Título: Slave
Autor: Park Loveless
Pareja: YooMin
Género: Slash, Lemon
Extensión: Oneshot
Linea de Tiempo: Pasado
Hecho histórico: Grecia Antigua, Guerra del Peloponeso
Resumen: Es la historia de un niño rico y mimado, que por fin encontró su libertad, en el amor de ChangMin, su esclavo.
N/A: Las reglas del concurso decían que el fic no debía ser cursi, pero en Grecia, en la época antigua, los griegos eran románticos por excelencia, especialmente los que practicaban la pederastia, sus relaciones estaban basadas en el cariño, la afectuosidad y el amor. Si desean comprobarlo, búsquenlo en Google ^_<
Y ah… la parte que parece poema, es de la canción “Entre tus alas” de Camila.
~ GLOSARIO AL TERMINO DEL FIC'S~
Algunas veces lo veo en mis sueños… y puedo recordar la
primera vez que amé de verdad. Recuerdo su suave piel tostada… su pelo oscuro y
sedoso enredado entre mis dedos. Sus labios húmedos y rojos. El ardor que sentí
al poseerlo, el fuego que emergía desde mi corazón sólo por darle un beso… Pero
luego, ese sueño se vuelve una pesadilla, una en donde me convierto en un
monstruo. El monstruo que lastimó a la persona que será por siempre, mi único y
verdadero amor.
Y por eso estoy aquí, como un soldado más del ejército
griego cuando hace más de tres años, era el hijo de la mano derecha del rey. Peleo
en esta cruel guerra para no encararlo. Para no ver en sus ojos, un odio
profundo por lo que le hice. Para escapar…
La sangre corre a mí alrededor, las personas mueren. La
muerte misma nos pisa los talones atenta a cualquier oportunidad, pero, a mí no
me importa. Desde aquella mañana luego de aquella hermosa y oscura noche, me
maldije a mí mismo.
La muerte no es suficiente castigo para mi alma.
- ¡YooChun! – y escuché el grito de mi hermanastro,
perdido en medio de la batalla. En medio de gritos y dolor. Me distraje con
esos pequeños pensamientos míos y sólo bastaron esos segundos para terminar
acorralado.
Una espada chocó contra mi cabeza e hizo que mi casco
volará lejos. Tuve suerte de que la afilada arma sólo me hiciera un pequeño
corte en la mejilla.
- ¡YooChun! – volvió a gritar mi hermanastro, esta vez
con preocupación. Pero yo me levanté del suelo y me enfrenté a mi oponente, un
soldado espartano. Poco dispuesto a rendirme en ese lugar.
Alcé mi espada y le desafié. Sin embargo, él era más
fuerte y aun cuando yo fui más ágil, la muerte tomó mi mano.
Lo último que recordaré de ese día, será la ansiosa y
preocupada voz de YunHo y otra más suave, sacada de mis recuerdos de tiempos
más gentiles que este.
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Una luz cálida acariciaba mi rostro, había paz a mí
alrededor, nadie gritaba, nadie parecía combatir ¿Es que acaso estaba muerto?
Abrí las pestañas e inmediatamente fui cegado por una
brillante luz amarilla. Me dolía mi costado derecho, me sentía mareado y débil.
El sudor perlaba mi frente y mis ojos tardaban en acostumbrarse a la claridad.
Cuando por fin recuperé la visión y vi el cielo raso del lugar en el que
reposaba y percibí lo suave de la superficie en la que estaba recostado,
supe en donde me hallaba.
- Así que ya despertaste – oí la voz de mi hermanastro.
- ¿Por qué rayos estoy aquí? – le gruñí, sentándome de
golpe.
- ¡Cuidado! – me advirtió, frunciendo el ceño – Tienes
atravesado el costado YooChun, no te muevas así o sangrará de nuevo – me
regañó.
- ¿Por qué estamos aquí? – le insistí, ignorando sus
palabras. Estaba enojado por estar en casa, porque me habían regresado al lugar
en donde había empezado todo. Al lugar del que había escapado hace tres años.
- Te hirieron de muerte ¿Qué esperabas? – me respondió,
cruzándose de brazos – Al enterarse de tu situación, el rey nos mandó a traerte
aquí. Ya envió otras tropas para reemplazarnos. Tienes suerte de seguir vivo,
mañana llegará un erudito a cerrar tu herida.
El coraje que sentía no podía ser explicado y poco a
poco, el dolor y la tristeza llegaban a acompañarlo.
- YunHo, no debiste traerme aquí – le miré, entre
desesperado y enojado.
- Padre estaba preocupado ¿Qué querías que hiciera?
Además, esta es nuestra casa ¿A dónde sino te hubiera traído?
- ¡A cualquier otro sitio menos aquí! – exclamé,
sintiendo una profunda punzada de dolor.
- YooChun… no puedes seguir huyendo – me dijo, serio y
firme. Sentándose al borde de mi cama – Padre y madre llegaran mañana de su
reunión con el rey, hasta eso, descansa, recupera energías y aclara tu mente –
palmeó mi hombro.
Yo continuaba enojado, quería irme. Estaba desesperado
por dejar esta casa, por desaparecer de nuevo, aunque antes de eso, quisiera
ver su rostro. Pero tan débil me sentía, que desistí de levantarme y montarme
sobre un caballo, me eché nuevamente en la cama, pidiéndole a Morfeo que me
ayudara a recuperar fuerzas y a Cronos que detuviera el tiempo para retrasar
las inevitables casualidades que podrían hacer de nuestro reencuentro, un hecho
verdadero.
Cuando era más joven, era frívolo y calculador. Había
crecido sin conocer el cariño o el amor. Porque mi madre murió el instante
mismo en que di mis primeros llantos, mi padre no me volteó a ver nunca. Y
resentido con el mundo y la injusticia de mi mala suerte, crecí frío y
superficial. Me la pasaba de fiesta en fiesta, despilfarrando el dinero de mi
padre, haciéndolo odiarme más.
Muchas mujeres decían que Apolo me había bendecido ya que
era fuerte, reacio y encantador. Seducir a todo tipo de mujeres era fácil para
mí, no tenía pudor, ya fueran vírgenes o casadas, solteras o viudas. Incluso me
acostaba con las esposas de los amigos de mi padre con el único fin de
avergonzarlo. No obstante, el vacío en mi corazón no desaparecía aun cuando me
envolvía en un distinto fuego cada noche… hasta que apareció él, por supuesto.
Y puso mi mundo de cabeza.
Enlacé nuestros destinos por accidente. En una subasta de
esclavos, cuando él tenía tan sólo once años, YunHo se compadeció de su joven
edad y quiso comprarlo, pero ya había gastado su dinero en otras cosas y sin
saber por qué, yo pagué por él.
Sí, la persona que amo es un hombre y un esclavo. Mi esclavo…
Es irónico que lo diga pero yo soy más esclavo que él.
Nunca fui dueño de mí mismo. Nunca pude controlar mi vida como quería, mis
sentimientos, mis pensamientos e incluso mis decisiones, me esclavizan. Siempre
domado por el rencor y la venganza. Lo único que deseaba era conocer la
libertad… la paz que esa palabra podía otorgar al alma. Y ahora, la cobardía es
mi dueña, así como el miedo.
En fin, yo no le daba ni el más mínimo interés. YunHo se
hacía cargo de él pese a que yo era su dueño. Mientras yo estaba ocupado en
fiestas y vicios. Mi hermanastro lo cuidaba con esmero, porque era de nuestra
misma raza.
Nuestra sangre es mestiza, mitad griega por nuestras
madres y mitad asiática por nuestros padres. El suyo había muerto en una guerra
y cuando la viuda conoció a mi progenitor, se casaron y nos hicieron familia.
Se supone que no debería llevarme bien con él, mi padre
lo adora y su madre sólo desea que muera para que él lo herede todo. Pero en
YunHo encontré algo parecido a la verdadera amistad, encontré camarería y es
tan virtuoso que en ocasiones actúa como el padre que siempre soñé tener. Es
una de las poquísimas personas a las que les doy auténtico valor.
YunHo se ganó su amistad y él le contó que era huérfano,
que toda su familia había muerto por una epidemia y que unos traficantes le
habían agarrado. El día que tome conciencia de su existencia, fue una tarde de
verano. Él limpiaba mi habitación mientras yo ignoraba su presencia recostado
sobre mi cama. Sus casi silencios pasos, moviéndose de aquí para allá, me
habían arrullado y cuando se detuvieron por mucho tiempo, desperté e
inconscientemente lo busqué con la mirada. El pequeño esclavo de ese entonces,
miraba con ojos brillosos mi estantería de pergaminos. Eran unos ojos que
expresaban curiosidad. Brillantes, del color del trigo a luz de la luna…
hipnotizantes y penetrantes igual que los ojos de la mismísima diosa Atenea.
Le hablé por primera vez, curioso por su esencia. Él se
sobresaltó y pidió disculpas.
- Aun no me has respondido, esclavo ¿Qué es lo que tanto
observabas? – le insistí.
- Amo, yo… sólo limpiaba aquí – me respondió,
escondiéndose de mi mirada.
- Veo que ya hablas el griego… - comenté.
- El amo YunHo me ha enseñado – me respondió, aún con su
carita gacha.
- Quieres leer mis pergaminos ¿Cierto? – le pregunté.
- Aunque quisiera, amo, no sé leer…
- Yo puedo enseñarte – me ofrecí. En un acto impulsivo,
cuestionándome a mí mismo después.
Él levantó la vista un segundo e inmediatamente regresó a
mirar sus pies.
- No dices nada… pero ya que estoy aburridísimo, te
enseñaré aunque no quieras. <<Escoge un pergamino y tráelo aquí. Tomaré
el lugar de mi hermano por hoy – le ordené, divertido con la situación. Era un
niño pequeño pero yo actuaba mucho más infantilmente que él.>>
- Si amo – sonrió imperceptiblemente. Volteándose a
examinar mi estantería. La idea de aprender, le emocionaba, podía notarlo en su
mirada. Sus manitas revoloteaban sin saber cuál escoger. Y esa tarde me la pasé
enseñándole el alfabeto griego. Y cada tarde después de esa, sin comprender muy
bien la razón de mi actuar, se hizo una costumbre el que yo le diera clases. Le
contaba historias, mitos, le enseñaba filosofía, le leía cuentos mitológicos y
en algunas ocasiones le instruía en el arte.
YunHo nos espiaba algunas veces. Decía que ese niño era
un regalo de los dioses porque estaba ablandando mi corazón. Yo no pensaba de
la misma forma. Creía que lo hacía por entretención y diversión. Sin embargo,
mi pensamiento era esquivo solamente.
Y los años pasaron y él cumplió quince. Creció
inteligente y fuerte como ningún esclavo simple podría siquiera llegar a
anhelar. Para YunHo se había convertido en un pequeño hermanito, para mi casa
en un elemento de mucho valor, pero para mí… en un deseo, uno que no me podía
permitir.
Y con el recuerdo de sus quince años, Morfeo decidió
acogerme en su regazo.
A la mañana siguiente, un erudito en medicina vino y
cosió mi herida. Era una línea recta casi del mismo tamaño que de mi mano.
Había perdido mucha sangre y por su profundidad corría el riesgo de sufrir una
infección. Cada puntada fue dolorosa, peor que haber recibido la espada de mi
enemigo.
Volví a dormir todo el día y desperté al anochecer. Tenía
un hambre terrible, no había tomado más que remedios de yerbas en tres días. Me
levanté apenas y me coloqué una bata. Mi mente había bloqueado todo pensamiento
dirigido hacia él para aventurarme fuera de mi habitación.
Hace años jamás hubiera pensado que YO tendría que
esconderme de alguien, mucho menos de un esclavo, si alguien me hubiera dicho
que esto pasaría probablemente me hubiera matado de la risa.
- YooChun ¿Qué haces levantado? – me reprochó YunHo,
encontrándome en uno de los pasillos.
- Tengo hambre y nadie se ha dignado a traerme comida de
verdad – le respondí.
- Ya, ya, ya, tranquilo. Y qué bueno que ya estas mejor.
Por cierto, ya que estas aquí, acompáñame, padre tiene algo que decirnos a
todos, acaba de llegar y quiere verte.
- De acuerdo – suspiré. Siempre que mi padre tenía algo
que decirnos, nos veíamos en la obligación de hacer cosas que no deseábamos. La
primera vez que me dijo que tenía algo que decirme, terminé dos años metido en
el ejército, recibiendo entrenamiento militar y sólo tenía dieciséis años
aquella vez. Y cuando le dijo eso a mi hermanastro, YunHo
terminó comprometido en una relación que a ojos del mundo, no es más que puro protocolo.
Caminamos al estudio de mi padre. Mi madrastra y el
consorte de YunHo nos aguardaban allí, con una agradable sorpresa.
- Así que ya despertaste, YooChun – me sonrió JaeJoong,
ofreciéndome una bandeja de carne asada y pan.
- No sabía que te quedarías con nosotros – le sonreí de
vuelta, cogiendo la ofrenda con mucho gusto.
- Bueno, JaeJoong será muy pronto parte de nuestra
familia, es inevitable – dijo YunHo.
Sí, Kim JaeJoong es el consorte de mi hermanastro. Pero
ambos tenían la suerte de haberse conocido desde niños y en realidad, estaban
muy enamorados el uno del otro. En Grecia no era nada sorprendente el enterarse
que dos hombres estaban juntos. Muchos maestros mantenían relaciones amorosas
con sus discípulos. Era muy normal, tanto que era parte de la propia educación.
Porque vivíamos regidos por una ideología patriarcal se
creía que el hombre era un ser perfecto, y una relación entre dos hombres era
aún más perfecta. Sin embargo, nunca se había aprobado un matrimonio porque el
hombre podía ser para el placer, pero la mujer era esencial para la
conservación de la especie. No obstante, con el estallido de una guerra entre
Grecia y Esparta, nuestro rey que perdió a todos sus hijos, utilizaron a YunHo
-el hijo mayor de la casa de su principal consejero- para concertar un
matrimonio con el heredero de uno de nuestros enemigos y sembrar paz entre
ambos pueblos.
- Hijo mío, qué alegría que hayas regresado vivo – entró
mi padre, dándome un fugaz abrazo.
Traté de sonreír, no sabía por qué estaba siendo tan
afectuoso conmigo. Quizás porque JaeJoong nos acompañaba o porque por fin me
había convertido en un hijo responsable a sus ojos por entrar al ejército del país.
- Padre, es bueno verlo saludable – le contesté por
cortesía.
- La familia por fin reunida ¿No es agradable eso? –
comentó mi madrastra, con un sutil y efímero tono de sarcasmo.
- Por favor, sentémonos todos – nos indicó mi padre.
Nos reunimos alrededor de una mesita, inquisitivos y
atentos a sus palabras.
- YooChun… -
empezó, utilizando un tono serio y diplomático, como si estuviera en una de sus
reuniones hablando del estado de las polis - El día que me dijiste que te
unirías al ejército, esa misma mañana partiste solo con un caballo y tu
armadura, sentí que por fin habías madurado y asentado cabeza. Me prometiste
traer honor a nuestro apellido y hasta el momento no has dejado de cumplir a tu
palabra. Te has convertido en un precioso y valioso hijo, digno de alabanza.
Atenas misma ha reconocido tu eficacia en el campo de batalla. Eres mi orgullo…
pero ha llegado la hora de pedirte que cargues con un peso más fuerte.
- Padre ¿De qué habla? – le interrumpió YunHo.
- Hablo de que YooChun debe casarse – le contestó.
Mi vista se alzó al escuchar aquella frase salida de sus
labios.
- ¿Qué? – inquirí, perplejo y desconcertado.
- Tebas ha decidido unirse a Esparta, juntos nos
aplastaran como si no fuéramos nada. <<Y Persia, nuestros enemigos desde
años antiguos, verán en esa alianza una oportunidad para unirse también y
someternos. Gracias al compromiso de YunHo y JaeJoong, hemos logrado que varias
tribus de las costas Asiáticas se volvieran nuestros aliados pero aún con su
apoyo no representamos un peligro. El rey ha logrado oficializar tu compromiso
con la heredera de una de las ciudades más importantes de Persia. YooChun… esto
no es una petición en realidad, la carta que acepta el compromiso ya fue
enviada hace dos noches. De hecho, tu consorte llegará a visitarte mañana por
la mañana. Es la hija del primo del rey de Persia, tiene el ejército más grande
de esa región. Si te casas muchas vidas se salvarán y Atenas no desaparecerá en
la arena.>>
Era tal como me lo había dicho mi padre en un principio,
un peso, uno demasiado pesado con el cual debería cargar sobre la espalda. Representaba
una condena, para alguien como yo que en cuyo corazón ya existía alguien
importante.
- Pero padre… YooChun no puede aceptar. Ese compromiso
puede ser una trampa – intentó objetar YunHo, sabedor de mis sentimientos.
- No es así, el rey de Persia y su primo siempre han sido
enemigos ya que le quitó la corona. Este compromiso pudo darse gracias a ese
antagonismo – le dijo mi padre a modo de tranquilizarlo.
- Acepto – mí voz intervino antes de que YunHo diera otra
excusa. Mi padre sonrió, mi madrastra también lo hizo, YunHo y JaeJoong me
miraron sorprendidos – Recibiré a mi futura esposa con mucha alegría – le
sonreí a mi padre.
- Que los dioses te bendigan hijo mío, estas salvando a
mucha gente no negándote a este compromiso.
- Bueno – me levanté, sin mucho humor para seguir
escuchando sus elogios – Me retiraré a mi alcoba, si mañana vendrá mi
prometida, debo descansar para recibirla como se merece – di ese pretexto.
- Descansa – asintió mi padre.
Incluso el hambre se me fue ya que dejé olvidada la
bandeja de comida que me había dado JaeJoong. Regresé por los mismos pasillos
desolados hacia mi habitación, sin pensamiento o sentimiento acerca de lo
ocurrido.
- ¿Por qué aceptaste? – el reclamo de YunHo me sorprendió
antes de que pudiera meterme a la cama.
- ¿Por qué no debería de haber aceptado? – le pregunté a
mi vez.
- YooChun, tú no eres así. En otros tiempos le hubieras
dicho a padre que no lo harías, te hubieras negado incluso delante del rey.
¿Qué paso contigo? ¿Por qué dijiste que sí?
- Porque ahora estamos en estos tiempos y porque no tengo
razones para decir que no. Sólo es un matrimonio YunHo, tarde o temprano
hubiera sucedido, no es ningún evento que deba causarme sorpresa o perplejidad.
Y tampoco a ti.
- Pero hermano… tú estás enamorado. ¿Esa no es razón
suficiente para haberse negado?
- El amor no existe YunHo, la diosa Afrodita creo esa
palabra para tener poder sobre nosotros nada más. Además... si existiera, sólo
afortunados como tú o JaeJoong, pueden tenerlo. Personas como yo, no.
- Parece que no estoy hablando con el hermano que tanto
amé. El que nunca mantenía los pies en la tierra, el soñador, el vivaz… ¿Dónde
quedó el YooChun de esa época?
- Deja de dramatizar, “hermano” – hablé, con tono
aburrido y muerto – Tú mismo me reprochabas esas veces ¿Y ahora me pides que
vuelva a ser el libertino que odiaban todos? Me sorprende que tú intestes
hacerme desistir, eres un ejemplo de hombre. Siempre fuiste responsable, con tu
sentido del deber y obligaciones. Yo debería ser el que se pregunté en dónde
quedó ese hermano ¿No crees?
- El sentido del deber no siempre es con los demás, sino
con uno mismo – me contestó, decepcionado conmigo. Y se fue, dejándome en la
oscuridad de mi propia soledad autocastigada.
Cuando el sol volvió a anunciar su regreso, yo ya estaba
despierto. La herida me seguía doliendo. El erudito me había ordenado absoluto
reposo pero mi futura esposa iba a llegar y yo no podía darle un desplante.
Fue una tortura asear y vestir mi cuerpo sin ayuda. Me
coloqué mis ropas más caras para causar una buena impresión en mi consorte, lo
que implicó mucho dolor y un poco de sangre. No se me permitía caminar pero
cuando una de las criadas me anunció su llegada, no tuve más remedio que
levantarme.
Por dentro estaba sudando frío con cada paso y una
punzada en mi costado, pero por fuera, procuraba lucir relajado. Cuando la fui
a recibir en el pequeño salón para vistas de mi casa, puse mi mejor sonrisa.
- Oh, aquí estas hijo, entra, ven a conocer a tu preciosa
consorte – me jaló mi padre, poniéndome delante de una hermosa chica de piel
olivácea y larga cabellera.
Sólo estábamos nosotros. Mi madrastra y YunHo habían ido
a comprar provisiones para la casa y JaeJoong estaba descansando por ahí.
- Es un gusto conocerlo, mi nombre es Marinna – se
presentó ella, ofreciéndome el dorso de su mano con una sonrisa elegante pero
coqueta.
- Es un placer, yo me llamo YooChun – la tomé y besé delicadamente
la piel que cubría su fina y delicada mano.
La chica era una exquisitez. Era delgada, bella y de buen
porte. Su cuerpo y su rostro le pertenecían a una musa. Nunca había estado con
una mujer como ella, nunca con una tan bella. Era de esas mujeres que
inmediatamente me hubiera llevado a la cama.
- ¿Por qué no le das un paseo? – nos sugirió mi padre.
- Claro – sonreí, señalándole el camino como todo un
caballero – Perdone que solo yo y mi padre le hayamos recibido, temo que mi
madre y mi hermano salieron a abastecer nuestras reservas y el que será mi
hermano político está descansado todo lo que puede antes de volver a la guerra
– me disculpé, guiándola por pasillos y salones distinguidos. Siempre
sonriéndole galantemente y hablándole con educación. Sin tocarla y sin estar
tan alejado de ella. Debía hacer uso de mi yo conquistador, el seductor
caballero que trataba a las mujeres como a damas y las cortejaba con elegancia.
- No debe preocuparse, he vivido toda mi vida con
militares y sé cuándo están tan ocupados que ni llegan a casa en semanas – me
confió, con una sonrisita discreta.
Sí, era una mujer perfecta. Hubiera caído a sus pies hace
mucho tiempo. Por su belleza y su natural sensualidad. No era cualquier mujer,
era una verdadera dama, el tipo de chicas que a mí me encantaba seducir.
No tuve que fingir mucho a su lado. Hablamos de arte,
pinturas, poesía y esas cosas. Era una compañera inteligente y de buen gusto.
Al confiarme que le encantaban las flores, decidí
llevarla por nuestro enorme jardín. Allí las flores estaban cultivadas en
hectáreas de terreno y había caminitos de tierra por donde podías pasar y
contemplarlas.
- Parece un océano de colores – expresó maravillada,
admirando la variedad de especies.
- A mi madre le encantan las flores, gracias a su
debilidad tenemos este lugar – comenté. Sin mirar siquiera hacia ellas, mis
ojos no quitaban la vista del camino.
Y así entre risas y conversaciones, oí en la lejanía los
pasos que tanto me había costado aprenderlos a distinguir hace años.
Mi pesadilla se estaba haciendo realidad, lo que tanto
temía estaba pasando.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza en mi pecho y mis
oídos afinaron su sentido. Eran unos pasos silenciosos, esos que no quería
encontrar… la sonrisa murió en mi rostro y mi ojos se dilataron. No escuchaba
nada más que ese suave crujir de pies en la tierra, aun cuando sabía que
Marinna me seguía hablando.
Los pasos se acercaron más y cada vez se hacían más imperceptibles,
como si dudaran de continuar o algo así. Y justo cuando pararon por completo,
alcé la vista y eché una ojeada al causante de mis desvelos.
Le miré por una fracción de segundos. Era él en verdad.
Llevaba un cántaro de agua en las manos y me miraba con los ojos abiertos de
par en par. Parecía aterrado al ver mis ojos chocando contra los suyos.
- ¿Verdad que son hermosas? – me preguntó Marinna.
Inmediatamente desvié la mirada y le sonreí abiertamente.
Todo pasó como si Cronos hubiera alentado el tiempo. Yo
ignorándolo como si no existiera, para darle toda mi atención a la mujer que
estaba a mi lado. Como si nunca lo hubiera visto, le pasé de largo, sin
remordimientos. Consciente de que sus ojos me seguían, pero renuente a
aceptarlo.
- Espero haber sido buena compañía para usted – me dijo
mi consorte, al despedirse de mí.
- Fue la mejor compañía que nunca tuve – le sonreí.
- ¿Sabe YooChun? Yo sé que usted no tiene interés en mí y
que aceptó nuestro matrimonio por obligación. Pero espero gustarle porque usted
me gusta a mí y mucho.
- No hay persona que no gustaría de alguien como usted –
le dije, dándole un elogio para nada comprometedor ni desabrido.
- Regresaré muy pronto a visitarlo – me prometió.
- La esperaré con ansias – le mentí, volviendo a besar su
mano.
Marinna se fue y en cuanto cruzó la puerta de mi casa y
regresé a mi alcoba. Mi rostro recuperó su habitual máscara, con un ingrediente
indeseado. El dolor mezclado con la culpa de los recuerdos del pasado.
Me hundí en mi lecho, con un agudo desgarrón en mi
corazón y cerré los ojos, implorando la inconsciencia. Sin embargo, mi mente
traicionó a mi corazón y reviví aquella noche…
Dos meses después de que él hubiera cumplido quince años,
la factura por mi inhabilidad a negar lo que sentía, me debilitaba rápidamente.
Él era hermoso, su rostro, su cuerpo… me atraían de una
forma indecente y hasta escandalosa. Lo miraba y ya no veía un “por qué no”, no
veía un “solo es un niño”, lo miraba y sentía fuego… por su piel y sus labios…
Cada vez era más difícil estar a su lado sin tocarlo más
allá de lo necesario, me estaba volviendo loco. Lo deseaba demasiado, tanto que
en una ocasión, metidos en la biblioteca de mi casa, tuve el loco deseo de
tomarlo por las caderas y subirlo a un pedestal de la escalera para meterme
entre sus piernas y hacerlo mío. Y estuve a punto de hacerlo, solo un
pensamiento me detuvo. Si satisfacía lo que mi lujuria me demandaba, lo
perdería… él me quería como un hermano podría querer a su igual, si yo hacía
con él, lo que cualquier amo pudiera hacer con su esclavo por simple deseo, me
odiaría. Éramos como amigos, obligarlo sería recordarle su estatus, darle a
entender que solo era un objeto y no lo que quizás amaba más en el mundo.
Eso siempre me detenía, el pavor a perder su amistad.
Pero una noche ya no pude resistir más. Como siempre, llegué muy de noche a
casa y con mucho licor en el organismo. Estaba borracho y él se había
despertado a recibirme. Me sostenía contra su costado para ayudarme a llegar a
mi habitación sin que nadie se diera cuenta.
- ¿Por qué bebió tanto? – me regañaba, arrastrando mi tozudo
cuerpo.
Yo solo le decía incoherencia tras incoherencia y cuando
intentó dejarme sobre la cama, lo sostuve por su túnica y lo dejé debajo de mí.
- ¿Qué hace, amo? – me preguntó, aterrado y perplejo.
- Lo siento ChangMin, ya no puedo… ya no puedo… - le respondí
y comencé para no soltarlo hasta acabar.
Pese a que él se removió y me suplicó que me detuviera.
Pese a que incluso lloró cuando lo penetré y gritó que dolía. Nunca me detuve. Al
amanecer y despertar con un horrible dolor de cabeza, sin saber exactamente lo
que había hecho anoche. Lo recordé todo en cuento descubrí su cuerpo a mi lado.
Estaba desnudo como un bebé, pero lo que me causó
repulsión hacia mí mismo, fue el estado en el que lo había dejado. Todo su
cuerpo era un perfecto mapa de ríos purpuras y rojos. Y un mar de sangre manchaba
gran parte de mi cama, seca en forma de costras por su baja espalda. Los surcos
en sus mejillas eran un signo de lágrimas.
¿Qué es lo que había hecho? Me reproché a mí mismo con un
agonizante dolor en mi pecho. Mis ojos se dilataron por la evidencia de
violencia en su flagelado cuerpo y lloraron por la forma en la que lo había
mancillado. Lo que con tanta desesperación intenté evitar, al fin y al cabo
había pasado.
Me sentí sucio… nunca jamás había tratado a alguien como
le había tratado a él. Lo traté peor que a un perro y supe que en cuanto
despertara, nunca más me iba a mirar como antes.
La idea de su odio, de su asco, hizo mella en mí y decidí
huir. Me vestí con ávida rapidez, hablé con mi padre prometiéndole todo lo que
nunca hice como hijo para que me dejara ir y me marché dejándolo sin una
explicación.
El sueño convirtiéndose siempre en pesadilla, pero Morfeo
me favoreció en medio de mi dolor y dejó que abriera los ojos al sentir la
suave humedad de un paño limpiando mi herida. Unas manos me vendaban con mucho
esmero, incluso habían colocado mi cuerpo de costado para facilitarse el
trabajo.
Un suspiró me alertó. Me di la vuelta apartándome.
- ¿Qué haces aquí? – le cuestioné, con tono severo y
enojado.
Era ChangMin, era mi esclavo cuidando de mí.
- Su padre me mandó a revisarlo. Su herida se abrió amo,
yo solo…
- ¡Vete! – le ordené, interrumpiéndolo.
- Pero amo, la herida sangra y…
- ¿No escuchaste esclavo? ¡Lárgate de aquí! – mascullé.
Él dudó y con ojos tristes salió de mi alcoba, tan
apresurado que chocó con JaeJoong, quien entraba a verme.
- ¿Por qué lo trataste así? – me preguntó él, sentándose
al borde de mi cama.
Yo tocaba las vendas que me cubrían, cerrando los ojos al
pensar en sus dedos tocándolas.
- No lo sé – me sinceré, hablando más para mí que para
JaeJoong.
Yo quería que él me odiara, que nunca quisiera volver a
hablarme, que no estuviera junto a mí porque al vernos, sabía que ambos
sufríamos.
- Por tu respuesta deduzco que algo te pasa con ese niño
– comentó JaeJoong.
- No sé de qué hablas – le esquivé.
- Mentira, YooChun, si sabes y muy bien. Los vi esta
tarde, es el mismo esclavo con el que se toparon Marinna y tú.
- Lo que sea que crees que hayas visto sólo fue una
ilusión de tu mente.
- No pareció eso. He estado conviviendo contigo desde
hace tres años y te conozco desde que correteabas en pañales. Tú nunca miraste
a alguien de la forma en la que lo miraste a él. Sólo fue un segundo, pero tus
ojos lo miraron como si él lo fuera todo en este mundo y luego… - se detuvo,
observándome intensamente – Lo ignoraste como si nunca lo hubieras visto. Nadie
le da esa clase de miradas a una persona por nada, YooChun. Algo sientes por
él, u odio u amor.
- JaeJoong – le miré – El que tú y mi hermano estén
enamorados, no significa que todos
sientan algo. Los sentimientos no son para aristócratas como nosotros.
- Puede que no lo sean, pero tampoco somos inmunes – me
dijo, levantándose.
Amor… suspiré, por
supuesto, nadie es inmune al amor.
- Ya tiene dieciocho años ¿No crees que se ha convertido
en todo un hombre? – sentí la voz de YunHo a mis espaldas, sorprendiéndome mirando
el cielo del atardecer.
- ¿De quién hablas? – inquirí.
- De ChangMin – me respondió, sonriente.
- YunHo… no empieces – le pedí.
YunHo suspiró.
- JaeJoong me dijo que el otro día le gritaste. ¿Por qué
lo tratas así?
- ¿Por qué no hacerlo? Es solo un esclavo…
- Y la persona que amas.
- ¿Tú también me hablaras de amor? – rodé los ojos.
- Bien – masculló – Has lo que quieras pero te
arrepentirás y será muy tarde. Por cierto, conocí a tu prometida a las afueras
de la ciudad, es bonita, todos dicen que es la reencarnación de Afrodita.
- Se equivocan – le interrumpí, atraído por otro recuerdo
– No sé muy bien qué dios a reencarnado, si Afrodita, Apolo o Dioniso, pero yo
conozco a un ser aún más hermoso que ella…
- Y luego niegas que lo amas… - susurró mi hermanastro.
Me mordí el labio, se me había ido la lengua demás.
- Lo venderé – le dije, dándome la vuelta.
Sus ojos se abrieron con sorpresa.
- ¿Qué? – farfulló.
- Padre me dijo que me casaré en quince días e iré a
vivir a Persia con mi esposa. No quiero que ChangMin venga conmigo, por eso lo
venderé. Pero no te preocupes, tú lo seguirás viendo, se lo venderé a padre.
- YooChun… creo que deberías pensarlo mejor, tú…
- Yo debo dejarlo ir. No quiero que me pertenezca. Padre
me prometió que lo haría un esclavo de dios y lo dejaría en libertad cuando
pagará su precio.
- YooChun, tú lo amas, no lo apartes de ti.
- YunHo… me casaré – le dije, sonriendo débilmente –
Además, tú sabes lo que le hice, yo lo amo pero él me odia y no puedo resistir
viviendo con eso en la cabeza. No puedo simplemente decirle “te amo” y hacerlo
mi erómeno.
- Siempre hay un camino y tú te estas rindiendo sin
buscarlo – me contradijo.
- Porque así debe ser… - le respondí, regresando a mirar
el paisaje de mi ventana.
Mi padre estaba hablando con ChangMin, contándole acerca
de nuestro trato y su destino. Lo vi abrir los ojos como platos cuando mi padre
le dijo que yo dejaría de ser su amo y él me volteó a ver. Escapé de su mirada
y me apoyé contra la pared.
YunHo se había ido.
Cerré los ojos recreando su imagen en mi mente.
YunHo tenía razón, ya era todo un hombre. Era fuerte y
saludable. Apolo le había hecho terriblemente hermoso. Dotado de una estatura
generosa y de una piel bronceada, digna de las más ardientes caricias. Sus ojos
seguían siendo vivaces, mucho más inteligentes que antes. Su cabello era algo
largo y sedoso, del color de la noche, enmarcaba su rostro como una nube
oscura. Y sus labios… eran los de Dioniso… atrayentes, incitadores a la
sexualidad…
No podía seguir cerca de él, no con estos pensamientos.
Debía marcharme lo antes posible si no quería cometer el mismo pecado dos
veces.
Los días pasaron con una extrema lentitud. Fue una
tortura tenerlo cerca todo el tiempo y no tocarlo, hablarle o robarle una
sonrisa. Era insoportable. A no menos de cinco días para mí boda, decidí que la
tortura era demasiada y me fui a vivir al pequeño búngalo de mi padre ubicado
al otro extremo de la casa principal, en los límites del jardín de mi
madrastra.
Quería estar solo mientras mi padre arreglaba la
celebración de mi matrimonio. No dejé que ningún sirviente me acompañara, mucho
menos ChangMin. Ordené absoluta privacidad, un grave error si consideraba el
que mi herida se infectaba con el tiempo y mis curaciones no eran muy
efectivas.
Un día desperté muy mal, bañado en sudor. Tenía fiebre y
temblores. No pude levantarme de mi cama. Dormí hasta muy entrada la noche y
desperté al sentir algo fresco sobre mi frente. Era él de nuevo, curándome
mientras dormía. Limpiaba mi herida con agua de yerbas y refrescaba algunas
partes de mi cuerpo con un paño húmedo. Incluso me había hecho algo de comer,
medio inconsciente, pude detectar el olor de sopa de especias.
- ¿Por qué estás aquí? – le pregunté con mi ronca voz,
haciéndole sobresaltarse.
- Su padre me envió a traerle un par de pergaminos para
que los sellara y lo vi enfermo.
- Bueno, ya me curaste. Deja los pergaminos y vete – le
ordené, tratando de sentarme sin darle una pequeña mirada siquiera. Cubriéndome
con una bata rápidamente. No quería que viera mis cicatrices otra vez,
cinceladas por Ares.
- Si amo – se levantó. Dio unos cuantos pasos pero antes
de llegar al umbral de la habitación, paró y volteó a verme con una expresión
que jamás le había visto en su rostro. Esa clase de mirada que no podía caber
en un esclavo, esa desafiante… altiva... – Antes de marcharme, sólo quisiera
saber algo: ¿Por qué? – me preguntó.
Me petrifiqué con el sonido de aquel cuestionamiento y mi
corazón comenzó a latir lleno de miedo.
- ¿Por qué, qué? – murmuré, sin poder desviar el tema con
una orden.
- ¿Por qué me venderá? – completó, con sus ojos
haciéndoseles más duros.
- ¿De verdad esperas que responda? Esclavo – le dije,
remarcando la última palabra.
- Siempre fui eso ¿cierto? – masculló, clavando la mirada
en el piso – Siempre fui sólo eso – repitió con un tono que hacía que quisiera
abrazarlo fuertemente.
- No comprendo tus palabras – medio sonreí, haciéndome a
los desentendidos y sintiéndome desconcertado por sus evidentes reclamos. ¿Qué
es lo que pensaba? ¿Qué es lo que sentía? ¿Por qué salían tales palabras de su
boca?
- Sólo dígame ¡¿Por qué?! - exclamó, con las manos convertidas
en puños.
Me levanté y tomé los pergaminos de una mesa, fingiendo
leerlos imperturbable.
- Creo que no entiendes tu lugar esclavo, ese tono de voz
es inapropiado para hablarle al que todavía sigue siendo tu amo – le dije,
palabra por palabra. Actuando como un verdadero imbécil.
No respondió más y creí que ahí había muerto todo, que
había sido el acabose de su tolerancia. Pero unas manos tirando de mis brazos y
estampándome contra la pared, me hicieron dar cuenta de mi error.
- ¡¿Qué crees que haces?! – vociferé, tratando de separar
a ChangMin de mí.
- ¿Por qué? Dime ¿Por qué me tratas así? – me cuestionó,
con sus penetrantes y furiosos ojos puestos sobre los míos.
- ¡Suéltame! – le grité, adoptando su hostilidad.
-Dime amo ¡¿Por qué?! – me azotó provocándome un gesto de
dolor por mi herida sacudiéndose - ¡¿Por qué quieres apartarme de ti cuando lo
que yo más quiero es estar a tu lado?! – gritó.
Mi corazón se detuvo y olvidé todo menos lo que había
escuchado… esas palabras ¿Qué significaban?
Observé su rostro lleno de incertidumbre y perplejidad.
Gruesas lágrimas resbalaban por sus mejillas y la presión de sus dedos
disminuía con cada instante.
Su mirada volvía a esconderse de mí.
- ¿Qué dijiste? ChangMin ¿Qué fue lo que dijiste? – le
pregunté. Él levantó la cara al escuchar su nombre, como si hubiera esperado
mucho para oírlo y entornó los ojos derramando más lágrimas.
- Quise odiarte… intenté hacerlo, pero no puedo… -
balbuceó, agachando su rostro con cada palabra, con sus manos flácidas cayendo
a sus costados – Te amo desde que te conocí ¿Cómo podría odiarte?
“Te amo” esa palabra se repetía en mi mente como un suave
eco perdido en las rocas del mar.
¿Él había dicho que me amaba?
- Siempre te he amado… al principio creí que era
admiración pero con el paso de los días, cada vez que tenía que seguirte… sólo
deseaba sujetar tu mano – murmuró – Y cuando esa noche tú… - calló.
Yo sólo podía mirarle con los ojos abiertos, tratando de pensar
qué hacer, qué decirle.
- Quise odiarte, no sabes cuánto lo intenté. Porque me
obligaste, porque me dejaste, porque aun así cuando me levanté después de lo
que me hiciste y no te vi, te extrañé.
Su voz era tan lastimera que antes de darme cuenta, yo
también estaba llorando.
- Pero sólo puedo ser eso para ti, sólo puedo ser un…
- No – le interrumpí, abrazándolo por el cuello – No –
repetí, apretando los ojos por al fin tenerlo entre mis brazos.
No podía creer lo que estaba pasando. Él me amaba como yo
le amaba a él. Y aun cuando le había hecho daño, me seguía amando. Era irreal.
- Eres todo lo que amo en este mundo, ChangMin – susurré
en su oído.
Sus tímidas manos comenzaron a aferrarse a mi espalda al
escuchar mis palabras.
- Y lo siento por esa noche, no sabes cuánto lo lamento.
Sé que fui un infeliz, que no merezco ni mirarte, que no hay excusas para mi
comportamiento. Perdóname, perdóname – le supliqué, separándome de su rostro
para verlo.
Limpié sus lágrimas con mis pulgares y levanté su mentón,
acercándome a su cara y dejando un delicado y tembloroso beso en sus labios.
Uno que expresaba todo el terror que sentía y toda la
esperanza volviéndose sólida, la esperanza de obtener su perdón y su corazón.
Y como si no lo hubiera previsto antes, mis labios no
pudieron dejar sino un solo beso. Sujeté su rostro con las palmas y dejé un
segundo y luego un tercero y así sucesivamente, alargando el tiempo y la
intensidad, logrando que ChangMin me correspondiera.
Mis manos vagaron por su espalda, dejando caricias.
- Te perdono – susurró. Y nos besamos.
- Déjame amarte, esta vez será diferente – murmuré contra
su cuello, embriagado por la sensación de sujetarlo y probar su boca.
- Quiero que lo hagas – me contestó.
Lo abracé de la cintura y le hice retroceder hasta que
cayera sobre mi cama.
Esta vez sería diferente, esta vez le demostraría cuánto
lo amaba, cuánto lo necesitaba, cuánto me había hecho cambiar.
Me subí a la cama y le quité las zapatillas sujetadas a
sus tobillos con lazos amarrados graciosamente. ChangMin lejos de alejarme o
cohibirse, sujetó mi bata y me atrajo a su cuerpo, para ocupar mi boca con la
suya. Mientras procuraba besarlo dulce y tiernamente, mi mano derecha encontró
el camino hacia su virilidad y la metí por debajo de su túnica. Para rodearla
con los dedos y comenzar a cariarla sutilmente. ChangMin arqueó la espalda y
jadeó. Afuera, la noche se volvía más oscura.
Masajeé su miembro hasta que este se levantó igual que un
obelisco. Deseoso y ardiente como el fuego que lo consume todo. Me quité la
túnica quedándome completamente desnudo y deslicé su túnica por su cabeza
dejándolo en las mismas condiciones.
Los sonidos de su boca eran dolorosos jadeos.
- Di mi nombre – le pedí, volviendo a tomar su miembro
con firmeza – Dilo para mí.
- Ahh… YooChun… - murmuró, apretando los parpados.
- Otra vez.
- Yoo… Chun… YooChun…
Sonreí. Quería que dijera mi nombre, que supiera que en
esa habitación no había estatus ni nada parecido, que sólo éramos ChangMin y YooChun.
Dos personas amándose.
Deseaba consolarlo por todo el dolor que había sentido.
Deseaba retribuirle con caricias y besos el daño que le había hecho, deseaba
amarlo intensa y dulcemente.
Separé sus piernas y las flexioné. Eran largas y fuertes,
cubiertas de un exquisito bronceado. Firmes y tersas como el satén.
- Te amo – murmuré sobre sus labios – Yo Park YooChun, te
amo a ti, Shim ChangMin – le dije, besándolo, introduciendo mi lengua en su
boca mientras me acomodaba entre sus piernas, dejando que nuestros miembros se
saludaran.
Sus ojos se abrieron ante el contacto y apretó mis brazos
dejando escapar un gemido, un armónico y sensual gemido. Separó los labios para
darme más espacio y dejó que mi lengua jugueteara con la suya.
Haría que olvidara todo, que reemplazara esa noche con
esta.
Recorrí cada detalle en su boca al mismo tiempo que mis
manos recorrían su cuerpo, erizando su piel a su paso.
Cuando me detuve, con la respiración entrecortada y el
cuerpo caliente, vi en sus ojos esa mirada suya otra vez, esa penetrante,
desafiante, seductora y cálida. Esa que tanto me encantaba…
Y antes de predecir su siguiente movimiento, me vi debajo
de su cuerpo. De su actitud sumisa no quedaba nada en su mirada, ahí frente a
mis ojos, estaba un ChangMin diferente, uno mucho más atrayente, mucho más
Dioniso.
- ¡Ahh! – gemí, al sentir su mano en mi eje. La presión
de sus largos y finos dedos hizo que apretara los ojos y arqueara mi espalda –
ChangMin – pronuncié, abducido y sorprendido.
Él comenzó a masajear mi erección de arriba abajo, con la
cantidad de fuerza adecuada. Mi corazón aceleró su ritmo y mi respiración se
tornó dificultosa. El calor, el ardor de sus toques hacían que mi cuerpo se
tensara, afiebrara y se emborrachara con su amor.
- Son por mi culpa ¿cierto? – dijo, acariciando las
cicatrices de mi hombro.
- Era la única manera que tenía para pagar por lo que te
hice – le respondí, besando su boca efímeramente.
- Lo siento – murmuró y sus labios viajaron a través de
mi cuello, dejando mordidas y besos húmedos. Consolando a cada cicatriz.
Su mano no quería soltarme y cuando bajó hasta mi pecho y
mordió mis pezones, me contraje hasta derramar mi semilla en sus dedos.
Aquella seguridad suya, aquel control con el que me tocó,
aquella naturalidad con la que cambió y tomó las riendas, me encendieron y
volví a voltearnos.
Inmediatamente le abrí las piernas de nuevo y me
restregué contra su pelvis. Simulando embestidas. Su expresión era de absoluto
placer. Su boca se abría constantemente buscando aire. Mi erección volvió a
levantarse e incrusté los dedos en su ancha y tierna cadera, haciendo de mis
movimientos más sutiles y firmes, como
si quisiera hundirlo en la cama hasta dejarle sin espacio.
Luego me detuve y bajé por su cuerpo dejando un camino
húmedo por la punta de mi lengua. Sus manos se enredaron en mi cabello y vi su
embriagada sonrisa a través de mis pestañas. Besé la punta de su miembro
sintiendo su temblor y a su abdomen contrayéndose. Deslicé mis manos debajo de
sus nalgas para acercar su miembro a mi cara. Sus rodillas se flexionaron a mis
costados y me hundí en su moreno lecho, aspirando su aroma y acariciando su
hombría con la nariz. Como un cachorro al que alimentan con leche, engullí su
largo y pulsátil eje.
- Ahh… - le oí jadear y golpear su nuca contra el
colchón.
Mi boca hizo su trabajo, con suavidad y rudeza a la vez.
Hasta que él me jaló del cabello hacia su rostro y metió su lengua en mi boca,
prendiendo llamas.
El sudor había dejado una excitante capa en su cuerpo, su
cuello y su frente. Su melena se había ondulado con la humedad. ChangMin lucía
como un dios, un adonis de carne y hueso.
La luz remarcaba las curvas de su juvenil y ardoroso
cuerpo. Estaba lleno de curvas y redondeces, fogosas, escandalosas…
Llevé dos de mis dedos a su boca y dejé que los lamiera.
Los recorrió y mordisqueó mientras me dirigía una mirada seductora. Tuve que
reemplazarlos con mi boca para que los soltara y al mismo tiempo que volvía a
besarlo, metí ambos al interior de su cuerpo. A esa parte de su masculino cuerpo
que podía ofrecerme un placer delirante y sofocante. Nunca había sentido con
nadie lo que ahora sentía. Nunca nadie había hecho que mi corazón explotara con
una mirada. Que perdiera el aliento con un toque.
Sus quejiditos de dolor eran apagados lamentos, pero
antes de intentar detenerme, lo sentí empujándose más hacia mis dedos y
embistiéndose frenéticamente.
Mis perversos pensamientos hicieron que lo detuviera y me
levantara, buscando entre mis cajones un aro de plata especial para estas
ocasiones. Me lo había regalado un amigo en una de mis fiestas prohibidas hace
muchos años. Mi padre no lo sabía pero cuando era un adolescente, utilizaba
este lugar para reuniones secretas y placenteras. Tenía juguetes muy
interesantes escondidos por allí.
Regresé a sus brazos al encontrar uno de mis favoritos y
lo metí a mi boca. Bajé de nuevo a su miembro y con la ayuda de mi lengua y
saliva, enrosqué el anillo en su hombría. Esto hacía que el placer durara más.
ChangMin no objetó y antes de que su dilatado esfínter se
cerrara, me acomodé sobre él, alzando sus piernas a mis hombros para
penetrarlo. Me introduje lentamente.
- Mmm… - gemí, al sentir la estreches de sus cálidas
paredes.
- Ahh… - gimió también, golpeando su nuca otra vez.
Acomodé sus piernas alrededor de mi cintura y lo atraje a
mi cuerpo, dejándolo sentado sobre mi regazo.
Masajeé su miembro hasta que se acostumbró a mi
intromisión. Su hombría se agrandaba y engrosaba entre mis dedos, gracias al
anillo que detenía su clímax.
Él se movió por cuenta propia luego de unos segundos,
abrazándose a mi espalda. Sus labios coreaban obscenos gemidos en mi oído,
mientras mi miembro salía y entraba en su cuerpo, acariciando su interior.
Acabé dentro de él y caímos sobre la
cama, pero el aro no dejaba que su miembro se vaciara y bajé para usar mi
lengua otra vez. Ordeñé cada gota de su virilidad, deleitándome con el sabor de
su esencia, con su textura.
De un estado salvaje, terminé sobre su dulce pecho,
cansado y tembloroso. Él nos cubrió con unas sábanas y me abrazó, besando mi
cabeza y acariciando mis cabellos.
Dormí arrullado por su respiración y su calor, enroscado
a su cuerpo.
Estaba feliz. Por primera vez en mi vida, estaba feliz de
verdad.
No obstante, en medio de nuestro sueño, un grito nos
despertó.
- ¡Fuego! – gritaba alguien, a los lejos.
ChangMin se despertó primero y me sacudió hasta lograr
que abriera los ojos.
- YooChun, algo está pasando – me avisó, con expresión
alarmada.
- Vístete – le dije, tomando mis ropas y haciendo lo
mismo.
Salimos afuera a ver lo que ocurría. Allá en mi casa, un
incendio pretendía consumirlo todo. Los empleados gritaban y correteaban.
Abrí los ojos y me quedé estático, sin saber en qué
pensar.
- ¡Vamos! – me despertó ChangMin, tomando mi mano. Y
corrimos.
A nuestro alrededor, todos gritaban y pedían ayuda.
Algunos intentaban apagar las llamas, otros sólo huían. Yo buscaba a mi familia
con la mirada.
- ¡YunHo! – grité - ¡JaeJoong! ¡Padre!
Pero nadie me respondía.
- Quizás se quedaron adentro, deben estar atrapados – me
dijo ChangMin, señalando la entrada de mi casa.
No sabía lo que ocurría ¿Cómo había empezado el fuego y
por qué?
Y la respuesta vino a mí al notar a varios soldados
espartanos, saqueando mi casa. Nos estaban atacando.
Tomé a ChangMin y nos escondí detrás de una pared. Sabía
lo que les hacían a los esclavos y ChangMin era uno, si lo encontraban y
descubrían la marca de los esclavos escondida en el interior de su tobillo… no
quería imaginarme lo que podrían hacerle.
Lo llevé a las caballerizas y ensillé un caballo con
prisa.
- Sube – le dije.
- ¿Y tú? – inquirió.
- Debo buscar a mi padre y hermano. Y a JaeJoong también.
Tengo que encontrarlos, quizás están en peligro.
- Entonces te ayudaré.
- No, ChangMin, tienes que irte o te atraparan. Eres un
esclavo, no sabes lo que les hacen a los esclavos, debes huir rápido.
- ¡No! – exclamó, abrazándome – No quiero volver a
separarme de ti – murmuró, decidido.
- Debes irte – le abracé, sintiendo su dolor como propio.
Tomando su rostro entre mis manos y darle el que tal vez sería, el último de
los besos.
- ¿YooChun? – la voz de mi progenitor nos sorprendió a
ambos.
- ¡Padre! – sonreí, separándome de ChangMin para darle un
abrazo. Era mi progenitor después de todo y yo lo amaba a pesar de todo - ¿Qué ocurre?
¿Dónde están todos? – le cuestioné.
- Nos tomaron por sorpresa, Esparta ya ha invadido las
principales ciudades y están tomando como rehenes a los principales
funcionarios. Debes marcharte, hijo – me ordenó – YunHo, JaeJoong y tu
madrastra te esperan a salvo en el puerto, con un barco que los llevará lejos y
a salvo.
Me di la vuelta y tomé a ChangMin de la mano. Mi padre
observó fijamente nuestras manos entrelazadas.
- Quiero llevar a ChangMin conmigo – le dije. Esperando
un rotundo “no”. Pero contrario a eso, mi padre nos sonrió y palmeó mi hombro.
- Cuando tu madre murió estaba tan devastado que no supe
cómo tratarte. Creí que me odiabas por eso y nunca supe cómo hacer para que no
pensaras así. Durante años recé a los dioses para que alguien llegara y te
diera el amor que yo te negué. Y veo que por fin lo encontraste. Jamás suelten
sus manos si se aman de verdad.
- Padre – le dije abrazándolo de nuevo. Contento por sus
palabras, por esas que curaban una herida antigua y profunda.
- Te amo hijo, ahora váyanse – nos ordenó.
- Pero ¿Qué harás tú? – le pregunté, renuente a dejarlo
en este lugar.
- El rey de Persia nos puso una trampa y mató a su primo
y a tu prometida, su ejército cree que fuimos nosotros. Debo quedarme para ser
juzgado y librarlos de los cargos.
- Me quedaré contigo – dije firmemente.
- No debes – negó – Ve con tu hermano y reúnan todas las
tropas que puedan, pasaran años antes de que Atenas vuelva a ponerse de pie,
pero ustedes esperen entre las sombras por una oportunidad. Mientras yo
desviaré a nuestros enemigos de su camino.
- Pero padre – traté de objetar.
- Es una petición YooChun, concédele ese favor a tu
padre. Vive hoy, pelea mañana – me dijo, tomando mi rostro.
- ¡Ahí está, atrápenlo! – vociferó un espartano.
- ¡Vete! – me gritó mi padre.
Sin otra opción más que hacerle caso, por ChangMin sobre
todo. Me monté sobre el caballo y subí a ChangMin conmigo.
- Regresaré por ti, padre – le prometí.
- Que los dioses los protejan - nos bendijo, dándole una
palmada al potro para que avanzara.
Esa noche huimos y llegamos a tiempo al puerto. Mi
hermano y JaeJoong estaban a salvo, mi familia. Y ChangMin estaba a mi lado. Mi
corazón sufría por mi progenitor pero agradecía el que mi persona amada
continuara sujetando mi mano.
YunHo nos abrazó con fuerza al subirnos a bordo y
JaeJoong subió las velas para que zarpáramos. Iríamos a las costas asiáticas.
Un pequeño ejército nos esperaba allí.
Al amanecer y despertar solo, salí a popa a buscar a
ChangMin. Él miraba el océano con sus profundos ojos. Me acerqué y lo abracé
por detrás, rodeando su cintura.
- ¿En qué piensas? – le pregunté, apoyando la barbilla
sobre su hombro.
- En lo que pasará… tengo miedo – susurró – Tengo miedo
por ti, por mí…
- Si estamos juntos ¿Seguirás temiendo?
- No – sonrió – Pero solo si prometes que siempre
estaremos juntos.
- Lo prometo – le dije, besando su cuello. ChangMin me
volteó sorpresivamente y me acorraló contra su cuerpo – Oh, ¿Creo que tendré
que enseñarte disciplina? – sonreí, con su rostro muy cerca del mío.
- Disciplina mi boca primero – sonrió, petulantemente.
- Te recuerdo que me perteneces – le dije, fingiéndome
ofendido.
Este nuevo ChangMin era interesante.
- Y yo te recuerdo, amo – dijo, llamándome con sarcasmo –
Que eres mi dueño tanto como yo soy el tuyo – y me besó profundamente.
ChangMin no había nacido para ser esclavo. Era todo menos
eso, pero sí había nacido para encontrarme. Su destino era ser mío. Era como lo
había dicho, me pertenecía tanto como yo le pertenecía a él.
Siempre
fui esclavo de la libertad… de esos que saben flotar y que besan el cielo…
Y
hasta que apareciste por ahí, me decidí aterrizar y quedarme en tu suelo.
Descubrí
mi fe en tu ilusión…
Mi alma
reconoció tu voz y así… se fue detrás de ti mi corazón.
Siempre
fui esclavo de la libertad… contigo puedo tocar, lo que soñé tanto tiempo…
Durante años, desde que había nacido, fui preso de mi
existencia misma, pero sólo tuvo que llegar ChangMin a mi vida, para romper mis
cadenas, para hacerme libre, para hacerme… esclavo de su amor.
FIN
Glosario:
Apolo: el
dios de la danza, las artes, la música, la arquería, la prudencia, la belleza
masculina y la profecía.
Dioniso: el
dios más joven del panteón, y el dios del vino, la naturaleza en estado salvaje
y la sexualidad abierta.
Cronos: dios del tiempo.
Morfeo: dios del sueño.
Pederastia: tal como se entendía en la
antigua Grecia, era una relación entre un hombre mayor y un joven adolescente.
Erastés: En Atenas el hombre mayor que cometía pedarastia era
llamado así y se encargaba de educar, proteger, amar y dar ejemplo a
su amado.
Consorte: prometida o prometido de
un aristócrata.
Esclavo simple: denominación para
esclavos que no tienen derecho a nada y son considerados artículos.
Esclavo de dios: esclavo que tiene apellido
y gana dinero. Tiene derechos y puede pagar su libertad. Es más como un
sirviente.
ahhh como lloro que bonito fic yo que estaba odiando a chun por hacer lo que hizo pero al final min lo amaba tanto como el gracias a zeus que su amor se logro y vamos chun que con favor de afrodita sera para siempre a que si
ResponderEliminarOOOOOOOMG!!!!! que espectaculaaaaar kyaaaaa estoy tan pero tan feliiiiiiiz!!!! Dios no sabes como he necesitado de leer cosas como estas!!!! con tanto amor y contenido que uwaaa quedo como flotandoooo gracias gracias graciaaaaaas, por haber echo este maravillosisisimo one-shoft en verdad espero que ganes!!! Fighting loveless-sama!!!! la verdad apenas vi que se trataba de ti corri de inmediato a leerlo!!! cuando escribes siempre logro obtener muchos sentimientos hermosos y disfruto al maximo!! gracias por eso y por toda la alegria que nos regalas atravez de lo que tu maravillosa mente crea jeje y mas gracias aun por darnos como protagonistas al hermosoooo YooMin!!! amo cuando escribes de elloooos awaaa y ni que se diga cuando se trata del YunJae!!! hoy me puedo ir a dormir con la felicidad de haber leido una historia como esta!!!! arigatoooo!!!
ResponderEliminarme gusto mucho que bueno que al final pudieron estar juntos. Gracias por escribir ñ_ñ
ResponderEliminarme gusto muxooooo ^,^ se quedaron juntos!!! aunq me dio penita el papá pero lo bueno es q se tienen el uno al otro!!! gracias x escribirlo!!!!
ResponderEliminaryo amo lo que escribes ..alkjdklsajdlaksjdl
ResponderEliminartu fic magico hermoso waaaa me fascino Kyaaaaaaa .
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