Intercambio de esposos... no... ídolos cap 14

Era jueves, estábamos a horas de terminar el juego. No sabía por qué, pero me encantaba pasar largos ratos con Jaejoong en el jardín. Había dejado de llover y tenía puesto un vestido (a él le gustaban) con botas impermeables. Rara combinación, pensé mientras me vestía, aunque no se veía tan terrible. Nos sentamos sobre la grama húmeda y esperamos a que el tenue sol de esta época quisiera salir, aun sabiendo que yo no necesitaba de su calor.


-Me gustas cuando sonríes- tomé su mano.
-Y tú me gustas siempre- susurró bajo mi oído, riendo.


Me dejé caer sobre mi espalda para ver el cielo y las nubes, Jaejoong hizo lo mismo y se acercó un poco a mí. Le conté de mis sueños de la noche anterior, donde lo veía en un bosque con un lago, que a su vez estaba reflejando el color verdoso de los árboles y diferentes tonalidades de sus flores. Corría para alcanzarlo y luego paseábamos, como en el reciente viaje, muchas veces sonriendo.


Aseguró que eso pasaría, que podríamos estar juntos de nuevo antes de lo que yo pensaba, pero supe que no iba a ser así. Creo que él también pero aún tenía ganas de sonreír, yo amaba eso de su personalidad entre otras cosas. Me puse frente a él estando todavía en el césped y pude ver lo bonitos que eran sus ojos; bajo la luz blanquecina que tenía ahora el sol, pensé que no había nada que quisiera ver más.


No me dejes sola, te quiero conmigo… -mis pensamientos intentaban ir con mis acciones.


Los rayos comenzaban a descender, filtrándose entre las nubes bajas y dándole un aspecto precioso al ocaso. Ya casi todo había terminado. Jaejoong me hizo esperar allí en la grama mientras entraba a la casa, duró un par de minutos dentro y luego salió con una cajita en la mano. No era más grande que mi teléfono celular, pero no quitaba la hermosura.


Puso el obsequio en mis manos y me instó a que lo abriera, sólo con la mirada pues parecía incapaz de hablarme. Lo abrí con delicadeza y poco me faltó para dejarlo caer, tenía una belleza fuera de lo normal. Desde el interior de la caja brillaba un broche de cabello, pero no uno cualquiera, sino uno perfecto para la ocasión: una hojita de árbol con bordes de puntas, en colores rojizos, naranjas y ocres. La perfecta representación de la estación.


Lo sacó rozando mis manos y se colocó detrás de mí, ajustando el regalo en mi cabello. Quise aparentar que estaba bien, pero por más que intentaba, no podía dejar de sentirme triste. Lo abracé y percibí su calor como otras tantas veces, mientras él hacía lo que tanto le gustaba, recorrer la zona de mi cuello con su respiración, ahora agitada.


-No sé cómo voy a irme, pero te darás la vuelta y no mirarás- no fue una petición, fue una orden.


Sentí un vacío en el pecho.


-No puedo no verte- se me quebró la voz en la última palabra.


Puso más fuerza en el abrazo y me besó, como nunca antes. Quise llorar pero me contuve, por el contrario, me di la vuelta y evité mirarlo, como me había pedido.


-Yo jamás rompo promesas- había seriedad en su voz. Esperé un momento y quise mirarlo, cosa imposible, pues ya no estaba.


Creí que se había escondido para molestarme, así que recorrí el jardín a oscuras buscándolo. Lo llamaba en voz alta, también con susurros, hasta me reía. Cada segundo me desesperaba más y no pude seguir, debía aceptar lo que estaba ante mis ojos. Se había marchado.


Entré a la casa y me lancé sobre mi cama, en la que no dormía desde hacía muchos días. Aún conservaba su olor, nunca creí que pudiera dolerme tanto descubrirlo. Lloré y grité, callé por momentos y volví a gritar. Deseaba no sentir nada, quedarme dormida hasta que todo pasara, que él regresara. Sentía la necesidad de destruir alguna cosa, como una niña infantil, no me importaba en lo más absoluto lo que fuera. Pero no. Nada de eso lo haría volver, ni nada que yo pudiera hacer.


Cuando me había quedado sin voz me senté en la cama, desorientada, sin saber qué hacer. El aroma me engañaba, pero a ratos me hacía venir de vuelta a la realidad. Pasé la noche en vela, mirando al frente, buscando algo que sabía imposible de encontrar. Jaejoong no estaba y mi felicidad tampoco, fue tan efímera…

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