de arriba.

                Seguramente hoy también tocaría una rápida consulta.

                Con parsimonia se desplazó y subió las escaleras. De repente, un fresco aroma a tierra mojada invadió sus sentidos. Aquello despertó su curiosidad.

                Alguien había regresado.

                Lentamente abrió la puerta de su habitación. Con tranquilidad paseó la mirada recorriendo todo el lugar en busca de aquello que sabía no debería de formar parte del paisaje. No se sorprendió mucho cuando entre rayos de luz solar distinguió a ese fantasma de sonrisa amigable que desde las 17 acudió a él y hasta entonces se negaba a cruzar al otro lado.

                Portaba el nombre de YooHwan, y como de costumbre llevaba puesta sus vestimentas de dinastías anteriores y de apariencia deslucida. Más una sonrisa encantadora y sus ojos penetrantes.

                Jaejoong le miró expectante, disfrutando de su presencia relajante y embriagándose con el olor a tierra mojada que se había intensificado. Pero el chico fantasma se mantenía sereno, sin pistas de querer entablar una conversación. En lugar de eso, se dispuso a realizar una venia y en fracción de segundos desapareció.

                Antes de siquiera empezar a maquinar respuestas que se amontonaran en su cabeza, Jae notó algo más que no formaba parte del cuadro.

                Allí sobre su cama se encontraba un objeto intrigante, de aspecto viejo y mitológico. Parecía una clase de armónica muy particular, hecha en cobre y con inscripciones en un idioma que desde su posición se le hacia difícil de distinguir.

                Sin sentirlo, sin esperarlo, sin advertirlo, dio marcha directa acercándose a la cama. Observaba ausente el curioso artefacto y cuando ya Changmin había ingresado a la habitación y unido clavos tratando de entender qué sucedía y porqué su disparatado amigo no había seguido con la discusión que tanto le divertía, ya era demasiado tarde para hacer algo.


--¡Jaejoong no toques eso!



~~.~~.~~



Un amor que no debía terminar ha dejado de existir.
Una vida que parece haber sido usada.
Mi corazón me grita: "estas equivocado, totalmente equivocado"

No puedo continuar viviendo por mi mismo.
¿Puedo amar a alguien de nuevo?
Mi corazón está triste, no se pueden describir con las palabras.





                De seguir así terminaría ahogándome en mi propio placer. Sus manos eran como lanzas que al pasar por cada rincón de mi piel me hacía retorcer bajo su cuerpo, como si me quemara al contacto.

                ¿Acaso todo esto es posible? ¿Acaso alguna parte de esto que se siente tan real, está sucediendo de verdad? ¿Aquí y ahora?


                Oh Yoochun, por favor, nunca me dejes.


                Sus carnosos labios comiéndome la boca no habían cambiando en absoluto, tan embriagantes como los recordaba. Y sé que en algún punto de mi mente me estoy recriminando y dando la espalda, pero ya es demasiado tarde como para soltar lo que por tantas noches he deseado poder abrazar y que me arrulle hasta quedar profundamente dormido en su regazo.

                Ya nada importaba, ahora sólo éramos él y yo. Nadie más. Ni aliento tengo para pedir disculpas a Changmin que lo he perdido de vista.


--Jae…


                Busqué desesperado su espalda explayando mis manos cuanto podía y en segundos clavando mis uñas al borde de la locura que me provocaba su lengua paseándose por mi cuello y su mano jugando con mi miembro que palpitaba y exigua por más y más atención de su parte.

                En definitiva, yo no estaba loco, porque algo como esto no se puede fingir, y algo como esto no se puede sentir menos real que en estos momentos.

                Ya no habían prendas que nos impidieran convertirnos en una sola alma compartiendo dos cuerpos, pero tampoco nos atrevíamos a dar el siguiente paso.  Aunque sentía que en cualquier instante me desmayaría por tanto éxtasis pero quería disfrutar todo lo que pudiera de cada segundo a su lado. De cada segundo respirando el mismo aire que él, mezclando nuestro calor corporal, sintiendo el sedoso roce  de sus cabellos contra mi rostro.


--¡Yoochun…

               
                Estábamos a punto de desfallecer.
               
                Cada caricia, cada beso, cada gemido, cada mordida me gritaba el inmenso amor que ese chico sobre mí me estaba profesando. 


                ¿Qué ha pasado en tu vida las últimas horas, Kim Jaejoong? ¿Luego de un año  llorándole a una lápida, has despertado desorientado en un tiempo que no es el tuyo y te has encontrado con un chico idéntico a tu Yoochun? ¿Le has dicho adiós a tu lógica y te dejaste atrapar por los brazos caprichosos e imperdibles del destino?


--Te amo…


                Fue su sentencia antes de invadir mi intimidad y acallarme con un beso que me obligó a tragármelo todo.



               
Es verdaderamente genial cuando puedo verte.
Mi felicidad, mi felicidad no pueden describirla las palabras.

Cuando pueda verte será verdaderamente...
Las palabras no podrán describirlo
Ahora ya puedo verte...



                Te siento dentro de mí. Como mueves y buscas desbordar todo ese hilo de pasiones que hacemos despertar con sólo tener contacto visual. Mi respiración comienza a fallar como es de esperarse, pero no me importa porque sé que tú estás allí para proporcionarme todo el oxígeno que mis pulmones necesiten.


                Yoochun, una vez más eres mío y yo soy tuyo. Ahora que el destino nos ha permitido encontrarnos en vidas distintas, nunca nos separemos.

FIN 

2 Comentarios:

  1. HERMOSO.
    JODER... ES HERMOSO! Quedé maravillada. Me encantó, gracias por compartir éste One Shot *-* Estuvo todo muy boniis♥.

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  2. Esta ,muy bello... y romántico... solo me queda la pregunta de como seguirá... debería haber un epilogo... *-*

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