Cartas Blancas cap 4

11.

Cranch.

- ¿Te lo puedes creer? Se pasó toda la mañana con la Li Yin esa y me ignoró por completo.

Cranch.

- ¡Ni me miró! Por Dios. La chica tampoco es tan guapa…

Cranchcranchcranch.

- Ni canta tan bien. Es… del montoncillo.

Miré a Boa, quien estaba sentada en frente a mí con su codo apoyado en la mesa de la cocina y su cabeza descansando en la palma de su mano, y busqué algo de apoyo, pero lo único que obtuve fue una mirada de indiferencia mientras mordía una vez más la hoja de lechuga que sostenía en su otra mano. Cranch.

- ¡Boa yah! Por Dios, estoy pasando una crisis, podrías ayudarme un poco.

Otra mirada de indiferencia. Y otro mordisco. Cranch.

- Vale. Ya lo entiendo. Te importa una mierda.

Boa suspiró.

- No es eso. Es que tengo hambre.

- ¿No estás comiendo… lechuga?

- Ja. Las calorías que me da esto las gasto al morderlo… Estoy a dieta.

Puse los ojos en blanco.

Cranch.

- ¿Cómo dices que se llama la chica?

- Li Yin. Pero le han cambiado el nombre. Ahora es Jang Ri In, o algo así.

De repente, Boa dejó la hoja de lechuga en la mesa y me miró con sorpresa.

- ¡Ya sé quien es! ¿Una chica con el pelo largo, oscuro? ¿Con carita de inocente, así como muy modisita?

- Sí, esa… - contesté, con una ceja arqueada. - ¿De qué la conoces?

- Hace tiempo me encontré a Sang Woo en un estudio, ¿sabes quien es? ¿El técnico de grabación? Bueno, da igual. Me lo encontré y estuve hablando con él y un rato y me dijo que estaba grabando con una chica nueva que era buenísima y no se qué. Así que me metí en la grabación en plan cotilla – sonrió. – Se emocionó mucho cuando me vio. Parece buena chica.

¿Se podrá asesinar a alguien con una hoja de lechuga?

- Lo que tú digas… - murmuré, decepcionado porque mi mejor amiga no era capaz de apoyarme en mi misión de odiar a la china.

- Oye, canta muy bien.

Si las miradas matasen, Boa ya estaría enterrada.

- Bueno, ¿tú de qué lado estas? – pregunté, indignado.

Cranch.

- Yo no estoy del lado de nadie. Simplemente, tienes que aceptar las cosas. Canta genial. Dios, canta mejor que yo – rió. Egocéntrica. – ¡Acéptalo, Yoochun! Repite conmigo: Li Yin canta que te cagas.

- No pienso repetirlo. Si cantara tan bien, Junsu no tendría que ayudarla a debutar. Se está aprovechando de él. Yo debuté solito.

- Tú debutaste conmigo. Actuaste conmigo y Britney Spears, si no lo recuerdas, y además grabé una canción con vosotros… – señaló, y luego cranch.

Silencio.

Cranch.

- Ojalá te ahogues con la lechuga.

12.

Changmin entró jovialmente en el apartamento, dando saltitos y canturreando, seguido por un Jaejoong más bien malhumorado que cargaba con dos grandes bolsas plásticas.

Les dediqué una sonrisa, pero por dentro estaba deseando que se largaran y me dejaran solo con Junsu, quien veía la tele a mi lado.

Jaejoong se perdió camino a la cocina, maldiciendo algo sobre Changmin y su necesidad de comprar tres tipos diferentes de chocolate, y el peque se nos acercó, tirándose en el sillón frente a nosotros.

- ¿Qué coño hacéis? – preguntó sin apenas mirarnos, leyendo los sobres en sus manos.

Nadie contestó, y Changmin siguió leyendo los remitentes de las cartas hasta que llegó a una extrañamente familiar…

- Junsu hyung, tienes una carta…

Junsu prácticamente saltó a arrebatársela. Luché para no sonreír, pero costaba mil demonios. Changmin y yo observamos atentamente mientras Junsu abría el sobre, una gran sonrisa apoderándose de su cara.

- ¿De quien es? – preguntó Changmin.

- Ni idea – contestó Junsu.

El menor me miró con desconcierto.

- Changmin ah, ¿en qué planeta vives? Hace tres meses que llegan esas cartas… - comenté.

Su expresión no cambió. Así que me vi obligado a explicarle.

- Son cartas de una fan. No tienen remitente, así que no sabemos de quien son…

Mientras tanto, Junsu ya había sacado la hoja de papel del sobre y leía atentamente. Su cara brillaba.

- Espera… ¿llegan al apartamento y no sabéis de quien son? – volvió a preguntar Changmin.

Asentí lentamente.

- ¿Y a ninguno se le ha ocurrido que si llegan al apartamento no pueden ser de una fan? – Junsu y yo le miramos atónitos. – Las cartas de las fans van a SM, no al apartamento. Las fans no saben nuestra dirección.

En ese momento, deseé tener una hoja de lechuga para asesinarle.

Sois idiotas, decía su mirada.
O te callas ya o te muerdo, decía la mía.

- Hyung – me miró Junsu, visiblemente emocionado - ¡que no es de una fan!

- Si llegan al apartamento, son de alguien que nos conoce… - razonó el listillo.

Sonreí una sonrisa falsa y me maldije mentalmente por ser tan idiota.

13.
KIM JUNSU.

“Los domingos no me doy cuerda.”

Eso decía Watanabe, el protagonista de uno de mis libros favoritos, Tokio Blues.

Los domingos no me doy cuerda.

Como Watanabe, cada mañana, después de que suene el despertador y antes de que Yunho grite y me amenace con destruir todos mis videojuegos si no me levanto, me doy cuerda. Me animo, busco alguna razón para levantarme.

Y llegados a este punto de la historia, os pregunto:

¿Existe algo más triste que tener que buscar alguna razón para afrontar el día?

Sí. No encontrar ninguna.

- Junsu ah, ¿estás bien?

Cuando la primera sílaba llegó a mis oídos, levanté la cabeza, hundida en el cojín del sofá y sonreí.

- Oh, Yoochun hyung… Me asustaste…

- Lo siento…

Un silencio cayó sobre nosotros. Pero tampoco me importó mucho, porque los silencios con Yoochun eran cómodos.

- ¿Estás bien? – preguntó después de pasar cinco minutos mirándome.

- Claro – mentí. No debería haber gastado esa valiosa saliva.

- Mentiroso. ¿Qué te pasa?

En serio, a veces odio a este hombre. Porque nos parecemos mucho.

Suspiré.

- No sé. Estoy de bajón. No te preocupes. Ya se me pasará – dije, y luché y luché y seguí luchando para no venirme abajo. No frente a Yoochun.

Silencio.

Silencio mientras Yoochun se sentaba a mi lado en el sofá. Silencio mientras deslizaba su brazo por mi hombro. Silencio mientras me atraía a su cuerpo. Silencio mientras yo deseaba morirme.

- ¿Me lo piensas contar, o no?

Suspiré.

- Me siento solo.

Silencio.

- ¿Te acuerdas cuando fuimos a que nos leyeran las palmas de las manos? – proseguí, sin esperar ningún tipo de respuesta, mientras paseaba mi dedo por una de las líneas de mi palma. – La mujer me dijo que tenía la línea del corazón más pequeña que había visto nunca…

Silencio.

Hasta que Yoochun acercó su palma abierta a la mía y apoyó su cabeza contra la mía y se quedó tan, tan cerca que oía los latidos de su corazón. Sonreía al notar que tanto el suyo como el mío latían al unísono. Yoochun suspiró hondo y acarició su línea del corazón, para luego acariciar la mía.

- Pero… la tuya y la mía juntas forman una tan larga como la de cualquiera, ¿verdad?

14.
PARK YOOCHUN.

Junsu no contestó. No hacía falta. Porque su corazón y el mío latían al unísono. Nos quedamos en silencio, cabezas apoyada la una contra la otra, buscando alguna razón, por minúscula que fuera, para no levantarnos del sofá.

La vida seguía.

15.
CARTA # 2

Te quiero tanto que duele parpadear.

16.

La música siempre ha estado ahí. Hacía que la vida siguiera.

Estuvo conmigo cuando todo iba mal y apenas podía levantar cabeza. Estuvo conmigo cuando los sueños comenzaron a hacerse realidad. Estuvo conmigo en horas de soledad, horas de compañía, de sonrisas o de lágrimas o de angustia o de ira.

Y, sí, estaba conmigo cuando era la única forma de acercarme a Junsu.

Sonreí cuando las primeras notas de Miduhyo llegaron a mis oídos desde los auriculares del iPod mientras salía del ascensor. Y, por enésima vez, me di cuenta de lo patético que era. Pero no podía evitarlo; la voz de Junsu era la única forma de consolarme.

Dejé la bolsa en el suelo y abrí la puerta del apartamento, canturreando en voz baja. Cerré la puerta con una patada y entré a la sala de estar. Y entonces la vi.

Hecha de sonrisas y cabello oscuro.
Li Yin.
Sentada en mi sofá.
Al lado de Junsu.

El mundo casi se para entonces, pero no, la música seguía, la vida seguía.

Sentí una palmadita en la espalda y me giré para encontrar a Yunho y su sonrisa mientras me despojaba de los auriculares.

- ¿Dónde coño te habías metido? – preguntó, y luego caminó hacia el sofá y Junsu y Li Yin con unas botellas en la mano.

- De compras… - murmuré, un poco demasiado perdido en la situación.

Junsu me miraba con una sonrisa radiante.

- Hola, Yoochun oppa – me saludó Li Yin con una gran, gran sonrisa y sus mejillas sonrojadas y los ojos sonriendo y, Dios, ¿por qué no la puedo odiar?

- Hola, Li Yin ah – sonreí.

Yunho se dejó caer al otro lado de Li Yin y me hizo un gesto para que me acercara a ellos. Pero decidí ignorarle.

- ¿Qué hacéis? – pregunté, aunque en realidad no quería saber la respuesta.

- Es que he ido a SM y Li Yin estaba practicando y, como estaba sola y nosotros no tenemos nada que hacer, pues la invité a casa un rato – contestó Junsu, mirándome de pies a cabeza.

Escalofríos recorrieron mi espalda.

- Yo debería irme ya… - murmuró Li Yin con esa vocecita suya, mirando a los chicos.

La decepción que se mostraba en el rostro de Junsu era como un puñetazo en medio del estómago. Li Yin se levantó del sofá con una sonrisa, seguida de Junsu y Yunho, quienes le acompañaron hasta la puerta, y al pasar a mi lado, me dedicó una pequeña reverencia.

Cuando me dieron la espalda, dejé la fachada a un lado y mi sonrisa desapareció bruscamente.

La vida seguía.

Suspiré hondo, reteniendo el aire en mis pulmones antes de dejarlo salir, y me dirigí a la cocina en busca de algo de beber y un poco de soledad, pero Changmin estaba ahí. Obviamente.

- Hey, hyung – me saludó con la boca llena de Dios-sabe-qué.

- Hey, Min… - contesté con desgana, dejando la bolsa en la mesa antes de acercarme a la nevera.

Cayó el silencio. Sólo se oía a Changmin masticando y la música de mis auriculares todavía brotando. La voz de Junsu, como en un susurro.

Tomé una cerveza de la nevera y me apoyé contra la encimera, bebiendo lentamente hasta que oí la puerta principal cerrarse y a Junsu acercarse. Sabía que era Junsu. Simplemente, lo sabía.

Su sonrisa se contagió, y pronto me encontré sonriéndole como un idiota.

- ¡Hyung! – me llamó, emocionado. – Tengo que hablar contigo.

- ¿De qué? – arqueé una ceja, nervioso.

Junsu recorrió la habitación con la mirada, y pasó de Changmin como si éste fuera invisible. No es por nada, pero el peque vive un poco como… en su propio planeta de arco iris y sabiduría y unicornios blancos montados por elfos pequeñitos y amables.

Luego se inclinó un poco hacia mi. Su respiración golpeaba mi rostro.

- Ya sé quien escribe las cartas – murmuró.

Mi corazón no pudo aguantar la tensión. Miré esos ojos sonrientes, que brillaban, e intenté tragar saliva, pero el nudo de mi garganta me lo impedía. Mi boca estaba seca y el corazón… oh, mi pobre corazón no podía aguantar la tensión.

Si sabía que era yo, todo se había acabado. Nuestra amistad, el grupo, mi vida… todo. Todo.

- Ah, ¿sí? – conseguí preguntar.

Junsu asintió con energía. Una media sonrisa iluminó su cara, y pasó la lengua lentamente por sus labios antes de contestar.












- Es Li Yin.










La música se paró. La luz se apagó. El aire dejó de existir.

¿Sigue dando vueltas el mundo?

Sí, Yoochun, sigue. El mundo sigue dando vueltas.

- ¿Co-como lo sabes?

Bien, Yoochun. Todavía te acuerdas de cómo hablar.

- Como se comporta conmigo y todo. Es ella, hyung. Además, le he echado millones de indirectas… y… es ella, hyung. Es Li Yin.

¿Respiras, Yoochun?

Sí. Aunque no sé por cuanto tiempo.

- ¿E-estás segu-seguro?

Junsu volvió a asentir.

¿Y qué se suponía que debía hacer yo? ¿Yoochun, su mejor amigo? ¿Qué debía hacer? ¿Qué debía decirle? ¿”Vete a por ella”? ¿”No, Junsu ah, soy yo el que las escribe”? ¿”Te quiero”?
¿Qué cojones debía hacer en ese momento?

Antes de poder abrir la boca, decidirme si quiera, Junsu me sonrió y salió de la habitación, dejándome boquiabierto, estúpido, con los ojos fríos y el corazón pesando más de lo normal.

- No sé, hyung – me distrajo la voz de Changmin – puede que me esté equivocando. Pero creo que ese era el momento ideal para decirle que el autor de las cartas eres tú.




¿La vida sigue ahora?