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Arualthings

Belong. Te pertenezco cap 3

¿Sufrir? No contigo


Yunho, probablemente, se habría enfadado más, cuando al despertar, no vio a Jaejoong a su lado; pero el olor a desayuno recién hecho, le indicó dónde se encontraba aquel chico con el que ahora compartía su casa y su vida.
Aunque le resultaba extraño verlo como hombre, a pesar de haberlo visto con sus propios ojos, pues su apariencia seguía siendo bastante femenina, debía aceptar que, en cierto modo, lo necesitaba, todo y que sonase egoísta y convenenciero, le gustaba encontrarse la casa limpia, tener compañía y no sentirse solo cada vez que volvía del trabajo, no tener que preocuparse de nada, tan sólo de llevar dinero a casa para poder pagar los impuestos y la comida que después cocinaría Jaejoongieh. Decirle “adiós”, significaba volver a lo de antes, y, después de estar con él, siendo “cuidado”, no podría soportarlo; ya se había acostumbrado a tenerle cerca, a que le recibiera con una sonrisa y una reverencia, a que le contase, mientras comían, que tal le había ido el día y le preguntase cómo lo había llevado él… sí, desde que Jaejoongieh estaba en casa, aquellas paredes volvían a sentirse como un hogar.

Lo más seguro es que se levantase con hambre, ya que, entre unas cosas y otras, ninguno de los dos había cenado la noche anterior; así que, nada más despertar, se fue a la cocina; debía preparar un buen desayuno, y no tan solo porque fuese uno de los requisitos para permanecer en aquella casa, sino también porque le gustaba hacerlo y que Yunho alabase su comida, cosa que no le pasaba en el Muñecas, donde las únicas personas que habían valorado alguna vez su trabajo, eso cuando no tenían prisas por ir a otro lado, por lo que debían comer rápido, sin tiempo de saborear lo que tenían en el plato, eran Gen y Jeon Bo, a quienes el resto del local, exceptuando la señora Kang, las trataban, igual que a él, como si fuesen sus criadas; definitivamente se sentía bien cuando alguien te valoraba, aparte de que con él no se había sentido mal, indefenso… en ningún momento, bueno, si obviaba el hecho de la noche anterior, aunque siendo franco consigo mismo, debía aceptar que ni incluso entonces, pues lo que más le aterraba era la idea de volver al Muñecas, más que las palizas que Yunho pudiera darle, más que todas las veces que quisiera poseerlo… porque volver allí implicaba caer nuevamente bajo las manos del general Song y el señor Kang.
- Buenos días Jae…
- Jaejoong –sonrió-. Ese es mi nombre.
- Ya veo… ¿por qué te llamaban Jaejoongieh, entonces?
- Porque así me decía mi madre, siempre quiso tener una niña… y mi padre me empezó a llamar igual –comenzó a contarle, mientras le servía el desayuno y él tomaba asiento.
- Ah… ¿Tú no desayunas? –preguntó al ver que sólo le servía a él.
- Yo…
- Anda… siéntate y desayuna conmigo –le dedicó una sonrisa, ofreciéndole asiento con la mano, frente a él-. Es muy aburrido comer solo… te lo digo por experiencia.
- Como gustéis –dijo, sirviéndose y sentándose poco después donde Yunho le indicaba.
Estuvieron un buen rato en silencio, ninguno sabía que decir, pues, aunque en cierto modo nada había cambiado entre ellos, la verdad es que ahora todo parecía distinto; habían compartido cama, se sentía bien en la compañía del otro, quien tenían en frente seguía siendo quien conoció en aquel local, continuaban siendo salvador y salvado… pero sentían como si tuvieran que volver a conocerse, empezar de nuevo tras quitarse las máscaras de los personajes que habían estado interpretando… eran las mismas personas… pero a la vez distintas.
Aquel silencio se estaba volviendo incómodo, sus miradas se evitaban a la misma velocidad que se cruzaban sin querer, como si se sintiesen avergonzados por algo que ninguno de los dos alcanzaba a comprender muy bien; si bien, ambos sentían que aquello era ridículo, ninguno parecía hacer nada por acabar con aquel extraño silencio, envuelto por esa extraña sensación que los dos tenían dentro del pecho; y sólo salieron de él cuando llamaron a la puerta.
- No vayas a abrir, seguramente sea Shin Ko, que viene a buscarme para ir a trabajar –le indicó a Jaejoong, quien se había incorporado en su sitio con intención de ir a abrir.
- ¿Hoy también llegaréis tarde? –preguntó volviendo a sentarse, mientras observaba como Yunho se levantaba y retiraba los platos que había gastado para su desayuno, casi sin tan siquiera mirarlo.
- Puede que más tarde que ayer –y esa respuesta provocó una punzada de dolor en Jae-. Así que puedes ir comiendo tú primero.
- Como quiera… -dijo más triste de lo que quería sonar, porque no entendía por qué le habían molestado aquellas palabras.
- Jaejoong… -el aludido preguntó con la mirada clavada en aquellos ojos que, ahora, no le rehuían–. Me preguntaba si podrías hacer un guiso de carne para comer, no sé… me apetece –sonrió ligeramente avergonzado.
- Claro –respondió rápidamente, devolviéndole la misma sonrisa.
- Bueno… hasta luego.
- Hasta luego, que pase un buen día.
- Gracias… tú también –se despidió, dirigiéndose con paso rápido a la puerta, cuya campanilla había sido insistentemente tocada por quien permanecía fuera de la casa.
- Bue… -empezó a saludar animadamente Shin Ko-. Ah… eres tú.
- Sí, Shin Ko, soy yo; lamento decepcionarte –añadió de forma irónica-. ¿Nos vamos?
Aquel mayordomo jamás había sido del agrado de Yunho, carecía de educación y saber estar, y a él lo trataba como si fuera alguien que le molestaba, algo que no entendía muy bien, pero que lo intuía por cosas como el saludo que le dio en la mañana; aunque debía admitir que el sentimiento era casi mutuo. Otra de las cosas que no le había gustado, era la forma en la que Shin Ko había mirado a Jaejoong el primer día que le vio, motivo por el que él se puso entre ambos, y sabía perfectamente que ese “buenos días” medio canturreado iba dedicado a su, sí, “su” porque nadie más allí sabía la verdad, “su” porque le había dicho que haría lo que quisiera si le dejaba quedarse con él… “su” Jaejoong; y no le había hecho nada de gracia ese aire de prepotencia, de chulería que destilaba la mirada de Shin Ko, como si, en el caso de que hubiera sido Jae quien abriese la puerta, le hubiera querido decir “un día de estos te hago mía y suplicarás por más…”
Una vez llegaron a la casa y perdió al mayordomo de vista, su memoria quiso entregarle y dejar grabado, el recuerdo de aquella sincera sonrisa que Jaejoong le dedicó en la mañana, pero tan pronto pensaba lo bello que lo había visto así, sacudía la cabeza, como queriendo echar aquel pensamiento y centrarse en su trabajo, mas sólo lo conseguía durante un momento, lo que tardaba su mente en cansarse de traducir dos líneas de aquel texto japonés tan aburrido y volver a mostrarle aquella sonrisa, recuerdo en el que permanecía embobado más tiempo del que él mismo se daba cuenta.

Estaba feliz, tenía un montón de trabajo, pero estaba feliz, sabía que iba a acabar cansado, más no se le borraba la sonrisa del rostro, y se sonrojaba al verse reflejado en alguna de las cacerolas de bronce que estaba limpiando, y que comenzaba a frotar con más fuerza, como queriendo borrar aquella imagen de “tonto” que se había reflejado en ellas… no entendía muy bien qué le pasaba, sólo que le había gustado el hecho de que Yunho le pidiera que preparase algo para comer, y si se ponía a pensarlo detenidamente, el hecho de que estuviera contento porque su amo le había pedido que hiciera algo, era de lo más tonto que había… sin embargo, su sonrisa no desaparecía apenas; tan solo unos minutos después de que el joven Jung se fuera, y él mirase en la cocina, para darse cuenta de que le faltaba lo primordial para hacer un guiso de carne, la carne; pero que iría a comprar al mercado un poco más tarde.

¿Cuánto tiempo había pasado?, ¿apenas un mes?, y le habían arrebatado lo que más quería en el mundo…. El general Song Hyu Neul, estaba por demás cabreado, y pocos, muy pocos, eran los que se atrevían a preguntarle tan siquiera por qué se encontraba así, pues parecía poder morder a aquel que le dirigiera la palabra. Odiaba al general en jefe de la guardia de palacio, que había llamado a todos los altos mandos y soldados rasos al castillo, odiaba a los malditos japoneses que por sexta o séptima vez aquel invierno, habían intentado conquistar por la fuerza algunas aldeas de la costa de Corea, los odiaba, porque por su culpa había tenido que ausentarse, durante más tiempo del que quisiera, del Muñecas, dejando a Jaejoongieh solo, al alcance de cualquier depravado que quisiera tocarlo, porque no había podido hacer como la vez anterior, es decir, no había podido ir a hablar con Kang Chul Yong para pedirle que nadie lo tocase; aunque tampoco es que supiera que iba a estar tanto tiempo fuera, y no sabría cuánto pagarle… y ahora que había vuelto… se encuentra con que Jaejoongieh ya no está en el local, que ya no vive allí… que ya no sabe donde está, que ya no le tiene al alcance cada vez que quiere calmar sus deseos de él.
Le preguntó a Chul Yong, bastante cabreado, pues fue nada más llegar y no verlo, que donde estaba su juguete, y cuando éste le dijo que no sabía, pues él había llegado tan apenas una semana antes y Jae ya no estaba en la casa, los cables se le cruzaron y empezó a golpes con todo, tirando y volcando todo aquello que había en la sala, desperdigándolo por el piso; en un intento de ¿calmar?, la ira que sentía en ese momento. Cuando consiguió serenarse un poco, le preguntó nuevamente, si sabía qué había podido pasar, y éste le remitió a que hablase con su señora, que le preguntase a ella, pues ésta era la única que seguramente tendría todas las respuestas a sus preguntas, y juraría, que en ciertos momentos, en la mirada de Chul Yong, había descifrado un poco de frustración por no conseguir que Lee Ann le contase a él todo lo ocurrido con Jaejoogieh, y así lo hizo.

Aún recuerda como su cuerpo temblaba ante el fuerte agarre, al que el general Song sometía sus brazos, mientras le chillaba el porqué había dejado a Jaejoong irse del local, que si tan poco dinero le parecía el que él pagaba por tenerlo… y un montón de sandeces que sólo pueden salir de la boca de un hombre que ha perdido por completo el control… todo y eso, intentaba mantener la calma y hablar de forma sosegada, pidiéndole que le soltase primeramente, pues le hacía daño, y ya le explicaría lo ocurrido; pero las manos del general no le soltaron hasta que vino Gen, y mientras forcejeaba porque Hyu Neul la soltase, dijo que Jaejoongieh había sido el premio que el ganador del combate había elegido, lo que pareció ser como un jarro de agua fría para él, que se quedó parado, pero con el rostro lleno de preguntas. Le mintió, diciendo que había esperado a ver si él se presentaba, pero que viendo que no volvía, y como no podía mantener a tantas por más tiempo, se vio en la “obligación” de hacer aquellos combates, que sabía perfectamente él conocía, pues alguna vez había asistido como mero espectador; y se “disculpó”, diciendo que ella no podía prever que sería precisamente a Jaejoongieh a quien escogerían, y que qué razón daría, al ganador, para negarle a quien había escogido; respirando ambas, algo más aliviadas, cuando el general pareció darse por satisfecho con aquellas explicaciones y se fue marchando, con paso lento, de la habitación.

Song Hyu Neul no era quién para decirle que debía hacer, ¿qué se pensaba que era el único al que le había dolido la desaparición de Jaejoongieh?, a él también le habían fastidiado entregándolo como premio, pero por más que había preguntado por el nombre, la dirección o una descripción de la persona que se lo llevó, usando como excusa aquella rabia que sentiría el general, que habían sufrido esa mañana, al enterarse que no estaba, y que era mucho mejor traerlo de vuelta, darle a cualquier otra, pero traer a Jaejoongieh de nuevo al Muñecas, mas todas las respuestas que obtenía, tanto de su mujer como de su hija, eran las mismas, que jamás habían visto a aquel joven, que no sabían su nombre, y que, como hacían siempre que acababan los combates, por preservar el anonimato de los participantes, habían quemado todas y cada una de las hojas de inscripción, por lo que no tenía forma alguna de seguirle la pista a aquel desgraciado que se había llevado a su juguete; sólo esperaba que no le cogiera tanto gusto como él y el general se lo habían tomado, porque sino… de seguro no volvía a verlo en la vida.

Iba de vuelta a casa, paseando entre las calles, donde los tenderos iban desmontando y recogiendo los puestos, retirándose poco a poco, para ir ellos también a comer; cuando un chico con el pelo ligeramente rojizo, se le acercó con un paquete en la mano, el cual le entregó en nombre del doctor, y se fue casi tan rápido como había aparecido.
El médico del pueblo y él se conocían bastante, ya que en más de una ocasión había ido a la consulta con algún golpe o corte, por lo que al final, el primero, había decidido enseñarle a curarse él solo, siempre que le fuera posible, y le abastecía con los remedios más usuales que solía gastar; él a cambio, puesto que el médico no sólo lo había hecho por aburrimiento, se encargaba de llevarle todos los papeles y temas legales. Y finalmente llegó a casa, donde pudo aspirar un rico aroma, que lo llevó directamente a la cocina.
- Buenas tardes Jaejoong, ¿comiste ya?
- No, aún no... Estuve un poco liado –se excusó con una tímida sonrisa.
- Bien… empecemos entonces –dijo sentándose a la mesa.
- Claro –respondió, comenzando a servir los platos.
- ¿Qué te pasó? –preguntó, tomando el brazo con el que Jaejoong le había servido, y donde había visto, claramente marcados, unos dedos.
- Nada… -respondió retirando el brazo, intentando esconder, más que nada por vergüenza, aquellas marcas con la manga de su vestido.
- ¿Nada? –preguntó escéptico-. Jaejoong, ¿recuerdas las normas para quedarte en casa?
- Sí.
- Pues vamos a añadir una más; a partir de hoy, tienes terminantemente prohibido mentirme, ¿entendido? –Jae asintió-. Bien, entonces voy a preguntártelo otra vez, ¿qué te ha pasado?, mejor dicho, ¿quién te ha hecho esa marca en el brazo? preguntó realmente enfadado, no por el hecho de que Jaejoong le dijera que no era nada, cuando era obvio que sí había pasado algo, si no porque alguien había tenido la desfachatez de hacerle daño, y daba gracias, interiormente, a que sólo fuese aquella marca en el brazo, porque sólo era eso, ¿verdad?
- Uno de los comerciantes del mercado.
- ¿Fuiste a comprar solo?
- Bueno… no… no había carne –respondió nervioso, tartamudeando, pues sólo había visto a Yunho así de cabreado una vez, el día en que lo descubrió.
- ¿Qué?
- Para el guiso… me dijo esta mañana que le apetecía; en casa no había y sólo era ir al puesto, comprarla y regresar para prepararlo, no creí que fuera a pasar nada… -se defendió-. Aunque, supongo que da igual… vaya donde vaya, una “mujer” sola siempre llama la atención… tal vez me creyó del tipo de chicas que hay en el Muñecas…
- ¿Te hizo algo? –preguntó con una mezcla de angustia e ira en su voz, y uno de sus pensamientos fue, que si la respuesta era que sí, buscaba al tendero en cuestión y lo colgaba del árbol más alto que encontrase.
- No –se apresuró a decir-. En cuanto me sujetó del brazo, me asusté; empecé a gritar, a intentar soltarme de su agarre y defenderme, imitando los movimientos que le veo hacer, pero no daba resultado… era bastante grande, como dos veces yo.
- ¿Entonces? –preguntó ansioso.
- Mis gritos llamaron la atención de, la que supongo que sería, su mujer… porque se enredó a darle golpes con una cesta en la cabeza, diciendo que la iba a matar a disgustos… que qué había hecho ella… -Yunho respiró aliviado.
- Ya veo… entonces no me queda más remedio… si tan sólo te quedas con los movimientos, careces de la fuerza, necesitas entrenamiento.
- ¿Entrenamiento?
- Sí… voy a enseñarte a luchar, para que puedas defenderte; aunque así vestido, lo único que deberías usar es una patada en… -dijo mirándose la entrepierna-. Pero por si acaso eso no basta… te enseñaré todo lo que sé, además que a mí también me vendrá bien entrenar con alguien.
- ¿En serio? –preguntó emocionado.
- Sí; en cuanto terminemos de comer; aunque igual te resulta un poco duro…
- No importa, lo haré lo mejor posible.
Al poco de terminar la comida, y que Jaejoong retirase los trastes de la mesa; se dispusieron a iniciar los entrenamientos, aunque antes Yunho le debió prestar algo de ropa a su nuevo discípulo, ya que el vestido de mujer no era práctico, ni cómodo para los movimientos que iban a realizar.
Aquella piel blanca, llamaba su atención; era tan distinta a la suya, tostada por el sol tras años de duro entrenamiento, bajo la tutela de su padre… parecía como si fuese frágil porcelana, que pudiera quebrarse con un golpe; pero algo en su interior, le decía que era más fuerte de lo que parecía, sólo era cuestión de que entrenase, igual que lo hacía él, para sacar todo su potencial.

Era cierto, le había dicho que seguramente el entrenamiento sería duro, pero aquello le parecía mortal; estaba bastante cansado, tal vez por la falta de costumbre y práctica, y sabía que aún quedaba bastante trabajo por delante, pues Yunho solía parar sus entrenamientos al atardecer, para lo que todavía faltaba. Aunque no pensaba darse por vencido, porque aquellos entrenamientos le servirían para defenderse, y… para estar cerca de él; porque mientras ambos estuvieran juntos, Jae se sentía bien, se sentía protegido y extrañamente feliz.

Se notaba que lo había estado observando, algo que lo ponía un poco nervioso y hacía que sus mejillas se sonrojaran levemente; las posturas de Jaejoong eran casi perfectas, aunque de vez en cuando debía corregirle algún brazo, la flexión, estiramiento o distancia de las piernas… pero en pocas ocasiones, lo malo… es que, se estaba dando cuenta de que, la mitad de las veces que le corregía las posturas, eran por motivos inventados, porque , realmente, daba igual que la mano estuviera de esta u otra forma, o la pierna más o menos flexionada… se dio cuenta de que la piel de Jae tenía esa tersura adictiva de algunas telas; por lo que decidió que era buen momento, aunque recién era el primer día y a él su padre no le había dejado hasta pasado dos años, para empezar el entrenamiento con las espadas de madera, los palos y las lanzas, de este modo tocaría a Jaejoong lo menos posible y estaría más tranquilo y sereno para seguir con las clases, porque el contacto con su piel, le hacía temblar, ponerse nervioso, su corazón parecía acelerarse…
El resultado de ese entrenamiento tan duro, y de la falta de experiencia de Jaejoong en el combate, fueron algunos golpes más fuertes de lo que debieran y uno que otro corte o herida abierta.
- Te advertí que sería duro… aún así, lo siento, te lastimé –se disculpaba Yunho, mientras ayudaba a Jaejoong a retirarse la camisa del traje que le prestara para el entrenamiento, y que se encontraba algo manchada de sangre.
- No os preocupéis, no fue nada.
- Jaejoong… -renegó un poco, como cansado de que cada vez que le hacían daño, dijera que nada había pasado.
- En serio… no ha sido nada… es decir, duele… pero no tanto como otras –dijo mientras le daba la espalda, sentándose sobre sus piernas, para que Yunho le curase las heridas en su espalda, algunas nuevas, otras abiertas nuevamente, pero que no producían el ardor que las que le infringieron en Muñecas.
- Ya entiendo… -dijo, mientras comenzaba a extender sobre aquella suave piel, la especie de pomada, hecha de hierbas medicinales machacadas en un mortero, que el ayudante del doctor le diera esa misma mañana-. Esto casi está… te lo vendaré para que no se manche la ropa. –tuvo que tragar saliva y respirar bien hondo, antes de comenzar a cubrir con las vendas el torso de Jaejoong, porque había empezado a ponerse muy nervioso; ahora tenía, casi, casi, que abrazarlo para poder hacerlo bien sin moverse apenas de la posición en la que estaba.
- De acuerdo –pero la repentina cercanía de Yunho, lo hizo sonrojarse y que su respiración se acelerase, incluso sentía su cuerpo estremecerse con la leve caricia que éste le brindaba, cada vez que deslizaba los dedos, mientras extendía y colocaba la venda; dándole gracias a los dioses por estar de espaldas a él.
- Bien, listo –dijo, comenzando a colocarle la camisa, nuevamente, en su sitio.
- Gracias –mientras se anudaba el lazo que la hacía permanecer abrochada-. ¿Quiere que le ayude? –preguntó, señalando la herida que le había causado en el labio, al golpearle accidentalmente con la espada de madera, mientras entrenaban.
- No hace falta.
- Pero fue mi culpa… es lo mínimo que puedo hacer –dijo tomando los remedios.
- Está bien.
Yunho no sabía dónde mirar, ni que hacer para tranquilizarse, cuando, después de quejarse porque le ardía la herida en el labio, los de Jaejoong estaban muy cerca de los suyos, curvados, emitiendo un leve soplo que aliviase aquella sensación, casi como pidiendo ser besados; y sólo él sabía lo que le estaba costando controlar ese impulso, por más que se repitiera que él no iba a ser como aquellos hombres que abusaron de Jaejoong en el Muñecas. Tras curarle, Jae se fue a preparar la cena, mientras él lo recogía todo.

Un nuevo día había amanecido; las tonalidades anaranjadas que desprendía el astro rey, en esa hora tan temprana, iban tiñendo de color las paredes este de las habitaciones, y bañando de luces y sombras todo lo que se encontraba en el patio interior.
Jeon Bo se había levantado, como era su costumbre, antes de que los rayos de sol entrasen por su ventana, y, para cuando el resto de la casa empezaba a moverse, ella ya tenía bastante adelantado el desayuno, e iba colocando los cuencos en la mesa del salón, porque era el único lugar de todo el local, donde cabían todos a un tiempo. Al poco, llegó Gen, con la carita un poco apagada, como llevaba casi dos meses, el tiempo que Jaejoongieh había dejado Muñecas, y se puso a ayudarle a terminar de preparar la mesa y comenzar a servir el desayuno. Ella sabía perfectamente por qué su pequeña estaba así, y es que, por mucho que se alegrara de que Jaejoongieh ya no sufriera lo que Chul Yong y el general le hacían cada noche, Gen le echaba muchísimo en falta; Jeon Bo había visto la complicidad y el cariño que se profesaban, tenían una unión, que jamás surgió con ninguna otra chica que hubiera estado en el local; estaba segura que le decía la verdad, cuando aseguraba que no quería que Jaejoongieh volviera, pero también, de que le encantaría poder volver a verle y hablar, preguntarle mil cosas, saber cómo le había ido todo desde que no estaban juntas.

Nunca pensó que aquellos combates, donde los premios eran las chicas que trabajaban en el local, tuvieran nada malo… hasta que, hace ya dos meses, perdió a la única persona con la que había entablado amistad. Gen tenía a su madre, a la que quería con locura, porque era la mujer más sensata que había conocido nunca, además de la más justa… y la que parecía tener una buena solución para todos y cada uno de los problemas que se pudiesen presentar; contaba, también, por decir algo, con su padre, el único hombre que vivía en el local, y que las acompañaba, como escolta, cuando iban al mercado o a cualquier otro sitio, pero al que no estaba muy unida después de ver como trataba a su madre; y tenía a Jeon Bo… su segunda mamá, aquella que le contaba historias cuando era niña, la que se la llevaba a otro lugar y le cantaba canciones para que no pudiera escuchar los gritos ni las peleas de sus padres cuando comenzaban a discutir…; no se quejaba, pues tenía más que todas las demás…. Pero cuando llegó Jaejoongieh, con aquella cara de susto, casi escondiéndose por los rincones, rehuyendo de las miradas de todas, sintió algo en su interior, que la llamó a querer protegerle, a intentar ser su amiga; y tras descubrir el secreto de Jae y curar sus heridas, aquella complicidad, aquella amistad, había crecido más; de hecho, Jaejoongieh era la única persona de la casa que sabía que el general había intentado abusar de ella unos años antes, que en ocasiones se sentía sola y que le encantaría encontrar a alguien que la quisiera, con ese amor que Jeon Bo le contaba en sus historias…. Estaba feliz de que hubiera podido escapar de su padre y el general, pero… echaba de menos el poder hablar con él; y descubrió lo malo de aquellos combates… no saber de dónde era quien participaba, pudiendo ser de cualquier punto de la provincia, pues tan solo apuntaban su nombre, y eso le impedía ir a buscarlo para pasar un tiempo juntos, aunque sólo fuese tomando un poco de té, como cuando se sentaban con Jeon Bo en la cocina, y charlaban de todo y nada.

El tiempo había ido pasando, cada vez se sentía más natural el estar juntos, compartir la casa, hablar, los entrenamientos… hablando de estos, Jaejoong había mejorado notablemente, por lo que cada día los “combates” eran más igualados entre Yunho y él; aún así, éste prefería que Jae no fuera solo al mercado, todavía menos, desde que se diera cuenta de como lo miraban los hombres, aunque él estuviera a su lado; de modo que de cuando en cuando, le tomaba la mano o lo acercaba a su cuerpo en un tímido abrazo, temiendo que a Jaejoong aquello le molestara, por lo que siempre se excusaba, comentándole al oído que tal o cual tendero se lo estaba comiendo con los ojos, y que él sólo intentaba que supieran que no estaba libre, para que algún día, si él no podía acompañarle, Jae pudiera ir a comprar sin que los vendedores en celo se le echasen encima; aunque debía admitir también que se sentía bien el tenerle entre sus brazos.

Las noches eran frías, y aunque las mantas con las que se cubrían eran bastante gruesas y aislaban de aquellas temperaturas tan bajas, la verdad es que se agradecía el no dormir solo en aquella cama tan grande; ese era el pensamiento de Jaejoong cada vez que se tumbaban en el futón, cada uno por su lado, se cubrían con las mantas y, cerca de media hora después, inconscientemente, sus espaldas se encontraban en el medio, dándose calor, ayudándoles a dormir.

Era oficial, Shin Ko era para Yunho mucho peor que un dolor de muelas, porque en ese supuesto, se la sacaría y adiós dolor, pero aquel mayordomo estaba todos y cada uno de los días, sacándole, si era posible, cada vez con más rapidez, de sus casillas. Cada mañana iba a su casa, llamaba a la puerta y sonreía con suficiencia si era Jaejoong quien le abría, hasta que, desde hacía cosa de cinco días, Jae le cerraba la puerta en las narices en cuanto él salía; seguía sin tratarlo en todo el camino, como si fuera invisible, y, en cuanto llegaban a la casa y Sakura salía a recibirlo, volvían los malos gestos, por lo que empezaba a preguntarse si era que Shin Ko sentía algo por la señorita Hyo, aunque ese algo… solo fueran ganas de tirársela, pero ella le diera calabazas; en fin, al menos todo eso acababa durante unas horas, cuando él entraba a la biblioteca y empezaba con sus traducciones, y daba gracias de que el señor Hyo no hiciera a Shin Ko acompañarlo de vuelta a casa.

Sakura sabía perfectamente lo que Shin Ko sentía, más de una vez se le había insinuado, y ella no era tonta como para no comprender a lo que se refería; pero tenía muy clara su posición social y no iba a perder el tiempo con un simple sirviente, además que quien le atraía era Yunho, y a él tenía pensado entregarse algún día; lo malo era que estaba casado, aunque ya había oído algunos comentarios de Shin Ko con otros sirvientes de la casa, en los que decía que el matrimonio entre el joven Jung y su esposa, parecía totalmente uno de conveniencia, que no había visto ni un gesto ni medio de cariño entre ambos, por lo que era prácticamente seguro que no estuvieran enamorados y que el hecho de estar juntos, fuera más por imposición de los padres de la joven; así que lo tenía decidido, si no podía ser su mujer, porque la poligamia estaba prohibida, se convertiría en su amante; trataría de seducirlo, de hacer que no tuviera ojos para nadie más que no fuera ella, que le resultase imposible pasar un día sin verla, y como estaba bastante tiempo en su casa, no le resultaría demasiado difícil, lo único que debía hacer era que estuviese el suficiente más, como para darse cuenta de lo especial que ella era y cuan feliz lo podía hacer.
Con ese objetivo, el de mostrarle lo buen partido que era, fue directa a la biblioteca y le pidió a Yunho que se quedase a comer, de ese modo no tendría que regresar en la tarde a terminar las traducciones, de lo que ella ya se había encargado de que le tomase más tiempo, cargándolo, no sólo con las que debía hacer de papeles oficiales para su padre, si no, también, con libros que, supuestamente, ella estudiaría más tarde; y, cuando Yunho accedió se fue a la cocina, a preparar ella, directamente, la comida; su plan se acababa de poner en marcha.

Hacía cosa de dos semanas que sólo venía a comer y volvía a irse de seguida, porque tenía mucho trabajo que hacer, y, aunque todo ese tiempo de más que estaba en la casa de los Hyo, se traducía en más dinero para poder comprar comida y pasar mejor, debía admitir que echaba de menos el entrenar con Yunho, hacerlo solo no era lo mismo, ¿de qué le servía mejorar, si él no estaba para decírselo?, extrañaba el tacto de aquella piel morena, cada vez que, enseñándole las técnicas de combate cuerpo a cuerpo, le agarraba de los brazos, las manos o las muñecas, el sentirle cerca, bajo o sobre él, las sutiles caricias al curarse las heridas… echaba de menos estar con él tanto como lo había estado, y el tiempo que pasaban por la noche, ya que al ser invierno anochecía mucho antes, no le parecía suficiente, sobre todo porque Yunho llegaba muy cansado y sin ganas de hablar, sólo le apetecía tomar un baño, cenar e irse a dormir; Jaejoong lo entendía, el pasar la mayoría del día leyendo, traduciendo y escribiendo, provocaba que le doliera la cabeza, y él no quería que le doliese más por su culpa, todo y que se muriese de ganas por decirle lo que había hecho, por mostrarle sus adelantos en el manejo del arco o la espada…
Tendría que haber llegado ya, la comida de ambos estaba fría, pues se había acostumbrado a esperarlo para comer juntos, pero no aparecía. De pronto llamaron a la puerta, cosa que le extrañó, pues Yunho abría directamente.
- Buenas tardes –saludó Shin Ko con esa sonrisa que le dedicaba siempre, y que a Jae le ponía de los nervios.
- Buenas tardes, ¿quería algo? –preguntó más por educación que por ganas de hablar con él-. Mi esposo aún no volvió –le hizo saber, pues ya Yunho le había explicado que eso fue lo que dijo cuando, tras haberle visto Shin Ko el primer día, el señor Hyo preguntó quién era “ella”.
- Ya lo sé –dijo, acercándose cada vez más a Jaejoong, recargando su peso sobre uno de los postes de la puerta-. Y no vendrá.
- ¿Qué? –preguntó alarmado y con un nudo en el estómago, pensando que tal vez algo malo le había ocurrido-. ¿Pasó algo? –preguntó, dando, involuntariamente, un paso adelante, acercándose un poco más a SHin Ko.
- Nada… la señorita Sakura le invitó a comer, y él aceptó –y pronto la expresión de incertidumbre de Jaejoong, se convirtió en una de tristeza, no iba a comer con él… porque estaba comiendo con una mujer-. Pero si quieres… yo puedo hacerte compañía en su lugar –añadió, poniendo una mano sobre el brazo de Jae, haciéndole salir de sus pensamientos, dándose cuenta de la cercanía y las intenciones de Shin Ko, soltándole una bofetada en respuesta, y cerrando la puerta más violentamente de lo que hacía de normal, cuando se la cerraba en las narices-. Vaya carácter… -dijo sobándose la mejilla-, pero así más me gustas –sonrió de medio lado, con esa suficiencia que Yunho tanto odiaba, y se volvió de camino a casa pensando, que si hoy había fracasado, sería cuestión de tiempo que cayera entre sus brazos, no más que el joven Jung volviera a hacerle otro desplante como hoy.
¿Cuántas veces había escuchado el nombre de Sakura salir de los labios de Yunho?, ya ni se acordaba… sabía que era hija de los Hyo, por lo tanto de buena familia, mejor partido que él… y las lágrimas no tardaron en salir de sus grandes ojos y empezar a mojar, en su recorrido, la piel de sus mejillas; el nudo en el estómago que se le formase, por miedo, antes y ahora por tristeza, le impidieron comer; y por algún motivo, que bien no sabía cuál era o no quería aceptar, entró en la habitación que ambos compartían, dejando en el salón los cuencos y platos con la comida casi helada, aún sobre la mesa, se tumbó sobre el futón, abrazó con fuerza la almohada que utilizaba Yunho contra su pecho, y empezó a llorar, hasta que su cuerpo se quedase sin lágrimas, porque su corazón dolía, como jamás le había dolido; la subió un poco más, hasta la altura de su nariz, y aspiró su aroma, sintiendo, casi, como su pecho se partía.

Los platos presentados ante él, tenían muy buena pinta, la presentación era magnífica, y su sabor también era bueno, así que felicitó a la cocinera; sorprendiéndose notablemente, al enterarse que había sido la misma señorita Hyo quien había cocinado aquellos platos; pero poco más se detuvo a disfrutar de la comida, quería acabar y volver lo antes posible…. Había aceptado a comer allí, porque perdía mucho tiempo yendo a casa y volviendo, aparte de que el viaje, aunque estuvieran relativamente cerca ambas residencias, lo hacía cansarse más, y de este modo no estaba al cien por cien; además, tenía que admitir que le costaba horrores el tener que regresar a la mansión de los Hyo en la tarde, y que si no fuera porque era una obligación, de buena gana se quedaría con Jaejoong en casa.
Sus prisas por regresar aumentaron, cuando se enteró de que Shin Ko había sido el “elegido” para decirle a su “esposa”, que no iría a comer a casa porque se quedaba allí; en cuanto terminó, se disculpó con todos, levantándose el primero de la mesa, diciendo que debía volver a su trabajo, pues no quería tardar en regresar a su casa, ya que su “mujer” se encontraba sola allí, y le sabía mal dejarla así durante tanto tiempo; pero por más prisa que quiso darse con la traducción, el cielo ya había obscurecido cuando salió de la casa de los Hyo.
Al llegar, lo encontró todo a obscuras; encendió una vela y se dirigió al salón, donde halló la mesa puesta, pero la comida servida estaba fría y con alguna mosca revoloteando por encima, señal de que no era la cena, si no el almuerzo… se fue, entonces, a la cocina, pero no vio a nadie, así que se dirigió a la habitación, donde encontró a Jaejoong, tendido sobre las mantas, abrazado a su almohada, durmiendo; al acercarse un poco más, pudo ver aquellas sutiles marcas que dejan las lágrimas, y le entraron unas ganas enormes de abrazarlo, pero cuando estaba por hacerlo, Jae despertó, así que optó por pedirle unas sinceras disculpas por no haber vuelto antes, esperando que le perdonase y explicándole el por qué se había quedado a comer allí. Jaejoong le dijo que no había nada que perdonar, en fin, él era libre para ir a comer dónde y con quien fuera, pero sí que le hubiera gustado saberlo un poco antes… y le confesó que se había sentido solo, aunque sabía que no le quedaba de otra si la señorita Hyo o cualquier miembro de su familia volvían a invitarlo a comer.

Encendió el fuego y puso a calentar la comida que no tomaron al mediodía, pues Yunho le había dicho que no se molestase en hacer otra cosa, ya que no iban a tirar a la basura un plato tan rico, y al preguntarle cómo podía decir que estaba rico si ni lo había probado, la respuesta de “porque lo has hecho tú”, hizo que se sonrojase y se sintiera mucho mejor rápidamente. Después de cenar, se fueron a la cama y allí Yunho le comentó acerca de los platos que había probado en casa de los Hyo, pero volviendo a reiterar en que la cena estaba deliciosa, antes de caer dormido.

El segundo paso de su plan, era conocer a su rival. Había oído hablar mucho de Jaejoongieh, pero jamás se habían encontrado personalmente, y que le gustase a Shin Ko no quería decir nada, ya que a él le gustaban casi todas las mujeres; así que se ofreció a acompañarlo, cuando éste dijo que iba a casa de Yunho para recogerlo y hacer que llegase a la casa de los Hyo sano y salvo, aunque ahora lo hiciera más por ver a la mujer de éste. Y lo que vio, la dejó sin habla… Jaejoongieh era realmente hermosa, con una sonrisa adornando sus labios, y unos enormes y expresivos ojos, que vio entristecerse ligeramente cuando, tras presentarse, Yunho subió a su caballo para ir a su casa, mientras que ella cerraba lentamente la puerta; pero no iba a dejar que le diera lástima, y, aunque era verdad que era hermosa, ella no le tenía que envidiar, pues también era una joven bastante bella, además que, como dijera Shin Ko, no había visto ningún gesto de cariño entre ambos, por lo que, daba igual su apariencia física, Yunho no parecía sentir nada por su esposa, aunque ésta hubiera dado señales de que sí sentía algo por él.
Volvió a pedirle que se quedara a comer, pero esta vez la respuesta que obtuvo fue negativa, y aunque insistió un poco más, siguió siendo la misma, “lo siento… hoy no puedo”; y no tan sólo no se quedó a comer, también le anunció que no volvería en la tarde pues tenía otros asuntos que atender, pero que ya recuperaría las horas otro día, si no le importaba… y claro, como ella quería mostrarse de lo mejor del país, le dijo que no se preocupase, aunque en el fondo quisiera gritarle que se quedase porque no estaba dispuesta a pasarse la tarde pensando que estaba haciendo el amor con su esposa, para hacer las paces por el disgusto que hubiera podido ocasionarle ayer por no presentarse a comer sin haberle avisado antes, que le daba exactamente lo culpable que se sintiera, ella quería estar con él.

Ese día era el cumpleaños del patriarca de los Hyo, y era seguro que, como todos los años, le invitasen a pasar la fiesta en la mansión, pero que Jaejoong no fuera invitado, como casi ninguna de las mujeres de los antiguos compañeros de trabajo de su padre; pues aquella fiesta era como una reunión de trabajo, aunque todos se tomasen varias copas de más, y se hablase de todo menos la faena; así que se despidió de Jae, diciéndole que seguramente llegaría tarde.

Jaejoong se despertó al oír a Yunho entrar en la casa, se notaba que había bebido más de lo que acostumbraba, porque se iba chocando con los pocos muebles que había, así que se acercó a él y se ofreció a ayudarle a llegar a la habitación.
- Ah… -suspiró, antes de empezar a reír como tonto-. Eres tan bueno conmigo… siempre cuidando de mí –mientras intentaba, torpemente, sacarse la manga de la camisa.
- Espere –dijo, sonriendo ante aquella estampa, comenzando a ayudarle a desvestirse.
- ¿Ves?... con razón todos me envidian… -sonrió divertido, sentándose sobre sus rodillas frente a Jaejoong, quien se había quedado parado, sin saber cómo tomarse lo que le estaba diciendo-. Qué suerte tienes de tener una mujer tan linda… me repiten una y otra vez… -sonrió brevemente-. Si supieran la verdad…
- La verdad… -repitió Jaejoong, agachando la cabeza con tristeza; aquellas palabras se clavaban en el pecho como puñales, y herían, aunque no quisieran hacerlo.
- Si supieran que no sólo es belleza lo que posee, sino que también es un excelente cocinero, quien me cuida y mi mejor amigo… -decía sonriendo, conforme en la cara de Jae se dibujaba otra sonrisa de oreja a oreja, y sus ojos destellaban de felicidad-, entonces… sí que me envidiarían de verdad, y, tal vez, les gustaría tenerte, como aquellos del Muñecas –la cara de Jaejoong se volvió sombría-. Pero tranquilo… -dijo tomando entre sus manos el rostro de Jae, y una vez que éste le miraba a los ojos-, antes muerto, que dejar que vuelvan a hacerte daño –añadió, quedando sus labios a muy pocos centímetros de los de Jaejoong, quien se quedó esperando un beso que no llegó, pues Yunho cayó dormido sobre su regazo.
- Muchas gracias… y, que le voy a hacer, si me encanta cuidar de ti… -dijo, sabiendo de más que no le estaba escuchando, mientras jugaba con los mechones de aquel cabello castaño que se le alborotaba en la cabeza.
Al amanecer, Yunho tallaba sus ojos, y notaba algo raro, había dormido estupendamente, pero algo era distinto, hasta que, abriendo los ojos completamente, vio cerca de su cara la de Jaejoong, que daba cabezazos dormido, intentando no caerse; entonces recordó que se había quedado dormido, y su corazón le dio un vuelco al descubrir que lo que había estado usando de almohada toda la noche, habían sido las piernas de Jae. Pobre, seguramente había pasado una noche terrible, sin poder estirarse, sólo porque su escasa tolerancia al alcohol le había hecho quedarse dormido sobre él, sin permitirle libertad de movimiento; así que, para enmendarlo, se levantó con cuidado de no despertarlo y le ayudó, delicadamente, a tumbarse, tomando una de las piernas y comenzando a darle un pequeño masaje, mientras veía las expresiones de un adormilado Jaejoong.

Era un día como tantos otros… sólo que hoy su madre le había pedido que acompañase a Jeon Bo al pueblo vecino, debían recoger algunas medicinas en casa del doctor, pues se estaban quedando casi sin ninguna, y, aunque tendría que ir con ellas su padre, nadie sabía dónde se había metido; de modo que, pese a que no era lo habitual y se arriesgaban a que las llamasen la atención algunos guardias si las veían solas, no les quedaba más remedio que hacerlo sin la compañía de ningún hombre.
Subieron al carro después de que desayunaron y pusieron rumbo a la casa del médico, aunque Gen no tenía muchas ganas de ir; seguía estando triste, cabizbaja… ninguna de las chicas que habían entrado en Muñecas, conseguía cubrir el hueco dejado por Jaejoongieh, con ninguna conseguía entablar esa amistad, todas le parecían vacías, interesadas… ninguna parecía aportarle nada…
El viaje se hacía largo, aunque sólo estaban a una hora y media de distancia, yendo en carro, unas tres o cuatro si se iba a pie; el hecho de hacer el trayecto en silencio, hacía que pareciera mucho más extenso, y no parecía que ninguna estuviera por cambiar aquella situación, al menos no por parte de ella, hasta que Jeon Bo le dijo que, una vez llegasen al pueblo, ella podía ir a dar una vuelta por el mercado, ya que para recoger las medicinas, no había falta que estuvieran las dos, además de que necesitaban comprar algunas cosas y ya que estaban allí, era una tontería no aprovecharlo y tener que comprar cuando volvieran, que seguramente sería tarde.
Al llegar a la casa del médico, ambas bajaron del carro, y mientras Gen ataba los caballos, Jeon Bo llamó a la puerta, que no tardó en abrirse, dejando ver al doctor, un hombre de unos treinta o cuarenta, pero bastante atractivo, que sonrió ampliamente al verlas, ofreciéndoles pasar al interior.
- Buenos días Jeon Bo, me alegra verla, ¿cómo se encuentra hoy?
- Bastante bien doctor. –explicó la mujer.
- Me alegra oír eso, y esta joven debe ser la hija de Lee Ann, ¿cierto? –Gen asintió- Hacía mucho tiempo que no te veía Sun Gen, ¿qué tal se encuentra tu madre?
- Muy bien doctor, y le manda recuerdos.
- Gracias, devuélveselos de mi parte.
- Doctor –llamó, apareciendo por la puerta, su ayudante- La señora Kwong ha venido a que le haga la revisión.
- Oh, gracias… ¿podéis esperarme?, enseguida vuelvo.
- Por supuesto doctor –respondió Jeon Bo.
Mientras el doctor iba a hacerle el chequeo a aquella mujer, Jeon Bo le pidió a Gen que se acercase al mercado y fuera comprando, pues, seguramente, le pediría que le hiciera una revisión a ella también, ya que, aunque hoy se encontraba bien, la verdad es que había estado unos días un poco mal.
Gen recordaba a aquel doctor; cuando era pequeña, más de una vez había ido a su casa con su maestro, pues por aquella época él aún era un simple aprendiz, para atender a su madre. Sería cuando ella tenía unos dos años, poco más o menos; su mamá estuvo realmente mal, la recordaba durante horas abrazándola contra su pecho, llorando amargamente, sin querer apenas comer, quejándose de que le dolían los pechos… tampoco quería ver al médico, pero Jeon Bo había insistido tanto, que al final aceptó y empezó a seguir el tratamiento que le mandaron; desde entonces, había ido mejorando poco a poco, hasta convertirse en la mujer que ahora era y que ella tanto admiraba. Por ese motivo, y el hecho de que no había doctores en todos los pueblos, aquel médico fue el que las atendía, hasta el día que murió y fue sustituido por su aprendiz y ahora el doctor en funciones.
En esas estaba, caminando entre los puestos, cuando le pareció ver una imagen conocida al final de la calle.
- ¿Jaejoongieh? –preguntó acercándose a aquella persona, que estaba limpiando los adornos de la puerta de entrada de la casa.
- ¿Gen? –se giró el aludido.
- Ah… -gritó emocionada-. No puedo creer que seas tú… ¿cómo… cómo te encuentras?
- Bien… pero pasa… -le dijo, invitándola a entrar-, ¿cómo que has venido sola?
- No… he venido con Jeon Bo, pero se ha quedado en la consulta del médico –le explicó, mientras se dirigían a la cocina.
- ¿Le ocurrió algo? ¿Se encuentra mal?
- Pues hoy dice que está bien, pero ha estado una semana sintiéndose mal del estómago… de todas formas, vinimos a por algo de medicinas, mi madre dijo que quedaban pocas y nos pidió que le hiciéramos el favor.
- Ya veo… ¿quieres un poco de té?
- Claro, gracias.
Cuando Yunho llegó a casa, Gen y Jaejoong aún estaban hablando, así que el último los presentó oficialmente, aunque él dijo que la recordaba, todo y que no supiera su nombre; “como para olvidarla”, pensaba, pues gracias a lo que le había oído decir, era que Jae seguía en aquella casa, y ahora no lo cambiaría por nada ni por nadie. Como entendía que tendrían mucho que contarse, prefirió dejarles a solas, así que se fue al salón, donde esperaría hasta la hora de comer; al menos ese era su propósito, pero los ecos de las risas que ambos se dedicaban, lo iban poniendo más y más nervioso, haciendo que mil y una historias se formasen en su cabeza, y paseaba, en vano, de un lado a otro, como animal enjaulado, intentando ahuyentar aquellos temores… ¿y si Gen le decía que lo echaba de menos, como dijo aquella noche que la escuchó, y él decidía volver?, no podía permitirlo… nadie haría que Jaejoong lo dejase, ahora le pertenecía. Así que volvió a entrar a la cocina, pidiendo disculpas, pues ante todo era educado, por molestarles, pero es que “tenía hambre” y se preguntaba si iban a tardar mucho… entonces Gen se acordó de que, seguramente, Jeon Bo la estaría buscando como loca, de modo que se despidió de Jaejoong con un dulce beso en la mejilla, y de Yunho con una reverencia, dándole las gracias por cuidar de “ella”; y al decirse adiós en la puerta, Jae le pidió que regresara algún otro día a verle, si le era posible, a lo que Gen, para disgusto de Yunho, respondió que lo haría. Pero una vez que ambos estuvieron a solas, y que toda la atención de Jae se centraba en él, todo aquel mal humor desapareció por completo.

¿Dónde se había metido aquella niña?, mira que le había dicho que no tardaría en salir, y por más que había dado vueltas por las calles del mercado, ni rastro… estaba poniéndose realmente nerviosa, temiendo que algo malo le hubiera pasado, cuando la vio aparecer con una amplia sonrisa, pidiéndole disculpas por el retraso y por no haber comprado nada. Una vez ya estaban en su camino de vuelta al Muñecas, pues después de reñirle por haberla hecho preocuparse tanto, se habían puesto a comprar todo lo necesario, Gen le explicó que se había encontrado con Jaejoongieh, que se le veía muy feliz y que aún seguía con aquel chico que la ganase en los combates, que era bastante considerado, muy educado y parecía preocuparse y tratarle muy bien; lo que le alegró bastante, pues ahora sabía que sus niñas estaban felices, ya que a Gen no se le borraba la sonrisa de la cara tras haber visto y charlado con Jaejoongieh.

Sakura estaba que se la llevaban los demonios, últimamente Yunho se volvía enseguida a su casa, y si ella le decía que tradujera tal o cual libro, le respondía que el próximo día o que lo traducía en casa; no entendía por qué, ya que según las conversaciones que de cuando en cuando escuchaba de Shin Ko, Yunho y Jaejoongieh parecían seguir con la misma relación… ¿sería entonces que había otra mujer que le había pasado por delante?, tenía que averiguarlo a como diera lugar.

Song Hyu Neul seguía obsesionado con encontrar a su juguete, pero como él no podía emplear en buscarlo tanto tiempo como quisiera, le pidió a Kang Chul Yong que lo hiciera en su lugar, por ese motivo, era que desaparecía tan a menudo del local, sin dar explicaciones a nadie; y, tras varios días acercándose al Muñecas, a preguntarle al dueño por sus adelantos, aunque, momentáneamente, siempre obtenía la misma respuesta, recordó a otro de sus juguetitos, uno que no había probado aún, Kang Sun Gen. Así que una noche, se volvió a acercar a aquella joven que le había llamado la atención hacía unos tres años, antes de que Jaejoongieh apareciera y le trastocase por completo la vida; la arrinconó en el interior de su habitación, y, mientras acariciaba sus brazos y pechos, iba fantaseando con la posibilidad de tomarla de igual forma que a Jae.
Gen temblaba, quería alejarlo de su cuerpo, pero no podía… estaba paralizada, su respiración era agitada y la voz se le quebraba incluso antes de salir de sus labios; aunque más que miedo, lo que le daba era asco. Para su fortuna, al igual que pasase la primera vez que el general intentase abusar de ella, esta vez también le interrumpieron… Jeon Bo la llamaba insistentemente a voces, instándola a salir de donde estuviera lo antes posible, para que la ayudase con la limpieza del salón, ya que todos los clientes habían abandonado ya el local; de modo que el general la dejó marchar, y ella respiró aliviada, e intentó serenarse para que, cuando Jeon Bo la viera, no sospechase nada.

Cuando Jaejoong vio a Gen al día siguiente, supo que algo le había pasado a su amiga, la notaba distinta a todos los días anteriores que habían estado juntos, y, como venía siendo habitual en su relación, Gen le acabó confesando lo ocurrido con el general la noche anterior; por lo que Jae, sintiéndose, en cierto modo, en deuda con ella por haberle ayudado a salir del Muñecas, quiso ayudarla a escapar de Hyu Neul; así que fue a hablar con Yunho, para pedirle, si era posible, que Gen trabajase en casa, ayudándole a limpiar, a hacer la comida, acompañándole a comprar al mercado… en fin, haciéndole compañía mientras él estaba fuera, trabajando en casa de los señores Hyo; y cuando Yunho quiso saber la verdadera razón por la que quería que Gen estuviera con él, de quién quería defenderla, respondió “de uno de los hombres que abusó de mí”, y eso fue lo único que necesitó, para ir a buscarla él mismo y decirle que, a partir de ese momento, trabajaría para él, y que le esperaba al día siguiente; consiguiendo una enorme sonrisa de Jaejoong, en señal de agradecimiento.
Aunque los celos podían con él, lo cierto era que le encantaba verlo feliz, y estando Gen en casa, la sonrisa no le desaparecía de los labios; además de que, poco a poco, aquella chica se iba ganando también su cariño; le gustaba su sinceridad y el hecho de que pocas veces se mordiera la lengua, soltando lo primero que pasaba por su cabeza, sin pararse a pensar mucho si lo que decía estaba bien, mal, o, simplemente, fuera de lugar. Las veces que había vuelto a casa a la hora de comer y aún no estaba lista del todo la comida, Gen era la que le daba con el cucharón de madera en la mano y le regañaba, porque pretendía probarla antes de que estuviera en el plato, o bien, le llamaba la atención si había dejado la ropa mal colocada; era como si fuese su madre, a pesar de sólo tener dos años más que él; todo y que se daba cuenta que, en ningún momento, Gen se olvidaba de su lugar en aquella casa, sabía que era una sirvienta y como tal se comportaba, hablándole con respeto, incluso cuando le regañaba, todo lo contrario que uno que él conocía perfectamente.
- Gen, no es para tanto… -oyó decir a Jaejoong, pues se había acercado a la cocina en busca de agua.
- ¿Qué?...
- Lo que oyes… sí, es amable y eso…
- ¿Amable y eso?, Jaejoongieh… es guapo, educado, considerado… no tienes ni idea de lo difícil que es encontrar un amo así… eres un chico con suerte –dijo Gen, a quien por poco se le atragantan las palabras al ver aparecer a Yunho por detrás suya, y pensando que había metido la pata hasta el fondo-. Esto… yo…
- Jaejoong… ¿puedo hablar contigo? –y Gen estaba deseando que se la tragase la tierra, o atinar con las palabras a decir para que no echaran a Jae.
- Esto… señor… yo… lo que quería decir… -se atropellaba.
- Gen, Gen… -la llamó Jaejoong, quien prosiguió hablando cuando tuvo su atención-. Tranquila… él ya lo sabe.
- ¿Lo sabe?
- ¿Qué Jaejoong es hombre? –Gen asintió-. Sí, lo sé.
- Y… ¿no le importa?
- Ahora… -dijo mirando al mencionado, quien le dedicó una sonrisa en respuesta a la suya-. Ya no. Por cierto Jaejoong...
- ¿Sí?
- ¿Podrías hacerme un favor?, resulta que tengo que traducirle a Sakura un libro, pero también debo pasar a limpio las que le hice esta mañana al señor Hyo, y no creo que me dé tiempo a todo antes de mañana, tú sabías escribir, ¿cierto?
- Sí… ¿queréis que os ayude a transcribir las traducciones?
- Si me hicieras el favor… -pidió con ojitos suplicantes.
- Está bien, pero… la cena aún no está hecha…
- Bueno, Sun Gen sabe cocinar, ¿no? –le preguntó a la mencionada.
- Les haré la cena. Anda… ve a ayudar a tu señor… se buen chico y haz lo que te manda –sonrió divertida, mientras empujaba a Jaejoong fuera de la cocina.
- Vale, vale…

Por fin había encontrado la manera de saber quien le gustaba más a Yunho, si su esposa, la nueva criada que tenían o ella. Había convencido a su padre de ir a su casa, para que así, él también conociera a la hermosa mujer de la que tantas veces había oído hablar a Shin Ko; y éste le comentó al joven Jung que pasarían esa misma noche, si no tenía inconveniente, obteniendo como respuesta que no había problema alguno, y que los estarían esperando con sumo gusto. Tras conseguir la primera parte de su plan, el siguiente paso era más sencillo, se dedicaría a observar las reacciones y comportamientos de Yunho con cada una de ellas, lo que le daría la respuesta a la pregunta que llevaba tiempo haciéndose, ¿quién ocupaba el corazón de su traductor?
Jaejoong no la tragaba… es que era tan obvia… ¿cómo podía ser que no se diera cuenta de lo que intentaba?... pero no iba a dejar que nadie lo apartase de él, no señor… y si aquella Sakura se ponía en plan meloso, él se ponía más, sentándose bien cerquita de Yunho, como queriendo decirle a todos los presentes, este es mi hombre y ay de aquel que se le acerque y lo toque sin mi permiso…
Muy bien, la criada no parecía estar interesada en su Yunho, ni él en ella, más allá de que cumpliera con sus obligaciones, y Jaejoongieh, ella sí que se mostraba celosa, aunque él parecía no darse mucha cuenta, por lo que igual, aunque ella le quisiera, él no la correspondía, y eso significaba que tenía vía libre al corazón de su atractivo traductor. Ahora, después de la cena, tocaba el siguiente paso… caer entre los fuertes brazos de Yunho; para lo que, paseando a su lado, hizo como que tropezaba, y él no tardó en sujetarle para que no fuera a parar al piso, por lo que pensaba que había cumplido su objetivo, hasta que éste la soltó, una vez se incorporó, para ir a ayudar a su mujercita, que aparecía cargada con una jarra de agua.
- Espera… deja que te ayude Jaejoongieh –dijo, intentando tomar la jarra de sus manos.
- No –respondió bastante enfadada, o eso le parecía a Sakura, de seguro los había visto en plan “cariñoso”-. Puedo perfectamente sola –decía, jalando de la jarra hacia sí, provocando que finalmente ésta acabara en el piso, rompiéndose en pedazos, mientras Jaejoong, que casi había perdido el equilibrio, acabase, ahogando un grito con sus manos, entre los brazos de Yunho, que le abrazó firmemente para que no cayera.
- ¿Estás bien? –le preguntó, haciendo que le mirase, levantando y girando delicadamente el rostro de Jaejoong con una de sus manos, y tras que asintiera, lo abrazó más estrechamente, apoyando la frente contra la suya, sin dejar de acariciarle la mejilla-. Menos mal… sabes que no soporto que sufras… -acabó diciendo, mirándole a los ojos, haciendo que las mejillas de Jae se coloreasen de un rabioso rojo, se separase un poco de él, lo suficiente para quedar frente a frente, y le abrazase con ternura, siendo abrazado a su vez.
Para Sakura, aquella era una prueba más que obvia, de que la persona a la que Yunho amaba, pese a lo que dijera Shin Ko, era a su esposa Jaejoongieh, y ella nada tenía que hacer; así que no volvió a intentar nada, todo lo contrario que su padre, quien había parecido encapricharse de ella, aunque su señora estaba presente, pero para su fortuna, no sabía hablar coreano.
- He estado pensando… podrías venirte conmigo –soltó de pronto el patriarca de los Hyo, dejando a Yunho estupefacto y deseando matarlo, ¿quién demonios se creía para tirarle los tejos a su niño?-. En mi casa no tendrías problemas de dinero, podrías comprarte todo lo que quisieras, y no volverías a trabajar, estropeando estas preciosas manos… -decía tomándolas entre las suyas, y con Yunho mucho más cabreado que antes, lo que le mostraba más a Sakura que, efectivamente, él estaba coladito por su esposa y que le estaba haciendo maldita la gracia, el hecho de que su padre se tomase esas confianzas, y, si no le decía nada, seguro era por educación, aunque todo parecía indicar que poco tardaría en agotarse su paciencia, y que los buenos modales, se irían con ella.
- Me alaga su propuesta, señor Hyo –respondió Jaejoong con una sonrisa-. Pero mucho me temo que deba rechazarla… cuando me casé, juré que estaría a su lado hasta el fin de mis días y… -miró a Yunho-, no pienso romper esa promesa… quiero seguir siempre con él –las mejillas del aludido se volvieron rojas y su sonrisa nerviosa, jamás le habían dicho algo así.
- ¿Tan bueno es en la cama? –preguntó con varias copas de más, pues si no, no se entendía que alguien de su estatus social, preguntase ese tipo de cosas; y ambos se miraron sin saber que decir.
- Oh… qué mal gusto… -dijo Gen, que había entrado con otra botella y estaba retirando las vacías-. Por fortuna mi señor Jung es todo un caballero, y sé que no habla de esas cosas… por eso mi señora lo quiere tanto… -los dos bajaron la cabeza avergonzados, y el señor Hyo no salía de su asombro ante el descaro de aquella mujer-. Oh… lo siento… creo que hablé de más –se “disculpó”.
- Retírate, Gen, ya hablaré luego contigo –ordenó Yunho.
- Sí, mi señor –obedeció, haciendo una reverencia.
- Bueno, nosotros nos retiramos ya –señaló Sakura, tirando del brazo de su padre, avergonzada por la pregunta que éste había hecho.
- Sí, ya es tarde –dijo el señor Hyo, siendo consciente de lo que había hecho-. Lamento lo dicho –se disculpó con Jaejoongieh-. Tal parece que hoy los tragos se me subieron más que otros días.
- No se preocupe… tengan un buen viaje de vuelta –se despidió amablemente.
- Muchas gracias.
Cuando se quedaron solos, Gen apareció en el salón, esperando a que Yunho le echase la bronca por bocazas, pero lo que recibió fue un abrazo y un gracias; además de que el hombre oficial de la casa, se ofreciera a acompañarla de vuelta a su casa, ya que era bastante tarde como para que ella pudiera hacer el camino sola, despidiéndose de Jaejoong con un hasta ahora.

Lee Ann estaba muy nerviosa, era demasiado tarde y su hija aún no había vuelto… pero se relajó al verla aparecer acompañada del joven señor Jung, quien se disculpó por haberla hecho trabajar hasta tan tarde sin haberle dicho nada, haciendo que se preocupara; no cabía duda, era un encanto de hombre, todo un caballero, y se alegraba de que Jaejoongieh hubiera acabado a su lado. Cuando se despidieron de él, Yunho le dijo a Gen que no hacía falta que se presentase a trabajar, pues le daba ese día libre, ya que hoy había estado tanto tiempo; ésta le dio las gracias, y, tras despedirse nuevamente de él, ambas entraron al local, con Lee Ann ansiosa por saber cómo le había ido el día a su hija.

Los kanjis ya se le empezaban a amontonar y sus ojos acusaban el cansancio de estar tanto tiempo leyendo, debido, quizás, a la falta de costumbre, ya que antes, a esas alturas, Sakura habría ido a “molestarle” unas tres o cuatro veces, obligándole a levantar la vista de los libros y descansando un poco; pero después de la cena en su casa, la señorita Hyo no había vuelto a interrumpirle en su trabajo sin motivo aparente.
Como no podía concentrarse y sus ojos se empeñaban en no enfocar correctamente, por más que frotase, apretando entre el pulgar y el índice, el puente de su nariz, decidió que descansaría un poco; tomó la jarra de agua y quiso servirse un poco en el vaso que tenía, mas no cayó gota alguna; así que se levantó y salió rumbo a la cocina, deteniéndose antes de entrar, al escuchar la conversación que Shin Ko y otros sirvientes de la casa mantenían.
- Te digo que la señora Jung, por muy dura que se haga, acabará cayendo ante mi encanto –decía con total seguridad.
- Pero vamos, Shin Ko… si dices que la última vez que intentaste algo, ella te dio tremenda bofetada.
- Aún así… acabará siendo mía.
- ¿Cómo? –preguntó otro de los sirvientes de la casa-. Recuerdo perfectamente, a la señorita Sakura diciendo que la señora Jung, le dijo a su padre que se quedaba con su marido.
- Exacto –añadió el otro.
- Es normal que no quisiera cambiarlo por un viejo, como nuestro amo, que apenas puede caminar si no es con ayuda de un bastón; de seguro pensó en lo insatisfecha que estaría en la cama, porque no se le levantase… pero os aseguro que eso no le pasaría conmigo -¿qué demonios estaba diciendo aquel payaso?, pobre de él si osaba ponerle un solo dedo encima a su Jaejoong.
- Muy seguro te veo… -recriminó uno de los que estaban en la cocina, escuchando, lo que para Yunho al menos, no eran más que una sarta de tonterías.
- Mira… no he visto más de un abrazo, ni un solo beso, ni una sola insinuación de algo… entre ellos no hay nada… así que, una vez la bese por primera vez, no creo que me cueste llevármela a la cama…
Aquello ya era suficiente para Yunho, quien tuvo que respirar bien hondo, antes de entrar a la cocina, para no saltarle encima a Shin Ko y cortarle a trocitos, por haberse tan sólo atrevido a pensar en beneficiarse a Jaejoong; saludó como si tal cosa, llenó la jarra de agua y volvió a salir, tenía ganas de acabar y perderle de vista lo antes posible, Shin Ko siempre lograba sacarlo de quicio.
Jeon Bo había vuelto a caer enferma, de modo que Gen había hecho llegar un mensaje a la casa Jung, disculpándose por no poder ir ese día, ya que debía quedarse para ayudar en el local; y ya sabía que no habría problema alguno, puesto que Yunho se había mostrado bastante comprensivo las otras veces que había ocurrido algo similar y debió quedarse en casa.
Jaejoong leyó aquel mensaje y respondió con otro, pidiéndoles a su amiga que la cuidase y a Jeon Bo que se mejorase lo antes posible, que entregara al mismo mensajero, para que se lo hiciera llegar. Una vez volvió a quedarse solo, pues Yunho se había marchado a trabajar antes de saber que Gen no podría ir, se puso a terminar de limpiar el salón y fue a ver qué preparaba para comer, dándose cuenta de que debía ir al mercado a comprar, pues no tenía gran cosa.
Yunho llegó a casa y encontró sobre la mesa de la cocina, donde había ido buscando a Jae, el mensaje donde Gen decía que hoy no podría ir, y teniendo en cuenta que él no estaba en la cocina, se imaginó que habría salido a comprar, lo malo, es que recordó que la cocinera de la casa Hyo, justo cuando él salía de regreso a la suya, le había pedido a Shin Ko que le hiciera el favor de ir al mercado porque necesitaba un par de cosas, y si se encontraba con Jaejoong solo… no quería ni imaginárselo… así que salió rápidamente a buscarlo, tenía que evitar como fuera, que aquel idiota intentase algo.
Lo encontró junto a una de los tenderetes de fruta, observando cuales estaban maduras y cuales compraría, y a unos metros más allá, Shin Ko, que parecía haberlo visto también y se iba acercando con paso firme; pero él fue más rápido y abrazó, sin pararse mucho a pensar, a Jaejoong por la espalda.
- Ah… -respingó, asustado por aquel abrazo que no esperaba, y girando su rostro para poder verle todo lo de frente que aquella postura, de la que no podía ni quería librarse, le permitía-. Me asus… -pero sus labios no pudieron terminar de pronunciar aquella palabra, ya que fueron apresados por los de Yunho, quien le acariciaba suavemente la mejilla con una mano, mientras con la otra lo mantenía abrazado, bien pegado a su cuerpo; y cuando ambos se separaron, de los labios de Jae se escapó un gemido, que lo hizo sonrojarse y morderse el labio inferior avergonzado.
- Lo siento… -fue lo único que atinó a decir, aunque le había gustado tanto el tacto como el sonido que había salido de los labios de Jaejoong.
- No… no pasa nada –logró contestar, con su respiración todavía acelerada, tanto por la caricia que aún le dedicaba, como por el abrazo y su deseo de que Yunho le volviera a besar.
- Jaejoong… -pronunció en un suspiro ronco, casi un gemido suplicante de otro beso más, que fue buscando, atrayendo, nuevamente, el rostro de Jae hacia el suyo.
- Eh, eh… no comas delante del hambriento –dijo Shin Ko acercándose, y el rostro de los dos se tensó en una mueca que parecía querer indicar que él sobraba en ese momento.
- Shin Ko, Shin Ko… -protestó Yunho, separándose, muy a su pesar, ligeramente, de Jaejoong.
- ¿Tienes algún encargo para mi esposo? –preguntó Jae.
- No… no venía a eso.
- En ese caso –dijo, tomando la cesta con lo que había comprado-. Que tengas un buen día –tomando de la mano a Yunho y arrastrándolo hacia casa.
Una vez que llegaron y cerraron la puerta, Jaejoong se fue directo a la cocina, donde se puso a colocar la compra y a preparar la comida, aunque no podía apartar de su mente aquel beso, y el que por poco volvían a darse, si Shin Ko no hubiera aparecido, pero le dolía el pensar que… todo aquello sólo era porque había gente alrededor, sólo para que aquel sirviente no intentase sobrepasarse como lo habían hecho el general y el señor Kang… simplemente, por guardar las apariencias, y su pecho comenzaba a moverse en la cadencia de un incipiente llanto, del que no quiso retener las lágrimas.
Por su parte, Yunho, se fue a la biblioteca, donde en ocasiones trabajaba cuando estaba en casa, intentando digerir lo que había pasado, aquello que había hecho sin pensar… había besado a Jaejoong… le había gustado hacerlo y sabía que le iba a costar mucho, pero que mucho, controlarse a partir de ahora y no volver a besarlo; pero él tenía bastante claro que no quería ser como aquellos que habían abusado de Jae en el Muñecas, no le iba a hacer pasar por lo mismo sólo para saciar su curiosidad y aquellas ganas que habían ido naciendo en él, tal vez, desde el día en que se conocieron; y tomó una determinación, por más que le doliera, todo seguiría igual que antes, es decir, nada de buscar excusas para abrazarlo, nada de intentar besarlo otra vez, y, desde luego, nada de intentar llegar más allá…

El tiempo había pasado, casi como una lenta agonía… le costaba más de lo que creía, sobre todo en las noches, cuando sentía la espalda de Jaejoong contra la suya, el no girarse y abrazarlo, para dormir respirando su aroma; le dolía cuando lo veía cabizbajo, o, por el contrario, bastante contengo hablando con Sun Gen, porque los celos, cada día, se iban haciendo más fuerte… y ahora, encima, tenía que hacer un viaje de tres días fuera del pueblo… el sólo hecho de pensar en estar tanto tiempo lejos de Jae, lo mataba; pero era por trabajo, así que no le quedaba más remedio que seguir preparando la bolsa con lo que se iba a llevar. Cuando terminó, se acercó a la cocina, donde se encontraban Gen y Jaejoong, y se despidió de ambos, pidiéndole a la primera que cuidase bien del otro; al salir a la puerta
- Que tenga un buen viaje, mi señor, y que regrese pronto sano y salvo a casa –dijo Gen, que le había tomado bastante cariño a Yunho, y le dio un ligero empujón a Jae, para que se adelantara y se despidiese de él.
- Que tengas un buen viaje –dijo, haciendo una ligera y formal reverencia, mientras intentaba no llorar-. Y… -se acercó más a él, tomó su rostro entre sus manos y le dio un dulce beso en los labios, que lo sorprendió, pero no tardó en responder- volved pronto –añadió, mientras bajaba el rostro avergonzado, no sabía por qué lo había hecho… simplemente le había nacido de dentro el hacerlo.
- Te lo prometo –dijo Yunho, levantando la cara de Jaejoong, para verle a los ojos y el precioso rojo que adornaba ahora sus mejillas-. Espérame.
- Lo haré –respondió, con una sonrisa, a aquella orden, casi súplica, que le había hecho Yunho.
Finalmente subió a su caballo y se dirigió a casa de los Hyo, donde se encontraría con el patriarca y, desde allí, ambos partirían a la capital.

Aquellas noches se hacían eternas, se extrañaba tanto el calor y la cercanía del cuerpo del otro… los futones parecían enormes, aunque midieran exactamente lo mismo de siempre, y parecía hacer mucho más frío del que en realidad los envolvía… ambos se echaban de menos, aunque ninguno fuera consciente, en ese momento, de que el otro lo hacía.
El día que Yunho regresó, en la cara de Jaejoong, por fin, se volvió a dibujar una sonrisa, y Gen estaba bastante contenta de verlo tan feliz; además que se llevó una sorpresa, y es que el señor Jung le había traído un regalo, aunque no era gran cosa, pero le encantó la cajita llena de adornos para el cabello, que podía compartir con su madre, ya que ambos, es decir, Yunho y la señora Kang, se habían tomado bastante aprecio.
Por su parte, Jae, estaba un poco molesto… cierto que le gustaba que Gen y él se llevaran bien, pero… ¿era necesario que le comprase regalos?... y su cara de medio enfurruñado cambió, cuando Yunho puso delante de sus narices una gran caja, diciendo “toma… también me acordé de ti” con una amplia sonrisa; la abrió sin muchos miramientos, como si fuera un niño pequeño que recibe un regalo inesperado y se muere por saber que hay en su interior, y descubrió un precioso hanbok, que sí… seguía siendo ropa de chica… pero se la había comprado él, para que se la pusiera y paseasen juntos… al menos eso es lo que imaginaba en su mente, mientras acariciaba la fina tela con la que estaba elaborado; hasta que Gen, con un ligero codazo, le hizo ver que aún quedaban más cosas en el interior de la caja, y sacó, esta vez, ropa de hombre, preguntando, confundido, con la mirada… “así no tendré que prestarte la mía”, fue la respuesta que obtuvo, y lo que le fastidió, pues le encantaba llevar la ropa de Yunho, porque olía a él; pero en fin… era un regalo, y como tal, lo aceptó gustosamente con una sonrisa.

Un día que Gen no pudo ir a casa de los Jung, en esta ocasión porque la que estaba mala era su madre, y que Yunho se encontraba en la casa de los Hyo trabajando; Jaejoong volvió a salir solo al mercado, algo que ya no le causaba mucho problema, pues todos parecían conocerle ya y ninguno intentaba nada raro, por lo que podía realizar las compras tranquilamente, o hablar con las tenderas o algunas mujeres casadas del pueblo, que también se habían aventurado a salir a comprar sin la compañía de sus maridos…. Estaba tranquilamente, mirando y charlando con el tendero del puesto de verduras, cuando tuvo una sensación extraña a su espalda, se giró y se quedó estático, tenso y completamente pálido, casi paralizado por el miedo.
- Vaya, vaya… así que aquí estabas… -sonrió con suficiencia, viendo la reacción que había provocado en el pequeño.


19 Comentarios:

  1. Anónimo5/24/2010

    OMO OMO x3
    qe miedoo, ia lo encontraron.. pobre Jae T_T
    pero Yunho lo salvara!

    qe tierno el besito de despedida =)
    Amo el YunJae ^^

    *soi la primera en comentar wiii =D

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  2. ohhh me dejas en suspennso!!
    no se que le pasara a jae!
    bueno solo espero que al final los dos sean felices
    esperare por el siguiente!

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  3. Waaa genial como adoro el Yunjae *o*!!!
    Son tan cutes ^o^!!!

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  4. makarena5/24/2010

    nooooooo!!!!!
    porque tenia que aparecer justo
    ahora que el yunjae se esta "entendiendo"
    espero que yunho llegue antes de que pase
    algo malo >.<

    adore el besito de despedida
    fue tan tierno XD
    esperare pacientemente la continuacion
    muuuchasss gracias!!!!

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  5. qe hermoso! ia qiero la conti :3!!
    aww gracias *w*!
    asadas.. uno se qeda maravillado por lo qe escribes ;3;
    espero qe aia conti rapido owo!

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  6. Anónimo5/25/2010

    waa alfin se dieron un besoo
    nooo q no sea un viejo pervertido d

    yunhooo!1 espero q jae le de una paliza al tipo muajaja


    adore el besito de despedida senti bonito en el estómago xDD

    wiii lal fin un besoooooo


    waaa espero contiii

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  7. Anónimo5/26/2010

    ahhhh
    lo han encontrado a Jae!!!
    yunhooo ves a salvarloo que te lo roban~!

    por cierto me declaro nueva fan de este fic :D
    me encanta como escribes un 10 chica!!!
    esperare por el próximo capitulo
    saludooss a todaas!!!

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  8. youngsshii5/26/2010

    nooooooooooooooo
    noooooooooooooooooo
    mi pobre jaeboo! TTT.TTT
    porke??

    espero la konti pronto
    PD: me enkanto lo del gemidito de jae jajajaj

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  9. Krimhild5/26/2010

    ohh! realmente me he enamorado de este fic! es que ohhh no tengo palabras esta tan bien escrito y la trama es tan atrayente! mis mas sinceras felicitaciones!! porfavor continualo lo antes posible que de verdad deseo leer la continuación

    =)

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  10. Anónimo5/27/2010

    HERMOSO, HERMOSO continualo pronto...te felicito

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  11. Anónimo5/29/2010

    Woaaa! un primer besho entre el yunjae. Me gusta tu estilo de escritura.

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  12. Anónimo6/13/2010

    x fa terminalo no me dejes en suspenso es hemoso x cierto

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  13. Anónimo6/13/2010

    ola io de nuevo io tm hago fics pero el tuio es realmente lindo teminalo plis no nos dejes en esta cruel agonia

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  14. Anónimo6/13/2010

    te felicito x el talento k tienes me iamo bunny y soy una gran admiradora tuya

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  15. Anónimo6/20/2010

    baya me duele los ojos
    dios mio continuenla me he kedado
    obsesionada!!! OMG!
    8D
    AHHH KIERO LEER LA KONTI!!!!

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  16. OMG OMG OMG OMG OMG!
    NOOOOOOOO! ESTO SE VA A PONER FEO!!!

    Jodaaa! cuando se estaba poniendo meloso se antojan de aparecer los bastardos >-< que mala suerte!

    En fin, a lo largo de esta capi tuve muchas sensaciones, y muchas cusas me gustaron *-* y me hicieron enojar ¬¬ y me aguaron los ojos T^T pero mejor resumo todo diciendote que ame este capi! <3

    Seguire leyendo!.. sino me infarto y mi mamá te odiara XDDDDD

    Besos.

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  17. OMG, mi primer coment en tu fic pero no podia dejarlo pasar.. AMO TU FIC, DIOS TU HISTORIA ES HERMOSA, LOS PERSONAJES ESTAN ESPLENDIDOS RELATAS PERFECTO Y TU REDACCION ES IMPECABLE, k mas se puedes decir...LO UNICO MALO ES K PARECE NO LO KIERES TERMINAR!!

    los besitos fueron lo mas bello, los imagine perfectamente, las caras de ambos, digo casi es como k ya hemos visto no?...

    FEICIDADES TU FIC ES INCEIBLEMENTE ADICTIVO!!!...

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  18. Anónimo3/28/2012

    Shingu, en verdad eres genial, tu redacción es estupenda, me has atrapado, y concuerdo con el comentario de arriba, este fic es increiblemente adictivo!
    Te felicito!

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  19. Esa tipeja Sakura... no resultó tan tipeja, se retito del camino y eso fue un alivio, Yunho y Jae tienen que vivir su romance y su amor, no puede ser que ese par de enfermos reaparesa y quieran separarlos. VAMOS YUNHO MUESTRALE A ESOS ASQUEROSOS QUE NADIE VOLVERÁ A TOCAR A TU JAE. Ay Diooocito¡¡¡ me emocioné con ese par de desitos¡¡¡

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