Extrañaba mi casa, como siempre que viajaba, pero tener a Jaejoong me hacía infinitamente feliz y no me importaba nada más. Los días que duró mi paseo fueron inimaginables y encantadores, los amé como a ninguno anterior. Lo único de lo que podría quejarme es de no haber podido besarlo, pero él me decía que debía esperar un poco más.
En mi casa había un salón especial, cerrado con llave, en donde guardábamos un piano. Jaejoong se hizo con la llave y abrió la puerta, dejando al descubierto el hermoso tesoro que jamás había usado, o siquiera admirado. Se sentó, me sentó a su lado y respiró profundo.
-Tengo un regalo para ti. Hace tiempo compuse una canción para alguien a quien quería mucho, el problema es que no había conocido a ese alguien- me miró y su cara se tornó rosa en las mejillas, rosa como los labios que tanto quería besar-. Ahora que sé que existes, debo darte tu regalo, ¿no es así?
No supe qué decirle, ni siquiera era capaz de hablarle; mi corazón latía tan violentamente, que tenía miedo de abrir la boca por si quería salir. Lo único que pude hacer fue abrazarlo, intentar dejarlo sin aire, no lo sé, algo que me permitiera hacerle sentir la mitad de lo que llevaba dentro. Siempre decía que soy una llorona, ¡pero ahora no podía dejar de llorar! Lo abracé más fuerte (si es que eso era posible) y le dije que lo extrañaría horrores. Me lamenté luego por esas palabras, porque él dejó caer una lágrima también.
Como la primera vez que lloré a su lado, pasó sus suaves dedos por mi cara y me consoló. Sonreí como que nada me pasara y le dije que lo oiría, soltándolo. Sonrió con pesar y besó mi mejilla, bajando hasta la parte de atrás de mi oído; él sabía de memoria que ese lugar era sensible, se burló y su aliento cubrió mi cuello. Ya estaba listo.
Miré con atención cada cosa que hacía, cada movimiento, cada tecla con su sonido. La música era diferente a cualquiera que pudiera haber escuchado en la vida, y todos los buenos sentimientos que un ser humano puede tener cruzaron mi cabeza en un remolino, velozmente, sin tiempo para pensar. Aún hoy no puedo describir cómo me sentí y lo hermosa que era la canción, pero no creo que ni su mismo creador pudiera hacerlo.
-¿Te gustó?- preguntó con timidez al terminar.
Gustar era poco. Encantar era poco. Adorar era poco. Me pregunté cómo le diría todo eso, no quería que se decepcionara con mi falta de palabras, quizá creería que soy una idiota, tarada y malagradecida. Un poco tarada podía ser, lo demás, no lo creía. Tomé su mano y lo saqué del salón, en donde había poca luz. Me deslumbré al salir de la habitación y subí junto a él las escaleras hacia mi cuarto. A último momento me desvié y subí otra escalera que había al final del pasillo.
-¿A dónde me llevas?- tenía cierto dejo de decepción en el tono de voz.
No contesté.
Al final de las escaleras encontré una puerta familiar, que abrí y dejó paso a una vista hermosa. Únicamente había un balcón, que daba al exterior, y el fresco aire de la noche.
Aún no podía hablar, así que le indiqué con un gesto de la mano que se sentara. Me senté con él y admiré el paisaje por pocos segundos, era perfecto. Me acerqué a su linda cara y besé su mejilla, eso se sentía tan bien.
Acercándome más lo abracé, y por primera vez en todo ese tiempo, junté mis labios con los suyos. El beso pareció detenerse y extinguirse, creí que no era el momento y me sentí mal. Estaba equivocada. Jaejoong sujetó mi cintura por tercera vez, me apoyó en la pared del balcón y me besó. Todo y todos dejaron de existir para mí, ese efecto mágico sólo tenía de centro al muchacho que tenía al frente.
Lo sujeté por la camisa y él llevo una de sus manos hasta mi pierna. De nuevo mi respiración se agitó, pero el descontrol que me hacía perder la razón no volvería a ocurrir. Sentí como se conseguían sus dedos con la tela de mi vestido y luego con mi piel, no quería que el momento terminara nunca. El también estaba dejando los nervios de lado y lo disfrutaba, sus suaves labios no cesaban de acariciar los míos.
Dejé que una de mis manos alborotara su cabello, lacio y sedoso, y se perdiera en el borde de su camisa; la de él, que ahora volvía a mi cintura, se quedó inmóvil. El beso terminó, pero aún no podíamos separarnos. Tres días más y todo habría acabado. Acerqué su cabeza y le hablé al oído, diciéndole que lo amaba.
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aaaaawwwwww q beso pero q beso dios
ResponderEliminarQue beso, wooooow!!!
ResponderEliminarlo hacen mal pensar a uno
hahahaha si ps!!!
esta muy bueno el fic...
Me sentí en ese balcón, me concentro mucho cuando leo este fic
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