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Arualthings

Belong. Te pertenezco cap 6

El pecho le seguía doliendo, se había pasado casi toda la mañana llorando, y sus ojos enrojecidos, ya empezaban a escocerle un poco; tras la partida de Yunho, había vuelto a meterse en la habitación, igual que cuando el día anterior, se enteró de que se iba y se sintió tan traicionado, si bien, sabía que ya no lloraba porque él hubiera quebrantado aquella promesa, pues seguramente no le había quedado más remedio que acudir en esta ocasión, porque esta vez sí hubiese sido solicitado a presencia de algún miembro de palacio; no, aquellas lágrimas nacían por el dolor de no tenerlo a su lado, por la tristeza que había visto en su rostro al marcharse, al despedirse de él, por aquella gota que había caído sobre su mejilla mientras Yunho lo besaba, pese a que no estaba lloviendo, y él aún no había comenzado a llorar… porque temía que algo pudiera pasarle al amor de su vida, y él no estuviera allí para impedirlo.

Sun Gen no podía soportarlo más, realmente le dolía ver a su amigo tan decaído, tan hecho polvo; se le formaba un nudo en la garganta y las lágrimas empezaban a querer agolpársele en los ojos, luchando por salir, pero no quería que él se sintiera peor, así que se las guardaba dentro, aunque igual ni cuenta se daría, porque desde que Yunho se fuera, hacía ya dos días, Jaejoong se la había pasado encerrado en la habitación, llorando, o andando por la casa, pero como si fuese un muerto en vida, como ausente, en un mundo distinto al que le rodeaba y donde lo único que existía era su tristeza, sin ir más allá de las paredes que delimitaban la propiedad de los Jung, ya que no quería salir a ningún lugar, ni tan siquiera a los primeros puestos del mercado, aquellos que más cerca estaban, acompañándola a comprar lo poco que les hiciera falta.
A estas alturas, e incluso sin quererlo demasiado, la verdad era que Changmin se había convertido en su punto de apoyo, y es que, aunque se había prometido separarse de él, alejarse para no amarlo más de lo que ya lo hacía, para poder olvidarlo y que no le doliera tanto el día en el que él decidiera estar con aquella Min Hee que tanto lo manoseaba y que ella tanto detestaba… ahora debía admitir que lo necesitaba, que aquellas muestras de apoyo, esa simple mano sobre su hombro, o ese abrazo tierno y sincero, cuando ya no aguantaba más y acababa rompiendo, cediendo al llanto, era lo que le daba fuerzas para seguir adelante; necesitaba de aquellas palabras de ánimo, de aquellos besos sobre sus mejillas, que secaban sus lágrimas y le hacían sanar las heridas de su alma, las dulces caricias que le regalaba… y, agradecía, por sobre todas las cosas, que no hiciera nada por aprovecharse de su vulnerabilidad en aquellos momentos, es decir, que el “paquete de consolación” no incluyese hacerle el amor, valiéndose de la posible necesidad de cariño que ella pudiera sentir y que le ayudase a reconfortarse.

Juraba por los dioses, que si no hubiera sido porque su caballo necesitaba descansar, y pese a lo que le pudiera haber pasado a él, hubiera hecho el viaje a Seúl de un tirón; quería llegar lo antes posible, para volver lo antes que pudiera, porque cada noche lejos del cuerpo de Jaejoong era una tortura… el cerrar los ojos y verlo, abrirlos y recordar que no podía estar ahí junto a él, intentar aspirar, en una habitación extraña, el aroma que se desprendía de sus largos cabellos negros… se mordía los labios de la misma rabia que le daba el saber que no podía besar los de su amor, como tantas otras veces lo había hecho cuando la oscuridad inundaba todo… se sentía tanto frío en aquel dormitorio… incluso la luna, que veía a través de la pequeña ventana abierta de su habitación en aquella pobre posada del camino, parecía más distante que otras noches; deseaba con todo su ser que llegase el alba, que el sol comenzase a despuntar por el horizonte, para continuar su viaje, y acabar de una vez con aquellos sentimientos encontrados que se mezclaban en su interior, aunque el de la tristeza dominase sobre el resto; porque no iba a negarlo, también sentía algo de curiosidad por saber qué secretos podían encerrarse en los libros de la biblioteca real.
Se pasó todo el día cabalgando, parando tan apenas para comer y que su caballo recuperase fuerzas; por lo que en la tarde de aquel día, sus ojos ya divisaron las murallas de la ciudad de Seúl, y algo más cercana la noche, se encontraba en el interior de las paredes de palacio, mostrándole a los guardias que custodiaban la puerta de la biblioteca, el permiso especial que tenía para poder entrar.

- Vaya, no le esperaba hasta mañana en la tarde como muy temprano. –dijo el general Kim a modo de saludo.
- Oh… buenas noches general.
- Buenas noches… ¿tanta prisa tiene por saber lo que contienen esos libros? –Yunho se sonrojó avergonzado, había parecido demasiado ansioso- ¿no quiere acompañarme a cenar?
- Yo… no sé si debiera…
- Insisto.
- Está bien. –aceptó más por educación, que por verdaderas ganas, no que no tuviese hambre, pero cuanto antes mirase los libros, antes regresaría a casa.
- Llevad las cosas del señor a la recamara que mandé preparar esta mañana. –ordenó a uno de los guardias que iban con él, y Yunho creyó saber el motivo por el cual el general no había dicho su apellido, y es que recordaba perfectamente que el nombre de su familia no era bien recibido en palacio, pues habían sido tachados de traidores a la corona, y tenían prohibida la entrada a no ser que el propio rey los mandase llamar- Por favor… -hizo un gesto con la mano, indicándole la dirección a tomar para dirigirse a donde cenarían.
- …- Yunho respondió con una reverencia, y dirigió sus pasos hacia el lugar indicado, esperando brevemente a que el general se situase a su altura, para continuar ambos juntos, ya que desconocía a donde él le llevaba; resultando ser la recamara de Kim Tae Woon.
- He de confesarle que me extrañó su petición. –confesó el general, mientras esperaban a que la cena les fuese servida- ¿Qué es lo que espera encontrar? –preguntó realmente curioso, sus enormes ojos eran bastante expresivos.
- Respuestas… solo eso… respuestas a todas las preguntas que me he formulado desde niño.
- ¿Preguntas sobre su pasado? –cuestionó, tomando el primer sorbo de su copa.
- Sí… He estado buscando por mucho tiempo, pero en los libros que estaban a mi alcance hasta ahora, no he encontrado lo que buscaba, o las respuestas eran inconclusas, confusas…
- Espero que aquí encuentre todas las respuestas que ha venido a buscar. –deseó de corazón.
- También lo espero… y, gracias general Kim, por brindarme esta oportunidad. –dijo en una reverencia, consciente de que había sido Tae Woon, por su cuenta y sin consentimiento del rey, quien había decidido abrirle las puertas de la biblioteca real, pues el monarca, seguramente, seguiría sin querer ni verle, sólo, porque él llevaba el apellido Jung, y que sentía, en esta ocasión más que nunca, que pesaba como una losa.

El general le sonrió, y ambos terminaron de cenar en silencio, después, mandó que le indicasen cual era el dormitorio que ocuparía esta vez, disculpándose por no ser él mismo quien lo acompañase, pero debía ir a encargarse de establecer los turnos de escolta de la familia real, y descansar, pues en la mañana, empezaría él mismo, entre otros; a parte que, seguramente, su hermano se estaría preguntando dónde estaba, porque no lo había visto en casi todo el día. Se despidió como siempre, con una sincera sonrisa adornando su rostro, y se perdió tras la esquina del corredor donde se situaba su habitación; poco después, fue guiado por uno de los guardias hacia su dormitorio, que se encontraba cerca del patio que daba a la biblioteca.
Aunque no le apetecía demasiado, finalmente se quedó en la habitación, pues no quería ser el causante de algún problema para el general Kim, que tan bien se había portado con él, todo y pese a que su padre casi lo mató, aunque no fuera a él a quien su progenitor quería quitar del medio, esperaría pacientemente hasta que en la mañana él le avisase de que podía entrar en la biblioteca.
Ni se molestó en desempacar lo poco que se había llevado consigo, simplemente lo abrió lo necesario para sacar su ropa de dormir; se desvistió y plegó cuidadosamente la que había usado, se puso la otra, se introdujo en la mullida cama y dejó a sus ojos perderse en el cuadro de estrellas que dejaba ver la ventana, pidiéndoles ayuda para poder conciliar el sueño sin tenerle a él a su lado, y quizás también por el cansancio, sus ojos se fueron cerrando poco a poco, hasta que finalmente quedó dormido.

Una noche más que no lo tenía al alcance de sus brazos, en la que no podía regalarle a sus manos el robo de pequeñas caricias a aquel cuerpo que adoraba, ni a sus labios la posibilidad de besarlo… una noche más, que sabía se pasaría recordándolo, hasta que sus ojos se acabasen cerrando por el dolor y el cansancio de haber llorado tanto…. Volvió a tomar una de las ropas que Yunho usaba para dormir, la única que había dejado, y quitándose la suya, se vistió con ellas, respirando y dejándose llevar por aquel sutil aroma que aún perduraba en esas prendas, hundiendo su nariz en los vivos del cuello o los puños de las mangas, cerrando los ojos para hacerlo presente frente a él en sus pensamientos, para imaginarlo abrazándole, envolviéndole como su ropa lo hacía; entró en la cama, ocupando el lugar que él ocuparía si estuviese, abrazando entre sus brazos y sus piernas la almohada, acariciándola dulcemente, como si fuera el pecho de Yunho, sobre el que tantas veces había dormido, y dejando un leve beso y una furtiva lágrima, cerró sus ojos y se dejó vencer por el sueño.

Hacía apenas unos minutos que el general Kim había pasado a avisarle, podría acercarse a la biblioteca sin temor alguno de ser visto, pues la familia real al completo, iban a ir al templo donde yacían los restos de la familia de la reina, a realizar diversas ofrendas y rezar unas oraciones a sus difuntos, con el fin de que también los espíritus de sus antepasados los protegieran, así que seguramente estarían todo el día fuera, y él podría tener mayor libertad de movimiento para desplazarse por prácticamente donde quisiera de palacio, sin tener que ir ocultándose del monarca, que aún seguía teniendo resentimiento a todos los miembros de la familia Jung. Pero, aunque sabía que podía ir tranquilamente, él tomó lo que le sirvieron de desayuno, añorando los que le preparaba Jaejoong, y tan pronto terminó, se marchó a la biblioteca con intenciones de no moverse demasiado de allí, no fuera a ser que por uno u otro motivo, que se escapase a la previsión que llevaban, debieran volver antes; siguiendo al general Kim, quien le dijo a los soldados que custodiaban la puerta, que aquel joven que le acompañaba tenía libre acceso a ella cada vez que quisiera; entró en ella, quedándose boquiabierto al ver lo enorme del lugar y la cantidad de libros que allí se encontraban en perfecto orden y conservación, no cabía duda de que los encargados de ella realizaban un buen trabajo; pronto encontró la sección donde se encontraban los manuscritos que él necesitaba, alzó la mano con intención de tomar uno de la estantería, pero se detuvo a unos pocos centímetros de que la yema de sus dedos tocase la cubierta de aquel tomo, entonces miró hacia donde se encontraba el general, pidiéndole con la mirada, el permiso necesario para poder tomarlo y leer su contenido, que le fue dado en forma de sonrisa entre cómplice y divertida, tal vez, por verle como un niño pequeño que espera le dejen tomar entre sus manos algo que ansía, pero teme no le permitan hacerlo; una vez lo tuvo, lo situó cuidadosamente sobre una de las mesas allí dispuestas para la lectura, y lo abrió lentamente, dibujándose en su rostro una sonrisa, que se ensanchaba a cada página que pasaba; entonces quiso darle las gracias al general nuevamente, pero al girarse sonriente hacia donde éste estaba, no lo halló, por lo que dedujo que se habría ido al poco, ya que él se encargaría hoy, como estaba seguro que hacía siempre, de que a su hermano pequeño, y rey de toda Corea, no le pasase nada. Sin borrar aquella sonrisa, volvió a fijar su mirada en los datos que aquellas páginas le mostraban, buscando anotaciones sobre una fecha en concreto.

Sun Gen salía de la habitación principal de la casa Jung y cerraba lentamente, intentando no hacer ruido, tras de sí, y dejaba a sus ojos irse acostumbrando lentamente, parpadeo tras parpadeo a la luz del día, pues había estado sólo a la luz de una vela; entre sus manos, una bandeja, donde se veía un plato aún bastante lleno, un cuenco con algo de sopa y otro con un poco de agua.

- ¿Ha querido comer algo? –le preguntó Changmin, que se encontraba terminando de comer en la cocina, cuando la vio entrar.
- Tan apenas unos bocados… -se lamentaba, mientras dejaba los platos en el enorme barreño de barro donde los lavaría después- pero al menos conseguí que bebiera algo de agua y se tomase medio tazón de sopa.
- Si sigue así, acabará enfermándose.
- Lo sé… aish… ¿cómo puede ser tan cabezota? –se quejaba por la actitud de Jaejoong, quien parecía haberse declarado en huelga de hambre hasta que Yunho volviera a la casa.
- Bueno, yo sé de alguien que le gana… -dejó caer como quien no quiere la cosa, mirándola por el rabillo del ojo.
- Gracioso. –respondió a su ataque, soltándole un golpe en el brazo.
- Perdona. –le pidió con una sonrisa en su rostro, haciendo que en el de ella, involuntariamente, se dibujase otra.
- ¿Crees que el señor Jung tarde mucho más en regresar de Seúl? –preguntó, tomando asiento a su lado.
- ¿Yunho?...tal vez… no sabría decirte… aunque prometió que regresaría lo antes posible.
- Ya… -dijo, bajando su rostro, como vencida, y es que sabía que hasta que Yunho no regresase, su amigo estaría así- Espero que lo cumpla.
- Lo hará… -sentenció- Lo que no entiendo es por qué no le ha dicho ya lo que siente… -se preguntaba más a sí mismo.
- No es fácil… -respondió Sun Gen, mirando hacia la puerta de la cocina, entreviendo, ligeramente, la puerta cerrada de la habitación donde había dejado a Jaejoong durmiendo- Después de todo lo que ha pasado…
- ¿Le ha pasado algo a Yunho? –preguntó extrañado.
- ¿Qué?, ¿a Jung Yunho?...no… yo estaba hablando de Jaejoongieh.
- ¿De Jaejoongieh?
- Sí…
- Espera… ¿Jaejoongieh está enamorado de Yunho? –Sun Gen asintió.
- Me lo confesó hace ya algún tiempo… que acaso Yunho… -en esta ocasión fue Changmin quien hizo un movimiento afirmativo con la cabeza.
- El otro día… cuando… -y por, digamos vergüenza, se limitó a mirar el pecho de Sun Gen, haciéndole entender, de ese “sutil” modo, que se lo había dicho el día en que descubrió que su amigo era hombre, y él quiso asegurarse de que ella era mujer.
- Oh… -se limitó a decir, mientras se colocaba mejor el hanbok, procurando que no se viera nada que no debiera verse en una mujer decente.
- Vaya dos… -se quejó Changmin, volviendo la vista al frente, con un leve sonrojo en sus mejillas, producto de haber recordado el suave tacto del pecho de Sun Gen, y por haberse quedado mirándolos un buen rato, según parecía, sin que ella se diera mucha cuenta, que si no… de seguro le hubiera golpeado; aunque pensándolo algo más fríamente, así hubiera tenido un motivo para robarle otro beso.
- Bueno Changmin… no es tan fácil… -quiso empezar a argumentar el motivo por el cual, supuestamente, su amigo no había hablado sobre sus sentimientos con Yunho.
- Sí lo es…
- No, no lo es…
- Sí lo es…
- Changmin…
- ¿Quieres que te lo demuestre?
- ¿Qué? –preguntó algo descolocada
- ¿Quieres que te demuestre lo fácil que puede ser decirle a quien amas lo que sientes? –Sun Gen asintió, no muy convencida, pero como retándolo a que lo hiciera; y pronto los labios de Changmin apresaron los suyos, mientras era rodeada por aquellos varoniles brazos que, no le permitían escapar, y la aprisionaban cada vez más estrechamente contra ese pecho que se intuía fuerte, y no pudo evitar dejarse llevar y responder a aquellos besos, todo y que al principio mostrase un poco de resistencia, pero es que… besaba tan bien…; pero pronto, el sonido de la puerta corredera al abrirse, hizo que se separase instintivamente de él, escapando, involuntariamente de sus labios, un gemido.
- Jaejoongieh, ¿ocurre algo? –le preguntó, mientras se recolocaba rápidamente la ropa.
- No. –respondió sin apenas mirarlos- Simplemente me cansé de estar en la cama.
- Ya veo… -dijo algo triste.
- Voy un momento al baño. –se excusó Jae, saliendo por la puerta.
- ¿Tan mal beso? –quiso saber Changmin, mientras envolvía nuevamente entre sus brazos a Sun Gen por la espalda.
- Por favor… -dijo, deshaciéndose del abrazo con un culazo, al tiempo que sus manos tomaban los brazos del chico, y los obligaba a abrirse- No es el momento, ni el lugar…
- ¿Por qué?
- Pues porque Jaejoongieh está hecho polvo porque tu amigo Yunho no está con él, y ahora lo que menos necesita es ver arrumacos entre…
- ¿Dos personas que sienten lo mismo entre ellas, que ellos el uno por el otro?- quiso saber
- Ah… -quiso poder replicarle, pero… ¿qué contestar, cuando la respuesta era que sí, pero no quería que él lo supiera?, por fortuna Jae volvió en ese momento del baño- ¿Me ayudas a hacer la comida? –le preguntó a su amigo, acercándose a él, y por ende, alejándose lo más posible del castaño, pues sentía que si volvía a abrazarla así y besarla… acabaría cediendo a todo lo que él quisiera.
- Como quieras. –contestó completamente desganado.
- Bien, como parece que no me necesitáis por ahora… -intervino Changmin, siendo consciente de que Sun Gen había eludido responder a la pregunta, y que seguramente se la pasaría haciéndolo todo el día- voy a buscar más leña para el fuego, no tardo. –se despidió al tiempo que salía por la puerta.
- … -Sun Gen no pudo evitar que un sonoro y profundo suspiro, escapase de sus labios en ese momento, aunque Jaejoong no pareció percatarse de él; así que se dispusieron a preparar lo que comerían los tres, nuevamente en silencio.

Una luna perfectamente redonda y blanca, acompañada por su séquito de estrellas, iluminaban el oscuro cielo nocturno que cubría la ciudad; sobre la tierra, sólo unas cuantas antorchas y lámparas de aceite encendidas, les hacían la competencia, alumbrando en mejor medida aquello que a los hombres interesaba, sembrando algunas paredes de sombras.
El general Kim Tae Woon acababa de dejar a sus altezas reales, Kim Jin Hyo y su esposa, en el dormitorio de la reina, y él atravesaba ahora uno de los patios interiores de palacio, camino de su dormitorio; el viaje había sido largo y agotador, sobre todo para los soldados que iban a caballo, como era su caso, pues debían adelantarse y volver, dando partes de cómo se encontraba el camino y si era seguro avanzar, y más aún para los pocos que habían acompañado al séquito real a pie, caminando al costado de la carroza real, preservando a sus ocupantes de cualquier ataque, ya que nunca se sabía cuando los enemigos de la dinastía Kim podían hacer acto de presencia; de modo que lo único que deseaba, era llegar a su habitación, quitarse aquella pesada coraza, la ropa llena de polvo y echarse a dormir en su cama. Pero algo llamó su atención; por regla general, a esas horas, tan avanzada la noche, las luces de la biblioteca, es decir, las que estaban en la sala, estaban apagadas, no así como las que iluminaban el exterior y que ayudaba a los guardias a realizar mejor su ronda; esta vez, podía distinguir, perfectamente una pequeña y tintineante luz a través de una de las ventanas, ¿podría ser que el joven Jung Yunho aún estuviera dentro, buscando entre todos aquellos libros las respuestas que tanto ansiaba?, entonces encaminó sus pasos hacia aquella ventana, y, abriéndola un poco, lo vio batallar con un montón de papeles que tenía sobre la mesa, dos o tres libros abiertos y el sueño que parecía querer hacerle caer bajo su influjo, pues, a pesar de mirarlo sólo un momento, lo vio sacudir su cabeza, intentando despejarse; cerró la ventana, sonriendo tiernamente, aquella imagen le recordaba cuando su hermano estudiaba hasta tarde, desesperándose muchas veces porque no entendía tal o cual cosa…, y es que, aunque por derecho legítimo le correspondía ser rey, nadie dijo que dirigir a todo un país de forma justa, fuese fácil, ¿no?; Jin Hyo se había preparado a conciencia para ser mejor soberano de lo que jamás había sido el padre de ambos; prosiguió su camino hasta su habitación, y una vez se cambió de ropa, cayó profundamente dormido, tras tumbarse en su cama.

El canto de los pájaros invadía cada centímetro del jardín; nada más levantarse, sintió la necesidad de respirar aire limpio, y el que circulaba por la habitación en la que había pasado la noche, se le antojaba viciado, sucio, corrompido…. Su cuerpo cubierto con una simple bata, que iba barriendo las hojas que alfombraban aquel sendero que recorría; su pelo suelto se mecía al compás del viento, dejando su rostro casi completamente al descubierto. Al llegar a una de las secciones que tenía rosas, tomó la más hermosa entre sus delicadas manos, mojándoselas con el ligero rocío que aún guardaba la flor entre sus pétalos, y aspiró dulcemente su aroma…. Era en momentos como éste, cuando se sentía realmente libre, sin que nadie le dijera qué debía ser, como debía comportarse, como vestirse, como hablar… a quién amar… dejaba de ser el doceavo rey de la dinastía Kim, y se convertía simplemente en Jin Hyo, en un hombre capaz de sonreír sólo al percibir el olor y sentir el sedoso tacto de los pétalos de una rosa entre sus manos, porque su vida ya estaba lo suficientemente llena de espinas...

- Pero mira que te gusta hacer padecer a tu esposa… -dijo una voz a su espalda, y no necesitó girarse para saber a quién pertenecía.
- Una de mis espinas… -musitó.
- ¿Decías algo?
- Nada. –meneó la cabeza levemente- Ella no padece… os lo hace creer a todos… -sonrió, mientras sus dedos se fueron deslizando por las demás rosas- pero sé que le costaría poco encontrar un nuevo amor el día que enviudase. –y pudo notar su olor mucho más cerca, adivinar su rostro tensarse, era algo obvio, y él ya lo sabía, odiaba la simple idea de que le ocurriera algo, lástima que ese sentimiento no fuera algo más intenso- ¿Qué rosas te gustan más? –preguntó, volteando su rostro lo suficiente como para encontrarse con la mirada de su interlocutor, con una enorme sonrisa en sus labios, para que le perdonase por lo que había insinuado antes, sintiendo como éste le cubría con una bata algo más gruesa, que le ayudaba a defenderse algo más del frio de la mañana.
- Estas son preciosas. –dijo, señalando un grupo, entre las que estaba la que el rey había olido apenas un momento antes.
- Entonces, le diré al jardinero que corte estas, -dijo señalando unas rosas distintas- y las ponga en el dormitorio de la reina.
- ¿Tan poco la quieres? –preguntó tras esbozar una divertida sonrisa.
- Ya sabes la respuesta. –le sonrió.
- Majestad… majestad… -apareció llamándole uno de sus sirvientes de mayor confianza- Hoy en la mañana tiene consejo con los ministros, es mejor que se comience a arreglar ya, si no quiere llegar tarde…
- Ya voy… -dijo, empezando a caminar tras él y seguido por su hermano, esbozando una sonrisa algo amarga, se había acabado su momento de libertad.

Era frustrante el obtener, prácticamente, las mismas respuestas que en su casa, ¿por qué aquellos archivos no arrojaban más luz sobre sus dudas?, aunque se consolaba pensando que aún le quedaban varios libros y documentos por mirar; así que esperaba encontrar algo de más ayuda en ellos.
Su estómago le estaba pidiendo algo de comida, así que salió de la biblioteca y, caminando con cuidado de no encontrarse con el rey de camino, fue hacia la cocina de palacio, para pedirle a la cocinera o cocinero, algo para comer, aunque igual sólo tomaría algo de fruta y se volvería a meter en la biblioteca a terminar con aquellos dos libros que había empezado a ojear, y los cuales, había pedido encarecidamente a los encargados ese día de mantenerla ordenada, no retirasen de la mesa mientras él estaba fuera; ya que sabía que estaba prohibido retirar cualquier libro de las estanterías y sacarlo fuera del recinto. En su camino de vuelta de la cocina, mientras terminaba de darle buena cuenta a un trozo de pastel de arroz que la cocinera le ofreció cariñosamente, como si fuera mamá que le da postre al niño sin que el papá se entere, pues lo había hecho cuando su esposo no la miraba; se quedó mirando un instante como entrenaba el general Kim, realmente era bueno con la espada… y vio como sus músculos se tensaron y su gesto se torcía, al ver a otro con más o menos su mismo rango, parecía estar realmente molesto de encontrárselo, si bien no alcanzaba a entender que se decían, pero era bastante obvio que estaban discutiendo el uno con el otro, aunque no se alzasen la voz; pero pronto recordó que estaba en medio del patio, y que el rey podía aparecer en cualquier momento y verle, así que decidió seguir su camino y volvió a encerrarse entre las paredes de la biblioteca, dando las gracias a los encargados por no haberle retirado los libros.

Kim Jin Hyo no era tonto, conocía perfectamente las expresiones de su hermano, y la que tenía durante aquella asamblea, era de molestia, de incomodidad; era cierto que los consejos de ministros no eran algo ameno, pero jamás había visto esa expresión en alguno anterior, así que supuso saber no qué, si no más bien quién era el causante de aquella mueca; lo buscó y no tardó en encontrarlo al final de la sala, casi pegando a la puerta, mirando a su hermano muy fijamente, como si lo estuviese retando, igual que siempre… ¿que esos dos no podían estar sin enfrentarse?, de seguro que si no tuvieran que comportarse, por estar presentes en el consejo, estarían peleando, y lo más probable es que fuera a puñetazo limpio, porque, por algún motivo que sólo ellos dos llegaban a comprender, Kim Tae Woon y Song Hyu Neul, se odiaban a muerte.
Cuando terminó el consejo, tuvo que pedirle a su hermano, casi ordenarle, que lo dejase en paz, que no montasen el número, y dio gracias de que aceptase sin rechistar, “tranquilo, majestad… no pienso darle al general Song el gusto de bajar a su nivel”, aunque tras escuchar eso… le pareció que más bien era casi sin rechistar, y que seguramente, si el otro volvía a pincharle, con la mirada o de palabra, su hermano acabaría reaccionando y soltándole un puñetazo.
Y, sin embargo, todo el odio que parecía tenerle Tae Woon, no se lo tenía, la que se suponía era, su adorada y amantísima esposa; a la que había visto más de una vez dar largos paseos con él por el jardín, hasta que se percataban ambos de su presencia, entonces ella iba a su lado, como se suponía que debía hacer, eso sí, despidiéndose con una amplia sonrisa del que hasta ese instante había sido su acompañante.
Siendo franco, lo cierto es que el general Song no le había hecho nada, específicamente, a él, y que le coquetease a su esposa… bueno, quizás si realmente la amase o sintiera algo por ella, le habría molestado algo… pero… por algún motivo, tal vez el que su hermano mayor le tuviera un odio tan visceral, a él no acababa de agradarle del todo, había algo en su mirada… que le hacía desconfiar, era demasiado oscura, turbia… demasiado distinta a la cristalina de Tae Woon, en la que podías descifrar todas y cada una de las emociones que pasaban por su alma; era… como si estuviera escondiendo algo y más en los últimos meses, a parte de la soberbia que parecía tener.

Habían salido todos de la sala, y él estaba esperando volver a encararse con el general Kim; quería que le diese explicaciones de por qué a él, precisamente a él, había sido a quien había mandado a enfrentarse con los japoneses que estaban atacando por la zona sur del país, y por qué no había sido él mismo quien, si, supuestamente, tan bueno era en la lucha y estrategias, había ido a hacerse cargo personalmente. Pero él ya no estaba, lo vio marcharse tras el rey, hablando con él, mientras le miraba medio desafiante. Lo odiaba con todas sus fuerzas…
Empezó entonces a caminar por el jardín del patio interior de palacio, imaginando que, si la reina se había enterado ya de su regreso, no tardaría en salir a su encuentro. Ella era una buena sustituta de todas aquellas mujeres que suspiraban por él, le gustaba ver como le sonreía de forma tan boba, como en su mirada se dibujaba la lujuria que él despertaba, y, en definitiva, como todo el cuerpo de la reina parecía estar pidiéndole que la poseyera… otra vez. Pero, aunque le gustaba esa sensación de dominio que parecía tener sobre la voluntad de la monarca, lo cierto es que extrañaba mucho, demasiado, el cuerpo de Jaejoongieh, y que moría por volver a sentirlo temblar entre sus brazos; todos aquellos hombres que habían pasado de alguna u otra forma por su cama, desde que descubriera que lo había perdido, no conseguían llenarlo con aquella sensación que lo embriagaba cuando poseía al pequeño.
Ya estaba empezando a oscurecer un poco, y le sorprendió ver luz dentro de la biblioteca, así que se asomó por la ventana, descubriendo a un joven que jamás había visto, y cuya sola presencia lo hizo estremecer de arriba abajo. Era tan distinto a Jaejoongieh, pero tan hermoso… que no podía dejar de mirarlo, y sintió la necesidad de saber de quién se trataba y si estaría mucho más tiempo por palacio, dándole así la oportunidad de conocerlo, y quién sabe si también de conquistarlo, o de hacérselo de alguna forma, aunque fuera privándolo, con alcohol, de la mayor parte de su voluntad.

- Debería descansar. –escuchó, dentro de la sala, la voz del general en jefe- No es bueno que paséis tanto tiempo delante de los libros… -sonreía a aquel muchacho con algo de complicidad.
- Oh, general Kim. –se levantó de golpe, casi tirando la silla, e hizo una reverencia para saludarlo- No se preocupe, estoy bien.
- ¿Seguro?
- Sí.
- De acuerdo… -volvió a sonreírle tiernamente- Si necesita algo, hágamelo saber. –dijo, despidiéndose de él.
- Así lo haré. –respondió en una reverencia, volviendo a sentarse poco después.
- Perdona… -dijo a uno de los guardias que hacían la ronda, tras dejar de mirar por la ventana
- ¿Sí, mi general?
- ¿Sabes quién es él? –preguntó, señalando hacia donde se encontraba aquel joven, haciendo que el soldado mirase por donde él lo había hecho antes.
- No señor… sólo sé que tiene total autorización por parte del general Kim para hacer uso de todos los libros de la biblioteca.
- Gracias. –y el soldado, tras una reverencia, continuó con su ronda.

Un montón de dudas se cruzaban en su cabeza, sobre todo, porque no imaginaba a su adversario, teniendo sus mismos gustos; pero pronto todo aquel quebradero de cabeza desapareció, en cuanto una mano femenina se situó sobre su brazo, regalándole una caricia; la reina solicitaba ser “atendida”, y él no iba a ser quien la desobedeciera.

Había probado varios tipos de té, y preparados por varias personas, pero sin duda alguna, el que más le gustaba era el que estaba por degustar. Aquellas manos sabían darle el sabor, la textura y consistencia que debía tener, y, aunque la ceremonia de preparación del té era larga, merecía la pena la espera.
Se sentó en el mismo lugar que lo hacía siempre, esperando a que le diese su taza, mientras lo contemplaba realizar la ceremonia tranquilamente, realizando cada paso tal y como su madre se lo enseñase. Era algo increíble, sus manos, tan blancas y delicadas como si fueran de la más rica porcelana, parecían haber nacido para eso, y no para empuñar una espada, aunque lo había hecho alguna vez y bastante diestramente, debía admitirlo; pero, definitivamente, prefería esa faceta de su hermano menor, la delicada, pues así, era como si no hubiese crecido, como si necesitase toda su protección.
Pronto el rico olor del té, impregnaba cada célula de sus fosas nasales; y tan pronto lo tuvo entre sus manos, le quiso dar el primer sorbo, pero, en cuanto aquel líquido caliente rozó sus labios, se quemó, y un poco se le derramó por encima.

- ¿Por qué no me escuchas cuando te hablo? –se quejó Jin Hyo, tomando una servilleta y comenzando a limpiarle, ya que le había avisado de que aún estaba muy caliente.
- Lo siento. –se disculpó, mientras tomaba la servilleta de las manos de su hermano y terminaba de limpiarse él mismo.
- Espera… tienes un poco aún en la barbilla. –dijo, limpiándolo con la manga de su traje, pero mientras lo hacía, teniendo el rostro de su hermano entre sus manos, no pudo evitar su impulso, e intentó besarlo.
- Jin Hyo. –se quejó, separándolo.
- Lo siento. –se disculpó, bajando el rostro- Pero no he podido evitarlo.
- Ya hemos hablado de esto.
- Lo sé…
- Somos dos hombres, y además tenemos un vínculo de sangre entre nosotros… somos hermanos… -le recordó, mientras aún lo mantenía sujeto por los hombros, y buscaba aquella mirada que ahora le era esquiva.
- Ya lo sé. –se quejó, al tiempo que las lágrimas empezaban a resbalarle por las mejillas, en verdad dolía amar como amaba y saberse no correspondido.
- Y además…
- No lo digas. –gritó, cerrando fuerte sus ojos, haciendo que las lágrimas salieran algo más violentamente, al tiempo que se tapaba los oídos; sabía que las siguientes palabras que su hermano pronunciase, le dolerían más que nada en el mundo.
- Jin Hyo. –suspiró, no soportaba hacerle daño, así que cambió un poco el tono, e intentó suavizar lo que iba a decirle- Ya sabes lo que siento… te quiero… pero…
- Sólo como hermano. –dijo, descubriendo sus oídos, pero sin mirarle, aún dolía su pecho
- Exacto… es que… somos hombres. –sin poder explicarse cómo era posible lo que su hermano sentía por él.
- Ya lo sé, y no me importa. –respondió, volviendo a mirarlo a los ojos.
- ¿Ni siquiera el que seamos hermanos?
- Hubiese preferido que no tuviéramos la misma sangre corriendo por nuestras venas, pero… agradezco que gracias a eso te conocí.
- Dices amarme y sin embargo…
- Sin embargo, ¿qué?
- Sigue existiendo esa ley que crearon los ministros tras la muerte de nuestro padre, la que prohíbe a dos hombres estar juntos libremente; ¿es una especie de venganza en despecho porque no correspondo tus sentimientos?, ¿tienen que pagar otros hombres igual que tú, el que yo no te ame? –quiso saber, necesitaba saber si era tan vengativo como su progenitor, quien no soportaba una traición, aunque él traicionase a cuanto amante se le cruzara.
- No me creas tan superficial, Tae Woon. –lo miró con rabia, dolido por las palabras de su hermano- si esa estúpida ley sigue ahí… es por ti. –él lo miró confundido, así que argumentó su respuesta- Si nada más darme cuenta de lo que sentía por ti, hubiese derogado esa ley… -el general asintió- ¿qué crees que pensarían los ministros?, empezarían a sospechar… lo primero que se les vendría a la cabeza es que estoy enamorado de un hombre y que por eso quito la ley, para poder estar con él; comenzarían a investigar para saber de quién, y si acabasen descubriendo que eres tú… te utilizarían para hacerme daño a través de ti. –dijo, con sus ojos volviendo a anegarse de lágrimas- Te harían daño para obligarme a abdicar, para que desaparezca nuestra dinastía… y yo… jamás podría perdonarme que te hiriesen por mi culpa.
- Jin Hyo. –su voz destilaba ternura
- ¿Por qué tu corazón no puede pertenecerme, como te pertenece el mío? –lloró, sabiendo de antemano la respuesta
- Porque ya estoy enamorado de otra persona. –respondió, viendo como su adorado hermano pequeño volvía a cubrirse las orejas, por no escuchar su explicación.
- Lo maldigo… maldigo una y mil veces ese día… ese día… y a esa mujer…
- Te prohíbo que digas cualquier cosa mala sobre ella. –su voz se había vuelto áspera, provocando nuevas lágrimas que se deslizaban por el rostro de su hermano, quien había desviado su mirada, y ahora cerraba los ojos, por el dolor que sus palabras habían causado en él.
- ¿Qué te dio, para que en apenas una semana decidieras darle el resto de tu vida, aunque ella no esté para recibirla? –se lamentaba- Yo sí sabría amarte como mereces.
- Pero yo no siento lo mismo por ti. –se quejó, desviando, ahora él, su mirada del rostro de su hermano- Y por más que sepa que ella jamás estará conmigo, no voy a dejar de amarla y entregarle mi vida.
- Vete… vete…
- Jin…
- Necesito estar solo… vete por favor.

Aquellas últimas palabras habían dolido, sobre todo porque las sabía nacidas de lo más profundo del corazón de Tae Woon. Así que sus lágrimas volvían a recorrer sus mejillas, al igual que el día en que su hermano regresó, después de un viaje que había realizado con el antiguo general en jefe, y que ejercía de su tutor; cuando le contó que habían ido a un local, a que él se hiciera un hombre, ja…, allí, le contó, había conocido a una mujer que era unos años mayor que él, pero que era realmente hermosa, tanto… que no había podido dejar de mirarla, y que tuvo la fortuna de que ella también se sintió atraída por él, y mantuvieron relaciones durante varias noches, hasta que antes de que él volviera, ella le había confesado de que estaba casada, y que no podría ir con él, como le había pedido que lo hiciera. Sí, aquella bruja le había partido el corazón a su hermano, recordaba perfectamente como Tae Woon se había pasado días llorando por no poder tenerla, por no poder dejar de pensar en ella… días enteros en los que él había sido su paño de lágrimas… en los que… le robó ese primer beso en los labios, que lo encadenó para siempre, a pesar de haber sido rechazado en ese mismo instante.
Pronto las paredes de su cuarto parecieron estar llena de demasiados recuerdos dolorosos, así que salió de allí, y fue caminando, sin poner rumbo alguno a sus pasos; acabando por cobijarse allí donde sabía que nadie podría verlo ni oírlo llorar más amargamente su desengaño, su roto corazón, la biblioteca. Era ahí donde, cuando pequeño, se escondía porque nadie lo viera, como daba a entender su padre, ser vulnerable, pues para su progenitor, cualquier lágrima o quejido, por simple o minúsculo que fuera, no era más que una señal de debilidad inaceptable en un futuro rey; así que se sentó en el suelo, encogiéndose, aferrando sus rodillas, hundiendo su rostro entre éstas, esperando que las lágrimas aliviasen su sufrimiento, al menos en parte.

Se despertó de golpe, al notar a su cabeza dar un cabezazo seco, que por poco acaba con su nariz estampada en el libro que tenía delante; frotó sus ojos y cerró aquel manuscrito, tras mirar fugazmente la última página, otro más que no le servía para nada…, lo depositó a un lado y se levantó en busca de otro, pero pronto algo llamó su atención, un leve llanto que parecía venir de dos galerías más allá, así que se acercó por ver quién lloraba en aquel lugar y tan tarde.

- ¿Está bien? –preguntó, depositando una mano sobre el hombro tembloroso de aquella persona, quedándose de piedra cuando, al levantar éste el rostro, vio que era el rey.
- ¿Qué hace aquí? –gritó, al descubrir que era Jung quien se había preocupado por él- Fuera… -ordenó, al tiempo que de un movimiento brusco, se libraba del contacto que éste aún mantenía con su persona.
- Lo lamento, majestad. –hizo una reverencia- No quería importunarle.
- He dicho que se vaya… fuera… fuera de mi vista… fuera de palacio… fuera de Seúl… -gritaba como fuera de sí.
- … -Yunho asintió, pero tan pronto subió la cabeza, tomó con una mano el brazo del rey que más cerca tenía, mientras con la otra tomaba la espada que tenía sujeta a la cintura, la desenvainaba, y abrazando parcialmente al monarca, la clavaba.
- …-todo su cuerpo temblaba, y su voz se negaba a abandonar su garganta; sin embargo, no sentía dolor.
- Majestad –entró gritando un soldado, que había acudido ante los gritos que había dado antes.
- Majestad –escuchó la voz de Tae Woon- ¿Yunho?...
- Apresadlo. –ordenó, separándose de él- Ha intentado matarme.
- Como ordene, majestad.

Yunho sacó la espada de aquel cuerpo, y tomándola con ambas manos, se la ofreció al general Kim, esbozando una leve sonrisa, perdiendo el conocimiento poco después, escuchando tan apenas, como ecos, gritar su nombre.

Jaejoong se levantó sobresaltado, el corazón le latía desbocado en su pecho, y un terrible temor recorría todo su ser. Salió corriendo del dormitorio, maldiciendo internamente que no quedase un caballo en la casa, y se fue en busca de Changmin, que dormía tres habitaciones más allá de la suya. Cuando llegó, comenzó a golpear la puerta y a gritar porque le abriera.

- ¿Qué te ocurre? –preguntó, sobándose los ojos, aún medio dormido.
- Tienes que llevarme a Seúl. –lloraba, aferrándose a su pecho- Tengo que ir a palacio, sé… sé que a Yunho le pasó algo… lo sé…
- Jaejoongieh… seguro fue una pesadilla.
- No –gritó- No fue una pesadilla… por favor… Changmin… -pidió nuevamente
- ¿Ocurre algo? –preguntó Sun Gen, quien se había despertado al escuchar tanto alboroto, pero ninguno de los dos pareció percatarse de su presencia.
- Lo siento –se disculpó, tomando entre sus manos las de Jaejoong, haciendo que le soltase la camisa
- Haré lo que quieras… pero llévame… -pedía desesperado.
- No.
- Changmin… -lloraba- por favor… llévame con él… llévame a Seúl.
- No… -negaba con la cabeza- Le di mi palabra a Yunho de que os protegería, a Sun Gen y a ti, mientras él estaba fuera, y no pienso faltar a mi promesa.
- Entonces… acércate tú… yo cuidaré de Sun Gen.
- No.
- Pero mírame… -dijo, abriéndose la parte superior de la ropa que estaba usando para dormir, mostrándole su pecho- Soy un hombre… sé defenderme, él me enseñó… sabré proteger a Sun Gen…
- Lo siento… pero le di mi palabra de que os protegería a los dos. –sentenció.
- Changmin…
- Lo lamento Sun Gen, pero por más que te ame, no va a haber nada que puedas decirme o hacerme que me hagan cambiar de opinión. –dijo, antes de encaminar sus pasos tras Jae, que había salido corriendo, al seguir recibiendo tan persistentes negativas.

Jaejoong se fue llorando y se encerró en su dormitorio, poco después, escuchó la puerta abrirse, y al girar, puedo ver a Changmin, cerrándola nuevamente, y sentándose contra ella, cortándole así, la salida. “Sólo porque conste… antes de que tú pudieras dar un paso para salir por la ventana, yo me lanzaría sobre ti para impedírtelo; y dará igual cuando lo intentes, tengo el sueño muy ligero”, le había dicho, al tiempo que parecía buscar una postura un poco más cómoda y cerraba los ojos.
Había intentado volver a dormir, pero parecía inútil, sus malos presentimientos no le abandonaban, y había vuelto a romper en llanto. Entonces pudo comprobar que era cierto que Changmin tenía el sueño muy ligero, pues le escuchó decir “Yunho siempre cumple sus promesas, si te dijo que volvería, lo hará… sólo… dale algo de tiempo”, y poco después, empezar a contarle la historia de cómo se habían conocido y por qué él estaba tan seguro de que regresaría. “Gracias” fue lo que, entrecortadamente a causa del llanto, salió de sus labios; “de nada… ahora intenta dormir” fue la respuesta que obtuvo, de un Changmin, que no se había movido un centímetro de donde se había puesto.

Jin Hyo sujetaba entre sus brazos el cuerpo inconsciente de, quien hasta hace poco consideraba, su enemigo; pedía a los soldados allí presentes, que apresasen de una vez al hombre que yacía en el suelo, disfrazado de guardia, y con una herida en su costado, quejándose y retorciéndose de dolor; y a su hermano, que fuera lo antes posible a por un doctor que ayudase al joven Jung, mientras él lo llevaría a su recamara por que fuera mejor atendido, que no sobre el suelo de la biblioteca.
Cuando el médico llegó a la habitación real, se presentó y acreditó como tal ante el rey, pues era la primera vez que éste lo veía, no así el general Kim, quien ya había necesitado de sus servicios en alguna misión; y comenzó con su examen al paciente, pareciendo no importarle mucho el hecho de que él no quisiera perder ojo de lo que estaba haciendo.
Una vez el doctor lo examinó, lo tranquilizó en parte, diciéndole que lo único que ocurría era que se había esforzado en exceso, y su hermano explicó que, seguramente, se debiera a que no lo había visto descansar tan apenas, que se la pasaba todo el día y toda la noche en la biblioteca, buscando no sabía qué cosa en los libros, pero que debía ser muy importante para él. Observó al médico, mirarlo con cierta ternura, como si lo conociera, y cuando éste le pidió a su hermano que trajera algunas cosas de su dormitorio, necesarias para ayudar en la pronta recuperación del joven Jung, aprovechando que se habían quedado a solas, le preguntó.

- Doctor Park, ¿lo conoce?
- Sí… vive en el pueblo en el que nací, y en el que ejerzo, además… es amigo de la infancia de mi hermano. –sonrió con melancolía- Ay Yunho… ¿por qué te empeñas en buscar respuestas que igual te destruirán? –se quejó en voz algo baja, mientras se sentaba en el borde de la cama y comprobaba si debía cambiar la compresa de agua fría que habían puesto sobre la frente del joven.
- ¿Respuestas? –preguntó el monarca, pues lo había escuchado pronunciar aquellas palabras
- Pues…
- Jae… -gritó Yunho, incorporándose repentinamente, asustando tanto al doctor como al rey.
- Descansa –le pidió el médico, posando su mano sobre el pecho, en la zona del corazón, del joven Jung, empujándolo levemente, haciendo que volviera a tumbarse.
- Yoochun… -dijo, antes de volver a caer dormido.
- Me gustaría hablar con quien se hará cargo de él. –pidió al rey
- Seré yo mismo. –contestó- Me ha salvado la vida esta noche, es lo mínimo que puedo hacer en respuesta.
- Bien, en ese caso; no dejéis que se mueva hasta que la fiebre no le remita, vigilad porque siempre tenga la frente fría y dadle una infusión hecha de estas hierbas. –dijo, sacando una bolsita de tela y depositándolas en las manos del rey- Le ayudarán a recobrarse un poco antes.
- Lamento haberle molestado. –se disculpó el monarca- El general Kim ya me dijo que estaba por irse en la mañana, y yo le he impedido que descanse debidamente.
- No se preocupe, majestad, estoy a su servicio. –dijo en una reverencia.
- De todas formas, el viaje a vuestra villa es largo y pesado, debe descansar.
- Entonces, me retiraré… -dijo, recogiendo todas sus cosas- Me alegra saber que Jung Yunho está en tan buenas manos. –sonrió al rey.
- Que descanse… y gracias, nuevamente.

El doctor le dedicó una nueva sonrisa de conformidad, y salió de la habitación, seguido del general Kim. Jin Hyo, se sentó entonces en el borde de su cama, tomó un paño limpio, y comenzó a secar el sudor que había en las zonas del cuerpo de Yunho, que estaban visibles para él, es decir, la cara, el cuello y parte de su pecho.

Al día siguiente, sobre mediodía, Yunho recuperó finalmente la consciencia, y le sorprendió ver al mismísimo monarca haciéndose cargo de él. Tenía en duda si realmente había visto a Park Yoochun, el doctor de su pueblo, y el rey le respondió de forma afirmativa, contándole que éste había venido, como varios más, a dar su diagnóstico sobre la salud de la madre la reina, ya que los doctores de palacio no parecían ponerse de acuerdo, y no encontraban la cura para sus dolencias, pero que se había marchado esa misma mañana de regreso, pues no podía dejar por tanto tiempo a las aldeas sin médico alguno que los atendiera.

- ¿No quiere saber por qué lloraba anoche? –preguntó el rey, si bien ni esperó a obtener respuesta, pues sentía que le debía una explicación- Lloraba por amor.
- ¿Por amor? –preguntó confundido.
- Sí, por un amor no correspondido… aish… se supone que soy el rey, podría ordenarle que me ame, o al menos, que me corresponda… y debería hacerlo, sería su obligación…
- Y entonces le dolerá más.
- ¿Cómo? –preguntó, sintiéndose algo contrariado por aquellas palabras, como si menospreciasen su dolor, pero dándose cuenta de que Yunho, en ese instante, parecía hablar más consigo mismo que con él.
- Un amor no correspondido duele… pero tener los abrazos, las caricias, los besos… sabiendo que no es por amor…
- Pero disfrutaría de esos besos…
- Sí, disfrutaría de ellos, pero sólo durante el leve instante que durasen, porque después… le aseguro que duele, que el pecho se rompe al saber que han sido dados por cumplir una orden, porque se supone que es lo que se esperaba… en cuanto sus labios y los de la persona que ama se separan… esa certeza, te mata. –comentó, haciendo referencia a lo que él vivía con Jaejoong, al dolor que le atravesaba cada vez que, tras unir sus bocas, éstas se separaban, porque sentía que lo obligaba de alguna forma, porque actuar como si fuese su esposa, era una imposición por su parte, para que él pudiera quedarse en la casa; y antes de que se diera cuenta, las lágrimas ya estaban deslizándose por sus mejillas.
- … -Jin Hyo no pudo articular palabra, era tal el dolor que había en la expresión de Yunho, y parecía hablar con tal conocimiento de causa, que lo único que pudo decir, mientras lo ayudaba a tumbarse nuevamente y dejaba el bol donde había tomado la infusión- Está bien, tendré en cuenta su advertencia. –pues sabía que le sería bastante complicado el no ceder ante la tentación que supondría el deseo de volver a sentir los labios de su hermano sobre los propios.

Changmin volvió a abrir la puerta de la habitación donde Jaejoong estaba, aún, pese a lo avanzado del día, tumbado sobre la cama, sin hacer amago de movimiento alguno fuera del futón; le quitó las sábanas de encima, y dándole pequeños empujones con el pie, lo instaba a incorporarse. “Estoy cansado ya de verte por aquí tirado… levántate ya”, era lo que le repetía una y otra vez, pero él nada… que no se levantaba. “Va… aunque ahora que lo pienso… eres hombre, así que no necesito ser delicado contigo”, y acto seguido, tras decir estas palabras, le volcó encima un jarro de agua, que le había llevado para que se asease; haciendo que se levantase rápidamente, lo jalase del cuello de la camisa y amenazase con golpearle, pero acabaron riendo como idiotas, después de que Changmin le dedicase una sonrisa de victoria, pues había conseguido su objetivo de hacerlo levantar. “¿Querrás demostrarme todo lo que Yunho te enseñó?” le preguntó, y tras que él aceptase, salió de la habitación, permitiéndole que se cambiase de ropa, para ponerse a entrenar los dos.

Yunho odiaba que Yoochun hubiera sido tan estricto en sus indicaciones, y que el rey hubiera decidido seguirlas a rajatabla, pues no le había dejado moverse en lo más mínimo de su cama, por más que él le insistiera de que ya se encontraba en condiciones para poder caminar. Aunque, mirándole el lado bueno, el permanecer en la recamara del monarca, siendo cuidado por él, les estaba dando la oportunidad de conocerse algo más. “¿Puedo llamarle por su nombre de pila?, es para diferenciarle de su padre” le había dicho, sin poder ocultar una mueca de desagrado al haber pensado en su progenitor; y como entendía perfectamente el motivo que tenía Jin Hyo para odiar a su padre, accedió a concederle lo que le pedía.

- ¿Puedo preguntarle una cosa, Yunho? –preguntó el monarca, que lo seguía tratando con respeto, pese a llamarlo tan familiarmente.
- Por supuesto. –respondió, incorporándose en la cama, para poder mirarlo a los ojos.
- Ayer, hablaba como si estuviera viviendo ese dolor que me describía, ¿por qué?
- Porque lo estoy viviendo.
- Pero si tanto le duele, ¿cómo…?
- Porque para mí ya no hay escapatoria; ya no puedo huir de ese dolor, porque el no sentirlo… me duele aún más… -el monarca le miraba sin comprender- Las caricias y los besos, –comenzó a contarle- empezaron antes de que me diese cuenta de que me estaba enamorando… por eso, ahora, aunque sé que se siente en la obligación de besarme y tratarme como si me quisiera, por más que mi presencia igual le desagrade, aunque me duela saberlo… necesito seguir sintiéndolos.
- Ya veo…
- Pero le aseguro que no es vida… es malo acostumbrarse al dolor, más a éste que le costará tanto desaparecer…
- Entonces… supongo que tengo mucha suerte.
- ¿Por qué lo dice, majestad? –preguntó intrigado.
- Porque, aunque esa persona no me ama del mismo modo que yo, al menos sí tengo la certeza de que me quiere de algún modo. –sonrió con cierta melancolía.
- Me alegro. –le sonrió.
- ¿Qué buscaba con tanta insistencia en la biblioteca?, recuerdo que tenía varios libros de registro de villas y de censo sobre la mesa; –pues cuando lo llevaba hacia su dormitorio, vio la única que tenía libros a esa hora- mi hermano me dijo que los estaba mirando, que se fue directamente a esa sección de la biblioteca.
- Busco respuestas, majestad… datos que puedan explicarme cosas sobre mi pasado, cosas que no puedo entender, pero que sé que lo haré en cuanto los encuentre; aunque de momento no he tenido suerte. –se lamentó.
- Puede ser que esté buscando en los libros equivocados…
- ¿Equivocados?
- Sí… depende de lo que esté buscando, hay veces que no están donde se piensa por lógica que estarán.
- Estoy buscando datos sobre una villa, Gwangdae; pero en todos los libros que tenía al alcance de mi mano, no aparecía; y al leer algunos de la biblioteca, la encontré mencionada sólo en dos libros, pero en el siguiente censo, sobre el año de mi nacimiento, la villa desaparece de todos los registros, como si se desvaneciese en la nada…
- Pues si en los registros de palacio no aparece nada… entonces… -empezó a pensar el monarca- tal vez sí que se encuentre algo en los diarios de los generales que ejercieron por esa fecha; quiero decir, si en verdad la aldea pareció desaparecer de la noche a la mañana, quizás se debió a algún tipo de ataque, y eso tendrá que aparecer reflejado en el itinerario de alguna de las legiones del ejército, algún alto cargo debió de realizar un informe sobre alguna aldea destruida, o asaltada… porque debían presentar reportes sobre sus viajes al rey y al general en jefe.
- Puede que tenga razón, majestad.
- Esperad un momento. –dijo levantándose de su lado- Le traeré algunos volúmenes y le ayudaré a buscarlo.
- Muchas gracias, majestad. –le agradeció con una sonrisa que nacía desde lo más hondo de su corazón.

Al cabo de un rato, Jin Hyo apareció por la puerta de su habitación, cargando entre sus manos unos cuatro libros bastante gruesos; “estas son recopilaciones de todos los reportes de los generales que, por el año de vuestro nacimiento, pudieron estar ejerciendo”, fue lo que dijo, mientras los depositaba sobre la cama, entregaba uno a Yunho, después de haber comprobado, situando su mano sobre la frente de éste, que no tenía fiebre, y él mismo empezó a leer otro, buscando las anotaciones del año en que había nacido el joven Jung, o un año antes o uno después, haber que podían descubrir; ya que, lamentablemente, él no sabía, ni había encontrado en lugar alguno, mención sobre la situación geográfica de la villa de Gwangdae, que les sirviera como otro parámetro de búsqueda, ayudándoles a delimitar más la zona a buscar, simplificándoles algo más la tarea de encontrar resultados.
Cuando se cansó de tener sus ojos sobre las páginas de aquel grueso volumen militar, los desvió hacia el joven Jung, y lo halló medio dormido, lo que dibujó una sonrisa tierna en su rostro; cerró su libro, lo dejó a un lado, en el suelo, se acercó a Yunho, tomó el libro que éste sostenía sobre sus piernas, lo cerró y lo dejó sobre el que él había estado leyendo; en ese momento, vio como abría un poco los ojos, pero él le ayudó a recostarse, y le dijo que ya era hora de volver a descansar un poco, para que se pudiera recuperar lo antes posible, agradándole el hecho de que le obedeciera, dejándose arropar y cerrando los ojos nuevamente, se quedase dormido.
Como el joven Jung estaba en su cama, y pensó que seguramente le resultaría violento, sin en la mañana le encontraba a él durmiendo a su lado, decidió ir al dormitorio que su hermano le había mandado preparar. Allí, encontró aquella bolsa a medio deshacer, la ropa que había usado en su viaje perfectamente plegada, y poco más; y, aunque le picaba la curiosidad por saber qué era lo que había aún dentro de la bolsa, supo sobreponerse a su instinto de fisgón, sin abrirla; se tumbó sobre la cama, y con su mirada fija en aquel techo, que tan distinto era al de su recamara, se puso a pensar en la razón que tenía su hermano, cuando le había dicho, tiempo atrás, que Yunho y su padre no se parecían en nada, que el joven Jung era alguien distinto a su progenitor, era una persona diferente; porque pese a como lo había tratado, pese a las voces que le había dado apenas unos instantes antes de que quisieran acabar con su vida, él le había salvado; sí… al contrario que Jung Hee Sook, su hijo era leal a la corona.

Aunque Jaejoong ya parecía algo más calmado, y entender que, independientemente de lo mucho que Yunho quisiera regresar, el viaje seguía siendo largo, al igual que, seguramente, el hecho por el que había sido reclamado a palacio, Changmin decidió seguir durmiendo en la habitación con él; y, aunque Sun Gen viera un gesto de bondad, como que se preocupaba por él, lo cierto, es que más bien lo hacía por puro egoísmo, ya que si se pasaba parte de la noche contándole a Jae anécdotas de la infancia que compartía con su amigo, no se la pasaba pensando en Sun Gen y en el modo de robarle todos y cada uno de esos besos que deseaba darle; ni tenía la tentación de levantarse de la cama, salir de la habitación, donde estaba solo, e ir a la de ella a espiar como dormía, por la pequeña rendija que abría.
En la mañana, tan pronto terminaban de realizar sus quehaceres en la casa, se ponían a entrenar, y le gustaba saber que Sun Gen estaba pendiente, sí, podía ser que más de su amigo que de él, pero no les quitaba ojo, y con eso, de momento, le valía.

Kim Jin Hyo estaba decidido a seguir todas y cada una de las directrices que le había dado el doctor; quería que su nuevo amigo, Jung Yunho, se recuperase, de modo que muchas veces le tocaba la frente por ver si le subía la temperatura, en dos o tres días no lo dejó moverse tan apenas de su cama, y si él no estaba a su lado, quien vigilaba porque no saliera, era Kim Tae Woon; la cuestión era que el joven descansase lo máximo, para que recuperase totalmente las fuerzas. Durante esos días, habían estado hablando, mientras buscaban entre todos los reportes que encontraba, y había descubierto que le encantaba su compañía, que estando con él, se sentía a gusto y podía ser él mismo, cosa que, dentro de palacio, sólo ocurría también con su hermano, aunque últimamente, ni eso, porque al estar enamorado de Tae Woon, más de una vez había tenido que controlarse por no besarlo; pero hablar con Yunho le ayudaba a ir aceptando ese dolor que se había convertido en parte de su vida, y querer empezar a transformarlo en ese amor fraternal que había habido en un principio, aceptar que, sí, su hermano no sentía lo mismo, pero al menos lo quería y daría su vida por él.
Ahora que el joven Jung, después de mucho insistirle y él refutarle, le había demostrado que podía andar sin problemas; fueron a la biblioteca, y allí prosiguieron con su búsqueda, hasta que, más por cansancio propio, el rey dio por finalizada la sesión de trabajo, y decidió que para despejarse y descansar, darían una vuelta por el jardín, admirando las flores que allí crecían, y claro está, no estaba dispuesto a recibir un no por respuesta. Tras un rato caminando, y sonriendo divertido al ver a Yunho medio ensoñando al ver las flores, seguramente pensando en regalarle algún ramo a su esposa, vio a lo lejos esa escena que estaba hasta las narices de contemplar cada vez que aquellos dos se encontraran, así que decidió ponerle fin a aquella disputa que parecían mantener, llamando a su hermano, pidiéndole que lo escoltase, y frenando a Song Hyu Neul, diciendo que sólo con dos personas cuidando de él, le bastaba. Cuando su hermano llegó a su altura, le dijo muy cerca del oído que mantuviera a Yunho lejos del general, y él le respondió que no tenía que pedírselo, ya que a él también le daba mala espina ese hombre; y tras esas breves palabras, los tres siguieron con su paseo.

A Tae Woon no le estaba haciendo mucha gracia la cercanía que su hermano y Yunho parecían tener últimamente; sobre todo porque temía que su hermano se estuviera encaprichando del joven Jung, así que se veía en la obligación de recordarle a su hermano que él era un hombre casado.
Esa noche, Jin Hyo volvía a estar vigilando que descansase, y lo vio sonreírle de forma tierna, lo que le dio a entender, al menos en su parecer, que tenía razón, su hermano se estaba enamorando, y otra vez, de quien no debía.

- Recuerda que es un hombre felizmente casado. –dijo acercándose a él, hablando bajo, ya que Yunho parecía dormir tranquilamente.
- Ya lo sé… aunque lo de felizmente lo dudo… -le respondió sin apartar los ojos del joven Jung.
- Jin, que tú no ames a tu esposa, no significa que todos los matrimonios concertados sean un fracaso, y haga a los cónyuges infelices. –rebatió.
- Ya lo sé, y no lo digo por eso. –se giró a ver la expresión de su hermano- Él está enamorado de su esposa, pero me confesó que ella, según parece, no siente lo mismo… ¿cómo puede no quererlo? –preguntó, mirando nuevamente a Yunho dormir- Ella, que tiene la posibilidad de verlo todos los días, de conocerlo… que ha podido descubrir antes que yo y que tú lo maravillosa persona que es… ¿cómo es posible que aún no lo ame?
- No lo sé… pero por si acaso, no te encapriches mucho, no te hagas ilusiones de que estará aquí para siempre…
- ¿Qué estás celoso? –se giró por ver la reacción de su hermano a esa pregunta, es que realmente parecía molesto porque ahora él estuviera pasando más tiempo con el joven Jung que con él.
- No… sólo… no quiero que te hagan daño. –le respondió, todo lo sereno que pudo, mirándole directamente a los ojos.
- Tranquilo… por desgracia… el corazón de un rey sólo se puede entregar una vez, y yo ya se lo di a alguien que no me ama como yo le amo. –le sonrió con una mezcla de dolor, melancolía y resignación, haciendo que su hermano desviase la mirada- ¿Te quedas tú esta noche?
- Claro… -respondió, comenzando a acomodarse en su lugar, desde donde vigilaría porque nada le pasase al joven Jung- aunque, si ya se encuentra bien, no entiendo por qué lo quieres seguir vigilando.
- Porque temo que haga la misma locura que hizo que se enfermase. –le contestó con una sonrisa en los labios, antes de perderse por entre las cortinas y salir de su habitación.

Hacía unas horas que había amanecido, todo en la casa estaba tranquilo, Sun Gen volvía a sonreír, Jaejoong volvía a comer… todo volvía a ser normal; lo único era que… en una semana y poco más, no había ido a ver ni a su madre ni a su hermano, y estaba preocupados por ellos, porque, por muy fuerte de carácter que fuera ella, no dejaba de ser mujer sola, con un chico dos años más joven; así que le pidió permiso a Jae para ir a su casa en un momento, prometiendo que no tardaría mucho, y llevándose un chasco cuando Sun Gen, le dijo que se podía tardar lo que le diera la gana, definitivamente esa mujer no se daba cuenta ni tenía consideración alguna con sus sentimientos, era cruel….
Estaba por entrar en casa de su madre, cuando un torbellino de pelo rojizo, casi se lo lleva por delante.

- ¡Junsu! –se quejó, sobándose el brazo contra el que se había estrellado- ¿que no miras por dónde vas?
- Lo siento hyung, llego tarde…
- ¿Está madre en casa?
- Sí… -le gritaba, mientras seguía corriendo con media tostada aún colgando en su boca e iba colocándose la chaqueta.
- Junsu….
- ¿Qué? –se giró, ya algo molesto de que su hermano le estuviera retrasando.
- Creo que esto es tuyo. –respondió, divertido ante la cara, con los cachetes hinchados, de molestia, que ponía su hermano, a la par que agitaba con una mano, un papel que había recogido del suelo.
- ¡Ah! –gritó, y salió corriendo hacia donde estaba Changmin, arrebatándole rápidamente aquella carta- Esto es mío… además… no creo que te gustase lo que pone. –le hizo burla, y salió corriendo tan rápido, que no se percató de la cara de asco que su hermano había puesto

15 Comentarios:

  1. Anónimo11/29/2010

    nyaaaa aparecieron los 5 ^¬^
    nene HONTOU ARIGATO!!!
    TU HITORIA ME FACINA!!
    GRACIAS POIR ACTUALIZAR ^^

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  2. HikariBoo11/29/2010

    muxisimas gracias! ^^
    siguela! D: m muero por la continuacion ^^

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  3. definitivamente una gran escritora y una excelente historia
    yo de ti sacaba un libro
    gracias por el fic
    y estoy esperando la conti muy muy ansiosa
    =)

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  4. me enkanta, siempre konsiges ke me enganche... yo tb kreo ke deberias sacar un libro xD (yo lo kompraria, desde luego...)
    espero konti pronto ^^

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  5. youngsshii12/02/2010

    aaaaaaaag me ponen de los nervios T.T
    Yunho como no puedes darte cuenta de que Jae se te pone en bandeja??? voy a inventar una maquina para meterme en los fics (?) y los voy a encerrar en una habitacion hasta que follen.... (??)
    vale, se me va la olla pero esque me desesperan.. espero conti!
    (quitando la desesperacion, me encanta como escribes, que conste)

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  6. Anónimo12/03/2010

    Yupiiiiiiiiii este fic se pone super bueno, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.

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  7. woah escribes super que super mega bn mis respeto no manches esta historia te deja con ganas de mas y mas jajajaj no me aburre oh ITS GREAT jajajja

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  8. OMG!!!!5,6,7 GRACIAAAAAAAAAAAAAAAAS
    AHORA SI A LEER LEER LEER LEER......*O*

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  9. Yo también me anoto! Así sea que me robe un banco pero ¡me compro tu libro! hahahahaah xDDDD

    No chica, este capi estuvo buenisimo! igual que los otros! nunca pierdes la calidad de tu escritura ni de tu trama!

    Quede ºOº con lo del rey y su hermano! y mori de miedo y rabia con el general, ¡que ni se a treva en siquiera imaginar que posee a Yunho! porque me enojo y me salen arrugas u_u... xDDD

    Hoy me acostare a dormir con una sonrisa en los labios *--* sólo espero que la conti no tarde mucho T^T muero por saber que pasa, y también muero por reirme con la relación de Min y Gen XDDD quero más, quiero más! xDDD hahaha xDD

    Wiii! tabién aparecieron los 5! Ya el fic está más que copleto xDDD

    Besos n_n y cuidate mucho n__n

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  10. waaaa sta muy buenaaaa..como siempre xD
    contiiiiiii,*ç*
    q no se atreba a acercacele a yunho ese geralsucho..u-u
    jojoj jae ta muy revelador xDDD ta bueno..y el otro q no se da cuentaaa u.u...
    espero la contiiiii..^^
    muy ansiosamente..
    xDDD

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  11. black rouse12/09/2010

    OMG esta super interesantisisimo ........ me muero de la curiosidad x saber lo k pasara el yunjae tiene k triunfar y changmin y sun gen asen una linda pareja a me muero por saber k pasara
    plisss la conti *.*

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  12. Anónimo12/13/2010

    OMGG *O* kiero kontii!!
    PRONTOOO me enkanta tu fic!!
    lo he leido como un millon de veces!!
    espero anciosa la contii!
    besos & muuuchas inspiraciones!!

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  13. Anónimo12/26/2010

    vaya escribes precioso en verdad tienes k sacar un libro eeeee io compro toos los k hagas

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  14. Anónimo1/04/2011

    ESTA HEERMOSOO!!
    confieso qe al principio realmente llegara a gustarme, ya qe era bastante cruel la forma en q abusaban de jae, pero ahora!!!
    NECESITOO SABER QE SIGUEEE,por favoor publica el resto lo mas pronto q puedass-!
    Graciiias:DDDDDDDD

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  15. Estoy feliz¡¡¡ Que emoción mi Chunnie es el Doctor¡¡¡ y quiere a Yunho¡¡¡ y el rey lo quiere también aaahhh lo mejor es que le protejeran de ese horrible tipejo que le ha hechado el ojo. Tuve mucho temor en varios momenros de este cap. Pero está tan bien escrita la historia que te juro, los giros te dejan con una maravillosa sorpresa. Ame a ese Junsu tremendo con su "Hola hyung... adiooos hyung..." aigooo¡¡ tan bello cap ya estas los 5 en la trama¡¡¡

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