Los días posteriores sucedieron con una parsimonia insoportable. Junho jamás había experimentado el hecho de no intercambiar ninguna palabra con su hermano durante un tiempo tan prolongado, y aquella circunstancia le hacía sentirse como un extraño en su propia casa. Del mismo modo, supuso que aquel trance debía significar para Junsu lo mismo, aunque a diferencia de éste, él parecía mucho más ofuscado ante la idea. Cuando reunía el valor para enfrentarle, su hermano parecía prever sus intenciones y desaparecía habilidosamente de su vista. Si alguna vez pronunciaba su nombre, pretendía no escucharle sin que resultase ofensivo, y en alguna que otra ocasión, actuaba naturalmente en cualquiera que fuese su labor, sin que pareciera percatarse de que Junho estaba también en el mismo cuarto.
Aquella cadena de desafortunados sucesos le obligó a ensimismarse mucho más en sus preocupaciones. Junho se sintió cada vez más culpable a medida que pasaba el tiempo, y sumado a la impotencia que sentía para poder resolver el problema, habían hecho que su dolor se tornara indescriptible.
¿Qué haría si todo acabase así?, se preguntó tantas veces en silencio. ¿Qué haría si la preciosa relación que mantenía con su hermano se fuese al traste por una mala interpretación de éste? Cómo podría él desearle algún mal a su hermano cuando lo único que tenía perfectamente claro, es que no podía vivir sin él, importándole muy poco que pudiesen pensar de eso terceras personas. Y aun cuando sabía que él mismo debía ser quien pusiera cadenas al amor que sentía por Junsu, se conformaría sabiendo que él podía alejarse para siempre de su lado, pero sabiendo claramente lo mucho que le apoyaba en todo aquello que pudiera hacerle más feliz, ahora y siempre.
Habría deseado mantener la solidez de sus pensamientos hasta que pudiese reconciliarse adecuadamente con Junsu. Sin embargo, aquel riguroso planteamiento no duró, y la circunstancia adecuada, jamás se presentó.
Un buen día de madrugada, Junho se alzó de su cama para salir a dar un rodeo por el vecindario. Aquel mismo día, sus padres habían decidido hacer una visita a unos parientes cercanos, y los detalles de los últimos acontecimientos y algún que otro contratiempo inesperado, habían terminado por retrasar su regreso a casa hasta la mañana siguiente, pues no parecía correcto conducir de vuelta después de una jornada tan cansada y a unas horas tan impropias. De no haber sido por la situación que se daba actualmente entre él y su hermano, Junho se habría preocupado por lo exagerado de su tardanza. Aunque se figuró, y correctamente, que el otro estaría buscando el modo de no toparse con él ahora que estaban solos en casa.
Después de una larga caminata sin sentido, optó por tomar asiento en las escaleras que llevaban hacia la casa contigua a la suya. El tumulto de matorrales y árboles extraordinariamente colocados por toda la calle, le permitió ocultarse aún con mayor perfección debido a la oscuridad de la noche, sin embargo, él ya llevaba medio minuto viendo al menor acercarse desde que dobló una de las esquinas, al otro lado de la barriada.
Junsu estaba cabizbajo y pensativo. Andaba de un modo que parecía golpear el suelo, y en un par de ocasiones, tuvo que volver a acomodarse la mochila sobre el hombro cuando ésta se le había resbalado. Estaba tan concentrado, que no notó la presencia de su hermano mayor cuando estuvo a su lado y dio un pequeño respingo cuando finalmente lo distinguió sentado sobre la escalera. Cualquiera diría que llevaba largo rato esperando por alguien allí.
—A buenas horas... —murmuró Junho sin siquiera apartar las manos de su boca.
—¿Qué es lo que estás haciendo? —fue lo primero que oyó dirigido a él desde hacía días. Lamentó que el tono no fuese precisamente reconciliable.
—Esperarte, por supuesto. ¿Qué si no?
—No deberías haberlo hecho —continuó al tiempo que buscaba las llaves del domicilio en uno de los bolsillos de su maleta—. Sólo he venido a recoger un par de cosas. Voy a pasar la noche en casa de un compañero.
A Junho le molestó el hecho de que intentase evitar su mirada por todos los medios, aunque era un pesar secundario al ver lo muy decidido que estaba el joven a cumplir lo que estaba diciendo. Le resultaba increíble creer que su compañía le pareciese tan incómoda como para preferir marcharse.
—¿A estas horas?
—Sí —titubeó, mientras seguía sin encontrar las susodichas llaves—. Los dos hemos estado hasta ahora entrenando, así que no será una molestia. No le pillaré dormido.
—Oh, vamos Junsu —dijo incorporándose—. Tú puedes llegar a ser el mejor amigo de tus amigos, pero nunca te ha gustado pasar la noche fuera de casa.
El más alto se había acercado lo suficiente como para obligarle a levantar la mirada. Enseguida, Junho introdujo en la cerradura su propia llave y el otro, viéndose incapaz de mantenerse tan cercano a él, no le quedó más remedio que avanzar adentro.
—Tal vez tengan que cambiar muchas cosas a partir de ahora... —musitó el más pequeño como si le hubiese dolido decirlo tanto como al otro el tener que escucharlo.
—No me importará nada, mientras no seas tú el que cambie —contestó, aunque el joven no se volvió. Aceleró sus pasos y comenzó a subir con destreza por las escaleras hacia el segundo piso—. Y mientras que no tenga que cambiar nada entre nosotros.
—Entonces, cierra la boca...
Ni siquiera le oyó susurrar aquello entre dientes. Fue más bien, como un pensamiento para consigo mismo en voz alta. Como una clara advertencia que Junho no fue capaz de entrever a tiempo.
—Ya no eres un niño, Su. No vas a poder evitarme por siempre —aquello pareció calarle. La expresión de Junsu fue tan incrédula al volverse, que el más alto dudada de si realmente había dicho algo tan grave, como para llegar a afectarle.
—Precisamente porque estoy seguro de que será así, intento buscar la manera de evadir cualquier oportunidad de que nos... —vaciló un segundo en si debía continuar—. Pero tú pareces no entender nada.
Y no se equivocaba. Mientras Junho le miraba en las escalinatas, era incapaz de asegurar si los dos seguían hablando del mismo tema. La casa estaba en penumbras y apenas podía distinguirle, pero aquel brilló en los ojos del pequeño era la evidencia de ser acusado de una deslealtad que jamás había sentido. Y aquello le alarmó. No podía continuar permitiendo que su hermano pensara de él de aquella manera tan crítica. Él no era el hermano perfecto, pero no podía ponerse en duda que le quería.
—¿Sabes, Junsu? Siempre he pensado que jamás tendría que replantearme una idea. Hemos estado de acuerdo la mayoría de las veces, y las ocasiones en las que no, son demasiado insignificantes para ser comentadas. Yo... he creído todo este tiempo que siempre había estado ahí para ti, porque eras tú el que lo quería...
—Junho, no hace falta que sigas —interrumpió sin ser escuchado.
—Porque pensaba que eras tú el que necesitaba de mí, aunque ahora entiendo que me equivocaba —se sinceró, adelantando involuntariamente unos pasos—. He pretendido actuar como si velara constantemente por ti, para ser ese hermano mayor que tú admirabas y pensabas que tenías, pero... Me doy cuenta que tantos de los consejos que te dí...
—¡Hermano, por favor! —insistió incómodo.
—... y que tantas de las decisiones que te hice tomar, no fueron para nada por tu bien. Sino por el mío. Porque he actuado siempre de forma egoísta, aunque sin ser consciente de eso. He hecho todo lo posible por que nada ni nadie pudiera interponerse entre tú y yo, y eso... Créeme, lo siento terriblemente.
El mayor hizo una pausa. Un silencio ensordecedor e incómodo. Junho jamás se había sincerado con nadie de aquella manera y Junsu nunca había sentido que todos sus esfuerzos por evitar un desastre, se desmoronaban tan rápidamente. El hermano menor dejó escapar un suspiro de rendición y sus puños contraídos, desearon retener toda la furia y paciencia que le quedaban.
—Pero quiero que me perdones. Te prometo que jamás volveré a hacer nada que pueda perjudicarte, incluso si para eso tengo que dejar que los dos sigamos caminos distintos. Pero hermano, por lo que más quieras, no me mires de esa manera... No puedes dudar nunca de que yo estoy de tu lado, porque en cierto modo, he sospechado que ni siquiera haría falta confesarte lo que siento.
Junsu volteó sus rostro y cerró sus ojos. Era como si desease desaparecer de allí. Como si se cerciorara de que ya era demasiado tarde...
—Junho, no lo digas... —añadió desesperadamente. Pero el otro joven hizo caso omiso a su súplica, optando por soltar aquella pesada carga.
—Yo te quiero. Te amo mucho, muchísimo. Mucho más de lo que jamás podrá hacerlo nadie. Así que no me acuses de no apoyarte, porque por sobre todas las cosas, yo deseo que...
No pudo continuar confesándose. Tal vez se había equivocado al usar la prueba más fiel que tenía de que jamás traicionaría a su propia sangre. Quizás, con un argumento que ya de por si era un insulto precisamente hacia aquello. ¿Qué lo amaba más que a nadie? No podía haber nadie que en su sano juicio revelase semejante pensamiento sin esperar ser despreciado al instante...
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wiii <3333 por fin conti *w*
ResponderEliminaresta geniial >-< tngo ganas de ver como sigue owo
como reaccionara??? awww no nos dejes asii >w<
me encanta, ojala lo continues pronto, kiero saber que dira junsito..asadadasad esta buenisimo xD
ResponderEliminarporfavor continualo <3
ResponderEliminarporfavor continualo <3
ResponderEliminarconti conti, esta muy bueno
ResponderEliminartienes q seguirlo porfavor
pofre junho TT,TT