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El Dragón y El Sol - Cap. 3


Una Serpiente Entra al Palacio


“Me encontraron un buen partido.”

Jaejoong estaba sentado sobre la cama mientras Changmin se tendía detrás suyo, una mano acercándose para perezosamente acariciar la larga cabellera que el más bajo había dejado caer.

“¿Matrimonio?”

Changmin asintió aún a pesar de saber que su compañero no sería capaz de verlo. “Voy a ser coronado Emperador dentro de dos meses una vez que mi periodo de duelo haya terminado y Shyu Bin dijo que necesitaría tomar una esposa al momento de ascender al trono.”

Jaejoong jugaba con el borde de su túnica de seda para la hora de dormir. Comenzaba el verano y el aire tenía un intenso, y almizclado aroma que impregnaba aún hasta la más fina de las telas.

“¿Quién es ella?”

“Jeo Sunmyeong. Del clan Yeoheung del Norte. Es una buena familia.”

“Sunmyeong,” Jaejoong repitió, saboreando la sensación del nombre en su lengua. Sus dedos extendiéndose por todo el cubrecama, imaginando cómo lo transcribiría en su precisa caligrafía. “Ella tiene un hermoso nombre.”

“Ella es tres años menor que yo, una serpiente. Es la pareja más auspiciosa para un buey.”

Jaejoong asintió con la cabeza. Una serpiente era la más auspiciosa, sin embargo él no confiaba en ellas. Su tutor le había dicho que las serpientes eran vanidosas, crueles, y astutas. Él no quería a su Min en torno a esa clase de persona, pero no había nada que él pudiera hacer para detenerlo. Él solo esperaba que cuando Changmin tomara concubinas ellas fueran de un diferente signo. No quería estar en un palacio infestado de serpientes.

“No suenas muy feliz.” Jaejoong dijo suavemente.

“Es solo matrimonio, Jae. Y la chica tiene doce. No se supone que sienta algo al respecto, mucho menos felicidad.” Changmin respondió tristemente.

“¿Quieres entrar a un matrimonio sin amor?”

Changmin dejó salir una fuerte tos que sonó más a carcajada, tomando a su amigo por la cintura y girándolo de tal manera que los dos estuvieran frente el uno del otro.

“¿Amor? Jae, ¿desde cuando ha tratado el matrimonio de amor? Te casas para asegurar la tierra y para tener hijos. Creo que pasas demasiado tiempo con la cabeza metida en poesía.”

“¡Pero el amor te da compañía en la vejez!”

Changmin se limitó a negar con la cabeza. “Mi tonto Jae. ¿Por qué buscaría compañía en el matrimonio cuando ya te tengo a ti? ¿Es que acaso no sabes ya que tú eres la única compañía que necesitaré? Se supone que nosotros seamos filiales el uno al otro hasta el final.”

“¿De verdad?”

“De verdad.”

Jaejoong sonrió ante las palabras de Changmin. “Ah qué bueno. Porque de acuerdo a mi tutor, las serpientes son horribles en el amor.”

~~~***~~~

Los preparativos para la próxima boda eran interminables y como el calígrafo oficial y erudito de palacio, Jaejoong se mantenía ocupado. Él escribió poemas de prosperidad sobre retazos de seda rojo intenso los cuales eran luego atados a los pilares por todas las calles de la ciudad. Él entregó personalmente invitaciones entintadas a los más destacados funcionarios, decorando el frente con un adorable diseño de un dragón y una paloma volando juntos.

Los preparativos mantuvieron al muchacho tan ocupado que antes de que se diera cuenta, ya era el día antes de que las nupcias tuvieran lugar. Changmin estaba sentado en su cama, las rodillas dobladas y observando a Jaejoong con ojos cansados mientras el erudito encendía el incienso por toda la habitación.

“Sabes que tenemos sirvientes para eso...”

“Lo sé,” Jaejoong respondió con un leve movimiento de mano. “Yo solo quería que...hoy...”

“Entiendo.”

Y con eso el silencio se filtró de nuevo en la habitación. El príncipe mantuvo sus ojos fijos sobre su compañero mientras este revoloteaba por toda la habitación. Lo observó abrir la caja donde guardaba todos sus escritos y extraer un fino rollo de pergamino.

“Esto es para ti,” Jaejoong susurró, adelantándose y presionando el rollo en la mano de Changmin.

Changmin lo abrió. Era una pintura, hecha en base a los delicados dorados y brillantes rojos a los cuales Jaejoong era afecto. Representaba un dragón alzándose por encima del suelo al cielo y el sol resplandeciendo magníficamente sobre él. El príncipe simplemente contempló la pintura, asombrado por cuán hábil su amigo era con el pincel.

“Es para que la cuelgues en tu habitación matrimonial,” dijo Jaejoong, “estarás mudándote allí con tu esposa para mañana y quería que tuvieras algo de mí allí también.”

La enormidad de la declaración no escapó a ninguno de los dos jóvenes. Esta noche sería la última de Changmin en el ala de los niños dentro de palacio. Él había pasado los últimos 15 años de su vida allí, correteando por todas partes con Jaejoong y durmiendo en la misma cama por la noche, susurrando secretos suavemente de modo que los sirvientes no fueran capaces de escucharlos.

“¿En realidad creíste que te olvidaría una vez que dejara esta habitación?” Changmin preguntó, alzando la vista hacia su amigo. “Nosotros somos hermanos de compañía.”

“Tú tienes un deber con tu esposa ahora,” Jaejoong dijo con una triste sonrisa. “Es una de las Cinco Leyes que tu padre escribió.”

“¿En serio?”

“Sí. La relación entre un hombre y una mujer es pyul. Deferencia. Ambos deben diferir el uno del otro y mantener la armonía en su relación.”

Changmin inclinó la cabeza a un lado, meditando en las palabras. “¿Cuáles son las otras cuatro?”

Jaejoong sonrió. Sus artes académicas habían grabado aquellas cinco leyes en su mente desde los siete años.

“El deber entre padre e hijo es chin, amistad. Entre Rey y Cortesano es eui, rectitud. Entre anciano y joven es saw, grado...”

“¿Y el último?” Changmin preguntó.

“El deber entre dos amigos es shin.”

“Shin” Changmin repitió.

Fe.

“Entonces ten algo de fe en mí, Jaejoong,” Changmin dijo, deslizándose de prisa a su lado y llevando sus manos hacia arriba para acunar las mejillas del muchacho. “No importa cuántas mujeres traigan a palacio, tú siempre serás lo más importante para mí.”

Jaejoong sonrió suavemente, alzando sus propias manos para situarlas por encima de las de Changmin.

“Nosotros somos hermanos de compañía. El dragón y el sol,” Changmin prosiguió. “Incluso si no tienes fe en nada más, al menos ten fe en nosotros”

~~~***~~~

La noche después de la boda de Changmin encontró a Jaejoong en la cámara de los niños—sentado sobre su vieja cama mirando por la ventana de celosía el cielo de noche, nublado por el humo de los petardos que habían hecho estallar en medio de la celebración.

El aire estaba cargado con el aroma a pólvora e incienso y los susurros de los sirvientes al otro lado de la puerta eran más osados que nunca antes sin la presencia del príncipe para acallarlos.

Y por primera vez desde que Jaejoong podía recordar, él estaba solo.

Los dedos del muchacho se alargaron para acariciar una suave y cálida mejilla solo para encontrarse con una sábana de seda. Un sentimiento de melancolía se extendió por todo su pecho mientras él bajaba la vista al punto en el que Changmin había descansado durante toda su vida. Aquí había sido donde ellos dos permanecían despiertos hasta que las velas se consumían en las llamas y la oscuridad recaía en la habitación, susurrando sus secretos y deseos cada uno en los oídos del otro.

Jaejoong se puso de pie y acortó la distancia hacia la ventana. Contempló a través de ella el lóbrego cielo. En algún lugar, bajo este mismo cielo, en ese mismo instante Changmin estaría recostado en las cámaras nupciales. En algún lugar Changmin estaba experimentando algo que Jaejoong, como el típico célibe erudito, jamás podría.

El patio estaba repleto de símbolos-- peonías y caquis. Uvas y granadas y enredaderas. Todos símbolos de sexo y fertilidad que Jaejoong había pintado por sí mismo con delicados trazos de su pincel.

El hombre de pelo negro azabache cerró los ojos, sus dedos aferrándose al alféizar de la ventana con fuerza mientras él imaginaba exactamente lo que su hermano de compañía estaba experimentando. Pasando sus manos por una joven, pálida piel y un largo y sedoso cabello. Envolviéndose a sí mismo con la visión y el aroma de su nueva novia. Sonidos de placer escapando de unos labios carnosos mientras él alcanzaba picos que nunca habían sido explorados antes.

“El deber entre un hombre y una mujer es deferencia. El deber entre amigos es fe” Jaejoong susurraba en voz baja, una y otra vez.

Sentir deseo en el sentido sexual estaba en contra de cada lección que él había aprendido a lo largo de su vida, y sin embargo mientras permanecía de pie junto a la ventana envuelto en sus pensamientos, no podía aplacar las llamas que crecían dentro de él al tiempo que su mente seguía deambulando por donde no debería.

En los cortos y rápidos pasos de un hombre casi poseído, Jaejoong se abrió camino hasta su arcón, ansioso por liberarse de la única forma que conocía. Sacó su pergamino, pasando sus dedos por toda la extensión del material mientras lo cortaba por la longitud exacta. Rápidamente moliendo tinta y mezclándola con agua del velador, Jaejoong tomó su pincel y comenzó a pintar.

El incienso ardía, espeso y caliente, alrededor del cuerpo tembloroso de Jaejoong al mismo tiempo en que él movía su pincel por todo el pergamino como un demente. Idos estaban los delicados trazos que había aprendido. En su lugar, esta pintura provenía de una parte más primaria e instintiva. Él inclinó su pincel a la derecha, la perfecta elevación de la espalda de Changmin capturada para siempre en tinta negra. Más curvas llenas de cuidado sacadas del pincel y la larga cabellera del príncipe cobró vida, recorriendo su espalda en negras ondas azabache.

Jaejoong se removió sobre sus rodillas mientras continuaba con el cuadro y más de la silueta desnuda de Changmin aparecía sobre el papel. La fuerza de su mandíbula al inclinar la cabeza para un lado, los músculos de sus bíceps y muslos trepidando de vida por debajo de una reluciente piel.

Envalentonado por la temperatura de la habitación, la luz de la luna, los aromas alrededor suyo, las pinceladas de Jaejoong se hicieron más rápidas y más desesperadas, los movimientos de su muñeca dejando rastros de tinta sobre el pálido pálido espacio que comprendía su mano y rostro. Era una noche calurosa, haciéndose aún más caliente por el humo, pero en ese momento—envuelto por su pensamientos y sentado bajo la luz de la luna filtrándose—Jaejoong sentía que el fuego que ardía dentro de él era mucho más abrasador que cualquier cosa que los dioses pudieran infligir sobre él a través de los meros ciclos estacionales.

Un giro de los dedos, tan delicado y fuera de contexto como la brisa de verano, y Jaejoong culminó la pintura—la silueta de un Changmin desnudo sosteniendo tiernamente a una mujer de ojos pequeños y semicerrados como los de una musaraña, completamente visibles a la luz menguante de la luna.

Era la cosa más íntima que había pintado jamás y con un suspiro desacompasado, sopló sobre esta hasta que estuvo lo suficientemente seca como para guardarla en el fondo de su arcón. Esta no era una pieza para ser expuesta, ni algo que compartiría con nadie—ni siquiera con su hermano de compañía. Este trabajo era para él solamente, uno que observaría en los años por venir preguntándose por qué se sintió tan obligado a pintarlo.

¿Fue meramente la curiosidad infantil por sentir lo que su hermano de compañía estaba atravesando? ¿O era algo más profundo—una necesidad más carnal de estar con Changmin durante tan íntima escena?

Esa era una pregunta que él nunca sería capaz de responder.


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