Estaba completamente exhausto cuando finalmente consiguió abrir la puerta de su casa. No le hacía falta mediar palabra, su expresión lo decía todo: ése no iba a ser recordado como el mejor día de su vida. La maldita bicicleta había vuelto a hacer de las suyas de camino al trabajo. Y en el de regreso a casa. Aquel desafortunado inicio produjo una cadena de incidentes posteriores que, en aquel entonces, no llegó a imaginar por cuánto más tiempo sufriría. Quiso desquiciarse tratándola de mala gana mientras la introducía con resentimiento en el domicilio, pero también perdió esa batalla... y antes de que pudiera darse cuenta, había sido vencido y aprisionado contra el marco de la puerta por un triste y oxidado cacharro de dos ruedas.
Estaba tratando de salir de allí cuando vio la carta apostada al borde del mueble del recibidor, casi a punto de caerse. Su madre debía haberla dejado allí antes de partir hacía el mercado. Al menos, así se explicaría el porqué en esta ocasión su correspondencia no había sido abierta y revisada previamente por ella. En el centro de la misma citaba “Kim Junsu”, y obviando el tumulto de dibujitos y garabatos de colores que se esparcía por el resto del sobre, sonrió ampliamente al reconocer al instante aquella letra. Incluso era redundante que fuese tan parecida a la suya. Era de su hermano.
Estiró el brazo tanto como pudo para alcanzarla, sus dedos la rozaron sutilmente y cuando creyó que ya era definitivamente suya, su más terrible enemiga se retorció para asestarle con el manillar el golpe de gracia en esa zona algo delicada de su anatomía. El grito de rabia y las maldiciones posteriores se oyeron por todos los pasillos del edificio, aunque afortunadamente para él, nadie creyó necesario acudir en su ayuda, ahorrándole la incomodidad de ser visto arrastrado por el suelo mientras jadeaba con un mohín infantil, tratando de reprimir el creciente dolor.
Al fin la tenía en sus manos y no fue capaz de contenerse antes de desmenuzarla y extraer el contenido: una pegatina del aeropuerto, dos vales de descuento que se había llevado por error, una factura a cobro revertido y la anhelada carta. Llevaba toda la semana esperándolo...
Kim Junsu debía reconocerlo: le estaba echando terriblemente de menos. Las prácticas como enfermero en el hospital de la capital le estaban dejando casi sin tiempo libre para relacionarse con el resto de sus compañeros, por lo que la única distracción social que tenía se reducía a su modesta familia: una madre excesivamente tierna y un hermano mellizo algo caprichoso. A lo largo de su vida, éste último había actuado irresponsablemente a pesar de la discreta economía de la familia, y en aquella ocasión, no fue menos testarudo cuando se decidió a terminar sus estudios en el extranjero. Decía, según el propio Junho, que para un futuro empresario como él resultaba imprescindible estudiar el mercado internacional y hacer buenas amistades por si pudiera ser provechoso en el futuro, y Francia resultaba ser el lugar que había creído más adecuado para eso. Aunque, tampoco es que fuese precisamente un alumno brillante y la Universidad había llegado pronto a la conclusión de que concederle una beca era algo más que una verdadera perdida de tiempo, y de dinero. Y como ellos tampoco tenían una solución racional en sus manos, al joven emprendedor no se le ocurrió otra cosa que acordar un intercambio con otro alumno del país en cuestión.
A Junsu siempre le desagradó aquella idea. Pensaba que era impensable tener que dormir con un extraño bajo el mismo techo, integrarlo en la más intima familiaridad. Pero, desgraciadamente, y como ya discutimos, su madre resultaba ser una señora dulce, incapaz de no satisfacer los deseos de su par de pequeñines. Con lo que el asunto se hubo cerrado.
En la primera hoja habló de lo largo que le había resultado el viaje, de cada cosa curiosa que comió en el viejo continente e hizo varias alusiones a la familia que le acogía, y muy particularmente, a la hermana del susodicho estudiante. Junsu rió en voz alta. Luego habló sobre él, a quien por suerte había podido conocer antes de que partiera a ocupar su lugar en su propia casa, concediéndole adjetivos agradables y modales muy oportunos. Sabía que aquello sólo era una exageración para tratar de tranquilizarle, pero el caso es que resultó efectivo. Finalmente, envió saludos a su querida madre, pidió que le fuese enviado un par de cosas a la dirección que había adjuntado y por último, prometió que escribiría pronto.
Estaba a punto de deshacerse de la carta cuando descubrió el posdata a un lado de la hoja. “Suerte con las prácticas de conducir de la próxima semana. ¡Tú puedes hacerlo, Su! ¡Ve a por todas!”, leyó escrito en letra increíblemente minúscula. Aquello le sacó otra nueva sonrisa y una mirada que, al mismo tiempo, fue lanzada al objeto de su amargura, probablemente, aquello que le había obligado a plantearse el tener un coche y que, precisamente, le llevaría al más irrisorio camino de la perdición...
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jajajajaj auch! esa me dolió hasta a mi xDDDD se lo k se siente ser golpeado por el manubrio de la bitch de tu bici claro k no ahi en especifico xDDDD
ResponderEliminarpobre Junsu xDDDD
adivinaré el chico de intercambio es CHUN!!!! *---* amo el topic va genial y no escribo más pork kiero lanzarme a leer el proximo capi!! +---+
Interesante, quien será el alumno de intercambio?
ResponderEliminarGracias