La eternidad, que poco sentido tiene esa palabra para mí, considerando que ya he vivido casi doscientos años, sin envejecer y sin enfermedades a qué temer. Camino por la vida riéndome de ella, ya que nada me lastima y no le temo a nadie, excepto tal vez a la soledad. Es cierto, estoy solo, vago en busca de nuevas víctimas, ajeno a sus rostros mientras les arranco la vida como si solo fueran objetos, es algo que no puedo evitar, la culpa es del sabor, ese aroma exquisito que me penetra y me lleva al éxtasis sin misericordia y me convierte en asesino. Y qué decir de mis hermanos, aquellos que se mienten así mismo y comparan el sabor de la sangre animal con la humana, como si existiera comparación alguna, nada es capaz de entregarte ese placer que me recuerda tanto a los orgasmos sentidos cuando era humano. Sin embargo, ya estoy harto, harto de vagar y de toparme de vez en cuando con uno de los míos, marcando el territorio de cada uno con el simple olor del otro identificando la edad y lo poderosos que pueden ser. Yo tuve suerte, según Mitsui, “Quien te creo era un antiguo”, me decía. Fuimos grandes amigos en los años cincuenta, cuando Elvis tocaba su guitarra y me hacía bailar. Sin embargo, es normal entre nosotros no desear la compañía del otro por mucho tiempo, nos aburrimos y generalmente nos separamos sin decirnos adiós. Yo le amaba, si, era un hermano menor para mí, tenía apenas diez años de haber sido convertido y aún la vida de inmortal le parecía fascinante.
Y mi creador, qué decir de él. Un hombre apuesto, inteligente y selectivo. Yo apenas un espadachín luchando por aquellos cuya causa consideraba justa. Pero me traicionaron, envenenaron mi cuerpo cuando ya no quise volver a matar. Entonces me encontró él, Antus. Qué hermoso me pareció cuando me tomó entre sus brazos sacándome de ese pantano y salvándome de morir. En parte morí de todas maneras, pero él me regaló una vida nueva. Me besó y me dijo que era hermoso, no sentí temor ni asco, sus labios me parecieron exquisitamente fríos mientras calmaban la fiebre de mi piel. “Serás mío”, me susurró y sus dientes de animal se incrustaron en mi cuello. Me perdí entre la confusión del dolor y la desesperación. Sentí mi corazón detenerse y yo morí. Pero luego la sensación de fuego en mi cuerpo como si se me estuviera quemando, me trajo de vuelta a la vida. Mi alma se perdió en el camino de regreso y sólo quedé yo, un cuerpo y una mente astuta que buscaría venganza en su primera comida.
Pero Antus me abandonó cuando ya no me necesitó, me dejó solo y no volví a saber de él. Algunos lo han visto, dicen que ahora le gusta la música y toca el piano, lo que daría por verlo tocar. Mi padre, mi primer amor y mi perdición como humano. Jamás me hizo el amor, esos placeres carnales no eran para él, a pesar de que yo le busqué. Nuestro miembro siempre esta duro, podemos padecer orgasmos parecidos a los de los humanos, pero nuestro miembro no descansa. Sin embargo, si juntamos el acto sexual más la exquisita sensación de la sangre entrando por nuestra garganta, esa es la gloria, nos perdemos. Un acto peligroso si deseamos mantener con vida a nuestro amante, yo mismo he matado a algunas y algunos en el transcurso de mi paso por la vida. Pero Antus me rechazó, hacer el amor entre inmortales es aún más complicado, la necesidad de poseer al otro o más bien someterlo se transforma al final en una guerra. Somos diabólicos, no hay mayor bienestar que violar a uno de los tuyos, beber de su sangre y adueñarte de sus secretos. La sangre nos entrega eso, secretos, recuerdos y virtudes, nuevos poderes, así crecemos. Y claro Antus aunque me amaba no podía permitir que yo me apoderara de sus secretos, suficiente de él había obtenido cuando me convirtió. Al final busqué satisfacción en mis victimas y me mentí a mi mismo diciéndome que eso era lo mejor a pesar de que yo le deseaba. Entendí su frustración al dejarme, su cobardía de aceptar que él también me deseaba y que le llevó a abandonarme a mi suerte y eso jamás se lo podré perdonar.
Un inmortal piensa mucho, caminamos en silencio tratando de no ser visto por nadie más que su victima, y ahí estaba. Una exquisita mujer de la vida fácil, probablemente estaba algo drogada esperando por su próximo cliente. Me mira, mi aspecto le gusta y me acerco a ella, “¿Cuánto cobras?”, le preguntó usando mi voz más sensual, aquella que con los años he mejorado. Me acerco y la beso en la mejilla, siente mi olor, ya es tarde para ella, y se entrega a mis brazos. Es fácil engañarlos, todo en mí los atrae y ella ya no podía dejarme ir.
La llevo a un motel, me aseguro de no ser visto dentro de mi convertible negro sin patente. La llevo a la habitación y le ofrezco algo de beber, tal vez vino. Acepta mi ofrecimiento y se recuesta sobre la cama, no puede evitar estar excitada al mirarme, desea ser poseía por mí. Me acuesto a su lado y aspiro ese olor delicioso viajando en sus venas. Pasó mi lengua por su garganta y ella gime. “Que mujer más hermosa”, pienso. Hundo mis dientes en ella con delicadeza, casi ni lo siente. Se aferra a mi espalda mientras mi esencia la lleva al placer. Es así como me gustaba hacerlo, era un don especial en mí, incluso Antus me envidiaba por poder asesinar de esa manera, y podía entenderlo porque matar viendo el horror en el rostro de tus víctimas no era para nada algo agradable. En realidad yo podía escoger como hacerlo, cuando me encontraba con algún delincuente prefería la segunda opción, pero cuando tenía a criaturas tan hermosa como esta deseaba gozar del momento. Quería que sintieran parte del éxtasis que sentía yo y al final su corazón dejaba de latir en silencio, sus recuerdos me llenaban y me impedían alejarme de ella, pero me obligué a despedirme de aquella sensación tan dulce. Siempre era igual, placer, éxtasis y luego los recuerdos. Valoraba a mis victimas y a todas las recordaba, pero la realidad es que solo eran comida. Me aseguro de que las marcas de mis dientes no se noten cubriéndolas con mi propia sangre eliminando rastro de ellas. Era una contradicción, yo las mataba, pero mi sangre era capaz de regenerar una herida humana. Pago la cuenta y la dejo en aquel motel. “Ha sido genial”, le digo y le lanzo un beso, me río de mi mismo.
Soy un inmortal, soy Jaejoong y generalmente muy pocos pueden conocerme y contarlo al otro día.
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waaa est genia les te fick
ResponderEliminarinteresantisimo!!!
ResponderEliminarconti porfis!!! ^^
O,O me mata el suspenso
ResponderEliminarmueren al instante *O*!!
ResponderEliminarqe proo >o<!
omg!!!!!.... yo de echo ya quiero conti!!
ResponderEliminarjaejoong inmortal... me mata la curiosidad!!
>.< plis me gusto mucho!!!espero que actues pronto!!!XD...
me gustó mucho el capitulo..
ResponderEliminarabrá mas capitulos verdad!!!..
gracias por el fic..
ahora a esperar el proximo
Esta muy interesante...me pregunto quien sera ese signo de interrogacion o si Jae estara solo por siempre...
ResponderEliminarjae como un vampiro, amo ver a jae como vampiro, lo leere,lo leere
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