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Slave



Título: Slave
Autor: Park Loveless
Pareja: YooMin
Género: Slash, Lemon
Extensión: Oneshot
Linea de Tiempo: Pasado
Hecho histórico: Grecia Antigua, Guerra del Peloponeso
Resumen: Es la historia de un niño rico y mimado, que por fin encontró su libertad, en el amor de ChangMin, su esclavo. 
N/A: Las reglas del concurso decían que el fic no debía ser cursi, pero en Grecia, en la época antigua, los griegos eran románticos por excelencia, especialmente los que practicaban la pederastia, sus relaciones estaban basadas en el cariño, la afectuosidad y el amor. Si desean comprobarlo, búsquenlo en Google ^­­­_<

Y ah… la parte que parece poema, es de la canción “Entre tus alas” de Camila.

~ GLOSARIO AL TERMINO DEL FIC'S~ 

Algunas veces lo veo en mis sueños… y puedo recordar la primera vez que amé de verdad. Recuerdo su suave piel tostada… su pelo oscuro y sedoso enredado entre mis dedos. Sus labios húmedos y rojos. El ardor que sentí al poseerlo, el fuego que emergía desde mi corazón sólo por darle un beso… Pero luego, ese sueño se vuelve una pesadilla, una en donde me convierto en un monstruo. El monstruo que lastimó a la persona que será por siempre, mi único y verdadero amor.
Y por eso estoy aquí, como un soldado más del ejército griego cuando hace más de tres años, era el hijo de la mano derecha del rey. Peleo en esta cruel guerra para no encararlo. Para no ver en sus ojos, un odio profundo por lo que le hice. Para escapar…
La sangre corre a mí alrededor, las personas mueren. La muerte misma nos pisa los talones atenta a cualquier oportunidad, pero, a mí no me importa. Desde aquella mañana luego de aquella hermosa y oscura noche, me maldije a mí mismo.
La muerte no es suficiente castigo para mi alma.
- ¡YooChun! – y escuché el grito de mi hermanastro, perdido en medio de la batalla. En medio de gritos y dolor. Me distraje con esos pequeños pensamientos míos y sólo bastaron esos segundos para terminar acorralado.
Una espada chocó contra mi cabeza e hizo que mi casco volará lejos. Tuve suerte de que la afilada arma sólo me hiciera un pequeño corte en la mejilla.
- ¡YooChun! – volvió a gritar mi hermanastro, esta vez con preocupación. Pero yo me levanté del suelo y me enfrenté a mi oponente, un soldado espartano. Poco dispuesto a rendirme en ese lugar.
Alcé mi espada y le desafié. Sin embargo, él era más fuerte y aun cuando yo fui más ágil, la muerte tomó mi mano.
Lo último que recordaré de ese día, será la ansiosa y preocupada voz de YunHo y otra más suave, sacada de mis recuerdos de tiempos más gentiles que este.

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Una luz cálida acariciaba mi rostro, había paz a mí alrededor, nadie gritaba, nadie parecía combatir ¿Es que acaso estaba muerto?
Abrí las pestañas e inmediatamente fui cegado por una brillante luz amarilla. Me dolía mi costado derecho, me sentía mareado y débil. El sudor perlaba mi frente y mis ojos tardaban en acostumbrarse a la claridad. Cuando por fin recuperé la visión y vi el cielo raso del lugar en el que reposaba y percibí lo suave de la superficie en la que estaba recostado, supe  en donde me hallaba.
- Así que ya despertaste – oí la voz de mi hermanastro.
- ¿Por qué rayos estoy aquí? – le gruñí, sentándome de golpe.
- ¡Cuidado! – me advirtió, frunciendo el ceño – Tienes atravesado el costado YooChun, no te muevas así o sangrará de nuevo – me regañó.
- ¿Por qué estamos aquí? – le insistí, ignorando sus palabras. Estaba enojado por estar en casa, porque me habían regresado al lugar en donde había empezado todo. Al lugar del que había escapado hace tres años.
- Te hirieron de muerte ¿Qué esperabas? – me respondió, cruzándose de brazos – Al enterarse de tu situación, el rey nos mandó a traerte aquí. Ya envió otras tropas para reemplazarnos. Tienes suerte de seguir vivo, mañana llegará un erudito a cerrar tu herida.
El coraje que sentía no podía ser explicado y poco a poco, el dolor y la tristeza llegaban a acompañarlo.
- YunHo, no debiste traerme aquí – le miré, entre desesperado y enojado.
- Padre estaba preocupado ¿Qué querías que hiciera? Además, esta es nuestra casa ¿A dónde sino te hubiera traído?
- ¡A cualquier otro sitio menos aquí! – exclamé, sintiendo una profunda punzada de dolor.
- YooChun… no puedes seguir huyendo – me dijo, serio y firme. Sentándose al borde de mi cama – Padre y madre llegaran mañana de su reunión con el rey, hasta eso, descansa, recupera energías y aclara tu mente – palmeó mi hombro.
Yo continuaba enojado, quería irme. Estaba desesperado por dejar esta casa, por desaparecer de nuevo, aunque antes de eso, quisiera ver su rostro. Pero tan débil me sentía, que desistí de levantarme y montarme sobre un caballo, me eché nuevamente en la cama, pidiéndole a Morfeo que me ayudara a recuperar fuerzas y a Cronos que detuviera el tiempo para retrasar las inevitables casualidades que podrían hacer de nuestro reencuentro, un hecho verdadero.
Cuando era más joven, era frívolo y calculador. Había crecido sin conocer el cariño o el amor. Porque mi madre murió el instante mismo en que di mis primeros llantos, mi padre no me volteó a ver nunca. Y resentido con el mundo y la injusticia de mi mala suerte, crecí frío y superficial. Me la pasaba de fiesta en fiesta, despilfarrando el dinero de mi padre, haciéndolo odiarme más.
Muchas mujeres decían que Apolo me había bendecido ya que era fuerte, reacio y encantador. Seducir a todo tipo de mujeres era fácil para mí, no tenía pudor, ya fueran vírgenes o casadas, solteras o viudas. Incluso me acostaba con las esposas de los amigos de mi padre con el único fin de avergonzarlo. No obstante, el vacío en mi corazón no desaparecía aun cuando me envolvía en un distinto fuego cada noche… hasta que apareció él, por supuesto. Y puso mi mundo de cabeza.
Enlacé nuestros destinos por accidente. En una subasta de esclavos, cuando él tenía tan sólo once años, YunHo se compadeció de su joven edad y quiso comprarlo, pero ya había gastado su dinero en otras cosas y sin saber por qué, yo pagué por él.
Sí, la persona que amo es un hombre y un esclavo. Mi esclavo…
Es irónico que lo diga pero yo soy más esclavo que él. Nunca fui dueño de mí mismo. Nunca pude controlar mi vida como quería, mis sentimientos, mis pensamientos e incluso mis decisiones, me esclavizan. Siempre domado por el rencor y la venganza. Lo único que deseaba era conocer la libertad… la paz que esa palabra podía otorgar al alma. Y ahora, la cobardía es mi dueña, así como el miedo.
En fin, yo no le daba ni el más mínimo interés. YunHo se hacía cargo de él pese a que yo era su dueño. Mientras yo estaba ocupado en fiestas y vicios. Mi hermanastro lo cuidaba con esmero, porque era de nuestra misma raza.
Nuestra sangre es mestiza, mitad griega por nuestras madres y mitad asiática por nuestros padres. El suyo había muerto en una guerra y cuando la viuda conoció a mi progenitor, se casaron y nos hicieron familia.
Se supone que no debería llevarme bien con él, mi padre lo adora y su madre sólo desea que muera para que él lo herede todo. Pero en YunHo encontré algo parecido a la verdadera amistad, encontré camarería y es tan virtuoso que en ocasiones actúa como el padre que siempre soñé tener. Es una de las poquísimas personas a las que les doy auténtico valor.
YunHo se ganó su amistad y él le contó que era huérfano, que toda su familia había muerto por una epidemia y que unos traficantes le habían agarrado. El día que tome conciencia de su existencia, fue una tarde de verano. Él limpiaba mi habitación mientras yo ignoraba su presencia recostado sobre mi cama. Sus casi silencios pasos, moviéndose de aquí para allá, me habían arrullado y cuando se detuvieron por mucho tiempo, desperté e inconscientemente lo busqué con la mirada. El pequeño esclavo de ese entonces, miraba con ojos brillosos mi estantería de pergaminos. Eran unos ojos que expresaban curiosidad. Brillantes, del color del trigo a luz de la luna… hipnotizantes y penetrantes igual que los ojos de la mismísima diosa Atenea.
Le hablé por primera vez, curioso por su esencia. Él se sobresaltó y pidió disculpas.
- Aun no me has respondido, esclavo ¿Qué es lo que tanto observabas? – le insistí.
- Amo, yo… sólo limpiaba aquí – me respondió, escondiéndose de mi mirada.
- Veo que ya hablas el griego… - comenté.
- El amo YunHo me ha enseñado – me respondió, aún con su carita gacha.
- Quieres leer mis pergaminos ¿Cierto? – le pregunté.
- Aunque quisiera, amo, no sé leer…
- Yo puedo enseñarte – me ofrecí. En un acto impulsivo, cuestionándome a mí mismo después.
Él levantó la vista un segundo e inmediatamente regresó a mirar sus pies.
- No dices nada… pero ya que estoy aburridísimo, te enseñaré aunque no quieras. <<Escoge un pergamino y tráelo aquí. Tomaré el lugar de mi hermano por hoy – le ordené, divertido con la situación. Era un niño pequeño pero yo actuaba mucho más infantilmente que él.>>
- Si amo – sonrió imperceptiblemente. Volteándose a examinar mi estantería. La idea de aprender, le emocionaba, podía notarlo en su mirada. Sus manitas revoloteaban sin saber cuál escoger. Y esa tarde me la pasé enseñándole el alfabeto griego. Y cada tarde después de esa, sin comprender muy bien la razón de mi actuar, se hizo una costumbre el que yo le diera clases. Le contaba historias, mitos, le enseñaba filosofía, le leía cuentos mitológicos y en algunas ocasiones le instruía en el arte.
YunHo nos espiaba algunas veces. Decía que ese niño era un regalo de los dioses porque estaba ablandando mi corazón. Yo no pensaba de la misma forma. Creía que lo hacía por entretención y diversión. Sin embargo, mi pensamiento era esquivo solamente.
Y los años pasaron y él cumplió quince. Creció inteligente y fuerte como ningún esclavo simple podría siquiera llegar a anhelar. Para YunHo se había convertido en un pequeño hermanito, para mi casa en un elemento de mucho valor, pero para mí… en un deseo, uno que no me podía permitir.
Y con el recuerdo de sus quince años, Morfeo decidió acogerme en su regazo.


A la mañana siguiente, un erudito en medicina vino y cosió mi herida. Era una línea recta casi del mismo tamaño que de mi mano. Había perdido mucha sangre y por su profundidad corría el riesgo de sufrir una infección. Cada puntada fue dolorosa, peor que haber recibido la espada de mi enemigo.
Volví a dormir todo el día y desperté al anochecer. Tenía un hambre terrible, no había tomado más que remedios de yerbas en tres días. Me levanté apenas y me coloqué una bata. Mi mente había bloqueado todo pensamiento dirigido hacia él para aventurarme fuera de mi habitación.
Hace años jamás hubiera pensado que YO tendría que esconderme de alguien, mucho menos de un esclavo, si alguien me hubiera dicho que esto pasaría probablemente me hubiera matado de la risa.
- YooChun ¿Qué haces levantado? – me reprochó YunHo, encontrándome en uno de los pasillos.
- Tengo hambre y nadie se ha dignado a traerme comida de verdad – le respondí.
- Ya, ya, ya, tranquilo. Y qué bueno que ya estas mejor. Por cierto, ya que estas aquí, acompáñame, padre tiene algo que decirnos a todos, acaba de llegar y quiere verte.
- De acuerdo – suspiré. Siempre que mi padre tenía algo que decirnos, nos veíamos en la obligación de hacer cosas que no deseábamos. La primera vez que me dijo que tenía algo que decirme, terminé dos años metido en el ejército, recibiendo entrenamiento militar y sólo tenía dieciséis años aquella vez. Y cuando le dijo eso a mi hermanastro, YunHo terminó comprometido en una relación que a ojos del mundo, no es más que puro protocolo.
Caminamos al estudio de mi padre. Mi madrastra y el consorte de YunHo nos aguardaban allí, con una agradable sorpresa.
- Así que ya despertaste, YooChun – me sonrió JaeJoong, ofreciéndome una bandeja de carne asada y pan.
- No sabía que te quedarías con nosotros – le sonreí de vuelta, cogiendo la ofrenda con mucho gusto.
- Bueno, JaeJoong será muy pronto parte de nuestra familia, es inevitable – dijo YunHo.
Sí, Kim JaeJoong es el consorte de mi hermanastro. Pero ambos tenían la suerte de haberse conocido desde niños y en realidad, estaban muy enamorados el uno del otro. En Grecia no era nada sorprendente el enterarse que dos hombres estaban juntos. Muchos maestros mantenían relaciones amorosas con sus discípulos. Era muy normal, tanto que era parte de la propia educación.
Porque vivíamos regidos por una ideología patriarcal se creía que el hombre era un ser perfecto, y una relación entre dos hombres era aún más perfecta. Sin embargo, nunca se había aprobado un matrimonio porque el hombre podía ser para el placer, pero la mujer era esencial para la conservación de la especie. No obstante, con el estallido de una guerra entre Grecia y Esparta, nuestro rey que perdió a todos sus hijos, utilizaron a YunHo -el hijo mayor de la casa de su principal consejero- para concertar un matrimonio con el heredero de uno de nuestros enemigos y sembrar paz entre ambos pueblos.
- Hijo mío, qué alegría que hayas regresado vivo – entró mi padre, dándome un fugaz abrazo.
Traté de sonreír, no sabía por qué estaba siendo tan afectuoso conmigo. Quizás porque JaeJoong nos acompañaba o porque por fin me había convertido en un hijo responsable a sus ojos por  entrar al ejército del país.
- Padre, es bueno verlo saludable – le contesté por cortesía.
- La familia por fin reunida ¿No es agradable eso? – comentó mi madrastra, con un sutil y efímero tono de sarcasmo.
- Por favor, sentémonos todos – nos indicó mi padre.
Nos reunimos alrededor de una mesita, inquisitivos y atentos a sus palabras.
- YooChun…  - empezó, utilizando un tono serio y diplomático, como si estuviera en una de sus reuniones hablando del estado de las polis - El día que me dijiste que te unirías al ejército, esa misma mañana partiste solo con un caballo y tu armadura, sentí que por fin habías madurado y asentado cabeza. Me prometiste traer honor a nuestro apellido y hasta el momento no has dejado de cumplir a tu palabra. Te has convertido en un precioso y valioso hijo, digno de alabanza. Atenas misma ha reconocido tu eficacia en el campo de batalla. Eres mi orgullo… pero ha llegado la hora de pedirte que cargues con un peso más fuerte.
- Padre ¿De qué habla? – le interrumpió YunHo.
- Hablo de que YooChun debe casarse – le contestó.
Mi vista se alzó al escuchar aquella frase salida de sus labios.
- ¿Qué? – inquirí, perplejo y desconcertado.
- Tebas ha decidido unirse a Esparta, juntos nos aplastaran como si no fuéramos nada. <<Y Persia, nuestros enemigos desde años antiguos, verán en esa alianza una oportunidad para unirse también y someternos. Gracias al compromiso de YunHo y JaeJoong, hemos logrado que varias tribus de las costas Asiáticas se volvieran nuestros aliados pero aún con su apoyo no representamos un peligro. El rey ha logrado oficializar tu compromiso con la heredera de una de las ciudades más importantes de Persia. YooChun… esto no es una petición en realidad, la carta que acepta el compromiso ya fue enviada hace dos noches. De hecho, tu consorte llegará a visitarte mañana por la mañana. Es la hija del primo del rey de Persia, tiene el ejército más grande de esa región. Si te casas muchas vidas se salvarán y Atenas no desaparecerá en la arena.>>
Era tal como me lo había dicho mi padre en un principio, un peso, uno demasiado pesado con el cual debería cargar sobre la espalda. Representaba una condena, para alguien como yo que en cuyo corazón ya existía alguien importante.
- Pero padre… YooChun no puede aceptar. Ese compromiso puede ser una trampa – intentó objetar YunHo, sabedor de mis sentimientos.
- No es así, el rey de Persia y su primo siempre han sido enemigos ya que le quitó la corona. Este compromiso pudo darse gracias a ese antagonismo – le dijo mi padre a modo de tranquilizarlo.
- Acepto – mí voz intervino antes de que YunHo diera otra excusa. Mi padre sonrió, mi madrastra también lo hizo, YunHo y JaeJoong me miraron sorprendidos – Recibiré a mi futura esposa con mucha alegría – le sonreí a mi padre.
- Que los dioses te bendigan hijo mío, estas salvando a mucha gente no negándote a este compromiso.
- Bueno – me levanté, sin mucho humor para seguir escuchando sus elogios – Me retiraré a mi alcoba, si mañana vendrá mi prometida, debo descansar para recibirla como se merece – di ese pretexto.
- Descansa – asintió mi padre.
Incluso el hambre se me fue ya que dejé olvidada la bandeja de comida que me había dado JaeJoong. Regresé por los mismos pasillos desolados hacia mi habitación, sin pensamiento o sentimiento acerca de lo ocurrido.
- ¿Por qué aceptaste? – el reclamo de YunHo me sorprendió antes de que pudiera meterme a la cama.
- ¿Por qué no debería de haber aceptado? – le pregunté a mi vez.
- YooChun, tú no eres así. En otros tiempos le hubieras dicho a padre que no lo harías, te hubieras negado incluso delante del rey. ¿Qué paso contigo? ¿Por qué dijiste que sí?
- Porque ahora estamos en estos tiempos y porque no tengo razones para decir que no. Sólo es un matrimonio YunHo, tarde o temprano hubiera sucedido, no es ningún evento que deba causarme sorpresa o perplejidad. Y tampoco a ti.
- Pero hermano… tú estás enamorado. ¿Esa no es razón suficiente para haberse negado?
- El amor no existe YunHo, la diosa Afrodita creo esa palabra para tener poder sobre nosotros nada más. Además... si existiera, sólo afortunados como tú o JaeJoong, pueden tenerlo. Personas como yo, no.
- Parece que no estoy hablando con el hermano que tanto amé. El que nunca mantenía los pies en la tierra, el soñador, el vivaz… ¿Dónde quedó el YooChun de esa época?
- Deja de dramatizar, “hermano” – hablé, con tono aburrido y muerto – Tú mismo me reprochabas esas veces ¿Y ahora me pides que vuelva a ser el libertino que odiaban todos? Me sorprende que tú intestes hacerme desistir, eres un ejemplo de hombre. Siempre fuiste responsable, con tu sentido del deber y obligaciones. Yo debería ser el que se pregunté en dónde quedó ese hermano ¿No crees?
- El sentido del deber no siempre es con los demás, sino con uno mismo – me contestó, decepcionado conmigo. Y se fue, dejándome en la oscuridad de mi propia soledad autocastigada.


Cuando el sol volvió a anunciar su regreso, yo ya estaba despierto. La herida me seguía doliendo. El erudito me había ordenado absoluto reposo pero mi futura esposa iba a llegar y yo no podía darle un desplante.
Fue una tortura asear y vestir mi cuerpo sin ayuda. Me coloqué mis ropas más caras para causar una buena impresión en mi consorte, lo que implicó mucho dolor y un poco de sangre. No se me permitía caminar pero cuando una de las criadas me anunció su llegada, no tuve más remedio que levantarme.
Por dentro estaba sudando frío con cada paso y una punzada en mi costado, pero por fuera, procuraba lucir relajado. Cuando la fui a recibir en el pequeño salón para vistas de mi casa, puse mi mejor sonrisa.
- Oh, aquí estas hijo, entra, ven a conocer a tu preciosa consorte – me jaló mi padre, poniéndome delante de una hermosa chica de piel olivácea y larga cabellera.
Sólo estábamos nosotros. Mi madrastra y YunHo habían ido a comprar provisiones para la casa y JaeJoong estaba descansando por ahí.
- Es un gusto conocerlo, mi nombre es Marinna – se presentó ella, ofreciéndome el dorso de su mano con una sonrisa elegante pero coqueta.
- Es un placer, yo me llamo YooChun – la tomé y besé delicadamente la piel que cubría su fina y delicada mano.
La chica era una exquisitez. Era delgada, bella y de buen porte. Su cuerpo y su rostro le pertenecían a una musa. Nunca había estado con una mujer como ella, nunca con una tan bella. Era de esas mujeres que inmediatamente me hubiera llevado a la cama.
- ¿Por qué no le das un paseo? – nos sugirió mi padre.
- Claro – sonreí, señalándole el camino como todo un caballero – Perdone que solo yo y mi padre le hayamos recibido, temo que mi madre y mi hermano salieron a abastecer nuestras reservas y el que será mi hermano político está descansado todo lo que puede antes de volver a la guerra – me disculpé, guiándola por pasillos y salones distinguidos. Siempre sonriéndole galantemente y hablándole con educación. Sin tocarla y sin estar tan alejado de ella. Debía hacer uso de mi yo conquistador, el seductor caballero que trataba a las mujeres como a damas y las cortejaba con elegancia.
- No debe preocuparse, he vivido toda mi vida con militares y sé cuándo están tan ocupados que ni llegan a casa en semanas – me confió, con una sonrisita discreta.
Sí, era una mujer perfecta. Hubiera caído a sus pies hace mucho tiempo. Por su belleza y su natural sensualidad. No era cualquier mujer, era una verdadera dama, el tipo de chicas que a mí me encantaba seducir.
No tuve que fingir mucho a su lado. Hablamos de arte, pinturas, poesía y esas cosas. Era una compañera inteligente y de buen gusto.
Al confiarme que le encantaban las flores, decidí llevarla por nuestro enorme jardín. Allí las flores estaban cultivadas en hectáreas de terreno y había caminitos de tierra por donde podías pasar y contemplarlas.
- Parece un océano de colores – expresó maravillada, admirando la variedad de especies.
- A mi madre le encantan las flores, gracias a su debilidad tenemos este lugar – comenté. Sin mirar siquiera hacia ellas, mis ojos no quitaban la vista del camino.
Y así entre risas y conversaciones, oí en la lejanía los pasos que tanto me había costado aprenderlos a distinguir hace años.
Mi pesadilla se estaba haciendo realidad, lo que tanto temía estaba pasando.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza en mi pecho y mis oídos afinaron su sentido. Eran unos pasos silenciosos, esos que no quería encontrar… la sonrisa murió en mi rostro y mi ojos se dilataron. No escuchaba nada más que ese suave crujir de pies en la tierra, aun cuando sabía que Marinna me seguía hablando.
Los pasos se acercaron más y cada vez se hacían más imperceptibles, como si dudaran de continuar o algo así. Y justo cuando pararon por completo, alcé la vista y eché una ojeada al causante de mis desvelos.
Le miré por una fracción de segundos. Era él en verdad. Llevaba un cántaro de agua en las manos y me miraba con los ojos abiertos de par en par. Parecía aterrado al ver mis ojos chocando contra los suyos.
- ¿Verdad que son hermosas? – me preguntó Marinna.
Inmediatamente desvié la mirada y le sonreí abiertamente.
Todo pasó como si Cronos hubiera alentado el tiempo. Yo ignorándolo como si no existiera, para darle toda mi atención a la mujer que estaba a mi lado. Como si nunca lo hubiera visto, le pasé de largo, sin remordimientos. Consciente de que sus ojos me seguían, pero renuente a aceptarlo.
- Espero haber sido buena compañía para usted – me dijo mi consorte, al despedirse de mí.
- Fue la mejor compañía que nunca tuve – le sonreí.
- ¿Sabe YooChun? Yo sé que usted no tiene interés en mí y que aceptó nuestro matrimonio por obligación. Pero espero gustarle porque usted me gusta a mí y mucho.
- No hay persona que no gustaría de alguien como usted – le dije, dándole un elogio para nada comprometedor ni desabrido.
- Regresaré muy pronto a visitarlo – me prometió.
- La esperaré con ansias – le mentí, volviendo a besar su mano.
Marinna se fue y en cuanto cruzó la puerta de mi casa y regresé a mi alcoba. Mi rostro recuperó su habitual máscara, con un ingrediente indeseado. El dolor mezclado con la culpa de los recuerdos del pasado.
Me hundí en mi lecho, con un agudo desgarrón en mi corazón y cerré los ojos, implorando la inconsciencia. Sin embargo, mi mente traicionó a mi corazón y reviví aquella noche…
Dos meses después de que él hubiera cumplido quince años, la factura por mi inhabilidad a negar lo que sentía, me debilitaba rápidamente.
Él era hermoso, su rostro, su cuerpo… me atraían de una forma indecente y hasta escandalosa. Lo miraba y ya no veía un “por qué no”, no veía un “solo es un niño”, lo miraba y sentía fuego… por su piel y sus labios…
Cada vez era más difícil estar a su lado sin tocarlo más allá de lo necesario, me estaba volviendo loco. Lo deseaba demasiado, tanto que en una ocasión, metidos en la biblioteca de mi casa, tuve el loco deseo de tomarlo por las caderas y subirlo a un pedestal de la escalera para meterme entre sus piernas y hacerlo mío. Y estuve a punto de hacerlo, solo un pensamiento me detuvo. Si satisfacía lo que mi lujuria me demandaba, lo perdería… él me quería como un hermano podría querer a su igual, si yo hacía con él, lo que cualquier amo pudiera hacer con su esclavo por simple deseo, me odiaría. Éramos como amigos, obligarlo sería recordarle su estatus, darle a entender que solo era un objeto y no lo que quizás amaba más en el mundo.
Eso siempre me detenía, el pavor a perder su amistad. Pero una noche ya no pude resistir más. Como siempre, llegué muy de noche a casa y con mucho licor en el organismo. Estaba borracho y él se había despertado a recibirme. Me sostenía contra su costado para ayudarme a llegar a mi habitación sin que nadie se diera cuenta.
- ¿Por qué bebió tanto? – me regañaba, arrastrando mi tozudo cuerpo.
Yo solo le decía incoherencia tras incoherencia y cuando intentó dejarme sobre la cama, lo sostuve por su túnica y lo dejé debajo de mí.
- ¿Qué hace, amo? – me preguntó, aterrado y perplejo.
- Lo siento ChangMin, ya no puedo… ya no puedo… - le respondí y comencé para no soltarlo hasta acabar.
Pese a que él se removió y me suplicó que me detuviera. Pese a que incluso lloró cuando lo penetré y gritó que dolía. Nunca me detuve. Al amanecer y despertar con un horrible dolor de cabeza, sin saber exactamente lo que había hecho anoche. Lo recordé todo en cuento descubrí su cuerpo a mi lado.
Estaba desnudo como un bebé, pero lo que me causó repulsión hacia mí mismo, fue el estado en el que lo había dejado. Todo su cuerpo era un perfecto mapa de ríos purpuras y rojos. Y un mar de sangre manchaba gran parte de mi cama, seca en forma de costras por su baja espalda. Los surcos en sus mejillas eran un signo de lágrimas.
¿Qué es lo que había hecho? Me reproché a mí mismo con un agonizante dolor en mi pecho. Mis ojos se dilataron por la evidencia de violencia en su flagelado cuerpo y lloraron por la forma en la que lo había mancillado. Lo que con tanta desesperación intenté evitar, al fin y al cabo había pasado.
Me sentí sucio… nunca jamás había tratado a alguien como le había tratado a él. Lo traté peor que a un perro y supe que en cuanto despertara, nunca más me iba a mirar como antes.
La idea de su odio, de su asco, hizo mella en mí y decidí huir. Me vestí con ávida rapidez, hablé con mi padre prometiéndole todo lo que nunca hice como hijo para que me dejara ir y me marché dejándolo sin una explicación.
El sueño convirtiéndose siempre en pesadilla, pero Morfeo me favoreció en medio de mi dolor y dejó que abriera los ojos al sentir la suave humedad de un paño limpiando mi herida. Unas manos me vendaban con mucho esmero, incluso habían colocado mi cuerpo de costado para facilitarse el trabajo.
Un suspiró me alertó. Me di la vuelta apartándome.
- ¿Qué haces aquí? – le cuestioné, con tono severo y enojado.
Era ChangMin, era mi esclavo cuidando de mí.
- Su padre me mandó a revisarlo. Su herida se abrió amo, yo solo…
- ¡Vete! – le ordené, interrumpiéndolo.
- Pero amo, la herida sangra y…
- ¿No escuchaste esclavo? ¡Lárgate de aquí! – mascullé.
Él dudó y con ojos tristes salió de mi alcoba, tan apresurado que chocó con JaeJoong, quien entraba a verme.
- ¿Por qué lo trataste así? – me preguntó él, sentándose al borde de mi cama.
Yo tocaba las vendas que me cubrían, cerrando los ojos al pensar en sus dedos tocándolas.
- No lo sé – me sinceré, hablando más para mí que para JaeJoong.
Yo quería que él me odiara, que nunca quisiera volver a hablarme, que no estuviera junto a mí porque al vernos, sabía que ambos sufríamos.
- Por tu respuesta deduzco que algo te pasa con ese niño – comentó JaeJoong.
- No sé de qué hablas – le esquivé.
- Mentira, YooChun, si sabes y muy bien. Los vi esta tarde, es el mismo esclavo con el que se toparon Marinna y tú.
- Lo que sea que crees que hayas visto sólo fue una ilusión de tu mente.
- No pareció eso. He estado conviviendo contigo desde hace tres años y te conozco desde que correteabas en pañales. Tú nunca miraste a alguien de la forma en la que lo miraste a él. Sólo fue un segundo, pero tus ojos lo miraron como si él lo fuera todo en este mundo y luego… - se detuvo, observándome intensamente – Lo ignoraste como si nunca lo hubieras visto. Nadie le da esa clase de miradas a una persona por nada, YooChun. Algo sientes por él, u odio u amor.
- JaeJoong – le miré – El que tú y mi hermano estén enamorados,  no significa que todos sientan algo. Los sentimientos no son para aristócratas como nosotros.
- Puede que no lo sean, pero tampoco somos inmunes – me dijo, levantándose.
 Amor… suspiré, por supuesto, nadie es inmune al amor.



- Ya tiene dieciocho años ¿No crees que se ha convertido en todo un hombre? – sentí la voz de YunHo a mis espaldas, sorprendiéndome mirando el cielo del atardecer.
- ¿De quién hablas? – inquirí.
- De ChangMin – me respondió, sonriente.
- YunHo… no empieces – le pedí.
YunHo suspiró.
- JaeJoong me dijo que el otro día le gritaste. ¿Por qué lo tratas así?
- ¿Por qué no hacerlo? Es solo un esclavo…
- Y la persona que amas.
- ¿Tú también me hablaras de amor? – rodé los ojos.
- Bien – masculló – Has lo que quieras pero te arrepentirás y será muy tarde. Por cierto, conocí a tu prometida a las afueras de la ciudad, es bonita, todos dicen que es la reencarnación de Afrodita.
- Se equivocan – le interrumpí, atraído por otro recuerdo – No sé muy bien qué dios a reencarnado, si Afrodita, Apolo o Dioniso, pero yo conozco a un ser aún más hermoso que ella…
- Y luego niegas que lo amas… - susurró mi hermanastro.
Me mordí el labio, se me había ido la lengua demás.
- Lo venderé – le dije, dándome la vuelta.
Sus ojos se abrieron con sorpresa.
- ¿Qué? – farfulló.
- Padre me dijo que me casaré en quince días e iré a vivir a Persia con mi esposa. No quiero que ChangMin venga conmigo, por eso lo venderé. Pero no te preocupes, tú lo seguirás viendo, se lo venderé a padre.
- YooChun… creo que deberías pensarlo mejor, tú…
- Yo debo dejarlo ir. No quiero que me pertenezca. Padre me prometió que lo haría un esclavo de dios y lo dejaría en libertad cuando pagará su precio.
- YooChun, tú lo amas, no lo apartes de ti.
- YunHo… me casaré – le dije, sonriendo débilmente – Además, tú sabes lo que le hice, yo lo amo pero él me odia y no puedo resistir viviendo con eso en la cabeza. No puedo simplemente decirle “te amo” y hacerlo mi erómeno.
- Siempre hay un camino y tú te estas rindiendo sin buscarlo – me contradijo.
- Porque así debe ser… - le respondí, regresando a mirar el paisaje de mi ventana.
Mi padre estaba hablando con ChangMin, contándole acerca de nuestro trato y su destino. Lo vi abrir los ojos como platos cuando mi padre le dijo que yo dejaría de ser su amo y él me volteó a ver. Escapé de su mirada y me apoyé contra la pared.
YunHo se había ido.
Cerré los ojos recreando su imagen en mi mente.
YunHo tenía razón, ya era todo un hombre. Era fuerte y saludable. Apolo le había hecho terriblemente hermoso. Dotado de una estatura generosa y de una piel bronceada, digna de las más ardientes caricias. Sus ojos seguían siendo vivaces, mucho más inteligentes que antes. Su cabello era algo largo y sedoso, del color de la noche, enmarcaba su rostro como una nube oscura. Y sus labios… eran los de Dioniso… atrayentes, incitadores a la sexualidad…
No podía seguir cerca de él, no con estos pensamientos. Debía marcharme lo antes posible si no quería cometer el mismo pecado dos veces.


Los días pasaron con una extrema lentitud. Fue una tortura tenerlo cerca todo el tiempo y no tocarlo, hablarle o robarle una sonrisa. Era insoportable. A no menos de cinco días para mí boda, decidí que la tortura era demasiada y me fui a vivir al pequeño búngalo de mi padre ubicado al otro extremo de la casa principal, en los límites del jardín de mi madrastra.
Quería estar solo mientras mi padre arreglaba la celebración de mi matrimonio. No dejé que ningún sirviente me acompañara, mucho menos ChangMin. Ordené absoluta privacidad, un grave error si consideraba el que mi herida se infectaba con el tiempo y mis curaciones no eran muy efectivas.
Un día desperté muy mal, bañado en sudor. Tenía fiebre y temblores. No pude levantarme de mi cama. Dormí hasta muy entrada la noche y desperté al sentir algo fresco sobre mi frente. Era él de nuevo, curándome mientras dormía. Limpiaba mi herida con agua de yerbas y refrescaba algunas partes de mi cuerpo con un paño húmedo. Incluso me había hecho algo de comer, medio inconsciente, pude detectar el olor de sopa de especias.
- ¿Por qué estás aquí? – le pregunté con mi ronca voz, haciéndole sobresaltarse.
- Su padre me envió a traerle un par de pergaminos para que los sellara y lo vi enfermo.
- Bueno, ya me curaste. Deja los pergaminos y vete – le ordené, tratando de sentarme sin darle una pequeña mirada siquiera. Cubriéndome con una bata rápidamente. No quería que viera mis cicatrices otra vez, cinceladas por Ares.
- Si amo – se levantó. Dio unos cuantos pasos pero antes de llegar al umbral de la habitación, paró y volteó a verme con una expresión que jamás le había visto en su rostro. Esa clase de mirada que no podía caber en un esclavo, esa desafiante… altiva... – Antes de marcharme, sólo quisiera saber algo: ¿Por qué? – me preguntó.
Me petrifiqué con el sonido de aquel cuestionamiento y mi corazón comenzó a latir lleno de miedo.
- ¿Por qué, qué? – murmuré, sin poder desviar el tema con una orden.
- ¿Por qué me venderá? – completó, con sus ojos haciéndoseles más duros.
- ¿De verdad esperas que responda? Esclavo – le dije, remarcando la última palabra.
- Siempre fui eso ¿cierto? – masculló, clavando la mirada en el piso – Siempre fui sólo eso – repitió con un tono que hacía que quisiera abrazarlo fuertemente.
- No comprendo tus palabras – medio sonreí, haciéndome a los desentendidos y sintiéndome desconcertado por sus evidentes reclamos. ¿Qué es lo que pensaba? ¿Qué es lo que sentía? ¿Por qué salían tales palabras de su boca?
- Sólo dígame ¡¿Por qué?! - exclamó, con las manos convertidas en puños.
Me levanté y tomé los pergaminos de una mesa, fingiendo leerlos imperturbable.
- Creo que no entiendes tu lugar esclavo, ese tono de voz es inapropiado para hablarle al que todavía sigue siendo tu amo – le dije, palabra por palabra. Actuando como un verdadero imbécil.
No respondió más y creí que ahí había muerto todo, que había sido el acabose de su tolerancia. Pero unas manos tirando de mis brazos y estampándome contra la pared, me hicieron dar cuenta de mi error.
- ¡¿Qué crees que haces?! – vociferé, tratando de separar a ChangMin de mí.
- ¿Por qué? Dime ¿Por qué me tratas así? – me cuestionó, con sus penetrantes y furiosos ojos puestos sobre los míos.
- ¡Suéltame! – le grité, adoptando su hostilidad.
-Dime amo ¡¿Por qué?! – me azotó provocándome un gesto de dolor por mi herida sacudiéndose - ¡¿Por qué quieres apartarme de ti cuando lo que yo más quiero es estar a tu lado?! – gritó.
Mi corazón se detuvo y olvidé todo menos lo que había escuchado… esas palabras ¿Qué significaban?
Observé su rostro lleno de incertidumbre y perplejidad. Gruesas lágrimas resbalaban por sus mejillas y la presión de sus dedos disminuía con cada instante.
Su mirada volvía a esconderse de mí.
- ¿Qué dijiste? ChangMin ¿Qué fue lo que dijiste? – le pregunté. Él levantó la cara al escuchar su nombre, como si hubiera esperado mucho para oírlo y entornó los ojos derramando más lágrimas.
- Quise odiarte… intenté hacerlo, pero no puedo… - balbuceó, agachando su rostro con cada palabra, con sus manos flácidas cayendo a sus costados – Te amo desde que te conocí ¿Cómo podría odiarte?
“Te amo” esa palabra se repetía en mi mente como un suave eco perdido en las rocas del mar.
¿Él había dicho que me amaba?
- Siempre te he amado… al principio creí que era admiración pero con el paso de los días, cada vez que tenía que seguirte… sólo deseaba sujetar tu mano – murmuró – Y cuando esa noche tú… - calló.
Yo sólo podía mirarle con los ojos abiertos, tratando de pensar qué hacer, qué decirle.
- Quise odiarte, no sabes cuánto lo intenté. Porque me obligaste, porque me dejaste, porque aun así cuando me levanté después de lo que me hiciste y no te vi, te extrañé.
Su voz era tan lastimera que antes de darme cuenta, yo también estaba llorando.
- Pero sólo puedo ser eso para ti, sólo puedo ser un…
- No – le interrumpí, abrazándolo por el cuello – No – repetí, apretando los ojos por al fin tenerlo entre mis brazos.
No podía creer lo que estaba pasando. Él me amaba como yo le amaba a él. Y aun cuando le había hecho daño, me seguía amando. Era irreal.
- Eres todo lo que amo en este mundo, ChangMin – susurré en su oído.
Sus tímidas manos comenzaron a aferrarse a mi espalda al escuchar mis palabras.
- Y lo siento por esa noche, no sabes cuánto lo lamento. Sé que fui un infeliz, que no merezco ni mirarte, que no hay excusas para mi comportamiento. Perdóname, perdóname – le supliqué, separándome de su rostro para verlo.
Limpié sus lágrimas con mis pulgares y levanté su mentón, acercándome a su cara y dejando un delicado y tembloroso beso en sus labios.
Uno que expresaba todo el terror que sentía y toda la esperanza volviéndose sólida, la esperanza de obtener su perdón y su corazón.
Y como si no lo hubiera previsto antes, mis labios no pudieron dejar sino un solo beso. Sujeté su rostro con las palmas y dejé un segundo y luego un tercero y así sucesivamente, alargando el tiempo y la intensidad, logrando que ChangMin me correspondiera.
Mis manos vagaron por su espalda, dejando caricias.
- Te perdono – susurró. Y nos besamos.
- Déjame amarte, esta vez será diferente – murmuré contra su cuello, embriagado por la sensación de sujetarlo y probar su boca.
- Quiero que lo hagas – me contestó.
Lo abracé de la cintura y le hice retroceder hasta que cayera sobre mi cama.
Esta vez sería diferente, esta vez le demostraría cuánto lo amaba, cuánto lo necesitaba, cuánto me había hecho cambiar.
Me subí a la cama y le quité las zapatillas sujetadas a sus tobillos con lazos amarrados graciosamente. ChangMin lejos de alejarme o cohibirse, sujetó mi bata y me atrajo a su cuerpo, para ocupar mi boca con la suya. Mientras procuraba besarlo dulce y tiernamente, mi mano derecha encontró el camino hacia su virilidad y la metí por debajo de su túnica. Para rodearla con los dedos y comenzar a cariarla sutilmente. ChangMin arqueó la espalda y jadeó. Afuera, la noche se volvía más oscura.
Masajeé su miembro hasta que este se levantó igual que un obelisco. Deseoso y ardiente como el fuego que lo consume todo. Me quité la túnica quedándome completamente desnudo y deslicé su túnica por su cabeza dejándolo en las mismas condiciones.
Los sonidos de su boca eran dolorosos jadeos.
- Di mi nombre – le pedí, volviendo a tomar su miembro con firmeza – Dilo para mí.
- Ahh… YooChun… - murmuró, apretando los parpados.
- Otra vez.
- Yoo… Chun… YooChun…
Sonreí. Quería que dijera mi nombre, que supiera que en esa habitación no había estatus ni nada parecido, que sólo éramos ChangMin y YooChun. Dos personas amándose.
Deseaba consolarlo por todo el dolor que había sentido. Deseaba retribuirle con caricias y besos el daño que le había hecho, deseaba amarlo intensa y dulcemente.
Separé sus piernas y las flexioné. Eran largas y fuertes, cubiertas de un exquisito bronceado. Firmes y tersas como el satén.
- Te amo – murmuré sobre sus labios – Yo Park YooChun, te amo a ti, Shim ChangMin – le dije, besándolo, introduciendo mi lengua en su boca mientras me acomodaba entre sus piernas, dejando que nuestros miembros se saludaran.
Sus ojos se abrieron ante el contacto y apretó mis brazos dejando escapar un gemido, un armónico y sensual gemido. Separó los labios para darme más espacio y dejó que mi lengua jugueteara con la suya.
Haría que olvidara todo, que reemplazara esa noche con esta.
Recorrí cada detalle en su boca al mismo tiempo que mis manos recorrían su cuerpo, erizando su piel a su paso.
Cuando me detuve, con la respiración entrecortada y el cuerpo caliente, vi en sus ojos esa mirada suya otra vez, esa penetrante, desafiante, seductora y cálida. Esa que tanto me encantaba…
Y antes de predecir su siguiente movimiento, me vi debajo de su cuerpo. De su actitud sumisa no quedaba nada en su mirada, ahí frente a mis ojos, estaba un ChangMin diferente, uno mucho más atrayente, mucho más Dioniso.
- ¡Ahh! – gemí, al sentir su mano en mi eje. La presión de sus largos y finos dedos hizo que apretara los ojos y arqueara mi espalda – ChangMin – pronuncié, abducido y sorprendido.
Él comenzó a masajear mi erección de arriba abajo, con la cantidad de fuerza adecuada. Mi corazón aceleró su ritmo y mi respiración se tornó dificultosa. El calor, el ardor de sus toques hacían que mi cuerpo se tensara, afiebrara y se emborrachara con su amor.
- Son por mi culpa ¿cierto? – dijo, acariciando las cicatrices de mi hombro.
- Era la única manera que tenía para pagar por lo que te hice – le respondí, besando su boca efímeramente.
- Lo siento – murmuró y sus labios viajaron a través de mi cuello, dejando mordidas y besos húmedos. Consolando a cada cicatriz.
Su mano no quería soltarme y cuando bajó hasta mi pecho y mordió mis pezones, me contraje hasta derramar mi semilla en sus dedos.
Aquella seguridad suya, aquel control con el que me tocó, aquella naturalidad con la que cambió y tomó las riendas, me encendieron y volví a voltearnos.
Inmediatamente le abrí las piernas de nuevo y me restregué contra su pelvis. Simulando embestidas. Su expresión era de absoluto placer. Su boca se abría constantemente buscando aire. Mi erección volvió a levantarse e incrusté los dedos en su ancha y tierna cadera, haciendo de mis movimientos más sutiles  y firmes, como si quisiera hundirlo en la cama hasta dejarle sin espacio.
Luego me detuve y bajé por su cuerpo dejando un camino húmedo por la punta de mi lengua. Sus manos se enredaron en mi cabello y vi su embriagada sonrisa a través de mis pestañas. Besé la punta de su miembro sintiendo su temblor y a su abdomen contrayéndose. Deslicé mis manos debajo de sus nalgas para acercar su miembro a mi cara. Sus rodillas se flexionaron a mis costados y me hundí en su moreno lecho, aspirando su aroma y acariciando su hombría con la nariz. Como un cachorro al que alimentan con leche, engullí su largo y pulsátil eje.
- Ahh… - le oí jadear y golpear su nuca contra el colchón.
Mi boca hizo su trabajo, con suavidad y rudeza a la vez. Hasta que él me jaló del cabello hacia su rostro y metió su lengua en mi boca, prendiendo llamas.
El sudor había dejado una excitante capa en su cuerpo, su cuello y su frente. Su melena se había ondulado con la humedad. ChangMin lucía como un dios, un adonis de carne y hueso.
La luz remarcaba las curvas de su juvenil y ardoroso cuerpo. Estaba lleno de curvas y redondeces, fogosas, escandalosas…
Llevé dos de mis dedos a su boca y dejé que los lamiera. Los recorrió y mordisqueó mientras me dirigía una mirada seductora. Tuve que reemplazarlos con mi boca para que los soltara y al mismo tiempo que volvía a besarlo, metí ambos al interior de su cuerpo. A esa parte de su masculino cuerpo que podía ofrecerme un placer delirante y sofocante. Nunca había sentido con nadie lo que ahora sentía. Nunca nadie había hecho que mi corazón explotara con una mirada. Que perdiera el aliento con un toque.
Sus quejiditos de dolor eran apagados lamentos, pero antes de intentar detenerme, lo sentí empujándose más hacia mis dedos y embistiéndose frenéticamente.
Mis perversos pensamientos hicieron que lo detuviera y me levantara, buscando entre mis cajones un aro de plata especial para estas ocasiones. Me lo había regalado un amigo en una de mis fiestas prohibidas hace muchos años. Mi padre no lo sabía pero cuando era un adolescente, utilizaba este lugar para reuniones secretas y placenteras. Tenía juguetes muy interesantes escondidos por allí.
Regresé a sus brazos al encontrar uno de mis favoritos y lo metí a mi boca. Bajé de nuevo a su miembro y con la ayuda de mi lengua y saliva, enrosqué el anillo en su hombría. Esto hacía que el placer durara más.
ChangMin no objetó y antes de que su dilatado esfínter se cerrara, me acomodé sobre él, alzando sus piernas a mis hombros para penetrarlo. Me introduje lentamente.
- Mmm… - gemí, al sentir la estreches de sus cálidas paredes.
- Ahh… - gimió también, golpeando su nuca otra vez.
Acomodé sus piernas alrededor de mi cintura y lo atraje a mi cuerpo, dejándolo sentado sobre mi regazo.
Masajeé su miembro hasta que se acostumbró a mi intromisión. Su hombría se agrandaba y engrosaba entre mis dedos, gracias al anillo que detenía su clímax.
Él se movió por cuenta propia luego de unos segundos, abrazándose a mi espalda. Sus labios coreaban obscenos gemidos en mi oído, mientras mi miembro salía y entraba en su cuerpo, acariciando su interior. Acabé dentro de él  y caímos sobre la cama, pero el aro no dejaba que su miembro se vaciara y bajé para usar mi lengua otra vez. Ordeñé cada gota de su virilidad, deleitándome con el sabor de su esencia, con su textura.
De un estado salvaje, terminé sobre su dulce pecho, cansado y tembloroso. Él nos cubrió con unas sábanas y me abrazó, besando mi cabeza y acariciando mis cabellos.
Dormí arrullado por su respiración y su calor, enroscado a su cuerpo.
Estaba feliz. Por primera vez en mi vida, estaba feliz de verdad.
No obstante, en medio de nuestro sueño, un grito nos despertó.
- ¡Fuego! – gritaba alguien, a los lejos.
ChangMin se despertó primero y me sacudió hasta lograr que abriera los ojos.
- YooChun, algo está pasando – me avisó, con expresión alarmada.
- Vístete – le dije, tomando mis ropas y haciendo lo mismo.
Salimos afuera a ver lo que ocurría. Allá en mi casa, un incendio pretendía consumirlo todo. Los empleados gritaban y correteaban.
Abrí los ojos y me quedé estático, sin saber en qué pensar.
- ¡Vamos! – me despertó ChangMin, tomando mi mano. Y corrimos.
A nuestro alrededor, todos gritaban y pedían ayuda. Algunos intentaban apagar las llamas, otros sólo huían. Yo buscaba a mi familia con la mirada.
- ¡YunHo! – grité - ¡JaeJoong! ¡Padre!
Pero nadie me respondía.
- Quizás se quedaron adentro, deben estar atrapados – me dijo ChangMin, señalando la entrada de mi casa.
No sabía lo que ocurría ¿Cómo había empezado el fuego y por qué?
Y la respuesta vino a mí al notar a varios soldados espartanos, saqueando mi casa. Nos estaban atacando.
Tomé a ChangMin y nos escondí detrás de una pared. Sabía lo que les hacían a los esclavos y ChangMin era uno, si lo encontraban y descubrían la marca de los esclavos escondida en el interior de su tobillo… no quería imaginarme lo que podrían hacerle.
Lo llevé a las caballerizas y ensillé un caballo con prisa.
- Sube – le dije.
- ¿Y tú? – inquirió.
- Debo buscar a mi padre y hermano. Y a JaeJoong también. Tengo que encontrarlos, quizás están en peligro.
- Entonces te ayudaré.
- No, ChangMin, tienes que irte o te atraparan. Eres un esclavo, no sabes lo que les hacen a los esclavos, debes huir rápido.
- ¡No! – exclamó, abrazándome – No quiero volver a separarme de ti – murmuró, decidido.
- Debes irte – le abracé, sintiendo su dolor como propio. Tomando su rostro entre mis manos y darle el que tal vez sería, el último de los besos.
- ¿YooChun? – la voz de mi progenitor nos sorprendió a ambos.
- ¡Padre! – sonreí, separándome de ChangMin para darle un abrazo. Era mi progenitor después de todo y yo lo amaba a pesar de todo - ¿Qué ocurre? ¿Dónde están todos? – le cuestioné.
- Nos tomaron por sorpresa, Esparta ya ha invadido las principales ciudades y están tomando como rehenes a los principales funcionarios. Debes marcharte, hijo – me ordenó – YunHo, JaeJoong y tu madrastra te esperan a salvo en el puerto, con un barco que los llevará lejos y a salvo.
Me di la vuelta y tomé a ChangMin de la mano. Mi padre observó fijamente nuestras manos entrelazadas.
- Quiero llevar a ChangMin conmigo – le dije. Esperando un rotundo “no”. Pero contrario a eso, mi padre nos sonrió y palmeó mi hombro.
- Cuando tu madre murió estaba tan devastado que no supe cómo tratarte. Creí que me odiabas por eso y nunca supe cómo hacer para que no pensaras así. Durante años recé a los dioses para que alguien llegara y te diera el amor que yo te negué. Y veo que por fin lo encontraste. Jamás suelten sus manos si se aman de verdad.
- Padre – le dije abrazándolo de nuevo. Contento por sus palabras, por esas que curaban una herida antigua y profunda.
- Te amo hijo, ahora váyanse – nos ordenó.
- Pero ¿Qué harás tú? – le pregunté, renuente a dejarlo en este lugar.
- El rey de Persia nos puso una trampa y mató a su primo y a tu prometida, su ejército cree que fuimos nosotros. Debo quedarme para ser juzgado y librarlos de los cargos.
- Me quedaré contigo – dije firmemente.
- No debes – negó – Ve con tu hermano y reúnan todas las tropas que puedan, pasaran años antes de que Atenas vuelva a ponerse de pie, pero ustedes esperen entre las sombras por una oportunidad. Mientras yo desviaré a nuestros enemigos de su camino.
- Pero padre – traté de objetar.
- Es una petición YooChun, concédele ese favor a tu padre. Vive hoy, pelea mañana – me dijo, tomando mi rostro.
- ¡Ahí está, atrápenlo! – vociferó un espartano.
- ¡Vete! – me gritó mi padre.
Sin otra opción más que hacerle caso, por ChangMin sobre todo. Me monté sobre el caballo y subí a ChangMin conmigo.
- Regresaré por ti, padre – le prometí.
- Que los dioses los protejan - nos bendijo, dándole una palmada al potro para que avanzara.
Esa noche huimos y llegamos a tiempo al puerto. Mi hermano y JaeJoong estaban a salvo, mi familia. Y ChangMin estaba a mi lado. Mi corazón sufría por mi progenitor pero agradecía el que mi persona amada continuara sujetando mi mano.
YunHo nos abrazó con fuerza al subirnos a bordo y JaeJoong subió las velas para que zarpáramos. Iríamos a las costas asiáticas. Un pequeño ejército nos esperaba allí.
Al amanecer y despertar solo, salí a popa a buscar a ChangMin. Él miraba el océano con sus profundos ojos. Me acerqué y lo abracé por detrás, rodeando su cintura.
- ¿En qué piensas? – le pregunté, apoyando la barbilla sobre su hombro.
- En lo que pasará… tengo miedo – susurró – Tengo miedo por ti, por mí…
- Si estamos juntos ¿Seguirás temiendo?
- No – sonrió – Pero solo si prometes que siempre estaremos juntos.
- Lo prometo – le dije, besando su cuello. ChangMin me volteó sorpresivamente y me acorraló contra su cuerpo – Oh, ¿Creo que tendré que enseñarte disciplina? – sonreí, con su rostro muy cerca del mío.
- Disciplina mi boca primero – sonrió, petulantemente.
- Te recuerdo que me perteneces – le dije, fingiéndome ofendido.
Este nuevo ChangMin era interesante.
- Y yo te recuerdo, amo – dijo, llamándome con sarcasmo – Que eres mi dueño tanto como yo soy el tuyo – y me besó profundamente.
ChangMin no había nacido para ser esclavo. Era todo menos eso, pero sí había nacido para encontrarme. Su destino era ser mío. Era como lo había dicho, me pertenecía tanto como yo le pertenecía a él.

Siempre fui esclavo de la libertad… de esos que saben flotar y que besan el cielo…
Y hasta que apareciste por ahí, me decidí aterrizar y quedarme en tu suelo.
Descubrí mi fe en tu ilusión…
Mi alma reconoció tu voz y así… se fue detrás de ti mi corazón.
Siempre fui esclavo de la libertad… contigo puedo tocar, lo que soñé tanto tiempo…

Durante años, desde que había nacido, fui preso de mi existencia misma, pero sólo tuvo que llegar ChangMin a mi vida, para romper mis cadenas, para hacerme libre, para hacerme… esclavo de su amor.
FIN

Glosario:
Ares: el dios de la guerra, la crueldad y del asesinato.
Afrodita: la diosa del amor.
Atenea: la diosa de la sabiduría, la educación y la guerra; la protectora de los héroes.
Apolo: el dios de la danza, las artes, la música, la arquería, la prudencia, la belleza masculina y la profecía.
Dioniso: el dios más joven del panteón, y el dios del vino, la naturaleza en estado salvaje y la sexualidad abierta.
Cronos: dios del tiempo.
Morfeo: dios del sueño.
Pederastia: tal como se entendía en la antigua Grecia, era una relación entre un hombre mayor y un joven adolescente.
Erastés: En Atenas el hombre mayor que cometía pedarastia era llamado  así y se encargaba de educar, proteger, amar y dar ejemplo a su amado.
Erómeno: El joven cuya retribución al amante era su belleza, juventud y compromiso.
Consorte: prometida o prometido de un aristócrata.
Esclavo simple: denominación para esclavos que no tienen derecho a nada y son considerados artículos.
Esclavo de dios: esclavo que tiene apellido y gana dinero. Tiene derechos y puede pagar su libertad. Es más como un sirviente.

6 Comentarios:

  1. ahhh como lloro que bonito fic yo que estaba odiando a chun por hacer lo que hizo pero al final min lo amaba tanto como el gracias a zeus que su amor se logro y vamos chun que con favor de afrodita sera para siempre a que si

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  2. minato-chan =D7/05/2013

    OOOOOOOMG!!!!! que espectaculaaaaar kyaaaaa estoy tan pero tan feliiiiiiiz!!!! Dios no sabes como he necesitado de leer cosas como estas!!!! con tanto amor y contenido que uwaaa quedo como flotandoooo gracias gracias graciaaaaaas, por haber echo este maravillosisisimo one-shoft en verdad espero que ganes!!! Fighting loveless-sama!!!! la verdad apenas vi que se trataba de ti corri de inmediato a leerlo!!! cuando escribes siempre logro obtener muchos sentimientos hermosos y disfruto al maximo!! gracias por eso y por toda la alegria que nos regalas atravez de lo que tu maravillosa mente crea jeje y mas gracias aun por darnos como protagonistas al hermosoooo YooMin!!! amo cuando escribes de elloooos awaaa y ni que se diga cuando se trata del YunJae!!! hoy me puedo ir a dormir con la felicidad de haber leido una historia como esta!!!! arigatoooo!!!

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  3. Anónimo7/05/2013

    me gusto mucho que bueno que al final pudieron estar juntos. Gracias por escribir ñ_ñ

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  4. me gusto muxooooo ^,^ se quedaron juntos!!! aunq me dio penita el papá pero lo bueno es q se tienen el uno al otro!!! gracias x escribirlo!!!!

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  5. Anónimo7/08/2013

    yo amo lo que escribes ..alkjdklsajdlaksjdl

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  6. tu fic magico hermoso waaaa me fascino Kyaaaaaaa .

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