KINGDOM TVXQ!

CLOSE 2U
Arualthings

Belong. Te pertenezco cap 4-2

La decisión de convertirlo en ministro, siendo tan joven, parecía ser bastante difícil de tomar por los demás ministros, casi todos de la edad de su tío, que ya llevaban, contando con el presente, tres días de deliberación; mientras él se dedicaba a pasear por los jardines de palacio, viendo el vaivén de todas las personas que trabajaban allí, escuchando las clases que algunos niños estaban tomando en alguna sala cercana, recordándole a las que tomaba en su infancia… pero a pesar de estar lleno de vida, resultaba demasiado frio, demasiado diferente al pueblo donde se había criado y vivía, demasiado distinto a su mundo.

- Yunho. –le llamó su tío.
- ¿Sí? Dígame señor Won. –respondió acercándose a él.
- Ya se han decidido, y me han pedido que te dijera yo la conclusión a la que habían llegado.
- ¿En serio? –preguntó, por fin parecían haberse puesto de acuerdo, y aquello suponía poder volver a casa, ya fuese para siempre o para empacar las cosas y regresar para empezar a vivir en Seúl- ¿cuál ha sido la decisión que han tomado?
- Pues verás… ya que hasta ahora, en que ya tienes la edad para hacerte cargo del ministerio, he sido yo, como único familiar varón mayor de edad, el que se ha estado haciendo cargo, pues han decidido que quieren que siga siendo yo quien esté al frente del ministerio, puesto que ya conocen mi forma de proceder, mi lealtad... no sé sí…–dijo como algo apenado.
- Lo entiendo, no se preocupe. –contestó resignado, no es que no le apeteciera tener el cargo de su difunto padre, pero con lo distinto que era todo allí… la verdad es que se lo había estado pensando, si bien, también quería que su padre se sintiera orgulloso de él, motivo por el cual se había estado preparando concienzudamente para sucederlo; pero la decisión tomada por la corte de ministros, en verdad no le había sorprendido en demasía.
- ¿Seguro?
- Sí, usted ya tiene experiencia y sabría reaccionar ante cualquier imprevisto; a mí me faltaría ese grado de reacción.
- Supongo. –pero no pudo evitar una leve sonrisilla que no pasó del todo desapercibida para Yunho- Bueno… pero te han tenido en cuenta, y te ofrecen ser uno de los traductores oficiales para el ministerio, así podrás trabajar en casa; de la otra forma, quizás hubiera supuesto algo de trastorno para tu esposa el tener que mudarse aquí, cuando lleváis tan poco tiempo casados y viviendo en vuestra casa, teniendo que alejarse de su familia y sus amistades…
- Puede ser…
- A tus padres tampoco le gustaba mucho esto. –dijo mirando a su alrededor- Al menos a tu madre; por eso se fueron y tu padre sólo volvía cuando era necesario.

Cuando estaban por irse a casa, un oficial de la guardia de palacio se acercó a ellos, y pidió amablemente, hablar sólo con Yunho, de modo que el señor Won se apartó, para dejarles hablar tranquilamente.
No iba a negarlo, estaba bastante nervioso, pues por su uniforme se notaba que era alguien importante, y se preguntaba qué habría hecho para que un oficial quisiera hablar con él, ¿querría, quizás, que se uniera al ejército?, igual alguien le había hablado sobre quien era su padre, pues el señor Jung había sido un reconocido espadachín mientras había vivido en Seúl, y, estando seguro de que le habría entrenado a él diestramente en aquel arte que dominaba, tal vez quería ver como se manejaba con la espada y ofrecerle algo, pero jamás pensó en lo que le dijo; “no sé que tal se lleve con su tío, el señor Won, pero creo que debe saber que él ha estado, en cierto modo, insistiendo por quedarse en el puesto de su difunto padre”. Ante esta confesión, Yunho no pudo más que quedarse perplejo; es decir, él ya intuía o se imaginaba que su tío, Won Hyuk Mo, no renunciaría tan fácil a todo el reconocimiento y respeto que suponía ser uno de los ministros del rey, pero que se lo dijera alguien que supuestamente ni los conocía… ; si bien, era obvio que había estado, como mínimo, escuchando las deliberaciones y alegatos de todos los ministros y el monarca, por la seguridad que se desprendía de sus palabras y la firmeza de su tono de voz. Pero la conversación quedó en eso, pues no tardó mucho en venir un soldado, diciéndole que el rey lo estaba buscando; y fue entonces, cuando Yunho cayó en por qué le sonaba tanto aquel militar; durante su exposición, él había estado presente al lado, pero un paso por detrás, del trono que ocupaba el monarca; de modo que el general Kim, nombre con el que el soldado se había referido a él, debía ser el encargado de la escolta oficial de la familia real, y quien se ocupase personalmente de la seguridad del cabeza de Estado.
De camino a casa de su tío, no paraba de darle vueltas… todo y después de saber que él no iba a ser nombrado ministro, aquel general lo había tratado con respeto, lo contrario que muchos otros solados con los que se había cruzado en sus paseos por los jardines, y eso que al no acceder al puesto que ocupara su padre, aunque siguiese teniendo opciones a la muerte de su tío, él no era más que cualquiera de los muchos sirvientes que habitaban el palacio…. Pero le gustó sentir que lo trataban con respeto, como a un adulto, pese a que aún no lo era del todo, y es que ya cansaba el ser tratado como un crío que no valía para nada, ya bastaba de sentir planeando sobre él, la sombra del trato que el señor Jung le había dado; había crecido, había aprendido, había madurado, y le gustase más o menos a la gente que lo rodeaba, había decidido ser distinto a Jung Hee Sook, su estricto y severo padre.

Como todas las mañanas, Gen había venido a casa, y ambos habían comenzado a limpiar; no tardando su amiga en romper el silencio que invadía aquellas paredes, con toda clase de rumores que había escuchado por aquí y por allá, intentando aliviar esa sensación de tristeza que embargaba la casa; y, aunque en principio él le hiciera caso, la verdad es que no tardaba en perderse en sus pensamientos, ignorando a su amiga, que parecía o no darse cuenta, o estar acostumbrándose a la situación y no darle demasiada importancia, porque no paraba de contarle historias, al menos hasta hoy.

- Jaejoongieh, ¿se puede saber en qué piensas tanto que ni me escuchas? –preguntó reprochándole pero a la vez intrigada, clavando su mirada en el joven.
- Yo… -dudó un poco nervioso antes de contestar- en el señor Jung.
- ¿En el señor Jung Yunho? –dijo algo extrañada, él asintió- Bueno… la verdad es que se le echa de menos, su presencia llenaba de vida esta casa; aunque no es que me hiciera mucha gracia lo que pasó con mi padre… pero supongo que yo… - Jaejoong dejó de escucharla, perdiéndose en los recuerdos de aquel día, cuando él lo defendió de Kang Chul Yong.
- Estoy enamorado de él. –soltó repentinamente, como si algo en su interior le dijera que si no lo decía, explotaría- Estoy enamorado de Jung Yunho.
- ¿Qué? ¿pero cómo?
- No lo sé…
- ¿Es… estás seguro? –preguntó aún conmocionada por la revelación hecha por su amigo- quizás sólo lo echas de menos y…
- No –le cortó secamente- Es decir, sí que lo echo de menos, pero lo extraño porque lo amo, por nada más.
- Pero… ¿cómo estás tan seguro?
- Porque, ahora que no está, extraño tenerlo cerca –y antes de que Gen pudiera hacer replica alguna a su comentario, añadió- Pero en estos últimos días que ha estado aquí antes de marcharse, me dolía que regresase tarde, o que se pasase horas y horas en la biblioteca sin salir; que cuando se iba, se despidiera de mí dentro de casa, para así no abrazarme ni besarme; que al entrenar, no me avisase y quisiera hacerlo solo, porque me negaba la posibilidad de tocarle –confesaba con lágrimas comenzando a recorrerle las mejillas, que se habían teñido levemente a causa de la vergüenza que sentía de estar revelando sus sentimientos- que en las noches, durmiera lejos de mí… por el amor de los dioses… si incluso llegué a amenazar a su caballo con convertirlo en filetes para la cena, un día que lo tiró por que se había asustado con no sé qué que vio en el camino, si lo volvía a hacer… -dijo avergonzado.
- Jaejoongieh… -dijo moviendo la cabeza de forma negativa- Él es un hombre igual que tú…
- Lo sé…
- Después de lo que has pasado por culpa de mi padre y el general… ¿cómo has podido…? –no pudo terminar la pregunta, tampoco sintió que hiciera falta.
- No lo sé… -decía llorando- no lo sé… sólo… lo amo, Gen… lo amo. –añadió cobijándose contra el pecho de su amiga, que lo abrazaba de forma maternal, como intentando borrar con ese abrazo todo el dolor que parecía estar sintiendo en ese momento, y que sus palabras podrían causar que aumentara aún más.
- No quiero herirte Jaejoongieh, pero… -dijo levantando el rostro de Jae, para poder mirarlo a los ojos y que entendiera la seriedad y el amor con el que iban dichas aquellas palabras- además de que él es hombre y está prohibido por ley… sabes que él no corresponde tus sentimientos, ¿verdad? –pues para ella era bastante obvio que aquellas muestras de cariño, eran cara a la sociedad.
- Lo sé… ya lo sé… -decía bajando su rostro, pero sólo hasta el instante preciso en el que los recuerdos empezaron a bombardear su cabeza; en que las memorias de aquellas caricias que se prolongaban más allá de la vista de la gente, aquellos roces que ambos parecían buscar y desear más largos en el tiempo, aquel beso que continuó aún cuando Shin Ko ya no estaba presente, los que le había robado en las noches y él había pensado que igual eran sueños… se hicieron presente, entonces levantó la cabeza, sonriendo entrecortadamente, nervioso, emocionado, ansioso…
- ¿Qué te ocurre? –preguntó extrañada al ver la reacción de su amigo, temiendo que hubiera perdido la cabeza- Me… me asustas… -confesó a un Jaejoong que parecía estar ido.
- Lo son… -decía entre risillas nerviosas- Lo son… -repitió mirando a Gen a los ojos- mis sentimientos son correspondidos. –concluyó con una enorme sonrisa iluminando su rostro y completamente satisfecho por su descubrimiento.
- ¿Seguro? –preguntó algo incrédula
- Sí… bueno, quizás no completamente… -decía, mientras apoyaba su dedo índice contra sus labios- pero es bastante seguro…
- Pues si no estás seguro… ¿quién dice que él no se mostró simplemente algo cariñoso por lástima?
- No… no… estoy seguro… -seguía hablando en su mundo, sin escuchar una sola palabra de las que Gen había pronunciado- Jung Yunho… vas a ser mío… -sentenció, ignorando las caras que ponía su amiga- haré que caigas bajo mi influjo, que no puedas vivir sin mí… lo haré, lo conseguiré… aunque sea a la fuerza.
- ¿Qué qué? Pero Jaejoongieh… ¿tú te has escuchado la barbaridad que acabas de decir?... tú que sabes mejor que nadie lo que significa que te tomen sin tu consentimiento, ¿pretendes que la persona que supuestamente amas, pase por lo mismo? –dijo completamente desencajada por la afirmación tan rotunda que había hecho el joven.
- Bueno… -bajó el rostro avergonzado, siendo consciente de la burrada que había dicho, pero estaba dispuesto a hacer que Yunho, si no lo estaba ya, se enamorase de él- quizás me extralimité en mis palabras, –sonrió ligeramente por quitar hierro al asunto- pero sí que intentaré conquistarle, pienso hacer que no pueda vivir sin mí –afirmó, seguro de sí mismo y del empeño que pondría en cumplir su propósito.
- Jaejoongieh… yo de ti… primero me aseguraría de que él siente lo mismo por ti, que tú por él. –le aconsejó, sonriéndole con ternura, dándose por vencida en su intento de hacerle entrar en razón, y esperando que su amigo no sufriera por un amor no correspondido.

Antes de volver a casa, a la tranquilidad de su pueblo, donde casi todos se conocían y sabían cómo era cada cual, quiso despedirse de aquellos que podían haber llegado a ser sus compañeros de trabajo, los ministros del rey, y, aunque no se esperaba que fueran muy efusivos al despedirle, dado la edad y la sobriedad de sus cargos, tampoco es que se esperase que fueran tan secos… estaba claro que para ellos, si no eras de su clase social, mejor dicho, si no tenías un título y un cargo importante que desempeñases, simplemente, no existías; y tal parecía que ni les importaba de quién fuera hijo, o ¿es que, tal vez, sabían la verdad?, fuera como fuese, cada vez estaba más contento con el hecho de no haber sido elegido sucesor en el cargo que su padre desempeñaba.
Saliendo de palacio, volvió a encontrarse con aquel general que lo tratase con el respeto que él sentía que merecía en algún modo, ya que, hasta hacía relativamente poco, era uno de los candidatos a convertirse en unos de los hombres más cercanos al rey.

- ¿Se marcha ya? –preguntó, cuando llegó a su altura- Es una pena… me hubiera gustado tener más tiempo de conocerle Jung Yunho.
- Gracias. –hizo una reverencia- Lo mismo digo. –el general sonrió ante ese comentario, si bien, sintió que era dicho más por educación o por puro formalismo, que por ser realidad.
- Pero si es cierto lo que se escucha por ahí… que lleva muy poco tiempo de casado… supongo que estará deseando volver al lado de su esposa. –dijo con una sonrisa
- Sí. –afirmó, antes de pensar siquiera en lo que estaba diciendo, aunque no podía negárselo a él mismo, ya lo había aceptado hacía tiempo, y el hecho de que pensase que Jae no le correspondía, no iba a hacer que sus sentimientos fueran menores.
- Lo cierto es que… me hubiera gustado que fuese elegido ministro… tiene muy buenas ideas, y creo que sería perfecto para el puesto, pero… por desgracia… en esos temas no me permiten opinar.
- No se preocupe… la verdad, es que prefiero que sea así… deseo volver a casa. –sonrió con ternura y melancolía mezcladas- Me gusta más el pueblo en el que nací que esto… -confesó, mirando a su alrededor, con cierto gesto de desagrado, aún sin importarle que el general no llegara a entenderlo- Es tan… diferente.
- Ya veo… la verdad es que yo también desearía irme de aquí de vez en cuando… -se sinceró el general.
- General Kim Tae Woon… -dijo la reina acercándose a donde estaban hablando- ¿sabéis dónde está mi esposo?
- La última vez que lo vi, mi señora, él se encontraba en la biblioteca, leyendo…
- Se supone que es su escolta personal, ¿no?, debería estar con él y no perdiendo el tiempo. –dijo mirando con desprecio a Yunho, a quien le entró ganas de contestarle de mala manera, pero se contuvo tanto porque era mujer, como por la posición que ostentaba.
- Sí, majestad, tiene razón, yo soy el encargado de su protección, pero no soy yo solo quien lo vigila y escolta durante todo el día, un grupo de soldados entrenados por mí personalmente, también siguen sus pasos desde que el sol sale hasta que se oculta, y en las noches se aposentan a la entrada de vuestro dormitorio, vigilando porque nada les ocurra.
- Hmm… -respingó su nariz de forma altiva, dando media vuelta, seguida de su séquito de damas de compañía, poniendo rumbo a la biblioteca del palacio, dejando claro a los dos presentes que no le gustaba, en lo más mínimo, ser rectificada, contradicha o cualquier otra cosa que diera a entender que no era “perfecta”.
- Buf… -bufó el general, haciéndole patente a Yunho el motivo por el cual, en ocasiones, él también quería desaparecer del interior de las paredes del palacio- No siempre ser uno de los favoritos o favorecidos del rey, es algo bueno. –le sonrió- Espero que tenga un buen viaje de vuelta. –dijo haciendo una reverencia y retirándose por el mismo camino que tomase la reina.
- Gracias. –dijo alzando un poco la voz, para que pudiera oírle, y éste le agitó levemente la mano, dándole a entender que le había escuchado.

Definitivamente, aquel general era completamente distinto a todos los demás que vivían en palacio, se le veía alguien sincero con todo, con sus pensamientos, sus sentimientos, la gente que lo rodeaba… al tiempo que sabía estar y no perdía la compostura, siempre educado… y, al igual que pensó cuando vio a Jaejoong en el Muñecas, también pensó que Kim Tae Woon, no parecía o no debería pertenecer a ese lugar, donde lo que primaba por sobre todo, era la apariencia; sólo valías aquello que fingías ser, aunque la realidad fuera distinta.

Changmin había seguido vigilando a Jae, desde la distancia, y en ocasiones, aceptando las invitaciones a tomar algo en la casa, todo y que Shin Ko ya no se le acercaba, pero había prometido a Yunho vigilarla hasta su vuelta, y eso es lo que haría. No podía ocultar que le encantaba como cocinaba, y no es que su madre lo hiciera mal, pero… aquellos platos sabían más… no sabía cómo explicarlo; y, como siempre que iba a llevarle algo, o le acompañaba de vuelta de la compra, cargándole la cesta, caía algún delicioso platillo extra, que podía llevar a casa o comerse por el camino; y aunque, bueno, no todo era por la comida, también el cómo hablaba le gustaba; pues sus visitas aumentaron en número, además que de esta forma podía vigilarla mejor, sin que ella fuera consciente, ya que, supuestamente, él era su invitado.
Estaban tan tranquilos charlando, cuando, tanto él como Jaejoongieh, escucharon un ruido extraño en el jardín; ambos se quedaron mirando un instante, diciéndose sin palabras que aquello no era algo que ocurriese normalmente; de pronto, tras ellos se oyeron unos pasos apresurados, y al girarse, se sorprendieron, pero Jae conocía a la persona que había entrado en la casa, otra chica, que por lo que Changmin se imaginó, trabajaría para Yunho y para ella. Esta chica, les comentó que había oído, en las calles del mercado, mientras compraba algunas cosas antes de ir a casa, que unos mercenarios habían llegado al pueblo, y que al parecer, habían intentando entrar, en algunos casos lográndolo, a las casas para robar, sin importarles mucho quiénes estuvieran dentro. Entonces los tres, volvieron a escuchar aquellos ruidos, como si algo o alguien estuviera deslizándose entre las ramas y hojas de los arbustos.

- Entrad a la casa. –ordenó Changmin, al tiempo que tomaba una rama gruesa, de las que utilizaban para alimentar el fuego de la chimenea, entre sus manos, con sus brazos medio flexionados, dispuesto a arrearle un golpe al primero que apareciera.
- Pero… -empezó a quejarse Gen.
- Ahora. –exhortó más severamente, a la vez que se alejaba de la casa e iba acercándose hacia donde habían escuchado el ruido.

Sun Gen no tuvo tiempo de decir nada más, pues enseguida se vio llevada del brazo por Jaejoong, atravesando a toda velocidad la casa, saliendo a la puerta principal, donde éste empezó a gritar pidiendo ayuda; y pudo más o menos comprenderlo, no es que Jae su hubiera asustado, tampoco es que estuviera actuando como se supone que una mujer debe hacerlo, simplemente, salir corriendo en busca de más personas, era la mejor opción para ayudar a aquel hombre con el que lo había encontrado, en el caso de que fueran los bandidos lo que habían estado escuchando, ya que desconocían el número de ellos; de modo que ella también se puso a gritar y a buscar por alguien que pudiera socorrerles, hasta que vio a un grupo de soldados, que recién llegaban al pueblo.

En cuanto llegó a las inmediaciones de su casa, descendió rápidamente de su caballo y tan pronto sus pies tocaron el suelo, salió corriendo y abrazó, de forma desesperada, a Jaejoong; se había asustado al ver a tanta gente y soldados en los alrededores de su vivienda, tanto, que ni se había parado a pensar si igual los había mandado el padre de Sun Gen, y por lo tanto hubiera sido peligroso para él el acercarse, ya que en ese caso, seguramente sabrían que Jae era hombre, al igual que él, y al vivir los dos solos juntos, estando penado por la ley, los apresarían y serían sentenciados a muerte; pero en ese momento, lo único que quería era encontrarlo, y ahora, aunque lo tenía entre sus brazos, su corazón seguía latiendo apresuradamente en su pecho, contento de que nada le hubiera pasado, pero temeroso de lo que pudiera ocurrir que lo alejase de su lado.

Jaejoong se había girado al escuchar su nombre, Yunho al fin había vuelto, y ahora él estaba entre sus brazos, abrazado tan estrechamente, que notaba sus cuerpos completamente pegados; y aquello le gustaba y sentía que lo había necesitado por tanto tiempo… que temía todo fuera solamente un sueño, hasta que al responder a aquel abrazo, y notar como se apegaba más a él entre sus brazos, supo que era real.

- ¿Estás bien? –preguntó separándose un poco de él, sólo lo justo para poder mirarlo a los ojos, mientras una de sus manos se deslizaba por aquella suave mejilla teñida de rosa pastel, y la otra seguía aprisionando aquel cuerpo, que tanto adoraba y había extrañado, contra el suyo.
- Sí. –respondió algo tembloroso, desde que se diera cuenta de sus sentimientos, había deseado tanto volver a sentirlo así…
- Menos mal… -dijo antes de que sus labios, sin tiempo a pensar en nada, se apoderasen de los de Jaejoong, en un beso necesitado, ansiado, desesperado… que arrancaba algunos jadeos de la boca de Jae, quien no hacía nada por ocultarlos, queriendo indicarle que lo deseaba tanto como él, de hecho, sus labios habían comenzado a apresar los de Yunho también, jugando ambas bocas a repartirse suave y sensuales caricias que les iban robando el aire, que poco a poco recuperaban en cada suspiro, en cada leve gemido de placer. Hasta que finalmente se separaron y los ojos de Yunho fueron a parar en otra persona- Changmin. –lo llamó, acercándose a donde él estaba- ¿te encuentras bien?
- He estado mejor… -sonrió, hasta que el dolor de la herida de su rostro le hizo torcer el gesto.
- ¿Lo conoce? –preguntó Jaejoong, algo confundido, pues no parecían pertenecer al mismo estatus social, y en aquella época no era normal que dos personas de distinta clase se tratasen de forma tan cercana.
- Fuimos amigos en la infancia. –tuvo que confesarle, pues al ver a su amigo herido, no había pensado en que le había pedido que le vigilase sin que él lo supiera.
- Será mejor que lo acompañe al doctor. –aconsejó Jaejoong, mientras tocaba suavemente el rostro magullado del castaño.
- ¿Estarás bien? –preguntó algo nervioso, mientras sujetaba una de las manos de Jae.
- Sí, no se preocupe, estaremos bien. –dijo al ver acercarse a Sun Gen a donde ellos estaban.
- Volveré pronto. –prometió, incorporándose y mirándole directamente a los ojos, hasta que sus labios volvieron a fundirse en un beso- ¿Puedes montar? –le preguntó a Changmin, girándose a mirarlo en cuanto sus labios y los de Jae se separaron, evitando así que éste viera el rojo que comenzaba a teñir sus mejillas y lo acelerado de su respiración, ansiosa de otra cálida caricia que le quitase el frio.
- Sí, eso creo… -empezó a intentar subir al caballo de Yunho, pero al final tuvo que ser ayudado por éste para lograrlo del todo, tal parecía que también se había hecho algo de daño en un brazo.
- Tened cuidado. –pidió Jaejoong- Ah… gracias Changmin. –dijo antes de que se pusieran en marcha.
- No se preocupe… me alegra saber que no le pasó nada a ninguna de las dos. –sonrió levemente y sólo se pusieron en camino, cuando las dos entraron a casa.
- ¿Qué pasó? –preguntó cuando estuvieron lejos de todos los oídos indiscretos.
- Unos mercenarios entraron en tus tierras, así que les pedí a tu esposa y a su dama de compañía que entrasen en casa, mientras yo intentaba hacerles frente y tal parece que fueron a pedir ayuda, porque enseguida vinieron soldados que me ayudaron; aunque no me haya servido para librarme de los golpes. –intentó bromear- Yunho…
- ¿Sí?
- La amas mucho, ¿verdad?
- Sí. –confesó notablemente ruborizado, por fortuna Changmin estaba delante de él y no se dio cuenta, aunque… no había nada de malo en amar a Jae, ¿verdad?

Los ojos de Sun Gen iban de un lado a otro de la habitación, siguiendo los movimientos de su amigo, que no había parado quieto desde que entraron; parecía tan nervioso, con mil y una especulaciones pasando por su cabeza, debatiéndose contra los malos pensamientos que parecían abordarlo… hasta que finalmente se sentó delante de ella, con la cara reflejando el mar de dudas que había en su interior, todas centradas, básicamente, en una persona, Jung Yunho. Y la frase “estará bien”, fue lo único que sus labios quisieron pronunciar, segura de que su señor volvería pronto de casa del doctor, y que nada les pasaría con aquellos mercenarios, ya que serían estúpidos si intentaban algo estando, como estaba, el pueblo lleno de guardias; al tiempo que una de sus manos fue a acariciar el suave cabello de Jaejoong, al igual que lo hiciera tiempo atrás, cuando ambos residían en el Muñecas, pues sabía que aquello relajaba al menor, que le hacía sentirse más tranquilo, y es que aquella simple caricia, le hacía recordar el tiempo en el que aún vivía su madre y era feliz; y sabía que no es que ahora no se sintiese así, pero era diferente.

Se había quedado dormido bajo el arrullo de Sun Gen, quizás, en parte, porque en las noches anteriores, cuando él no estaba, no había pegado tan apenas ojo, de hecho era el motivo más probable; y se despertó al sentirla moverse, viendo a Yunho, que le dedicó una sonrisa, mientras extendía la mano, para ayudar a Gen a incorporarse, y ambos se perdieron tras la puerta del salón, antes de que sus ojos se volvieran a cerrar por el sueño.
Al despertar a la mañana siguiente, se descubrió en el interior de la cama, cubierto por la manta, al lado de Yunho, quien seguía dormido plácidamente, y no pudo evitar que una sonrisa se dibujase en su rostro, mientras lo contemplaba con la mirada llena de dulzura y sueños por alcanzar; de modo que se levantó lentamente, procurando no despertarlo, y se fue a preparar el desayuno, para que lo encontrase listo cuando se levantase, estaba deseando volver a oírle decir que estaba todo muy rico y que le dedicase una sonrisa.

Cuando sus ojos se abrieron, Jaejoong ya no estaba a su lado, pero aquel rico olor que portaba el aire y que le inundaba las fosas nasales, le indicaban claramente donde se encontraba. Tuvo la tentación de ir a la cocina y abrazarle como aquella vez lo hiciera en la caseta al borde del lago; en sus labios aún podía sentir el calor que habían dejado los de Jaejoong la tarde anterior, en aquel tan ansiado beso; pero se contuvo, porque en su mente se coló la explicación de que Jae sólo había respondido aquel beso porque la gente podría estar mirándolos, la promesa a sí mismo de no ser como aquellos que abusaron de él, el evitar hacer cualquier cosa que pudiera desembocar en que él se marchase de la casa… sabía que no podría soportar vivir sin saber nada de Jaejoong, ahora ya no… era… demasiado tarde como para actuar como si jamás lo hubiera conocido, como si él no formase parte de su vida, más que eso, él ahora era toda su vida. Se limitó a saludarle con un “buenos días”, cuando entró a la cocina y se sentó esperando a ser servido, recreándose mientras tanto, con la hermosa imagen que le ofrecía Jaejoong de espaldas, y luchando nuevamente contra aquellos impulsos que pretendían hacerle levantar y abrazar a aquel ser que estaba contemplando, y que de apoco le estaba robando el sentido.

- Buen provecho. –dijo Yunho, una vez tuvo su desayuno frente a él, empezando a comer.
- Buen provecho. –repitió Jaejoong, imitando su acción- ¿Puedo preguntarle algo?
- Claro. –respondió subiendo la mirada, centrándola en los ojos de Jae.
- ¿Cómo se encuentra Changmin?, perdón… -dijo, rápidamente, algo avergonzado, dándose cuenta de que lo había tratado familiarmente, cuando, en teoría, sólo era amigo de Yunho- quería decir su amigo Kim Changmin.
- No te preocupes –le sonrió- Él ya me contó que os conocíais. –aunque no le había hecho demasiada gracia que se hubieran convertido en amigos tan pronto- Se encuentra bien, el doctor dice que solo fueron magulladuras, así que no tardará mucho en recuperarse del todo, lo acompañé a su casa después de salir de allí.
- Menos mal. –sonrió.
- ¿Vendrá hoy Sun Gen? –preguntó, queriendo desviar el tema, no podía evitarlo, se sentía celoso, aquella imagen, aquella hermosa imagen de Jae sonriendo, no era por ni para él.
- Supongo que sí, no dijo nada de que no pudiera. –contestó y su sonrisa fue desapareciendo, ¿por qué preguntaba por ella? ¿qué había hecho con ella mientras él dormía? ¿estaba pensando él realmente eso? ¿tanto amaba a Yunho, que estaba celoso del simple hecho de que él mostrase algún tipo de interés por Gen?
- Gracias por el desayuno. –dijo levantándose de la mesa; necesitaba no estar cerca de Jaejoong para poder controlarse, para no saltarle encima y comérselo a besos.
- De nada. –respondió algo cabizbajo, ¿dónde estaba su “todo ha estado delicioso” y aquella sonrisa dedicada a él?
- Estaré en la biblioteca ordenando y arreglando papeles, así que no será necesario que entréis.
- Como usted quiera.

Nada más entrar en la biblioteca, tuvo que respirar hondamente varias veces, para intentar serenarse, y aún así, le costaba dejar su mente en blanco; apoyado contra el marco de madera de una de las puertas correderas, se pedía a sí mismo el tranquilizarse, el dejar de pensar en querer tener a Jaejoong entre sus brazos, el añorar sus besos y desear volver a sentir sus labios sobre los suyos, al tiempo que pasaba lentamente sus dedos sobre ellos; mas no tardó en darse cuenta que, aquello, a esas alturas, era imposible, puesto que para que eso sucediera, es decir, para que pudiera dejar de pensar en los besos con Jae, lo primero es que no tendría que haberlo besado, o más bien, no tendría que amarlo como lo hacía, así que era tarde para que por sus pensamientos no cruzase la idea de tener algo más. Quizás por eso, se sentó mirando por la ventana hacia el jardín, donde a lo lejos se intuían las antiguas viviendas de los sirvientes de su familia, y dejó volar libre tanto a sus recuerdos, como a sus fantasías; porque era lo único que podía hacer, soñar, si no quería perderlo por alguna imprudencia que cometiera, o lo que es lo mismo, que por falta de autocontrol, y que se le abalanzase para besarlo sin medida, como mínimo, Jaejoong se escapase de casa, marchándose de su lado, dejándole con un montón de recuerdos, que no harían más que torturarle día tras día, por no poder tenerlo junto a él, por ni siquiera poder mirarle o saber si está bien...

¿Por qué Yunho parecía, últimamente sobre todo, tan frío con él?, no lograba entenderlo… ¿qué era lo que había cambiado?... no sabía que responderse a todas las preguntas que le cruzaban su mente, y, al estar tan confuso, se sentía frustrado; sentimiento que no desapareció ni cuando llegó Sun Gen, quien, por mucho que le hablara, no conseguía sacarle una sonrisa. No podía dejar de pensar, de darle vueltas a la cabeza… por la descripción que le había dado su amiga de la persona que le gustaba, era obvio que el destinatario del cariño de ésta no era Yunho, pero… ¿podría ser que él sí sintiera algo por ella?, no lo sabía, tampoco tenía pensado preguntárselo a él directamente, se moriría de vergüenza y le mataría el que la respuesta fuese afirmativa, aunque ya lo estaba haciendo la angustia por no saberlo; entonces pasó algo por su cabeza bastante rápido, pero de forma muy clara, así que tomó a Sun Gen de la mano y empezó casi a arrastrarla hasta la puerta.

- Espera… Jaejoongieh… me… me estás haciendo daño…
- Lo siento. –se disculpó aflojando ligeramente su agarre
- ¿Se puede saber qué te pasa? –preguntó, mientras intentaba frenar el avance de Jaejoong, que, aunque más flojo, seguía amenazando con descolocarle el brazo del sitio.
- Nada. –respondió aún tirando de ella.
- Pe… pero…
- Gen… no te lo tomes a mal, ¿vale? –preguntó mientras abría la puerta- ¿pero cuándo has visto a alguien tratando de seducir a la persona que le gusta con la competencia delante?
- ¿Qué? –preguntó descolocada, en verdad que no entendía nada de lo que Jaejoong le estaba diciendo, y recibió un empujón en la espalda, que la hizo salir de la casa- ¿de qué estás hablando?
- Changmin, ¿se encuentra bien? –preguntó al chico que recién aparecía, ignorando por completo las preguntas y miradas de reclamo que su amiga le dedicaba en ese momento.
- Sí, gracias por preguntar. –respondió al llegar a su altura.
- Me alegra oír eso…. ¿Me haría un favor? –pidió con mirada suplicante.
- Claro, usted dirá.
- ¿Podría acompañar a Sun Gen a su casa?
- ¿Qué? –preguntó la mencionada- pe… pero…
- Tranquila –le sonrió Jaejoong- ¿puede? –volvió a preguntarle a Changmin.
- Sí, claro. –sonrió amablemente a ambas.
- Gracias. –devolvió Jaejoong la sonrisa, y desapareció tras la puerta casi inmediatamente después.
- No quiero resultar indiscreto, pero… ¿pasó algo? –preguntó realmente curioso.
- Eso me gustaría saber a mí. –sonrió resignada, ahora que se imaginaba lo ocurrido… celos, quizás Yunho había hecho algún comentario sobre ella que a su amigo, enamorado como estaba de él, no le habría hecho mucha gracia- Changmin shee, ¿tiene caballo?, porque yo vivo en el pueblo de al lado. –le hizo saber a su nuevo acompañante.
- Sí, pero tendrá que acompañarme a mi casa para recogerlo.
- Muy bien, entonces… en marcha.

Al llegar a la casa de la señora Kim, ésta empezó a atosigar a su hijo a base de preguntas sobre quién era la chica que lo acompañaba, qué tipo de relación tenían, si era o no casada, que hasta dónde habían llegado o tenían pensado llegar… haciendo que el joven se pusiera más rojo que un tomate, hasta que le logró contestar más de dos palabras seguidas, “la señora Jung me pidió que acompañase a su dama de compañía a su casa, tal parece que olvidó algo…”, a lo que Gen se limitó a rectificarle un poquito, sólo por que fuese más creíble, “lo cierto es que, al estar el señor en casa, ella quiere estar a solas con él, así que no me necesita”; y después de unas breves presentaciones, finalmente salieron montados a caballo hasta la casa de Sun Gen.
En el Muñecas, la reacción fue algo similar, Lee Ann se quedó extrañada, pues era la primera vez que veía a aquel chico que había acompañado a su hija hasta casa, ya que por lo general lo hacía el joven Jung, a quien de paso le preguntaba por Jaejoongieh, porque aunque su hija le contaba sobre él, ¿quién le decía a ella que realmente todo estaba tan bien?, ellos dos eran los que mejor sabían lo que pasaba en aquella casa.

- Buenos días… -saludó Kang Lee Ann
- Buenos días madre. –respondió Sun Gen bajando del caballo, ayudada por Changmin, quien había descabalgado antes.
- Sun Gen, ¿quién es él?, ¿ocurrió algo?, ¿está bien Jaejoongieh? –preguntó nerviosa, casi atropellando unas preguntas con las otras, temiendo que algo hubiese pasado en la casa de los Jung.
- Oh, perdone mi descortesía. –se excusó el joven- Mi nombre es Kim Changmin, trabajo como escolta para la familia Jung. –se presentó formalmente, haciendo una reverencia- La señora me encargó que acompañara a su hija.
- Ya veo… gracias… ¿ocurrió algo? –volvió a preguntar.
- No madre, tranquila. –se apresuró a explicar Sun Gen, que sabía perfectamente el cariño que su progenitora le tenía a ambos- Simplemente es que el señor Yunho está hoy en casa, así que Jaejoongieh no necesita que me quede, porque si quiere algo, ya se lo pide a su esposo. –le sonrió con complicidad a su madre, dándole a entender que aquel chico no sabía el secreto de su amigo.
- Ah, entiendo. –respiró algo más tranquila.
- Sun Gen. –la llamó Changmin, haciendo que se girase en la puerta, pues ya iba entrando en su casa- ¿Vengo mañana a recogerla?
- No… no hace falta. –respondió rápidamente y de forma algo nerviosa- Mañana iré con mi madre o Jeon Bo en el carro.
- Pues… -dijo la madre.
- ¿Madre?
- ¿Recuerdas que le prometimos al señor Jung que mantendríamos a tu padre lejos de su esposa, Jaejoongieh? –Gen asintió- Pues… ¿qué mejor forma que el que esté comprando en el puerto?
- ¿Lo mandó a comprar al puerto? –su madre asintió; y aquello significaba “no caballos en una semana”
- Entonces… le vendré a buscar.
- No quisiera molestar.
- No es molestia. Tampoco vivo tan lejos…. Vendré a recogerla. Hasta mañana. –se despidió subiendo a su caballo.
- Gracias. Hasta mañana. –dijo Sun Gen

Yunho había salido de la biblioteca y se había puesto a entrenar; sentía que debía liberar su mente, mejor dicho, debía centrarla en otra cosa que no fuera Jaejoong, en sus deseos de sentirlo, de saborear sus besos, sentir sus caricias, sus abrazos, la suavidad de su piel, la calidez de su cuerpo… las fantasías que había creado su cabeza momentos antes, basándose en los recuerdos del cuerpo desnudo de Jae que poseía, por aquella noche en la cabaña, eran demasiado para él, debía calmarse y sabía que el ejercicio le ayudaría a apartar aquellos pensamientos, que no hacían otra cosa más que acrecentar su deseo por poseerlo, minando de apoco su autocontrol.
Estaba de espaldas a la casa, practicando los movimientos de Taekwondo que le había enseñado su progenitor, cuando, al girarse para adoptar una de las posturas, vio frente a él a Jaejoong, quien vestido con el traje de hombre que él le regalase y su cabello completamente recogido en una coleta, adoptaba la misma posición después de saludarle con la reverencia pertinente. ¿Y qué excusa podía ponerle para no luchar contra él?, las veces anteriores no había necesitado ninguna, puesto que Jae o bien no se había dado cuenta de que él había salido a entrenar, o se quedaba limpiando la casa con Sun Gen; y lo cierto era que, antes de que pudiera pensar en alguna realmente, su cuerpo ya había comenzado a actuar inconscientemente, devolviendo el saludo, adoptando la primera postura e indicando que estaba listo para la lucha cuerpo a cuerpo; porque… ¿a quién pretendía engañar?... todo su ser anhelaba aquel contacto que se desprendería de ese combate que acababan de iniciar.
Sus manos recorrían los brazos de Jaejoong por sobre la tela de la chaqueta, parecían no querer romper el contacto con aquel cuerpo frente al suyo, que presentaba la resistencia esperada, todo y que hacía bastante que ya no entrenaban juntos.

Sus ojos centraban la mirada en aquellos chocolates, que parecían perderse en la inmensidad de los suyos; sus dedos apresaban la tela sobre el pecho de Yunho, deseando perderse bajo ésta, y quizás por ese pensamiento que cruzó su mente, fue que él pudo hacerle aquella llave y tirarlo al suelo, pero no le molestaba en lo más mínimo el haber “perdido” en ese momento, ya que ahora podía sentirlo más, buscando más contacto mientras seguía con la lucha y su intento de levantarse del suelo.

Los brazos de Jaejoong no cesaban de moverse, en un intento, probablemente infructuoso, de liberar las muñecas del agarre al que las tenía sometidas, pero él no iba a ponérselo tan fácil, no… no iba a dejarlo escaparse, menos aún cuando, a consecuencia de aquellos movimientos, podía sentir su cuerpo moverse bajo el suyo, creando escalofríos que recorrían todo su ser, como si fueran corrientes eléctricas, mensajeros veloces y repetitivos, con un solo tema, “bésalo… lo estás deseando”, bombardeando su cerebro. Quizás, por haber entrado en batalla también consigo mismo, irguiendo la parte superior de su cuerpo, que había descendido en busca de aquel beso; fue que ahora sentía una de las piernas de Jaejoong rodeando uno de sus brazos, ejerciendo fuerza contra su pecho, obligándole a soltarle las muñecas, y haciéndole caer de espaldas al suelo. Poco después, sintió el peso de aquel cuerpo sobre sus caderas, la pierna que había utilizado para tumbarlo, deslizarse hasta situarse junto a la suya, las cosquillas provocadas por la caricia de aquellos cabellos negros al rozar su cuello, y sus muñecas apresadas y llevadas por sobre su cabeza, haciendo que el rostro de Jaejoong, le quedase peligrosamente cerca… tanto… que tuvo que tragar saliva por no besarlo.

No iba a dejarlo escapar tan fácilmente, lucharía con todo lo necesario para que su cuerpo siguiera estando tan cerca, para poder seguir tocándolo… pero antes de que pudiera darse cuenta, sus agarres se habían convertido en caricias, sus dedos se deslizaban lentamente sobre las palmas de las manos de Yunho, buscando enlazarse con los de él, su respiración seguía acelerada, pero ya no a causa del esfuerzo del combate, si no del deseo que le estaba ardiendo por dentro, y su rostro iba buscando la cercanía y el ángulo perfecto para besarle, mientras sus ojos no perdían detalle de aquel rostro, que no hacía muestra alguna de que le desagradase lo que estaba por venir, más bien lo contrario.

- Cof, cof… -tosió alguien a su espalda, haciendo que el rostro de Jae se alejase rápidamente del de Yunho- ¿se encuentra bien? –preguntó aquel soldado que los había interrumpido.
- Eh… sí… -contestó algo nervioso Yunho, incorporándose una vez Jaejoong se levantó de sobre él, maldiciendo interiormente la presencia de aquel hombre- Buen trabajo… por hoy daremos por terminado el entrenamiento… puedes volver a tus quehaceres. –le dijo a Jae, quien se despidió con una simple reverencia, y, tras colocarse aquella mochila para transportar la leña, se fue a buscarla -¿Hay algún problema? –quiso saber, pues alguna explicación habría para que aquel hombre hubiera entrado en sus tierras sin ser invitado.
- Ninguno… sólo vine a hacer la ronda, y dado que fue en esta casa donde apresaron a algunos de aquellos mercenarios, decidí pasarme por si alguno había quedado escondido.
- Pues no… en esta casa ahora mismo sólo estoy yo.
- Señor Jung. –hizo una reverencia al llegar.
- Oh, Changmin, dime…
- Ya acompañé a su casa a Sun Gen, ¿desea algo más? –aunque le extrañó aquello que su amigo le dijo, supo reaccionar rápidamente.
- No, gracias, puedes retirarte tú también.
- Gracias señor. –dijo en una nueva reverencia, y se marchó por donde vino.
- Por lo que se ve tiene gente trabajando también. –le encaró el guardia, como reprochando que le hubiera mentido o algo así.
- Pero no viven en la casa.
- Ya veo… de todos modos… ¿le importa si hecho un vistazo?
- No… en lo absoluto. –dijo, indicándole con la mano que entrase en la casa.

Sabía perfectamente que el guardia hacía su trabajo, aún así, le hubiera gustado que no revolviese tanto ni se quedase mirando con cara de alelado la ropa de mujer que, de forma habitual, usaba Jaejoong; “¿ocurre algo con la ropa de mi esposa?”, le preguntó cuando ya empezó a tocarle sobre manera las narices, el que estuviera manoseando tanto los vestidos; por fortuna se dio por aludido y los dejó rápidamente, pasando por encima en el resto de habitaciones, pidiendo disculpa por las molestias y dando gracias por su colaboración.
Al cabo de una hora o así, Jaejoong regresó con su cargamento de leña; él se dedicó a observarlo desde la ventana de la biblioteca, donde se había metido para ver si traducía un par o dos de documentos que tenía atrasados, y que quedó con el señor Hyo que le enviaría a Japón, antes de que el cansancio y el aburrimiento hicieran mella en él. Miraba embobado, como Jaejoong dejaba toda la leña, y se quitaba la chaqueta, dejando visibles aquellos fuertes brazos que habían estado sujetando con firmeza los suyos, cuando habían estado a punto de volver a besarse poco antes… y a pesar de verlo como hombre, de tenerlo ante sus ojos como pudiera tener a cualquier otro… su deseo por besarlo, por volver a aquella posición en la que estaban antes de que llegase el soldado, o por dormir a su lado como aquella noche en la caseta del lago… seguía ahí… todos… estaban ahí, inamovibles, ansiosos por ser realizados algún día… haciéndole patente, hasta que punto lo amaba, y que no era porque pareciera mujer, si no… porque era su Jaejoong, o, al menos, quien él quería que fuera suyo.

Se había pasado toda una hora recitando improperios varios contra aquel estúpido soldado, que había aparecido en el momento menos adecuado, dándole un motivo más para odiar a todos los hombres que conformaban el ejercito, comenzando por el general Song Hyu Neul; a quien borró rápido de sus pensamientos, en cuanto el rostro de Yunho volvió a dibujarse en su mente… aquel rostro que había permanecido impasible ante su cercanía, como si la hubiera estado deseando igual que él… eso quería decir… que le quería, ¿no?.
Al llegar a casa, empezó a descargar y colocar la leña, quitándose la chaqueta para no mancharla más, ni que se le rompiera al engancharse con alguna rama, era un regalo de Yunho y sentía que debía cuidarlo, puesto que era uno de sus tesoros; una vez hubo terminado, se fue a preparar el baño y a comenzar los preparativos de la cena.

Algunos días pasaron, Yunho volvió a trabajar para el señor Hyo, quien hacía poco había vuelto a Corea por un par de meses, de modo que volvía a ausentarse de la casa por horas, y a Jaejoong el tiempo sin tenerle cerca, se le hacía eterno; si era cierto que ahora volvían a entrenar juntos, también lo era el hecho de que tan apenas una vez más se había repetido algo siquiera similar, a lo que pudo haber acabado en beso días atrás.
Durante todo ese tiempo que Yunho estuvo en casa, Sun Gen se la había pasado en el Muñecas por petición expresa de Jaejoong, quien se lo hizo llegar a través de Changmin, mientras que a él le inventaba que su amiga estaba ayudando a su madre y a Jeon Bo porque estaban un poco enfermas, rezando porque no le diera por ir a comprobarlo; quería estar con él todo el tiempo que pudiera a solas, sin que nadie les molestase, como lo hiciera aquel maldito soldado, al que maldeciría hasta el fin de sus días.
En ocasiones, sentía que se iba a volver loco, pues incluso estaba echando de menos a Shin Ko, más que nada porque, cuando él estaba presente, Yunho parecía ponerse celoso y reclamarlo como algo suyo, y él deseaba volver a sentirse como una posesión valiosa, tan deseado como aquel día en el mercado o aquella mañana después de dormir desnudos los dos… y pudo sentir su sangre agolpase violentamente en sus mejillas al recordar aquello y descubrir cuán deseaba volver a tenerlo así, desnudo, recorriendo su piel poco a poco con sus besos…. Ahora volvía a tener que esperarlo llegar, si bien, como no estaba dispuesto a no recibir su beso cuando él estuviera de regreso en casa, salía afuera a recibirlo todas las tardes, ya que, gracias a que el caballo pareció hacerle caso, Yunho volvía andando unos metros antes de llegar a la puerta, lo que le daba a él el tiempo de salir, dedicarle una sonrisa, robarle un beso y decirle “bienvenido a casa”, sabía que si lo hacía así, es decir, dándoselos en la calle, él no pondría mucha resistencia, algo de lo que no estaba muy seguro si lo hacía dentro. Lo malo era que, en cuanto cruzaban la puerta, él parecía estar siempre muy ocupado y se iba directo a la biblioteca, pidiendo que sólo le avisasen para cenar.

Aún se preguntaba cómo es que podía controlarse tanto… y quizás la respuesta estuviera en lo que le torturaba y le hacía temer no poder hacerlo… en aquellos besos que Jaejoong le daba cada vez que volvía a casa, incluso aquella vez que se adelantó… él aún no había salido, y le empujó un poco, no sabía si consciente o inconscientemente, hasta que algo fuera del portal, volvió a besarlo… en los que él por la noche, mientras Jae dormía, le robaba después de dejarle una leve caricia que calmaba el ansia de su piel por sentirlo… aunque después se sintiera terriblemente culpable, o, a veces, desease perder más el control y tener esa excusa para hacerlo suyo, aunque aquello pudiera desembocar en perderlo para siempre.
Ese día, además, debía debatirse con una carta de su tío Won Hyuk Mo, que le pedía nuevamente volver a palacio, es decir, separarse de Jaejoong y de aquellos besos que recibía al volver, y que él había aprendido a acompañar con dulces caricias que Jae parecía aceptar, pues cerraba los ojos y movía su rostro hasta que sus labios dejaban otro beso en la palma que le rozaba, y después le dedicaba la más bella sonrisa, mientras tomaba su mano y entrelazaban los dedos para entrar en casa; pero en cuanto él soltaba su mano para cerrar la puerta, se veía obligado a ir a la biblioteca, inventando la excusa de estar ocupado, para poder calmar el latido de su corazón, el deseo de aprisionarlo entre sus brazos y robarle besos hasta quedar ambos sin aliento. Si bien, no podía negarse a ir, ya que era una recepción oficial del rey al emperador de Japón, y necesitaban a todos los traductores de la corte en aquella fiesta; por eso, aún con todo el dolor de su alma, empacó las cosas y se despidió de Jaejoong, de igual modo que se daban la bienvenida, con una caricia y un dulce beso en la puerta de casa.

Quiso hacerse el fuerte, y lo logró mientras él le entregaba aquella dulce caricia y sus labios se encontraron en un breve beso, pero en cuanto Yunho estuvo lo bastante lejos como para no verlo, sus ojos se llenaron de lágrimas, que bordeaban aquella mano sobre su boca, que pretendía acallar aquel llanto de dolor, porque no podía evitar sentirse triste al saber que él se iba, aunque sólo fuera por unos días, pero es que, en su interior, seguía estando la duda de si volvería u ocurriría algo que lo hiciera quedarse lejos de él, y era porque más que miedo, lo que tenía era pánico a perderlo, por eso… él siempre estaba al lado de Yunho, porque si lo veía, si estaba con él… se sentía bien.

Nada más llegar a Seúl, el señor Won ya lo estaba esperando en la puerta montado en su caballo; le dijo que debían partir en seguida a palacio, pues ya los estaban esperando, para preparar todas las cosas y darles a conocer a cada cual su cometido; por lo que no perdieron mucho más el tiempo y se dirigieron al castillo, donde debieron identificarse ante los guardias aposentados en la entrada, que vigilarían aquella noche por la seguridad tanto del monarca coreano como por la del nipón.
Una vez en palacio, un sirviente les fue indicando a los traductores dónde se encontraba el dormitorio que compartirían y el baño que podrían usar para adecentarse, ya que muchos de ellos venían, al igual que Yunho, de un largo viaje. Cuando ya tuvo sus cosas acomodadas en la habitación, y después de darse un baño, decidió ir a dar una vuelta por los jardines, sorprendiéndose gratamente, de encontrar a Kim Tae Woon paseando también, pues no parecía estar dándoles ordenes a ningún soldado.
- Buenos días general Kim. –le saludó con una sonrisa.
- Buenos días señor Jung. –devolvió de igual modo el saludo- Veo que lo invitaron a la recepción del emperador.
- Sí… bueno, supongo que es algo lógico, ya que pasé a ser uno de los traductores oficiales del reino.
- Ya veo…. Me alegra verlo nuevamente.
- Lo mismo digo.
- Kim Tae Woon. –llegó gritando un hombre, dejando a Yunho a cuadros, cuando se percató de que era el mismísimo rey quien trataba con esa confianza al general- ¿Dónde te habías metido?, no sé ni el tiempo que llevo buscándote.
- Disculpe majestad. –dijo haciendo una reverencia
- ¿Quién es? –preguntó mirando a Yunho, relajando su semblante, de preocupado a tranquilo- Me resulta familiar…
- Es uno de los traductores que estarán en la fiesta de esta noche, se llama
- Majestad, os necesito para terminar de ultimar algunos detalles. –dijo la reina acercándose y tomando del brazo a su esposo, después miró altivamente, igual que lo hiciera la vez anterior que Yunho la vio, y no dedicó ni una mísera palabra al resto de los presentes.
- Pero estaba hablando con el general Kim… -y pareció que iba a hacer un puchero, cual niño chico.
- No se preocupe majestad. –dijo el general con una sonrisa- Iré con ustedes, para cuidar que nada les ocurra…. Si me disculpa. –pidió en una reverencia a Yunho.
- Sí, claro… Su alteza… Majestad… - hizo una reverencia y se marchó para seguir dando su vuelta hasta poco antes de que el sol cayera.

La fiesta era un éxito, todos estaban encantados; pero la falta de costumbre en tomar tragos, estaba por ir pasándole la factura, de modo que optó por retirarse a tomar algo de aire fresco que le pudiera brindar la noche, para ver si así se le pasaba el mareo y el sopor que le estaba entrando tras la ingesta de tanto vino y licor. La brisa era fresca, tranquila… invitaba a la contemplación de aquel cielo estrellado, mientras comenzaba a pasear sin fijar un rumbo concreto a sus pasos, preguntándose si Jaejoong también lo estaría observando, o ya se habría ido a dormir, cubriendo su cuerpo con las blancas sábanas que ahora envidiaba… tan sumido en sus pensamientos, que no se percató de que había alguien más con él, hasta que ambos se chocaron; entonces descubrió que era el general, quien, al igual que él, había salido a tomar el aire; se disculparon por el choque y comenzaron a hablar nuevamente
- Entonces… si lleva tanto tiempo sirviendo al rey… habrá conocido a mi padre, ¿no?
- Sí… lo conocí, aunque no teníamos demasiada relación. –aclaró Kim Tae Woon- La verdad es que no hablábamos mucho… y cuando se fue de Seúl, dejé de saber cosas de él.
- Ya veo… -dijo algo decepcionado, se le notaba en la voz, tenía la esperanza de que alguien le comentase cosas sobre como era su padre antes de que abandonase Seúl.
- Tae Woon, ¿por qué volviste a desaparecer sin decirme nada?, ya sabes que no me gusta que lo hagas, me pongo nervioso cuando no estás cerca. –dijo alguien a espaldas del general.
- Lo lamento… -se excusó, a la vez que se daleaba para hablar con el nuevo interlocutor, que no era otro que el rey- simplemente salí por tomar algo de aire, pero me entretuve hablando. –añadió, señalando a Yunho.
- Oh… -dijo algo contrariado el soberano, como si le molestase el haber sido escuchado tratando con tanta familiaridad o complicidad al general, a quien había llamado por su nombre- Ya veo… y… ¿quién es?, porque si no me equivoco, es la segunda vez que te veo hablando con él. –pareció reprocharle.
- Su nombre es Yunho… -dudó un instante, como si estuviera debatiendo entre si lo dicho a continuación sería bueno o malo- Jung Yunho. –dijo finalmente.
- ¿Jung? –preguntó el monarca, mientras todos los músculos de su rostro se tensaban- ¿Es el hijo de Jung Hee Sook?
- Sí. –fue la escueta respuesta que recibió tanto por parte del general como de Yunho.
- Vuelve a la fiesta. –le dijo a su escolta realmente enfadado- No quiero volver a verte perder el tiempo con él. –y Yunho no entendía a qué venía tanto desprecio de pronto- Es una orden. –añadió, destilando odio por sus pupilas.
- Como usted mande. –contestó Tae Woon, y aún a riesgo de que se enfadase más con él, se despidió- Me alegra haber hablado nuevamente con usted señor Jung… -y encaminó sus pasos tras el monarca.

Apenas había atinado a hacer una reverencia, con la que quería decir que para él también había sido algo placentera la charla que habían mantenido y el hecho de haberse encontrado; su mente aún estaba intentando procesar por qué el rey se había enfadado tanto al saber su apellido, al saber de quién era hijo… y no encontraba motivo alguno, porque dudaba que el hecho de que sus padres hubieran decidido ir a vivir fuera de Seúl fuera la razón de tanto odio a su familia.
Decidió seguir tomando el aire, paseando por las inmediaciones del palacio, en lugar de regresar a la fiesta, sentía que no podría soportar otra mirada de desprecio y odio como la que le había dedicado el monarca unos instantes atrás; y estaba como en su mundo, intentando olvidar todo lo ocurrido, hasta que oyó unas voces que provenían de uno de los veladores que había en el jardín, y su curiosidad, pues parecían estar discutiendo, hizo que se acercase por ver si alguno necesitase de ayuda.
- Quieres tranquilizarte Jin Hyo. –dijo el general.
- No, no quiero tranquilizarme… -respondió el rey, dejando estupefacto a Yunho la estampa, ¿qué tipo de relación tenían que estaban a solas y tratándose de forma tan familiar?- ¿cómo has podido estar hablando tan tranquilo con él, después de todo lo que hemos pasado por culpa de su familia?
- Porque Jung Yunho no es como su padre.
- No vuelvas a pronunciar ese apellido en mi presencia. –gritó el rey tapándose los oídos- Sabes perfectamente que prohibí que se nombrara a esa familia en el palacio.
- ¿Por eso, cuando los ministros escogieron a su tío, no les llevaste la contraria?
- Exacto…
- Merecía una oportunidad…
- No… -gritó como fuera de sí, al tiempo que abría violentamente las vestiduras del general, dejando visible el pecho de éste- No merece ninguna… -dijo, con sus ojos empezando a llenarse de lágrimas- El hijo del hombre que te hizo esta cicatriz, no merece nada de mí… -decía mientras pasaba sus dedos por aquella vieja herida que cruzaba el pecho del general, y que aún a la luz tintineante de las llamas de las lámparas de aceite que alumbraban el lugar, era visible también para Yunho desde donde él estaba.- Bastante tuvieron que por tu petición, al final sólo los desterré de Seúl, porque por mí… ese hombre hubiera muerto. –sus palabras, su voz… todo destilaba odio hacia la familia Jung.
- Su familia no merecía ser castigada por su culpa. –debetió, recordando a la señora Jung con el pequeño Yunho en brazos- Además, esto es agua pasada… y el joven Jung no tiene la culpa de lo que su padre hizo.
- No lo defiendas. –volvió a gritar- Por su cuerpo corre la sangre corrompida de ese hombre…
- No
- Basta… ya basta Tae Woon… -le cortó realmente enfadado, yendo de un lado a otro, completamente contrariado por la actitud de su general- Puede que tú hayas podido olvidarlo, pero yo no… para mí sigue estando bastante presente que Jung Hee Sook intentó matarme para acabar con nuestra dinastía… -¿podía ser cierto lo que estaba escuchando? ¿su padre había intentado matar al rey?- y por poco te mata a ti… porque te interpusiste entre los dos… -dijo, rozando nuevamente la cicatriz
- Es mi trabajo… me educaron para defenderte, para protegerte y dar mi vida por ti.
- Noo… -gritó- no quiero que vuelvas a decir eso… eres mi querido hermano mayor, Tae Woon, no… no quiero perderte. –dijo abrazándolo con fuerza.
- Solo soy el bastardo del rey, mi vida no importa. –respondió, devolviendo aquel gesto de cariño, acariciando fraternalmente la cabeza de Jin Hyo.
- Sí que importa. –dijo separándose lo suficiente para verlo a la cara, pero aún entre los brazos de su hermana mayor- A mí me importa… y si yo no hubiera nacido de mi madre… igual tú hubieras sido elegido como el rey. –añadió, cobijándose nuevamente en el pecho de Tae Woon.
- Mi destino no era serlo… pero me alegra tener un hermanito que se preocupa tanto por mí. –sonrió, revolviéndole el cabello- Volvamos a la fiesta, tus invitados estarán extrañados y alarmados por no encontrarte por ningún sitio… y tu esposa…
- No me hables de ella… por favor… -dijo mientras colocaba la ropa a su hermano- si no hubiera sido porque nuestro padre le prometió al suyo que nos casaríamos… ni en sueños la hago mi esposa.

Ambos volvieron a la fiesta, mientras que Yunho, se había quedado parado, oculto entre las sombras de los árboles de bambú que adornaban parte del jardín, desde donde había estado escuchando la conversación que el rey y su escolta habían mantenido.
Le costaba procesar la información… siempre había tenido a su padre por un hombre de bien, estricto, sí… pero con gran apego a la justicia; ahora descubría cual era el motivo por el que su progenitor decía no poder volver a la ciudad si no era por petición expresa del rey, y es que había sido desterrado… porque… había intentado matar al soberano…. No… su cabeza aún se resistía en ver al hombre que lo educó y crío, como un asesino.
No supo cuanto tiempo estuvo sentado allí, sólo salió de su estado de shock cuando su tío lo movió ligeramente, pues ni le había escuchado llamarle, y le dijo que debía volver a la recepción, pues le necesitaban. Al entrar, sintió la mirada inquisitiva del rey sobre él, y, aunque el general le dedicaba una sonrisa, lo cierto es que, después de lo que había escuchado, no se atrevía a mirarlo a la cara… sentía que no tenía derecho.

A la mañana siguiente, mientras aún seguía en la habitación con el resto de traductores, su cabeza seguía dándole vueltas a la conversación privada entre el rey y su hermano que él había escuchado, pero sólo hasta que el general Kim hizo acto de presencia, y con un gesto, le indicó que le siguiera; si bien no quería, sentía que era su obligación, no iba a ser otro más en su familia que hiciera algún tipo de afrenta a la real.
Una vez estuvieron a solas, Tae Woon quiso saber cuál era el motivo por el que, durante todo lo que quedó de fiesta, él había estado cabizbajo y rehuyendo su mirada o cualquier tipo de conversación que él quisiera entablar, si había sido por lo comentado por el rey o había otro motivo; de modo que Yunho confesó que había escuchado la conversación.

- Así, que nos escuchó…
- Sí. –dijo cabizbajo, realmente avergonzado, y por toda la actitud que había tenido desde que entró de segundas a la fiesta y mientras él le preguntaba, el general supo perfectamente, que Yunho desconocía la verdad de lo ocurrido.
- Su padre y algunos hombres más, planearon un golpe de estado… -comenzó a contarle- El anterior soberano
- Su padre –le cortó Yunho, arrepintiéndose al momento.
- Vaya… ¿eso también lo escuchó? –asintió tímidamente- pues sí… bueno, como iba diciendo, el anterior soberano había muerto, y mi hermano, como hijo legítimo, debía sucederlo, aunque sólo tenía once años… Jung Hee Sook no consideraba digna a la dinastía Kim, y como era uno de los hombres con más posibilidad de acercamiento a Jin Hyo, fue el escogido para acabar con su vida. Yo había sido educado por nuestro padre como un soldado de escolta, principalmente, para que me encargase de la protección de mi hermano pequeño, y siempre había estado junto a él; de modo que cuando su padre intentó matarlo aquella tarde, yo me interpuse entre ambos, y conseguí desarmar a su padre, después vinieron los soldados, y cuando se lo llevaban a los calabozos por intento de regicidio, consiguió escapar. Aún con mi herida abierta, fui con algunos soldados hasta la casa donde vivían, y allí encontré a vuestra madre, que con usted en brazos, me rogó porque le dejase vivo… no pude negarme… y sólo esperaba poder convencer a mi hermano de que perdonase también.
- Yo… no sabía nada de eso… -dijo bajando su rostro avergonzado.
- Pasó hace mucho tiempo. –sonrió el general Kim.
- Para su majestad no parece que tanto…
- Bueno… supongo que jamás se supera el ver a los doce años, como por poco matan a tu hermano mayor, de catorce… -dijo algo divertido, pues para él parecía ser una anécdota más, pero estaba claro que para el rey, quien estaba acostumbrado desde pequeño a estar con Tae Woon cerca, el pensar que, aunque solo fuera un instante, iba a perder por siempre a su queridísimo hermano, aquello no tenía gracia ninguna.
- Supongo.
- No debe sentirse culpable. –dijo el general, poniendo una de sus manos sobre el hombro de Yunho.
- Pero ha sido mi familia…
- No… fue su padre… y usted no se parece a él… usted… no es Jung Hee Sook, sino Jung Yunho, una persona completamente distinta, con unos valores distintos…. Al contrario que con su padre… con usted estoy seguro de su lealtad al rey.
- Sí… gracias. –sonrió levemente, aún le costaría hacerse a la idea.
- Espero que tenga un buen viaje de vuelta a su casa… ahora, si me disculpa, debo irme, si su majestad me encuentra hablando con usted otra vez… -y ese comentario arrancó una ligera risa en Yunho, por lo que el general, hizo una reverencia y se despidió satisfecho.

De todos los traductores que viajaron a Seúl, él fue el único que se volvió a casa el mismo día en que el emperador nipón volvía a su país, el resto prefirió seguir gozando de las comodidades de la vida palaciega unos días más; pero, si antes se sentía fuera de lugar, ahora, después de saber la verdad, lo hacía aún más….
El viaje de vuelta, fue como siempre, sólo que esta vez su cabeza no paraba de darle vueltas a todo lo vivido y su caballo, como llevaba días haciéndolo, se negó a dar un paso más con él encima a unos diez metros de su casa, obligándole a descabalgar y tirar de las riendas para hacerlo andar. Y entonces lo vio… estaba mirándolo fijamente, con la cesta de la compra entre las manos, como no creyéndose que él estuviera allí realmente, hasta que dejó caer la cesta y se le abalanzó, abrazándole del cuello, hundiendo su rostro contra éste; parecía tan contento de verlo de nuevo… y él había lo había extrañado tanto, que esta vez sí que no quiso evitar las reacciones que tenía su cuerpo, abrazándolo por la cintura, apegándolo a él, disfrutando del embriagador aroma que desprendía los cabellos negros de su adorado Jaejoong, hasta que éste los separó un poco, haciendo que se sintiese un poco idiota, por haberlo forzado, pero eso fue sólo hasta que los labios de Jae apresaron los suyos en un beso, que fue perdiendo lo breve y tímido por momentos, convirtiéndose en pasional y necesitado; que se cortó cuando les fue preciso respirar, y entonces él le dedicó la más bella de las sonrisas enmarcando un “bienvenido a casa”.

Estaba seguro de que los dioses sabrían que, de no haber sido por que la madre de Changmin se acercó en ese momento para entregarle la cesta que había dejado caer, lo habría besado otra vez; pero tras la intromisión no intencionada de la mujer, le entró la vergüenza, o vete a saber qué, la cuestión era que se limitó a tomarle de la mano y encaminarse hacia casa, donde estuvo a punto de robarle otro beso, si no hubiera sido porque Changmin hizo acto de presencia, y le pidió a Yunho que si podían hablar a solas; pensó que ya se habrían acabado los besos hasta el día siguiente, pero él le dio uno antes de meterse en la biblioteca con su amigo y cerrar las puertas tras de sí.

Una vez estuvieron a solas, Changmin le dijo a Yunho lo que había pasado durante su ausencia, a saber, que Shin Ko parecía volver a querer algo con Jaejoongieh, aunque su mujercita seguía ignorándolo, que el padre de Sun Gen había vuelto pero no se le había acercado en ningún momento, ni siquiera había salido del Muñecas, ah, y que a él ahora le gustaría trabajar como escolta de su familia, si a él le parecía bien; pero enseguida se dio cuenta de que su amigo no le estaba prestando atención, que parecía estar en su mundo, y su curiosidad innata le hizo preguntar si le había ocurrido algo mientras estaba en la ciudad, pero no esperaba lo que su amigo le contó. Todo aquello le sobrepasaba un poco, cierto que el difunto señor Jung no le había dado buena impresión nunca, que jamás soportó el hecho de que le impidiese a Yunho seguir viéndolo y siendo su amigo cuando, después de que su padre muriese, su madre volvió a casarse y él adoptó el apellido de quien se convirtió en su nuevo padre, sólo porque su familia había perdido todos los privilegios y el dinero que tenía… pero de ahí, a pensar en algún momento que el señor Jung pudiera haber intentado matar al rey… iba un mundo; y ahora entendía por qué su amigo había parecido tan ausente desde que había vuelto, por fortuna, pensó, Yunho tenía a Jaejoongieh, con quien parecía olvidar todos sus problemas, con una simple sonrisa que le dedicara, más aún con un beso.
Al final, cuando ambos parecieron cambiar de tema, y volver a centrarse en lo que Changmin le había pedido, Yunho le dijo que sí podía trabajar como su escolta si quería, bueno, de él y de toda la familia Jung; algo que le alegró, pues desde que el señor Hyo decidiera quedarse en Japón para estar cerca de su hija, estaba más que claro que iba a quedarse sin trabajo, y él necesitaba el dinero.

Al salir de la biblioteca, Yunho presentó a Changmin como nuevo escolta, a Jaejoongieh y a Sun Gen; después se sentaron los cuatro a comer juntos, pues se consideraban como una gran familia, y estuvieron hablando de todo lo que había pasado, aunque los dos ocultaron lo que el joven Jung había descubierto sobre su familia en Seúl, pues no era algo que pudieran comentar como si tal cosa.

3 Comentarios:

  1. OMG! Donde estan los comentarios!?
    En fin, entonces sere la primera.

    WOOOOOOO! ESTE CAPITULO SI QUE ESTUVO BUENOO!!!
    Mucha emoción, suspenso, angustia, adrenalina, otra vez casi me infarto!

    Como muero porque ambos se confiesen sus sentmientos! Me torturan >-< apurensee! ayy!!!!>-<

    En fin, seguire leyendo *--* espero sobrevivir again xDDD

    ResponderEliminar
  2. Anónimo3/28/2012

    unnie me estas haciendo larga la espera XD ya quiero ver que se confiesen sus sentimientos!
    Muy bueno!!!

    ResponderEliminar
  3. Me ecanta que sientan esa necesidad ee estar juntos el uno del otro. Y que ChangMin sea tan leal.El hecho de que todo vaya tan calamdo con el general y el señor Kang si asusta. Me encatar8a que Mi Chunnie y Junsu también entraram en el relato, tanto como espero que Yunho o Jae confiesen el amor que se tienen.

    ResponderEliminar

Deja tu comentario \(*O*)/ ♥ ♥
o más bien... deja tus pensamientos pervertidos grabados en esta entrada XD