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Arualthings

Belong. Te pertenezco cap 4

No quiero perderte

- Vaya, vaya… así que aquí estabas… -sonrió con suficiencia, viendo la reacción que había provocado en el pequeño.
- Señor Kang… -pronunció temeroso, y si aquello era una pesadilla, quería despertar antes de que fuera a peor.
- Ya veo que aún te acuerdas de mí. –dijo acercándose más a él y tocándole la mejilla, hasta que Jaejoong apartó, violentamente, aquel brazo, dándole un golpe, desde el interior, con el dorso de su mano y parte de su antebrazo.
- No puede tocarme… yo… yo ya no le pertenezco. –decía, nerviosamente, Jae; porque aunque no quería, no podía evitarlo, sentía miedo.
- Eso es lo que tú te piensas. –contestó acercándose más a él, tomándole de la muñeca.
- Suélteme… déjeme… -gritó, forcejeando hasta que consiguió liberarse del agarre al que estaba sometido.
- Jaejoongieh, ¿necesitas ayuda? –preguntó una de las tenderas, que estaba siendo testigo de todo, mientras le hacía gestos al marido para que éste se moviera y saliera de detrás del puesto- ¿quieres que llamemos a tu esposo?
- ¿Esposo?... ah, claro, el bastardo que te separó de mí. –le dijo desafiante, cerca del oído, para que sólo Jaejoong pudiera escucharlo.
- Márchese… -le ordenó el menor.
- Está bien… -respondió, viendo como casi todos los tenderos que estaban cerca, iban con intenciones de golpearle por molestar a Jaejoong- Pero ya veremos qué pasa cuando, quien tú y yo sabemos, se entere de dónde estás. –dijo a modo de amenaza, alejándose finalmente, perdiéndose entre la gente que transitaba las calles del mercado.
- Jaejoongieh, ¿estás bien? –le preguntó, nuevamente, la vendedora, poniendo su mano sobre el hombro del menor, notando como éste temblaba ligeramente.
- Sí… -dijo en apenas un suspiro.
- ¿Quién era ese? –preguntó con notable desprecio.
- Alguien a quien prefiero olvidar… -fue su respuesta, al tiempo que tomaba la cesta y se volvía a casa, sin terminar de comprar todo lo que quería y necesitaba para ese día.

No estaba loco, sabía perfectamente que decirle al general Song que había encontrado a Jaejoongieh, significaba que él quedaría automáticamente fuera del juego, Hyu Neul era bastante posesivo y seguramente querría al menor para él solo, y no tendría ni la más mínima oportunidad de acercársele, porque hacerle cualquier cosa al pequeño, en su presencia, equivalía casi a firmar su sentencia de muerte; así que lo que más le convenía, era que Jaejoongieh volviera al local, donde podría tenerlo siempre que quisiera, sin que aquel fanático del general supiera que lo hacía; algo que hubiera hecho hoy mismo, si no hubieran intervenido aquellas mujeres que, armadas con palos, amenazaban con hacerle una cara nueva si no se alejaba, y si no eran ellas, igual podrían atacarle los maridos… vamos, que si no se marchaba de allí, sí o sí lo linchaban, sin importarles nada más, y su vida le importaba, mucho, ya que sin ella no podía disfrutar de los placeres que Jaejoongieh pudiera volver a ofrecerle, todo y que el menor no quisiera por las buenas, porque era eso, precisamente, lo que más morbo le daba, tomarlo por la fuerza, escucharlo llorar y suplicar, ver su cara mojada en llanto y las expresiones de dolor tensando su rostro...

Intentaba no pensar, no quería recordar nada, así que iba por la casa moviéndose por pura inercia, repitiendo los mismos pasos que todos los días; prefería ocuparse recogiendo la compra, limpiando alguna habitación de la casa y preparando la comida para Yunho y para él. Así estuvo entretenido, hasta que se sentó a comer y, sin él para hablar, pues tardaba mucho en llegar, como aquel día en que se había quedado en casa de los Hyo, su mente volvió a vagar por lo ocurrido en la mañana.

Lo peor de recordar, era que no se limitaba a lo que le había pasado con el señor Kang ese día, sino que también le abordaban los de días anteriores, cuando aún estaba en el local, y temores, ¿y si en verdad se lo acababa diciendo al general?, ¿qué le haría éste a él?, seguramente lo volvería a atar y a golpearlo hasta el cansancio, para después poseerlo salvajemente, como siempre lo había hecho cuando estaba en el Muñecas y, supuestamente, él le había hecho enfadar por algún motivo, que por lo general o desconocía, excepto cuando había intentado en alguna ocasión escaparse, entonces no es que lo justificara, pero podía llegar a entenderlo, o más tarde descubría que el señor Kang le había contado cualquier mentira para justificar alguna nueva marca que él le hubiera dejado en el cuerpo y evitando de esa forma que el general lo golpeara. Pero lo que más temía era la respuesta a la pregunta ¿qué le haría Song Hyu Neul a Jung Yunho?, sabía perfectamente lo violento que el general podía llegar a ser, lo había visto una vez con sus propios ojos, cuando uno de los clientes del local, tuvo la osadía de tocarle delante de él; al pobre ingenuo lo primero que le pasó fue un puñetazo en la boca del estómago, seguido de una lluvia de golpes tal, que lo dejó bastante maltrecho y que sólo terminó cuando consiguió articular, a pesar del dolor de sus labios rotos, la palabra clemencia; y aún tuvo que soportar una mirada de odio y desprecio por parte del general, mientras era ayudado a levantarse del suelo por otros dos clientes; además Hyu Neul añadió, desafiante, al resto de personas que allí estaban presentes aquella noche, que eso mismo sería lo que le ocurriría a todo aquel que se atreviera a tocarlo nuevamente en su presencia. No, no podía permitir que aquello le pasara a Yunho, o algo peor, solo por el hecho de estar a su lado, por haberlo sacado de allí…

Cuando terminó de comer, se levantó de la mesa, dejando todos los platos aún sobre ella, y se fue a caminar por las tierras que delimitaban la casa, pensando, o esperando más bien, que el aire fresco de aquella cruda tarde de invierno, le ayudase a ahuyentar aquellos temores que le estaban carcomiendo por dentro y le hacían llorar de dolor, como hacía mucho tiempo que no lloraba. Pero el paseo no parecía lograr el efecto que esperaba, sólo podía pensar, recordar y volver a pensar, que no quería volver al Muñecas ni que le ocurriera nada a su salvador, a su Yunho.

Nuevamente, le había tocado quedarse a comer en casa de los Hyo para adelantar trabajo, pues la familia tenía pensado ir a Japón a visitar a algunos parientes, y el patriarca debía llevar algunos documentos a uno de los ministros del emperador nipón, así que tenía poco tiempo, unos dos o tres días, pensaba él, antes de que se fueran, para traducir todos los documentos que le había pedido el señor de la casa; sólo esperaba que Jaejoong no estuviera enfadado, ni hubiera llorado porque otra vez se había quedado a comer en casa de los Hyo y no le había avisado, pero es que recién se enteraba él también de los planes que su jefe tenía. Pero en la tarde, el patriarca de la familia, le hizo saber que habían adelantado la fecha de salida del viaje, partirían al día siguiente; y todo que éste le quitó algunos papeles del montón a traducir, diciendo que de aquellos podía encargarse él personalmente, los que aún quedaban, seguían siendo bastantes, y sabía que ese día llegaría más tarde de lo que otras veces lo había hecho.

Cuando llegó a la casa, vio los platos en la mesa, unos vacíos y otros llenos, con la comida ya bastante fría, por lo que supuso que Jaejoong ya habría comido y estaría en la habitación, como lo halló aquel día, donde entró y encontró el mensaje que le había enviado Gen, diciendo que no podía ir porque su madre estaba enferma; pero él no estaba allí, ni en la cocina, ni en la biblioteca… no estaba por ningún lado de la casa, y empezó a ponerse bastante nervioso, porque no lo encontraba. El mercado ya no estaba, él mismo se había encontrado con algunos tenderos, que recogían los últimos puestos que quedaban a esa hora de la tarde, así que no podía estar en la calle; por lo que decidió ir a buscarlo por donde solían entrenar las pocas veces que hacía buen tiempo, desesperándose a cada paso por no hallarlo, preguntándose si había hecho algo mal, o había dicho algo inconveniente o qué había sucedido para que Jaejoong no apareciera o hubiera decidido irse de su lado.

A lo lejos veía el lago que su padre había mandado construir, aprovechando el paso de un río cercano, para que pudieran lavar la ropa. Recordaba que cuando sus padres vivían, rara vez se habían acercado hasta allí, ya que por ahí vivían los sirvientes, cuando los tenían, y como ahora carecía de ellos y Jaejoong vivía con él en casa, pues no había visto motivo alguno para acercarse, pero como era uno de los pocos lugares que le quedaba por mirar, decidió aproximarse. Y allí lo encontró… en el lago… flotando boca arriba en las frías aguas, con los ojos cerrados y su piel más blanca que de normal. Todo su cuerpo se quedó helado, completamente tenso y petrificado por apenas unos segundos, hasta que reaccionó y se metió, corriendo, en aquella agua helada, gritando el nombre de Jaejoong y rezando interiormente por no haber llegado tarde.
Las piernas le dolían y se le entumecían por el inmenso frio, aquella agua estaba realmente helada, pero debía alcanzarlo, nada más importaba, tan sólo él. Cuando finalmente llegó a su lado, lo tomó entre sus brazos, sacándole el torso del agua, retiró algunos mechones de cabello de su rostro y acariciándolo constantemente, intentando que entrase en calor, no cesaba en repetir su nombre, Jaejoong, llamándolo… esperando que le contestara. Por fin, los ojos de Jae se fueron abriendo lentamente; Yunho temblaba por una mezcla de frío y emoción; y sus labios comenzaron a separarse, para pronunciar su nombre, en apenas un susurro, “Yunho”, que llenó de vida a su portador.

“Aguanta”, fue lo que dijo, mientras lo cargaba, con ambos brazos, por delante de él, sacándolo completamente del agua; ahora, lo más importante, una vez que ya sabía que aún respiraba, aunque fuese con dificultad, era sacarlo de allí y hacer que entrase en calor, por mucho que le costara avanzar por el frío entumeciendo sus piernas, haciendo que le dolieran, como si le clavasen cuchillos en ellas, y por lo pesado, tanto del cuerpo de Jaejoong, que se había multiplicado por su hanbok completamente empapado, de estar quién sabía cuánto tiempo en el agua, como por el peso de su propio traje, que había empezado a absorber gran parte de aquel líquido helado que lo envolvía, y empezaba a pegársele a las piernas, amenazando con hacerle tropezar y caer antes de llegar a la orilla del lago.

Lo que más cerca había en ese momento, era la caseta donde había vivido uno de los sirvientes de su familia alguna vez, antes de que todos se marcharan de allí, y que tan apenas contaba con una habitación con chimenea y otra que era una especie de cocina, o más bien de despensa, pues no había fuego para cocinar, pero sí una pequeña mesa donde preparar los alimentos y una especie de armario para almacenarlos. Yunho abrió de una patada la puerta, y entraron dentro, dejó a Jaejoong apoyado contra una de las paredes de la habitación principal, cerró la puerta, para que no entrase el frío de la noche que se acercaba, se fue a la chimenea y encendió un fuego; después buscó el futón y una manta, los extendió en el suelo, cerca de la hoguera, y volvió a acercarse a Jaejoong, acariciándole nuevamente el rostro, que seguía igual de frío, haciendo que abriera sus ojos una vez más y pronunciase su nombre, lo único que lograba tranquilizarlo, pues le indicaba que aún estaba consciente y que podría ponerse bien.

Tenía frío, mucho frío… la ropa empapada, pegada a su cuerpo, hacía mayor esa sensación, que desaparecía apenas un momento, cada vez que Yunho acariciaba suavemente alguna de sus mejillas. Le costaba mantener los ojos abiertos, pero lo hacía cada vez que le escuchaba pronunciar su nombre, y de sus labios salía el de él, de forma débil, para tranquilizarlo, sobre todo, después de escucharle repetir una y otra vez, que por favor, aguantase y permaneciese a su lado, algo que Jae deseaba hacer con toda su alma, estar sólo y para siempre con él.

Las manos de Yunho también estaban frías, aunque no tanto como todo su propio cuerpo, de modo que se sentían cálidas las caricias que le dedicaba, mientras le iba despojando de aquel hanbok, que seguía empapado; pero su respiración era tranquila, por algún motivo, aquello se sentía bien, no como cuando lo hacían el general y el señor Kang, ni como sintió la primera vez que pensó que Yunho abusaría de él, no… esta vez era agradable esa sensación, casi placentera cada caricia recibida; todo era diferente… porque le gustaba… porque no le producía asco ni temor… porque algo en su interior, le decía que aquello no estaba mal.

El cuerpo de Jaejoong, completamente desnudo, le llamaba poderosamente la atención, y algo en él, parecía querer empujarlo a besarle y recorrerlo entero con caricias, pero debía hacer que entrase en calor, aquello era lo primordial en ese momento, así que lo acomodó, cuidadosamente, entre el futón y la manta, en la parte que más cerca estaba del fuego; después, y dado que él también estaba mojado, se quitó su ropa y se introdujo, igualmente desnudo, en la cama, levantando un poco la cabeza de Jae, lo justo para que pudiera pasar su brazo por debajo, lo ayudó a colocarse de lado, para que la hoguera pudiera calentar la mayor parte de superficie de su cuerpo, y él le abrazó por la espalda, siendo, de este modo, quien le diera calor por esa zona, que no alcanzaba la chimenea.

Tembló ligeramente, al sentir la calidez de la piel del cuerpo desnudo de Yunho, aunque sus piernas estaban algo frías, y se sentía culpable por ello, ya que estaban así porque se había metido al agua para sacarlo…. Y un escalofrío le recorrió toda la espina dorsal, al notar su aliento golpearle en la desnuda piel de la nuca, mientras sus cuerpos parecían ir buscando un acople perfecto, pegándose totalmente el uno al otro, y le escuchaba repetirle, otra vez, “quédate conmigo”. El brazo libre de Yunho, empezó a rodear su cuerpo en un abrazo, con una dulce y tímida caricia, que acabó con la mano sobre su pecho, haciendo que ambos cuerpos se pegaran más si aquello era posible; incluso juraría que podía notar en su espalda la cadencia de los latidos del corazón de Yunho, mientras que la calidez de su aliento en el cuello, le hacía ir entrando en calor; se estaba realmente bien, tan cómodo… parecía algo tan natural… abrazó el brazo de Yunho, entrelazando sus dedos con los de él, dejándose dormir, esperando que al despertar, aquello no hubiera sido sólo un sueño.

“Quédate conmigo”, era lo único que sus labios repetían, y es que al verlo en el lago, tuvo realmente miedo de perderlo para siempre, y no quería… quería que estuviera con él, juntos por siempre, lo necesitaba más de lo que jamás pensó que pudiera necesitar a alguien; su compañía, su sonrisa, sus miradas, su presencia, su voz… todo lo de Jaejoong, incluso aquellos simples roces entre sus manos, cuando le servía la comida, eran imprescindibles para él, y es que, simplemente, ya no sabía vivir sin Jae; lo sabía, lo había admitido, y , mientras pudiera, no iba a dejar que nada ni nadie cambiara aquella realidad que vivía, no dejaría que nada ni nadie lo separase tan fácilmente de Jaejoong y permanecería a su lado todo el tiempo que éste le permitiese.

La luz del sol, que entraba por la pequeña ventana, comenzaba a molestarle en los ojos, pero se sentía tan bien ahí tumbado… su cabeza estaba cómoda, todo su cuerpo sentía una tibieza confortable envolviéndole por entero, completamente distinta al frío que tuvo en la noche, y una de sus manos, acariciaba algo blando y duro al tiempo, pero que desprendía una calidez envolvente, que le indicaba que no era ningún pedazo de tela u objeto inanimado cualquiera; abrió lentamente los ojos, incorporándose ligeramente, para poder observar mejor, mientras sus dedos se doblaban, dejando leves y pasajeros surcos, que no tardaban en desaparecer; y allí estaba, tan real como todas las noches, el cuerpo de Yunho, sólo que esta vez, había usado su pecho desnudo de almohada, ya que en algún momento habían cambiado de postura, y al ser consciente de esto, un rosa pastel tiñó la piel de sus mejillas; sus dedos, se movían tan apenas sobre aquel fornido pecho, sus ojos no se apartaban de aquel rostro, que permanecía con los suyos cerrados, y aquellos labios entreabiertos, parecían pedirle un beso, que el sonido de su estómago, rugiendo de hambre, no le permitió darle, e hizo que el color de sus mejillas aumentara un punto, por vergüenza. Miró por encima dónde se encontraba, y pronto localizó la mesa donde podía preparar algo, si es que encontraba algún tipo de alimento en aquella caseta llena de polvo, indicativo de que hacía bastante tiempo que no era utilizada por nadie para vivir; así que se dispuso a levantarse para prepararse algo para desayunar, tomando la manta con una mano y comenzando a destapar a ambos, pues aquel futón que los había cobijado no es que fuese muy grande, y cuando sus ojos, involuntariamente, fueron a parar a la parte baja del abdomen de Yunho… un rojo rabioso tiñó todo su rostro, y volvió a cubrirlo rápidamente, quedándose sentado, notando como le hervían las mejillas y, en cierto modo, se recreaba en el recuerdo de lo que había visto; entonces una de las manos de Yunho tocó levemente la parte baja de su espalda, haciendo que se girase a verlo, pero éste parecía aún dormido, estaba tan hermoso… volvió a entreabrir los labios, sólo que esta vez, no guardó silencio, sino que salió como en un suspiro “Jaejoong”; notó arder con más fuerza su rostro, al corazón darle un brinco en el pecho, y, juraría que tenía toda la sangre en la cabeza, sino fuera porque, notó una punzada y una palpitación en su bajo vientre, que le hizo levantar nuevamente la manta, pero sólo la parte que lo cubría a él, y descubrir que también se encontraba erecto, para, seguidamente, volver a cubrirse, aún completamente rojo y casi jadeante de pura vergüenza.

Después de estar un rato sentado con su mente totalmente en blanco, apenas unos minutos, decidió tumbarse nuevamente, usando otra vez el pecho de Yunho como almohada, ya que no había otra cosa, y, qué demonios, le había gustado aquella sensación de calidez tan envolvente que se desprendía de dormir tan pegado a su cuerpo; y, para su sorpresa, éste lo abrazó un momento, mientras aún dormía, hasta que su mano se fue deslizando por su piel, regalándole una caricia, para caer finalmente sobre el futón.

Hacía un poco que sentía frio, y ya no se estaba tan bien en la cama, de modo que empezó a desperezarse, sin llegar a abrir los ojos, estirándose completamente; comenzó a mover su brazo izquierdo arriba y abajo, también su pierna, buscando algo que no encontraba y que debería estar allí, mejor dicho, a alguien; y al no sentirlo, abrió los ojos de golpe, mirando instintivamente al lugar donde debería estar él, pero sin encontrarle, y se puso nervioso, muy nervioso, ¿que tal si en mitad de la noche había despertado y decidido volver a ahogarse?, no podría llegar a tiempo, lo perdería… debía encontrarlo… de modo que se levantó rápidamente, y cuando estaba por salir de la caseta para ir a buscarlo, escuchó ruido en aquella pequeña habitación que estaba al lado; asomándose, lo descubrió de espaldas, con todo su largo cabello negro recogido en una trenza que le caía sobre uno de los hombros, disponiendo sobre la mesa los pocos utensilios de cocina que había, preparándolos para hacer la comida; y su primer impulso fue abrazarlo fuertemente por la cintura, hundiendo su rostro en aquel suave y delicado cuello, que tenía ligeramente descubierto, notando como se estremecía ante su contacto.

- No vuelvas a asustarme así. –casi imploró contra la fina piel descubierta, de la que aspiraba el delicado aroma y sentía desprenderse aquella tibia calidez, que tanto extrañó en la noche.
- Lo lamento. –se disculpó, mientras notaba como aún seguía erizada su piel- Pero… estaba dormido tan plácidamente, que me dio pena despertarlo.
- La próxima vez, hazlo. –dijo, girándole entre sus brazos, para poder verlo de frente.
- Está bien. –asintió con la cabeza, dando más énfasis a su respuesta.
- ¿Jaejoong? –preguntó, aún sin soltarle, extrañado por las lágrimas que empezaban a descenderle por las mejillas.
- Yo… lo siento… -se abrazó a él fuertemente, rompiendo a llorar- Juro que lo intenté… intenté defenderme, pero… tenía miedo… y… me bloqueé.
- ¿Qué? –preguntó, separándolo un poco, para mirarlo a los ojos- ¿Alguien te hizo algo?
- No… pero no supe reaccionar… yo… tenía miedo. –contestó, bajando la cabeza apenado.
- Tranquilo, -dijo levantando el rostro de Jaejoong- es normal sentir miedo; yo también lo he sentido. –recordando lo que había sufrido hacía apenas unos momentos y al encontrarlo en el lago- Pero te prometo que siempre estaré ahí para apoyarte y protegerte. –le sonrió.
- Gracias. –respondió, separándose un poco más de Yunho, volviendo a ponerse completamente rojo, girando rápidamente, dándole la espalada para que no pudiera ver lo avergonzado que estaba.
- ¿Qué…? –no terminó la pregunta, pues mirando hacia la zona en la que lo había hecho Jae, cayó en la cuenta de que aún iba desnudo.- Lo siento… -se disculpó, sintiéndose mal, pues seguramente aquello molestaba a Jaejoong- Iré a ponerme la ropa.
- No… no hay nada de comer aquí… -empezó a decirle, algo nervioso, mientras oía como Yunho se vestía, y él hacía un gran esfuerzo en no girarse para verlo- Así que tendremos que volver a la casa.
- Está bien…. Listo, volvamos a casa. –dijo acercándose a Jae, haciéndole saber que ya estaba visible, y emprendiendo los dos el camino de vuelta.

El sendero que unía aquella caseta con la casa principal, había desaparecido prácticamente, engullido por el crecer de las hierbas, al no ser transitado por nadie en varios meses, aunque aún se intuía por donde transcurría; los dos lo fueron siguiendo, Yunho primero y Jaejoong tras él, ambos en silencio, hasta que el último tropezó con algo en el camino, que la altura de la vegetación le había ocultado a la vista, y cayó al suelo, llevándose al primero, que había girado al escuchar la voz que dio, por delante.

- ¿Estás bien? –preguntó Yunho, obviando su dolorida anatomía, cuando Jae se incorporó ligeramente, sujetando el peso de su cuerpo tan sólo con sus brazos estirados, dejando al resto de su ser acariciar al semejante.
- S… sí. –respondió nervioso, aquella posición, notando como, desde su estomago hacia abajo, su cuerpo y el de Yunho se rozaban, una de sus piernas entre las de él, le provocaba una sensación de mariposas en el vientre; y el tener aquellos labios tan cerca… si doblaba los codos tan apenas… le incitaba a besarlos.
- Menos mal. –le sonrió, acariciándole la mejilla, deseando que jamás se apartase de él, que estuvieran en aquella posición todo el tiempo que les fuera posible. Pero entonces oyeron un ruido, que los hizo incorporarse de golpe, y a él, colocar a Jae detrás suyo instintivamente, para protegerle, notando como éste se aferraba a la tela de su hanbok; hasta que vio al causante de aquel sonido, y se relajó, al menos momentáneamente.- Shin Ko…
- Perdón. –se excusó- No fue mi intención asustaros. –dijo, dirigiéndose descaradamente, solo, a Jaejoong; quien, al escuchar el nombre dado por Yunho, había salido de detrás de la espalda de éste; e intentó tocarle, pero antes de que pudiera, el joven Jung ya estaba abrazando a “su mujercita” en más tono posesivo que protector.- Vaya… ni que la estuvieras marcando como tuya. –dijo con ironía.
- Lo lamento si te molesta… -contestó empleando el mismo tono que Shin Ko- Pero Jaejoongieh… me pertenece. –añadió, estrechándolo más fuertemente entre sus brazos, mientras él bajaba la cabeza.
- Pues a tu mujer no parece hacerle mucha gracia… -rió- tal parece que le asuste el que seas tan posesivo.
- No me importa… -dijo Jaejoong, levantando su rostro, en el que se notaba aún cierto tono carmesí, y dejándolos un poco extrañados ante tal respuesta- Tiene razón… yo… le pertenezco. – y el rubor subió a las mejillas de Yunho, que escondió su sonrojo hundiendo su rostro en el cuello de Jae, haciendo que un escalofrío recorriera todo el cuerpo de éste, al ser abrazado más fuertemente y notar el contacto de aquellos labios contra esa tan sensible piel, a la vez que también sus mejillas se teñían de rojo.
- Oh… entonces, supongo que al fin le dio una buena noche de sexo… -dijo Shin Ko, queriendo molestar claramente a Yunho; y lo consiguió, pues estaba dispuesto a hacerle tragar sus palabras e insinuaciones una a una a puñetazo limpio, pero Jaejoong se giró hacia él y lo detuvo, acariciando con sus manos por sobre la manga, aquel músculo tan tenso, que deseaba descargarse.
- Olvídelo… -dijo Jae, en apenas un susurro a Yunho.
- Está bien… -bufó, realmente le apetecía liarse a golpes con la cara de Shin Ko, pero… no podía llevarle la contraria a aquella mirada de Jaejoong- ¿Qué haces en mis tierras, sin mi permiso? –preguntó arcando una ceja.
- Vine a traerle una carta de la señorita Sakura. –respondió, estirando el brazo, ofreciéndole la carta, con mala gana. Aquel nombre provocó algo de dolor en Jae, que, inconscientemente, apretó el brazo de Yunho, quien se extrañó por este hecho, hasta que otro llamó su atención.
- ¿Y puedes decirme que pone?, porque ya veo que la leíste… el sello está roto… -señaló- como para entregarte algo confidencial a ti… -dijo tomando la carta de manos de Shin Ko.
- Sólo me mandaron a traerle la carta… si quiere saber que pone… léala usted mismo.
- Vayámonos a casa. –pidió nuevamente Jaejoong, que seguía aguantando los impulsos de querer matar a Shin Ko que Yunho tenía en ese momento y sus lágrimas.- No merece la pena.
- Tienes razón, volvamos a casa. –dijo, tomando a Jae de la mano y dirigiendo sus pasos a su destino; pero apenas hubieron andado unos metros, se dio cuenta de que Shin Ko, que iba tras ellos, se sonreía de cuando en cuando, de seguro se estaba comiendo con la mirada a su “mujer”, y eso no lo iba a permitir- Espera… tienes algo de hierba en el cabello –dijo con una divertida sonrisa, deteniendo a Jaejoong, y empezando a quitarle las briznas de la cabeza, esperando a que Shin Ko pasase delante, pero se había quedado parado también, observando para saber cómo acabaría aquella escena- y tienes la cara llena de tierra. –añadió, limpiando con la manga de su hanbok el rostro de Jae, que se sonrojó ante esta acción, y lo hizo lucir más bello para él, su corazón latía tan aprisa en su pecho… como si estuviera a punto de desbocarse.
- Mira quién habla… -sonrió Jaejoong, realizando la misma acción.
- Bueno, te recuerdo que caíste encima de mí… -reprochó Yunho, todo y que le había encantado sentir el peso del cuerpo de Jae sobre el suyo, mientras dejaba que le terminase de limpiar.
- Lo siento… -se disculpó, bajando un poco apenado el rostro; hasta que un golpe de viento, levantó polvo y alguna partícula fue a parar a uno de sus ojos, haciendo que se quejara y llevase una de sus manos al mismo.
- Espera, déjame ver. –dijo, tomando el mentón de Jae con una mano, haciendo que subiera la cabeza, y con la otra retiraba la que cubría el ojo lastimado.
- Duele… -volvió a quejarse, pero gozando de cada caricia que Yunho le dedicaba.
- Sólo un momento. –y sopló la basurita que tenía en el ojo- ¿Mejor?
- Sí… gracias. –respondió todo sonrojado, y es que los labios de Yunho volvían a estar muy cerca de los suyos.
- De nada. –sonrió levemente, apenas lo que tardó en darse cuenta de la cercanía del rostro de Jaejoong, sólo debía mover su cabeza un poco y volverían a besarse; lo deseaba… pero no sabía si a él le gustaría, de modo que se quedaron mirando como tontos, sin atreverse a dar el paso ninguno de los dos, hasta que encontró el valor- Tienes los labios helados. –dijo acariciándolos levemente con los pulgares- Se te cortarán y te harán daño… será mejor que te los caliente. –añadió, acercándose poco a poco, rogando a los dioses interiormente porque él no se moviera y remplazando sus dedos por su boca finalmente, notando como la temperatura de las mejillas de Jaejoong aumentaba entre sus manos y pequeños gemidos se escapaban de aquellos labios que ahora poseían los suyos, dando gracias a que él pareciera responder aquel beso y no importarle que sus manos bajasen hasta su cintura, rodeándola y atrayéndolo más hacia su cuerpo.
- Buf…- bufó Shin Ko, cansado de ver tanto pasteleo entre la pareja, y marchándose de donde ellos estaban, camino de vuelta a la mansión Hyo; no soportaba que la bella Jaejoongieh fuera tan buena esposa, sin ser la de él claro, y menos aún, que Yunho fuera un marido tan protector, o más bien posesivo, que no le dejaría acercarse a su señora ni en sueños mientras estuviera cerca, claro que él también lo sería con una mujer así, así de bella, de tierna, delicada, educada… y cuyo cuerpo le estaba pidiendo a gritos echarle un polvo, además de parecer besar bastante bien.

Yunho había visto como Shin Ko se marchaba, pero le gustaba tanto tener a Jaejoong entre sus brazos… aquel beso que se estaban dando… no quería separarse de él, así que le abrazaba de la cintura, pegándolo a su cuerpo, queriendo notarlo cada vez más cerca, más suyo.

Jaejoong había escuchado los pasos de Shin Ko alejándose de ellos, sabía que ya nadie los miraba, y aún así, Yunho lo seguía besando; estaba seguro que, como mínimo, él también lo habría escuchado marcharse, pero, por algún motivo, parecía no querer apartarse de él, lo abrazaba con fuerza y ternura; le encantaba la sensación que le producía y no podía evitar, ni lo quería, el dejarse llevar por las reacciones que las acciones de Yunho provocaban en él. Hasta que una de sus manos, que estaban sobre el pecho del moreno, al cerrarse para aferrar el hanbok y profundizar un poco más aquel beso que él también deseaba, notó como aparte de la tela, arrugaba también papel… la carta de Sakura… que Yunho se había guardado para leerla en casa; entonces se separó, porque aquella misiva se encontraba muy cerca del corazón, porque recordó su condición de hombre y que si ella descubría la verdad y quería… la ley le amparaba para quitarle a Yunho y a él lo mataría, tanto por ser el castigo de amar a un semejante, como por separarlo de él, y que, todo eso, los besos, las caricias, el ir tomados de la mano… no era más que una farsa, algo que hacían para que él pudiera permanecer en la casa sin llamar la atención, y para que hombres como Shin Ko le dejasen en paz, porque él era de ese tipo de personas que ayudan con lo que haga falta.

Yunho se sintió terriblemente culpable, cuando Jaejoong cortó aquel beso, separándose de él con el rostro bajo, impidiéndole ver aquellos ojos tan expresivos que tanto le gustaban, pensando que igual lo había forzado algo más de la cuenta, que se había sentido obligado a hacerlo sin que quisiera, y lo malo era que él había hecho que fuera más profundo, más largo… ya que sus brazos habían atraído el cuerpo de Jae hacia el suyo de forma semiinconsciente, pues no iba a negar que le había gustado y que deseó sentirlo bien cerca de él… notando contra el suyo, las reacciones de aquel cuerpo que le estaban haciendo perder el control de sus sentimientos, de sus pensamientos, de su vida…. Pero se limitó a seguirle en silencio hacia casa, después de que Jae se limitase a decirle “debemos regresar”, sin tan siquiera mirarle, no se sentía con derecho a decirle ni recriminarle nada, aunque le había dolido, le dolía aquella situación, Jaejoong caminando lejos de él, sin esperarlo, sin dejar la mano a su alcance para que él pudiera tomarla y acariciarla, como cuando iban juntos al mercado, le dolían los labios porque Jae ya no los besaba….

Al llegar a casa, ambos fueron a la cocina, y mientras Jaejoong se dedicaba a comenzar a preparar el desayuno, Yunho tomó asiento y empezó a leer en voz alta la carta, que Sakura había escrito en coreano, idioma en el que se defendía bastante bien, ya que se había criado en Corea.

“Querido amigo Jung Yunho:
Ya sabrá que regresamos a Japón, hace poco que recibimos carta de mis abuelos, diciendo que nos extrañan y que les gustaría vernos, de modo que iremos todos a hacerles una visita; pero no le escribo para decirle eso, si no para despedirme, pues lo más seguro es que yo no regrese.
Verá, he decidido hacer caso a mi madre; ella no cesaba en decirme que debía casarme con un hombre japonés, alguien que pudiera entender mis costumbres, alguien que fuera de mi mismo estatus social, alguien digno de mí; y mi abuela materna ha estado buscándome pretendientes por allá, así que he accedido a irles conociendo, para después escoger a alguno, ya que me han dado la libertad de poder elegir por mí misma a mi futuro esposo; sólo espero poder encontrar a alguien que me quiera tanto como usted a Jaejoongieh, y a quien pueda amar como ella a usted, porque las pocas veces que les he visto juntos, se nota que están muy enamorados.
Por favor, sigua cuidándola tanto como hasta ahora, protegiéndola de hombres como Shin Ko, y dígale a ella que le cuide también, para que nadie le aparte de su lado; sigan amándose como hasta ahora, porque son ustedes los que me hacen creer que el amor realmente existe.
Se despide atentamente
Hyo Sakura”

- Vaya… parece que se ha creído que somos matrimonio realmente. –sonrió amargamente Yunho, porque, de pronto, aquellas palabras dolían como frio filo insertándose en el corazón y desgarrándolo.
- Sí… eso parece. –dijo Jaejoong de espaldas a Yunho, ocultándole así la tristeza reflejada en su rostro y aquellas lágrimas próximas a salir sin control alguno.
- Voy a guardar la carta… -dijo levantándose y dirigiéndose a la puerta- Avísame cuando esté listo el desayuno. –añadió, saliendo de la cocina.
- Como guste. –respondió, al tiempo que sentía la primera lágrima recorrer su mejilla.

Cerró las puertas corredizas de la biblioteca, y apenas se había arrodillado a la mesa y dejado la carta sobre ésta, una lágrima cayó, amenazando con correr la tinta, emborronando alguna letra; había intentado ser fuerte, pero aquel dolor lo era mucho más que él, más de lo que podía soportar…. Sí, se había enamorado de Jaejoong, lo amaba más que a nadie en este mundo, y dolía pensar, casi poder asegurar con toda certeza que él jamás sentiría lo mismo, por todo lo que había vivido en el pasado y que le habrían hecho, seguramente, que odiase cualquier tipo de contacto con alguien de su mismo sexo; que si se abrazaban o se besaban, Jae sólo lo hacía para poder quedarse en la casa, porque en cierto modo era una de las condiciones que él mismo le había puesto para poder hacerlo; y lo único que ahora le salía era llorar, llorar con toda su alma, sintiendo de apoco a su corazón quebrarse, mientras que con sus manos se tapaba el rostro, para que las lágrimas no borrasen las palabras de los papeles que tenía sobre la mesa y amortiguar el sonido de su llanto.

“Se ha creído”, esas palabras resonaban en su mente, clavándose como dardos en su corazón… porque, si bien era cierto que todo había empezado como una especie de farsa, ya que él se hacía pasar por mujer y, en cierto modo, se complicó cuando Yunho dijo que era su esposa, la verdad era que en algún momento, él había dejado de fingir… sus besos ya no eran forzados, si no deseados, al igual que sus abrazos, sus miradas… hasta el más mínimo roce conseguía acelerarle el corazón, y cualquier muestra de interés por otra persona que no fuera él, simplemente, le dolía. No podía dejar de llorar, pensando que, tal vez, para Yunho todo era una burda actuación que había conseguido los resultados esperados, pues nadie pensaba que ambos eran hombres; excepto Gen, que sabía su secreto, para el resto eran un matrimonio que se adoraban; y en cada lágrima, sentía marcharse sus ilusiones y a su corazón romperse, porque, todo y que no dejaban de ser simples palabras, que igual Yunho había pronunciado sin pensar, dolían bien dentro de su pecho.

Llegaba tarde, pero es que no quiso salir de casa hasta asegurarse que su madre ya no tenía calentura y se encontraba mucho mejor que el día anterior; ya le contaría a su señor. Jung Yunho, la razón de su retraso y le pediría disculpas a Jaejoong por haberlo cargado con toda la faena de la casa hasta ese momento, aunque ya sabía que él lo había hecho solo otras veces antes, pero la residencia era demasiado grande y había muchas cosas por hacer; además que a esa hora, seguramente, el señor de la casa ya estaría despierto y con hambre, esperando a que le preparasen el desayuno. Se detuvo frente a la puerta, se colocó el hanbok mejor, para que no se notase que había ido prácticamente corriendo, desde la casa del doctor hasta allí, pues ahí era donde Jeon Bo la dejó, ya que la mujer iba a comentarle al médico que Lee Ann se encontraba mejor, pero que si podía se acercase al Muñecas, porque había chicas algo resfriadas y de paso hacerles una revisión al resto; se adecentó el cabello, respiró hondamente por recuperar el aliento y llamó a la puerta.

La campana de la entrada sonaba, pero él no se movió del sitio, aunque fuera quien más cerca estaba para poder ir a abrir; las lágrimas lo habían agotado, y ahora sólo le apetecía estar sentado contra una de las estanterías llenas de documentos, con las piernas estiradas, casi tocando la mesa, los brazos extendidos a lo largo de su cuerpo, cayendo como derrotados, con las palmas de las manos hacia arriba y los dedos ligeramente flexionados, y la mirada perdida en algún punto del techo, mientras su respiración se interrumpía, cada cuanto, por un suspiro pesado, que no aliviaba el dolor que aún sentía. La campana volvió a sonar; de sus labios escapó un suspiro, casi un bufido, de resignación, y comenzó a moverse desganado, de aquella “cómoda” postura, para ir a abrir la puerta.

Habían llamado una vez, y como se imaginaba quién era, comenzó a secarse las lágrimas y a adecentarse para que no pareciese que había llorado y preocuparla; entonces, llamaron por segunda vez, y él encaminó rápidamente sus pasos hacia la puerta, para abrirle. Yunho, seguramente, estaría trabajando o escribiendo una carta, en respuesta a la de Sakura, así que no le extrañaba que no hubiera ido a abrir, aparte de porque fuese parte de su trabajo como “ama de casa”, ya que aquello que estuviese haciendo por tanto tiempo en la biblioteca, era, sin duda alguna, mucho más importante que ir a ver quien llamaba; sobre todo cuando imaginaban quien era, y ya que a Shin Ko lo vieron en la mañana, pues no es que quedasen muchas más opciones.
Al abrir la puerta, le dedicó a Gen la mejor de sus sonrisas y le preguntó por su madre, mientras se dirigían a la cocina, donde la chica se extrañó al encontrarlo aún preparando el desayuno y no comiéndolo, como imaginaba que estarían; él se limitó a decir que como hoy el dueño no tenía que ir a ningún lado, y menos tan temprano, pues se habían levantado algo más tarde de lo que acostumbraban y que, por eso, recién empezaba a prepararlo todo; y una vez terminaron, Jaejoong le pidió a Gen que llamase a Yunho, que estaba en la biblioteca, para que fuera a desayunar con ellos.

Los había escuchado saludarse, ir a la cocina hablando entre ellos, dedicándose algunas risas… pero prefirió permanecer allí dentro, recargado sobre las puertas correderas, lanzando pesados suspiros al invisible aire. Ya resultaba bastante doloroso así, no quería ver las sonrisas de Jaejoong, sabiendo que eran para Sun Gen y no para él… aunque le costase la vida, aunque su alma se resintiera y su corazón jamás pudiera amar nuevamente, iba a intentar alejarse de Jae, le daría su espacio, ya no buscaría excusas tontas para tenerlo cerca, porque no quería ser como aquellos hombres que le habían arrebatado la inocencia y la alegría de la mirada a Jaejoong, porque no quería sentir lo mismo que esa mañana. Sus ojos amenazaban con derramar nuevas lágrimas, cuando sus recuerdos pararon en aquel último beso que él le había robado, aquel último abrazo que le dio, pegándolo a su cuerpo, cortándole cualquier posibilidad de huir de él… y finalmente, volvió a romper en llanto… no quería ser como ellos y, sin embargo, sentía que estaba haciendo lo mismo, forzándolo a seguir en la casa, a su lado.

Gen estaba extrañada, no era normal que a la hora del desayuno hubiera tanto silencio en esa casa; casi siempre Yunho iba con prisas, preguntándole a Jaejoong si sabía dónde había metido tal o cual papel que le hacía falta, o que le ayudase a pasar a limpio unos documentos, y en estas ocasiones se oía renegar a Jae sobre su letra y a él rebatirle sobre que para un hombre no es tan importante la caligrafía; pero hoy no había palabras, ni risas…. Cuando terminaron, le preguntó a su amigo que si había pasado algo, porque notaba al joven Jung algo raro, más callado que lo que normalmente estaba, pero éste se limitó a decirle que, dado que la familia Hyo se marchaba hoy a Japón, Yunho había tenido más trabajo que de costumbre, y que por ese motivo, se le veía tan cansado; y era cierto que había estado forzando una sonrisa para ella, mientras le había comentado como se encontraba su madre, pero se le veía tan desmejorado… más que cansancio, parecía lo que le había pasado a su madre muchos años atrás…. Sin embargo, y hasta cierto punto, Jae parecía el mismo de siempre, aunque de cuando en cuando, lo veía con la mirada perdida o lo escuchaba suspirar pesadamente, pero en cuanto la miraba, después de sorprenderse por ser observado, le dedicaba una sonrisa y seguía con lo que estuviera haciendo como si tal cosa. Estaba claro, si algo iba mal en esa casa, Jaejoong no quería decírselo, pero, era obvio también, que quería seguir permaneciendo allí, a pesar de lo que fuera.
Sobre media mañana, salieron a comprar al mercado lo que necesitarían para hacer la comida, hasta que Sun Gen recordó algo.

- Jaejoongieh, ¿te importaría si me voy un momento?, voy a ver si Jeon Bo aún sigue en la casa del doctor, sé que le haría ilusión volver a verte y hablar contigo, no creo que tarde mucho. –le comentó, recordando que había mucha gente esperando a ser atendida por el médico y que seguramente la mujer aún no hubiera regresado a casa.
- Claro… acércate, yo mientras seguiré comprando. –le sonrió.
- ¿Seguro?
- Sí… venga… ve… cuanto más tardes, más seguro será que ella no esté.
- Vale, enseguida vuelvo. –se despidió, mientras se dirigía rápidamente a la casa del médico, donde la había dejado.
- Hasta luego. –le dijo, girándose después para pagar al tendero del puesto en el que estaban comprando.
- Buenos días Jaejoongieh. –escuchó decir a su espalda en otro de los tenderetes donde se había parado, tras andar un rato- ¿Preparada para volver? –preguntó el señor Kang, tomándole de la muñeca.
- Suélteme. –respondió Jaejoong enérgicamente, mientras se libraba del agarre de éste- Ya se lo dije… yo ya no le pertenezco… no pienso marcharme de aquí… y menos con usted.
- Mira, no tengo tiempo ni ganas para tus tonterías. –se quejó, agarrando nuevamente la muñeca de Jae.
- He dicho que me suelte. –ordenó, intentando zafarse del nuevo y más fuerte agarre del señor Kang.

Se había cansado de estar en la biblioteca; necesitaba aire fresco, así que decidió ir a dar una vuelta por las calles del pueblo; quizás el ver otras caras, le ayudaría a animarse un poco. La decisión que había tomado era bastante dolorosa, no volver a tocar a Jaejoong le costaría mucho, pero consideraba que era el precio justo a pagar si no quería que él se fuera y no volver a verlo, y empezaría desde ya mismo, o eso tenía pensado hasta que vio a un viejo intentando llevarse a Jaejoong a la fuerza, y eso no iba a permitirlo.

- Quítele sus manos de encima. –ordenó, una vez estuvo cerca de ellos, agarrando fuertemente de la muñeca a aquel viejo, obligándole a soltar la de Jae.
- No te metas… -dijo, mientras se sobaba la zona dolorida por el fuerte agarre al que había sido sometido- Esto no tiene nada que ver contigo. –intentando volver a tomar a Jaejoong por el brazo.
- Le he dicho que le quite las pezuñas de encima a mi Jaejoongieh. –ordenó más severamente Yunho, dando un paso adelante, interponiéndose entre Jae y aquel hombre que pretendía arrebatárselo.
- ¿Tu? –preguntó sorprendido, no podía ser lo que estaba pensando, y si lo era… ¿quiénes se habían presentado a los combates para que ese crio resultase ser el ganador?- Mira… no tengo tiempo para jugar contigo, ella se viene y…
- No pienso volver a repetirle que quite sus sucias pezuñas de encima de mi Jaejoongieh. –dijo amenazándole con una espada, que había tomado “prestada” del puesto que tenía el herrero del pueblo, impidiéndole acabar la frase que estaba diciendo, y menos aún, que tocase nuevamente a Jae.
- Tranquilo… tranquilo… -decía moviendo las manos, pidiéndole que se calmase, y él recuperaba un poco el equilibrio y la verticalidad, para poder mirar a los ojos de aquel joven, al que no le temblaba el pulso a la hora de amenazarlo- Esto… seguramente ha habido un error… ella… ella aún trabaja para mí y tiene una deuda pendiente que saldar…
- ¿En serio? –preguntó sin apartar la punta de aquella espada que estaba empuñando de la garganta del señor Kang- Que curioso… por lo que yo recuerdo, gané a Jaejoongieh de forma justa, así que ahora me pertenece a mí. –recalcando el final, para que le quedase bien claro que ahora él era el único que podía mandar sobre quien era su objeto de disputa.
- Eh… sí… pero… es que mi mujer no… no la tenía que haber entregado como premio –dijo, inventándose claramente, sobre la marcha, aquella explicación.
- Entonces, con quien tiene que arreglar las cosas es con su esposa, no con Jaejoongieh.
- Sí… bueno… ya sé… le daré el dinero de la suscripción al combate.
- No lo quiero… prefiero que se quede conmigo. –Jaejoong lo miró sorprendido y ligeramente sonrojado; mientras él seguía manteniendo la espada bien empuñada, contra la garganta del señor Kang.
- Está bien, ponga el precio entonces. –dijo, seguro de que todos buscan dinero.
- Ninguno… no está en venta, yo gané a Jaejoongieh y conmigo se queda. –sentenció, apretando un poco la punta de la espada contra la piel del cuello de Chul Yong, que empezó a sangrar un poco, tras que él tragase grueso al notar la determinación que, aquel que había considerado un simple crio, tenía de matarle.
- ¡No! –gritó Jaejoong, sujetando la muñeca del brazo con el que Yunho sostenía la espada- Por favor, no lo haga. –pidió, mirándolo suplicante.
- ¿Por qué? –preguntó confundido, pues todas las reacciones que Jae había tenido delante de aquel hombre, añadido a lo que éste había dicho, le indicaban que era uno de los que habían abusado de él y por quien no debería sentir lástima, ni compasión… nada que no fuese odio, asco o repulsión.
- Porque es el padre de Sun Gen.
- ¿Qué? –exclamó incrédulo, no podía ser que alguien tan tierna, fuera hija de semejante bestia.
- Ya esto… Jaejoongieh, señor Jung, ¿qué…? ¡padre…! -miraba horrorizada la escena, su señor empuñando una espada contra la garganta de su padre, por la que ya se deslizaba un finísimo reguero de sangre.
- Sun Gen –la llamó, haciéndola salir de su estupor- Si le tienes aprecio, hazle un favor, mantenlo alejado de Jaejoongieh, porque la próxima vez que lo vea tocarle tan sólo un cabello, lo mataré. –dijo, retirando finalmente la espada del cuello del señor Kang, sacudiéndola en un movimiento seco, que hizo salpicar las pequeñas gotas de sangre que habían recorrido parte de su filo, y depositándola nuevamente sobre el estante de donde la cogiera.
- Sí, señor. –respondió obedientemente, bajando su rostro a modo de reverencia.
- Gracias. –dijo Chul Yong a Jae, mientras cubría con su mano la herida.
- No se equivoque, no lo hice por usted, sino por Sun Gen… Jeon Bo. –exclamó al darse cuenta de la presencia de la mujer.
- Estaré en casa. –dijo Yunho, encaminándose hacia allá; había oído a los dos hablar varias veces de esa mujer, y del hecho de que era como una segunda madre para ambos, así que supuso que querrían hablar y él no quería molestar; además de que Sun Gen ya estaba llevándose a su padre, primero a casa del doctor, y sabía que ella lo mantendría lejos, era una chica de palabra.
- Ya me encargo yo de tu padre Gen, tú y Jaejoongieh volved a casa del señor Jung. –dijo tomando al señor Kang por un brazo.
- ¿Está segura?
- Sí, tranquilas.
- Jaejoongieh… yo… me quedaría más tranquila si acompañara a mi padre al doctor.
- Lo entiendo.
- Luego nos vemos.

Cuando Jaejoong entró en la casa, Yunho estaba a punto de volverse a encerrar en la biblioteca, pero en cuanto sus miradas se cruzaron, ambos avanzaron el uno hacia el otro, hasta que quedaron parados los dos frente a frente.

- Gracias… por salvarme. –dijo Jaejoong, algo avergonzado.
- De nada… yo… lo siento, ahora todos saben que te gané, que eres un premio. –bajó la cabeza.
- No importa. –le sonrió.
- ¿Cómo que no importa?, no creo que a nadie le guste ser un trofeo.
- A mí no me importa, esta vez no me importa ser un trofeo, me… me gusta ser su trofeo. –confesó sonrojado.
- ¿Qué? –preguntó completamente descolocado- ¿Esta vez?, ¿que has sido entregado como premio antes?
- Bueno… ser el premio de alguien, suena mejor que ser el pago por una apuesta perdida, ¿no cree?
- ¿Te apostaron? ¿quién? –preguntó, incapaz de concebir que alguien pudiera ofrecer como pago a un ser tan hermoso como Jaejoong.
- Mi padre.

Jaejoong le explicó por encima, como había acabado en el Muñecas, después de que su padre perdiera una partida de cartas, a pesar de tener, supuestamente, una mano segura, contra el señor Kang; que al principio no estaba tan mal, porque trabajaba solo en la cocina, y “la suerte” de que sólo fueran dos hombres los que habían abusado de él, Kang Chul Yong y Song Hyu Neul.

Cuando Sun Gen llegó a la casa, Yunho la hizo pasar un momento a la biblioteca, quería hablar a solas con ella, sentía que debía pedirle disculpas por haber sido tan rudo con su padre y por la forma en la que le había hablado a ella; si bien, la respuesta que recibió le sorprendió un poco, pues Gen le dijo que no se preocupase, que entendía perfectamente que ante tanta gente mirando, él tuviera que hacer algo, que tuviese que defender a Jaejoong, “su esposa”, para que nadie murmurase ni dijera nada malo sobre él, que entendía que debía mantener el buen nombre de la familia, y volvió a reiterarle que tendría cuidado de que su padre no se acercase a Jae, pues ella tampoco quería que le volvieran a hacer daño, ya que aún tenía muy presente en su memoria todo lo que había sufrido su amigo por culpa de su padre y el general, y no quería que pasase nuevamente por aquello. Y cuando la llevó de regreso a su casa, también se disculpó con la señora Kang, ya que, si no lo hubiera detenido Jaejoong, la habría dejado viuda; la mujer se sorprendió un poco, pero pareció comprender los motivos que le llevaron a actuar de ese modo, o al menos los que ella pudiera pensar que él tenía, y le perdonó aquel arrebato que por poco la deja sin marido; mientras tanto, el señor Kang procuraba no mirarlo directamente, como si temiese un nuevo ataque.

Chul Yong se la había pasado todo el trayecto de vuelta a casa, renegando de su suerte, de lo violento y posesivo que había resultado ser el nuevo “dueño” de Jaejoongieh, y que si el general era digno de temor, no menos lo era éste; y ahora, para colmo, resultaba que no sólo conocía a su juguete y a su hija, sino que también a su esposa, quien lo estaba atendiendo con una sonrisa, como si lo conociera de algo más que haber cruzado las palabras necesarias para las inscripciones en los combates, donde éste se había llevado a Jaejoongieh; además, tenía la desfachatez de pedir disculpas por un supuesto arranque incontrolable, ya… el pulso a él no le había temblado, mientras que todo su cuerpo se había estremecido pensando que lo mataba…. Y tomó una determinación, tal vez él no era lo suficientemente ágil y diestro con la espada como para vencer a aquel joven, pero el general sí que sabría hacerle frente, ser un rival digno, y le podría ganar… sí, esa era una buena opción; sobre todo cuando cayó en la cuenta de algo, Hyu Neul no podría tenerlo en el cuartel, ya que Jaejoongieh no era soldado y las mujeres estaban prohibidas dentro de aquel recinto, así que él podría ofrecerse, “desinteresadamente”, a cuidar y proporcionarle un lugar donde poder encontrarse con su juguete y disfrutar de él siempre que quisiera. La única pega que tenía su plan, para ser realizado a la mañana siguiente, era que el general Song no se encontraba en el pueblo, y no se sabía cuando iba a regresar.

Aquella noche, la cama parecía más grande que nunca, y por ende, mucho más fría. Jaejoong no entendía por qué Yunho, contrariamente a lo que acostumbraba, se había quedado en el borde del futón, tumbado de lado, como queriendo ocupar el mínimo espacio posible, y quedando lejos de él; que temía que si se acercaba y lo abrazaba, lo rechazase y lo apartase de su lado para siempre, echándolo de la casa, y no quería irse; le gustaba estar al lado de Yunho, despertar y ver aquella carita dormida, esa sonrisa cuando las cosas resultaban como él quería, escuchar su risa, tocarle… todo aquello que había tenido a primera hora de aquella misma mañana, y que, por desgracia, no se había repetido a lo largo del día.

Estaba luchando con todas sus fuerzas contra sus propios impulsos, esos que le gritaban que se girase, que se tumbara como siempre y esperase a que el tiempo hiciera su trabajo, porque en medio de la noche, su cuerpo y el de Jaejoong se encontrarían bajo la manta, buscando entregarse mutuamente calor, y así podría rozarlo, robarle alguna caricia, abrazarlo…. Recordaba lo bien que se había sentido el tenerlo entre sus brazos, siendo ambos conscientes, lo suave de aquella ya no tan blanca piel, aunque todavía más que la suya, a causa de los entrenamientos al sol, el dulce de sus labios… pero debía ser fuerte, porque si no… sentía que perdería el control, que si volvía a sentirlo, aunque fuese un sólo instante, no le bastaría con ese leve roce o caricia, ni siquiera con un simple abrazo; si su piel sentía la de Jaejoong nuevamente, era bastante seguro que no pudiera parar, tal vez ni siquiera quisiera parar, hasta hacerlo suyo, hasta poseerlo, hasta que en el interior de su cuerpo se saciase aquel deseo que lo invadía, aquellas ganas, aquel fuego que lo abrasaba por dentro cada vez que le veía, en una explosión de placer, con su semilla diseminada en el interior o sobre el cuerpo de Jae.

Una ligera sensación de frío, despertó a Jaejoong, que se incorporó ligeramente, para tomar y cubrirse mejor con la gruesa manta que tenían, recordando lo que odiaba ahora mismo el hecho de compartir la cama con Yunho, sobre todo desde que éste no se le acercase, o más bien, lo que odiaba era lo grande del lecho, que le impedía rozarlo de forma in intencionada, aunque en verdad fuera con toda la intención del mundo; cuando al mirarlo, pues, durante el sueño, había cambiado de posición, y ahora dormía mirando hacia su lado, iluminado por la luz de la luna que entraba por la ventana, vio brillar en su mejilla, una lágrima; ¿estaba llorando en sueños?, y una punzada de dolor y malestar le atravesó el pecho, haciendo que se acercase más a Yunho y que quisiera, con sus dedos, matar el recorrido de aquella gota, mas, antes de que pudiera hacerlo, de los labios de su compañero de cama, salió su nombre. Aquello le sobresaltó, no sabía cómo tomárselo, y lo único que tenía más claro cada vez, eran las ganas de volver a besarlo y dormir entre sus brazos; de modo que secó aquella lágrima con un ligero roce de sus labios, temiendo que despertara, pero al no hacerlo, se acomodó a su lado, y quedó dormido mirándolo, con sus manos estrechando una de las de Yunho.

La pesadilla que había tenido, le hizo abrir los ojos de golpe, y se sorprendió de ver tan cerca el rostro de Jae, ¿en qué momento de la noche se habían aproximado tanto?, y antes de que fuera realmente consciente, ya se había incorporado ligeramente, y una de sus manos acariciaba delicadamente una de las mejillas de Jaejoong; pronto sus labios sintieron envidia de sus dedos, y quisieron sentir nuevamente el tacto de aquella rosada piel de sus semejantes, ansiándolo más a cada instante que sus alientos se iban mezclando, hasta que finalmente se fusionaron en una dulce, tibia y tímida caricia. En cuanto aquel beso terminó, Yunho se sintió culpable otra vez, pues estaba haciendo lo contrario a lo que se había prometido, y porque no sentía que estuviera bien aprovecharse de que Jaejoong estuviese dormido, para entregarle aquellas caricias y robarle aquellos besos que moría por darle, pero que no podía cuando éste estaba despierto, ya que temía ser rechazado; por lo que volvió a girarse de espaldas a él, ocupando la misma posición que cuando entrase en el futón, esforzándose por no volver a mirarlo y perder totalmente el control, y por no llorar otra vez.

Frío… otra vez aquella maldita sensación invadiendo su cuerpo, calándole hasta el corazón; frío era todo y lo único que sentía ahora cada vez que estaban juntos, ¿por qué ya no le tocaba? ¿por qué no volvía a despedirse de él con un beso? ¿por qué, aunque decía que volvería pronto, tardaba más de lo acostumbrado en regresar a casa? ¿por qué parecía no querer tenerlo cerca? Ya había perdido la cuenta de las veces que había roto a llorar, entre la marcha de Yunho y la llegada de Gen; las tantas otras en las que, con excusa de ir a limpiar cada uno una habitación por acabar antes, había escondido aquellas nuevas lágrimas a su amiga; ¿por qué lo hacía?, se sentía patético, llorando por algo que no acababa de comprender cómo era que había pasado; él debería resultarle indiferente, sobre todo teniendo en cuenta por todo lo que había pasado por culpa de los hombres, y aún así… lo amaba, se estaba enamorando de Yunho, y ese amor dolía.

Parte de su ser, quizás la razón, veía aquella citación entre sus manos, que le indicaba que debía presentarse en palacio para tomar posición de su cargo, como una válvula de escape a su dolor, ese que nacía de la tortura diaria que era tener a Jaejoong cerca y no poder poseerlo, que aquel amor sólo iba en un sentido; pero otra, su corazón, lo veía como una especie de prueba que, a pesar de lo terriblemente dolorosa que resultaría, no haría más que confirmarle lo mucho que él ya significaba, que se había transformado en su vida; por él sería capaz de matar, se lo pidiera o no, pues más de una vez se había descubierto, a sí mismo, jurándose hacer pagar a quien hubiera o hiciera daño a Jaejoong en cualquier forma. La cuestión era que, le gustase más o menos, tenía que ir, y, si bien se fiaba de su “mujercita” y de la capacidad de Sun Gen para retener a su padre, no lo hacía para nada del mujeriego de Shin Ko; así que había llamado a un amigo de la infancia, al que pidió que se encargara de vigilar que ningún indeseable se acercase a su “esposa” y menos ese, pero, teniendo en cuenta que este amigo trabajaba de cuando en cuando para la familia Hyo, le pidió que lo hiciera de forma sutil, sin que nadie se diera cuenta, pues no quería que Jaejoongieh le reprochara por su supuesta falta de confianza, y los dioses sabían perfectamente que, lo que menos quería él en ese momento, era que Jae tuviera un motivo más para odiarlo o, como mínimo, sentirse a disgusto a su lado, porque sí, lo reconocía, estaba siendo posesivo y egoísta, no iba a dejarlo marchar de su lado tan fácilmente; no podría tenerlo, si no quería que escapase de la casa u otra cosa y jamás volver a verlo, pero el tiempo que los astros hubieran dispuesto para que ellos estuvieran juntos, tenía pensado aprovecharlo y alargarlo todo lo posible.

Changmin debía trabajar duro, pues ahora era el encargado de cuidar de toda su familia, al menos de toda la que vivía en la casa donde se había criado, ya que el segundo marido de su madre y padre de su hermano menor, había muerto hacía unos años, cuando él tan apenas contaba con seis y el pequeño con cuatro, y aunque su madre se había encargado de sacarlos adelante trabajando en lo que podía, últimamente su salud se resentía de cuando en cuando, así que él, como cabeza de familia, al ser el mayor de los varones que allí vivían, decidió, a los diez años, que era hora de ponerse a sacar a la familia adelante, pero su juventud no le permitía ganar mucho, hasta ahora, que con diecisiete años, casi dieciocho, era considerado adulto, y su trabajo se veía mejor remunerado.

Él no era un hombre muy dado a ser orgulloso, pero sí que tenía el orgullo suficiente como para no aceptar limosnas de nadie, menos aún de aquellos que habían sido amigos suyos en la infancia, y que con una sonrisa en plan “estoy haciendo un acto de caridad” le daban dinero, diciéndole que esperaba tuviera suficiente, como haciéndole un favor, pero eso solía significar pan para hoy y hambre para mañana, vamos, que no le solucionaba gran cosa, y le tocaría volver a pedir…, aquello hería su amor propio, porque él sabía que se valía para sacar a su familia adelante y que no necesitaba mendigar ni las caridades de los niños ricos que buscaban limpiar su conciencia, o tener a quien mangonear con el chantaje de “como te di, me debes”. Sin embargo, había un amigo que había conseguido darle dinero, sin que él se lo tomase a mal… él le pedía algún favor y después de que Changmin lo realizaba, él le ofrecía el dinero, cuando Min se quejaba y se negaba a aceptarlo, él le decía “tómalo, por mi culpa, hoy no fuiste a trabajar a ningún sitio y no pudiste ganar dinero, así que acéptalo en compensación por haberte hecho perder el día, ¿de acuerdo?”, y tras ver aquella sincera sonrisa, ¿cómo negarse?.

Hoy era otro de esos días en los que su querido amigo le había pedido un favor, si bien, éste era algo extraño, vigilar a su mujer, cuidarla y protegerla mientras él estaba fuera por asuntos de trabajo; y, como siempre, él aceptó el encargo, aunque al principio le chocase, pero, teniendo en cuenta que la familia para la que solía trabajar como escolta, estaba en Japón, cualquier otro trabajo extra que le reportase algunos wons, era bien recibido.

El día había empezado genial, siendo bastante sarcástico… Yunho se había limitado a decirle que volvería en dos semanas o así, si todo iba bien; no le había dado muchas más explicaciones, y en la despedida, simplemente le dijo un adiós, que para su gusto sonó demasiado a para siempre, montado en su caballo, sin dedicarle una caricia, un abrazo, un beso… nada. Sabía que debía ir a Seúl por un asunto oficial, ya que fue él quien recogió la carta sellada que el mensajero debía entregar a Yunho, y, aunque al principio se mostró algo reticente a dársela, se la acabó entregando porque era su esposa, y él la había dejado sobre su mesa de trabajo, para que la viera en cuanto llegase, sin leerla, pues entendía que era algo confidencial, y tenía la esperanza de que le comentaría algo o que la leería delante de él, como cuando leyó la carta de la señorita Hyo; pero nada de eso había ocurrido, y su pecho volvía a doler, sobre todo, cuando pensaba en lo fría y larga que se le haría la noche sin él a su lado.

A su llegada a Seúl, fue directamente a casa de Won Hyuk Mo, el hermano mayor de su madre, y quien le había mandado la carta, pues trabajaba para el rey, para pasar allí la noche, hasta que debiera personarse ante los ministros al día siguiente. Para ser sincero consigo mismo, la verdad es que le daba algo de apuro, pues hacía varios años que no se habían visto, y quedarse a dormir en su casa todos los días que estuviera allí… le resultaba algo abusivo, si bien era cierto, que no podía permitirse otra cosa, ya que ahora eran dos personas más en la casa, Sun Gen y Jaejoong, a quienes debía alimentar, y no sólo a él, como hasta ahora.
Al llegar a la casa, el ama de llaves le hizo pasar, indicándole que su tío no se encontraba en ese momento, pero que regresaría en la noche, que si quería, podía tomar un baño y asearse tras su largo y cansado viaje; Yunho aceptó el ofrecimiento de aquella mujer, pues quería tener buena presencia delante de su ilustre tío, y la siguió, mientras intentaba memorizar la distribución de aquella casa para no perderse, si es que debía ir en algún momento solo.
A la hora de la cena, Hyuk Mo ya estaba presente; saludó a su sobrino y se sentaron a disfrutar de los platos preparados por el nuevo cocinero de origen chino que había contratado, mientras tanto, empezaron a conversar.

- Y bien… dime, ¿qué tal te van las cosas? –se interesó.
- No puedo quejarme.
- Creo tener entendido que te has casado. –dijo en cierto tono de reproche.
- Sí… pero no festejé el matrimonio… fue algo… íntimo. –“y tan íntimo…” pensaba, recordando que sólo estuvieron ellos dos, y que, en verdad, ni siquiera se habían casado.
- Ya veo… pero si necesitabas dinero, podías haber venido a mí, yo te hubiera preparado un matrimonio acorde a tu posición.
- Discúlpeme, no quería molestarle señor Won. –se disculpó Yunho por no haberle avisado- Supuse que estaría ocupado trabajando, por eso no le llamé.
- Disculpas aceptadas, y noo hace falta que seas tan formal, estamos en familia. –sonrió.
- Yo… -bajaba el rostro apenado.
- Sabes… -dijo después de respirar hondamente- Hasta cierto punto, me agrada la educación que mi cuñado te dio, es decir, eres cortés y educado… pero demasiado estricto… que él sólo te dejase llamarlo padre cuando había gente alrededor, o te obligase a tratar a todos con el título de señor… no implica que debas ser tan formal todo el tiempo… me gustaría que te parecieras un poco más a tu madre. –sonrió melancólicamente.
- Disculpe si lo molesté. –pues no lo hacía sólo por su estricta educación, sino también por el respeto que todos mostraban a personas de mayor edad, y aquel hombre sentado frente a él, ya peinaba canas.
- No te preocupes, como ya dije, estamos en familia. –sonrió amablemente.
Yunho inclinó la cabeza, en señal de reverencia y disculpa, pero seguiría tratándolo igual que hasta ahora, por varios motivos; uno de ellos, era la edad de su tío, unos cincuenta y tantos años, otro era la educación que había recibido, y otro, el hecho de que, pese a mostrarse tan amable con él, sabía que aquella no era la verdadera forma de ser de aquel hombre que, aunque realmente echase de menos a su hermana, a él no lo quería tanto como decía o quería hacer ver en ese instante, pero sabía perfectamente que esa era la forma en que todos se comportaban en la corte.
Al despertar, estuvo seguro que, si no hubiera sido por lo cansado que estaba del viaje, no hubiera dormido igual aquella noche; y aunque, cuando normalmente se levantaba, estaba acostumbrado a no ver a Jaejoong, quien solía estar preparándole el desayuno, aquel silencio que envolvía la habitación, le hacía sentir demasiado fuera de lugar. Lo mismo le pasó cuando fue a desayunar… cierto que no estaba en su casa, pero en otras en las que había estado, como la de los Hyo, se respiraba hogar, sin embargo, las paredes de aquella residencia no daban esa sensación, resultaban frías y muy poco acogedoras, quizás, el termino a emplear sería, sobrias… demasiado sobrias e impersonales, tal vez debido a que su tío apenas pasaba tiempo en la casa, y que era un hombre soltero sin ningún hijo conocido, fuese más legitimo o menos.

Cuando llegaron a la sala, frente a todos los ministros y el rey, aquella sensación de no pertenecer a ese lugar, aumentó aún más… todo era tan distinto… y, aunque en cierto modo había sido educado para eso, no podía evitar sentirse incómodo, pese a intentar mostrar, y lograrlo, una gran confianza en sí mismo. Tras su alegato inicial, en el que intentó convencer a todos los presentes de que él era la persona ideal para hacerse cargo del ministerio, no sólo por haber heredado el título de su difunto padre, abandonó la sala, dejando a los ministros y al monarca, deliberar sobre su futuro, él acataría la decisión que éstos tomasen, fuera la que fuera.

Hacía cosa de unos cuatro días ya que Yunho se había ido, sabía perfectamente que el viaje hasta la capital era largo, y que, seguramente, sólo hubiera pasado una noche en Seúl, a lo sumo dos; y él parecía estarse acostumbrando a no tenerlo cerca, pero sabía perfectamente que era porque sabía que iba a volver, porque volvería… ¿cierto?; intentaba pensar lo menos posible en esa segunda opción, y centrarse en los días que le quedaban para verlo nuevamente a su lado, aunque fuese un poco serio, o no haciéndole todo el caso que él quisiera recibir, pero el tenerlo cerca le bastaba, sobre todo, si no cambiaba de opinión y seguían, compartiendo la cama, donde, en ocasiones, sus dedos se habían dedicado a describir delicada y cuidadosamente el rostro y el cuello de Yunho, mientras su mirada se perdía en las expresiones de éste ante cada caricia, esperando que no se despertase y lo pillara, hasta que finalmente, él también caía rendido al sueño.

Los días, al contrario que las noches, se le pasaban más rápido, contaba con Gen, que lo distraía, contándole una y mil cosas de las muchas que ocurrían en el Muñecas desde que él no estaba; aunque lo cierto era, que la mayoría de las veces ni la escuchaba, ya que se la pasaba pensando en él, preguntándose qué estaría haciendo, con quién iría… y sintiendo celos de aquellas mujeres u hombres que le acompañaran, aún sin él saber quiénes eran o , tan siquiera, si existían.

- ¿Te has enamorado alguna vez? –preguntó repentinamente, cortando el monologo mañanero de Gen, haciéndole más patente que nunca, que no le había escuchado una mísera palabra más allá del buenos días con el que le saludó.
- ¿A qué viene esa pregunta?, ¿tanto te aburre lo que te cuento? –preguntó arcando una ceja, con cierto tono de ofendida por haber sido ignorada en su intento de hacerle sonreír contándole batallitas.
- A nada, déjalo… lo siento… -respondió bajando la cabeza, preocupando un poco a su amiga, que había visto la tristeza dibujarse en aquel rostro.
- ¿Enamorarme?... deja que piense… -empezó a hacerse la interesante, logrando y alegrándose por captar la atención de Jaejoong- Bueno… sí que hay alguien que me ha llamado la atención, pero no sé ni cómo se llama ni nada, sólo lo he visto de cuando en cuando por el mercado… -y continuó contándole sobre lo maravilloso que el chico en cuestión parecía ser, pero a él pronto se le fue el interés, claro que Gen, en su mundo de fantasía, recordando que si los ojos, que si la boca… ni cuenta se dio de que no le prestaba la más mínima atención.
- Ajá… -decía de cuando en cuando, para que pareciera que mostraba cierto interés, y no ofender más a su amiga, ni hacerla sentir mal.
- Y parece tan varonil y maduro… además que lo he visto ayudar a una de las mujeres del mercado, es tan considerado… lo único malo que le encuentro, por encontrarle algo, es que no sé donde está todos los días, pero quitando eso… -seguía diciendo, hasta que llamaron a la puerta.
- Voy a abrir, ahora me sigues contando. –dijo dirigiéndose a la puerta.
- Bue… -y ahí se quedó el saludo, pues le cerraron la puerta en las narices.
- ¿Quién era? –preguntó Gen algo confundida, por lo rápido que se había escuchado la puerta cerrarse y el hecho de no ver a nadie acceder a la casa tras Jaejoong.
- El imbécil de Shin Ko. –respondió secamente.
- Y… ¿qué quería?
- No sé, le he cerrado la puerta en las narices. –se limitaba a contestar, mientras había retomado la faena en la que estaba inmerso antes, sacar los guisantes de sus vainas, para la comida.
- Pero Jaejoongieh… ¿qué tal si tenía algo que decirle al señor Jung?
- De más sabe él que no está. No ha parado de atosigarme en estos días… como sus señores aún no han vuelto, parece que tiene mucho tiempo libre… -dijo con cierto retintín.
- Ah… ¿quieres que me quede contigo? –se ofreció.
- No, gracias, pero no hace falta; puedo controlarlo. –sonrió- No te preocupes.
- ¿Estás seguro?
- Sí. Por cierto… ¿que no era hoy cuando tenías la cita con el médico?
- Ay va… se me había ido de la cabeza… -comentó toda nerviosa, realmente se le había pasado y ya llegaba tarde- Esto…
- Tranquila, no me importa terminar a mí solo.
- Gracias Jaejoong. –le sonrió, para seguidamente salir corriendo de la casa.

“Cuando piensas en la persona que amas, sueles perder la noción del tiempo y del mundo que te rodea…”, esas palabras solía decirlas Jeon Bo tras acabar de contarles alguna de las muchas historias que conocía, y no le faltaba razón, Gen e incluso él mismo, eran claro ejemplo de ello.
Recogió todo lo que habían ensuciado en la cocina y se fue a dar una vuelta por el mercado, necesitaba que le diera el aire para no volverse loco, perdiéndose en los recuerdos que le asaltaban entre las paredes de la casa, aquellos recuerdos en los que Yunho era el protagonista, aunque las caricias y besos tuvieran lugar siempre fuera de allí, pero era donde más veces estaba con él.

- No creas que voy a perdonarte tan fácil lo que me hiciste esta mañana. –dijo una voz a su espalda, a la vez que le tomaban del brazo.
- Suéltame Shin Ko. –dijo sin tan siquiera voltear, no le hacía falta verlo para saber quién era.
- ¿Y si no quiero soltarte? –le tuteaba con descaro, como pretendiendo seducirle.
- ¿Cuántas veces he de repetirte que no quiero nada contigo? –le encaró desafiante, queriendo atravesarle con la mirada.
- Me encanta que te hagas de rogar. –sonrió lascivamente, y un ligero escalofrío recorrió el cuerpo de Jaejoong, porque aquello se parecía demasiado a lo que había escuchado varias veces en el Muñecas, y no presagiaba nada bueno.
- Suéltela. –ordenó una voz tras Shin Ko, donde apareció un joven con una capucha cubriendo gran parte de su rostro.
- No se meta.
- No me obligue a enseñarle que cuando una mujer dice no, significa no. –dijo con voz profunda y amenazante, tomándole fuertemente de la muñeca de la mano con la que sujetaba a Jaejoong.
- E… está bien. –dijo soltándole finalmente, y marchándose de allí.
- Gracias. –hizo Jae una reverencia.
- No hay de qué, sólo… me pregunto si estará bien si la dejo seguir comprando sola. –dijo aquel extraño, tomando la cesta de la compra- Permítame ayudarla, me gustaría asegurarme que llega sana y salva a su casa.
- Está bien. –resopló, al menos aquel chico le parecía mucho mejor compañía que Shin Ko, y si le había salvado… no sería tan malo, ¿no?

El misterioso joven se mostró muy educado y amable, cargó con toda la compra, y eso que él, para asegurarse que no quería nada más que, realmente, interesarse porque llegase a casa bien, había ido cargándolo sin demasiada consideración; de modo que cuando llegaron a casa, le ofreció entrar y tomar algo de té, y así, finalmente vio el rostro de aquella persona que lo había salvado, un chico de su edad, con los rasgos casi tan definidos como los de Yunho, igual de varonil, con una sonrisa igual de sincera cuando recibió la taza….
Mientras tomaban el té, el chico se presentó, para no resultar descortés ante la invitación de Jaejoong, “mi nombre es Kim Changmin, pero pude decirme sólo Changmin, si gusta…”, le comentó que de cuando en cuando, ayudaba a su madre en el puesto de comida que ésta tenía en el mercado, y que si le parecía bien, siempre que él estuviera allí, pues le podía llevar la compra. Jaejoong no podía sonreírle tiernamente, es que le hacía tanta gracia la forma en la que estaba mirando de reojo los pastelillos que él había hecho de arroz… que finalmente envolvió unos cuantos en un pañuelo y se los dio, recibiendo un sincero gracias y una enorme sonrisa, antes de que, al despedirse de él en la puerta, viera como desenvolvía el paquete y comenzaba a comer uno de los pasteles con bastante ansia; de modo que se prometió que la próxima vez, le invitaría a comer con él, ya que Gen sólo se quedaba mediodía, por no viajar de vuelta sola tan tarde.

No podía ser cierto… ¿qué jamás se daba por vencido aquel hombre? Lo había visto salir de la casa y lo había estado siguiendo, vio como se colaba en las tierras de su amigo, y como estaba esperando a que saliera su mujer; no había fallado ni un solo día, desde que Yunho se fuera, siempre se acercaba a Jaejoongieh e intentaba, como mínimo, tocarla, pero resultaba bastante visible que quería mucho más. Lo malo, es que hoy no había podido disfrazarse o cubrirse, como el día anterior lo hiciera en el mercado, para que Shin Ko no le reconociera; así que vigilaba todos sus movimientos subido en las ramas de un árbol, esperando no ser descubierto y que nada ocurriera, pero, obviamente, ocurrió… nada más salir Jaejoong a dar una vuelta por despejarse, se le acercó rápidamente.

- Buenos días Jaejoongieh…
- Fuera de las tierras de mi esposo.
- Vamos… no seas así… sé de donde vienes, y las chicas como tú no podéis estar tanto tiempo sin sexo. –rió con suficiencia, al tiempo que se iba acercando.
- Te equivocas conmigo. –dijo encarándolo finalmente, odiaba que le recordasen su procedencia, sobre todo porque le dolían los recuerdos- Fuera. –ordenó.
- Vamos, no te hagas la estrecha. –dijo tomándole del brazo, hasta que Jae se soltó y le dio una sonora bofetada.
- Aquello es pasado, ahora mi vida es otra. –dándole la espalda nuevamente.
- Las mujeres como tú nunca cambian. –dijo abrazándole con fuerza.
- Yo jamás quise esa vida, así que sí cambié. – soltándose y encarándole- Te lo dije una vez, y vuelvo a decírtelo, ahora sólo le pertenezco a mi esposo. –y como Shin Ko seguía intentando tocarle, le propició un rodillazo en la entrepierna, que lo dejó arrodillado en el suelo, quejándose de dolor; mientras él se giraba y comenzaba a caminar de vuelta a la casa- Sal de nuestras tierras.
- M… me las pagarás. –dijo levantándose y corriendo hacia Jae, con intenciones de golpearle y “tomarla” a la fuerza, pues le estaba hiriendo su orgullo; atacándole por la espalda, pero él lo lanzó por encima de su hombro, haciéndole caer de espaldas al suelo, con un gran golpe.
- Que él no esté, no significa que no sepa defenderme. –dijo mirándole desde arriba, al tiempo que retorcía el brazo que aún tenía apresado y colocaba su pie sobre la entrepierna de Shin Ko, comenzando a pisarla mientras añadía- Vuelvo a repetirte que ahora, la única persona que puede tocarme, es Jung Yunho, sólo él… ahora… -dijo soltándole y marchándose de vuelta a casa- vete de mis tierras.

Changmin no salía de su asombro, Jaejoong había dejado a Shin Ko hecho polvo, tirado en el suelo, todo dolorido, quejándose…. La verdad, es que el primer rodillazo le había dolido hasta a él, pero lo que había ocurrido a continuación… aquello sí que debía doler y mucho; y estaba deseando el regreso de Yunho, para comentarle que su mujercita no necesitaba protección, porque sabía defenderse por ella misma bastante bien.

24 Comentarios:

  1. yeah! por fin mi JaeJoong se defiende komo tiene ke ser! fighting! xD
    pero son desesperantes... porke no aklaran las kosas de una vez?? me ponen de los nervios, kada uno kayandose lo ke piensa y pensando kosas absurdas del otro...aaag xD
    espero konti pronto! ^^

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  2. ohhh vamos como no se dan cuenta jae y yunho que se aman!!!, oh vamos yunho si no le demuestras tu amor a jae puede que la pierdas!! (creo q me frustro demasiado, jajaja)
    gracias por el fic, me encanta
    continua please

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  3. waaa vamos yunho arregla las cosas con jae!! yta quiero lemon xDD me encantoo la contiii espero q la subas pronto jeje no por nada estoy aqui a la 1:30 am jejejeje yo tragando fics xDD grax!!

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  4. Anónimo8/16/2010

    Hace musho que me moria por leer este fic. Esta genial. Vaya nunca pense que changmin apareceria en este fic, eso me gusto musho!!!.
    yo quiero que se arreglen las cosas entre Jae y yunho pa que haya sex... mas amor entre ellos, jijijiji.

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  5. lectora8/16/2010

    me sumo a sus comentarios, agonizaba en la espera de este grandioso fics (como otro tambien) lo último me mato de risa, voy a necesitaar que alguien me reviva :P, HASTA LA PROX ENTREGA

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  6. kya!!! Changmin aparecio!!!! ♥-♥
    por favor Yunho y Jaejoong tienen k darse cuenta que se aman!!!!
    me encanto como Changmin se sorprendio cuando JJ golpeo a Shin Ko :D

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  7. Preciosooooo, me encanto, espero que actualices pronto.
    Bien por Jae ese idiota se lo merecia y ya apareció mi lindo Minne, pero cuando los otros dos TVXQ quiero verlos en esta historis
    porfis lol

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  8. minjae minjae minja minjae~ OMG ;A;!
    ya tenia tantaas ganas de esta conti T_T
    y para colmo ni recordaba el nombre del fic D<!!
    asadas
    conti please~~!!!

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  9. Anónimo8/21/2010

    oh oh.. va a aver JaeMin x ahi o me parecee?? O.o
    porfa az la conti lo maz rapidito qe puedaz.. amo tu fic <3 *desesperada*

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  10. Anónimo8/29/2010

    WAAAAAAAAAAAAA COONTI CONTII LO MAS RAPIDO POSIBLEE PORFAAAAAAAAA!!
    ESTA MUY BUENAA
    ESCRIBES MUY BIEN ^^
    PERO..ME COSTO LEER LO MALO Q LE PASABA A JJ u.u
    pero se sta poniendo buena

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  11. ALTAIR9/01/2010

    AAAAAHHH YA KIERO LEER EL QUINTO XDD
    Q BONITA TA LA HISTORIAAAA YUNJA YUNJAE !!!
    XDDDD

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  12. Anónimo9/06/2010

    Cuando le sigues chica que deberías ser escritora profecional!!!! xD

    No podés, simplemente no podés escribir tan lindo!!
    Una historia tan llena de tantas y variadas emociones y todo!!!

    Sos lo mas!! Sabelo!! jajaja! xD

    Te lo suplico!! Onegai shimasu!!! No nos dejes esperando mucho para saber como sigue esta historia que me saca el sueño!!!
    Me leí todo en 2 días (si no fuera por ciertas personas hubiera sido 1 solo).

    Domo Arigatou!! ♥
    Espero pronto el siguiente capítulo!! n_n

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  13. Waaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah
    kinto kinto lo esperooooo
    ta muy buenaaaaaaaaaaaaaaaa!!
    waaaaaaaaaaaaaa es la mejor q he leido..cierto deberias ser escritora ^o^
    spero q hagas muchas historias mas ^u^
    con yunjaeeee!! *u*

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  14. Anónimo9/24/2010

    onegai shimasu nee-chan atualiza pronto me encanta tu historia,eso sino me gusta (lo q le paso a jaejoong) bueno por fin aparecio changmin, apareceran los otros chicos?

    kyaaaa no puedo esperar

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  15. Anónimo10/03/2010

    kyaaaaa kiero conthiii!
    por lo qke mas kierass T-T
    CONTINUALOOOOOOOOOOO!!

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  16. Anónimo10/05/2010

    gran fic no pude comentar los otros por que no podia parar de leer eres genial una gran escritora esperare con paciencia por el proximo pero PORFA... PRONTO...PRONTO .... katyna

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  17. Anónimo10/09/2010

    waaa!!!!
    quinto ya porfaaaaaaaaaa!!!!!!

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  18. nooooooooo porqqqqqqqq todavIa no estaaaaaaaaaaaa
    TT____TT

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  19. Anónimo10/26/2010

    KONTINUALA PS PERO DE UNA VESSS PLEASE SK STA REALMENT CHEVERE ESTE FIC PLEASEEEEEEEEE.....

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  20. Me encanta este fic ya quiero la continuacion...
    de verdad está chevere

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  21. CONTIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII PLIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIS

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  22. Muchacha! Casi me infarto mil veces leyendo este capi! Sí que estuvo bueno!
    Bastantes emociones! mucha adrenalina! morí! simplemente morí y resicite para saber que más pasaba!
    Lo ame! este capi fue súper!

    Sin embargo mi mente es malvada, y algo me dice que estos tortolos sólo se confesaran su amor cuando el general haga acto de presencia, y ahí sí que va a doler! No quiero que lastimen a Yunho! T_T

    En fin, seguire leyendo *--* espero sobrevivir al capi 5 xDDD Besos n_n

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  23. kya, me agrada k apareciera min, espero no haya jaemin no esk lo odie pero amo tanto el yunjae k no me gusta k se interponga nadie uumm...
    Ademas haria bonita pareja con Gen, Regresa Yunho!!

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  24. Waaaaa¡¡¡ Creí que los chicos no serían parte del relato, pero llegó Changmin y esto se pondra bueno, más de lo que se está poniendo¡¡¡ creí que el amigo de la infancia era Mi Yoochun y la verdad pensé "Ay Yunho, obvio Mi Chunnie te va a cuudar a Jae, pero este no se va a salvar de que lo lie a ratitos con coqueteos nomas por ver que reqcción tiene Jae y para divertirse un poquito... es un tremendo" ay Gooo siento que ha pasado un mes y siendo sincera no me gusta que ambos estén alejados😢😢😢

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