Habían pasado semanas
después de que Muerte decidiera romper la relación o como el dijera pararla
momentáneamente.
Lo peor no era sólo
el estar separados, tampoco podía llamarlo ya que el móvil lo había apagado y
me era completamente imposible volver a contactarlo.
Quería ir a verlo a
su casa, pero fue ahí cuando me di cuenta de que no me había interesado sobre
su alrededor, ni familia, ni siquiera sabía donde vivía su abuela. Y otra vez
más me había quedado sin saber su verdadero nombre.
Lo dí por hecho,
seguí llamándole Muerte sin darme cuenta de que jamás me había interesado en
saber su nombre real. No me había parado a pensar que eso era lo mínimo que se
requería para conocer a la otra persona.
A la persona que
amaba e idolatraba tanto, que solo usé como un objeto. Sin siquiera importarme
lo más mínimo las cosas insignificantes.
¿Que había pasado
conmigo?
¿Donde estaba ese ser
poético que veía a su linda flor como su musa que hacía inspirarle y crear las
más bellas melodías?
Me sentía como ser
absorbido por el placer carnal que había ocupado mi cuerpo, me sentía sucio.
Aunque me lavase sin
parar la piel podía oler ese olor de miseria que me acaparaba. Estaba
derrumbado psicológicamente de nuevo. Me había encontrado con mi primer amor
por segunda vez, dándome la vida otra oportunidad que poco a poco fui echando a
perder.
Pero de que serviría
lamentarse ahora ya que lo único que conseguía era darme cuenta de cuan
miserable y desgraciado me había vuelto.
No había sido nada
consciente de hasta que punto había humillado a mi preciosa rosa, esa rosa que
me tenía apartado de su lado ahora.
Estuve lamentándome
de mi suerte durante tiempo. Solo, incluso parecía que mi jefe se compadeciera
de mí al estar sin aparecer durante todo ese tiempo.
Aprovechara a
cambiarme el móvil y tener otro en el cual nadie me estuviera acosando. Solo a
mis tutores, mi tío y mi tía; y mi dulce y amada Muerte estaban en mi móvil
nuevo.
Durante un tiempo
estuve mandándole mensajes pero no recibía respuesta y aunque quisiera llamarlo
desde otro móvil desconocido para él ese teléfono seguía apagado.
No sabía que hacer,
se me pasaron mil y una cosas, cada una más cobarde y más absurda que la
anterior. Solo tendría que hacer como me dijo él, recapacitar y pensar que era
realmente lo que yo quería.
Y lo tenía claro, lo
amaba a él...
Me había acostumbrado
a ir a correr casi todos los días y me hacía despejarme y olvidar
momentáneamente, mucho mejor que el alcohol, ya que no tendría resaca al día
siguiente. También dejé de fumar y trataba de dormir lo más posible sin ayuda
de ningún medicamento.
Costaba pero tendría
que esperar a que fuese Muerte el que decidiera aparecerse en mi vida.
Y si jamás se
aparecía, tendría que intentar dar con alguien que fuese una cuarta parte de su
reemplazo. Ya que me sentía incapaz de querer o incluso amar como amaba a mi
muerte.
Corría entre la zona
peatonal al borde del río Han y escuchaba la radio mejor que mi propia
respiración.
Cuando ya estaba
cerca de mi límite paraba a estirar mis piernas y brazos y luego tranquilamente
iba a andar.
Esa era mi rutina
cada vez que iba a correr. Pero ese día era el sábado anterior a noche buena.
Debía hacer compras para mis tíos y para el regalo de cumpleaños de mi Muerte.
Aunque no lo había
visto en todo ese tiempo, quería hacerle el mejor regalo del mundo. Tenía algo
entre manos preparándose desde hacía tiempo, sólo que al final cambié mi idea
para dárselo a el. Tenía todo más que listo ya que había ahorrado el dinero
suficiente para ello. Lo gótico le encantaba por lo que estaba dispuesto a
satisfacer aquel deseo que un día sin darse cuenta me había contado.
Había estado
redecorando un piso para él y su abuela. Un piso que había heredado mi padre y
mi tío cuando mis abuelos murieran años atrás, al morir mi padre parte de la
herencia me había pasado a mí también por lo que compartía mitad del piso, más
poseía el piso donde vivía como legado de mis padres al morir cuando tenía 17
años. Ese piso compartido con mi tío era un piso viejo, lleno de humedades y
como mi tutor no sabía que hacer con él me había dado la llave en una caja ya
que él poseía demasiados terrenos y yo sólo un piso pequeño y antiguo en el
centro.
Otra cosa que no le
había contado a Muerte, pero ahora tenía una razón para demostrarle cuanto lo
quería y que estaba dispuesto a hacer sin reparo alguno.
Cuando terminé las
compras me dirigí andando hacia ese piso y continué pintando lo que sería la
habitación principal.
Se basaba en
básicamente colores violetas, blancos, negros y algunos rojos. Los muebles
estarían a punto de llegar ya que los tenía encargados.
Dejé mi móvil en una
silla mientras terminaba de hacerle dibujos en las paredes con pintura que de
noche brillaría haciendo que su habitación fuese un cielo estrellado.
No veía el momento de
regalarle aquel piso con todo mi amor por su cumpleaños el 1 de Enero.
Me pasé el fin de
semana pintando y esperaba que Muerte al menos se pusiera en contacto conmigo,
pero jamás llamó.
El lunes de la resaca
de pintar volví a lo mío. Mi jefe seguía dándome tregua y no me molestaba desde
hacía casi el mismo tiempo que Muerte se había ido de mi vida. Por lo que pude
concentrarme en mi trabajo de nuevo, dando buenos resultados y centrándome al
máximo.
Necesitaba aquella
tranquilidad o acabaría haciendo una locura de la que luego podría
arrepentirme.
En las navidades todo
el mundo era feliz, todo el mundo tenía una sonrisa en los labios menos yo. Me
apartara de la gente y apenas trataba con mis compañeros en el trabajo. Incluso
el Gerente Señor Kim se preocupaba por mí animándome e invitándome a su casa a
comer para Noche buena, pero no podía, además de tener a mis tutores no quería
encontrarme con su hijo y poder tener un escarceo o desliz por falta de mismos
y atención que el estaba muy dispuesto a darme.
Pero yo no quería en
absoluto.
No pasaba un instante
en que no recordase su cara, su voz y todo su ser, sonriéndome, abrazándome,
mirándome a los ojos y sobretodo amándome. Algo de lo que yo había olvidado
ofrecerle y darle incondicionalmente.
El martes siguiente
empezara como un día normal. Papeleo y más papeleo, café y más papeleo.
Estaba con mi
chaqueta puesta sentado en mi despacho mirando las cuentas y todo el dinero que
se movía en aquella empresa mientras tenía un café calentito en la mesa con dos
donuts rellenos de chocolate a los que iba dando mordisquitos poco a poco.
Ahí fue cuando la
puerta se abrió y el niño mal criado entró por aquella puerta dejando su abrigo
en el perchero y entrando con las gafas de sol que llevaba siempre todo
sonriente.
¿Que tenía de bueno
un martes?...
Se acercó saludándome
con una voz algo extraña y lo miré para saludarle y darle una reverencia.
Me hizo un movimiento
con las manos como diciendo que me dejase de formalidades y que me sentase.
Así lo hice y luego
vi como se sentaba enfrente de mí y sonreía cruzando las piernas y apoyando su
codo en la mesa mientras apoyaba su cabeza en su mano.
- Tengo una
proposición indecente que comentarte...
Antes de que siguiera
hablando lo corté educadamente e hice como que no lo escuchaba. Sentí como sus
ojos inquisidores me fulminaban y continuó.
- ... ¿que te parece
si esta navidad la pasamos tu y yo juntitos al calor de una hoguera?
Hice como que no lo
escuché y acto seguido vi sus manos apoyándose encima de mis papeles notando un
silbido llamando mi atención.
Levanté la mirada y
lo vi sonriendo y mostrándome los dientes.
- Lo siento señor ya
tengo planes...
Intentaba sacar sus
manos de mis asuntos y que me dejase continuar con el trabajo tranquilamente
pero se levantó y vino detrás de mí comenzando a darme un mensaje en mis
hombros.
- Hm... Estás muy
tenso... necesitas que te liberen un poco la tensión acumulada...- sentí como
se ponía encima de mí y bajaba olisqueando mi pelo llegando a mi oreja-
¿quieres que te la chupe?
Al momento de decirme
eso se me subieron los colores, con eses labios, solo imaginármelo me empezaba
a poner duro. Pero no lo permitiría.
Tanta abstinencia
sexual me estaban afectando demasiado. Me negaba a que esa persona que sólo me
veía como un objeto me tocase o intentase hacer algo con mi cuerpo fuera de la
manera que fuera. Por lo que aparté sus manos de mis hombros y continué con lo
mío.
Noté un quejido
procedente de su nariz y como andaba de vuelta a la silla, apoyó sus manos en
el respaldo y me miró callado.
- No sé a quien
piensas engañar.... no estás bien... y yo estoy preocupado... fuera quien fuese
esa persona no me hace gracia que estés tan absorto en esa idea que tienes y en
darme de lado por que piensas que solo te quiero como un objeto... si ese chico
le hubieras importado un mínimo no sólo se molestaría en recibir sino en dar.
Hizo una pausa, esas
palabras estaban haciendo daño en mi cerebro y mis pensamientos. Era verdad que
el único que estuviera insistiendo con las cosas fuera yo mismo.
Yo lo achacaba al
hecho de que era su primera vez y quería probar con un chico, pero tantos meses
solo recibiendo lo mínimo, siendo una relación donde solo daba yo, pero recibía
poco a cambio, no me parecía nada justo y era Kim Junsu, el obseso con acosarme
sexualmente que me estaba haciendo tener otra visión.
¿Pero cómo sabía eso?
- ¿Cómo lo sé?... no
hace falta ser un genio para darse cuenta y sobretodo cuando tengo gente q
pincha tu teléfono...- dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
Por un momento esa
pose me resultó conocida, esa sonrisa era demasiado evidente. Pero era
imposible.
Lo miré levantando
una ceja y suspiré frunciendo el ceño.
- Acaso no es verdad
lo que dije. Ese tal... Muerte al que llamas no te quiere... lo que quiere es
tener un perrito faldero que le vayan detrás. ¿Acaso por ser albino tiene que
ser especial? ¿Qué le hace especial, el no tener pigmento?... es una persona
normal y corriente como todo el mundo...
Definitivamente no
podría ser lo que se me había pasado por la cabeza, una persona así de
arrogante y sin corazón no podría ser. Pero tenía parecido, ahora que me fijaba
más y no tenía la vista tan nublada, de verdad se parecía a alguien.
- Vamos... o me dirás
que no te llamaba la atención porque era paliducho y de pelo blanco y ojos
grises como todos los albinos... me dan asco... no sé como pudiste estar con
una persona que no es ni persona, es un cubito de hielo.
Se estaba pasando,
que me importaba a mí que no le gustasen los albinos. Mi Muerte era mi elección
y la de nadie más y menos él que nadie debería de opinar o siquiera
mencionarlo. Estaba llegando a cabrearme.
Insistía en lo asqueroso
que eran ese tipo de personas delante de mí y yo ya no tenía fuerzas para
intentar fingir que no le escuchaba.
Me levanté con
rapidez y fuerza haciendo que la silla se echase para atrás y chocase con la
estantería llamando su atención mientras apoyaba mis manos sobre el escritorio
y lo miraba.
- Puede criticarme,
decirme lo que sea a mí, pero jamás... JAMÁS permitiré que usted ni nadie se
meta con mis gustos y menos con la persona que amo. Usted no es nada, no vale
nada y como siga acosándome lo demandaré y no solo eso, dejaré que se queden
con sus cuentas y que se las arreglen solos sin mí, estoy harto de escucharle
señor, por favor déjeme hacer mi trabajo, rendir como un empleado y sobretodo
deje de tocarme o acecharme o me veré en la obligación de presentar una demanda
por acoso sexual...
Me había impuesto a
mi jefe que había cambiado la expresión a una más seria. Si quería provocarme
lo encontraría. No tenía nada que perder. Si me tenía que ir del trabajo me
iría y sin problemas.
Sin decir nada se
giró completamente y se fue por la puerta. Estaba seguro que no tenía ningún
argumento al respecto por lo que había decidido abandonar momentáneamente el
enfrentamiento.
Al día siguiente me
esperaba que apareciese temprano ya que de normal si estaba allí una de las
razones era el acoso a mi persona. Pero no apareció en toda la mañana.
Había sido un día de
locura y me encontraba exhausto cuando hice el paro para comer. Era curioso
encontrar que ahora prácticamente todo el mundo en la empresa se dedicaba a
irse a sus casas a comer por lo que prácticamente estaba casi solo en toda la
nave.
Calentara mi ramen en
el microondas y me dispuse a comerlo en la encimera mientras buscaba algún
condimento que echarle.
Estaba tan absorto en
comer que no noté como cierta persona hacía acto de presencia en el lugar, tan
silenciosamente que se puso detrás de mí y se fue pegando lentamente hasta
atraparme entre la encimera y él.
Noté como olía mi
pelo y como sus manos subían por mi cintura hasta llegar a mi pecho.
- Jaejoong... quiero
hacértelo aquí... de esta manera... abre solo tus piernas y déjate llevar ya
verás que rico te sabe.
Eses manoseos me
pusieron colorado de la otra vez voz extraña de mi jefe. Además de no contar
con ello en esos momentos sentí como un bulto se notaba apretando mis muslos.
Bajé la cabeza
colorado y medio respondí a su agarre. Pronto empezó a besarme el cuello y a
adentrar una de sus manos en el pantalón agarrando mi miembro deliberadamente.
No, yo no quería
estar con él. Pero me sentía tan débil, tan incapaz de pararlo, ya que quería
sentir placer y ser embaucado por el, estaba tan necesitado por cariño y afecto
de mi Muerte que me sentía desdichado y tenía la cabeza tan liada que ya no
sabía que pensar de todo lo sucedido.
- Hazlo de una vez y
hazlo pronto... no quiero que me vuelvas a molestar nunca más- decía entre
sollozos que intentaba esconder entre mis palabras.
Me siguió besando y
comencé a sentirme asqueroso. ¿Por qué no lo paraba de una vez? Me había
pillado con las defensas bajas del todo y sin ganas de siquiera defender mi
virginidad que sería arrebatada por alguien cruel e insensible.
Su mano no dejó de
toquetearme y la otra se detuvo en mis pantalones, lo desabrocharon y lo
bajaron junto con mi calzoncillo al mismo tiempo.
No podía más, no
aguantaba. Comencé a llorar.
Sus dedos se
adentraran dentro de mí y me masajeaban la zona como yo había ya intentado con
Muerte.
Mordía mis labios
para no soltar ningún quejido que pudiese notar como gemido y emocionarse más
de lo que ya estaba al tener mi miembro tenso completamente.
- Por favor... no lo
hagas... Junsu...
Susurraba para mí una
y otra vez hasta que terminé alzando la voz y forcejeando para que me dejase
tranquilo.
- ¡No... no, no!...
sólo sería capaz de dejar a uno, ese es
mi Muerte.... si me tienen que desvirgar, que sea él.... por favor... no lo
hagas...
Siguió a lo suyo
hasta que me pidió que repitiera lo que acababa de decir.
- No lo hagas por
favor...
Refunfuñó y me giró
la cara para mirarme a los ojos de nuevo con aquellas gafas.
- No... Repite la
frase entera que acabas de decir.
Lo miré sin entender
nada y medio temblando accedí a repetirla mientras veía a través de sus gafas
su expresión.
- No lo hagas
Junsu... si tiene que desvirgarme alguien que sea mi Muerte...
Se apartó y me dejó
solo en la encimera.
Cuando lo vi
apartarse noté como era momento de escapar antes que la tormenta estallase,
Pero no me veía capaz de largarme pitando y me apoyé en la encimera volviendo a
cubrir mi desnudez.
Miré al suelo
sollozando y este mismo comenzó a hablar.
- Se supone que no
eras virgen... ¿desde cuando has mentido?... ¿que pretendías acaso?
No entendía eses
reproches que el Señor Junsu me daba, que tenía que ver la virginidad cuando
estaba a punto de darme completamente a él y me negué.
Estaba descolocado.
-Tu no sabes como se
siente, ni sabes lo que duele, incluso no sabes nada ni te das cuenta de
nada... ya sé lo que necesitaba saber... me lo has dejado claro todo.
Seguía sin comprender
porqué hablaba así... ¿acaso no sería para él un sueño desvirgar el culo de
alguien del que estaba completamente obsesionado?
Se fue a la mesa y se
apoyó por un momento corto de pié. Se sentó en la silla y puso so brazo encima
de la mensa mientras se quedaba mirando a la puerta. Estaba ido.
Lo miré extrañado y
no sabía que hacer. ¿Por qué estaba tan afectado?...
Nos quedamos en
silencio durante un tiempo mientras era incapaz de sacar mí vista de encima de
él. Pude ver como una lágrima se deslizaba por su mejilla y mi corazón dio un
vuelco. Seguía con una mirada fría y fija en la puerta.
¿Por qué sentía
pena?... pero... ¿Que le pasaba?
Me acerqué
sigilosamente a él y le toqué el brazo intentando saber que le ocurría.
Al instante de sentir
mi toque me apartó y se levantó de espaldas a mí. Apoyó una de sus manos en la
pared y me fui acercando lentamente para intentar comprenderlo. Ese no parecía
mi jefe para nada...
- No te acerques...-
paré de golpe- quizás no entiendas el porqué de mis actos o el porqué de todo...
pero no aguanto más... me has demostrado todo lo que tenía que saber. Desde el
detalle más mínimo y yo soy un cerdo por solo saber desconfiar... desconfiar de
la única persona que me ha amado de verdad durante tanto tiempo... pero tenía
que saber si solo era obsesión... Jae... tenía que saberlo...
Fruncí mi ceño, esa
voz... era demasiado evidente...
Hizo un movimiento
dejando sus gafas en el bolsillo superior de su chaqueta y se escuchó como si
algo se despegase de su cara posteriormente.
Vi como tiraba algo
al suelo, algo color carne... ¿Prótesis?... ¿una nariz falsa?...
Y mirándolo a él como
estaba de espaldas... mi respiración empezó a agitarse y un sentimiento de
furia crecía dentro de mí.
- ¿Saber el qué
señor?
Se sacó la chaqueta y
se arrancó prácticamente la camisa que llevaba puesta, revelando aquella piel
color nieve ocultada bajo la ropa y el contraste con la que me mostraba, con
pigmento... ¿Maquillaje?
De nuevo esa pose,
ese trasero ahora más visible que antes; y todo su cuerpo me hacían darme
cuenta de quien era esa persona. Me había estado engañando durante tanto
tiempo...
Se giró mientras fue
tirando de su pelo revelándome su verdadera forma, su verdadero ser. El ser que
había amado durante tanto tiempo, que se presentaba delante de mí con una falsa
identidad casi diariamente y que ahora el cobarde no podía fingir más.
Mi muerte se reveló
ante mis ojos destapando lo que había sido quizás el mejor papel de su vida.
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