El cuerpo de Jaejoong estuvo en condiciones nuevamente, cuando ya estaba próxima la hora de la comida; Gen había permanecido todo el tiempo a su lado, y ahora se dedicaba a limpiar el cuarto del menor, mientras él iba a la cocina para ir ayudando a Jeon Bo, lo que supondría menor esfuerzo para sus doloridas muñecas, puesto que adecentar su alcoba conllevaba levantar el futón para airearlo, fregar el piso para eliminar los restos de lo ocurrido la noche anterior…. En cuanto llegó, vio a la mujer de espaldas a él, removiendo el guiso que tenía en una gran cazuela sobre el fuego; se fue acercando un poco más, y fue cuando lo vio, un morado, parecido al que él tuviera unos días atrás.
- Jeon Bo… ¿Qué le pasó? - Preguntó asustado, mientras tomaba uno de los paños que había en la cocina y lo humedecía en agua, más o menos fría, para bajarle la hinchazón.
- Oh, Jaejoongieh… Me asustaste… No es nada… No te preocu… pes… - Empezó a decir, al ver como empezaba a pasar aquel trozo de húmeda tela, suavemente por su rostro. Se le quedó un rato mirándole fijamente, hasta que su vista se fue a la muñeca de la mano con la que sostenía aquel paño que le daba alivio al dolor del golpe en su cara.- ¿Te duele a ti? - Preguntó, mientras le indicaba con el dedo a qué se refería, ya que suponía todo su cuerpo estaría magullado de alguna manera y no sólo sus muñecas.
- Algo menos que esta mañana. - Afirmó el menor.
- ¿Qué le ocurrió Jeon Bo? - Preguntó Gen, que recién volvía a ver a la cocinera.
- No fue nada… - Fue su respuesta, sin querer dar más explicaciones.
Se giró hacia el fuego y se puso nuevamente a remover el puchero, mientras les indicaba que debían hacer cada una y que se dieran prisa, puesto que estaban las chicas del local, quienes eran las primeras para poder preparar con tiempo todo lo necesario para ejercer su oficio, ya que algunos clientes llegaban antes de la puesta de sol, por acercarse a comer.
Aquella tarde, tanto Jeon Bo como Gen la pasaron con Jaejoong en su habitación, no querían que estuviera a solas en ningún momento y que el señor Kang aprovechase para volver a forzarle, pues sabían que bastante tendría que soportar ya al caer la noche, cuando no pudieran hacer, ni decir nada por evitar que el general Song le hiciera suyo una vez más.
Una noche más en la que los gritos del pequeño Jae llegaban claros a través del patio interior hasta los oídos de Gen, que sólo podía cubrirlos con sus manos, dejar sus lágrimas correr, y en su rostro formarse aquella expresión de dolor que produce el saber lo que está ocurriendo, y el conocimiento de que nada se puede hacer por evitarlo… Al menos de momento… Pues ya tenía más o menos decidido lo que haría para acabar con aquella situación que tanto daño les hacía a ambos, en cierta forma.
Al día siguiente, Gen fue, como venía siendo costumbre últimamente, por desgracia, a curar las heridas y golpes que Jaejoong tenía a lo largo de su cuerpo.
- Jaejoongieh… No creas ni una sola palabra de lo que el general te diga… Ni aunque te jure… Porque… Te prometo que antes o después te sacaré de aquí… Sólo necesito tiempo… Por favor… Confía en mí. - Pidió, sabiendo lo fácil que podría resultarle el caer en la tentación de acceder a aquellas promesas, que ella bien sabía falsas, que le hacía el general de llevarlo a un lugar mejor.
- Confío en ti Gen.
- Es que ese maldito… Jamás cumple sus promesas… Sus palabras no valen ni el aire que gasta al decirlas… - Decía con rabia.
- ¿Por qué le odias tanto?... – Preguntó curioso, pues Gen parecía aborrecer al general sobre manera. - Y no me digas que por lo que me hace a mí… Porque acabas de hablar como si lo conocieras y te hubiese hecho algo antes… Acaso… ¿Intentó algo contigo?, ¿qué tu papá…? - No se atrevió a terminar la pregunta, temiendo que aquel hombre, el padre de su amiga, tuviera tan pocos escrúpulos como para cederle a su propia hija, para satisfacer los bajos deseos carnales, a aquel hombre tan despreciable, por más título que tuviera.
- No… Escuché como mis padres le decían que yo no estaba a disposición de los clientes, porque era su hija, y a él, dar su palabra de que respetaría su decisión; pero en cuanto acabó con la chica que estaba, se las arregló para saber cuál era mi habitación, entró e intentó abusar de mí… - Comentaba, con la mirada ligeramente llena de ira, al recordar aquel momento en el que casi es violada por aquel hombre. - Yo no podía gritar… Me amenazó con hacerles daño a mis padres si decía algo… Así que me resigné, por decirlo de algún modo, y me dejaba hacer, rezando para que algo ocurriera que lo apartase de mí.
- ¿Llegó…?
- No… Supongo que debo agradecer que dieran voz de alerta aquella noche y él tuviera que irse corriendo, junto con sus hombres, a ver qué ocurría…
- Menos mal… - Suspiró aliviado.
- Sí… Desde entonces, siempre he procurado estar cerca de mi madre o mi padre cada noche, para que él no se me acercase otra vez e intentara consumar lo que no pudo aquella noche, y esperaba que se encaprichase de otra y se olvidase de mí… Lo malo… Es que no puedo estar contenta de que ahora desee a otra, porque “esa otra” eres tú. -Sentenció con lágrimas formándose en sus ojos.
- Gen… - Y la tomó entre sus brazos, en un intento de que no se sintiera culpable de algo por que no lo era, aunque ella lo sintiera así.
- Dame tiempo… Te prometo que te sacaré de aquí…
- Sé que lo harás… Confío en ti.
Aquella tarde, cerca del anochecer, volvió la señora Kang, con diez nuevas chicas, todas más o menos de la edad de Gen o la de Jaejoong, pero que se habían concienciado, durante el viaje, de cual iba a ser su función en aquel lugar, que ahora era su hogar. Les pidió a Jeon Bo, a su hija y a Jae, que les enseñasen dónde estaban las habitaciones, el comedor, el baño… En fin, todas las zonas de la casa, tanto las comunes como las que no lo eran; mientras ella dejaba a los caballos en el establo y llevaba su equipaje a su dormitorio, donde tenía la intención de descansar de tan largo y pesado viaje.
El manto de la noche se fue extendiendo por la ciudad, muchos de sus habitantes se habían resguardado ya tranquilamente a la luz y el calor del hogar, mientras otros paseaban por las frías calles casi despobladas, alumbradas con la luz tintineante de algunas antorchas, muy diferentes a como solían estar en las mañanas, donde el bullicio incesante de la gente en el mercado era la nota predominante; aquellos paseantes, tenían distintos destinos… Unos uniformados, hacían su ronda, velando por que nada extraño o peligroso ocurriera en las calles, los otros, se dirigían a los distintos locales y tabernas, en busca de sólo una copa más o también de pasar aquella fría noche en compañía de otro cuerpo que hiciera al propio entrar en calor, aunque fuese por tan sólo unos minutos. Estos últimos, solían ser clientes del local de la familia Kang, donde sabían que hoy había “carne fresca”, y a muchos les gustaba la idea de ser de los primeros quienes probasen el nuevo género; así como también los había partidarios de estar con la misma…
Lee Ann, se encontraba dando una vuelta por el salón donde estaban todas las mujeres que trabajaban para ella, haciendo un último repaso a todo, antes de abrir la puerta a los clientes, que no tardarían en llegar; de cuando en cuando, retiraba alguna cosa, extendía algún mantel de alguna mesa…Y en esas estaba, cuando sus ojos repararon en una figura que no debería estar allí.
- Chul… ¿Qué hace Jaejoongieh en el salón? - Preguntó notoriamente enfadada. - Su sitio es la cocina, junto con Jeon Bo. - Añadió, queriendo dejarle claro a su esposo, que quien tomaba las decisiones en ese negocio, aunque le pesara, era ella y no él.
- Lo sé querida… Pero deja que te explique… - Pidió, pues sabía perfectamente el carácter que su señora podía tener. - Ya sabes cómo se puede poner a veces el local… - A lo que la señora Kang asintió. - Así que le pedí a Jaejoongieh, inclusive a Gen, que echasen una mano para servir las copas a los clientes. - Comenzó a relatarle, y en cierta forma, no faltaba a la verdad. - Esa noche, la única en la que le puse a trabajar sirviendo copas, llegó Song Hyu Neul, y se encaprichó… Dijo que la quería. - Enfatizando un poco el “la”, pues sabía perfectamente que no se correspondía con el género de quien definía. - Y… ¿Qué motivo le podría haber dado yo, para negarle a Jaejoongieh? -Preguntó haciéndose la víctima de aquella situación.
- … - Permaneció en silencio, pues en verdad no había motivo para que la joven no trabajase, como lo hacía el resto de las chicas que allí vivían, a excepción de Jeon Bo, su hija y ella misma. - Pero podía haber vuelto ya a la cocina… -Habló nuevamente; pues si había sido un capricho del general, y éste ya había pasado, Jae podía haber vuelto a ocupar el puesto que ella le designó.
- Sí… Pero es que, cada vez que el general viene… Si no le ve… Pregunta y solicita sus servicios. - Algo que le venía bien, pues tras Hyu Neul entraba él al cuarto del menor, pero que le fastidiaba cuando el pago era por toda una noche, y en las que el soldado salía de los límites del local, con los primeros rayos de sol despuntando en el horizonte.
Mientras tanto, en el otro lado del salón, era la pequeña Kang, quien se acercaba a su amigo para saber el motivo por el cual estaba esa noche allí, y no lejos del alcance de su padre o cualquiera de aquellos hombres que lo miraban deseosos, por no hablar del general, quien no tardaría en aparecer por allí.
- ¿Qué sentido tendría?... Vaya donde vaya… Tu padre me acaba encontrando, me ata para el general, me golpea por haber intentado zafarme de “mi obligación” y, supongo, le comentará algo al general Song, porque cuando llega él, en ocasiones, también me golpea… O dice que tiene que castigarme por haber pretendido escapar de él… Digamos que estando aquí, escojo el menor de los males… No me libraré de que me fuerce esta noche, pero, espero que sí, de los golpes que quieran darme.
- Supongo que tienes razón… - Decía afligida, viendo la resignación que tenía ya el menor, sobre lo que le esperaba estando allí.
Gen había pensado que su madre se enfadaría al ver a Jaejoongieh en el salón, que le gritaría a su padre, y que sacaría al menor de allí, devolviéndole a la cocina en el momento; pero, aunque los “gritos” si que habían sucedido, Jae seguía en el mismo sitio, y su madre no parecía querer cambiarlo de lugar; algo que, en cierto modo, le extrañaba, igual que le ocurrió cuando les presentó a Jaejoongieh y le puso a trabajar con Jeon Bo y ella, cuando lo más normal era que ni les dijese el nombre de las chicas que entraban, y éstas empezaran a trabajar directamente con los clientes.
La puerta principal se abrió, dando paso a una figura de paso marcial, que imponía respeto con sólo mirarla; avanzó hasta el centro del salón, ojeó por encima toda la sala… Y su mirada se detuvo en su más preciado tesoro, para un instante después, dirigirse hasta donde estaban los señores Kang e indicarle al esposo que preparase a Jaejoongieh, mientras él miraba más detenidamente a las nuevas adquisiciones del local, cosa que se apresuró en hacer, y mostró a Lee Ann cuan ciertas eran las palabras que su marido le había dicho unos minutos antes.
En la habitación, Jaejoong se resignaba a ser atado nuevamente, pues tal parecía que era lo que más morbo le daba al general… Él, se había prometido no luchar, no porque fuese sintiendo placer, no porque se hubiera rendido… Si no para evitar el dolor que le provocaba el moverse, para evadir ser penetrado, algo que ya era bastante doloroso de por sí; tampoco le iba a dar el placer de escucharlo gritar, algo que excitaba a Hyu Neul, haciendo que tardase más en llegar a su clímax sólo por el deseo de oírlo una vez más, y Jaejoong quería que fuese rápido, que le hiciera lo que tuviera que hacerle, que calmase cuanto antes sus deseos y se marchase de su lado.
- ¿Me extrañaste? - Preguntó con un deje de ironía el general, pero no obtuvo respuesta alguna. - ¿Sabes?… Yo a ti sí…- Decía acercándose a él. - Estas noches lejos de tu cuerpo… - Acariciando con lujuria parte de la anatomía del menor. - Te he extrañado tanto… Pero he descubierto nuevas formas de divertirme contigo. - Sonrió, dando un paso hacia atrás, contemplándolo unos segundos, antes de desatar el cincho que sujetaba su espada a su cintura, y comenzar lentamente a desvestirse.
Jaejoong lo observaba en silencio, procurando, con todas sus fuerzas, con todo su interior, que su rostro no mostrase expresión alguna; no debía hacer que el general se excitase más de lo que le mostraba aquel erguido miembro, cuando sus ropas de galas viajaron, dibujando levemente las formas de aquel cuerpo, hasta el suelo. Ahogó un sollozo, mordiéndose el interior de su labio inferior, e intentó no estremecerse ante la repugnancia que aquel toque le producía… El roce de la piel de las manos del general, cuando éste le iba retirando la ropa, mientras que, a cada centímetro de piel descubierta, se le iba dibujando el deseo en su rostro.
Cuando Jaejoong estuvo desnudo y a su disposición, Hyu Neul se separó nuevamente de él, lo contempló una vez más y se dirigió hacia el montón que formaba en el suelo su ropa, buscó levemente entre aquel bulto de prendas para, finalmente, girarse hacia Jae y mostrarle, con una sonrisa en los labios, la espada envainada.
- Desde que te poseí la primera vez… - Comenzó a contarle, como quien relata una historia a un niño pequeño. - He empezado a encontrar cierto placer en ver los cuerpos desnudos de otros hombres, claro que… Ninguno de ellos me enciende como el tuyo… - Jaejoong quiso reír ante aquella confesión, maldiciendo su suerte, pero no hizo gesto alguno, permaneció impasible, viendo como lentamente el general se acercaba y proseguía con la narración de aquella historia, de la que, por algún motivo que no alcanzaba a comprender muy bien, no quería saber el final. - Como miembro de la guardia real… No puedo hacer que los hombres entren en mis aposentos y me sirvan, como tú lo haces… -¿Lo hacía?, era lo que pasaba por la mente del menor, pues no recordaba ningún momento en el que libremente se hubiera entregado a los deseos de aquella persona que estaba frente a él. - Pero, si para obtener información sobre el enemigo, si vas a torturar a algún prisionero… Puedes permitirte ese capricho, y… -Decía girando la espada sobre sí misma, a lo largo, con una mano, mientras la otra recorría los grabados de la vaina. - Probar nuevos procedimientos para sonsacar la verdad. - Dijo mientras se acercaba nuevamente a Jaejoong, a quien cada vez le costaba más mantener una expresión neutra en su rostro, pues ignoraba lo que pretendía el general hacerle con aquella espada. - Me encantaba ver sus expresiones, cada vez que la vaina de las espadas de alguno de mis soldados se introducía en su interior… - Le contó, mirándole fijamente a los ojos, observando, complacidamente, como los rasgos del menor se iban tensando por el temor que le producía el saber lo que le esperaba. - Y sí… Me moría de ganas por ver tu rostro… Ardo en deseos de contemplar tus expresiones cuando te penetre… - Confesó, levantando una de las piernas de Jaejoong y comenzando a introducir, lentamente, la empuñadura de su espada de gala, provocando los primeros gemidos y muecas de dolor.
Cuando el mango de la espada fue introducido, finalmente y de forma violenta en su interior, Jaejoong no pudo refrenar un grito de dolor, que recorrió todos los rincones de aquel lugar, atravesando los oídos de tres de las mujeres que allí vivían, que intentaban en vano, tapándoselos, no escuchar los ecos involuntarios que, saliendo de la garganta dolorida del menor, por la fuerza del anterior, y algo menos intensos, seguían viajando a través del viento por todo la casa.
Aquellos gritos eran música para los oídos del general, algo que lo excitaba sobremanera y, aunque se moría por sustituir aquella empuñadura por su propio miembro, se contenía sólo por el hecho de ver aquel hermoso rostro tensado por el dolor y con las lágrimas bañando la roja piel de las mejillas… Porque aquella visión… Era completamente adictiva para él, no tenía palabras para expresar lo que le producía contemplar esas expresiones… Lo que se movía en su interior… El deseo que le despertaban… Era como si una bestia, dormida por décadas en su interior, despertase de su letargo, como si un volcán entrase en erupción sin previo aviso… Todo su cuerpo ardía.
Jaejoong sólo deseaba que acabara de una maldita vez… Que sacase aquella vaina de su interior, pues los relieves que la adornaban, no hacían más que desgarrar su interior en aquellos movimientos que el general le infundía a aquel objeto, que se introducía en él con rudeza, para ser girado ligeramente antes de abandonar su cuerpo…. Si Song Hyu Neul iba a penetrarle, que lo hiciera, pero que dejase de, como él mismo había dicho que era aquello que le hacía, torturarle.
- Tendrías que verte… Estás precioso… Eres hermoso con cualquier expresión en tu rostro… - Decía, mientras, tras liberar la pierna de Jaejoong, usaba la mano libre para acariciar su propio miembro, en un ritmo lento, que no tardaría en acelerarse.
- Ah… Ah… Ah… - Los gritos de dolor, ahora eran casi gemidos… Sintiendo que la fuerza lo abandonaba a cada roce en su interior de aquella empuñadura labrada.
- Ven. - Dijo finalmente, sacando el mango de la espada de dentro del menor, tomándolo de las caderas, haciendo que quedara de espaldas a él, y embistiéndolo ferozmente, cegado por el deseo.
Un nuevo grito escapó de la garganta de Jae…Uno más que fue seguido de otros, a modo de eco… Ecos que se fueron haciendo más leves, hasta ser casi susurros…, no le quedaba fuerza en su cuerpo para nada más, todo su ser temblaba, pues sus piernas apenas podían mantenerlo… Las lágrimas cada vez se espaciaban más entre ellas, casi diciéndole que sus ojos iban a quedarse secos… Los tenía completamente rojos e hinchados, y apenas podía mantenerlos abiertos sin que les escociera… Y cuando el general, finalmente, se vino en su interior, gimió algo más fuerte, pero el sonido de su voz no atravesó aquellas cuatro paredes, ya no…. Una vez Hyu Neul sacó su miembro de su interior, quiso derrumbarse, dejar caer su peso, aunque en la mañana le dolieran las muñecas como si le hubieran quemado con carbón; pero es que no podía más, nada en su anatomía respondía a aquellas ordenes que ni su cabeza daba, pues hasta pensar suponía un esfuerzo para su maltrecho cuerpo.
- Buenas noches, Jaejoongieh… Y hasta mañana. - Dijo el general, una vez terminó de vestirse, hoy no podía quedarse toda la noche.
- …- Jae no pronunció palabra, apenas su respiración entrecortada era lo que escapaba de sus labios. Apoyó su cabeza contra uno de los brazos, agradeciendo a los dioses que finalmente se hubiera ido, y que esa noche nada más lo hubieran hecho una vez.
- Espero que conmigo no seas tan… Escandaloso. - Sonrió maliciosamente Kang Chul Yong.
- No. - Casi imperceptible, ahogado casi nada más salir de sus labios, entre resignado y odiando su maldita suerte… Esa noche iba a ser una pesadilla, peor que todas las anteriores.
Como no podía dormir, a causa de los gritos del menor, Gen aún estaba despierta y mirando por la ventana de su cuarto, que estaba a oscuras… Vio salir al general, y no creía que fuera posible que su padre, estando su madre en casa y tras haber escuchado los quejidos de Jaejoongieh, pues estaba segura que todo el local los había oído, fuera a meterse en el dormitorio de su amigo para abusar de él también… Pero así era, sus ojos no la engañaban y aquellos sonidos nasales, producidos por el intento de Jaejoong de no gritar ni emitir ningún ruido con su boca, no le dejaban duda alguna… Su padre era tan despreciable, que poco le importaba la presencia de su esposa… Ni la posibilidad de que ella u otra persona pudieran verle… Aunque suponía que muchas de las que vivían ahí, a pesar de verlo, guardarían silencio.
Chul Yong había desatado a Jaejoong y depositado en su cama, para poder introducirse más hondo en el menor; con lo que no contaba, era con el hecho de que él intentase defenderse de aquella segunda vez que su cuerpo sería tomado… Aunque guardase silencio, entre otras cosas porque sus labios no le permitían a los de Jae emitir más que sonidos ligeramente guturales o nasales. Ya cansado, de los continuos golpes y forcejeos de aquel cuerpo bajo el suyo, alzó su puño con intención de golpearlo, pero se detuvo… No iba a cometer el mismo error de aquel día, en el que dejó marcado su rostro, porque no sabría qué explicación dar al día siguiente… Seguro todos lo habían oído gritar, pero eso mismo hacía otras tantas noches, y jamás había amanecido con golpe visible alguno, de modo que sabía que nadie se tragaría que había sido obra del general… Por lo que esta vez, usando su puño envuelto en parte de la sábana con la que se arropaba el joven, le golpeó en el estómago, haciendo que Jaejoong se encogiese ligeramente y se quedase quieto por un instante.
Jaejoong no tenía pensado ponérselo fácil… Por más que lo golpease, que lo maltratase… Iba a seguir luchando por no volver a sentirlo dentro de él, más que nada porque aún le dolía… Porque la intrusión de aquel pene en su rasgado interior, provocaba que le ardieran las entrañas… Aunque no pudo resistirse por mucho tiempo más… Las manos de Chul Yong rodeaban su cuello, aprisionándolo, haciendo que le costase respirar; después… Todo fue oscuridad.
El señor Kang no supo cómo reaccionar, cuando, tras intentar hacer callar los gritos de Jaejoong, poniendo sus manos alrededor de la garganta de éste, ejerciendo apenas presión, el menor dejó de luchar, las manos dejaron de aferrarse y arañar sus brazos, las piernas ya no ejercían fuerza intentando cerrarse y presionando con las rodillas contra su abdomen para separarlo, y se desvaneció bajo su cuerpo… Se asustó, y lo único que atinó a hacer fue sacar su miembro del interior del joven lo más rápido que pudo… Volvió a menearlo ligeramente, para ver si volvía en sí, pero nada que hacerle; por fortuna, parecía seguir respirando, pues su pecho se hinchaba y deshinchaba con el aire, que aún sin conocimiento, entraba en sus pulmones; y es que temía, si lo hubiese matado, aunque fuese accidentalmente, la furia del general Song.
“Demasiado pronto”… Fue la frase que pasó por la cabeza de la joven Kang, cuando vio a su padre cruzar el patio interior, como atajo, para dirigirse a la habitación principal de la casa; era obvio que algo había pasado… Y temía lo que se iba a encontrar, tras haber abandonado su dormitorio y haber puesto rumbo al de su amigo, al otro lado de la puerta corrediza. Al entrar al cuarto, halló a Jae en el suelo, pronunció su nombre en apenas un susurro tembloroso, que casi no se escuchó más allá de sus labios y se le acercó rápidamente, suspirando aliviada, cuando, al tomar entre sus manos la cabeza de su amigo para observarlo mejor y acariciando su rostro, tras apartar algunos mechones de pelo que tenía sobre él, notó en sus muñecas el leve aliento que aquellos labios desprendían. El cuerpo de Jaejoong ardía en fiebre, así que se fue a la cocina en busca de una palangana con agua y unos trapos, volvió a la habitación, y tras ponerle el primer paño húmedo sobre la frente, para que la temperatura le bajase, regresó a la cocina para preparar una infusión con hierbas medicinales, que el doctor les dejaba.
Sus ojos parpadearon pesadamente, como si el simple hecho de abrirlos requiriese de toda su fuerza; también le costó enfocar y discernir aquella figura, que parecía empeñarse en seguir siendo una imagen borrosa a sus ojos, que lo observaba con una sonrisa, su querida Gen, que volvía a estar cuidando de él, por lo que se relajó y sonrió frágilmente, lo peor había pasado. Ella le ayudó a incorporarse, lo suficiente como para tomar aquella infusión que le ayudaría a estar mejor; “Vuelve a dormir… Ahora sólo debes descansar”, esas fueron las palabras que escuchó antes de caer dormido, mientras sentía aquellas delicadas manos juguetear con sus cabellos y susurraba una canción, como si le estuviese arrullando.
El general Song recorría los pasillos del cuartel con cara de muy pocos amigos, refunfuñando a cada paso, como maldiciendo algo, y le daba igual que se le quedasen mirando como si estuviera loco, como si se le hubiera escapado el sentido común… Tenía sus motivos para estar así… Estaba enfadado, y mucho, pero no podía hacer otra cosa más que mascar su cabreo, procurando que aquellas palabras de desprecio no salieran más allá de sus labios, no fuesen a parar a oídos de algún otro general, que envidioso de su grandeza, le fuese con el cuento al superior; ahora su prioridad era salir de aquel recinto, montar en su caballo y dirigirse, lo más rápido posible al “Muñecas”.
¿El motivo por el que Hyu Neul estaba de tan mal humor? El teniente general le había cambiado, sin previo aviso, la noche de guardia, y como era una orden directa de su superior, no podía desobedecerla; así que, eso significaba que no podría jugar esa noche, como lo hizo la pasada, con su querido Jaejoong. Y si añadía a este hecho, es decir, al no poder disfrutar del cuerpo del menor haciendo lo que la vez anterior, complaciéndose con sus expresiones, sus gritos, sus jadeos… La idea de que otro hombre pudiera ocupar su lugar al lado de su “juguete”, lo ponía aún de peor humor, pues, para él, nadie más tenía derecho a tocarlo ni a hacerle sentir emoción alguna… Si fuera posible, juraba que hasta los prohibiría poner sus ojos sobre o pensar en él, en su Jaejoongieh.
Aunque no era normal que el general fuese tan temprano al local de los Kang, a nadie le extrañó verlo entrar, pues todos conocían perfectamente su afición a dejarse caer por “Muñecas” y disfrutar de las mujeres que allí trabajaban; pero al dueño del local, sí que le resultó raro verlo tan pronto, porque la noche anterior se había despedido de él diciéndole que volvería sobre la misma hora al día siguiente, y no era ni esa hora, ni Jaejoong había dado señales de vida en todo el día, así que le daba pánico pensar en la reacción que podría tener al darse cuenta de que su niño faltaba, aunque le tranquilizaba el hecho de que ninguna le hubiera llamado para decirle nada sobre él, lo cual podría significar que estaba bien o, simplemente, que nadie había notado su ausencia, aunque esto le extrañaba, porque, durante el día, solía verle en compañía de su hija y Jeon Bo. Respiró hondo, para tranquilizarse, e intentar, lo más calmado posible, enfrentar al general.
- Chul Yong… - Espetó en cuanto lo tuvo delante, lo tomó fuertemente del brazo y lo condujo al salón, donde cerró la puerta, una vez ambos estuvieron dentro, con el fin de que nadie los molestara.
- Dígame, mi general, ¿ocurre algo? – Preguntó temblando, pues su grito había denotado verdadero enfado, si bien, tampoco le daba demasiada buena espina las acciones que estaba realizando.
- Ese… - Se mordió el labio antes de insultar a su superior. - No voy a poder venir esta noche, y debo regresar cuanto antes al cuartel… Me han cambiado la guardia.
- Oh, cuánto lo lamento… - Mintió, pues aquella era una de las mejores noticias que podía haber recibido en ese momento. - Pero, dígame, ¿puedo hacer algo por usted?
- Sí. – Afirmó, soltando varias ristras de wons sobre la mesa que había entre ambos. - No quiero que nadie, ¿me ha entendido?, NADIE, le ponga las manos encima a Jaejoongieh… En esas ristras tiene el precio por toda una noche… No quiero enterarme que estuvo en el salón a disposición de otros… ¿Quedó claro? – Amenazó Hyu Neul.
- Sí, mi general, quedó claro… En cuanto se acerque la hora, le ordenaré que no salga de su habitación, y se lo diré a mi esposa, mostrándole las monedas que usted me ha dado, para que ella, por desconocimiento, no cometa el error de hacerle trabajar con otros clientes, al ver que usted no se presenta.
- Hágalo… No pienso perdonar a quien toque a Jaejoongieh… A parte de mí… Nadie más puede hacerlo… Él… Me pertenece. – Sentenció, antes de salir por la puerta, casi tan rápido como había entrado, de vuelta al cuartel.
- Sí… Mi general… - Repitió, mientras una sonrisa irónica, comenzaba a dibujarse en su rostro.
¿Qué nadie tocase a Jaejoongieh, aparte de él?, a los clientes no les dejaría tocarlo, pero estaba loco si pensaba que él no lo tocaría… Porque el cuerpo del pequeño era, simplemente, adictivo. Así que salió del salón, con la intención de cumplir lo prometido, al menos en parte; y respiró aliviado al verle sentado en el borde del pozo, hablando con su hija. Se le acercó, con una sonrisa, que se acrecentó al contemplar el estremecimiento del joven, y le dijo que esa noche la tendría libre, mientras movía las ristras de dinero, haciéndolas sonar como si fueran un sonajero, porque el general había pagado para que nadie le tocara esa noche, que él no iba a estar; “incluso sin acostarte con nadie, das dinero…” Sonrió satisfecho, mientras seguía haciendo sonar las monedas enlazadas, e iba en busca de su esposa, para comentarle lo que el general había pedido, aunque se imaginaba que, por alguna razón que se le escapaba en ese momento, su mujer no se negaría a que Jaejoongieh pasase toda la noche en su cuarto, lejos de las miradas depravadas de todos los hombres que acudían a aquel local.
Quedaban apenas tres clientes en la casa, así que Lee Ann se fue a dormir, dejando a su marido en el salón, terminando de recoger unas cosas. No pasó mucho tiempo, cuando lo notó introducirse junto a ella en la cama, señal de que ya nadie ajeno a la casa quedaba allí; más, sin embargo, no se le acercó ni abrazó, algo que ocurría de cuando en cuando, y hoy la verdad, es que poco le importaba, había aprendido a convivir con las desganas que su marido tenía de su cuerpo, sólo por el hecho de tenerla “a su disposición”, supuestamente, cada vez que a él le venía en gana; ya no le dolía, ni le causaba despecho como tiempo atrás, ahora… En cierto modo, había veces que hasta agradecía que no la tocara, como era la noche de hoy, en la que estaba fingiendo estar profundamente dormida, con tal de que ni tan sólo le hablara.
Si era sincera consigo misma, su matrimonio jamás había ido bien, ¿quizás porque, en cierto modo, había sido concertado?, tal vez ese era uno de los motivos… Que ella jamás se casó enamorada de aquel hombre que tenía ocho años más que ella, que no se molestaba en hacerla sentir especial, pues sabía perfectamente que su padre lo tenía apalabrado con el que se convertiría en su futuro suegro, que no disimulaba al mirar a otras mujeres, que la primera noche en que iban a hacer el amor, no tuvo demasiada delicadeza, y después de esa vez, pareció ir perdiendo el interés por ella paulatinamente; también sabía que le había sido infiel, no era tonta, aunque se lo hiciera, pero ¿qué podía hacerle?, habían sido unidos por los dioses, y debían permanecer juntos, hasta que la muerte los separase.
Le había costado dormirse, pues los gritos que diera Jaejoongieh la noche anterior le habían atravesado los tímpanos, y aunque hoy no se oían, porque no había nadie con ella, la verdad es que aún los escuchaba en su cabeza; jamás le había pasado nada parecido, y eso que para muchas chicas de las que entraban a trabajar allí era la primera vez, y por lo tanto era algo doloroso, eso sin contar con que alguno de los clientes eran un poco bestias y parecían penetrar de forma desesperada, sin pararse a mirar si hacían más o menos daño a la chica por la que habían pagado, pues para muchos, ellas eran, como el nombre del local indicaba, muñecas. Ignoraba el tiempo que llevaba dormida, cuando sintió como la llamaban.
- Gen, cielo, ¿qué ocurre? – Preguntó medio dormida aún, y sorprendida de que su hija la despertase, como cuando era pequeña y no podía dormir después de tener alguna pesadilla.- Ten cuidado de no despertar a… tu… padre… - Comenzó a decir entrecortadamente, dándose cuenta de la ausencia de su marido.
- Sígueme. – Fue lo único que le dijo; se puso en pie y comenzó a andar.
- ¿Dónde vamos? – Pero no obtuvo respuesta. - ¿Gen?...
- Ya hemos llegado. – Respondió finalmente a su madre, cuando llegaron frente a la habitación de Jaejoong.
- No entiendo… - Confesó algo confundida.
- Sólo… Mirad dentro. – Casi le ordenó, mientras en sus ojos había una mirada que no conseguía totalmente descifrar.
Lee Ann hizo lo que su hija le pidió, y no daba crédito a la información que sus ojos hacían llegar a su cerebro… Allí, a través de aquella puerta ligeramente entreabierta, veía claramente la silueta de su marido FORZANDO a Jaejoongieh, que tenía atadas las muñecas, una mordaza en la boca, que amortiguaba todos los sonidos que pudiera emitir, y que luchaba por librarse de él, de aquella bestia que aferraba sus caderas, chocándolas con las suyas violentamente. Pero… Había algo mal en aquella imagen, algo que no le cuadraba, porque… Jaejoongieh no podía ser… ¿Hombre?; es decir, su esposo le dijo que era una chica, el general había estado con “ella”… ¿Cómo podía ser hombre?. Miró a su hija, con el semblante lleno de dudas, ésta se limitó a asentirle, como intuyendo cual era la pregunta lanzada por ella, y devolvió nuevamente la mirada al interior de la habitación… ¡qQué atrocidad estaba cometiendo su esposo!, pero lo peor, es que no sabía que su hija lo sabía, y ahora ella también.
Cuando volvieron al dormitorio de la señora Kang, antes de que su hija se marchase al suyo, Lee Ann quiso saber desde cuándo sucedía aquello que había contemplado, y también, el desde cuándo Gen sabía que Jaejoongieh era un chico y no una mujer; preguntas que su hija respondió decididamente, indicándole que lo presenciado esa noche, pasaba todos y cada uno de los días, casi sin excepción, desde que ella se fuera en busca de las nuevas chicas, y que desde ese primer día, ella supo de la condición de Jaejoongieh como hombre, pues había escuchado a su padre decirlo, y porque le había curado las heridas que éste le hizo antes de poseerlo. Quiso también, saber porqué ahora le contaba lo ocurrido, y la respuesta que obtuvo fue sencilla, “no quiero ver sufrir más a Jaejoongieh”.
Habían pasado ya dos semanas desde que su madre vio lo que su padre le hacía a su amigo, y sin embargo, no parecía querer mover un dedo, todo y que le dijo que todas y cada una de las noches, él abandonaba su cama para ir a tomar el cuerpo del menor; ¿qué acaso su madre era un ser tan insensible? ¿Tan poco le preocupaba?, de ella no quería pensarlo, aunque todo parecía indicar en esa dirección, pero ya no se veía con el valor de decirle ni pedirle nada… Porque empezaba a dudar que hablar con su madre, sirviera para algo.
Jaejoong estaba terminando de recoger la ropa tendida, doblándola y colocándola en la cesta, para luego meterla en casa; para “variar”, hacía esta faena en silencio, como en su mundo, con una mirada ausente de casi toda expresión, no porque le resultase algo tedioso, si no porque sentía que ya no podía aguantar mucho más todo lo que pasaba en las noches. Terminó de colocar la última prenda en el armario, cuando Gen le hizo saber que su madre quería hablar con él, y su cuerpo empezó a temblar… ¿Habría descubierto su secreto? ¿Sabía que su marido abusaba de él todas las noches? ¿Le echaría de la casa sin contemplaciones?; todas esas dudas encontrarían respuesta al hablar con ella, o dejar que fuera ella quien hablase y él permaneciera escuchando, pero le aterraba lo que pudiera decirle, porque, aunque no le gustase lo que pasaba cuando caía el sol, y se sintiese como “una muñeca rota” a la que utilizan por calmar sus ganas, lo cierto es que aquel lugar, se había ganado el que le llamase hogar.
- Jaejoongieh. – Le llamó la señora, cuando lo tuvo delante. - He sido testigo de lo que te hace mi marido, de lo que eres… Y de lo que has padecido con el general y mi esposo… - Él no se atrevía a abrir la boca, sus temores se habían hecho realidad, lo más seguro era que lo echase a la calle.
- Madre… - Intervino Gen, que estaba con ellos en la sala que Lee Ann usaba de despacho. - Yo sé que Jaejoongieh no quiso engañar a nadie… Él me dijo que su mamá lo crió así, y que su papá hizo entender que ella era mujer… Y pues… Después no se ha visto con valor de decir lo contrario, porque al empezar a trabajar en la cocina no pensó que tuviera importancia y…
- Guarda silencio. – Le pidió la señora Kang.
- Lo siento… - Bajó la cabeza la joven.
- No voy a negarte que me sorprendió descubrir que eras hombre… - Dijo, dirigiéndose nuevamente a Jaejoong. - Sobre todo porque, así vestido, tu belleza es innegable… Realmente pareces mujer. – Esta afirmación hizo que él girase su cabeza, que aún estaba baja, hacia un lado, en cierta señal de desagrado. - Y ya veo que no es algo que tú quieras.
- No, mi señora. – Dijo finalmente, pues aquello había sonado más a pregunta.
- Ya veo… Supongo que entenderás que no puedo dejar pasar lo ocurrido, ¿verdad? – Ya está, lo iba a tirar a la calle, y él sabía que allí fuera sí que no sobreviviría.
- Yo… Mi señora, yo… Por favor, déjeme quedarme… Trabajaré de lo que quiera… No pondré pegas… Yo…
- Silencio. – Le ordenó. - En este tiempo, he estado teniendo en cuenta los pros y los contras… Es cierto que, en algún modo, mentiste, pero no eres ni el primero ni el último en esta casa que no es totalmente sincero, así que por ese motivo no tendrás castigo. – Lo que hizo a Jae respirar algo más tranquilo. - Por otro lado, el general paga una buena suma sólo por tenerte, o porque nadie te toque en su ausencia… Y si te echo, perdería esa cantidad… - Parecía hablar más consigo misma que con las personas que estaban con ella en aquella habitación. - También debo tener en cuenta el que mi marido abandona nuestra cama para ir a buscarte, y eso… Me hace maldita la gracia. – Dijo mostrando bastante enfado, haciendo que el menor se estremeciese, y también que se preguntara si era necesario que diese tanto rodeo para echarlo de casa.
- Yo…
- Ya sé que tú no tienes la culpa… - Dijo sin dejarle terminar. - Pero mientras sigas estando aquí, él tiene la tentación de ir a tu lado…. Tampoco puedo echarte, así sin más, capaz y me dice que se va detrás de ti, o te busca donde sea y se escapa igualmente por verte… Además, no quiero ni imaginarme la que podría montar tu mecenas, el general, si se entera que te voté de la casa y te dejé tirado en la calle…
- Entonces… ¿Me permite quedarme? – Preguntó temeroso.
- No… No te quedarás… No podría soportar que mi marido fuera a tu lado otra noche. -Y omitió “ni tus gritos de dolor”.
- ¿Entonces? – Cuestionó Gen.
- Recuerdas lo que suelo hacer para ver que chicas son las que se quedan y cuáles las que se van, ¿verdad? – La joven asintió. - Pues ahí tendremos la excusa perfecta para cuando ambos regresen y no lo encuentren. – Sonrió triunfalmente, casi igual que su hija, él único que no lo hacía, era Jaejoong, pues no entendía nada.
- ¿Cuándo lo harás?
- Esta noche, así que áselo saber a Jeon Bo, mientras yo voy colocando los carteles.
- De acuerdo… Gracias madre. – Sonrió feliz.
Una vez salieron del despacho, y viendo el semblante de duda de su amigo, le explicó que, como su madre no podía dar cobijo a todas las chicas que entraban por una u otra razón en su local, ya que suponía bastante gasto, tenía una forma en la que algunas se iban, sin que tuvieran que quedarse en la calle; esta fórmula consistía en un concurso de lucha, con el que ellos conseguían parte del dinero de la suscripción de los participantes, y los premios por los que podían optar el ganador eran, o bien dinero, la parte de la recaudación con la que ellos no se quedaban, o alguna de las chicas del local como esposa o criada; y esto lo hacía durante tres o cuatro días, dependiendo del número de mujeres que sobrasen, en ocasiones, había ofrecido este premio al segundo también, si había sido muy ajustada la victoria, y veía que no se deshacía de todas las que esperaba. También le contó, que algunas veces lo había hecho sin la presencia de su padre, para que este no empezase a decirle que tal o cual chica no la ofreciera como premio… Y que, seguramente, esta vez había tardado tanto en organizar los combates, porque esperaba a que el general no estuviera presente para participar en ellos, ya que se había ido de maniobras con los nuevos soldados del cuartel, ni su padre, que había ido en busca de nuevas telas para los hanboks, para poner pegas en que él fuera ofrecido como un posible premio a algún ganador.
Jaejoong no podía creérselo, nuevamente volvía a ser un “trofeo” que alguien ganaría, sólo esperaba que, esta vez, la suerte estuviera de su lado y fuera a un lugar mejor…. Como mínimo tenía seguro que no acabaría otra vez entre los brazos de Song Hyu Neul ni en los de Kang Chul Yong.
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Había madurado de la noche a la mañana, su padre había muerto hacía apenas unos días, y se dio de bruces con la crudeza del mundo que lo rodeaba…. Quien viera a Jung Yunho, con sus ropas, pensaría que era un chico con suerte, de la alta sociedad, sin necesidad alguna… Pero lo único que había heredado de su padre, era un título y un puesto en un ministerio, cuyo salario no daba para mucho lujo, menos aún si, como era el caso, ni siquiera lo cobraba, porque debía arreglar algunos papeles antes de ser miembro oficial y de pleno derecho… Así que se encontraba con una gran casa, en la que no tenía ni un sirviente, pues todos se habían ido cansados de batallar con su padre, que en paz descansase, por un mísero puñado de wons que le dieran para comer, justo por lo que debía luchar él ahora, con un título que no le servía para nada en su estado, ya que nadie le prestaba dinero ni comida ni nada, una plaza en el ministerio como censor, que no podía ejercer hasta la mayoría de edad, y un trabajo, ofrecido casi en forma de limosna por los antiguos compañeros de su padre, que apenas le daba para mantener la casa, pagando los impuestos; por lo que más de un día se había ido a la cama sin un bocado.
Un día, estaba caminando por las calles del pueblo, buscando entre los puestos del mercado, aquel que tuviera los alimentos más baratos, y con aspecto comestible, esperando que algunos dieran alguna degustación de sus productos, para poder comer algo, puesto que el día anterior se la pasó de arriba abajo, sin tener un mendrugo de pan que llevarse a la boca, pero ganando el dinero suficiente como para poder comprar algo con lo que alimentarse en unos días; fue entonces cuando lo vio, un cartel que había estado colocando una mujer de mediana edad, se acercó a leerlo… Era un combate de lucha en el que al ganador le daban un premio en metálico u otro, que prometía podría resultar mucho mejor… Y pensó en participar, sería una buena forma de ganar dinero y él siempre había sido bueno luchando, no en vano, su padre se había esforzado en darle las mejores técnicas; no tenía gran cosa que perder, y podía ser que bastante a ganar. Así que se fue derecho al local que indicaba aquel cartel, y gastó el dinero que tenía para la comida, en la inscripción al combate; por fortuna, la mujer encargada de tomarle los datos, le indicó que podía tomar cualquier cosa que quisiera de la gran mesa que había en el salón, antes de que los combates comenzasen; y es que ya sus tripas comenzaban a rugir.
Por otro lado, Gen ayudaba a Jaejoong a prepararse, ya que debía verse “linda” para que le escogieran en lugar del premio en metálico, aunque quien sabía si igual la señora Kang esta vez daba ambos, con tal de que él saliera de allí. Él tenía miedo, cierto que odiaba a Chul Yong y al general, y que si salía de allí como “esposa o criada” del ganador se libraría de ellos dos, pero, ¿quién le decía que iría a un lugar mejor?, ¿qué nada le pasaría cuando, quien fuera, descubriera lo que se escondía bajo aquel hanbok?
La señora Kang hizo acto de presencia en el salón, e hizo mirar a todos los aspirantes, por las ventanas que daban al patio interior, allí estaban las que podían escoger y llevarse como premio, siempre y cuando ganaran… Todos estaban muy pendientes, observando detalladamente a aquellas jóvenes que paseaban despreocupadamente, sin saberse observadas; todos, menos uno, que seguía dando buena cuenta de la comida, pues tenía bastante claro que quería el dinero; y, aunque ajena al motivo real, esto le hizo bastante gracia a Lee Ann, y esperaba que fuese el ganador, pues los otros tenían la misma cara de depravados que su esposo y el general al mirar a las chicas, igual que si fueran perros de caza y ellas las presas a obtener.
Los combates se fueron sucediendo, durante toda la tarde, hasta ahora, que ya había avanzado la noche y sólo quedaban ya los dos finalistas; mientras tanto, en el patio interior, algunas chicas no entendían por qué aún no entraban, otras estaban nerviosas, porque conocían que era lo que ocurría, ya que habían pasado anteriormente por eso, y otras tranquilas, las pocas, tan sólo dos, que sabían que no se marcharían de aquella casa. Una vez finalizó el último combate, las hicieron pasar al salón, para que el vencedor pudiera decidir entre todas ellas.
- Recuerde que sólo puede escoger entre aquellas que tienen el pelo suelto. – Dijo la señora Kang, que había obligado a todas, exceptuando su hija y Jeon Bo, a no recogerse el cabello.
- Tranquilo Jaejoongieh. – Le dijo Gen, cerca del oído. - Sea quien sea, sea donde sea que te lleven, estarás mejor que aquí.
- Supongo… - Decía no muy convencido, con la cabeza ligeramente gacha y medio temblando de puro nervio. - Pero, ¿qué pasa si no me escoge?
- Pues probamos mañana… Vamos, anímate un poco.
- No puedo…
- Jaejoongieh. – Llamó la señora, situándose frente a él, aunque sólo veía la parte baja de su hanbok. - No seas tan tímida y mira a quien ha decidido convertirse en tu esposo.
- Sí, señora. – Dijo, mientras lentamente subía la cabeza.
Cuando vio la cara de aquella persona, no podía creerlo, tendría su misma edad, y aún así había ganado a hombres mucho mayores y que parecían bastante más fuertes, se le notaba el cansancio en el rostro, pero aún así, le mostraba una amplia sonrisa, y sus ojos se quedaron prendados de aquella mirada chocolate tan intensa, tan sincera… Sólo se quedó observándolo en silencio, sin saber por cuanto tiempo; era tan distinto a todos los hombres que había visto pasar por el local…
Yunho había sido el ganador indiscutible, aunque en el último había empezado a acusar el cansancio de tanto combate seguido; y estaba dispuesto a pedirle a la dueña del local que le diera su premio en metálico, que el resto no le interesaba… Pero eso fue hasta que ella las hizo entrar, y sus ojos se posaron en la timidez de una chica, que iba en todo momento acompañada de otra, que después supo, no podía escoger pues llevaba el pelo recogido; le había llamado la atención, porque era la única que no hacía nada por destacar entre las otras, y sin embargo era la que más lo hacía… La señora no tardó en acercársele y comentarle, algo cerca del oído, que era la mejor elección que podría hacer, no es que las otras estuvieran mal, pero era la más completa, sabía cocinar, limpiar, lavar, coser… Y al final, la escogió en lugar del premio en metálico, porque algo en su interior le decía que algo tan hermoso, no merecía estar en ese lugar, porque no pertenecía a ese sitio.
Gen ayudaba a Jaejoong a recoger las pocas posesiones que tenía, con una gran sonrisa en su rostro, quien había ganado a su amigo parecía realmente buena persona, y a él se le había quitado la cara de susto que llevaba todo el día. También le había hecho gracia que ambos se hubieran estado observando en silencio por un tiempo, hasta que ella, con un ligero codazo hiciera reaccionar a su amigo, para que le saludase como era debido, como mínimo; y las caras que muchas habían puesto al ver quien era el ganador y a quien había escogido… No tenían precio, disfrutaba como enana viendo aquellas caras de rabia mal disimuladas, pero se lo merecían por haberles tratado como si fueran criadas, cuando en esa casa, casi todas, estaban al mismo nivel, es decir, nadie servía a nadie.
Antes de subir al caballo con Yunho, Jaejoong se despidió de Gen con un beso en la mejilla, ella siempre había sido como una hermana, le dio un abrazo a Jeon Bo, a quien también había tomado cariño, y le sorprendió que la señora Kang le diera un leve beso en la frente y le desease que todo le fuera bien; casi le dio pena irse, al ver la cara de tristeza que las tres tenían, una vez había montado, pero sólo pudo despedirse nuevamente, agitando la mano, mientras el caballo iniciaba un ligero trote, antes de ponerse a galopar, espoleado por su jinete, para volver a casa antes de que fuese más tarde.
Cuando llegaron a la casa de la familia Jung, ya era tarde para mostrársela, así que el dueño se disculpó, ofreciéndose a enseñársela en la mañana, mientras andaban por el pasillo principal, alumbrados sólo por la vela que Yunho llevaba en la mano, hasta que se detuvieron delante de una puerta, que daba paso a la habitación principal de la casa. Al entrar en el interior, y después de que su anfitrión encendiese las velas de los candelabros que alumbraban aquella estancia, Jaejoong se percató que sólo había una cama… ¿Qué iban a dormir juntos?, y empezó a temblar, temiendo que ya el primer día, descubriera la verdad.
- Lo siento. – Se disculpó Yunho. - Como hasta hoy vivía yo solo, pues las otras habitaciones no están preparadas, ni limpias para que pudieras dormir en alguna de ellas, así que tendremos que compartir esta. – Decía colocando el biombo para cambiarse de ropa, dividiendo el futón en dos partes. - Elige la parte que quieras, a mí me da lo mismo dormir en un lado que en el otro.
- Si no le importa… Me quedaré yo en este lado. – Dijo asomándose hacia el lado donde permanecía Yunho.
- Como quieras... – Le sonrió.
- Gracias. – Dijo devolviéndole la sonrisa.
La cama era bastante cómoda y calentita; ahora sólo dos velas alumbraban la estancia, aparte del leve resplandor de la luna que entraba por la ventana; ya hacía un tiempo que todo estaba en silencio, pero a Jaejoong aún le costaba dormir, no podía evitarlo, estaba nervioso, triste… Demasiadas emociones dentro de su pecho, queriendo aflorar a un tiempo. Tras dar algunas vueltas, con los ojos cerrados, pero sin conseguir conciliar el sueño, se asomó a ver si a su compañero de cama le ocurría lo mismo, y lo encontró durmiendo despreocupadamente, con la boca medio abierta, lo que provocó que sonriera un poco, es que parecía dormir tan plácidamente como algunos niños pequeños que, al ir a comprar con Jeon Bo al mercado, había visto en los regazos de sus madres; sí que tendría que haber sido cansado el combate, que lo hizo caer redondo tan apenas posó su cuerpo sobre el futón. Finalmente, volvió a introducirse entre las cálidas sábanas, y cayó dormido, sin apenas darse cuenta.
Al amanecer, los rayos de sol sobre su cara, le obligaron a despertar, y, aunque al principio le extrañó el lugar, pronto recordó que ya no estaba en Muñecas, que había salido de aquel odioso lugar, que un chico de su edad, casi ya cerca de los dieciséis años, le había sacado de allí, a base de repartir puñetazos a hombres que incluso podían llegar a doblarle en edad y tamaño; sí, de algún modo Gen había cumplido su promesa de sacarlo de allí, y ahora, supuestamente, estaba en un lugar mejor… Al menos durante la noche, aquel chico había sido todo un caballero, sin intentar nada raro, claro que podía ser producto del cansancio…. Se asomó, al igual que lo hiciera en la noche, y allí estaba, medio destapado y durmiendo aún a piernas sueltas, el que fuera su salvador; volvió a sonreír al verlo dormir tan despreocupadamente, se incorporó, fue hasta su lado y lo cubrió con las sábanas; después volvió a su lado del biombo, se cambió de ropa, y salió de la habitación, procurando no hacer ruido y despertar a su nuevo señor. Una vez fuera, se dispuso a explorar la casa por su cuenta, tenía que ubicar el baño, antes que nada, pues quería asearse un poco, y la cocina. Fue abriendo puertas, y corroboraba, prácticamente con casi todas las que había abierto, lo que Yunho le había dicho, las habitaciones no estaban para que él hubiera podido dormir en ninguna otra que no fuese en la principal, ¿cómo podía vivir entre tanto desorden?, y justo cuando iba a preguntarse que dónde estaba el resto de la gente que debería vivir en la casa, recordó que también le había dicho que llevaba un tiempo viviendo solo, de modo que era comprensible aquella dejadez de algunas estancias, y que sólo permanecieran algo limpias, por llamar de alguna manera al hecho de que no tuvieran polvo, las que más utilizaba. Al cabo de un rato, localizó la cocina, donde le sorprendió encontrar tan poca comida, pero la suficiente para hacer algo que alimentase y fuera más o menos sabroso.
Su cuerpo empezaba a desperezarse, aunque sus ojos aún no querían abrirse del todo, si bien, en una de las últimas profundas inhalaciones, que precedían al siguiente estiramiento de todas y cada una de sus extremidades, le llegó un olor que inundó sus fosas nasales, un olor que hacía tiempo no sentía, que le hizo abrir los ojos, incorporarse e ir en busca de la fuente de aquel aroma tan exquisito.
- Veo que diste con la cocina. – Sonrió al ver a Jaejoongieh fregando algunos platos sucios, que él había ido acumulando; y se hubiera sentido más avergonzado por ese hecho, si no fuera porque el olor que desprendía la olla al fuego, lo tenía como hechizado.
- Buenos días a usted también. – Contestó educado, pero con cierto retintín, que pasó desapercibido para Yunho, con todo el dinero que parecía tener y ¿no sabía un mínimo de educación?, lo primero que se dice es “buenos días”.
- Huele muy bien. – Decía acercándose al puchero y aspirando aquel humo aromático que ascendía por la chimenea hacia el cielo. - ¿Puedo probarlo?
- Aún no está terminado, además de que estará muy caliente… Será mejor que espere un poco.
- Está bien… - Dijo con cierta resignación, aunque estaba tentado de meter el cucharón y darle una probadita. - Iré a vestirme. – Pues llevaba nada más que una especie de batín de color blanco, que destacaba su piel morena.
No bien acaba de retirar la olla del fuego, cuando oye al dueño de la casa volver a entrar en la cocina y tomar asiento en la mesa que allí había.
- ¿No preferiríais comer en el salón? – Preguntó Jaejoong, mientras tomaba un cuenco y comenzaba a servirle algo de aquella sopa que había hecho.
- No me importa comer aquí… Además… El salón…
- ¿No está limpio? – Preguntó mientras ponía el cuenco frente a él.
- No… Nada en esta casa lo está… Desde mucho antes que mi padre muriera. – Sonrió tristemente.
- Lo lamento, no quería haceros sentir mal…
- No te preocupes… En fin, buen provecho… Mmmm, huele muy rico. – Dijo, provocando un leve sonrojo en Jaejoong. - Y sabe aún mejor. – Agregó tras probar la primera cucharada, haciendo más notable aquel sonrojo, pues nunca nadie antes había alabado su comida.
- Gra… Gracias. – Dijo evitando la mirada de Yunho, le apenaba que le viera con sus mejillas tan rojas por un simple comentario.
- En serio… Hacía tiempo que no comía algo tan rico. – Decía sin perder mucho bocado. - Está delicioso. – Le dedicó una sonrisa, antes de seguir comiendo, hasta que hicieron sonar la campana de la entrada.
- Oh… Yo iré, siga comiendo. – Dijo haciendo una ligera reverencia, y dirigiéndose a la puerta para abrir y ver quién era.
- Bue… nos días. – Dijo un hombre unos diez años mayor que él, observándole de arriba abajo, con la misma mirada que los pervertidos que frecuentaban el Muñecas.
- B… - Quiso empezar a tartamudear, pero no iba a dejar que una simple mirada de esas le hiciera tener miedo, ya no estaba en aquel lugar, ahora era libre, y sólo debía rendir cuentas a Yunho, ese hombre que tenía delante no podía tocarle. - Buenos días, ¿deseaba algo? – Preguntó con tono seguro.
- Esto, sí, ¿está el señor Jung Yu…?
- ¿Quién e…? - Comenzó la pregunta, pero al ver quien estaba frente a la puerta, no le hizo falta terminarla; eso sí, no le gustó nada las miraditas que le dedicaba a Jaejoongieh. - Shin Ko, enseguida voy. – Dijo situándose en el campo de visión de aquel hombre, impidiéndole seguir observando a aquella chica que él había “rescatado” de aquel antro donde todos la miraban igual, y vete a saber que atrocidad le habían hecho, porque sólo le vio sonreír hasta esa mañana.- Tengo que irme a trabajar, no te importa quedarte sola por un tiempo, ¿verdad? – Preguntó algo temeroso, pero como si parte de su interior le dijera que si ella decía que sí, mandaba al amo de Shin Ko a esperar sentadito, porque él se quedaba con Jaejoongieh.
- No, no se preocupe. – Le sonrió dulcemente. - Que le vaya bien… Oh… Esto será mejor que no se lo lleve, je. – Rió cubriendo sus labios con el dorso de la mano, mientras con la otra tomaba el bol que aún llevaba Yunho entre las suyas.
- Oh, claro, que despiste. – Sonrió sonrojado.
- Espere… - Le tomó levemente del brazo, y con un trozo de la manga de su hanbok, limpió un poco de comida que había quedado sobre el labio de Yunho, dándose cuenta en ese instante de un pequeño lunar que tenía justo en ese lado.- Ya está.
- Gracias… - Respondió algo avergonzado. - Intentaré volver lo antes posible Jaejoongieh.
- Lo estaré esperando. – Se despidió con una ligera reverencia.
- Vamos Shin Ko, tu señor nos estará esperando. – Decía con cierto tono de molestia en su voz, mientras lo empujaba del brazo e incitaba a que tomase rumbo a la casa de los Hyo.
Al llegar a la mansión de los Hyo, Yunho quiso ponerse con el trabajo enseguida, y, como después de algunos meses entrando en esa casa, ya sabía de sobra donde se encontraba el despacho, se fue derecho, tomó asiento en la mesa que le habían habilitado para él, y comenzó con lo que tenía que hacer ese día.
Por otro lado, en cuanto Jaejoong los había visto desaparecer, había entrado en la casa, cerrando la puerta tras de sí; enjuagó la cuchara y el cuenco donde había comido Yunho, y se dispuso a continuar con las tareas de la casa. Pensó que tendría que ir a comprar para hacer la comida, pero le daba cosa ir solo al mercado, no en vano, con la ropa que llevaba, seguía pareciendo chica, y resultaba rarísimo ver a una mujer sola haciendo la compra, además que vaya a saber que tipo de hombres se encontraba por el camino, y con qué intenciones, y si Yunho cumplía su promesa de volver pronto, le daría tiempo de ir después con él, así se sentiría más seguro; de modo que decidió dedicarse a otra faena, que sabía le tomaría mucho, pero que mucho tiempo… Limpiar aquella casa, hasta lograr hacer que todas las estancias fueran habitables, “manos a la obra”.
Yunho estaba centrado completamente en su trabajo, tenía ya, prácticamente, más de la mitad de los documentos traducidos, pues ejercía de traductor de textos para la familia Hyo, de ascendencia japonesa, y cuyo cabeza de familia había trabajado con su padre, antes de que éste enfermase y debiera permanecer en casa hasta que finalmente murió.
- Buenos días, Jung. – Saludó la hija de la familia Hyo, que tenía la misma edad que él.
- Buenos días señorita Hyo. – Le devolvió el saludo educadamente, todo y que su presencia allí, lo único que hacía era distraerle y entretenerle en la realización de su faena, pero debía ser gentil con la hija de quien le pagaba el único sueldo que, de momento, entraba en su casa.
- Ya te he dicho que me llames Sakura. – Sonrió.
- Lo lamento… Pero no creo que deba tomarme esa libertad.
- Tan educado como siempre… - Casi se quejó. - Hoy pareces tener prisa. – Dejó caer más a modo de pregunta, que de simple observación.
- Bueno… Yo…
- Oh, seguramente sea por la chica que está en su casa. – Se apresuró a decir Shin Ko, que no podía mantener la boca cerrada, ya que al pasar por la puerta del despacho, había escuchado la conversación.
- ¿Una mujer en tu casa? – Preguntó el señor Hyo; quien se había acercado a su despacho por ver cómo le iba al joven Jung con todo aquel papeleo que le había dejado.
- Sí, mi señor, yo la vi cuando fui a recogerle… Ella me abrió la puerta, y es muy…
- Shin Ko, te agradecería que te refirieras más educadamente al hablar de mi esposa. – Ni sabía por qué había dicho eso… O tal vez sí… Porque que dos personas de sexo opuesto vivieran bajo el mismo techo, sin ningún tipo de relación legal, ni familiar, no estaba muy bien visto… Además, que no le hacía gracia que aquel idiota bocazas, se refiriera de ningún modo a su Jaejoongieh, ¿su?... Bueno, sí… Él la había ganado legalmente, la dueña de aquel local se la había ofrecido como criada o esposa, lo que él quisiera; y si para que Shin no la tocase debía mentir diciendo que era su mujer, lo haría, porque, loco, antes que dejar a ese poner un dedo sobre Jaejoongieh, a saber que le haría a la pobre.
- ¿Estáis casado? – Preguntó Sakura, sin salir mucho de su asombro, es que él era tan guapo, tan atractivo, que no había podido evitar el sentirse atraída, y tenía la intención de hacer que un día le pidiera su mano a su padre.
- Sí… Hace poco. – Contestó algo cohibido, temiendo ser cazado en esa especie de mentira.
- No sabía que vuestro padre os hubiera concertado matrimonio alguno. – Medio se quejó el señor Hyo, quien se jactaba de conocer todo lo relacionado con sus compañeros de trabajo. - Y, ¿quién es?
- No la conoce.
- Pero es muy educada. – Intervino Shin Ko. - Así que debe de ser de buena familia.
Por fortuna para Yunho, al señor Hyo le bastó con oír lo de que era de buena familia, para perder, por el momento, el interés y volver a centrarse en lo que realmente le importaba, que el joven Jung terminase de traducir aquellos documentos; por lo que hizo que todos abandonasen el despacho, él incluido, y lo dejasen solo, centrado en su trabajo, cosa que el menor de los varones en aquella sala, agradeció; y rápidamente retomó su faena, porque no le había gustado mucho la idea de dejar a Jaejoongieh sola en casa.
Jae había preparado la mesa del salón, que ya se podía volver a hacer servir, y estaba esperando a que Yunho regresara, pero como aún tardaba y la comida de los platos se estaba enfriando, empezó a comer él. Al poco, el joven Jung se anunció por la puerta, “ya estoy en casa”, dijo mientras caminaba hacia el salón, guiado, al igual que en la mañana, por el olor de la comida que Jaejoong había hecho.
- Discúlpeme, como tardaba en regresar, empecé a comer… Enseguida le sirvo. –Comentó, poniendo nuevos cubiertos sobre la mesa, y comenzando a retirar después los que él había gastado, a pesar de estar a medias.
- No… Quiero que comas conmigo… Estoy cansado de comer sin compañía. – Le sonrió, ofreciéndole asiento.
- Como desee…
- Provecho… - Dijo, para empezar enseguida a comer. - ¿Te aburriste? – Quiso sacar conversación, para no estar sólo mirándose, algo que podría resultar incómodo, sobre todo porque recién se conocieron la noche anterior.
- No… Empecé a limpiar el salón y alguna que otra habitación, y aún me queda… –Comentó divertido. - Esto… ¿Le importaría, si no tiene que ir a ningún sitio, acompañarme a comprar al mercado? – Yunho dejó de comer un momento, echó mano a la bolsa donde le habían dado el dinero de su trabajo de hoy, y, tras hacer cuentas rápidamente, le respondió.
- Claro que no me importa… Además, ya acabé por hoy, pero mañana sí que debo volver.
- Gracias…
En cuanto terminaron de comer, se acercaron al mercado, a comprar algo de comida, como mínimo para tener con qué hacer la cena. Yunho se limitaba a observar como Jaejoong iba escogiendo los distintos vegetales, carnes y algo de pescado, que después él pagaba; también compró algunos huevos, en fin, un poco de todo. Jae había empezado cargando la cesta, pero al final del día de compras, era el joven Jung quien cargaba con todo por voluntad propia, lo que hacía que él se sintiera un poco menos culpable de ver al otro tan cargado; así que, cuando llegaron a casa, Jaejoong pidió a Yunho que descansase un poco, mientras él colocaba las cosas, y éste aceptó.
Antes de que cayera el sol, el joven Jung estaba fuera de casa, en la inmensa extensión de “jardín” que tenían, practicando movimientos con la espada, algunos lentos, como en un baile, otros más violentos, como queriendo partir en dos o atravesar a algún invisible enemigo, y era en esos movimientos, sobre todo después de llevar un rato haciéndolos bajo el astro rey, que algunas gotas de sudor salían disparadas y caían humedeciendo el suelo.
Por una de las puertas correderas de un pasillo que daba al jardín, en una de sus muchas idas y venidas limpiando el suelo, fue que Jaejoong se percató de aquellas gotas que recorrían el rostro de Yunho, al igual que de las otras que salían expulsadas, con aquellos movimientos tan bruscos, desde sus manos; así que en cuanto terminó de limpiar, se fue a calentar el agua para el baño.
Cansado ya del entrenamiento, dejó la espada en su sitio, y se fue para asearse; antes le hubiera dado más o menos igual oler a sudor, pero ahora era distinto, estaba ella. “Y tanto que todo es distinto ahora”, pensó, al entrar en el baño y encontrarse con la bañera llena de agua ligeramente humeante, señal de que estaba aún caliente, con la pastilla de jabón y la esponja en un lateral… Todo estaba listo, y él no debía perder el tiempo, como antes, en prepararlo todo; ahora sólo tenía que relajarse y disfrutar.
Durante la cena, Yunho pudo saborear otro delicioso plato cocinado por Jaejoong, teniendo cada vez más claro que la señora Kang tenía razón, cuando le dijo que era la mejor elección que podía haber hecho; por fin tenía a alguien que se preocupaba por él, alguien que le hacía, en su casa, sentirse como si realmente volviera a tener un hogar. Y después de cenar, a dormir, igual que la noche anterior.
Así pasaron varios días, en los que ambos estaban contentos de haberse conocido mutuamente, de que el destino los hubiera hecho encontrarse. Hasta que ocurrió lo inevitable… Yunho no solía beber, pero había ocasiones, por motivos de trabajo, en que debía hacerlo, y como era lógico, por su falta de costumbre, no tardaban mucho en subírsele los tragos; aunque se le solía ir pasando caminando de vuelta a casa, la verdad es que esta vez aún llegó algo cargado… Y cuando vio a Jaejoongieh, la vio tan arrebatadoramente hermosa, que no pudo evitar abrazarla, quería mantenerla allí, entre sus brazos, para agradecerle el que estuviera ahí con él, cuidando de él. Sin embargo a Jaejoong, aquello le supuso una lluvia de recuerdos que quería enterrar, y es que las manos del joven Jung, inconscientemente, habían ido descendiendo, y aquello le recordaba a las que le ofrecía el general, por lo que intentó zafarse, con la mala suerte de que su hanbok se abrió, mostrando su torso.
- ¡Eres un hombre! – Exclamó perplejo, pasándosele la borrachera de golpe; Jae no sabía qué hacer, todo parecía repetirse nuevamente. - Maldita sea… ¿Por eso quería deshacerse de ti? ¿Me visteis la cara de idiota?... Pero hasta aquí llegó… Ya no vas a reírte más de mí… - Decía amenazadoramente, mientras que el otro no sabía dónde mirar, pues le daba miedo la posible violenta reacción que tendría. - Pienso devolverte. – Y aquello funcionó como un resorte, cualquier castigo, antes que volver a aquel lugar.
- ¡No! – Gritó desesperado. - Por favor… No me devuelva allí… Haré lo que me pida… Cualquier cosa… - Lloraba, aferrándose a las piernas de Yunho.
- Suéltame. – Ordenó, empujándolo con una de sus piernas, haciendo que lo soltara.
- Por favor, no me devuelva… Por favor… - Se arrodilló suplicante.
Pero Yunho salió de la habitación enfadado, subió a su caballo y puso rumbo al Muñecas, no iba a permitir que aquella señora se burlase de él, tenía que hablar muy seriamente con ella, decirle que, le gustase o no, le devolvería a Jaejoongieh, y tendría que darle aquel premio en metálico al que renunció por estar con “ella”, haciendo frente también a la vergüenza pública de que algo suyo le era devuelto, eso si no avisaba a los guardias… Cuando llegó a los alrededores el local, descabalgó y se acercó andando lentamente, intentando que el enfado que tenía se le pasase un poco, no le gustaba ser rudo con las mujeres, aunque pudiera tener motivos para ello; caminando a la altura de los muros que delimitaban el jardín, pudo escuchar unas voces más o menos conocidas, así que se encaramó a la rama de un árbol cercano, para ver mejor quienes eran.
- Estás muy cabizbaja Gen, ¿qué te ocurre?
- Echo de menos a Jaejoongieh, Jeon Bo.
- ¿Te gustaría que volviera?
- ¡No! – Exclamó rápidamente. - No quiero que regrese, por mucho que la extrañe… -Pues sabía que Jeon Bo no conocía que Jaejoong en verdad era hombre. - No podría soportar escuchar de nuevo sus gritos de dolor cuando le tomaban a la fuerza, ni ver sus muñecas hinchadas porque le ataron para que no escapase, ni curar las heridas en su espalda porque le golpearon en castigo por no acceder a las peticiones de cualquiera de los depravados que iban a buscarla… - Sus ojos empezaban a empañarse ligeramente por el llanto. - ¿Lavar nuevamente vendas y su futón manchados de sangre? No… No podría volver a hacerlo… Y sé que es eso lo que le esperaría si aún estuviera aquí… Sólo espero que sea feliz, allá donde ese chico le haya llevado. – Sonrió con algo de esperanza.
- Yo también lo espero. – Añadió Jeon Bo.
- ¡Qué bestia! – Dijo una de las chicas que trabajaban en el local, yendo sólo cubierta por una manta.
- ¿Qué pasó Sou-Bi? – Preguntó la mayor.
- ¿Qué que pasó?... Primero ha querido atarme, después de que me tiene inmovilizada, casi que me arranca el hanbok, y de buenas a primeras, empieza a meterme cosas, masturbándome, hasta que se cansa y comienza a penetrarme, ahí, sin contemplaciones, conforme le viene en gana, sin delicadeza alguna, y no veas el daño que me ha hecho.
- Bueno, es lo que querías, ¿no?
- ¿Lo que quería? – Preguntó confundía ante la afirmación de Gen.
- Sí… Querías lo que tenía Jaejoongieh… Pues bienvenida al que era su mundo. – Dijo, antes de retirarse con rumbo a su habitación.
- ¿Sabes Jeon Bo?... Lo que no entiendo es que sin tan siquiera correrse, lo sacara y que dijera “no es lo mismo”….
Para Yunho era suficiente lo que había escuchado; ¿podía ser cierto que hubiera sufrido tanto como aquella chica había relatado? Subió nuevamente a su caballo, y volvió a su casa. Al llegar, halló a Jaejoong tal y como lo dejase, de rodillas, con las palmas y su frente pegando al suelo, llorando y pidiendo que por favor no lo devolviera a aquel lugar; su hanbok aún medio descolocado, dejando visible uno de sus hombros, y de ahí, de aquel trozo de tela que no estaba en su sitio, fue que lo tomó, para quitárselo lo suficiente para ver la espalda del joven arrodillado, lo que provocó que éste temblara y se encogiera, aferrando con sus manos las tela a su cuerpo, en un acto tan rápido, tan reflejo, que para Yunho fue claro que no era fingido.
Jaejoong se obligó a relajarse, a soltar las mangas de su hanbok que impedían al joven Jung despojarlo de él… Si ese era el precio que tenía que pagar para quedarse, lo haría, se entregaría a Yunho… Haría lo que fuera antes que volver al Muñecas, antes que regresar a las manos del general Song o las del señor Kang.
¿Haría ya cerca de dos semanas que Jaejoongieh y él vivían juntos?, entonces, si él no le había tocado, ¿cómo podían estar aquellos cortes en su espalda?, ¿acaso permanecían desde entonces? ¿Desde aquella noche en la que lo salvó?. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo, al darse cuenta de cuán duras y continuas debieron ser las palizas, para que aún persistieran las marcas; y le siguió una punzada en el estómago, de culpabilidad, por el simple hecho de haber pensado en devolverlo a aquel horrible lugar.
- Vístete. – Ordenó.
- Por favor… - Seguía suplicando Jae, arrodillado, sin tapar su torso desnudo. - Por favor, permítame quedarme… - Pedía, sin hacer mucho caso a las palabras de Yunho.
- Vístete. – Ordenó nuevamente, esta vez comenzando a colocarle el hanbok en su sitio; dejando a Jaejoong completamente descolocado, pues había pensado que iba con otras intenciones.
- Por favor… - Volvió a pedir, anudando el lazo, temiendo que el hacerlo vestirse fuera para devolverlo.
- Tranquilo… No pienso devolverte a aquel lugar. – Dijo, sentándose frente a él, y dejándolo ahora más descolocado que antes.
- ¿Lo… decís en… serio? – Preguntaba con miedo.
- Sí… Puedes quedarte…
- Gracias. – Le dijo, con una enorme sonrisa en su rostro.
- Pero con varias condiciones. – Puntualizó.
- Usted dirá.
- En casa, ropa de hombre, sólo está la mía, y dudo que te quede bien… Además, si tenemos en cuenta la ley…
- Debo seguir vistiendo de mujer y actuando como tal, ¿es eso?
- Sí, eso exactamente…. Te ganarás el permanecer en la casa, haciendo lo que hasta ahora, es decir, limpiar, cocinar… - Y nada más pronunciar esta palabra, su estómago rugió de hambre.
- Esperad un momento, en seguida os preparo algo. – Dijo poniéndose de pie, debía cumplir las condiciones impuestas, pero sus rodillas le fallaron, haciéndole caer entre los brazos de Yunho, quien, al verle perder el equilibrio, se apresuró a tomarlo para evitar que se hiciera daño. - Gracias. – Sonrió algo avergonzado, se sentía torpe.
- Has estado mucho tiempo en la misma posición. – Dijo, haciéndolo sentar, tomando una de sus piernas y comenzando a masajearla, para que la circulación de la sangre volviera a ser la adecuada; lo que provocaba vergüenza en Jaejoong. - Es normal que no puedas levantarte tan rápido…. ¿Por qué no te defendiste? – Preguntó, mientras proseguía con el masaje, realmente estaba curioso sobre el tema, es decir, si no quería que abusaran de él, lo normal es que hubiese puesto resistencia, ¿no?
- Lo intenté… Con todas mis fuerzas… Pero, no sé luchar… No tengo técnica, ni resistencia, ni fuerza… Nada…
- … - Yunho lo miró sin comprender muy bien, con el semblante lleno de dudas.
- Desde mi infancia, fui criado como una mujer, así que carezco del aprendizaje y la fortaleza que los juegos y los años otorgan a los varones.
- Ya veo… - Respondió, liberando la segunda pierna que había masajeado de Jaejoong. - ¿Mejor?
- Sí, gracias… - Dijo yendo de camino a la cocina.
- Déjalo… Ya es tarde, y no será la primera noche en la que me vaya a dormir sin cenar.
- Como gustéis.
- Vayamos a dormir.
Jaejoong tomó sus cosas e iba a salir de la habitación, pero Yunho le dijo que no hacía falta, ahora que sabía la verdad; así que retiró el biombo que separaba la cama en dos mitades, ya que, no tenían motivos para sentir vergüenza alguna, puesto que ambos eran hombres, y por lo tanto, similares anatómicamente hablando; aparte de que el joven Jung había visto que las únicas habitaciones que estaban limpias y decentes, para ser usadas, por el momento, eran la cocina, el salón, el baño, su despacho y la habitación que ambos estaban compartiendo en ese momento.
Los dos pensaron que les costaría dormir, por todo lo que había ocurrido esa noche, si bien, no tardaron tanto como creían, quizás, porque sabían que, en el fondo, nada era distinto, es decir, sí, ahora Yunho sabía que no era “ella”, si no “él”, pero aparte de eso… Seguían siendo los mismos que, hacía unas semanas, habían compartido dormitorio por primera vez, apenas unas horas después de conocerse; Jaejoongieh seguía siendo la misma persona que le hacía aquellos platos tan ricos, quien limpiaba la casa, quien le esperaba al regresar del trabajo, quien le daba compañía y conversación, y quien le regalaba de cuando en cuando una sonrisa que lo hacía estar mejor.
qe tierno! *O*
ResponderEliminarqiero la continuacion y lemon yunjae +w+!!
solo qe qiero qe Jae le diga "Porfavor... digame con mi verdadero nombre... JaeJoong" xD
WOAAA como espere la continuacion de este fic. Amiga esta super lindo realmente me gusta tu estilo de escritura!!! AJA AJA FIGHTING!!!
ResponderEliminarohhh gracias estaba esperando!!1
ResponderEliminarrealmente me encata el fic, es hermoso
al fin jae esta con yunho!!!!
yo tambien pienso que escribes increiblemente, me costo leer lo que le hacia esas bestias al pobre jae y ahora me intriga saber que ocurrira + adelante waaa que nervios, esperare impasiente la prox. arigato
ResponderEliminarhaaaaaa....
ResponderEliminarpor fin jae esta a salvo >u<
y que mejor al lado de yunho
no sabes como sufri al leer lo que le
hacian a jae en el primer capitulo.
ahora solo espero que las cosas entre ellos
mejoren conforme pase el tiempo...XD
me encanta tu formaa de escribir y sobre
todo que los capitulos son extra largos =)
muuuchaass gracias por eso,en verdad me gusta.
esperare inpaciente el proximo capi.
saludos y gracias!!
dios por fin algo de gentileza para mi pobrecito jaeboo T.T komo me alegro! aunke sige sin gustarme ese sentimiento de posesion ke todos tienen...¬¬
ResponderEliminarUhhhhhh! sí que sude frío cuando Yunho tomo rumbo a "Muñecas", gracias al cielo que escuchó la conversación u__u...
ResponderEliminarDe nuevo reitero que me mata tu escritura, es tan no se, ¿diretemente original? No se, me matas xDDD
Seguire leyendo... ¡muero de la cuirosidad por saber que será de la vida de Jae con Yunho ahora a su lado, y estoy totalmente segura que el general y el despreciable de Kang aún no salen de la vida de JaeBo!... o me estare equivocando?... en fin, sólo lo descubrire leyendo XDDD
Besos n_n.
me gusta tu fic la verdad suelo leerlos pero en otro sitio... pero encontre el tuyo y fue como adiccion a la primera.... esta muy bueno...te felicito...
ResponderEliminarespero todo salga bien a mis oppas... y que mi jae deje de sufrir.. T_T
me encanta tu fic, son muy extensos y eso me agrada...sigue asi!!! mi lindo jae ya merece ser feliz
ResponderEliminarQuiero llorar, al fin Jae esta a salvo, La generovidad de la señora Kang y la lealtad de Gen me conmovieron, pero en definitiva es la noblesa de Yunho lo que se lleva las palmas. Estaba en serio preocupada de cómo reaccionaría al saber que su Jae es hombre. Espere mucho a que llegara a rescatarlo, y vaya forma de hacer su primer encuentro. Ya quiero que se enamoren¡¡¡¡
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