Estaba acostumbrada a hacer lo que se le venía en gana y cuando se le venía en gana, lo había hecho desde pequeña, y ahora, como reina, no iba a ser menos, siempre conseguía todo lo que se proponía. Se sentía como si su palabra fuera ley, y se creía con el poder de hacer que todos y cada uno de los hombres que la rodeaban, cayeran a sus pies e hicieran su santa voluntad, importándole muy poco el motivo por el que cada cual lo hiciera, pues se sentía francamente bien el saberse con el control; aunque era consciente de que ante todos los ministros y miembros de la corte real, y mientras que su esposo estuviera delante, ella debía mostrarse como la perfecta y sumisa esposa florero, sin voz, voto ni opinión… y, francamente, le importaba poco hacerlo, pues las raras ocasiones en las que había asistido a alguna de las discusiones del consejo porque le había apetecido hacerlo y no le habían puesto impedimento alguno, le había resultado aburrido sobre manera, y lo que más le había costado era mantenerse atenta a la conversación o, simplemente, despierta. Para ella, todas las mujeres de la corte la envidiaban, por su belleza, su posición, sus trajes… y, estaba segura de que si lo supieran, también por la cantidad de hombres que habían pasado por su cama, todos ellos realmente deseables, sexualmente hablando, cuya simple presencia haría vibrar cualquier cuerpo femenino del más puro deseo.
Su matrimonio estaba bastante lejos de ser el ideal, ya que su esposo se volcaba demasiado en el trabajo, pero ¿iba a importarle o a reprocharle en algo?, no… que se estuviera con aquellos viejos ministros todo el tiempo que se quisiera, que ella lo gastaría estando con la nueva conquista que tuviera ese día, y es que, eran muy pocos, por no decir que sólo uno o dos, los amantes que repetían en su alcoba o en algún rincón de palacio, dependiendo de donde le entrasen las ganas, pues no todos parecían saber saciar ese celo casi perpetuo que la devoraba.
Estaba dando una vuelta por los jardines, seguida como siempre de sus damas de compañía personales, apenas tres doncellas, quienes conocían perfectamente de todos y cada uno de sus escarceos extramatrimoniales, no en vano necesitaba de cómplices que la ayudaran a encubrirla ante su esposo, pero que, por conservar su posición, ya que servir a la monarca no era poca cosa, no abrían la boca más que para hablar entre ellas o susurrarle algo a la reina, que solía ser de la índole de que tal o cual amante había vuelto a aparecer o le había enviado flores… o recordarle que debía pasar por la habitación de su esposo, para no levantar rumores mal intencionados en la corte. Entonces recordó que el general Kim, quien no solía darse aires de grandeza, todo y pese a ser uno de los hombres más importantes para su marido, el rey, había ordenado, algo inhabitual en él, que preparasen una de las habitaciones que daban a ese lugar; y como su curiosidad la mataba, decidió acercarse por ver quién era el morador de aquel dormitorio.
Como dueña y señora que se sentía de todo, estaba dispuesta a entrar sin llamar, pero no le hizo falta, pues las puertas que daban al jardín estaban abiertas casi de par en par; y allí, frente a sus ojos, el joven más apuesto que había visto nunca, con su torso desnudo, los músculos perfectamente marcados, se estiraba por espabilarse el sueño, e inició algunos ejercicios para tonificar aquel espléndido cuerpo, que le hacía morderse los labios de deseo, y sus manos ir rozando sobre el hanbok su anatomía, imaginando las caricias que aquellas fuertes manos podrían regalarle, sintiendo como se le erizaba la piel bajo la tela…. Estaba en sus fantasías, ajena a las caras que sus doncellas ponían de “otro más que va a querer que pase por su cama…”, pero pronto se le cortaron, cuando uno de los sirvientes de su esposo, porque sí, sabía perfectamente que era de él, no sólo por el atuendo que llevaba, sino también porque se había dedicado a valorar a todos y cada uno de los hombres de la corte, para elegir cual sí y cual no entraría en su alcoba, llegó a la habitación del joven y le hizo saber que el monarca lo estaba esperando en su recamara; entonces se le acabó el espectáculo, pues tras dar las gracias al mensajero con una reverencia, aquel muchacho se puso inmediatamente la parte superior de sus ropas y lo siguió.
La simple visión de aquel joven, había hecho nacer el deseo carnal en su ser, y como no podía hacerlo ahora mismo con él, pues iba a ir a donde su esposo… cambió el rumbo de sus pasos a la habitación del general Song, esperando encontrarlo en ella; alguien tenía que apagar aquel fuego que la devoraba por dentro, calmar a aquella loba en celo en la que se había convertido, pese a lo temprano del día. Pero como no estaba bien visto que ella entrase a la habitación de ningún hombre que no fuera su esposo, mandó a una de sus damas a que le hiciera llegar el mensaje de que le esperaba ansiosamente, pidiéndole que hiciera hincapié en ese “ansiosamente”, en su dormitorio. Por fortuna, sus criadas eran muy eficientes, y apenas unos minutos después de que ella llegase a su habitación, la misma que fue en su búsqueda, le hizo saber que estaba en la puerta, esperando su permiso para entrar, cosa que no tardó en ofrecerle, al igual que tampoco sus ropas tardaron mucho más en abandonar su anatomía, deslizándose hasta alcanzar el suelo, mostrando al general aquel cuerpo del que se sentía tan orgullosa y que tan loco volvía a todos los hombres que habían tenido la suerte de pasar una noche con ella.
Yunho llegó a la habitación del rey, donde había sido llamado por el mismo monarca, sin entender muy bien el motivo de porqué lo citaba allí esta vez, ya que ambos solían verse en la biblioteca, cada vez que el soberano terminaba todos sus deberes reales, y le echaba una mano en su búsqueda particular. Al entrar, hizo la reverencia propia a una persona de tan alto cargo, y escuchó al rey sonreír, levantarse de su asiento, acercarse hasta donde estaba y decirle “no hace falta que sea tan formal… me salvó la vida…”, entonces subió su mirada, y vio como éste le tendía una mano para ayudarlo a incorporarse.
- No es formalidad majestad, es respeto… -se excusó, tomando la mano que éste le ofrecía, por no resultar descortés ante aquel gesto, y levantándose.
- Está bien. –le sonrió, siendo consciente de que aquella era la educación que había recibido y que no la iba a cambiar de la noche a la mañana, por mucho que él le pidiera.
- ¿Me mandó llamar? –pregunta tonta, de respuesta obvia, pero tenía curiosidad por saber el por qué lo había citado en su dormitorio y no en la biblioteca, donde casi siempre se acababan viendo.
- Sí… -respondió, y fue hacia uno de los muebles que había en su dormitorio, sacando algo de uno de los cajones
- Usted dirá…
- Quería darle esto. –dijo entregándole un paquete; que Yunho miraba descolocado, sorprendido y sin saber de qué se trataba o a qué se debía aquello- Puede abrirlo si quiere… -sonrió- mi padre, como rey, -comenzó a explicarle en cuanto el joven Jung había desenvuelto el paquete que le había dado y extraído las páginas manuscritas de su interior- era el cabeza del ejercito, así que también hizo sus incursiones en algunos momentos y… supongo que igual pueda haber algo de interés en sus manuscritos, algo que pueda servirle de ayuda en su búsqueda. –algo que deseaba de corazón, pues se sentía en deuda con él, y quería pagarle de algún modo el que le hubiera salvado la vida, ya que sabía perfectamente, que no cualquier súbdito suyo, por muy leal que fuera, arriesgaría la propia por la de él.
- Gra… gracias. –dio realmente emocionado, pues sabía que los documentos reales, solo el propio rey tiene derecho a sacarlos de las alcancías de palacio, ya que ni se encontraban entre los textos de la biblioteca.
- De nada. Pero guárdelo bien, y no se lo deje ver a nadie, son documentos confidenciales. –pidió, obteniendo un asentimiento- Yunho. –lo llamó, haciendo que girase sobre sus pasos, pues estaba por irse- Sé que quiere volver lo antes posible a su villa, pero… -él lo miraba, incitándole con la mirada a que continuase- le ruego se quede en palacio una semana más, por favor… -y de pronto, tras oír sus palabras, el rostro del joven cambió.
- Como usted desee, majestad. –dijo, haciendo una reverencia y saliendo de la habitación sin darle la espalda al rey, como mandaba el protocolo.
- Llama al general Kim. –le pidió a uno de los sirvientes que esperaban en la puerta de la recamara.
- Ahora mismo alteza. –respondió a su petición en una reverencia, y corrió en rumbo a la alcoba del general, donde seguramente aún estaría éste.
- ¿Me mandaste llamar? –preguntó Tae Woon, una vez se cerraron las puertas de la habitación de su hermano tras él.
- Necesito que vayas a Kangnung. –le dijo sin más explicaciones.
- ¿Qué? – preguntó descolocado- ¿A Kangnung?... no… que vaya otro. –respondió a lo solicitado por su hermano, consciente de todo el tiempo que tendría que dejarlo solo, si accedía.
- No es una petición Tae Woon… es una orden. –lo miró fijamente a los ojos, para hacerle ver que no estaba bromeando de alguna forma.
- Kangnung está muy lejos, sabes que tardaría en torno a una semana en ir y volver, en el mejor de los casos, no puedo dejarte sin protección tanto tiempo…
- Tú muchas veces se lo has dicho a mi esposa… hay más soldados que pueden protegerme, ¿no?
- Sí, pero… -a ella no le importaba ponerle a cualquier soldado para que la protegiera, le daba lo mismo lo que le pasase, porque no la soportaba, pero para proteger a su hermanito… ya no valía cualquiera.
- ¿No te fías de los propios hombres que tú has entrenado personalmente para protegerme?
- No es eso… -evadía la mirada, era solo que era su hermano pequeño… debía ser él el encargado de que nada le pasase, su padre se lo había repetido hasta la saciedad.
- Tae Woon, ya no soy tan pequeño. –le dijo tomando su rostro entre sus manos, obligándolo a mirarle.
- No soportaría que te ocurriese algo y yo no estuviera presente, sabes que no me gusta que te hagan daño, y…. –decía, tomando entre sus manos las de su hermano, acariciándolas con sus pulgares.
- Y sin embargo tú eres el que más me lo hace… -Tae Woon clavó sus ojos bien abiertos en la figura, para él aún frágil, de su hermano menor, sin entender del todo porqué decía aquello y esperando que le explicase el motivo de aquellas palabras- Cuando actúas como si tuvieras celos de que cualquier otra persona pudiera llegar a tocarme el corazón… cuando parece que te moleste que pase mi tiempo con Yunho… me das esperanzas de algo que sé que no puede ser… que jamás será real… por más que lo desee… porque tú ya has entregado tu corazón a otra persona que… no soy yo.
- Jin… -quería abrazarlo, pero su hermano lo detuvo.
- ¿Quieres que Jung Yunho se vaya con su esposa lo antes posible? –él asintió- Pues ve a Kangnung y regresa lo antes que puedas.
- Pero, ¿para qué? –realmente no entendía tanta insistencia en que fuera él quien se marchase, ¿que acaso quería perderlo de vista?
- Hoy le he dado los manuscritos de nuestro padre, pero ya sabes que quién llevaba más anotaciones de muchas de las incursiones que hacían, era tu maestro, el antiguo general en jefe, antes de que tú tomases su cargo; quiero que vayas a por ellas y se las traigas; sólo tú sabes donde están y puedes acceder a ellas; por favor… -le rogó con la mirada.
- Temo que sean bastantes… -lo que podía indicar que Yunho debiera quedarse en palacio aún por más tiempo, claro que, seguramente, era lo que su hermano quería, porque… se estaba enamorando de aquel joven, ¿no?
- No importa… dejaremos que se las lleve y las lea detenidamente en su casa, al lado de su esposa. –le sonrió- No quiero que enferme otra vez, a causa de la tristeza, por mi culpa.
- ¿Tu culpa?
- Cuando le pedí que se quedara una semana más, para que te diese tiempo a ir y volver de Kangnung; su rostro cambió completamente, creo que estaba seguro de poder salir en dos días o así de vuelta a su casa, y, de pronto se encontró con que le pedí que estuviera por más tiempo lejos de su amada esposa… -le explicó, y Tae Woon no observó tristeza, melancolía o cualquier otro sentimiento que le indicase que su hermano no quisiera, realmente, que Yunho regresase a su casa junto a su mujer.
- Ya veo. Entonces, me daré toda la prisa que pueda, e intentaré regresar lo antes posible con todas las anotaciones de mi maestro.
- Gracias, Tae Woon. –le sonrió con ternura.
- Partiré esta tarde mismo, o, a más tardar mañana al amanecer, en cuanto cuadre quién se encargará de protegerte en mi lugar.
- Cualquier soldado me vale, mientras que no sea el general Song… por cierto… ¿aún está en palacio?
- Sí, supongo… no recibí aviso ninguno de su salida a su cuartel habitual… -ya que los altos mandos solían ser destinados a distintos sitios, para entrenar y encargarse de los soldados y la protección de las distintas regiones que componían el reino; y, tras el regreso de cualquier expedición, dejaban sus informes en palacio, pudiendo permanecer unos días allí si lo deseaban, debían avisar de su regreso a su cuartel de origen, más que nada para tenerlos localizados en caso de necesitarlo en algún momento preciso.
- Perfecto… -sonrió malévolamente, provocándole a su hermano un ligero escalofrío- Tengo ganas de divertirme un rato. –dijo, al tiempo que salía de su habitación e iba camino a la de su esposa.
- ¿Jin Hyo? –preguntó, extrañado por la actitud de su hermano, mientras lo seguía, ¿qué tenía pensado hacer?
Definitivamente, en ocasiones, no lograba entender a su hermano… que lo mandase a Kangnung a por los manuscritos de su maestro, era algo comprensible, es decir, Yunho le había salvado la vida y él se sentía con la deuda moral de pagarle aquel hecho, y había decidido que lo haría dándole aquello que había venido a buscar a palacio, y eso eran las respuestas que pudieran darle los libros en los que ambos habían estado buscando o aquellos en los que Jin intuía ahora que podían arrojar más luz sobre las dudas del joven; pero lo que ya no tenía tanta lógica era que, al ver que lo había estado siguiendo hasta allí, lo mandase a encaramarse a la copa de uno de los árboles que daban a la habitación de la reina, se escondiera entre las ramas y aguardase allí en silencio y sin ser visto hasta que él lo llamara. Aún así, aunque lo encontrase algo sin sentido, lo hizo, pues le había resultado tan divertida la cara con la que su hermano le había realizado aquella petición… “la misma que cuando de pequeños realizábamos alguna travesura…” recordó; y no tardó mucho en ver desde su escondite, por una de las ventanas de la habitación de la reina, una imagen conocida, la de Song Hyu Neul, saltar desde la cama, cubriéndose tan apenas sus partes pudendas con una mano, mientras con la otra tomaba sus ropas, y correr a esconderse tras alguna de las cortinas, seguramente rezando todo lo que supiera porque su hermano, que recién entraba en su campo de visión, no lo descubriera en esas circunstancias junto a la reina.
Estaba completamente sorprendido, ¿desde cuándo sabía su hermano del affaire entre esos dos?, ¿por qué le parecía tan divertido hacer padecer a su esposa?, pero se encontró a sí mismo sonriendo ante las penurias que la reina estaba pasando intentando que su marido no fuera hacia donde el general se escondía, inventando a saber qué, tomándolo del brazo para hacerlo cambiar de dirección ya había perdido la cuenta de las veces… y haciendo que mirase a la puerta, dándole, finalmente, a Song Hyu Neul la posibilidad de escapar tan rápido como sus piernas se lo permitían, eso sí, aún desnudo, con su ropas en las manos y escabulléndose de posibles ojos indiscretos, como si fuera un vulgar ladrón; lo que hubiera dado por poder contemplar más detenidamente la cara del general en el momento que saltó al jardín y se metió entre los arbustos...
Cuando su hermano lo llamó, ya su estómago le dolía de tanto reír por lo presenciado unos instantes antes; y pensar que por un momento sintió algo de lástima por la reina… Jin Hyo no la amaba, así que no le prestaba mucha atención, y era bastante visible que el permanecer juntos, era más bien una obligación para ambos, que un deseo de alguno de ellos, pero… ¿que ella tuviera algo con el general Song?, cualquiera que viviese en palacio, sabía perfectamente que al rey no le agradaba aquel hombre, y si ella se acostaba con él, y, por lo comentado por su hermano, no era la primera vez… estaba claro que lo hacía por molestarlo, y eso no se lo permitía a nadie… nadie podía dañar de ningún modo a su querido hermanito Jin Hyo.
Sentado a la pequeña mesa de la habitación que ocupaba, observaba, con detenimiento, una a una las páginas manuscritas por el antiguo rey de Corea, por fortuna, las anotaciones no eran muy largas y estaban escritas con perfecta caligrafía, lo que facilitaba su lectura, y no como algunos de los que habían leído el rey y él hasta el momento, en el que la inmensa mayoría de las veces, perdían más tiempo en intentar descifrar las palabras escritas, que valor tenía la información que habían encontrado en ellos. Daba gracias a que al antiguo monarca no le gustase mucho la lucha y fueran sus generales y soldados los encargados, porque el volumen que el actual, Kim Jin Hyo, le había entregado no era muy grueso, y no tardaría mucho en leerlo, porque realmente deseaba volver al lado de Jaejoong lo antes posible, lo echaba de menos.
Pasó una página más, y vino a su mente la petición del rey, una a la que había accedido porque no podía decir otra cosa, ¿cómo negarle algo al monarca si le habían enseñado que se le debía obediencia?, y su corazón se estrujó de igual modo que lo hiciera cuando salieron aquellas palabras de labios de Kim Jin Hyo. ¿Una semana más?, sus lágrimas empezaron a resbalar por sus mejillas, y al secarlas con la parte baja de la palma de su mano, al tiempo que notaba la manga de su camisa deslizarse por su brazo, vio atada en su muñeca aquella cinta con la que Jaejoong solía atarse más a menudo su cabello, una que le había regalado Sun Gen cuando aún ambos estaban en el Muñecas; sabía que era su favorita, la que más utilizaba, por eso la había tomado del cajón donde él guardaba todos aquellos accesorios que usaba para recogerse el cabello cuando se vestía de mujer, y se la había anudado en su brazo, para que algo de Jae le acompañase en ese viaje tan largo, al menos en el que más tiempo permanecería lejos de él; la acercó a sus labios y la besó, aspirando al tiempo un aroma que más su cerebro hacía por evocar, que lo que realmente había, pues después de tanto tiempo en contacto con su cuerpo, aquel trozo de tela desprendía más su propio olor que el que pudiera emanar de los cabellos de Jaejoong, aquellos que tantas noches había olido en silencio, con los que había jugado entre sus dedos, mientras luchaba, casi siempre en vano, por no robarle un beso….
“Espérame… por favor… espérame una semana más… y te prometo que después nadie podrá hacer que me aleje de ti”, fueron las palabras que sus labios pronunciaron, mientras nuevas lágrimas nacían en sus ojos, enturbiando en su mirada el paisaje que tenía frente a sí, aunque, en verdad, sus pupilas miraban un punto indeterminado del infinito cielo, como si estuviera lanzando una plegaria, un deseo, que esperaba que los dioses le concedieran.
Intentó volver a concentrarse en el manuscrito del antiguo soberano, pero todos sus pensamientos volvían a Jaejoong, a lo lejos que estaban, a lo mucho que todo su cuerpo parecía extrañarlo… así que cerró las puertas y ventanas de la habitación, dejándola en oscuridad, se tumbó sobre su cama, cerró los ojos y, volviendo a hacer presente la imagen de su amor, el recuerdo de su cuerpo desnudo entre sus brazos… comenzó a acariciarse íntimamente, mordiendo sus labios porque no emitieran sonido.
Sun Gen y Changmin se habían acercado un momento a casa de los Kim, porque la madre del chico les había preparado unos pasteles para que comieran los tres, pero, como para variar, él no había traído el caballo consigo, les tocaba andar de una punta a la otra del pueblo, y también de vuelta, pues el hermano menor se lo había llevado hoy; así que tenía la casa para él solo por bastante tiempo. Estuvo limpiando un poco y llegó a la habitación que compartía con Yunho, abrió la ventana porque se ventilase, y, mirando al cielo, le pidió que regresase a su lado lo antes posible; después se giró hacia el futón, y comenzó a extenderlo, cuando vio la ropa que había gastado para dormir, la misma que él llevase tantas veces cuando dormía a su lado, la tomó entre sus manos y la estrujó contra su nariz, aspirando ese aroma que ya no estaba, pero que su mente conseguía procesar; se tumbó sobre las sabanas aún descolocadas, y, evocando aquel deseo que despertó en su cuerpo al sentirle tan cerca aquella vez, su mano se fue deslizando bajo su ropa, hasta que comenzó a acariciar su miembro, cerrando sus ojos por sentirlo más plenamente, por querer pensar que quien lo hacía sentir era él.
Mirando todos y cada uno de los registros de esas últimas semanas, comprobó gratamente que, aquellos soldados a los que más unido estaba, pues algunos eran hijos de antiguos compañeros suyos, a los que había visto crecer y a los que había entrenado él personalmente, aún seguían entre los muros de palacio; los mandó llamar y les hizo saber que durante una semana él debía ausentarse a ocuparse de un asunto por deseo expreso del rey, de modo que serían ellos y algunos soldados más a su cargo, lo que se harían responsables de la seguridad de la familia real, y del monarca en particular. Después de explicarles en qué orden comenzarían, pidió a uno de ellos se quedase un poco más, ya que debía hablar algunas cosas con él. Poco más tarde, se despedía de su hermano y comenzaba su viaje a Kangnung en busca de los informes de su maestro.
Jaejoong estaba preparando la cena; ya hacía algún tiempo que Sun Gen y Changmin habían regresado, y, aunque no parecía que se hubieran peleado, pues entre ellos se hablaban, la verdad era que su amiga parecía un poco… tensa… era como si le hubiera ocurrido algo que la hacía estar de malas, pero viendo la violencia con la que cortaba la verdura, le daba algo de miedo preguntarle qué era aquello que le había pasado, así que decidió esperar a que fuera ella misma quien le comentase algo, o ya lo haría él cuando viera que se había calmado un poco.
El día había empezado como siempre, es decir, Changmin había ido a buscarla en el caballo, y ella estaba feliz porque así tenía la oportunidad de abrazarlo, disimuladamente, durante el trayecto; pero nada más llegar a la casa de los Jung, él dijo que debía volverse, ya que su hermano pequeño necesitaba el caballo y sólo tenían ese, porque no podían permitirse ninguno más; sin embargo, aquello no le enfadaba, no era la primera vez, ni iba a ser la última, que él la dejase en la puerta de la casa de Jaejoong, y se volviera, para después regresar andando, es más, agradecía que la llevara hasta allí, porque, teniendo en cuenta que la casa Kim venía de camino entre el Muñecas y la de sus amigos, perfectamente, podían dejar el caballo nada más llegar al pueblo y continuar andando; no… tampoco le había molestado el ir en la mañana hasta la casa de la familia de Changmin y tenido que volver andando, porque el que cargó con todo el peso de los pastelillos que la adorable señora preparó, fue él y no ella; lo que la tenía así de mal, de enfadada, de cabreada… imaginando que cada trozo que cortaba de verdura, ayudando así a Jae a hacer la cena, era alguna parte del cuerpo… era aquella Min Hee del demonio con la que había vuelto a cruzarse después, cuando había salido a retirar las hojas muertas de los árboles que habían caído delante de la puerta principal; y es que a esa no se le había ocurrido otra cosa que decirle que sabía perfectamente de donde venía, y que si tenía a Changmin atado a sus faldas, seguramente era porque había usado alguno de los trucos que usase con los demás clientes… cuando ella, a los únicos hombres que había visto desnudos habían sido sólo dos y lo había pasado realmente mal, pues una había sido cerca del general Song, cuando éste intentó abusar de ella, y las otras, cuando curaba el cuerpo maltrecho de Jaejoong, a quien lo consideraba mucho más que un amigo.
Miraba su plato, bueno, en verdad, repasaba todos con la vista, y no lograba entender porqué hoy, toda la verdura estaba tan, pero tan pequeña, que casi ni se veía algunas, pues al cocinarlas aún habían menguado más su tamaño; y no es que fuera experto cocinero, pero era obvio que aquel plato, precisamente, no se preparaba así, al menos su madre ponía las verduras algo más grandes…
- Sun Gen… ¿no te parece que cortaste hoy las verduras demasiado finas? –preguntó, al tiempo que veía a Jaejoong haciéndole gestos, que después entendió que era de que no realizase esa pregunta, pues le siguió uno en plan “déjalo” como si hubiera metido la pata.
- Pues lo siento… -contestó de mala manera, al tiempo que se levantaba- Si no te gusta así, pues no te lo comas. –dijo, retirándole el plato y dirigiéndose a la cocina.
- ¿Changmin? –preguntó Jaejoong, al ver como el chico se levanta e iba detrás de ella.
- Sun Gen. –se limitó a decir, mientras la tomaba del brazo, haciendo que girase y le encarara, aprovechando para tomarla de la mejilla, regalándole una caricia, y estamparle un largo beso en los labios.
- Changmin… -casi suspiró al separarse de él, aunque quedó claro que era una pedida de explicaciones.
- Seguramente hice algo que debió enojarte y que acabaría haciendo que no me hablaras y que yo recurriera a esto –le explicó, aún con ella entre sus brazos, y acariciando aquella mejilla que se había coloreado de rojo momentáneamente- para que me contestases… me he limitado a saltarme toda esa parte en la que no me haces ni caso y me tratas como si no existiera. –le sonrió, mientras se perdía en aquellos ojos avellana de la chica que le robaba el sueño, y que no pudo evitar una sonrisa tierna para él.
- No has hecho nada. –se excusó, mientras acariciaba la mano sobre su mejilla, sin apartarla de ella- Estaba enfadada por otro motivo… lamento que pensaras que fue tu culpa. –aunque no tanto como debería, pues gracias a ese malentendido, los labios de Changmin, se habían vuelto a posar sobre los suyos- Te prepararé otra cosa para cenar, si quieres… -ya que había tirado el contenido de los platos.
- No hace falta, estaba bueno, sólo que la verdura apenas se veía… -río divertido, mientras ambos se dirigían al salón nuevamente.
- ¿Vas a seguir recriminándome que no sé cocinar? –preguntó algo molesta, parándose en la mitad del corredor.
- No era eso Sun…
- No me llames Sun… para ti soy la señorita Kang, no recuerdo haberte dado esa confianza de trato. -¿por qué se enfadaba ahora con él? ¿tanto le molestaba ese simple comentario que había hecho sobre cómo había cortado las verduras de la cena?
- Pero… -¿cuánto tiempo llevaba llamándola Sun Gen o sólo por alguno de los nombres, y jamás se había enfadado, por qué ahora?, juraba que jamás llegaría a entenderla… pero no le importaba, porque simplemente se limitaba a quererla.
- Pero nada… -dijo, dirigiéndose de nueva cuenta a la cocina, cada vez que se enfadaba le daba por limpiar, y ahora lo único que había más sucio, eran los platos que habían usado.
- En mi opinión –dijo Jaejoong, que iba cargado con su plato, el único que no habían retirado- creo que quiere que la vuelvas a besar. –y le dio un ligero golpe con la cadera, al tiempo que pasaba, era obvio que los había visto besarse antes; entonces vio como éste, con una mano, hacía que Sun Gen diera media vuelta y quedase mirando hacia él, momento que aprovechó para volver a abrazarla y besarle.
- Esta vez sí dije algo que te molestó. –explicó.
- Changmin... –suspiró, bajando su rostro, consciente del deseo que se podría leer en sus ojos; realmente quería seguir besándolo, pero sentía que no debía, no, porque Jaejoong seguía estando solo, no, porque si lo hacía… se dejaría arrastrar hasta donde y para hacer lo que él quisiera, no, porque hacerlo… sería perder el control.
- Lo lamento. –respondió él, separándose ante ese gesto que ella había tenido, consciente de que igual, aunque a él le encantase, a ella podía resultarle algo completamente desagradable el ser besada por un chico por el que no siente nada.
Estaba haciendo lo mismo que tantas otras veces se reprochaba, pero que siempre acababa haciendo cada vez que su hermano se iba, encerrarse en su habitación, y no salir si no era realmente necesario, si no venían por lo menos dos de sus consejeros a insistirle una y otra vez, hasta casi hacerle estallar la cabeza, que su presencia era necesaria. Nuevamente sus manos se paseaban por entre los pétalos de las flores, de uno de aquellos inmensos jarrones que adornaban su alcoba, parte de su ropa yacía desperdigada por el suelo, al igual que todos los accesorios que hasta entonces habían estado recogiendo su cabello en la mañana; la mirada perdida en los movimientos que dibujaban sus dedos y en su mente un solo pensamiento, que Tae Woon estuviera bien.
Después de despedir a su hermano, deseándole un buen viaje, se había ido a orar a sus antepasados por que le concedieran un favor, uno que dudaba quisieran concederle, pero él también era miembro de la familia, aunque no aceptasen los sentimientos que él le procesaba, por más que pudieran verlo como algo atroz… no dejaba de ser su hermano, por lo tanto, debían velar, desde donde fuera que se encontrasen, porque Tae regresase a su lado sano y salvo, que no cometiera la locura de querer hacer el viaje de una sola vez, sin pararse a descansar ni nada…. Sabía que si algo le pasaba, él se moriría de dolor y se sentiría terriblemente culpable, ya que había sido petición expresa suya el que hiciera el viaje.
Iba a intentar hacer el viaje lo más corto posible, viajando tantas horas seguidas como pudiera, pero al estar anocheciendo, decidió detenerse a descansar. Seguramente Jin Hyo estaría padeciendo por él, como siempre hacía; se habría encerrado en su habitación, al menos eso era lo que continuamente le habían dicho que hacía cada vez que él se iba de viaje o en alguna expedición, y le dolía preocuparlo tanto; por eso, cada vez que iniciaba uno nuevo, lo hacía pensando en él, en qué era lo que le pediría que hiciera para no preocuparle y procuraba seguirlo a raja tabla, todo y que muchas veces solía saltárselo para regresar lo antes posible a casa.
Esa noche, tumbado sobre la cama de aquella pensión, en la que ya había estado alguna otra vez, comenzó a recordar cosas que prefería enterrarlas en lo más profundo de su mente, o intentar confinarlas por siempre al olvido, pero que, en momentos como éste, volvían a salir a flote, haciéndole llorar. Recordaba como su padre, agonizante, lo había mandado llamar y le había ordenado proteger a Jin Hyo, incluso si eso implicaba perder su vida a favor de la de su hermano, porque él ahora sería el nuevo rey, pero, también, le había prohibido, expresamente, que se enamorase de él; sus palabras, casi, textuales, fueron que, si seguía acercándose de esa forma a su hermano pequeño, si seguía viéndolo así… se lo llevaría con él y jamás volvería a verlo. Aquellas palabras, en el estado en que su padre se encontraba, significaban sólo una cosa, que el espíritu de su progenitor vendría a acabar con la vida de su hermano; por eso, desde ese día, se había esforzado tanto en no verle como hasta ese entonces, aunque ni cuenta se había dado de que lo mirase de un modo diferente, había intentado enamorarse de otra persona… pero jamás pudo sacarse del todo a su hermano de su corazón, aunque no fuera consciente hasta más tarde, cuando Jin Hyo contrajo matrimonio, con aquella asquerosa que ni se lo merecía, que aceptó que su difunto padre tenía razón.
Se odiaba a sí mismo por no haber sido más fuerte y haberle contado a su hermano la verdad sobre cómo se sentía y lo que había pasado con su padre; pero… se hacía consciente de que a esa edad, sólo doce años, ver la imagen de su progenitor, con las ropas ensangrentadas porque aquel amante despechado le había clavado una espada en el costado, y cuyo cuerpo aún yacía inerte sobre el frío suelo, pidiéndole en su lecho de muerte que le hiciera aquella promesa… aquello le había marcado de por vida. También el hecho de que en ese entonces no conocía los sentimientos que Jin Hyo le procesaba, y de los que se enteró años después, cuando, tras un viaje con su maestro y otros soldados de la guardia real, para terminar su formación, y en un intento de olvidar sus sentimientos, había buscado refugio en los brazos de una mujer, y contarle que no podía estar con ella porque era casada, Jin Hyo le besó en los labios y le confesó que lo amaba. Ese “te amo Tae”, sólo los dioses sabían cuán lo había estado esperando de aquellos labios, pero no ese día… no después de la promesa hecha… no después de la muerte de su padre… no después de pensar que algunos de esos intentos de asesinato que su hermano había padecido desde entonces, habían sido una señal de su progenitor porque estaba volviendo a dejarse llevar por sus sentimientos… ahora… ahora aquellas palabras causaban tanto dolor como alegría se suponía debían darle, ahora… hacían agonizar su corazón. Y se odiaba aún más al recordar cómo se vio obligado a desviar la mirada y mentirle sobre sus sentimientos, como seguía haciéndolo, diciéndole que no sentía nada por él, cuando todo su ser estaba gritándole que le abrazara y besara para saber lo que era la verdadera felicidad, y tuvo que ver, inmóvil, pues el dolor lo había dejado como paralizado en el sitio, a su hermano abandonar corriendo la habitación, con sus ojos llenos de lágrimas, lágrimas que habían nacido por su culpa… un llanto que, aún hoy en día, sabía que era más que probable que siguiera allí, aunque él ya no lo viera.
Las lágrimas, nacidas de aquellos recuerdos, se deslizaban por sus mejillas, tan frías y cortantes como filos de hielo; quiso entonces borrar esas dolorosas imágenes, buscando recuerdos algo más placenteros dentro de su mente, y fue cuando acudió ese cabello castaño, aquellos ojos de color almendrado, esas blancas y suaves manos que le regalaron dulces caricias, aquel cuerpo femenino que, al menos durante una semana, lo hizo olvidarse de Jin Hyo, o pensar que podría amar a otra persona, que alguien sería capaz de cambiar aquellos sentimientos por otros mayores; y sus labios se curvaron en una sonrisa tras pronunciar su nombre, Lee Ann… y, aunque pareciera increíble, ahora sabía que amaba a los dos, que no podría escoger a ninguno, del mismo modo que tampoco podía tenerlos, uno porque era su hermano y la otra porque estaba casada.
Jaejoong estaba solo esa noche en casa. Sun Gen hacía dos días que no aparecía por allí, ya que su madre había vuelto a enfermar, y ella debía cuidarla, además de asegurarse de que su padre no abandonara el local e intentase ir a buscarlo nuevamente. Por otra parte, Changmin le había comentado la noche anterior, que no podría quedarse, ya que su hermano Junsu no podría volver a casa a dormir, y ninguno de los dos querían dejar a la señora Kim sola, puesto que no sabían lo que podía pasarle al vivir, como lo hacían, tan a las afueras del pueblo. De modo que todo estaba en silencio, y la verdad es que volvía a parecer una casa enorme y vacía; se les extrañaba mucho, pues se había acostumbrado al barullo que implicaba ser cuatro viviendo allí.
Se había pasado la mayor parte de la noche extrañándolo, y la otra parte soñándolo; y despertó con una sonrisa en sus labios al recordar el último que había tenido. Se levantó finalmente de la cama, se puso la ropa que Yunho le regaló y comenzó a buscar en el cajón donde guardaba sus accesorios para el cabello, pero no la encontraba… aunque él juraría que la había guardado allí… en fin, tomó otra de sus cintas para el cabello, y se lo recogió; se fue a la cocina, calentó un poco de la sopa que había sobrado la noche anterior, y fue lo que tomó de desayuno; después comenzó con la rutina de todos los días, estirar el futón, barrer y limpiar el polvo de las habitaciones, fregar los cacharros… hasta que tuvo que ir a hacer la compra, pero como le daba pereza cambiarse de ropa, lo único que hizo, dado que llovía ligeramente, fue cubrirse la cabeza con un sombrero, y salió al mercado; y, aunque nadie pareció reconocerle, porque entre otras cosas no habló mucho, por no decir nada, le agradó la sensación de poder salir solo, sin tener que llevar continuamente a alguien detrás; aunque era tremendamente aburrido en cuanto llegaba a casa.
Aquellos manuscritos no habían arrojado mucha más luz a sus dudas… aunque eran algo más explícitos que otros que había estado leyendo hasta el momento. Cerró el último libro, y, colocándolo cuidadosamente en el mismo envoltorio que se los diera el rey, los embaló y fue hacia la habitación del rey.
- ¿Puedo pasar? –preguntó, antes de atravesar la última puerta corredera que daba acceso al dormitorio del monarca.
- Adelante. –le contestó del otro lado- ¿Qué quiere Yunho? –preguntó una vez estuvieron frente a frente, pero al joven le costó articular palabra al principio, pues jamás pensó en verlo tan desmejorado.
- Dis… disculpe… -dijo avergonzado, dándose cuenta del tiempo que lo había estado observando- vine a devolverle los manuscritos que me prestó.
- ¿Ya terminó de leerlos? –preguntó, al tiempo que extendía una de sus manos para tomarlos.
- Sí. –respondió sin querer mirarlo demasiado, pero sin poder evitar el preguntarse porqué se encontraría así.
- ¿Le sirvieron de ayuda?
- Algo…
- Simplemente es que no estoy de humor… -se excusó, siendo consciente en ese instante del mal momento que estaba pasando Yunho, al verle así- anoche no descansé demasiado bien. –confesó con una sonrisa triste en su rostro, donde aún quedaban restos de las lágrimas que derramase.
- ¿Quiere hablar? –preguntó, mientras tomaba asiento al lado de él, por alguna razón, le había dado la sensación de que el monarca necesitaba desahogar su corazón.
- Gracias. –le sonrió con ternura- Aún no soy capaz de no desear que la persona que amo esté conmigo, sólo conmigo… -comenzó a contarle, pues en la noche había vuelto a recordar la vez que su hermano le dijo que estaba enamorado.
- No tiene porqué hacerlo… es decir… sólo aceptar que no puede imponérselo; que será mejor para usted no imponerle sus sentimientos a esa persona, porque puede perderla para siempre. –y se maldecía, interiormente, a sí mismo por no hacer lo que estaba diciendo, porque sabía que eso era lo correcto, y aún así, él estaba, en cierta forma, imponiéndole a Jaejoong su amor.
- Supongo… pero me sería mucho más fácil, si no le amase tanto.
- Nadie dijo que fuera fácil, majestad. –y él le sonrió.
- No venía solo a devolverme los manuscritos de mi padre, ¿cierto? –había algo más, lo notaba, porque desde que hablaran por primera vez, de corazón a corazón, se dio cuenta… mirar a Jung Yunho, era casi como verse en un espejo.
- No… -pero es que, ahora, le daba apuro decírselo.
- Dígamelo.
- Quería regresar ya a mi pueblo.
- Sólo han pasado tres días…
- Lo sé… pero necesito volver… -en verdad lo necesitaba, se estaba volviendo loco sin ver a Jae, sin sentirlo…
- Yunho… -rió ligeramente, incorporándose algo más, por verlo a los ojos- ni que su querida esposa no fuera a estar cuando usted regrese… -y en la cara del joven se dibujó el miedo, como si no se hubiera planteado esa posibilidad, y él se sintió mal, pues por su comentario, había aumentado el desasosiego que su interlocutor ya tenía- Dos días más… por favor… deme sólo dos días más… después será libre para marcharse. –le dijo mirándole a los ojos.
- Como desee. –bajó la mirada.
- Salgamos de aquí… -dijo el monarca, levantándose, tomando una de sus túnicas y colocándosela, se cepilló algo su largo cabello negro, pero no lo recogió, y tomó a Yunho de la mano- Entre estas paredes se respira demasiada melancolía… nos vendrá bien algo de aire fresco. –le sonrió, mientras lo encaminaba hacia el jardín.
Estuvieron paseando en silencio, como si cada cual estuviera sumido en sus propios pensamientos, en sus recuerdos… y, en cierto modo, lo estaban. Cada uno a un lado del estrecho camino, por lo que el brazo y la mano de ambos, que quedaba en medio, se rozaban entre sí; por eso, Yunho supo cuando el rey se paró, pues dejó de sentirlo andar a su lado, y lo vio con la mirada fija en una rosa, cuyos pétalos superficiales amenazaban con caer en cualquier momento, ¿estaría así su corazón, igual que el de él?, ¿apunto de sentirse desgarrado?, ¿separado y destrozado por el aire que se cuela entre dos cuerpos que no pueden estar juntos?...
- ¿Majestad? –se le acercó por la espalda.
- ¿Por qué el amor es lo único que parece no marchitarse? –preguntó.
- Porque el amor de verdad no es tan efímero ni volátil como el resto de cosas que nos rodean…
- Supongo que por esa razón, jamás pude jurarle por nada todo lo que sentía… -bajó el rostro y resopló resignado- No hay nada que dure tanto… -volteó a ver a Yunho, quien estaba casi a su espalda
- No… -y ambos se sonrieron melancólicamente, era obvio que ambos sufrían, y por eso se entendían, pues el dolor de un amor no correspondido, sólo puede entenderlo otra alma que pase por lo mismo.
- ¿Continuamos con el paseo? –aunque, en cierto modo, ya sabía de lo infructuoso del mismo, pues todo, absolutamente todo, cada pequeño rincón de aquel enorme palacio, le traía recuerdos de su amado Tae Woon.
- Como guste. –dijo en una leve reverencia, e indicándole con la mano, que fuera él quien diera los primeros pasos, él le seguiría.
Había llegado a Kangnun, y se había dirigido directamente al antiguo cuartel donde, en alguna ocasión, había estado con su maestro. Empezó a buscar como loco los benditos documentos, y ni caso hacía a la anciana mujer, que tiempo atrás lo quisiera como si de su propio hijo se tratara, y que le pedía que fuera a comer algo, pues estaría hambriento y cansado después de tan largo viaje; maldiciendo la manía de aquel hombre, quien fuera su maestro, de no tener las cosas ordenadas, finalmente los encontró, y, si en ese instante no le hubieran sonado las tripas, se hubiera ido de vuelta, total… si no recogía todo lo que había tirado por ahí mientras buscaba, tampoco se notaba tanto… pero, al rugirle el estómago, ya que no había parado a desayunar, y no había ingerido alimento alguno desde la cena de la noche anterior, y porque su caballo se negó a dar un paso más, que accedió a las peticiones de la anciana, y la acompañó hasta la cocina, donde dio buena cuenta del plato que ésta le sirvió; después, y porque su caballo descansase un poco más, se puso a colocar los papeles de su maestro, pero sólo un poco por encima, ya que si salía esa misma tarde, como mucho, en otros tres días estaría de vuelta en Seúl.
De sobra sabía cómo era, pero, aún así, seguía molestando que hiciera esas cosas…. Hoy era uno de esos días en los que prefería estar solo, más que eso, necesitaba estar solo… pero ella no parecía entenderlo, porque ahí estaba, sentada frente a él, con la sonrisa más falsa que jamás había visto, comiendo tan tranquila, como si no hubiera nada que pudiera remover su conciencia y hacerla sentir mal o incómoda ante su presencia… definitivamente, la mujer que su padre le escogió como esposa, no tenía ningún remordimiento, ningún sentimiento de culpa… estaba claro que para ella, lo único importante era ella misma, y el resto del mundo, sólo le importaba si podían satisfacer sus demandas, sino… estaba seguro que diría o pensaría “que un mal rayo los parta”. Y, para variar, otra vez su presencia le quitaba el poco apetito que podía tener, pasando a comer menos, de lo que ya lo haría por su preocupación; y es que la gente como su esposa, le revolvían el estómago, y no podía pasar un solo trago, sin tener la sensación de que iba a botarlo todo al rato… y el maldito palacio estaba lleno de gente como ella…. Aún así, hizo un esfuerzo y comió algo; no quería aparecer demasiado demacrado a la vuelta de Tae, y que éste le regañara por no haberse cuidado en su ausencia… y es que no le gustaba estar de malas con él, se sentía terriblemente feo cuando discutían… y, aunque después le doliera, prefería aquellos abrazos que, muy de cuando en cuando, su hermano le regalaba, aquellos dulces besos en la mejilla o la frente, que se producían más raramente aún… pero que le hacían sentir tremendamente bien.
Tumbado bocarriba, sobre el suelo de la habitación, con la cabeza apoyada sobre sus manos, con los dedos entrelazados, y una pierna flexionada, así estaba esa tarde después de comer, ya que no le quedaba ningún libro por leer; cerró los ojos, y sonrió al ver la primera imagen que su mente le proyectó, Jaejoong… su Jaejoongieh… aquel que había conseguido enamorarlo de apoco, con su sonrisa, sus ojos, su forma de tratarlo, de cuidarlo y mimarlo… por lo hermoso que era en todos los sentidos…. Siguió con los ojos cerrados, recreándose en todas y cada una de las memorias que tenía de él, de las veces que habían estado juntos, de aquellas caricias furtivas, que aún siendo recuerdos, le erizaban la piel, de aquellos besos robados de algún modo, o que le habían sido entregados por algún motivo… y su deseo de estar con él de nuevo, crecía más y más.
La señora Kim estaba preocupada por su hijo mayor. Changmin llevaba días como ausente, apenas si comía, y se la pasaba como melancólico, casi juraría que se esforzaba por no llorar. Creía conocer la razón… una joven dos años mayor que él, de pelo castaño oscuro y ojos marrones, que respondía al nombre de Kang Sun Gen, y a la que hacía tiempo que no veía; lo último que sabía de ella, era lo que su hijo le había dicho, que su madre estaba enferma y ella se había quedado a cuidarla; y cuando Changmin le dijo que, ya que Junsu no podía quedarse en la casa, se quedaría él, también pasó a preocuparle la señora Jung Jaejoongieh, quien se quedaría sola, pues sabía que el amigo, y ahora jefe, de su hijo, aún no regresaba de su viaje a Seúl. Dudaba en preguntarle, temía que él no quisiera hablar del tema y/o le inventase cualquier excusa, pero realmente, no podía evitarlo, le preocupaba verlo así.
- Changmin… -le llamó dulcemente- ¿qué te ocurre hijo mío?
- Nada madre. –respondió, pero sin querer mirarla a los ojos.
- Te conozco muy bien, al igual que conozco a tu hermano… sé cuando algo os ocurre, sea malo o bueno, así que, por favor, no me mientas.
- Lo siento madre. –se disculpó
- ¿Es por Sun Gen?, ¿se pelearon? –y vio como las mejillas de Changmin se colorearon al instante, un gesto de sorpresa, que fue seguido de otro de tristeza y melancolía.
- No exactamente… -respondió sin mirar a su madre a los ojos- Sólo que… -suspiró resignado- parece que no sé cómo tratarla… siempre ando metiendo la pata… haciendo que se acabe enfadando conmigo…
- Las mujeres somos complicadas, hijo mío… -replicó- y tú… bueno… has heredado el tacto de tu padre…. –dejó caer como posible explicación.
- ¿El tacto de mi padre? –preguntó extrañado, mirando, por primera vez en lo que llevaban de conversación, a su madre a los ojos.
- Sí… verás… tu padre me quería mucho… eso ya lo sabía, pero su forma de hacérmelo saber, de hacérmelo ver para que no me quedasen dudas… bueno… no siempre eran las más acertadas… -su hijo seguía sin quitarle los ojos de encima- recuerdo el día que se me confesó… -rió- le estaba sirviendo la cena, como siempre; yo ya había observado que de cuando en cuando me miraba, pero… aquella noche… me tocó el trasero cuando me iba…
- ¿Qué mi padre hizo qué? –preguntó sorprendido
- Pues eso, que me tocó el trasero… yo… -bajó la cabeza algo avergonzada- aunque me gustó, porque tu padre siempre fue un hombre atractivo, pese a la edad que tenía, le pedí explicaciones, y él… -comenzó a reír un poco más- empezó a tartamudear… -rió con un poco más de ganas- así que al final, me agarró fuerte entre sus brazos y me dio un beso, el primer beso que jamás nadie me había dado, y que jamás olvidaré… después de eso… bueno… se la pasó robándome besos, abrazándome… decía que no me iba a dejar hasta que le dijera que aceptaba casarme con él… yo me enfadaba, dejaba de hablarle, y entonces él me besaba para que le regañase…
- Tienes razón… saqué el tacto de mi padre… -decía, ligeramente abochornado, desviando la mirada, era exactamente lo que él hacía con Sun Gen.
- Me recuerdas tanto a él… -le dijo, acariciándole tiernamente la mejilla, observando como él la miraba y le dedicaba una sonrisa, era completamente la viva estampa de su difunto padre- Sé que serás feliz con ella… sólo… dale tiempo.
- ¿Por qué estás tan segura madre? –preguntó intrigado
- Porque Sun Gen, me recuerda a mí. –le sonrió- Vamos… ayúdame a encender el fuego para ir preparando la cena. –dijo levantándose.
- Ojalá y los dioses te escuchen. –añadió él bajito, aunque ella lo escuchó perfectamente.
Si la mirabas, a primera vista, Kang Lee Ann no parecía tener nada, es decir, no le veías heridas, no sudaba a causa de alguna fiebre altísima, no tosía, temblaba… nada; pero para Jeon Bo y para ella, era bastante obvio que sí le ocurría algo, algo que solía pasarle casi todos los años por las mimas fechas.
Ya llevaba unos días, que su madre se negaba a salir de la habitación; se hacía un ovillo en la cama, casi se negaba a comer, y no paraba de llorar… lo mismo de casi siempre, desde que tenía memoria, por lo que habían llamado a doctores, que lo único que hacían era recetarles infusiones para que calmasen sus nervios, y algunas que la hacían dormir; pero ninguno era capaz de curarla definitivamente, y todos decían lo mismo, que eso era lo único que podían hacer por ella. Por ese motivo, ambas se quedaban a su lado en estas fechas, para cuidarla, asegurarse que se tomaba las medicinas, y que estuviera lo más animada posible, no querían dejarla ni un instante sola. Y, aunque, con el tiempo, parecía que cada vez era durante menos días que permanecía en ese estado… lo cierto era que seguía preocupándolas, sobre todo a ella, pues ignoraba qué era lo que llevaba a su madre a sumirse en tal tristeza, en tal desgana de seguir luchando; porque, por más que tuviera a Jeon Bo como una segunda madre, Sun Gen quería a la suya, la necesitaba… ella era su apoyo.
En las noches, cuando estaba a solas en su cuarto, rompía a llorar, y daría todo porque Changmin estuviera allí, a su lado, abrazándola para reconfortarla, dándole aquellos pequeños besos, que le ayudaban a estar mejor; odiándose por el dejarse llevar por sus celos y por las palabras envenenadas de Min Hee, sin querer dejarle a él explicarse.
Odiaba que su hija la viera en ese estado, y eso la hacía ponerse aún peor, pero no había nada que pudiera hacer, sólo esperar que se pasase aquella angustia, y esforzarse en luchar y seguir adelante por su hija, tal y como le prometiese a Jeon Bo que haría; aunque le costaba horrores sobreponerse, sobre todo porque lo más fácil era dejarse vencer...
En esos momentos, no solía querer que nadie estuviera cerca, pero al que menos era a su marido, aquel hombre al que, por desgracia, aún seguía atada, y que no sabía lo que estaba padeciendo, ni parecía importarle, pues lo único que tenía en cabeza era él y él…. Alguna vez había escuchado a Jeon Bo y a su hija batallar con él en la puerta del dormitorio; lo había escuchado con la voz tomada por el alcohol, pedir que le dejasen pasar, que la que estaba allí dentro era su esposa y que como tal, debía responderle en la cama, y ellas reteniéndole como buenamente podían, le decían que no se encontraba en condiciones, que por favor entendiera, y al final, no sabía cómo, pero lograban que durmiera en cualquier otro sitio menos a su lado.
Para superarlo lo antes posible, procuraba pensar en todas y cada una de las cosas buenas que tenía o había vivido, como conocer a Jeon Bo, una mujer que pese a todo lo malo que le había pasado en la vida, era toda una luchadora que se empeñaba en seguir adelante a pesar de todos los palos que recibía; su hija Sun Gen, lo único bueno que le había dado Chul Yong, y que la colmaba de orgullo; pero cuando su mente se paseaba en el recuerdo de la siguiente persona que la había hecho sentir bien, que había significado algo en su vida… sus ojos se aguaban nuevamente, pues, aunque no fuera conscientemente, aquel joven soldado, Kim Tae Woon, había iniciado una de las etapas más dolorosas de su vida, una de la que aún hoy no conseguía hacer cicatrizar la herida, no superaba… aún dolía.
Algo le decía que, si seguía en su dormitorio, era cuestión de tiempo de que “su amada esposa” se presentase, y, francamente, no le apetecía verla; así que se fue a dar una vuelta por los jardines, esperando no encontrársela por casualidad. Dando el paseo, llegó hasta las inmediaciones de la habitación de Yunho, y lo encontró sentado, mirando hacia afuera, con el rostro lleno de tristeza y preocupación, de modo que, importándole poco las caras que algunos de sus criados ponían, al verlo sentarse al lado de aquel joven, lo hizo, y le preguntó
- ¿Le ocurre algo?, tiene mal aspecto. –Yunho cerró los ojos, bajó su rostro y lo giró hacia él, levantándolo y abriéndolos para contestar.
- Tengo miedo… -fue su respuesta
- ¿Miedo?, ¿a qué?
- A que sea demasiado tarde…
- ¿Tarde? –cada vez entendía menos, pero algo le decía que aquella conversación, sólo, era para ellos dos, de modo que le hizo un gesto a todos los que le acompañaban para que lo dejasen a solas, algo que obedecieron- ¿Cómo que tarde?
- Una vez… -volvió la vista al infinito cielo de Seúl- por poco le pierdo…
- ¿Cómo? –Yunho volvió a mirarlo a los ojos
- Intentó acabar con su vida –las lagrimas amenazaban con abandonar su lagrimal, deslizándose por las mejillas.
- ¿Qué?... –preguntó descolocado- ¿Por qué quiso hacer semejante cosa?
- Creo que fue, porque apareció alguien que le hizo mucho daño en su pasado, antes de que nos conociéramos…
- Ya veo. –respiró algo más aliviado, pues realmente le había aterrado la idea de que la esposa de Yunho, hubiera preferido quitarse la vida a estar con él- Bueno, por fortuna, los dioses le hicieron poder evitarlo.
- Sí… pero… por poco, y por más que le haya pedido a Changmin y Sun Gen que cuiden de Jaejoongieh… -dijo, más hablando para él mismo que para el monarca- ellos no pueden vigilarle todo el tiempo, y tengo miedo de que pueda intentar algo, otra vez… y yo… yo no esté allí para impedírselo esta vez... –dijo rompiendo en llanto.
Jin Hyo tomó a Yunho entre sus brazos, cobijándolo contra su pecho, acariciando su espalda, dejando que llorase todo lo que quisiera y se desahogara; mientras que, internamente, daba gracias por no haber vivido una situación similar con Tae Woon, no podría soportarlo.
Jang Yoo Moon, observaba todo desde lejos; le daba igual que el rey les hubiera dicho que se marcharan y los dejaran a solas, él había recibido una orden de su general, y estaba dispuesto a cumplirla a rajatabla, de hecho, él no estaría ahora ahí, cumpliendo dicha orden, si el general Kim no le hubiera salvado la vida en el campo de batalla; así que para él, tenía más valor la orden de su superior, que la del mimo rey.
La orden había sido precisa, “cuando vuelva, quiero que me digas todos y cada uno de los pasos que dio su alteza”, así que no le había quitado ojo de encima, desde que Kim Tae Woon se fuera, hacía ya cinco días. Y no le había costado mucho cumplirla, ya que, de normal, no había salido más allá de las cuatro paredes de su habitación.
Pronto, sintió una mano sobre su hombro, era uno de sus compañeros de sección, quien le indicó que acababa de llegar el general Kim a palacio, tal y como se lo pidiera que hiciese saber; así que fue rápidamente a recibirlo, llegando justo, cuando éste descabalgaba. Se inclinó para saludarle, y se puso a su lado, mientras iban camino de las cuadras a dejar el caballo del general, para comentarle todo aquello que el monarca había hecho en su ausencia, mostrándole cual eficaz y servicial era.
- Entonces, ¿está en su dormitorio? –preguntó Tae Woon
- No, mi general, está en el dormitorio del joven que usted invitó. –le corrigió Yoo Moon
- ¿Qué? –casi se preguntó asimismo, por lo bajo que había realizado la pregunta, tanto que ni el joven soldado la había oído.
- Esta mañana, su alteza quiso dar un paseo por el jardín, y en cuanto llegamos a aquel dormitorio, él se sentó al lado del joven y empezaron a hablar.
- Ya veo… -dijo algo más tranquilo, al tiempo que, tras tomar las alforjas donde había guardado los documentos solicitados por su hermano, ponía rumbo a la habitación de Yunho.
Al llegar, Jin Hyo todavía tenía al joven Jung entre sus brazos; así que carraspeó para hacerse notar, haciendo que su hermano abriera los ojos y levantase el rostro para verlo; alegrándose de ver aquella sonrisa sólo para él, esa que siempre le dedicaba cuando pronunciaba su nombre, aún cuando sus labios no emitieran sonido alguno.
- Yunho… -lo llamó, al tiempo que lo separaba de su pecho, levantaba su rostro y limpiaba las lágrimas que recorrían sus mejillas- podrá irse hoy mismo.
- ¿Hoy? –preguntó extrañado, ya que el nuevo plazo que le había dado el monarca, expiraba al día siguiente.
- Sí. –le sonrió, al tiempo que lo hacía mirar a su espalda, donde vio al general Kim, extendiendo un paquete, que entregó a su hermano- Estos son unos manuscritos que mandé a buscar para usted, y el motivo por el que le pedí que esperase… -Yunho lo tomó entre sus manos, eran varios volúmenes algo gruesos.
- Pero… son muchos… -miró confundido a ambos, no entendiendo cómo podía irse ese mismo día, si tenía que revisar todos aquellos pergaminos.
- Lléveselos y léalos tranquilamente en su casa, después de asegurarse que su esposa está bien, ya los devolverá cuando termine. –le sonrió con ternura Jin Hyo; y él miraba incrédulo.
- Gra… gracias majestad. –acertó a decir en una profunda y larga reverencia.
- Agradézcaselo también al general Kim. –pidió, pues había un soldado presente- Él fue quien fue a buscarlos y volvió lo antes posible con ellos. –sonrió.
- Gracias general Kim. –dio en otra reverencia.
- De nada… espero que tenga un buen viaje de regreso a su casa.
- Sí… gracias una vez más. –volvió a hacer reverencia, y se metió a su dormitorio, comenzando a empacar lo poco que había sacado.
Entre sonrisas divertidas, los tres lo dejaron solo, ya no había nada que pudieran hacer.
De vuelta al dormitorio del rey, Tae Woon comenzó a despedirse de Yoo Moon, dándole las gracias por los servicios prestados, pero Jin Hyo se lo impidió.
- Pero majestad… ya he regresado… y mi obligación es…
- Tsk tsk… -le hizo callar- Arregló todo para una semana, ¿cierto?
- Sí, pero… -nuevamente le había hecho callar.
- Jang Yoo Moon, ¿verdad? –el joven asintió- Vamos a seguir como si el general no hubiera regresado… estos dos días que faltan, seguirás siendo tú el que se haga cargo de mi seguridad. –le sonrió
- Co… cómo usted ordene, majestad. –dijo en una reverencia, y sonrojándose levemente, pues… ese gesto le había parecido lindo.
- Pero alteza… -quiso replicar Tae Woon, que se veía forzado a tratarlo así porque no estaba solos.
- Necesita unas vacaciones, general. –fue lo único que obtuvo de su hermano, mientras lo miraba fijamente a los ojos, antes de que se cerrasen las puertas correderas del dormitorio de éste.
En la noche, volvió a colarse, como cuando era pequeño, a escondidas al cuarto de su hermano; tenía que darle explicaciones… necesitaba saber porqué, ahora, parecía no querer que él estuviera cerca, porqué lo alejaba de él, ¿es que acaso había dejado de amarle?.... Y lo encontró peinando su cabello, antes de irse a dormir, una costumbre que había heredado de su madre, la reina, y que le hacía lucir un pelo realmente brillante y hermoso.
- Pareces un vulgar ladrón. –le sonrió a través del espejo- Colándote así en las habitaciones… no es digno de un general.
- ¿Por qué me has degradado? –preguntó directamente, no estaba de humor, se sentía dolido en su orgullo, y sí, celoso también, celoso de que quisiera tener a cualquiera a su lado.
- No te he degradado Tae. –dijo, sin dejar de mirarse en el espejo, mientras seguía cepillando su cabello
- Mi obligación es protegerte… y hoy le has legado esa función a otro… a uno que ni siquiera es general… Jang tiene un rango menor…
- No he legado nada a nadie Tae Woon. –dijo, dejando de forma un tanto brusca el cepillo sobre el tocador, y girándose a su hermano, ¿por qué estaban peleando?- tú lo preparaste todo para una semana… has hecho el viaje en menos tiempo, así que seguro estás más cansado, porque te has forzado más de la cuenta… -le echaba en cara, poniéndose de pie, para estar a su altura- Sólo te estoy dando tiempo para que te recuperes…
- Ya… -los celos lo ofuscaban, lo único que podía tener de su hermano, hasta ese entonces, era la necesidad que éste parecía tener de tenerlo cerca, y, ahora, él mismo parecía arrebatársela; sentía como si ya no le quedase nada- Pero yo no los quiero…
- Pero te los vas a tomar… es una orden…
- Jin… -le reprochó
- Kim Tae Woon, no quiero verte hacerte cargo de tus funciones hasta dentro de tres días. –le ordenó, mirándole fijamente a los ojos.
La respiración del general se aceleró, de la rabia que estaba sintiendo en ese instante, y lo único que hizo, fue una fría reverencia, antes de salir por donde había entrado, sin mirar atrás, por lo que no pudo ver como Jin Hyo se derrumbaba y rompía a llorar, porque aquella discusión le dolía, porque él no se imaginaba el esfuerzo que había supuesto para su hermano el no abrazarlo en cuanto lo vio, y el pedirle que se mantuviera lejos durante esos días, pero es que él realmente no quería que se enfermase.
Lo primero que pensó, fue en irse a su cuarto, pero prefirió entrar en el dojo, necesitaba liberar toda la tensión, la rabia y la frustración que llevaba dentro, y se lió a golpes con aquellos pilones de madera, cuerda y tela, hasta que, ya algo más desfogado, rompió a llorar de la propia impotencia que sentía, apoyándose contra uno de ellos. Odiaba discutir con su hermano, dolía en lo más profundo de su alma y su corazón… y… odiaba esa nueva sensación que tenía… esa… en la que parecía sobrar en la vida de Jin Hyo.
Junsu volvía a dormir en casa, así que Changmin pudo pasar aquella noche en casa de los Jung, alegrándose de que, en el tiempo que no había estado, nada le hubiera pasado a Jaejoong; claro que, recordaba perfectamente, él sabía defenderse muy bien solito.
Mientras esperaban que Sun Gen, quien también había vuelto a la casa el día antes, terminase de hacer la comida, Jae y él decidieron entrenar un poco fuera, ya que el día estaba cálido y lucía el sol; siempre venía bien algo de ejercicio. Y, aunque ambos estaban más o menos en igualdad de condiciones, lo cierto era que no siempre tenía la oportunidad de hacerlo caer al suelo, cuando empezaban el combate cuerpo a cuerpo; siendo hoy uno de esos pocos días, en el que estaba batallando por mantenerlo debajo suyo. Pronto, sintió una mano sobre su hombro, y, aunque al principio no le hizo caso, pensando que seguramente sería Sun Gen, pidiéndoles que dejasen el entreno para ir a comer, ante la insistencia y la fuerza ejercida, finalmente miró a su espalda, percatándose de que era Yunho, quien lo miraba con cara de no ser muy buen amigo suyo en ese momento; y se levantó casi de un salto, recordando la posición en la que se encontraba, justo sobre Jaejoong, y lo que su amigo sentía por él.
No daba crédito a sus ojos… de pie frente a él, Yunho le ofrecía su mano para ayudarle a levantarse. Dudó en estrecharla, pues tenía miedo que no fuera más que otra de sus bellas ilusiones, por lo que extendió su brazo lentamente hacia el que le era ofrecido, y sólo cuando sus manos se tocaron y cerraron, fue consciente de que era tan real como él, y la expresión de su rostro cambió completamente, ahora tenía una sonrisa de oreja a oreja, su Yunho volvía a estar con él.
- ¿Estás bien? –le preguntó, cuando estaban de pie uno frente al otro, a muy pocos centímetros.
- Sí. –le sonrió.
- Sólo estábamos entrenando. –se defendió Changmin, sin que nadie le preguntara, de hecho, estaba siendo totalmente ignorado.
- Me alegro. –le sonrió, mientras comenzaba a apartar algunos mechones de pelo, que habían caído sobre la cara de Jaejoong, colocándolos por detrás de las orejas, para poder ver aquel rostro que había extrañado tanto; y después de regalarle, de esta forma, más de dos o tres caricias, no pudo reprimir sus ganas de besarlo, acabando por unir sus labios.
Sus bocas se unieron en un beso necesitado, ansiado por ambas partes; comenzando a danzar, a entrelazarse al compás que sus deseos les marcaban, acariciándose y devorándose mutuamente, saboreando cada centímetro de la contraria, cada pequeño recoveco, cada sensanción…. Ambos habían cerrado los ojos para disfrutar más de aquel beso, de aquella calidez que nacía dentro, al volver a estar junto a la persona amada, disfrutando de su compañía, de la cercanía de su cuerpo, de las caricias que se deslizaban furtivas por su cuello o por su espalda; hasta que debieron separarse para tomar ese aliento que les hacía falta, y deleitarse, nuevamente, con la visión del otro, pero aún sin romper ese abrazo que los mantenía unidos.
Se miraban a los ojos, sin poder evitar sonreír tontamente, mientras sus labios parecían volver a ansiar la cercanía
- Esto… Yunho… -quería intervenir Changmin, pero Sun Gen, que había llegado justo cuando su amigo y su señor se estaban besando, lo tomó de la mano y lo sacó, casi literalmente, arrastras del jardín, permitiendo que se quedasen a solas, y pudieran besarse nuevamente, si era eso lo que querían, sin que nadie se entrometiera- ¿a qué ha venido eso? –preguntaba, mientras intentaba frenar en algo el avance de Sun Gen
- Déjalos estar solos… -dijo sin mirarle
- Pero es mi amigo, y quiero saber qué tal le fue, si tuvo algún problema… -se vio obligado a callar, pues los labios de su querida Sun se apoderaron de los suyos.
- Vaya… no sabía que también funcionaba a la inversa. –rió ligeramente y bastante roja.
- ¿Qué? –preguntó aún en su nube
- A ti te sirve para que yo te hable… a mí para que guardes silencio y no metas la pata. –le sonrió dulcemente, mientras sus manos bajaban desde el cuello hasta el pecho de Changmin- Llevan mucho tiempo sin verse, entiendo que estés preocupado por él, pero…
- Si vuelves a besarme… no le dirijo la palabra a Yunho en lo que queda de día.
- Changmin… -le reprochó, golpeándole en el pecho, acababa de mandar a la porra todo el romanticismo que ella había creado en su cabeza para esa escena.
- ¿Qué?... ¿acaso ahora soy yo el que tiene un motivo para besarte? –preguntó, arcando una ceja; aceptando que su madre tenía razón, había heredado un tacto nulo a la hora de tratar con las mujeres, más aún, con aquellas que le gustaban.
- Como se te ocurra besarme ahora mismo… vuelvo a dejarte la cara tan marcada como el día que quisiste comprobar que era mujer…
- Pues entonces, tendré otro motivo para besarte otra vez. –le sonrió, sabiendo que, para su desgracia, tras ese comentario, ya no habría más besos.
- Idiota. –fue lo que se limitó a llamarle, mientras le sonreía; sí, carecía de tacto, rompía todo el romanticismo que ella quisiera tener en algunos momentos, pero se moría de ganas porque fuera solamente “su idiota”.
Lo tomó de la mano y le pidió que la llevase ya a su casa, total tampoco faltaba mucho para que empezase a oscurecer, y así los dejarían a solas, para que se dieran cuenta de que sus sentimientos eran mutuos; ya le preguntarían en la mañana al señor Jung cómo le había ido todo en palacio.
Cuando quisieron darse cuenta, ya estaban solos en la casa. Jaejoong lo guió hacia adentro, comentándole que le prepararía el baño y algo para comer, ya que, seguramente estaría cansado del viaje, y vendría hambriento; mientras tanto, él, que fuera desempacando lo que se había llevado y esperase a que todo estuviera listo; pero tan agotado estaba… que en cuanto dejó la bolsa y se tumbó un poco sobre la cama, se quedó dormido al instante.
En cuanto tuvo el agua de la bañera caliente, fue a buscar a Yunho, para que se asease; pero al llegar a la habitación, lo encontró durmiendo tranquilamente sobre la cama. Se acercó a él, y le dio pena molestarlo, parecía estar descansando tan plácidamente, y se veía tan hermoso… que se quedó contemplándolo un instante, recostándose a su lado. Al cubrirlo con una manta, porque no tuviera frio, fue que se dio cuenta, Yunho llevaba anudada en su muñeca, la cinta que Sun Gen le regaló, y no pudo evitar el sonreír, imaginando el motivo por el cual estaba allí precisamente; la desató, se quitó la que llevaba en ese instante, y la anudó donde estaba la anterior, con mucha delicadeza, para no despertarlo; le robó un beso en los labios y se fue a comer.
Mientras fregaba los platos, empezó a darle vueltas a la cabeza… si le quedaba alguna duda de que sus sentimientos eran correspondidos, se le había ido esta misma mañana, pues, Yunho lo había besado delante de Sun Gen y Changmin, y ambos ya conocían su secreto, así que ante ellos no había porqué guardar apariencia ninguna de matrimonio feliz; si lo había hecho, sólo podía significar una cosa, que él también lo amaba. De modo que, se sentía en la obligación de ser él quien diera el siguiente paso, mostrarle a Yunho, sin que le quedara duda alguna al respecto, que él sentía lo mismo, que lo amaba más que a nadie en el mundo; en lo que ya no se ponía tan de acuerdo consigo mismo, era en la forma en la que lo haría, negándose y sonrojándose, dependiendo de la idea que le cruzara en ese momento la cabeza.
Cuando despertó, ya había oscurecido, y al desperezarse, se dio cuenta de que la cinta del pelo que tenía en su muñeca, no era la que llevaba… ¿se la habría cambiado Jaejoong?, y quiso morirse de vergüenza, porque no sabría cómo explicarle el porqué la había tomado de su cajón, porqué estaba anudada a su muñeca… nada que no sonase, ni ligeramente pervertido… a l menos en su mente… porque… “quería algo que me recordase tu olor”… lo mirara por donde lo mirara, sonaba un poco indecente, y un mucho a algo que le podrían haber dicho en el Muñecas, y muerto antes que hacérselo pasar como allí lo hicieron.
Fue hacia la cocina, guiado más por el hambre que por otra cosa, y se encontró a Jaejoong preparando la cena. Llevaba la cinta que le regaló Sun Gen, la que él había llevado durante toda su estancia en palacio anudada a su muñeca, y la vergüenza que sintió en ese instante, fueron de proporciones inmensas, ya no le quedaba duda alguna de que había sido él quien se la había quitado, aunque lo que ya no entendía tanto era, porqué le había anudado la otra.
Cuando Jae lo vio, le dedicó una sonrisa, y le dijo que el agua de la bañera aún seguía algo caliente, por si quería tomar un baño antes de cenar, y dado que aún tardaría en estar lista, así que él accedió, y se fue derecho a bañarse; si la cena no estaba hecha, daba igual el hambre que tuviera, no le iban a dejar comer nada, y para pensar en él… cualquier lugar era bueno. Mientras se desnudaba, entraba a la bañera, se frotaba la cara… no paraba de darle vueltas al tema de la cinta y al beso, mejor dicho, los dos besos que le había robado delante de Changmin y Sun Gen, y que seguramente él se estaría preguntando a qué habían venido si los dos ya sabían que él era hombre… pero es que tener aquellos labios tan cerca, y no besarlos… más aún después de haberlos extrañado tanto… era algo imposible. Abochornado por todos sus sentimientos, y por no encontrar una excusa medio decente que poder decirle, porque no se atrevía a decirle que lo amaba, por temor a que él lo rechazara y se fuera; cerró sus ojos y se sumergió por entero, esperando que alguna idea se le viniera a la cabeza, o que los dioses obraran algún tipo de milagro.
Decidido, era ahora o nunca…. Se encaminó hacia el baño, abrió la puerta… y le dio pavor encontrarlo bajo el agua, pero casi un ataque cuando, por tomar recuperar el aire, salió de golpe.
- Jaejoong… me asustaste. –dijo al abrir los ojos y encontrarse el rostro de Jae tan cerca.
- ¿Yo?... usted sí que me asustó a mí… -fue su respuesta, al tiempo que bajaba la mano de sobre su corazón- No sabía si se había ahogado…
- Lo lamento… -se disculpó, mientras comenzaba a frotarse.
- Esperad, os ayudo… -dijo tomando la esponja.
- No hace falta…
- No pasa nada. –dijo, al tiempo que lo hacía inclinarse sobre sus rodillas- No alcanza bien a su espalda, y a mí no me importa ayudarle. –comenzando a frotársela.
- Gracias.
Cerró los ojos, y se limitó a dejar que Jaejoong le lavase; sintiendo como deslizaba la esponja por toda su espalda, sus brazos, su cuello, su pecho, su abdomen… sintiendo un escalofrío recorrerle por entero, al notarle recorrer el interior de sus muslos, rozando furtivamente su miembro, que empezaba a erguirse.
Cuando notó el miembro de Yunho contra sus nudillos, tragó saliva, más aún al verle con los ojos cerrados, disfrutando de aquellos furtivos roces; y quiso soltar la esponja y apresar aquella virilidad entre sus manos… le mostraría así cuánto lo deseaba… y comenzó a masajearlo, pese a que Yunho le apresó la muñeca, pero… como apenas ofrecía resistencia, siguió, comenzando a excitarse con aquellos jadeos medio ahogados que se escapaban de los labios del castaño, y con las expresiones de placer que ponía.
No podía ser real lo que estaba pasando… sin embargo, ahí, entre sus manos, estaba la muñeca de Jae, mientras que su miembro seguía siendo masajeado.
- No… para… -pedía entre jadeos- por favor… -suplicaba- Basta. –ordenó, retirando la mano de Jaejoong de su miembro.
- Yo… lo lamento. –dijo sacando la mano de dentro de la bañera, levantándose, dispuesto a marcharse.
- Jaejoong… -lo llamó, antes de que saliera por la puerta- ya cuidas de mí y de la casa… no… no hace falta que hagas nada más… yo… no quiero que hagas nada que no quieras hacer… -dijo bajando su mirada, por lo que no vio como él regresaba sobre sus pasos, hasta que lo tuvo delante, lo notó tomar su rostro entre sus manos y plantarle un beso en los labios- ¿Jaejoong?
- Tranquilo… no estoy haciendo nada que no quiera hacer. –le sonrió, antes de volver a besarlo apasionadamente.
- Jae… tu… tu hanbok… -decía, como podía, entre aquel beso que lo abrasaba- se está mojando… -pues, al abrazarlo fuertemente contra él, cegado por la pasión y el deseo que tanto las caricias como lo dicho por aquellos labios, habían despertado en él, notó aquella tela, que debía estar mojándose por estar en contacto con su húmeda piel, y el agua de la bañera.
- Ya está. –dijo tras quitárselo, quedando desnudo, y volver a envolver entre sus manos la nuca de Yunho, atrayéndolo hacia él y besándolo nuevamente.
A esas alturas, ninguno de los dos quería controlar todo lo que sentía; sus bocas se fundían, las lenguas recorrían los labios ajenos hasta que se entrelazaban en un pasional baile, mientras se mezclaban sus alientos y sus salivas; sus manos apresaban el cuerpo contrario, se deslizaban, regalando caricias que hacían erizar la piel y hervir la sangre que fluía bajo ésta; sus miembros se endurecían y erguían, rozándose, mandando ligeros escalofríos, pequeñas corrientes eléctricas de placer a cada célula de sus cuerpos, que los hacía desearse cada vez más.
Yunho tomó el miembro de Jaejoong con una de sus manos y comenzó a masajearlo, mientras que con la otra lo seguía pegando a su cuerpo, y seguían fundiéndose en un beso que parecía no tener fin. Después, fue deslizando sus labios hacia el cuello, bajando lentamente por él, beso tras beso, hasta llegar a la clavícula y realizar el camino a la inversa; arrancando gemidos de placer de la boca de su adorado Jaejoong, a quien ya comenzaban a temblarle las piernas, teniendo que abrazarse fuertemente a él, para no caer al suelo; al que ambos bajaron lentamente, aún abrazados y besándose, uno al lado del otro, sin dejar un solo instante de repartirse caricias.
Jae colocó la parte superior de su cuerpo sobre la de Yunho, besándolo dulcemente en los labios, como si quisiera procesar y recordar todas y cada una de las sensaciones que el tener aquella boca en la suya le producía; mientras que una de sus manos bajaba, regalando una sensual caricia, desde el mentón, hasta hacer presa aquel cálido y palpitante miembro, siendo, en esta ocasión, él quien gimiera de placer contra su boca, sin querer abandonar aquel beso, en que ambos succionaban el labio apresado, o lo dibujaban con la punta de sus lenguas.
Yunho invirtió la posición, siendo él quien quedó encima de Jaejoong, comenzando a descender, besando lentamente, por el cuello y el pecho de de su amor, mientras sus manos iban dibujando, delineando los costados de aquel cuerpo que tengo deseaba, deslizándose entre el suelo y éste, hasta aprisionar los glúteos de Jae, al tiempo que su lengua lamía rápidamente aquel miembro palpitante, que se movió ante aquella acción, al tiempo que un sonoro gemido escapaba de los labios de su dueño. Sentía que perdería el poco control que estaba teniendo, en cualquier momento, a causa de aquellos jadeos y gemidos, de aquellas caricias, de aquellas presiones… y querría hacerlo suyo, con todo lo que aquello implicaba.
Quería y no quería, correrse en la boca de Yunho, quien había comenzado a succionar su virilidad, como si no fuera la primera vez que lo hacía, como él estaba seguro que era; pero se moría de ganas por sentirlo dentro, así que le levantó el rostro y se fue deslizando, hasta que su entrada quedó cerca de las caderas de éste.
- ¿Estás seguro? –preguntó Yunho
- Sí. –contestó, al tiempo que acercaba más su entrada a la virilidad de su amante.
- No quiero hacerte daño… -dijo, comenzando a posicionarse, e intentando introducir su miembro en aquel estrecho hueco que le era ofrecido
- Mmm- se quejó ligeramente, haciendo que Yunho se parase y retirase un poco- Un momento… -dijo, al tiempo que mojaba dos de sus dedos con el agua de la bañera y los introducía poco después en su entrada, comenzando a dilatarla- Ahora… -le indicó, cuando ya no sentía dolor, y sintiendo el miembro de Yunho enterrarse lentamente en él, provocándole un placer que jamás pensó llegar a sentir.
- Jaejoong ah… -gimió, una vez estuvo enteramente dentro de él, y comenzando a moverse lentamente- ¿te hago daño? –quiso saber
- No más del que me haría si saliera ahora de mí… -jadeo en su oído, pues se había abrazado fuertemente a su cuello, y besarlo apasionadamente- quería sentirlo así… dentro de mí… -decía entre los gemidos que cada embestida de Yunho provocaba.
- Jae… yo… yo… -intentaba hablar sin ceder del todo al placer- no quiero ser como ellos…
- No lo es… contigo es la primera vez que realmente lo deseo… -dijo besándolo- Yunho… mmm… ah… -gemía fuerte- hazme… hazme sentir que te pertenezco…
Las embestidas iban aumentando su intensidad, al igual que los gemidos que escapaban de los labios de ambos, cada que no estaban unidos en un beso. La mano de Yunho volvió a aprisionar el miembro de Jae, que estaba entre sus cuerpos, masturbándolo para que ambos se fueran al tiempo; del que él se sentía bastante cerca, pues las paredes internas de Jaejoong, se estrechaban nuevamente sobre su miembro, ofreciéndole una fricción más que placentera… estaba llegando al éxtasis.
Sus alientos volvieron a entremezclarse en un último beso, donde sus lenguas danzaron sin control, antes de separarse para tomar el aire necesario que se les escapaba al tiempo en aquel ronco gemido de placer, mientras se corrían a la vez; Yunho inundando con su semilla el interior de su moreno favorito, Jaejoong entre el cuerpo de ambos. Después, se volvieron a recostar en el suelo, uno al lado de otro, mirándose, mientras Yunho abandonaba el interior de Jae, lentamente, para no causarle dolor; volvieron a besarse y sonreírse tontamente, como lo que eran, un par de enamorados.
- Oh… -dijo Jae, levantándose
- ¿Dónde vas?
- La cena… será un milagro si no se me quemó… -respondió, recordando que la había puesto al fuego antes de entrar al baño.
- Y ¿vas a dejarme así? –preguntó, arcando una ceja, mientras con su mano indicaba cierta zona que aún no acababa de relajarse del todo, claro que teniendo el cuerpo desnudo de Jae a la vista, era bastante complicado.
- Sólo será un momento. –sonrió, y agachándose, le robó un beso de los labios- Además, aún tendrá hambre…
- Corrección… -Jae lo miró extrañado- Tendrás hambre… acabamos de consumar nuestro matrimonio… digo yo… que ya puedes tratarme más familiarmente, ¿no?
- Está bien… -le sonrió divertido
- Además… me gusta más cuando me llamas por mi nombre… - le confesó, robándole un beso, que hizo más profundo, sujetándolo de la nuca, dejando que su lengua explorara, nuevamente, la cavidad bucal de Jae.
- Yunho… -le reclamó
- ¿Sí?
- Como sigas así… la cena se quema… y tú no duermes… -dijo al tiempo que se levantaba, y ofrecía una visión de su miembro, que amenazaba con volver a erguirse- Vamos a comer… después… ya habrá tiempo para repetir… -le sonrió pícaramente, antes de recoger su hanbok, ponérselo por encima y salir hacia la cocina.
- Jaejoong… -lo llamó, antes de que saliera
- ¿Sí?
- Te amo… -le confesó, al tiempo que se incorporaba- desde el primer día en que te vi…
- Y yo a ti –confesó completamente sonrojado, y perdiéndose finalmente por la puerta.
La sonrisa en el rostro de Yunho, brillaba…. No podía creer que, después de todo lo que había sufrido y llorado… resultara que su amor había sido correspondido desde un inicio… pero daba gracias, a lo que fuera que había sucedido, para que hoy ocurriera lo que pasó… para que hoy, se entregasen el uno al otro sin temor alguno, porque, a partir de hoy… lo único que les esperaba era la felicidad.
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kyaaaaaaaaaaaaaaaa es lo mas bonito que he leido kyaaa meencanto porfin lemon lo llevo esperando no se cuantos capis XD
ResponderEliminarllevo desde ayer intentando terminar este fico que esta super elaborado kyaaaa super lindo ***abraza a la escritora del fico***
muchas gracias por deleitarme con un yunjae tan moxo *o*
*******se va emocionada a por el siguiente capi******
kekekekek son las 5 y aun no he comido por leer el fic XD
aahhhhhhhhh! ♀♀♀♀♪♫☼♀♀
ResponderEliminarohhh por fin!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarLemon YunJae!!!!!!! >///<
ue bueno que porfin se dieron las cosas entre Jae y yunnie... espero que la felicidad en la que andan se mantenga.... y que no pasen cosas malas de aqui en adelante (U_U aunque a decir verdad se que es dificil)..
P
WAAAAAA!!! ME ENCANTA ^o^ ...esta muy bueno...es de los mejores fics que he leido
ResponderEliminarAHHHHHHHHHHHHHHHHH creo que he perdido tres años de vida esperando este momento xDDDD
ResponderEliminarque ilusión! porfin! casi lloro enserio!!! >w<
escribes genial, estoy adictadisima al fic!!
muchisimas gracias por escribirlo >w<
kyyyyyyyyyyya por fin!!!!!!!!!!!!!!! Ya casi son las 5 pm y aún no como jajaja pero es que es imposible despegarse de la historia! Gracias!!!!1
ResponderEliminarHermoso hermoso hermoso me encanto por fin consumaron su amor ..gracias
ResponderEliminarPor qué? Pornqué el YunJae es tan lindo? Dios que ambos tonteando e intentando confesarse son tan tiernos¡¡ casi que lloro¡¡¡ ambos estaban tan tristes. Espere mucho por su primera vez y ahora no me quito dos cosas de la cabeza, primero muero¡¡¡ Los hermanos estan enamorados y me encataría que fueran felices juntos, lo merecen y segundo A caso Junsu sale a ver a Mi Chunnie??? Que onda con este Yoosu que no da señal de amor aquí??? Amaría que el suyo fuera un amor de veinti algo 15 oh seria precioso¡¡¡
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