Capítulo Cuatro: Paralizado
Estaba aturdido, no sabía qué sucedía y por sobre todo tenía miedo, miedo porque ninguno de los músculos de su cuerpo respondía a sus órdenes, miedo porque respirar era algo casi imposible de hacer, miedo porque sentía sus latidos más lentos de lo saludable para un humano, miedo porque el tipo había soltado los grilletes y él no podía escapar, miedo porque estaba totalmente desnudo en una sala de operaciones a merced de un psicópata que tenía su cara.
¡Su cara!
Entre más lo miraba más se convencía de eso. El tipo era idéntico a él en cada una de sus facciones, en cada cabello que tenía en la cabeza, en cada gesto hecho con soltura y sin maldad, en cada palabra acentuada y en cada mirada cargada de ternura, ternura que sabía era falsa, pero que se veía real proviniendo de sus ojos.
Luego de que entró en la habitación con la jeringa en la mano le inyectó el líquido, hundiendo sin miramientos la afilada aguja en los vasos sanguíneos de brazo, y por más que se removió intentando escapar no pudo hacerlo. En segundos sus miembros comenzaron a hormiguear y lentamente sus músculos se adormecieron, dejándolo inmovilizado en la camilla.
Estaba paralizado.
Tras eso el tipo había abierto los grilletes, descubriendo los raspones en sus muñecas y tobillos, para luego acercar una silla de ruedas y alzarlo con facilidad, acomodándolo sobre ella. Lo sacó de la habitación en que lo había tenido desde que despertó y lo empujó en la silla a través de esos sucios pasillos. Pudo reconocer el tipo de arquitectura, los azulejos partidos y que alguna vez fueron blancos que iban de lado a lado, la pintura descascarada y manchada que alguna vez fue pulcra, el techo oscurecido y torcido por la humedad que alguna vez fue alto y parejo.
Era un hospital.
Un hospital que seguramente habían abandonado hacía décadas y que lentamente se descomponía y se desgastaba con el tiempo. Un hospital sucio y lleno de objetos corto punzantes como la aguja que antes habían enterrado en su brazo, un hospital terrorífico y metido en medio de la nada, alejado del resto de la sociedad y que un loco usaba como refugio para tenerlo prisionero.
Movió sus ojos una vez más por la sala de operaciones. Esa habitación definitivamente contrastaba con el resto del destartalado edificio, ya que se veía pulcra, nueva y asquerosamente desinfectada por el olor a antiséptico que inundaba el aire. Cerró incómodo los ojos, que eran lo único que le respondía en ese momentos. La luz blanca sobre su cabeza quemaba sus retinas y le sacaba dolorosas lágrimas.
– No llores… – Le dijo el tipo, limpiando con algo de gasa sus mejillas. – Necesito nuestro rostro deshinchado…
¿Nuestro?
YunHo buscó asustado las manos de su copia, las que no podía ver al no poder girar su cabeza, y deseó estar inconciente cuando éste alzó entre sus dedos un objeto que no identificaba, pero que se acercaba peligrosamente a su cara. Supo que ya no estaba amordazado con la cinta de embalaje cuando los dedos fríos de su copia acariciaron la piel cercana a sus labios, para luego apretar con fuerza sus mejillas y obligarlo a separar las dos partes de su mandíbula. El objeto largo se internó en su boca y rebuscó algo entre sus muelas, deslizándose sobre su lengua.
– No tenemos caries, ¡felicidades! – YunHo no sabía si eso era algo de lo que debiese estar orgulloso, incluso le causaba vergüenza al ser dicho con ese tono de burla que usaba su copia. – Me haz ahorrado el tener que perforarme una muela, gracias. – Bajo otras circunstancia YunHo hubiese aceptado muy contento esa caricia que atravesaba su cara, yendo desde su sien izquierda hasta el borde de su mandíbula, pero todo lo que viniese de ese hombre le parecían burlas y torturas hechas con sorna y la intención de confundirlo y asustarlo. – Ahora se un buen chico y déjame seguir revisándonos.
Sintió que las manos de su copia bajaban por su pecho, tanteando sus músculos, erizando su piel que seguía reaccionando al calor y al frío. Cerró los ojos cuando las manos de ese hombre se sintieron en sus caderas y soltó un par de lágrimas cuando éstas separaron sus piernas, deslizándose por el interior de sus muslos.
– No temas, no te haré daño… aún. – Pero YunHo no le creyó, sobre todo cuando su copia se alejó un poco de la camilla y dejó caer su bata al piso, cuando dio dos pasos hacía él y se desabotonaba la camisa, cuando levantó un objeto mucho más grueso y mecánico que el anterior y sonrió con alegría, cínica alegría que en verdad era burla. – Vamos a jugar a “¿Cuántos lunares tiene YunHo?” ¿Te parece? – ¿Qué tipo de juego enfermo era ese? – Yo los buscaré y tú me dirás si hay más moviendo tus ojos. Si mientes… recibirás un castigo.
¿Un castigo?
¿Qué mayor castigo podría existir al que ya estaba recibiendo? Meter astillas bajo sus uñas le parecía un deleite comparado con lo que vivía y ser tocado indiscretamente por ese tipo en busca de sus lunares era algo que no se merecía nadie. Observó curioso como tras cada hallazgo ese hombre utilizaba la extraña máquina sobre su propia piel, marcándola de porvida con tinta oscura.
Se tatuaba.
Se tatuaba uno a uno los lunares que YunHo tenía. Había copiado el par que reposaban en su antebrazo izquierdo, el pequeño que adornaba sus ingles, el que se ocultaba en el interior de su muslo derecho, el que tímidamente se dejaba ver sobre la ultima falangeta del dedo índice de su pie, el que le daba un toque cómico a su axila, el que coqueto aparecía justo al termino de su espalda y varios otros que ni sabía tenía por ahí repartidos.
– Creo que terminamos… – El hombre estaba sólo en ropa interior, observándose de arriba a bajo en un espejo que cubría la mitad superior de una de las paredes. YunHo sentía un poco más de libertad en algunos de sus músculos, más no lo suficiente para levantarse y escapar, sólo los necesarios para lograr girar su cabeza y darle una miraba al cuerpo de su captor. Tenía su mismo tono de piel, sus mismos músculos trabajados, sus mismas proporciones y YunHo estaba seguro de que si se ponía a contar los vellos de sus piernas serían cantidades iguales para ambos. – ¿Falta otro lunar? – Si, faltaba otro lunar. Ese lunar que formaba parte de su atractivo y que todo el mundo conocía, ese lunar que había desviado la atención de muchos hacia sus labios, ese lunar que llamaban “Monroe” y que aparecía a medio centímetro de la comisura izquierda de su labio superior.
YunHo no sabía si responderle como el hombre le había ordenado casi dos horas antes, no sabía si al mover sus ojos en dirección a su boca éste se daría cuenta de esa pequeña marca que lo acompañaba desde que tenía memoria, no sabía si quería ayudarlo a parecerse aún más a él, tanto así que comenzaba a confundirse y sentir que no era él quien estaba postrado en la fría camilla.
– Respóndeme… ¿Falta otro? – El roce de algo frío y metálico en su cuello terminó por convencerlo, moviendo frenético sus ojos en dirección al único lunar del que tenía conciencia en ese momento. – ¿Si? ¿Dónde está? – Sobre su labio, maldita sea, ¡Sobre su labio! – Oh, ya lo vi… – Una nueva caricia se dejó sentir sobre sus labios y luego esos dedos viajaron hasta la boca de su propietario y con ayuda de la máquina tatuadora estamparon de porvida el lunar oscuro y pequeño que era como una marca personal para YunHo. – Ahora si… – Con ayuda de un espejo de mano el hombre contempló su rostro y con una sonrisa deslumbrante se acomodó en la camilla junto a YunHo, apegando sus mejillas en un gesto de cercanía, y posicionó el espejo sobre ellos, dándole a YunHo la oportunidad se observar ambos rostros en su calcada igualdad. – Somos un par de chicos guapos… ¿No crees que nos parecemos?
¿Parecerse?
YunHo estaba seguro de que si no fuese totalmente imposible ese hombre sería su hermano gemelo y ni siendo ese el caso podrían parecerse tanto sus rostros. Lo único que podría delatarlos era la cicatriz que YunHo casi siempre ocultaba con maquillaje y que iba en forma de ele desde la altura de las aletas de su nariz hasta más allá de la frontera de su ojo izquierdo. Esperaba que no la hubiese visto, esperaba que no copiara eso también, esperaba que ese accidente cuando era niño fuese suyo y sólo suyo, que su copia no la pudiese marcar en su piel como con sus lunares, que…
– Comencemos ahora con la cicatrices.
…que no dije eso.
El hombre se levantó de la camilla y fue por ahí, a algún rincón de la habitación y tomó uno de los aparatos. YunHo supuso que era una línea telefónica o un comunicador, ya que el hombre pidió que le llevasen algo a la sala de operaciones con suma urgencia. Lo observó luego doblar sus pantalones y levantar su camisa del suelo, mientras se volvía a acercar a él y otra vez sus labios eran acariciados de forma sinuosa, provocativa y a YunHo le pareció un toque incluso morboso, ya que él mismo lo hacía, ya que eran sus labios los que se acercaban, ya que era su aliento el que percibía y… y era…era su saliva, maldición…
Se estaba besando…
Se estaba besando de la única forma en que pensó no se podía hacer, aceptando el toque de un ser idéntico a él, se estaba besando porque sentía que ahora era dos personas totalmente separadas, se estaba besando y no podía escapar de sus propios labios, se estaba besando y se odió por permitirlo.
Sus músculos adormecidos comenzaron a temblar, intentando escapar de si mismo, intentando despertarse y correr, intentando con todas sus fuerzas apartar esas manos suaves que acariciaban ahí donde menos quería ser tocado y creyó que había logrado empujarlo cuando su copia se apartó, lo creyó y deseó más que nada, pero al instante se dio cuenta de que no era así, porque al girar su rostro en la dirección que miraba su copia sólo descubrió a la delgada niña en la puerta, asustada, cubriendo su pequeña boca con sus manos huesudas, y una bandeja metálica que estaba tirada en el suelo con algunos implementos más que no sabía para que eran.
– ¡Niña tonta! – Gritó su copia y la pobre niña salió de su trance, recogiendo a todas prisas los objetos que había dejado caer al suelo. – ¡Deja eso ahí y vete! – La niña se puso de pie, pero mantenía su cuerpo medio doblado, y haciendo venia tras venia desapareció de la sala de operaciones corriendo. – Esa niña es una buena para nada… – El hombre caminó hasta los objetos y los recogió uno por uno, poniéndolos sobre la bandeja metálica. Puso todo sobre una mesa auxiliar y luego se volvió a acercar a YunHo, sonriendo con perversidad. – ¿En qué estábamos? – Y YunHo supo que todas las veces antes de esa en las que creyó sentir miedo eran cosa de niños, porque ahora conocía lo que realmente era estar aterrado y no poder escapar de ése que pensaba hacerle más daño del que soportaría.
Se iba a dañar…
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¡Su cara!
Entre más lo miraba más se convencía de eso. El tipo era idéntico a él en cada una de sus facciones, en cada cabello que tenía en la cabeza, en cada gesto hecho con soltura y sin maldad, en cada palabra acentuada y en cada mirada cargada de ternura, ternura que sabía era falsa, pero que se veía real proviniendo de sus ojos.
Luego de que entró en la habitación con la jeringa en la mano le inyectó el líquido, hundiendo sin miramientos la afilada aguja en los vasos sanguíneos de brazo, y por más que se removió intentando escapar no pudo hacerlo. En segundos sus miembros comenzaron a hormiguear y lentamente sus músculos se adormecieron, dejándolo inmovilizado en la camilla.
Estaba paralizado.
Tras eso el tipo había abierto los grilletes, descubriendo los raspones en sus muñecas y tobillos, para luego acercar una silla de ruedas y alzarlo con facilidad, acomodándolo sobre ella. Lo sacó de la habitación en que lo había tenido desde que despertó y lo empujó en la silla a través de esos sucios pasillos. Pudo reconocer el tipo de arquitectura, los azulejos partidos y que alguna vez fueron blancos que iban de lado a lado, la pintura descascarada y manchada que alguna vez fue pulcra, el techo oscurecido y torcido por la humedad que alguna vez fue alto y parejo.
Era un hospital.
Un hospital que seguramente habían abandonado hacía décadas y que lentamente se descomponía y se desgastaba con el tiempo. Un hospital sucio y lleno de objetos corto punzantes como la aguja que antes habían enterrado en su brazo, un hospital terrorífico y metido en medio de la nada, alejado del resto de la sociedad y que un loco usaba como refugio para tenerlo prisionero.
Movió sus ojos una vez más por la sala de operaciones. Esa habitación definitivamente contrastaba con el resto del destartalado edificio, ya que se veía pulcra, nueva y asquerosamente desinfectada por el olor a antiséptico que inundaba el aire. Cerró incómodo los ojos, que eran lo único que le respondía en ese momentos. La luz blanca sobre su cabeza quemaba sus retinas y le sacaba dolorosas lágrimas.
– No llores… – Le dijo el tipo, limpiando con algo de gasa sus mejillas. – Necesito nuestro rostro deshinchado…
¿Nuestro?
YunHo buscó asustado las manos de su copia, las que no podía ver al no poder girar su cabeza, y deseó estar inconciente cuando éste alzó entre sus dedos un objeto que no identificaba, pero que se acercaba peligrosamente a su cara. Supo que ya no estaba amordazado con la cinta de embalaje cuando los dedos fríos de su copia acariciaron la piel cercana a sus labios, para luego apretar con fuerza sus mejillas y obligarlo a separar las dos partes de su mandíbula. El objeto largo se internó en su boca y rebuscó algo entre sus muelas, deslizándose sobre su lengua.
– No tenemos caries, ¡felicidades! – YunHo no sabía si eso era algo de lo que debiese estar orgulloso, incluso le causaba vergüenza al ser dicho con ese tono de burla que usaba su copia. – Me haz ahorrado el tener que perforarme una muela, gracias. – Bajo otras circunstancia YunHo hubiese aceptado muy contento esa caricia que atravesaba su cara, yendo desde su sien izquierda hasta el borde de su mandíbula, pero todo lo que viniese de ese hombre le parecían burlas y torturas hechas con sorna y la intención de confundirlo y asustarlo. – Ahora se un buen chico y déjame seguir revisándonos.
Sintió que las manos de su copia bajaban por su pecho, tanteando sus músculos, erizando su piel que seguía reaccionando al calor y al frío. Cerró los ojos cuando las manos de ese hombre se sintieron en sus caderas y soltó un par de lágrimas cuando éstas separaron sus piernas, deslizándose por el interior de sus muslos.
– No temas, no te haré daño… aún. – Pero YunHo no le creyó, sobre todo cuando su copia se alejó un poco de la camilla y dejó caer su bata al piso, cuando dio dos pasos hacía él y se desabotonaba la camisa, cuando levantó un objeto mucho más grueso y mecánico que el anterior y sonrió con alegría, cínica alegría que en verdad era burla. – Vamos a jugar a “¿Cuántos lunares tiene YunHo?” ¿Te parece? – ¿Qué tipo de juego enfermo era ese? – Yo los buscaré y tú me dirás si hay más moviendo tus ojos. Si mientes… recibirás un castigo.
¿Un castigo?
¿Qué mayor castigo podría existir al que ya estaba recibiendo? Meter astillas bajo sus uñas le parecía un deleite comparado con lo que vivía y ser tocado indiscretamente por ese tipo en busca de sus lunares era algo que no se merecía nadie. Observó curioso como tras cada hallazgo ese hombre utilizaba la extraña máquina sobre su propia piel, marcándola de porvida con tinta oscura.
Se tatuaba.
Se tatuaba uno a uno los lunares que YunHo tenía. Había copiado el par que reposaban en su antebrazo izquierdo, el pequeño que adornaba sus ingles, el que se ocultaba en el interior de su muslo derecho, el que tímidamente se dejaba ver sobre la ultima falangeta del dedo índice de su pie, el que le daba un toque cómico a su axila, el que coqueto aparecía justo al termino de su espalda y varios otros que ni sabía tenía por ahí repartidos.
– Creo que terminamos… – El hombre estaba sólo en ropa interior, observándose de arriba a bajo en un espejo que cubría la mitad superior de una de las paredes. YunHo sentía un poco más de libertad en algunos de sus músculos, más no lo suficiente para levantarse y escapar, sólo los necesarios para lograr girar su cabeza y darle una miraba al cuerpo de su captor. Tenía su mismo tono de piel, sus mismos músculos trabajados, sus mismas proporciones y YunHo estaba seguro de que si se ponía a contar los vellos de sus piernas serían cantidades iguales para ambos. – ¿Falta otro lunar? – Si, faltaba otro lunar. Ese lunar que formaba parte de su atractivo y que todo el mundo conocía, ese lunar que había desviado la atención de muchos hacia sus labios, ese lunar que llamaban “Monroe” y que aparecía a medio centímetro de la comisura izquierda de su labio superior.
YunHo no sabía si responderle como el hombre le había ordenado casi dos horas antes, no sabía si al mover sus ojos en dirección a su boca éste se daría cuenta de esa pequeña marca que lo acompañaba desde que tenía memoria, no sabía si quería ayudarlo a parecerse aún más a él, tanto así que comenzaba a confundirse y sentir que no era él quien estaba postrado en la fría camilla.
– Respóndeme… ¿Falta otro? – El roce de algo frío y metálico en su cuello terminó por convencerlo, moviendo frenético sus ojos en dirección al único lunar del que tenía conciencia en ese momento. – ¿Si? ¿Dónde está? – Sobre su labio, maldita sea, ¡Sobre su labio! – Oh, ya lo vi… – Una nueva caricia se dejó sentir sobre sus labios y luego esos dedos viajaron hasta la boca de su propietario y con ayuda de la máquina tatuadora estamparon de porvida el lunar oscuro y pequeño que era como una marca personal para YunHo. – Ahora si… – Con ayuda de un espejo de mano el hombre contempló su rostro y con una sonrisa deslumbrante se acomodó en la camilla junto a YunHo, apegando sus mejillas en un gesto de cercanía, y posicionó el espejo sobre ellos, dándole a YunHo la oportunidad se observar ambos rostros en su calcada igualdad. – Somos un par de chicos guapos… ¿No crees que nos parecemos?
¿Parecerse?
YunHo estaba seguro de que si no fuese totalmente imposible ese hombre sería su hermano gemelo y ni siendo ese el caso podrían parecerse tanto sus rostros. Lo único que podría delatarlos era la cicatriz que YunHo casi siempre ocultaba con maquillaje y que iba en forma de ele desde la altura de las aletas de su nariz hasta más allá de la frontera de su ojo izquierdo. Esperaba que no la hubiese visto, esperaba que no copiara eso también, esperaba que ese accidente cuando era niño fuese suyo y sólo suyo, que su copia no la pudiese marcar en su piel como con sus lunares, que…
– Comencemos ahora con la cicatrices.
…que no dije eso.
El hombre se levantó de la camilla y fue por ahí, a algún rincón de la habitación y tomó uno de los aparatos. YunHo supuso que era una línea telefónica o un comunicador, ya que el hombre pidió que le llevasen algo a la sala de operaciones con suma urgencia. Lo observó luego doblar sus pantalones y levantar su camisa del suelo, mientras se volvía a acercar a él y otra vez sus labios eran acariciados de forma sinuosa, provocativa y a YunHo le pareció un toque incluso morboso, ya que él mismo lo hacía, ya que eran sus labios los que se acercaban, ya que era su aliento el que percibía y… y era…era su saliva, maldición…
Se estaba besando…
Se estaba besando de la única forma en que pensó no se podía hacer, aceptando el toque de un ser idéntico a él, se estaba besando porque sentía que ahora era dos personas totalmente separadas, se estaba besando y no podía escapar de sus propios labios, se estaba besando y se odió por permitirlo.
Sus músculos adormecidos comenzaron a temblar, intentando escapar de si mismo, intentando despertarse y correr, intentando con todas sus fuerzas apartar esas manos suaves que acariciaban ahí donde menos quería ser tocado y creyó que había logrado empujarlo cuando su copia se apartó, lo creyó y deseó más que nada, pero al instante se dio cuenta de que no era así, porque al girar su rostro en la dirección que miraba su copia sólo descubrió a la delgada niña en la puerta, asustada, cubriendo su pequeña boca con sus manos huesudas, y una bandeja metálica que estaba tirada en el suelo con algunos implementos más que no sabía para que eran.
– ¡Niña tonta! – Gritó su copia y la pobre niña salió de su trance, recogiendo a todas prisas los objetos que había dejado caer al suelo. – ¡Deja eso ahí y vete! – La niña se puso de pie, pero mantenía su cuerpo medio doblado, y haciendo venia tras venia desapareció de la sala de operaciones corriendo. – Esa niña es una buena para nada… – El hombre caminó hasta los objetos y los recogió uno por uno, poniéndolos sobre la bandeja metálica. Puso todo sobre una mesa auxiliar y luego se volvió a acercar a YunHo, sonriendo con perversidad. – ¿En qué estábamos? – Y YunHo supo que todas las veces antes de esa en las que creyó sentir miedo eran cosa de niños, porque ahora conocía lo que realmente era estar aterrado y no poder escapar de ése que pensaba hacerle más daño del que soportaría.
Se iba a dañar…
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Notas finales del capítulo:
Siguiente capítulo: "Atorado"
OMG! No fui capaz de escribir lo que iba a continuación, se me hizo demasiado cruel. Digo, estaré muy enojada con Yunho aún por el baile de Checkmate, pero igual lo quiero y ser muy cruel no es lo mío. Lo que pase de aquí en adelante con YunHo se los dejo a su imaginación, yo me voy por ahí a escribir PH.
OMG! No fui capaz de escribir lo que iba a continuación, se me hizo demasiado cruel. Digo, estaré muy enojada con Yunho aún por el baile de Checkmate, pero igual lo quiero y ser muy cruel no es lo mío. Lo que pase de aquí en adelante con YunHo se los dejo a su imaginación, yo me voy por ahí a escribir PH.
porfavor no hagas sufrir tanto a mi lider yo lo amo tanbien me enoje con el por ese vaile pero aun asi lo amo tanto, me encanto como describiste el lunar de sus lavios ese lunar lo amo cuando la primera vez que lo vi se me iso muy sexi porfavor que viva que jae no sufra mucho tiempo por el.
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