Junho jamás imaginó que vería de una persona tan dulce como su hermano, una expresión que denotara tal grado de disgusto. Estaba realmente enfadado. Podía verlo en cada una de sus facciones, en el aliento entrecortado que poco a poco parecía regresar a su pecho. Y aquello le persuadió. Se maldijo por haber tomado la decisión equivocada. Justo cuando hacía un instante había jurado no volver a actuar egoístamente, se dignaba en compartir con él semejante secreto, persiguiendo, por si fuera poco, que Junsu llegara a comprenderle. Tal vez habría sido mejor para él de la otra manera, ser distantes por siempre, mientras aquel engañoso muro de frialdad ocultase el verdadero afecto que sentía por su hermano, más allá de lo considerado políticamente correcto.
Pero el hecho de obligar a Junsu a creer que ya no le importaba, le estremeció de sobremanera. Le pareció todavía más inaguantable.
—Lo siento, Junsu —susurró apenas sin fuerzas, mientras veía aproximarse a toda velocidad la figura de su hermano—. Siento que tengas que enterarte de esto, pero no me arrepiento. Iba a volverme loco...
Pero Junsu no escuchó. Mientras se avecinaba con un aire amenazante, no pudo más que atravesarle las pupilas en total desaprobación a lo que había hecho. Cuando menos lo esperó, ya estaba a su lado. El repentino golpe que le propinó en el pecho le hizo retroceder y cerrar fuertemente la puerta que había quedado meramente encajada. Pero no se detuvo. Frunció el ceño aún con más fuerza y le agarró bruscamente de las solapas de su camisa hasta arrastrarle y empotrarle violentamente contra la pared del pasillo. Allí lo inmovilizó aprisionándole con su propio cuerpo e incrustándole el codo bajo el cuello, aunque, Junho no hubiese tenido ni la más mínima intención de salir huyendo.
—¡¿Por qué lo has hecho?! —le gruñó a tal distancia, que podía saborear su aliento—. ¡¿Es que eres idiota?!
—Tenías que saberlo. Tampoco yo he buscado sentir lo que siento.
—¡Cállate, maldición! No quiero escucharlo otra vez...
La fuerza con la que oprimió el cuello de su hermano disminuyó después de haberle embestido un par de veces. Seguidamente, no pudo aguantarlo por más tiempo y un fino hilillo rodó por sus mejillas hasta caer y perderse en el pecho de su hermano. Aquello, le había dolido tanto al mayor como si una daga le hubiese ensartado el cuerpo.
—Eres tan imbécil, Junho...
—Golpéame más fuerte si crees que te quedarás satisfecho.
El pequeño correspondió a la provocación. Le empujó un par de veces y luego se apartó como si hubiese perdido las fuerzas súbitamente, apretando amargamente los labios y restregando la palma de su mano por las líneas de sus ojos. A Junho se le conmovió el alma. Quiso haberle insistido más en que maltratara su cuerpo, pero no le dio tiempo. Junsu se había rendido...
Se abalanzó con rapidez hacía él exigiendo un cálido abrazo, igual que un pequeño niño que busca refugio porque tiene miedo. Ahora Junho sintió la desesperación en torno a su pecho, la vehemencia con la que su hermano necesitaba sentirle cerca de nuevo. «Junsu...», susurró entre una mezcla de ternura y sorpresa, aunque pronto sus labios fueron silenciados por otros.
No entendía... Había sido tan precipitado que ni siquiera podía corresponder adecuadamente al beso. Pero no necesito apartarle, tampoco se sentía tan mal estando tan cerca del más pequeño. Sin embargo, fue éste quien rompió el contacto.
—¿Crees que no lo sabía, grandísimo idiota? ¿Piensas que no he sentido y pensado igual que tú todo este tiempo? —recriminó con dolor.
El más alto no pudo contestar. Escudriñó estupefacto la sinceridad de sus ojos, pero fue incapaz de hacer o decir nada, más que mover inconscientemente la cabeza de un lado a otro. Aquel gesto le hizo ganarse un nuevo golpe en el costado.
—¡¿Cómo has podido no darte cuenta?! —dijo entre asombrado y ofendido—. Pero, pensaba que era mejor así. Es absurdo empezar algo que forzosamente tiene que acabarse...
—Sé que es duro soportar que la gente te... —intervino, siendo interrumpido inmediatamente.
—¡Al diablo con la gente! ¡Estoy hablando de nosotros! —exclamó zafándose de las manos que trataban de calmarle—. ¿O es que piensas que no me duele pensar que tengo que separarme de ti? He intentado por todos los medios acostumbrarme a eso. Pensé que sería más fácil si creaba un conflicto entre nosotros, pero... me sentía débil teniendo que fingir solo todo el tiempo. ¡Y no es que tú me hayas ayudado a hacerlo!
Junho parpadeó un par de veces más para asegurarse de que estaba despierto. Comenzaba a sentir que se mareaba y que se reblandecía el suelo.
—Tú... ¿me quieres? —dijo con la mirada perdida.
—¿Has oído algo de lo que he estado diciendo? —enarcó una ceja. No es que a él le resultase particularmente fácil expresar sus sentimientos.
—Entonces, eso es... Eso es... Tan... Whoa... —fue lo único que atinó a decir mientras tartamudeaba.
—Bah, no tenía ni que haberme molestado...
El menor intentó apartarse, aunque antes de que pudiera avanzar un par de pasos, Junho había tirado suavemente de su brazo hasta apretarlo fuertemente contra él.
—Está bien. Lo siento. Estoy algo confuso... ¿Por qué no...? ¿Por qué no continuamos desde aquí?
Y antes siquiera de concederle oportunidad de réplica, sus labios volvieron a unirse y devorarse con menor timidez, a medida que terminaban de degustar el paladar del otro. Junho colocó ambas manos sobre sus caderas, y jaló de él como si dudara de si su hermano menor sabría exactamente lo que estaban haciendo. Llegaron al salón principal, y la ausencia de sus padres en casa había desatado un desorden considerable por doquier, aunque aquello les preocupó poco. Junsu estuvo a punto de caer en tres ocasiones y fue salvado de todas ellas hasta que el mayor decidió que el sofá, que tantos buenos momentos le había entregado, resultaba el mejor lugar para recostarle, aunque, ciertamente, cuando se separó un instante de él, Junsu reaccionó tan nerviosamente que no supo en qué labor centrarse.
—¿Estás asustado? —le susurró aún estando de pie.
—¿Te burlas de mí, Don Experto? —contestó con clara ironía. A Junho le habría gustado divertirse un poco más a su costa, pero no podía resistirse por mucho más tiempo. Y ni mucho menos, perderlo.
El sofá relinchó cuando la rodilla del más alto se hundió sobre él. Trató de acercarse al muchacho lentamente, apoyando un brazo en el lateral del mueble y tratando de ser lo más paciente posible, pero una mano rodó por su cintura exasperadamente, y no encontró objeción para contenerse por mucho más tiempo.
Junsu se encontró cómodo estando así. El cuerpo de su hermano, algo más voluminoso y alto que el suyo, le presionaba intensamente, y sus labios, que se deslizaban entre un lado y otro de su cuello, le hacían costosa la tarea de respirar, aunque no se quejó. Era algo más que comodidad lo que sentía estando allí abajo. Una calidez diferente al abrazo de antes. Una ternura distinta. Aquel pensamiento lo mantuvo distraído unos instantes, y cuando quiso darse cuenta, su hermano le había desprovisto de su camiseta, comenzando a desabrocharse los botones que ocultaban su propio pecho.
—Odio esas malditas camisas —murmuró colaborando en la tarea y abriendo la prenda hasta que un par de botones salieron volando.
—¿En serio? Ésta me la habías regalado tú...
El menor lo ignoró. Le atrajo hacía sí mismo y reclamó la posesión de su boca. Poco después, sintió las manos recorriendo su torso con tanta curiosidad y deseo como las suyas. Sólo hasta el momento en que sintió los largos dedos de su hermano enterrándose bajo su pantalón y acariciando aquello que con mayor violencia palpitaba bajo ellos, no perdió toda cordura.
Se tensó. Masculló un par de veces el nombre de su hermano, pero sólo consiguió que éste aumentara la presión y el ritmo del vaivén de sus movimientos. Junsu se contuvo, aunque por muy poco. La redundancia de sus quejidos se había intensificado casi sin darse cuenta, y ni mucho menos fue consciente de la excitación que con mayor acierto iba provocando aquello en el más alto. Aunque fue fácil averiguarlo. A pesar del calor inconcebible que estaba recibiendo de sus manos, Junsu no tardó en tirar de sus caderas, encontrando que él también se había encendido demasiado. Sentir aquel empuje sobre su propia erección le hizo estremecerse, y Junho, pareció entender perfectamente lo que quería.
Lamió su boca y succionó sus labios. Sin dejar de besarle, recorrió su rostro desde la sien, hasta perderse bajo su mandíbula, deslizándose bruscamente bajo su cuello y mordiendo suavemente su nuez, sus hombros... Le oyó gemir tan aceleradamente, que dudó si resistiría a lo que seguía más adelante. Aunque no se detuvo. Terminó de recorrerle el pecho, retorciendo ligeramente sus pezones y creando un camino húmedo hasta más abajo de su vientre.
Eran las manos de Junsu las que se enterraban bajo su lacio cabello, al tiempo que las suyas habían hecho desaparecer cualquier prenda que pudiera cubrirle. Aunque, sus labios encontraron poco que hacer allí, pues su lengua no llegó a recorrer demasiadas veces su miembro antes de que éste acabase corriéndose precipitadamente. Para entonces, el joven ya tenía los ojos en blanco y un color tan adorable en sus mejillas, que Junho no pudo resistirse y tuvo que incorporarse para besarlo.
—¿Quieres seguir?
—No habría dejado que me desvistieras si no hubiese una buena razón para hacerlo —susurró jadeando.
—¿Insinúas que sabes lo que planeo hacer? —el otro joven rió divertido, y Junho sintió que ya le había prevenido lo bastante—. Como quieras...
Junsu continuó besando el pecho de su hermano, mientras éste acariciaba hábilmente su abdomen en busca de cualquier rastro de fluido que pudiera haber dejado allí instantes antes. Rodeó con un brazo sus caderas y lo elevó lo suficiente como para que resultase sencillo cubrir de semen su estrecha entrada. A esas alturas, Junho sabía que todo se le había escapado de las manos, pero lo dudó un segundo antes de terminar de abrirse paso en él.
—¿Qué es lo que ocurre? —dijo entre jadeos el menor, al ver la cara de enajenación de su hermano.
—Después de esto, no habrá vuelta atrás. Todo va a cambiar entre nosotros. Todo...
—¿Me vas a soltar el falso discurso que se les dice a las novias? —respondió enarcando una ceja, tratando de contener el dolor que su inminente penetración había dejado a medio camino—. Hazlo de una vez...
—Junsu...
—¡Hazlo de una vez!
Las piernas del menor se enroscaron con mayor fuerza en torno a su cuerpo, atrayéndole de tal manera que la penetración se hizo absolutamente profunda, lo cual hizo gemir inesperadamente al más alto. Junho lo miró impresionado, un tanto turbado ante aquel primer contacto tan reconfortante. En tanto, el otro, apenas podía contenerse mientras rasgaba sus labios y apartaba su rostro tratando de negar la evidencia. El mayor sonrió entrañablemente. Pegó su cuerpo al del su hermano, y aquel movimiento le hizo retorcerse ligeramente bajo su figura. Las caricias húmedas de su boca buscaron distraerle, aunque no fue hasta pasados unos instantes que volvió a sentir las cálidas manos de Junsu rodearle, apremiándole a continuar moviéndose sobre él con mayor libertad, con menor continencia. Ya no había vuelta atrás.
Los besos del más joven recorrieron su garganta, y sus traviesas manos, igualmente curiosas, terminaron por sorprenderle un par de veces, aumentando la intensidad con la que sentía aquel sofocante placer que ruborizaba y perlaba su faz. Apretaba los dientes y temblaba al tiempo que aumentaba el ritmo de sus embestidas, gimiendo como buenamente podía mientras sintiese la efusividad con la que respondía su compañero; de su abrazo, de los sollozos que susurraban frases entrecortadas en su oído y con las que disfrutaba a medida que contemplaba la expresión complacida en su rostro.
Junsu no podía describir el abanico de emociones que estaba sintiendo en aquel momento. Mientras percibiría con mayor intensidad la presión de su hermano y la dulzura de sus atenciones, llegó a pensar que perdería el conocimiento. Aquel trance le pareció fugaz e infinito al mismo tiempo. Aunque finalmente, sus brazos se encaramaron a su espalda y sus piernas temblaron cuando sintió la rudeza de las últimas arremetidas. Junho no pudo retener un gruñido abrupto y ahogado, y Junsu no pudo disfrutar más de aquel precioso momento.
Ambos se mantuvieron inmóviles, degustando aquel lapso que parecía escapárseles irremediablemente. Junho hizo un último esfuerzo para atrapar los labios de su hermano y derrumbarse sobre su pecho, terminando por jactarse cada uno de los jadeos y resoplos del otro. Junsu extendió una mano y sujetó el mentón de su hermano, lo elevó ligeramente y se removió hasta poder besarlo plácidamente a su antojo.
—¿Qué vamos a hacer? —susurró Junho sin terminar de recuperar el ritmo normal de su respiración.
—De momento, repetir esto todos los días... —los dos estallaron en carcajadas. Junsu aprovechó el momento para apartar varias hebras que le impedían ver sus brillantes ojos—. Y en el futuro... Ya buscaremos la forma. A alguno de los dos se le tendrá que ocurrir algo...
—¿La forma de qué?
—De quererte sin que los demás se den cuenta. Por supuesto.
El mayor dejó los ojos en blanco, y no se resistió a morderle una vez más antes de recostarse y relajarse adecuadamente.
Los temores de Junho no pudieron ser más infundados, ni las predicciones de Junsu para el futuro, más verdaderas...
FIN
haaaaa !!!!! que hermosoooooo
ResponderEliminarambos se aman malditos incesuosos ajajajaja
estubo muy bueno sigue escribiendo asi
LO AMEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE ♥
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