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Arualthings

PSYCHOTIC-Capitulo 2

Capítulo Dos: Atado.



Miró confuso a su alrededor, aturdido por la puntada que atravesaba su cabeza de lado a lado, y no reconoció nada ¿En dónde rayos estaba? Quiso ponerse de pie y buscar una salida, quiso escapar de ahí y volver con sus amigos, pero sus extremidades no se lo permitían. Se removió inquieto. El sonido de cadenas siendo remecidas llenó la habitación y su respiración se agitó por el miedo.

Estaba atado.

Volvió a analizar el lugar, buscando algo que le ayudara a zafarse de esas ataduras, pero sólo veía paredes manchadas que alguna vez fueron blancas, un techo ennegrecido por la humedad, algunos rayos de luz colarse entre las persianas rotas y una puerta que se veía demasiado fuerte para corresponder a ese escenario.

Estaba encerrado.

Jaló lo más que pudo las cadenas soldadas a las esquinas de la camilla, pero sólo lograba que sonaran y sonaran, como si se tratase de una canción de navidad en una película de terror, como cascabeles vibrando descoordinados en el viento de una tormenta. Quiso gritar para que alguien fuese a rescatarlo, sin embargo, al tomar aire, una dolorosa contracción de su vientre lo detuvo. Miró hacía abajo, distinguiendo parte de su torso desnudo y unas vendas sucias manchadas con lo que supuso era su sangre ya seca.

Estaba herido.

¿Qué había pasado? ¿Cómo había llegado hasta ese lugar? No entendía nada y el ritmo de su respiración acelerada comenzaba a ser doloroso. Intentó serenarse y recordar, recordar… recordaba que había salido del departamento como a las nueve de la noche para ir por algo a la tienda, recordaba que había bajado hasta el estacionamiento del edificio para buscar su auto, recordaba… recordaba mucho dolor en su cabeza y oscuridad. No recordaba nada más luego de eso, ni siquiera sabía si había estado conciente antes de ese momento, sólo sabía que no debía estar ahí y que tenía que escapar a como diera lugar.

Estaba analizando sus posibilidades cuando la puerta crujió, tras un “Clic” que supuso era el seguro al ser abierto, y pudo distinguir una figura masculina atravesar el umbral. ¡Venían a rescatarlo! Quería gritar de felicidad, pero esta vez no lo detuvo el dolor de su vientre, sino algo plástico y flexible que tiraba de forma dolorosa la piel de su rostro.

Estaba amordazado.

– Haz despertado. Que alegría… – Algo le dijo a YunHo que la presencia de ese hombre no era positiva, tal vez era la bata blanca y su postura despreocupada, tal vez era su altura y su porte de magnate, tal vez era su voz grave y su acento que reconoció como de Gwangyu, tal vez eran sus facciones enfermizamente iguales a las suyas que destacaban por los rayos del sol que le daban en la cara. Se remeció en la camilla, confundido ¿Cómo podía estar él sobre la camilla y a la vez estar parado frente a la puerta? – ¿Por qué me miras así? ¿Te gusto? – YunHo supo que algo horrible estaba sucediendo ¿De qué otra forma tendría a un tipo exactamente igual a él a escasos centímetros de su rostro? Debía ser una pesadilla, suplicaba porque fuese una pesadilla de la cual despertaría en pocos minutos.

Giró el rostro con fuerza, soltándose del agarre de su copia, recibiendo de lleno su aliento caliente en la oreja. El tipo se reía con malicia, se reía mofándose de él y su vulnerabilidad, se reía y YunHo se asustó al escuchar su propia risa salir de esa boca.

– ¿Tienes miedo? – Le preguntó ese hombre, acariciando su mejilla con lentitud y delineando con sus yemas el borde de la cinta de embalaje que enmudecía a YunHo. Tembló, aterrado, no entendía nada y de una forma inmunda y muy retorcida era como si el mismo se estuviese acosando. – No temas, que la peor parte aún no la experimentas… – Abrió lo más que pudo sus ojos, sorprendido ¿Qué más podría pasar? ¿Qué sería más malo que lo que ya estaba viviendo? – Te dejaré un momento, necesito algunas cosas. – YunHo estaba seguro, él nunca había torcido su boca en una sonrisa tan perversa, jamás había mirado con tanta maldad a una persona y verse a si mismo, así frente a frente, hacer esos gestos de superioridad y depravación fue demasiado terrorífico para poder soportarlo más.

Comenzó a llorar…

¿Por qué lo tenía ahí? ¿Qué quería de él? ¿Dinero? Se lo daría todo, no importaba el dinero ¿Querría fama? Lo haría famoso, maldita sea, como fuese, por ultimo lo besaría en público para causar polémica ¿Querría simplemente torturarlo? Ese pensamiento lo espantó aún más… ¿Existiría alguien lo bastante enfermo para querer nada más hacerlo sufrir, verlo débil y acabado, herido y sin fuerzas sobre una camilla vieja?

– Espérame aquí… oh, cierto, no me puedes esperar en otro lugar. – Y el tipo se perdió por esa puerta de acero, que al ser cerrada apenas opacó su risa estridente y desquiciada que YunHo ya no pudo comparar con la suya.

Con más fuerzas que antes intentó liberarse de las cadenas que aprisionaban sus muñecas y tobillos, pero los grilletes eran aún más resistentes de las mismas cadenas, que de por si eran las más gruesas que recordaba haber visto en su vida. No había caso, por más que jalaba y por más que su piel se laceraba con los bordes metálicos de sus ataduras no podía zafarse.

Estaba perdido.

No podía desatarse, no podía escapar, no podía gritar y repentinamente se dio cuenta de que estaba solo y herido, en un lugar que desconocía, encerrado y secuestrado por si mismo. Y tenía miedo, tenía frío, tenía pena, tenía ganas de llorar sin control y que esa tortura terminara antes de comenzar.

La puerta volvió a crujir y temió que volviese a ser su copia para torturarlo, se lo podía imaginar sosteniendo una aguja hipodérmica y una cierra quirúrgica haciendo juego con su bata de médico, podía imaginarlo con su sonrisa perversa burlarse de su cara desfigurada por el miedo, podía imaginarlo riendo con esa risa espantosa al abrir su vientre, podía imaginar mil cosas horrendas estando con los ojos cerrados, esperando a que rápidamente el tipo terminara con su vida.

Pero nada pasaba.

Abrió lentamente los ojos y fijó su vista distorsionada por las lágrimas en la figura pequeña y delgada de una niña, una niña que lo miraba analíticamente, como tanteando terreno antes de comenzar a acercarse con una bandeja con cosas que no alcanzaba a ver. La niña no superaba los doce años, era casi puros huesos, de rostro pálido, ojeras marcadas y su oscuro cabello largo y enredado caía desordenado por su espalda, terminando más allá de su cintura. Vestía algo parecido a una vieja bata de hospital, de esas que se atan a los costados y dejan entrever la piel de las costillas y caderas. Daba miedo, ya que su ropa estaba manchada con sangre seca y tierra y de la mitad del muslo hacía abajo era puros harapos.

YunHo se sintió en otra dimensión, una dimensión en la que las películas de terror eran hermosas fantasías con finales felices comparados con esa realidad. La niña dio unos pasos hacía la camilla, arrastrando sus pies enlodados hasta quedar de pie junto a él. La pequeña se sentó a su costado, dejando la bandeja en un mueble que YunHo no había visto y que estaba justo a su lado derecho.

¿Qué planeaba hacer esa niña?

Sintió el olor del desinfectante a tono con el movimiento de las manos de la pequeña, como si fregara sus palmas con alcohol para limpiarlas. LA observó luego, aterrado, como con sus dedos partidos tomó unas tijeras afiladas y las apuntó a su cabeza ¡Maldita sea, le sacaría un ojo con esa cosa! Estaba horrorizado, lo iba a matar una niña escuálida parecida a Sadako, la fantasma de “El Aro”, y no podía siquiera intentar defenderse. Cerró los ojos con miedo, sintiendo el borde helado en su frente y luego el sonido del filo al hacer un corte.

Seguía vivo.

Volvió a abrir los ojos, descubriendo aliviado que sólo le habían quitado un mechón ensangrentado de pelo y que la chiquilla ahora apartaba de su rostro. La tijera volvió a hacer otro corte, esta vez pudo sentir como el filo rozaba su cuero cabelludo y una vez más el sonido de las dos partes de la tijera al hacer fricción, terminando con un frescor desconocido en ese rincón sobre su cien derecha ¿Sólo le había cortado el cabello? ¿Para qué? Buscó con la mirada las manos de la niña, la cuales rebuscaban y revolvían las cosas sobre la bandeja, hasta que alzó entre sus manos una mota de algodón que parecía mojado.

Ardía.

La niña estaba curando una herida que no sabía que tenía en su cabeza, pero que explicaba el dolor que iba de un lado a otro de su cráneo. Al terminar de limpiar el corte la niña cubrió la herida con algo de gasa y volvió a tomar las tijeras, esta vez apuntándolas a su vientre maltrecho. Cortó con cuidado cada una de las vendas sucias, hasta descubrir por completo su vientre con una cortada menos grave de lo que esperaba ver. Al igual que con la herida de su cabeza la desinfectó y pidiendo ayuda con la mirada procedió a envolver su vientre con vendas limpias. YunHo se alzaba como podía, permitiéndole a la niña pasar las vendas por debajo de su espalda, sintiéndose seguro con esa pequeña y delgada niña que lo curada con tanta delicadeza.

Quería agradecerle sus atenciones, pero recordó una vez más que estaba amordazado y que hablar era un privilegio que le era negado. Exhaló profundamente por la nariz y en ese momento la niña tomó la bandeja y caminó hacia la puerta, haciendo una venia antes de perderse corriendo por el umbral, hacia una dirección que YunHo quería seguir, más sabía que no podía.

Quería irse a casa.

Quería volver con los demás y que lo regañaran por tardarse tantas horas en llegar con las frituras, quería volver a casa y que lo recibieran con cálidos abrazos y besos en las mejillas, quería volver a casa y olvidar ese horrendo lugar con olor a polvo y humedad, quería volver a casa y pensar que todo era un pesadilla producto del estrés y el poco descanso.

Pero no era una pesadilla…

…y cuando sintió la puerta metálica crujir una vez más supo que la experiencia no sería tan agradable como con la delgada niña, esta vez sería horrible, ya que su copia si había aparecido por la puerta con una jeringa en las manos llena con un líquido desconocido, con una sonrisa torcida y con un brillo sicótico en los ojos.

– He vuelto. – YunHo lo sabía, ese era su fin.
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