Los ojos de Lee Ann se abrieron de par en par, tan ni siquiera pestañeaba, recorriendo rápida y repetidamente el cuerpo de Jaejoong; ¿podía ser real? ¿verdaderamente lo volvía a tener frente a sí?, porque hasta donde ella sabía, él estaba muerto, había perdido la vida en las frías aguas del lago que limitaba la propiedad de los Jung, escapando del ataque del que Yunho y él habían sido víctimas, huyendo, nuevamente, de las manos de Song Hyu Neul.
Con manos, ligeramente, temblorosas, Jeon Bo unió las de Lee Ann y Jaejoong, una encima de otra, esbozó una tierna sonrisa, al tiempo que las lágrimas se deslizaban por sus mejillas y las de su amiga, mientras que Sun Gen y su amigo miraban sin comprender que pasaba.
- Estás vivo… -dijo Lee Ann, sin retener aquellas gotas saladas que recorrían su rostro y acariciaba, amorosamente, el de Jaejoong
- Lo siento madre… -se excusó Sun Gen- no podía decirte la verdad, porque padre no se enterase, casi siempre estaba cerca.
- No te preocupes… -acarició entonces el rostro de su hija- lo importante es que los dos estáis bien. –sonrió con ternura mirando a uno y otra.
- Jaejoong –llamó Jeon Bo
- ¿Sí?
- Lee Ann –la mencionada la miró- ella es tu verdadera madre.
- ¿Qué? –preguntó tras un largo silencio, en el que tanto él como Sun Gen, no lograban entender qué pasaba
- Naciste de su vientre… -relataba Jeon Bo, mientras nuevas lágrimas corrían por las mejillas de Lee Ann y en el rostro de Sun Gen se dibujaban dudas, a las que interiormente parecía encontrar respuesta- pero Kang Chul Yong te separó de su lado y te entregó a otra familia, porque no eras hijo suyo y no estaba dispuesto a criarte, además de como castigo para Lee Ann por osar serle infiel.
Ahora todo cobraba sentido… que su madre recayera sobre la misma fecha… que pareciera mirar con nostalgia, dolor y vacío en su pecho, a algunos niños con los que se cruzaban, cuando ella era más joven… el vago recuerdo de la promesa de un hermano… Jaejoong era él, ese que nunca llegó… aquel de quien su padre no le permitió disfrutar, pero al que los dioses le habían vuelto a unir.
Le estaba costando digerir la noticia, aceptar que los que creía sus padres, no lo eran en verdad, que, tras pensar que había quedado huérfano, ahora resultaba que tenía una madre y una hermana, como mínimo, y que ambas lo habían cuidado pese a que los tres ignoraban los lazos de sangre que los unían… pero, sus ojos se llenaron de lágrimas y ternura, al igual que los de su recién encontrada madre, que no dejaba de mirarlo con aquella expresión que jamás había visto en aquella otra mujer, la que lo había criado como si fuera su hija.
- Perdóname Jaejoong… -sollozaba Lee Ann, mientras seguía acariciando su mejilla.
- No tengo nada que perdonar… madre. –y una enorme sonrisa adornó el rostro de ambos, antes de fundirse en un abrazo, al que no tardó en unirse Sun Gen.
- Jaejoong… -llamó, en apenas un susurro, Jeon Bo
- Dime… -respondió, zafándose del abrazo y acercándose a la cama.
- Por favor… cuida de Yunho… -le pidió- porque ahora él sólo te tiene a ti.
- Lo haré. –respondió totalmente determinado a llevarlo a cabo.
Tras oír esas palabras, los ojos de Jeon Bo se cerraron, y en su rostro se dibujo una sonrisa, que indicó a todos que ya descansaba en paz.
Sun Gen abrazó fuertemente a su madre, y ambas rompieron a llorar, mientras que Jaejoong cubría el cuerpo inerte de quien había sido lo más parecido a una madre, sin contar a la señora Kang, que había tenido; después, se unió al abrazo entre su hermana y la mujer que le había dado la vida, su verdadera madre, dejando sus lágrimas correr, con esa mezcla extraña de quien ha perdido a alguien casi de la familia, pero ha encontrado otra.
Al día siguiente, Jaejoong volvió a la casa, y le dio a Yunho y Changmin la noticia de la muerte de Jeon Bo, excusando a Sun Gen, quien se había quedado junto con su madre a preparar lo necesario para las exequias que tendrían lugar aquella misma tarde, a las que estaban invitados a asistir. Limpió un poco la cocina, lavó los cacharros usados del día anterior, y volvió a marcharse al Muñecas, para ayudar a la familia con las honras fúnebres, haciendo oídos sordos a los reproches y reclamaciones que Rimha le hacía, pidiendo explicaciones de por qué no había ni un mísero sirviente en aquella casa que la atendiera, y encima él volvía a irse sin prepararle tan siquiera algo que desayunar.
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Lee Ann se pasó la mañana ignorando a Chul Yong; sabía que si lo miraba y por lo que fuera, ya que, últimamente, cualquier tonta excusa parecía ser buena, empezaban a discutir, acabaría echándole en cara que la separase de su hijo, llevándoselo lejos de ella, y no quería, menos en ese día, estar de malas… quería ser feliz, centrarse en darle un buen descanso a Jeon Bo, y disfrutar, después, de su reencontrado Jaejoong; sin tener que pensar en qué pasaría cuando su marido se enterase de que lo había recuperado, y menos aún el plantearse si, cuando abusaba de él, lo hacía sabiendo que era su hijo y el de aquel soldado.
Sí, así había decidido llamarle, tan pronto supo que esperaba un bebé de aquel soldado, y agradecía que lo hubiera mantenido, por la razón que fuera, su pequeño Jaejoong había vuelto a casa, aunque ya no fuera tan pequeño.
Sin olvidar el luto que estaba guardando por la muerte de su mejor amiga y casi único punto de apoyo emocional dentro de la casa, sus ojos no dejaban de posarse en Jaejoong, y su rostro se iluminaba, su hijo estaba ahí, con ella, y no era ningún sueño del que debiera temer despertar… era tan igual a su padre… sus ojos… aquella mirada… su sonrisa… y tan distinto resultaba a aquella vez que llegó a casa, cuando parecía una chica… aquella fragilidad había desaparecido, se habían convertido en fortaleza y confianza… no cabía duda que estar con el joven Jung Yunho le había hecho bien.
Sun Gen le explicó en un momento, aprovechando que Chul Yong se había ido a comprar al mercado, el motivo por el que Jaejoong había decidido hacer creer a todos que había muerto, y que no era otro que el mantener lejos de Yunho y de sí mismo al general Song, quien, según él, los había atacado e intentado matar, razón por la que el joven Jung había estado tanto tiempo en casa del doctor Park, recuperándose de sus heridas; por eso se había cortado el cabello y no había vuelto a hablar, para que nadie pudiera reconocerle por la voz y le fuera con el chisme a su marido o directamente al general, no querían volver a pasar por ese suplicio, por ese dolor que suponía, incluso sólo el simple temor de poder, el perder a la persona amada.
- Junsu, amor… vamos a un entierro… -se quejaba Yoochun
- Por eso mismo. –respondía sin inmutarse lo más mínimo y siguiendo a lo suyo.
- Pero llegaremos tarde… -lanzó un leve quejido.
- Pero eres el doctor, no puedes ir de cualquier manera, debes ponerte tus galas… -decía, terminando de colocarle la ropa convenientemente
- ¿Queda mucho? –preguntaba medio fastidiado
- Ay… -suspiró resignado, atándole el lazo- a veces pareces más chico que yo –rió divertido, sobre todo cuando Yoochun hinchó sus mejillas en muestra de enojo- Pero así te quiero yo. –dijo antes de darle un corto beso en los labios.
- Y yo a ti. –devolviendo el beso- Ay… ¿qué haría yo sin ti? –preguntó, al tiempo que lo abrazaba tiernamente por la cintura
- Ir hecho un asco a todas partes – se burló
- Jajaja seguramente.- volvió a besarlo
- Yoochunie… que llegamos tarde. –dijo en leve jadeo entre el beso.
- Está bien. –le dio un último beso, lo tomó de la mano y subieron al carro, poniendo dirección a la casa Jung.
Lee Ann, Sun Gen y Jaejoong, salieron desde el Muñecas acompañando al cuerpo de Jeon Bo, camino del cementerio. Una vez allí, se encontraron con Yunho y Changmin, que ya los estaban esperando, junto con el sacerdote, que haría el ritual necesario para que el espíritu de la mujer descansase en calma, junto con sus ancestros; Yoochun y Junsu no tardaron en unirse, y se dio comienzo a la ceremonia. Una vez el cuerpo de Jeon Bo estuvo bajo tierra, sobre el pequeño montoncito de piedras, que sujetaban la placa de madera donde estaba grabado su nombre, Yunho depositó un pequeño ramillete de varas encendidas de incienso; todos los presentes rezaron una última oración internamente, y fueron al Muñecas, a tomar un pequeño refrigerio antes de que Changmin y Yunho volvieran a casa de los Jung, ya que le habían dicho a Jaejoong que podía quedarse con Lee Ann y Sun Gen más tiempo si quería o lo consideraba oportuno, pero él negó con la cabeza, sí… llegaría más tarde, porque se quedaría para ayudarlas a recoger, pero esa noche dormiría en la casa.
Changmin no le quitaba el ojo de encima a Sun Gen, por eso, cuando ella se sentó al borde del pozo y rompió a llorar, no tardó en sentir unos brazos rodeando su cuerpo, atrayéndola a un pecho cuyos latidos conocía bastante bien, dejándose envolver por aquella calidez, que ahora sentía que necesitaba tanto.
Kang Chul Yong pensaba que se estaba volviendo loco por momentos. El rostro de aquel joven, el nuevo sirviente de la casa Jung, al menos él no lo había visto antes, le recordaba demasiado a alguien que él había conocido muchos años antes … ¿podía ser que fuera el hijo de quien se había deshecho años atrás, aquel que había sido fruto de la infidelidad de su mujer?... ¿o era quizás el fruto de otra relación de aquel joven soldado con otra?... ya no sabía que pensar… y todo aquello no hacía más que torturarlo mentalmente, sobre todo aquella posibilidad de que fuera el hijo ilegítimo y que Lee Ann acabara descubriendo que él la engañó para deshacerse de él, porque no estaba dispuesto a mantener el recuerdo de que ella le había pagado con la misma moneda, lo que él le había hecho tantas veces, con la suerte de que, si acaso alguna había quedado embarazada, había acabado perdiéndolo por causas naturales, antes del nacimiento. Por eso, para no levantar sospechas, ni alertar a nadie, prefirió guardar silencio durante toda la velada, es más, prefirió quedarse en su habitación, en lugar de estar rondando por el salón, que era donde ellos se encontraban, evitándoles en la medida de lo posible.
Cuando Yunho llegó a la casa, Rimha estaba dormida, así que él aprovechó y dio una vuelta, acabando por sentarse a la puerta de la casa de Jaejoong, quien no tardó en llegar, y le dedicó una sonrisa al verlo allí, poniéndose de cuclillas frente a él y darle un beso leve en los labios, “tendrás frio si te quedas aquí quieto”, le había dicho, apenas despegando los labios de los suyos, “entonces caminemos”, fue la respuesta que él le había dado, poniéndose de pie y tomándole de la mano, empezando a andar por la orilla del lago, no quería volver al lado de Rimha, quería estar con él, con su único y verdadero amor.
- Siento mucho la muerte de Jeon Bo. –le dijo, apretando ligeramente su mano.
- Gracias… -notó y él apretó en respuesta.
- ¿Sufrió? –preguntó, intentando pasar el nudo de su garganta, viendo como Jae se limitaba a negar con la cabeza
- Antes de morir se liberó… desveló un secreto que había estada guardando durante muchísimos años, y se quitó un gran peso de encima… la verdad es que… al final se fue con una sonrisa. –sonrió.
- ¿Un secreto? –preguntó curioso.
- Sí… tengo una familia Yunho. –él lo miró sin comprender demasiado bien- Soy el hijo de Kang Lee Ann…
- ¿Cómo? –preguntó completamente descolocado
- No sé… tampoco es que me haya dado más explicaciones mi madre. –sonrió ligeramente, aún le resultaba extraño pronunciar aquella palabra- Sólo sé que nací de una infidelidad de mi madre al padre de Sun Gen… pero no me importa –sonrió- porque ahora sé que tengo una madre y una hermana, aparte de a ti. –respondió, al tiempo que le rodeaba el cuello con sus brazos y lo atraía hacia él, antes de besarlo tiernamente, notando como los de Yunho se enredaban alrededor de su cintura.
Se sentaron en un tronco que había al borde del lago, y, acurrucados y abrazados el uno al otro, estuvieron en silencio, sin nada más que ligeras caricias… no era tiempo de nada más… tampoco necesitaban más… el estar juntos, era suficiente.
Como cada mañana, Kim Jin Hyo, estaba desayunando tranquilamente en su dormitorio, rodeado por tres o cuatro de sus concubinas, que se desvivían por mimarlo, y a las que, en ningún momento, veías un gesto de disgusto o desagrado en sus rostros, que denotase que no querían hacer aquello, más bien al contrario, todas se disputaban el atenderlo y colmarlo de mimos, todas ansiaban ser la favorita, y no sólo por las ventajas que suponía serlo, sino también porque aquel ser realmente se hacía querer, despertaba en ellas el deseo de servirlo y protegerlo, de complacer todos y cada uno de sus caprichos… incluso las mujeres, que antaño habían sido las concubinas del anterior monarca, decían que él no tenía punto de comparación con su padre, que no cabía duda que la reina había hecho un buen trabajo al educarlo, y lo adoraban como a ese hijo que muchas no habían tenido; pues sólo la favorita, la madre de Tae Woon, fue autorizada por el padre de ambos, a tener al bebé y quedarse con él, si alguna de las otras había llevado a cabo el embarazo, el bebé había sido apartado de su lado y entregado por ahí, en el mejor de los casos. Los pocos momentos en los que les veía alguna mueca de desagrado, era cuando él les pedía que se retirasen, para poder hablar con la persona que entraba en su habitación, y cuando la reina entraba y las tiraba, dedicándole más de una mirada de desprecio, mientras salían del dormitorio; como si sintieran que ella no tenía derecho a estar allí, al contrario que todas ellas, pues sabiendo como sabían que no amaba al rey, la sentían como una usurpadora en el amor que su adorado majestad Jin Hyo pudiera sentir… estaba claro que ninguna de ellas era conocedora de que el corazón del monarca llevaba ya varios años ocupado por una persona, a la cual no podía sacársela de la cabeza ni de su pecho, por más que lo intentara… por eso, ahora, se limitaba a amarlo, sin importar si recibía o no sus sentimientos de vuelta; porque para él, era mucho más doloroso el querer cambiar sus propios sentimientos.
Una vez se cansó de los mimos que le entregaban, las despidió con un leve beso en la frente a cada una, dando las gracias por todas las atenciones que le habían ofrecido, y, colocándose un hanbok un poco más grueso, por encima de su ropa, se marchó a dar una vuelta por el jardín, sonriendo levemente, al recordar los suspiros que se les escapaban, cada vez que sus labios se posaban sobre la piel de sus concubinas; cerrando los ojos un instante, deseando fuertemente, que aquellos suspiros, los realizasen otros labios, los de Tae Woon…. Y, como siempre, casi sin darse cuenta, sus pasos lo acabaron guiando hasta el frente de la habitación de su hermano, desde donde pudo verlo dejar los platos del desayuno sobre una bandeja, tomar su espada, y salir dispuesto a entrenar, hasta que sus miradas se cruzaron; entonces, le hizo una leve reverencia y una pequeña sonrisa, antes de acercarse hasta donde estaba.
- Eres el rey… no tienes porqué despertarte tan temprano. –le regañó levemente.
- Soy el rey… me levanto cuando me place. –se quejó- Además… ya sabes que anoche me acosté temprano.
- Ya… -desvió ligeramente la mirada, otra vez había vuelto a tomar aquella infusión, y con esa, ya eran siete las noches seguidas que lo hacía.
- ¿Tae? –preguntó extrañado, al tiempo que, delicadamente, tomándole del mentón, volvía hacer que su hermano le mirase a los ojos
- Nada… -le dedicó una sonrisa.
- ¿Vas a entrenar?
- Sí… como siempre. –y es que su rutina diaria se basaba en el entrenamiento, el trabajo y poco más.
- Muy bien… entonces entrenaré contigo. –dijo, entrando a la habitación de Tae Woon y tomando una de las espadas que su hermano tenía.
- No… -dijo rápidamente, sujetándolo de la muñeca.
- Sí –respondió desafiante, intentó zafarse.
- Ni hablar…-seguía negándose, sujetándole firmemente
- ¿Cómo era lo que dijiste?... ah, sí… soy el rey… -clavó sus ojos negros en los chocolate de Tae Woon- y aquí se hace lo que yo diga. –y notó como su muñeca era liberada, al tiempo que una mueca de medio fastidio se dibujaba en el rostro contrario.
- Está bien… en guardia… lucha. –aceptó, pero sin demasiada gana, no estaba dispuesto a luchar contra el amor de su vida.
- Tae… -lo regañó- ¿Tengo que volver a repetírtelo?
- Estamos luchando, ¿no?
- No… no estás luchando… te estás limitando a defenderte… -se detuvo- ¿crees en verdad que el que venga a matarme, esperará a que sea yo quien le ataque primero? –los ojos de Tae Woon se abrieron de par en par, era cierto que quien fuera no esperaría a que Jin diera el primer paso, pero… seguía siendo su hermanito pequeño, su amor secreto, y no quería luchar contra él, no quería correr el riesgo de poder dañarle- quiero saber defenderme cuando sea preciso, porque… -desvió la mirada un instante- seamos francos… tú no siempre puedes estar ahí para salvarme… tu trabajo no se limita a sólo eso.
- Lo sé, -ahogó como pudo su deseo de abrazarle con fuerza, para protegerlo de aquel sentimiento tan feo, para que supiera que si él quisiera, e incluso sin que lo quisiera, él estaría siempre ahí, protegiéndole- pero ninguno de los soldados de tu guardia personal, ni yo mismo, dejaremos que te ocurra nada. –sobre todo él mismo, que antes muerto que ver como muere su adorado Jin.
- Muy bien… -resopló medio resignado, y es que a Tae Woon no había quien lo ganara a terco, y si decía que no… rara era la vez que alguien podía conseguir que acabara siendo un sí, ni siquiera él mismo lo había logrado, y eso que, en cierto modo, sabía que su hermano mayor sentía cierta debilidad por él, ya que no dejaba de ser el pequeño consentido y el rey- yo quería aprender del mejor. –renegó- Pero si tú no quieres entrenarme… ya buscaré a quien lo haga. –dijo, girándose, dándole la espalda.
- “Ah, no… eso sí que no…” –pensó, nadie más iba a ver las expresiones tan sensuales que se dibujaban en el rostro de su hermanito, cuando éste se ponía a luchar en serio, y es que, si de normal ya era atractivo, luchando se le veía arrebatador- Ven aquí. –le sujetó de la camisa, deteniendo su avance- Si va a ser entrenamiento, esto… -dijo, quitándole la espada- te viene grande… toma… -le dio una de madera
- ¿Qué?... no soy niño chiquito –infló sus mejillas, ya que la espada que le había dado era aquella con la que su padre le había hecho entrenar a Tae cuando era niño y él se pasaba horas contemplándolo desde lejos, cuando hacía como que pintaba cuadros del paisaje, sentado al lado de su madre.
- Pues ahora lo pareces. –picó una de sus mejillas
- Tae Woon… -renegó, pero sólo un instante, hasta que lo vio dejar la suya y tomar otra de madera
- ¿Preparado? –preguntó, con una expresión entre sexy y picara que no se dio cuenta que había puesto, poniéndose en posición, haciendo que Jin se sonrojase.
Jin Hyo se limitó a asentir con la cabeza y tomar posición rápidamente, comenzando a luchar contra su hermano, atacando y defendiéndose, como buenamente podía, de los ataques que recibía, intentando no distraerse con lo varonil que se veía Tae Woon, sobre todo con aquellas incipiente gotas de sudor recorriendo su torso desnudo, y todo lo que le hacía sentir, desde el hormigueo en el estómago, hasta esa sensación de excitación.
Acabado el entrenamiento, con respiración fatigosa, se sentaron a la entrada del dormitorio de Tae, intentando recobrar algo de las fuerzas, entre breves risas de complicidad y viejos y dulces recuerdos de infancia, cuando ambos entrenaban bajo la tutela de su padre.
Sintió algo de envidia de aquellas gotas de agua que resbalaban por la comisura de sus labios y se iban deslizando piel abajo, hasta perderse por dentro del cuello de la ropa que se había puesto hacía apenas un instante por no pillar frio, cuántas veces había soñado hacer ese recorrido con sus labios…. Pero, pronto desvió su mirada, no debía tener ese tipo de pensamientos, más que nada, porque el único que sufría era él, y a Tae Woon lo hacía sentir mal, porque él sólo le veía como lo que era… su hermano pequeño.
Miró de reojo hacia donde estaba Jin Hyo sentado, su expresión se había vuelto algo triste, antes de que el borde del vaso se posase en sus labios y, cerrando los ojos, comenzara a dar los primeros tragos de agua. Sin saber muy bien porqué, le invadió el sentimiento de culpa; pero no sabía que decir o hacer por intentar animarlo y descubrir que le había puesto así, de modo que se limitó a terminar su vaso, secar sus labios con el dorso de su mano, al tiempo que se levantaba; pero, cuando estaba por decirle, con una sonrisa en los labios, que si se iban a caminar por el jardín, como habían hecho otras mañanas, disfrutando ambos de su mutua compañía, llegó uno de los consejeros de su hermano, quien le dijo que había asuntos que, imprescindiblemente, debía tratar en persona, o debían ser tratados en su presencia, porque, a veces, que Jin estuviera presente en las sesiones de los ministros, no era más que mera formalidad; de modo que tuvo que conformarse con la sonrisa que le dedicó Jin, cuando se giró a darle el vaso y aprovechando que le daba la espalda al otro, antes de ver como se iba seguido de aquel redomado idiota que era el tío del joven Jung Yunho, sobre todo ese día, por llevarse a su hermanito lejos de sus ojos, de sus manos… lejos de él.
Estaba guardando las espadas y colocándose algo mejor la ropa, cuando uno de sus oficiales se le acercó, todo sofocado por la carrera desde el cuartel hasta su dormitorio, y le entregó una nota; la leyó rápidamente y con gesto serio, guió sus pasos hacia la sala del consejo, donde entró sin importarle que los ministros le recriminaran, avanzando con paso firme hasta su hermano. Se arrodilló ante él, en señal de respeto, al tiempo que hacía una leve reverencia, y le dijo que había recibido una nota de uno de los campamentos que tenían en la costa, en la que le comunicaban que había habido movimientos extraños, y rogaban su presencia para ver qué acciones tomaban, ya que al capitán que los gobernaba, lo había encontrado muerto el soldado que le iba a relevar en la ronda; por lo que ponía en su conocimiento, que partiría esa misma mañana, con idea de llegar en la noche o la mañana siguiente, pues sabía perfectamente que, si se iba sin decirle nada, Jin Hyo se enfadaría muchísimo con él y estaría, mínimo, dos semanas enteras sin querer dirigirle la palabra. Por un instante, temió que le negara ir, pero Jin accedió, con la condición de que lo dejara todo preparado antes de irse y que regresara lo antes posible; cuando se levantó, y, después de hacer otra reverencia, se dirigió hacia donde estaba Jang Yoo Moon, justo detrás y a un lateral del rey, él le detuvo un instante y le susurró tan apenas “y procura que sea de una pieza”, entonces le apretó un segundo la mano, para que entendiera que así lo haría, y se acercó al joven soldado, al que dejó al mando de la seguridad personal del monarca, hasta su regreso. Poco después, ya había preparado todo y marchaba rumbo a la costa, acompañado por un regimiento de entre treinta y cincuenta soldados, que se unirían a la centena que había en aquel campamento.
A la semana de la muerte de Jeon Bo, mientras Yunho y Jaejoong estaban en la biblioteca, trabajando en unas traducciones, y Rimha se había ido con la señora de la casa de al lado a ver distintas telas en el mercado, Changmin se encontraba en la cocina, ayudando a Sun Gen, que estaba empezando a preparar la comida.
- ¿Ocurre algo? –preguntó Sun, al ver que el pequeño no le quitaba ojo de encima
- Nada… -respondió, al tiempo que se acercaba y se paraba a su lado- Sólo me preguntaba…
- ¿Qué? –preguntó curiosa, dejando lo que estaba haciendo y mirándolo a los ojos.
- ¿Cuándo aceptarás que te corteje? –dijo sin más rodeos, clavándole la mirada, provocando que ella se sonrojara al máximo.
- Ay ya… Changmin… -dijo sin saber dónde mirar, mordiéndose el interior del labio inferior, nerviosa- yo… no soy una chica buena para ti. –adjuntó sin apenas mirarle.
- Deja que sea yo quien juzgue eso, ¿sí? –le dijo, tomándola de la barbilla y haciendo que le mirase.
- Aish… -se separó- soy mayor que tú…
- No me importa.
- Y mi familia es bastante rara… -Changmin la miró curioso, esperando que prosiguiera- ahora resulta que soy la hermana del que antes era la señora de la casa… -rió algo divertida.
- Mmm… ¿si mi familia gana en rarezas, aceptarás ser mi novia? –preguntó, y Sun Gen abrió los ojos de par en par, pero, como no creía que hubiera algo más raro que eso, aceptó, moviendo la cabeza de forma afirmativa- Mis hermanos…
- ¿Hermanos? –preguntó extrañada, pues el único al que conocía como tal, era el pequeño Junsu.
- Sí… tengo un hermano mayor y otro menor… y se aman.
- ¿Se aman?... bueno, yo también quiero mucho a Jaejoong…
- Se aman como Yunho ama a tu hermano. –dijo, sin dejarla acabar la frase.
- ¿Qué? –preguntó totalmente descolocada
- Que se aman… como Yunho y Jaejoong, o como yo te amo a ti. –volvió a repetirle, para que no le quedasen dudas.
- Eso no es rareza… eso… eso es incesto y está mal visto por todos… dioses, humanos….-repuso atropelladamente
- No es incesto. –Sun Gen le miraba sin entender, si acababa de decir que sus hermanos se amaban igual que Jae y Yunho, aquello suponía incesto por donde lo mirase- Los padres de Yoochun y los de Junsu no son los mismos- y viendo que seguía sin comprender, se dispuso a explicarle- Mira, éste –dijo tomando un tomate- es el padre de mi hermano mayor y ésta –poniendo una manzana- es su madre. –Sun Gen asintió- Cuando la madre de mi hermano mayor murió, -dijo, al tiempo que quitaba la manzana, dejándola a un lado- el padre de mi hermano se casó con mi madre –y puso otra manzana distinta- pero mi padre enfermó y murió antes de que yo naciera… -quitó el tomate y lo puso junto a la primera manzana- así que mi madre volvió a casarse- tomó otro tomate distinto- y de ahí, unos añitos después, nació Junsu. ¿Ves? –preguntó, señalando los dos grupos que se habían formado, cada uno con un tomate y una manzana- no son hermanos de sangre, así que no hay incesto. –sonrió- En verdad… yo soy el único nexo de unión que había entre ellos, antes de que se enamorasen… -en cierto modo, se sentía como el hijo que sus hermanos jamás podrían tener, ya que llevaba un poco de cada uno de ellos.
- Tramposo. –dijo tras un largo rato mirando los tomates y manzanas de encima de la mesa.
- ¿Tramposo?... yo no hice trampas…
- ¿A no? –preguntó poniendo sus manos en jarra sobre su cintura.
- No –negó realmente convencido
- ¿Entonces cómo es que no conozco nada más que a un hermano tuyo, ah?
- ¿Qué?, pero si conoces a los dos….
- No… sólo conozco a Junsu.
- A Yoochun también.
- Sólo conozco un Yoochun y es el doctor Park.
- Y ese es mi hermano mayor.
- Sí, seguro….
- Ash… -no podía ser que la mujer de su vida fuera TAN cabezota, se revolvió el cabello frustrado
- ¿Se puede? –preguntó Yoochun, que había ido a revisar la herida de Yunho.
- Sí, por supuesto doctor Park –dijo Sun Gen- pase…
- Hola hyung –le saludó Changmin.
- ¿Hyung? –preguntó extrañado
- Sí… bueno… eso eres ¿no?, mi hermano mayor…
- Pero hacía meses que no me llamabas así. –sonrió con ternura y le revolvió el cabello
- Bueno… ya… -dijo, quitándose la mano de su hermano de encima y colocándose el pelo- Es que a tu amor no le gustaba que te llamara hyung… se ponía celoso.
- No me ponía celoso porque le llamaras hyung. –debatió, entrando, cargado con una bolsa de plantas medicinales y algunas vendas- Si no porque te le apegabas mucho. –añadió con cierto tono molesto, a pesar de que ya sabía que al hermano de ambos le gustaban las mujeres, y la que estaba justo a su lado más en especial.
- Pero es que, te guste o no, Yoochun era antes hermano mío que novio tuyo. –le sacó la lengua, haciendo que Junsu hinchase sus mejillas enojado.
- Ya… ya… haya paz. –reía divertido Yoochun- ¿Dónde está Yunho?
- Con Jaejoong, en la biblioteca. –señaló Changmin.
- Junsu, vamos… -le empujó levemente con la mano por los hombros, para que fuera hacia dentro de la casa y dejara ese enojo que tenía con su hermano común.
- ¿Ves? –preguntó a Sun Gen, que seguía con cara de sorpresa- Conocías a mis dos hermanos… no hice trampa… no mentí… ahora tienes que ser mi novia –sonrió victorioso, aunque temiendo que Sun le soltase una cachetada en cualquier momento.
Sun Gen resopló resignada, Changmin tenía razón, su familia era más rara que la suya, ella había aceptado aquella apuesta y, qué demonios… ¿a quién pretendía engañar? Lo amaba con todo su corazón… así que se acercó a él, tomó su rostro entre sus manos y lo besó dulcemente; dejándolo sin saber qué hacer durante un buen rato, mientras ella se volvió a poner manos a la masa, al menos, hasta que Changmin reaccionó y la tomó entre sus brazos, levantándola y dándole vueltas en el aire, mientras la sujetaba por la cintura.
- Ya… bájame… -reía divertida- Tengo que acabar la comida… -dijo con voz dulce, al tiempo que sus manos, que estaban sobre los hombros del pequeño, se deslizaban lentamente por su pecho, mientras sus pies volvían a tocar el suelo.
- Es que estoy feliz… aún no puedo creer que aceptaste, porque aceptaste, ¿cierto? –preguntó, temiendo que dijera que no.
- Sí… acepté ser tu novia… en fin… perdí la apuesta, no me quedaba otra, ¿no?
- Sí… haberte negado con cualquier tonta excusa… -respondió, con cierto temor camuflado en su expresión y su voz
- Ya… pero soy una mujer de palabra. –obviando el importantísimo hecho de que lo amaba con locura y que lo quería sólo para ella.
- Oh… -dijo algo cabizbajo.
- Changmin… -lo llamó, y cuando él subió su rostro, añadió- Quiero estar contigo… si no… ya me habría inventado cualquier excusa, ¿no crees? –y el rostro del menor se iluminó con una hermosa sonrisa- Ahora, ya… vete a hacer lo que sea que tengas que hacer y déjame hacer la comida. –“porque tu sola presencia me distrae…”
- Está bien… hasta luego Sun. –se despidió, besándole lenta, dulce y tímidamente en los labios.
Gen sonrió, notablemente sonrojada, y le despidió agitando la mano, al tiempo que se mordía el labio inferior; después, cuando lo perdió de vista, se obligó a respirar hondo y centrarse en terminar todo lo que tenía que hacer en la cocina.
A Rimha, no es que le cayera especialmente bien la vecina, una mujer unos diez años mayor que ella, que se la pasaba hablando de sus hijos, de su marido y de lo buena persona, amable y demás que había sido la malograda primera señora Jung, pero si tenía en cuenta que a Sun Gen apenas la soportaba, que su querido esposo estaba trabajando en la biblioteca con uno de sus sirvientes y que el otro estaba recogiendo leña, no le quedaba más que soportarla si no quería pasarse el día metida dentro de casa, aburriéndose. Y es que, cuando le dijeron de ser la segunda esposa de un joven, bien parecido y pudiente señor… no pensaba que le tocaría pasar por lo que estaba pasando, es decir, pasarse un montón de días dentro de casa, porque su esposo se la pasaba trabajando casi día y noche; y, como aún seguía con la herida del costado abierta, le daba repelús acercarse a él, entre por temor a hacerle daño y asco por lo feo que había visto de la misma, cuando su sirviente, Jaejoong, que era bastante guapo, había ido a lavársela y cambiarle los vendajes. Para su fortuna, pronto se encontraron con el general Song, que las saludó cortésmente y se ofreció para acompañarlas a casa.
El rostro de Yoochun se tensó cuando, al salir de haber revisado la herida de Yunho, vio a aquel despreciable hombre sentado en la sala, mirando con cierto deseo el trasero de Junsu; y lo mismo le ocurrió a Changmin, cuando él y Sun Gen entraron para preparar la mesa y en el rostro de ella apareció una expresión entre sorpresa y miedo, que intentó corregir rápidamente, pero que a él no le pasó desapercibida. Y ambos hermanos se destensaron, sólo cuando vieron como el general, después de beber un vaso de agua que le sirvió la mismísima Rimha, se fue de la casa con cierta sonrisa de suficiencia en su rostro, que a ellos les hubiera gustado borrar a golpes.
Después de comer, Yoochun y Junsu volvieron a casa, y, aprovechando que no había nadie esperando por alguna consulta, las muestras de cariño no tardaron en aparecer tras cerrar las puertas. Los primeros besos lentos y cadenciosos, en los que las lenguas se entrelazaban en un baile acompasado, las primeras caricias que arrancaban leves jadeos, pese a ser dadas por sobre la ropa, aquellos abrazos que parecían destinados a querer fundir esos dos cuerpos en uno…. Cuando llegaron al dormitorio, la ropa ya les molestaba demasiado como para llevarla puesta, de modo que se desnudaron el uno al otro, primero con algo de cuidado, después algo más fuera de control, pues el deseo que tenían de sentirse era ya irrefrenable. El poco frio que pudieran sentir al ser despojados de sus ropas, pronto fue apagado por el calor de la piel contraria apegada a la propia, de cálidas lenguas y labios recorriendo sus cuellos y hombros, antes de volver a enredarse en pasionales besos. Las manos bajaron hasta apresar el miembro contrario y empezar a masajearlo, dejando escapar los primeros gemidos algo más sonoros, que se ahogaban momentáneamente entre besos… y la temperatura de sus cuerpos no dejaba de subir…
Yoochun ya conocía el momento exacto en que, el cuerpo de Junsu, se derretía de ganas de sentirlo en su interior, al igual que el suyo por introducirse en él, y, por eso, no tardaba en complacer el deseo, casi ansioso, de unión de ambos, sólo lo justo y necesario para lubricar aquel estrecho hueco, con el propósito de facilitar la entrada a su erguido y duro miembro y evitar el dolor que pudiera sentir su amado Su cuando lo penetrara, escuchándolo gemir de placer, gemidos que conseguían arrancar los suyos propios, y, estaba seguro, que acabarían por inundar por completo la habitación.
Tumbado sobre el futón, Junsu, jadeaba quedito, apretando sus labios, cada vez que sentía los dedos de Yoochun entrar en su interior, mientras le dedicaba caricias en uno de sus costados y besos todo lo largo de su pecho y vientre, al igual que lamidas furtivas, que hacían a su cuerpo estremecerse de placer. Necesitaba sentirlo ya… sentir aquel poderoso miembro acariciando el interior de sus entrañas, llevándolo al límite de la cordura, haciendo que dejase de pensar y su cuerpo se centrase sólo en sentir… sentir cada palmo de abrasadora piel que lo abrazaría, y que por mucho que la suya subiera de temperatura, siempre estaría más caliente que la propia; lo dulce y loco de la fricción de su miembro entre ambos cuerpos, hasta que Yoochun lo tomase en una de sus manos y lo ayudase a alcanzar el clímax al mismo tiempo que él.
Cuando consideró que ya estaba lo suficientemente lubricado, o cuando ya no pudo contener más sus ganas, Yoochun separó un poco más las piernas de Junsu, y se situó entre ellas. Lo tomó por las caderas y lo colocó un poco sobre sus rodillas, para poder penetrarlo mejor, al tiempo que se perdía en aquella mirada de deseo que el pequeño le dedicaba y que lo estaban haciendo enloquecer; lentamente, fue introduciéndose en él, con un mimo similar al de la primera vez que lo hicieran, arrancando un jadeo casi simultaneo de sus labios. Colocó las piernas de Junsu sobre sus hombros, para que estuviera un poco más cómodo, besando su interior con ternura, al tiempo que las acariciaba, lentamente, mientras descendían hasta llegar casi a la altura de sus caderas.
Sujetándolo firme de los muslos, Yoochun empezó entonces a moverse un poco más rápido, mientras que Junsu se aferraba con fuerza al futón y arqueaba, inconscientemente, a cada tanto su espalda, haciendo que el miembro de Yoochun entrase un poco más hondo y le diera un poco más de placer, si es que se podía sentir más de lo que ya sentía. De cuando en cuando, el pequeño apresaba entre las suyas las del mayor, apretándolas con fuerza en cuanto sentía una mayor sacudida de placer recorrer su cuerpo.
Yoochun se tumbó un poco sobre Junsu, profundizando más sus embestidas, friccionando, al tiempo, con su vientre, el miembro del pequeño, ligeramente apresado entre las piernas de éste, que seguían sobre los hombros del mayor. Para no aplastarlo, mantenía sus brazos algo estirados, y a ellos se aferraba el menor con fuerza, dejando escapar incesantes gemidos del más puro placer, que se mezclaban en el aire de la sala con los de su amor. Se inclinó un poco más para besarlo, en besos tan profundos y largos como les permitía su acelerada respiración; antes de volver a incorporarse, tomar el miembro de Junsu y comenzar a bombearlo igual de rápido que el suyo salía y entraba del interior del pequeño, haciendo que ambos se fueran, finalmente, en un sordo gemido, que se extendió por todo el silencio de la casa.
Sintiéndose vencido y vencedor, salió de Junsu y se dejó caer a su lado sobre el futón, abrazándolo y regalándole cortos besos, mientras ambos esperaban a que los espasmos del orgasmo cesasen y sus respiraciones fueran más regulares. Después le ayudó a limpiarse el vientre, donde había quedado impregnada parte de su esencia, volvió a abrazarlo y robarle un pequeño beso y comenzaron a vestirse, dejando aquellas sábanas revueltas, con un coctel de sudor y semen, aún en el suelo. Ya llegaban un poco tarde, y Yoochun no quería que Hyo Jun se preocupase por si a Junsu le había ocurrido algo.
Era bastante frustrante el tener que volver a casa de su madre, sobre todo cuando lo que ambos querían era estar juntos todos los días, pero, desde que Changmin se instalara en casa de los Jung, habían decidido turnarse para no dejar a su madre sola, y esa noche le tocaba a él estar con ella, así que no le quedaba más remedio que ir.
Cuando llegaron, ella les recibió con una enorme sonrisa e hizo pasar a Yoochun para que se quedase a cenar con ellos, que no tardó en aceptar la invitación, pero sabiendo que igual no podría contener las ganas de abrazar y besar a Junsu, sí que declinó la de quedarse a dormir; se despidió de Hyo Jun y, cuando ésta no miraba, le robó un breve beso en los labios a su amor, deseándole una buena noche, y pidiéndole, con aquel último guiño, que soñase con él, sonriendo al ver la divertida sonrisa que se dibujó en el rostro del menor, quien a seguro cumpliría con su petición y a la mañana siguiente, le contaría todo lo ocurrido en su sueño. Volvió pronto a casa, adecentó un poco la cama, y, enroscándose sobre la parte en la que solía dormir Junsu, aspirando su aroma abrazado a la almohada, se quedó dormido.
Aquella noche, Jan Yoo Moon, junto a otro soldado, estaban apostados fuera, cerca de la puerta que, desde el dormitorio real, daba al patio y a uno de los jardines, cuando esta se abrió y salió una de las concubinas del rey cargando una gran bandeja con comida, que ellos sólo la habían visto de pasada cuando protegían al monarca en alguna de las cenas oficiales que ofrecía; como no habían comido, los ojos, inevitablemente, volaban tras aquella bandeja, que veían acercarse, y pronto sus tripas comenzaron a rugir, haciendo que ambos se llevaran las manos al estómago, pues no quedaba muy bien visto que un soldado, en pleno servicio, actuase de aquella manera.
Para sorpresa de ambos, la concubina se detuvo justo frente a ellos, obviamente, intentando contener la risa por la sinfonía de rugidos de panza que había escuchado apenas un instante antes, hizo una leve reverencia y les indicó que el rey les ofrecía aquella bandeja a todos los soldados que esa noche estaban velando por él. Ahora entendía la lealtad y casi veneración del general Kim Tae Woon, que parecía haber consagrado su vida al cuidado del rey, pues no se le conocía esposa, ni amante, ni nada similar a una familia; y es que el monarca mostraba interés y preocupación por casi todas las personas que componían su corte y que, por un motivo u otro, veía más a menudo, y él era un ejemplo, pues más de una vez, su alteza le había saludado o mostrado interés por su salud.
Mientras que al otro soldado se le abrieron los ojos como platos y casi empezó a babear encima de la comida, Yoo Moon supo mantener un poco más la compostura, pidiendo a su compañero que llamara a uno de los otros dos que estaban más cerca, para ir repartiendo así la comida, sin descuidar del todo su puesto de vigilancia.
Cuando se quedaron solos, el joven soldado empezó a repartir la comida a partes iguales entre los ocho que esa noche estaban alrededor de la habitación, notando fija en él la mirada de la concubina; hasta que él la miró y entonces ella le sonrió brevemente, quedándose un instante viéndose el uno a la otra, hasta que ambos desviaron sus miradas, levemente sonrojados. No era la primera vez que se veían, de hecho, para Yoo Moon, aquella era una de las concubinas más hermosas del rey.
- ¿Eres la preferida? –preguntó, sin darse demasiada cuenta, en voz alta; deseando, casi al instante de acabar la cuestión, que se lo tragase la tierra.
- No. –negó, moviendo además, de forma negativa, la cabeza, para dar más énfasis a su respuesta- El rey no tiene preferida o favorita… todas somos iguales.
- ¿No? –preguntó totalmente extrañado- ¿lo habitual no es que las tengan?, es decir… su padre tenía, todo el reino lo sabía, incluida la reina… -otra vez su naturaleza curiosa salía a relucir, provocando que ella riera levemente ante tanto interés por los temas de alcoba del rey.
- Sí… lo habitual es que la tenga… pero éste no. –respondió, mirándole a los ojos, en los que Yoo pareció perderse un instante, hasta que tras ella vio aparecer la figura del monarca
- Ma… majestad… -dijo nervioso, intentando recomponerse rápidamente, pero quedando desalmado ante aquella risita, que daba más hermosura a la expresión del soberano.
- Alteza. –se giró rápidamente la concubina, realizando una reverencia.
- No os preocupéis por mí… sólo salí a dar una vuelta, podéis seguir hablando. –dijo, con cierto tono de complicidad, como si se hubiera dado cuenta de que entre ellos dos estaba surgiendo algo, mientras caminaba hacia uno de los templetes o veladores del jardín, que tenía el techo descubierto.
Los dos se miraron extrañados por el tono que había empleado el rey, pero pronto volvieron a centrar su mirada en el monarca, observándolo desde la distancia, pues era obvio que quería estar solo, ya que en caso contrario se hubiera quedado en su habitación, disfrutando de la compañía de aquellas mujeres escogidas para formar parte de su harem.
Se veía tan hermoso sentado bajo aquel rayo de luna, que entraba por la claraboya del techo, bañando por completo su blanca piel, con su larga y lisa melena meciéndose, suelta, levemente al compás de la ligera brisa de aquella noche… que les dio la sensación de estar contemplando un ser irreal, mítico, etéreo… lo más parecido a un dios… y a la vez, les daba sensación de tal fragilidad ese aire de melancolía que parecía respirar, que era como si fuera un sueño que en cualquier momento puede desvanecerse, o una figura de blanca y fina porcelana, que se debe tratar con mimo para que no se rompa....
Aquella noche era la quinta que Tae Woon pasaba fuera de los muros de palacio, lejos de él. Como siempre, estaba preocupado y la carta, que había recibido en la mañana, no había hecho más que acrecentar esa sensación, ya que en ella le explicaba que el capitán había sido asesinado y él no tenía la intención de regresar hasta encontrar al culpable, juzgarle y encerrarle, y sólo los dioses sabían cuánto tiempo podía suponer eso, cuánto tiempo más habría de soportar la incertidumbre de no saber si su amor volvería vivo a su lado. Y, como siempre, por más que intentara que no pasase, las primeras lágrimas escaparon de sus ojos, brillando furtivamente a la luz de la luna, con pequeños destellos plateados.
Respiró hondamente, que se siguiera preocupando tanto no iba a hacer que volviera antes, al igual que tampoco el que llorase; de modo que secó sus lágrimas y se volvió a meter a la habitación; las concubinas ya se habían ido; se tumbó sobre su cama, cerró los ojos y se limitó a esperar a que le viniera el sueño, sin tomar aquella infusión que Chan Ok le había dejado preparada y que reposaba en la pequeña mesa que había en el centro de su dormitorio.
A contra luz, se recortaba la figura en sombra de un cuerpo femenino, que lanzaba su cabeza hacia atrás y arqueaba su espalda presa de un placer que debía estar sintiendo, el placer de poseer o ser poseída por un cuerpo que ella ansiaba.
Sun Gen se le había adelantado en conquistar a Jaejoong, y ahora, era ella la que retozaba con él, mientras ella volvía sobre sus pasos hacia la habitación de matrimonio, donde le esperaba Yunho, que seguiría dormido, si no... ya vería que excusa se inventaba para explicar que no estaba a su lado durmiendo, como se supone que toda buena esposa debe hacer. Y es que el cuerpo de Jaejoong la incitaba, era tan hermoso, que simplemente no podías evitar sentirte atraída. Cuando llegó al dormitorio, su esposo dormía de espaldas a la puerta, así que se limitó a entrar nuevamente en la cama, cubrirse e intentar dormir.
En la cabaña donde vivía Jaejoong, Sun Gen se dejó recostar al lado de su hermano; ambos habían quedado de acuerdo, comentándoselo también a Changmin y a Yunho, que visto que Rimha parecía estar interesada en él, harían ver que entre ellos había algo, más que nada para ver si así lo dejaba en paz.
- Se te da muy bien fingir. –rió divertido Jae
- Bueno… ya te dije que espiaba las habitaciones –le recordó
- Es cierto, me lo dijiste. –tras un silencio- Deberías ir a la cabaña de Changmin… cierto que dijo que no había problema, pero…
- ¿Pero? –se incorporó ligeramente, intrigada
- Si yo fuera él… aunque seamos hermanos… no me gustaría que la persona a la que amo esté con nadie más. –le sonrió- Además que Rimha ya debe haber vuelto al lado de Yunho. –dijo con cierto dolor
- Supongo.
- Nuna…
- Dime.
- ¿Tenía que ser la más zorra del local? –preguntó, recordando el momento en que fue al Muñecas a pedirle que encontraran una segunda esposa para Yunho, ya que él no quería seguir más como Jaejoongieh, por todo lo que había pasado y por temor a que pudieran volver a hacer daño a Yunho sólo por estar junto a él
- ¿A ver…? –puso su dedo índice sobre sus labios e hizo como que pensaba- Sí… tenía que ser… sobre todo, porque… no querrías que se enamorase de ella, ¿no? –le sonrió con ternura.
Jaejoong negó con la cabeza, podía sonar egoísta y tal vez lo era, pero quería que Yunho siguiera siendo sólo suyo, igual que él era sólo suyo. Se levantó de la cama y acompañó a su hermana a la cabaña de Changmin, y le pidió que la tratara bien. Después regresó a su casa, se tumbó sobre su futón, echó un vistazo a la luna a través de la ventana, y deseándole buenas noches a su amor a través de ella, cerró los ojos y se durmió.
Yunho llevaba un buen rato en la biblioteca, archivando algunas traducciones que había realizado, cuando entró Changmin y le entregó una carta que su tío le había mandado, en la que requería su presencia, nuevamente, en palacio, por unos días, ya que él necesitaba que le tradujera algunos documentos de forma algo urgente. Salió de la biblioteca y fue a la cocina, donde se encontraban Sun Gen, Rimha y Jaejoong, pidiéndole al último que preparase las cosas pues ambos se iban de viaje a Seúl por unos días; y, tan pronto terminó de decir esas palabras, mientras que Jae accedía y se iba a preparar el equipaje, su esposita se le lanzó, y abrazándolo en un gesto entre ternura y deseo, le pidió que la llevara a ella también, que quería ver el palacio, conocer cómo era la corte…
- Voy por trabajo Rimha. –repuso, al tiempo que deshacía, con cierta delicadeza, el abrazo que su mujer le daba
- Pero te llevas a Jaejoong… -reprochó en una especie de puchero.
- Él es mi ayudante, si lo llevo es, precisamente, para acabar antes. –aunque lo primero que había pasado por su cabeza era la posibilidad de pasar unos días con él a solas.
- Pero…
- Lo lamento. –dijo sin dejarla terminar- Quizás la próxima vez si te lleve.
- Está bien. –pareció resignarse
Yunho regresó a la biblioteca, tomó alguna de sus plumas, pergaminos y tinta, y los guardó, además de guardar cuidadosamente aquel manuscrito que el rey le prestara, y que él había tratado con sumo cuidado, para devolvérselo, aprovechando que estaría por palacio. Le había resultado de gran ayuda, y le había ayudado a comprender varias cosas que habían ocurrido en su vida y le habían afectado de uno u otro modo.
Tan pronto como Jaejoong fue a buscarle, ambos partieron de viaje, esperando llegar lo antes posible; aunque sabían que deberían pasar, mínimo, una noche fuera. Antes de que cayera del todo la noche, buscaron una pensión, en un pueblo a mitad de camino, pidieron una habitación y, aunque se morían de ganas de sentirse, era tal el cansancio de lo que llevaban de viaje, que se limitaron a dormir abrazados. A la mañana siguiente, en cuanto despuntó el sol en el horizonte, volvieron a montar en sus caballos y prosiguieron su camino hacia Seúl.
Won Hyuk Mo estaba nervioso, necesitaba que le tradujeran unos documentos, pero todos los traductores a los que había llamado le habían dado largas, así que esperaba que el hecho de no haber recibido aún noticias de su sobrino, quisiera decir que éste se encontraba en camino para ir a ayudarle, porque si no… se metería en un buen apuro, ya que su conocimiento del japonés era bastante limitado y el plazo que le habían dado para entregar su reporte estaba muy próximo a espirar.
Sobre la hora de la comida, sus nervios eran tales, que casi colapsa, si no fuera porque alguno de los doctores de la corte se percató de sus crisis y le dio una infusión tranquilizante, seguramente hubiera sufrido algún ataque más serio que, en el mejor de los casos, lo hubiera tenido en cama durante días. Era cierto que el pueblo donde vivía su sobrino estaba lejos de Seúl, pero tenía la esperanza de que al recibir su carta, él se hubiera puesto en marcha lo antes posible, pues se suponía que debía estar encantado con la idea de ir a palacio y agradecidísimo con que esa invitación se la hiciera él; pero aún no daba señales de vida, y cada vez que veía a alguno de los mensajeros reales, temía que alguna carta fuera para él y que fuera para decirle algo así como “querido tío, lamento informarle que no podré acceder a su petición ya que…”.
Estaba paseando por las afueras de su dormitorio, cuando una imagen conocida llamó su atención, y, sin pensárselo dos veces, se acercó rápidamente hacia ella con una sonrisa igual de grande que la que adornaba su rostro.
- Yunho… -sonrió- No esperaba ver… lo- se quedó parado al ver la persona que venía tras él y que le hizo quedar, momentáneamente, en shock.
- Buenas noches majestad. –dijo Yunho en una reverencia- Fui llamado por mi tío, pero quise devolverle primero a usted esto. –dijo entregándole el paquete- Gracias, me fue de gran ayuda.
- De nada. –respondió, volviendo en sí, y tomando el paquete de entre las manos de Yunho- Me alegro de que le sirviera. –pero no podía evitar seguir mirando a la persona que había tras él.
- Oh. –se percató- Él es Jaejoong, le pedí que me acompañara para ayudarme. –Jae hizo una reverencia en saludo.
- ¿Es un sirviente? –preguntó curioso, al observar más detenidamente la ropa que llevaba
- Sí. –asintió- Pero sabe leer y escribir tanto en coreano como japonés, así que me es de bastante ayuda.
- Oh. –dijo sorprendido el monarca- ¿Y quién te enseñó?
- Esto… Jaejoong no habla. –respondió, ya que ambos, durante el viaje, habían acordado que seguirían diciendo aquello, pese a estar en Seúl, ya que, cabía la posibilidad, Song Hyu Neul podría aparecer por allí.
- ¿Es mudo? –preguntó sorprendido, y Jae asintió en respuesta
- Sí. Por eso le enseñé a leer y escribir.
- Ya veo. –apretando el manuscrito contra su pecho- ¿Tiene ya habitación?
- Sí, no se preocupe, dormiremos en casa de mi tío. –agradeció en una reverencia- Y ya deberíamos acercarnos allí, debe estar preocupado.
- Claro, claro… supongo que nos veremos mañana… que pasen buena noche. –despidió con una dulce sonrisa.
Yunho y Jaejoong respondieron con una reverencia, y pusieron rumbo a la casa de Won Hyuk Mo, quien estaba en la puerta hecho un manojo de nervios, ya que uno de sus sirvientes, que conocía a su sobrino de la vez anterior que estuvo en su casa, le había dicho que lo había visto ya en la ciudad, y no entendía por qué, si era así, tardaba tanto. Cómo no esperaba que Yunho fuera acompañado, sólo había preparado una cama, y al decirle su sobrino que no pasaba nada, que se podían apañar así, no pudo evitar, cuando pensó que ya debían estar durmiendo, ir y abrir la puerta, esperando, para el bien de su corazón, encontrar lo que encontró, a su sobrino y su sirviente durmiendo espalda contra espalda.
A la mañana siguiente, Jin Hyo fue al despacho de Won Hyuk Mo, donde suponía que estaría Yunho trabajando, ayudando a su tío con la traducción para algún informe que debiera entregar, y también su sirviente Jaejoong. No había dejado de pensar en él en toda la noche y quería volver a verlo; y allí los encontró, metidos de lleno en intentar poner orden en la montaña de papeles que tenía el tío, para iniciar después las traducciones o lo que fuera que tuvieran que hacer. Sonrió divertido y estuvo unos instantes observándolos en la distancia, bajo la atenta mirada de Jang Yoo Moon, que volvía a estar a cargo de su seguridad, hasta que el señor Won se percató de su presencia y fue a saludarlo, entonces se dejó notar también para los otros dos que estaban en la sala, pasando un poco del constante peloteo que le dedicaba el viejo señor.
- Buenos días. –saludó el monarca.
- Buenos días. –respondió Yunho, mientras Jae hacía una simple reverencia.
- ¿Estáis muy ocupados? –preguntó, viendo la montaña de papeles que aún había sobre la mesa- Es que me gustaría que me acompañarais a dar una vuelta.
- Pues… -Yunho miraba todos los documentos que aún les quedaba por revisar
- Claro que no… -dijo el señor Won, que pensaba que si su sobrino se convertía en uno de los amigos mejores amigos del rey, y él se portaba bien con él, su puesto no correría peligro- yo puedo encargarme de esto. –añadió, tomando asiento.
- Muy bien, entonces… seguidme. –les dijo a Yunho y Jaejoong, iniciando el paseo.
Estuvieron dando vueltas por los jardines de palacio, disfrutando de sus colores y olores, de la hermosa belleza. Jin Hyo observaba de reojo las reacciones de Jaejoong, que iba tras ellos con el resto de sirvientes, al tiempo que hablaba con Yunho sobre cuánto tiempo se quedarían en Seúl esta vez, recibiendo como respuesta que un mínimo de dos semanas, pues era bastante lo que tenían que traducir y transcribir.
Cuando, durante su paseo, pasaron por delante de la habitación de Tae Woon, Yunho miró por ver si lo veía, ya que el general le caía bastante bien, ya que fue el primero de los miembros de la familia real, aunque casi nadie lo considerara como tal, que lo había tratado como un ser humano distinto a su padre.
- No está. –dijo Jin Hyo al percatarse de hacia donde miraba Yunho- Surgieron problemas en la costa y él tuvo que acudir personalmente. –añadió un poco cabizbajo, notándose cierta tristeza en su voz.
- Oh… lo lamento. –dijo Yunho apenado, pues sabía perfectamente lo importante que para el rey era su hermano, y suponía el tipo de problemas que podían haber surgido allí.
- No tiene que lamentar nada… el general Kim es un luchador. –dijo firme, y sonrió al ver como Jang asentía casi inconscientemente
- Estoy seguro majestad. –dijo Yunho- Pronto regresará. –el rey asintió y prosiguieron su camino
Cuando pasaron al salón principal, pidió que les trajeran algo de comer; Jae iba a irse con los demás sirvientes, pero el rey le pidió que se quedase con ellos, y le tocó sufrir la mirada de envidia de todos los presentes, que no entendían que había de diferente entre él y ellos, aparte de que él no fuera sirviente directo del rey.
Durante la comida, Jin Hyo le preguntó a Yunho sobre su vida, qué era lo que le había pasado en todo ese tiempo que no se habían visto, ya que lo último que sabía era que él tenía miedo de que su esposa hubiera decidido quitarse la vida en su ausencia, y le alegró saber que no lo había hecho, pero que , lamentablemente, había fallecido en un ataque del que habían sido víctimas, y que Jaejoong le había salvado la vida, lo que hizo que volviera a clavar su vista en él y se percatara de que se sentía algo apenado, algo que Yunho explicó diciendo que era porque en cierto modo se culpaba por no haber podido salvar también a Jaejoongieh. Curioso por naturaleza, le pidió al joven Jung que le mostrase la herida, que ya estaba prácticamente cicatrizada, y le dio una punzada en el pecho, al recordar en parte la de su hermano; y cuando Jae le ayudaba a Yunho a ponerse nuevamente las vendas, vio la herida que éste tenía en el hombro, de un flechazo, que seguramente le había atravesado; supuso que habría sido descubierto, al ir a salvar a su señor, por los mismos que los habían atacado y que intentaron acabar también con él; de modo que le agradeció el haber arriesgado su vida por la de su señor, alabando su fidelidad con respecto a Yunho.
Una vez terminaron de comer, los dos se despidieron del monarca y volvieron a su trabajo, porque, por más que Won Hyuk Mo dijera que él se hacía cargo, sabían perfectamente que el hombre, causante del lío que tenían sobre la mesa, no se iba a aclarar él solo, y que, lo más probable, era que si lo dejaban más tiempo solo, todo lo que habían avanzado no sirviera de nada.
A Song Hyu Neul no es que le gustaran las cosas fáciles, pero había veces que no le importaban, y que Rimha, prácticamente, se le hubiera regalado, teniendo en cuenta que era la esposa del que consideraba único culpable de que su juguete ya no estuviera, le excitaba más, sobre todo porque lo estaban haciendo en la habitación de matrimonio donde, suponía, Yunho y ella habían hecho alguna que otra vez el amor.
Sus manos se perdían en los voluptuosos pechos, acariciándolos y apretándolos, regodeándose de los gemidos que escapaban de la boca de la mujer; sus labios la besaban con ansia, mientras pensaba en marcarla, en hacerla adicta al deseo que él pudiera entregarle, para que volviera a serle infiel a su esposo entre sus brazos… quería verlo destrozado, porque él le hubiera robado lo que más quería. Pronto se deshicieron de toda la ropa que cubría sus cuerpos y se entregaron al placer básico de sentir otra piel ardiendo en deseo, el de desfogar sus instintos más básicos, hasta que estallaron en un último gemido. Tan pronto terminó, se limpió y comenzó a vestirse, mientras ella lo miraba con deseo y él sonreía con esa autosuficiencia tan suya.
- ¿No tiene miedo a que su esposo la descubra? –preguntó mientras terminaba de anudarse la camisa
- No… está en Seúl, y no hay nadie en la casa. –respondió mientras acariciaba las mantas sensualmente
- ¿En Seúl? –dijo más para sí mismo, al tiempo que recordaba la primera vez que lo vio y lo atractivo que le resultó, quizás sí que lo haría suyo, sólo por saber cómo se sentía.
- Sí… su tío lo mandó llamar, tal parece que tenía bastante trabajo y necesitaba de su ayuda.
- Ya veo. Bueno… ya nos veremos. –dijo saliendo de la habitación, sin decir nada más.
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contiiiiiiiiiiii .. contiiiiiiiii .. esta super interesante continuala prontoooooooooooo
ResponderEliminaramiga esta muy bueno!!! te sere honesta la primera vez que lo lei me quede traumatizada xD me refiero a que rayos! escribes tan bien que senti la historia, jae ha sufrido tanto...esta tan lleno de drama >.< tengo el alma prendada de un hilo, ojala el general no se entere que jae sigue vivo! muero por saber que pasara en el sig. cap >.< *muriendo de la angustia* y luego yunho esta en peligro!!! waaaa en serio he llorado con tu fic! sigue asi! pero quiero un happy ending! *se calma* bueno sorry por mi testamento, y por no comentar antes, pero cada que termino de leer este fic es lo unico que tengo en la cabeza TODO el dia! es que es muy shockeante! kekeke asi que se me olvidaba comentar, en fin hay muchas cosas que quiero decir pero ya me pase... >.<
ResponderEliminarpd: espero el sig cap y ojala que no sea nada malo *calmando a su kokoro*
Amiga escribes excelente continua tu historia pronto .. ahh y odio a Song Hyu Neul !!!! ahora va detras de yunho !!!!
ResponderEliminaraaaaaaaaaaaaaaaaaaaajk ta buenisimaaaaaaaaaaaaaa ya kiero el proximoooo *+*
ResponderEliminarWAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!! ACTUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU *colapsa y se va leer*
ResponderEliminarDIOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOSSSS!!!! Quedo buenisimoooo~~ buenisimo buenisimo!!! que nervios que que que... QUE TODO *O*!!!!!!! Apoyo a Paty!!!! escribes excelente y hace que todo mundo se meta en cada personaje!! pero eres mala ;O;!!!
COMO NOS DEJAS ASI!!! AH AH AH AH??? TOT...Estas aproximadamente 2 semanas que he esperado por una actu he sufrido TOT... y ahora me toca sufrir aun mas TOT... *rompe a llorar agarrandole el pantalon* ACTUALIZAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA TOT... PORFAAAAA~~
Gracias :D!!!
Escribes genial :D!
-Sara-Kim-
waaa quiero continuacio porfisss esta buenisimo *o* ojala el rey quite esa ley alver al yunjae juntitos y tambein espero que no se interese mas por jae sino correra sangre XD
ResponderEliminarWAAAAAAAAAAAAA ACTUALIZAA PORFAAAAAAAAAAAAAAAA *O*
ResponderEliminarNo sabes las veces que he leido ya tu fic! *________* es que simplemente ME ENCANTA!!!!!!!!! :D
ResponderEliminarCuando será el dia en que acutalices!!!... pasar saber que más pasa... en serio escribes EXCELENTEE!!! Siguele sigueleeee!!!!
Espero pronto actualización... por favor!!!!!! :')
NOOOOOO TODAVIA NO HAY ACTUALIZACIOOOOOOOOOOOOON??
ResponderEliminarY.YYYYY
PARA CAUNDO EL PROXIMO CAP
ResponderEliminarporque siges sin actulizarlo me estoy deseperando que ese general maldito quiere hacerle algo a mi yunho oppa porfa no lo permitas siii
ResponderEliminarsaca el otro capppp
TOT.... Diooooooooooooos~~~ Aun no hay actuuuu TOT... Por queeeeeeeeeeeeeee??? TOT no nos hagas estooo~~~ actualizaaa porfaaaaaaaaaaa~~ TOT
ResponderEliminarPlease continualo!!!!
ResponderEliminarActualiza pronto!!!!!!!!!!!!
Continuala pronto porfa me a encantado parecia k lo estuviese viendo de verdad ademas kiero saber j pasa con Yunho y Jae.
ResponderEliminarEspero la continuacion pronto jeje
;__; Please continualo, continualo please!!!!
ResponderEliminarOhhh sera que el rey sospecha que Jae pude ser su sobrino???
Ohh que el maldito general Song no lo reconozca....
Please actualizalo pronto,.... ¬¬ y de paso saca a esa mala mujer que metiste para que fuera la segunda mujer de Yunhoo....la verdad es que no la soporto la muy zorra esa....
Mira que revolcarse con el general ese...mientras Yunnie no esta... y en su propia cama (Tufon en este caso).. pero iguall.... uhyyy!!! ojala y se muera en batalla para que deje de martirizar al YunJae....
Ahhh y que las cosas entre Min y Gen se den un poco más rápido.... mira que hasta Junsu ya le gano...
Porfa no te demores en actualizar.... EN verdad me encanta tu fic... U///U y si perdon por no comentar en todos los cap... pero es que no quueria perder tiempo y seguia inmediatamente con el siguiente cap... Honto gomen... U_U
pliss
ResponderEliminarcontinualo esta mui interesante
waa~
me he kedado con la intriga ^^
Yo tambien opino lo mismo que tod@s, contyyyy please, y aunque no me gusta q Jae sufra tanto, me encanta tu fic, espero q lo actualices pronto atte: tu fan (je je je je)
ResponderEliminarYo quiero conti >.<
ResponderEliminarKurishio, por favor da señales de vida, un comentario al menos para saber que aun sigues en este mundo y asi tengamos esperanza que algun día podremos seguir leyendo tu hermosa historia.
ResponderEliminarTen piedad...
me uno a la peticion de arriba.....
ResponderEliminaral menos un rayito de esperanza para aguantar esta espera....
saludos MAKA
conti conti conti porfaaaaaaaaa
ResponderEliminarWUUAAAAA...!!! Kurishio esta en http://yorunoserenade.blogspot.com y ya actualizo Belong!!! la numeracion de los capitulos es distinta, en su blog el cap que sigue al 10 que esta aqui en Lala se llama: ¨Belong. Te pertenezco (capo 5. Verdades al descubierto [part 3])¨ es decir este vendria siendo el cap 11.
ResponderEliminarespero me entiendan la rara explicacion, pero mejor visiten el sitio si quieren seguir leyendo. el capitulo esta al costado derecho en ENTRADAS POPULARES
Vayan!! Vayan!!
Por favor que el rey no se obscesione con Jae! No más sufrimiento T_T. El maldito General merece ser castrado y la golfa de la esposa de Yunho deber ser arrastrada con el maldito general!
ResponderEliminarContiiiii please!
Gracias por la info , estuve esperando tanto tiempo
ResponderEliminarcontii
ResponderEliminarpliss te lo pedimos continuala ya se que ha pasado tiempiito pero plisss contuinuala no nos puedes dejar en emocion ps ç
ResponderEliminarwaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa me he enamoradoo de tu fic de verdad looo amooooo me volvi adicta es demasiadooo bueno!!!
ResponderEliminarpor favor continualoo por favor!!!!!!!!!!!!
\(*O*)/
Aiishhh Tipeja descarada...no merese nada de Yunho. Ella y el general me hartan sentí la sangre hervir nomás de pensar en que puede intentar dañar Junsu. Ojala y entre los cuatro puedan hacer pagar al general cuanta asquerosidad ha cometido. Y digo cuatro porque si Tae Woo se entera de lo que ha padesido Jae en sus manos seguro lo castra y luego lo descuartiza. Urraaa MINKIE YA OPTUVO EL SI¡¡¡
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