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El Dragón y El Sol - Cap. 4


El Final de Una Vida


El reinado del nuevo Emperador Dragón fue uno de los más prósperos para Corea. A medida que el joven emperador entraba a su vigésimo año, las tierras de todo el país eran más fértiles y la gente se encontraba bien alimentada. El comercio con sus vecinos de China se mantuvo estable y la clase alta nunca estuvo desprovista de fina seda y especias.

El Emperador Dragón se había ganado la reputación de ser un líder generoso quien era bien versado en etiqueta y poseía una mente ágil la cual usaba para resolver cualquier demanda que sus compatriotas pudieran tener. Había vivido de acuerdo a los preceptos de su padre y se había convertido en un pilar para su pueblo.

Pero tan notable como el Emperador Dragón lo fue el Erudito Sol, el nombre que le había sido otorgado al asesor más virtuoso y más allegado al Emperador. La poesía del Erudito Sol era incomparable, extendiéndose sus versos por todo el país, y siendo recitada con suma gracia durante los festivales anuales. Se decía, entre aquellos que tenían el privilegio de conocer al Erudito Sol personalmente, que su inteligencia y gracia eran únicamente secundadas por su encantador aspecto.

La idílica paz que se había posado sobre la nación hizo bien en ocultar los problemas que recaían sobre el palacio imperial a los ojos del público. Sin embargo, las tensiones bullían en el interior de la estructura, envolviendo en espiral a los que allí vivían.

La Emperatriz Sunmyeong había probado ser tan serpiente como la que el tutor de Jaejoong había descrito y contra la cual lo había prevenido. Ella era vanidosa a un grado extremo y astutamente engañosa. Además había tomado un gran apego por Jaejoong. Al igual que su esposo, ella confiaba en el hombre—arrinconándolo en una esquina de su habitación o en el pabellón donde trabajaba a fin de lamentarse por sus problemas, los cuales el erudito no entendía por qué estaba teniendo.

La manera de pensar de Sunmyeong era demasiado progresista. Ella odiaba su vida como emperatriz—odiaba tener que sentarse en un trono todo el día sin nada que se espere de ella más que lucir hermosa y dar a luz hijos. Estaba amargada y hambrienta de poder y de ella era un hecho conocido que a menudo usaba su cuerpo para las negociaciones. Este era el único punto por el cual Jaejoong y Changmin se enfrentaban férvidamente.

Changmin sentía la lujuria y el deseo que su esposa tenía por Jaejoong y el joven emperador tenía la certeza de que su hermano de compañía estaba enamorado con la misma intensidad de su esposa. Después de todo, Jaejoong constantemente se encontraba entreteniendo a la mujer y correspondiendo a sus deseos con un gentil y ameno tono de voz.

“Sunmyeong te quiere,” el emperador le había confiado una noche cuando ambos estaban sentados junto al estanque mientras Jaejoong dibujaba al hombre, rodeado por las grullas y las carpas, resplandeciendo bajo la luna. La noche era su momento favorito—lejos de los vigilantes ojos de los oficiales, los dos muchachos podían ser tan libres como quisieran.

“La emperatriz quiere muchas cosas que no puede tener.”

“Ella es infeliz conmigo,” el joven emperador continuó.

“Tanto como tú con ella,” Jaejoong replicó descaradamente.

“Ella quiere librar a palacio de mí, y por eso va tras mi única debilidad,” Changmin dijo con un suspiro. Jaejoong sintió una pequeña sonrisa tirar de sus labios. No era un secreto entre ellos cuál era su debilidad. Así como Jaejoong nunca podría negarle algo a su hermano de compañía, Changmin era igual de vulnerable cuando se trataba de él.

“Así trate tan duro como pueda, ella nunca podrá tenerme. No de la forma que tú lo haces,” Jaejoong dijo con calma.

“Pero tú la amas,” Changmin aspiró por la nariz. El erudito alzó la vista de su trabajo, fijando la mirada en el otro joven.

“Tú sabes que eso no es cierto.”

“Lo es,” el emperador suspiró, “lo es, pero eso no importa. No me importa si la amas, Jaejoong. Solo no me traiciones. No hagas nada que pueda traer peligro o vergüenza sobre nosotros o sobre el palacio.”

Jaejoong bajó su pincel y se dirigió al otro joven. Colocó la palma de su mano sobre su mejilla y lo miró a los ojos—el gesto tan reconfortante, transportándolos de vuelta a cuando tenían siete años y se acurrucaban en la misma cama muy juntos.

“Tú eres mi otra mitad, Changmin. ¿Cómo puedo siquiera pensar en traicionarte?”

Changmin cerró los ojos y situó su mano sobre la de Jaejoong. Sin embargo no hubo palabras tranquilizadoras o reconfortantes del erudito que pudieran acabar completamente con la oscuridad que oprimía el corazón de Changmin.

Y así la tensión creció, como una nube, sobre palacio—ensombreciendo sus entradas y colándose en las vidas de las tres almas sobre las que se había cernido.

~~~***~~~

“Los asesores me hablaron de nuevo,” Sunmyeong murmuró siniestramente al momento que irrumpía en el pabellón de Jaejoong, apartando bruscamente las vaporosas cortinas de seda que protegían al hermoso joven del exterior y los elementos.

“Emperatriz,” Jaejoong hizo una leve reverencia mientras ella se dejaba caer sobre uno de los cojines que rodeaban su pequeña mesa de trabajo. No estaba bien visto que una mujer estuviera en compañía de un hombre que no fuera su marido; sin embargo y aunque Jaejoong había jurado celibato la emperatriz no era ajena a dichos encuentros—teniendo la reputación de alentar los avances de todos los oficiales.

“Diles que paren. Ellos me hablan casi todos los días” Sunmyeong dijo, el fuego grabado en sus palabras.

“¿Acerca de dar a luz un hijo?”

“Ellos creen que ahora que tengo dieciséis debería estarle dando herederos a Corea. ¿Qué tiene de malo no tenerlos todavía? Aún soy joven.” Sunmyeong escupió.

Jaejoong sabía que él debería pedirle a la mujer que se marche. Cada día a partir de entonces, se preguntaría que lo poseyó para no hacerlo. Todo habría sido mucho más simple si él hubiera escuchado lo que su mente y su corazón le habían instado a hacer.

“El deber de una emperatriz para con su país es proveer a la futura generación de gobernantes,” Jaejoong dijo tan amablemente como pudo.

“Bueno te diré que mi pecaminosa existencia sin hijos no es por falta de intentos.”

Jaejoong se ruborizó ante la implicación de las palabras. Habían pasado cuatro años desde el matrimonio y la sola idea de Changmin y su esposa en el ámbito privado seguía siendo un tema al que su mente le era incapaz de dejar desviarse sin consecuencias.

“¿Es el valor de una mujer solo medido por la cantidad de hijos que tiene?” Sunmyeong tanteó un poco más allá mientras se inclinaba para adelante por encima de la mesa de trabajo. “¿No hay nada más importante?”

“El orgullo de una mujer son sus hijos,” respondió el erudito.

“¿Por qué no puede su orgullo radicar en ella misma? Soy hermosa, ¿o no lo soy? ¿Eso no cuenta para nada?”

“La vanidad es un defecto, emperatriz,” Jaejoong advirtió, su voz rozando el límite de lo permitido.

“Respóndeme,” siseó Sunmyeong, acercándose con sigilo al otro hombre. El cuello de su traje se deslizó ligeramente a un lado, mostrando un poco de su pálido y reluciente hombro—la pronunciada elevación de su clavícula tirando de la sedosa piel recién mostrada.

A Jaejoong se le hizo difícil respirar. El viento agitó las vaporosas cortinas alrededor de ellos en un completo caos, los bordes batiendo y entrelazándose el uno con el otro.

“No comprendo lo que quiere de mí, emperatriz.” Logró soltar el erudito.

“Dime, Jaejoong. ¿No soy hermosa? ¿No puedo erigir mi fortuna y mi orgullo en base a mi apariencia? ¿No puedo escapar de esto? De los exigentes asesores ni el esposo sin corazón.” Ahora ella estaba incluso más cerca, su rostro a un solo suspiro que el del propio Jaejoong. Sus labios de rubí entreabiertos siempre tan ligeramente, sus profundos y oscuros ojos—negros como la tinta pura—atravesando los suyos.

“Emperatriz.”

“Veo la forma en la que nos observas fijamente a Changmin y a mí cuando piensas que no estoy mirando,” ella suspiró “La lujuria en tus ojos. No puedes ocultarla de mí.”

Jaejoong quería gritarle. Decirle lo equivocada que estaba. Qué tanto al pensar que su mirada había sido dirigida hacia ella.

“Tú eres la única persona en la que Changmin confía. Él escuchará lo que sea que tú le digas” Sunmyeong prosiguió, “algunos creen que el emperador es el que tiene el poder, pero este eres tú realmente, ¿no es así?”

“Yo solo quiero lo que Changmin quiere,” Jaejoong dijo, su respiración saliendo entrecortada.

“No. Tú haces pensar a Changmin que él quiere lo que tú haces. Tú puedes hacer que haga lo que quieras. Él únicamente es tu títere, Jaejoong. Juntos—tú y yo—nosotros podemos tener este país bajo nuestros pequeños dedos.”

La mujer alzó su mano a fin de acariciar la mejilla de Jaejoong. El erudito casi lloró. El reconfortante gesto le pertenecía a Changmin a él y solo a él, y este era más íntimo de lo que cualquier otra cosa más pudiera ser.

El momento pareció congelarse. Sunmyeong sentada a horcajadas sobre el escritorio de Jaejoong, su cabello suelto y el amplio cuello de su hanbok deslizándose por uno de sus hombros mientras ella acariciaba la mejilla del erudito, unos dedos recorriendo su piel tan suavemente—como las plumas de una paloma.

La escena fue únicamente rota por la entrada de Changmin, quien había venido al pabellón de Jaejoong con el fin de mostrarle a su hermano de compañía la espada nueva que había forjado para él—una hermosa pieza con la empuñadura en forma de dragón e incrustaciones de oro entramado en la hoja—el dragón y el sol.

Él pasó al área menor y vio la escena frente a él. Hubo un momento de conmoción antes de que una oscuridad como Jaejoong nunca antes había visto se extendiera por toda la figura del hombre.

“Jaejoong.”

El erudito saltó de su asiento, de pie en su lugar mientras escalofríos torturaban todo su cuerpo, la inclemencia en el odio de Changmin dando vueltas a su alrededor.

“Min, yo...”

“Tú me dijiste, Jaejoong. Tú me dijiste que no guardabas ningún sentimiento por ella. ¿Desde cuándo nos mentimos el uno al otro?” Changmin exhaló.

“No lo hice.”

“¿Cómo puedes mentirme, Jaejoong? ¿Ya no te preocupas por mí...por nosotros...ya no más? ¿Es nuestra relación así de pueril que puedes engañarme? ¿Qué hay de la fe entre amigos? ¿O es que eso tampoco te importa?”

Jaejoong se acercó resueltamente al hombre, ignorando por completo a la mujer que aún se encontraba sobre su mesa. “Me preocupo más por nosotros de lo que te puedes imaginar.” susurró, “y si queda algo de amor por mí como un hermano de compañía en ti, dejarás que te lleve a un lugar privado y así poder darte mis explicaciones.”

~~~***~~~

Jaejoong llevó a Changmin fuera de su pabellón y a la recámara de los niños, donde los dos muchachos habían pasado la mayor parte de sus vidas juntos. Aquí había sido donde ellos dos habían confiado el uno en el otro, donde juntos habían hecho su pacto, y donde su relación había sido concebida y formada. Si todo iba a desmoronarse, simplemente tenía sentido que sucediera allí.

“Sabes que daría cualquier cosa por ti, Kim Jaejoong,” Changmin dijo antes de que el erudito tuviera la oportunidad de hablar. “¡Si querías a Sunmyeong entonces todo lo que tenías que hacer era decírmelo! En lugar de eso, como una serpiente, te enroscas a mis espaldas y me muerdes en el talón."

"Yo no soy una serpiente. Ella sí," Jaejoong dijo con los ojos entrecerrados, "y por más alabanzas que haya proclamado en favor suyo todos estos años, eso nunca ocultó el hecho que crea que tiene el vil y vano corazón de una. El único error cometido aquí fue el tuyo al creer que yo podría entregarle mi corazón, el cual es tan similar al tuyo, a una mujer como ella."

"Entonces explícame la escena que acabo de ver en el pabellón"

"Ella vino a mí. Nada más" Jaejoong respondió, "su corazón ha sido empañado por la envidia y la amargura."

"Hasta donde tenía entendido, tú eras un hombre y ella solo una mujer. Sería fácil rechazarla, ¿o no?" Changmin masculló con sequedad.

“Ella es mi emperatriz,” dijo Jaejoong, “El respeto debe ser mostrado hacia ella.”

“¿Solo tu emperatriz o también tu amante?”

“Yo no la amo. Nunca podría amarla” Jaejoong siseó mientras se acercaba al otro joven. Tomó una de las manos de Changmin y la apretó contra su pecho. "Nosotros somos hermanos de compañía. ¿No puedes sentir mi corazón? ¿Es que acaso estás tan ciego a esto?"

Los ojos de Changmin se agrandaron. "Jaejoong..."

"¿Cómo puedo darle mi corazón a la serpiente cuando este ya le pertenece y está atado al corazón de otro?"

El joven Emperador cerró los ojos. "Hablas de cosas peligrosas, Jaejoong"

“Ya lo sabías,” Jaejoong susurró, enlazando sus dedos con la mano que estaba todavía colocada sobre su pecho. “¿Cómo puedes no saberlo cuando estamos ligados el uno al otro como lo estamos?”

“Nosotros somos hermanos de compañía,” Changmin dijo, abriendo los ojos. Las orbes marrones se encontraron con las de Jaejoong, suplicando por comprensión. “Yo soy un Emperador. Tú un erudito. Sabes mejor que yo lo que es aceptable.”

“Y tú sabes mejor que yo lo que siento. Tú lo sientes también. Yo sé que lo haces porque nuestros corazones están conectados. No estarías tan enojado conmigo de otro modo.”

“Jaejoong, no cruces una línea que no debe ser cruzada. Una vez allí, no podré traerte de vuelta.”

“No quiero ser traído de vuelta, Min,” dijo Jaejoong con absoluta determinación.

Changmin cerró los ojos una vez más. Le dio a la mano de Jaejoong un leve apretón antes de liberar sus dedos y apartar su mano de la del otro hombre.

“Entonces por favor márchate.”

“¿Min?”

“Estás destituido de palacio. Por favor márchate.”

Los ojos de Jaejoong se abrieron como platos. Él trató de alcanzar a Changmin de nuevo, pero dicho hombre ya se había apartado.

“Nosotros somos hermanos de compañía,” Jaejoong dijo finalmente. “No puedes simplemente echarme cuando sientas que te apetece. ¿No comprendes tus deberes?”

“Los comprendo perfectamente. Eres tú quien no lo hace.” Changmin siseó, “El deber entre hermanos de compañía es uno de mutua compresión y soporte. Nada más. Tú prometiste nunca traicionarme, nunca hacer nada que pudiera traer vergüenza sobre nosotros o sobre palacio, y sin embargo ¡estás haciendo precisamente eso!”

“¿Tú crees que lo que estoy diciendo justo ahora es vergonzoso?”

“Tus sentimientos son una vergüenza,” Changmin dijo entre dientes.

“¡Bueno entonces tus sentimientos también lo son desde que los compartimos!” Jaejoong lloró.

“Yo no comparto eso. Yo no soy el traidor aquí. Esto es sobre ti y te estoy ordenando, como tu emperador, que o bien cambies lo que sientes o te marches.”

Jaejoong se puso rígido. Las palabras lo afectaron profundamente, como si Changmin hubiera tomado su espada y la hubiera asestado limpiamente contra su pecho.

“¿En serio estás dándome la opción de irme? ¿De verdad quieres que me vaya?”

Changmin alzó la vista hacia el otro hombre. La pálida piel, el cabello negro azabache, los grandes ojos—todas aquellas características que componían a la única persona que había conocido realmente. Que había amado. Pero todo esto era demasiado peligroso.

No. Nunca te vayas “Sí, Kim Jaejoong.”

Jaejoong asintió con la cabeza. “Entonces me iré.”

El joven se movió con rigidez, empacando unas cuantas de sus túnicas y cerrando con llave su arcón el cual contenía todos sus pinceles, pergaminos, y antiguas obras. Él no podía imaginar la vida sin el palacio, sin Changmin, no obstante era más doloroso imaginar una vida donde él tendría que negar justo en lo que más creía y atesoraba más que cualquier otra cosa. Si su amor no podía existir dentro de los muros de palacio, entonces él tendría que hacer lo que fuera para mantenerlo con vida. Como un erudito, él nunca tomaría una mujer por esposa o tendría un hijo por el cual velar. Este amor que él sentía era como su niño—algo tan querido por él que necesitaba protegerlo.

“Solo cambia lo que sientes, Jae. Retira lo dicho, no es demasiado tarde.”

La suave voz de Changmin hizo eco por toda la habitación. Jaejoong mantuvo los ojos fijos en su arcón.

“Retira lo dicho. Ambos nosotros podemos pretender que tú nunca dijiste nada. Por favor. Retira lo dicho.”

Jaejoong tragó saliva. “No importa cuanto lo niegue, el sol siempre brillará sobre el dragón. Con el pasar del tiempo me he convertido en una persona la cual era digna de sentir amor hacia ti. Tú estás destituyéndome de palacio—llevándote mi vida. No me quites esto también.”

Metió sus ropas en un saco y cogió su arcón. Era triste, en verdad, pensó. Su vida entera podía ser empacada en esas dos pequeñas maletas. Él le había entregado su vida a Changmin, y sin el otro hombre en esta, se había quedado con casi nada.

El joven emperador se acercó a él. “Te dí la opción de cambiar tus sentimientos. No nos hagas esto.”

Jaejoong negó con la cabeza y una triste sonrisa. “Mi Min. Estoy haciendo esto por nosotros. ¿No lo ves?”

Los ojos de Changmin brillaron. “¿Cómo?”

“Lo que sentimos es algo hermoso, Changmin.” Jaejoong dijo, “Mi tutor me dijo que no hay nada más puro y más preciado en este mundo que el amor. Si cambiara mis sentimientos, ambos estaríamos negando lo que es verdadero. De esta forma...uno de nosotros es honesto y este amor puede continuar.”

“Tú no sabes lo que yo siento,” el emperador dijo. “Tú no sabes de lo que hablas. No puedes saberlo.”

“¿Cómo puedo no saberlo, Min?” él levantó una mano para acariciar la mejilla del joven pero se detuvo justo a tiempo. “Este amor es lo más preciado que yo tengo. ¿Cómo puedo no saberlo todo sobre él?”

Con esto, Jaejoong se dio la vuelta para salir de la habitación.

A Changmin se le erizaron todos los vellos del cuerpo. Él había sido el único en ordenarle a Jaejoong que se fuera, pero sabía que nunca sería capaz de verlo partir. Nunca sería capaz de vivir sin el otro hombre. Él quería, necesitaba que, Jaejoong lo viera de la forma que él lo hacía. Necesitaba mostrarle al otro hombre cuán peligroso era esto a lo que se aferraba. ¿Y qué pasa si alguno de los oficiales lo descubría? ¿Y qué tal si se corría la voz? Ellos serían humillados y asesinados. ¿Por qué Jaejoong no podía ver esto?

“Jaejoong. Te marchas de aquí y no hay vuelta atrás. Nunca serás bienvenido dentro de las puertas de palacio otra vez.”

Jaejoong se volvió y detuvo al hombre con una triste sonrisa. “Entonces que así sea. Cuidese, Emperador. Que la paz recaiga sobre este palacio una vez más con mi ausencia”

Y así Changmin observó, inmóvil en su sitio, como la única persona que había conocido realmente salía de su vida.

~~~***~~~

3 Comentarios:

  1. Anónimo10/06/2012

    T.T porque???? buaaaaaaa termine llorando
    hermoso fic, gracias por traducirlo

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  2. Hay parte dos, es un pequeño error haber puesto fin, pero después traduciré esa parte, gracias por leer, la autora es muy buena en lo que hace =D

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  3. TT__TT -lloraenunrincon- No me hagas esto se me rompió el corazón Dios necesito la continuación

    ;O; mi amado JM!!!!

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