Intercambio de esposos... no... ídolos - epílogo 1

Lo que siempre quise ser

Desde niña, siempre deseé muchas cosas: muñecas, maquillaje, caramelos, cosas normales. Cuando conocí a Jaejoong me di cuenta de que no necesitaba ninguna de esas cosas. Mi vida tenía más sentido con alguien que sonreía para mí cada día, me sorprendía con algo que no sabía y alegraba cualquier momento por corriente que fuera.

El verme sin él me dejó de nuevo en el mundo frío y gris al que me había acostumbrado, sin la posibilidad de buscarlo y a veces pensando que todo había sido una mentira, un sueño, un engaño. No tenía forma de explicárselo, jamás podría verlo de nuevo.

Luego de que se fue, tomé la costumbre de salir a pasear, antes de que llegara el invierno. Tenía la esperanza de que cumpliera su promesa, de que nos volveríamos a encontrar muy pronto. Veía su cabello lacio y brillante en cualquier parte, todo falso; escuchaba su sonrisa en todas, una ilusión dolorosa; esperaba que me tomara de la cintura como solía hacer y me asustara, nada más improbable.

Contaba los días que faltaban para que el otoño terminara, luego llegó el invierno, supe que nunca más lo tendría cerca, él no estaba a mi alcance. Cubría la esperanza con resignación, jamás vendría y yo trataría de olvidar. Punto.

Mi hermano me ofreció viajar, con su empleo tenía muchos beneficios, yo lo rechacé. Mi familia intentó muchas cosas para hacerme feliz pero todo fue en vano, no quería nada material, nada que el dinero pudiera darme. Quería a Jaejoong, pero ¿quién podía traérmelo? Nadie, ya lo sé.

El último día antes de que anunciaran oficialmente el final del otoño y el principio del invierno, me quedé en casa. Era un evento con significado en mi vida, desde pequeña, decía mi mamá. Tenía un pijama recién comprado que me protegía del frío y un par de calcetines con forma de animalito. Mi mamá compraba ingredientes especiales para cocinarme y papá la acompañaba a elegir los mejores.

Yo me lancé en el sofá del salón a ver las caricaturas que ya mostraban episodios de invierno, mientras tomaba chocolate caliente que había hecho papá antes de irse. Cuando terminé mi taza me dio sueño y me acurruqué en el sofá, quedándome casi dormida. Escuché la puerta entre mis sueños, mamá y papá llegaron. Sentí un par de brazos fuertes que me llevaron directo a mi habitación, pero gracias al cielo el bamboleo en las escaleras fue casi nulo.

Ya en mi cama, más suave que el sofá, me sentí mejor. Podría esperar a que mamá hiciera la cena y bajar, aunque no sería lo mismo sin mi fastidioso hermano. Abrí un poco los ojos para agradecer por haberme ayudado a subir, pero la figura no estaba en donde yo creí, sino que había tomado asiento en el borde de mi cama, junto a mi cabeza. Por la forma de su cuerpo, no podía ser mamá y mucho menos papá, creí que el sueño me estaba ganando la partida.

Una mano del desconocido rozó mi cara, mi cuello y se separó de mi piel. No tenía ya dudas de quién era. Jaejoong estaba allí, conmigo, contra todo tipo de alucinación. Ahora ya despierta me lancé sobre él y lo abracé, con toda la fuerza que creí necesaria. Por lo visto también me extrañaba, porque no deshizo mi abrazo, en cambió me sostuvo más fuerte. Todo rastro del sueño desapareció mientras tanteaba su pecho, su espalda, su cara, su cabello. Era él, no podía creerlo. Se separó de mí (no sin dificultad) y me colocó con suavidad sobre mi almohada, se apoyó en algún lugar que no pude ver y vi su cara de pronto frente a la mía, reprimiendo un beso que yo también quería darle.

Como muchas otras veces, lo atraje a mí y lo besé. Me sentí bien de inmediato, más que bien, a punto de explotar de felicidad. Respiré su conocido aroma una y otra vez, mientras sus labios tocaban los míos en ese suave beso, ningún beso que él pudiera darme tenía rastro alguno de agresividad. Sentí su peso y con él la nota de realidad que estaba esperando. Supongo que duró mucho rato, pero al final siempre es mejor separarse, ya sabía que no lo perdería de nuevo. Se sentó como al inicio y me dirigió una sonrisa que derritió mi mundo interior.

-Lamento la demora, no conseguía tu dirección. Nada fácil, ¿eh?- volvió a besarme, más bien un toque de sus labios sobre mi mejilla.

No podía hablar, mi corazón no me lo permitía. Cerré los ojos en un intento de tranquilizarlo, si era posible también mi respiración. Su aliento cálido en la zona sensible bajo mi oído me reconfortó y él se separó definitivamente de ella, al menos de momento. Volvió a tomarme en sus brazos haciéndome sentir que volaba y bajamos de nuevo al salón. Mamá y papá volvían, ahora sí, y Jaejoong leyó mi mente:

-Ellos merecen una explicación, pero yo no se las voy a dar- sonrió travieso.

Se salió al jardín y me quedé sola. Cuando entraron pensé que había alucinado, pero miré al jardín y allí estaba, esperando a que yo explicara. Intenté abordar el tema de salir con un chico y demás, pero no me gustaba la cara de mis padres. Al final accedieron a conocerlo y lo hice pasar. Tomados de la mano y siendo vistos, me entró un gran alivio; podían verlo al fin. Luego de largo rato de conversar con mi familia (amaba el inglés fluido que tenían), llegaron a un acuerdo.

Obviamente el no podría quedarse a vivir conmigo, pero sí visitarme. Y siempre y cuando lo hiciera acompañada, podría visitarlo también. Quedaron tan encantados con él que decidieron mostrarle la casa –Qué gracia, pensé- e invitarlo a comer a la cena de esa noche. Mientras cenábamos, habló a mi oído, haciéndome sonrojar:

-¿Quitarás las fotos de Yunho y pondrás las mías?- rió maliciosamente. No le contesté.

Me besó en la mejilla, bajo la vista de papá (algo incómodo), y me sentí completamente feliz. Aún creía que soñaba, pero ya el sueño y el juego habían terminado.

-Te amo, Kim Jaejoong- dije, sacándole la lengua. Iban a ser unas muy especiales navidades.

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