Se despertó con el ruido de una cigarra. Se le hizo extraño. ¿Una cigarra en otoño? Aguzó el oído, pero no volvió a escucharlo, sólo percibió la respiración de Jaejoong y de Changmin, quienes dormían en los otros futones.
Exhaló molesto: de nuevo estaba acalorado. Consciente de que no podría dormir por un rato se levantó y salió a tomar aire. La agradable sensación del tatami bajo sus pies cambió por la dureza de la madera pulida del balcón. A diferencia del cuarto, afuera estaba muy fresco.
Se sentó en la orilla frente a la puerta y se recargó en esta abrazando sus rodillas. Contempló tranquilo el paisaje cubierto con la tea azulada de la noche. El viento sopló con fuerza, arrastrando las hojas que comenzaron a caer frente a él con un rumor romántico, en ese momento las sombras escondían su encanto haciendo parecer una mentira el hechizo con que lo habían atrapado y lo habían unido a Changmin un rato antes. Era su culpa lo que había hecho, habían tornado el ambiente demasiado cálido, su rojizo murmullo lo había incitado y esos labios resplandeciendo como faros luminosos, guiándolo…
Respiró hondo. Aquella fría tranquilidad parecía extraña ahora.
Había sido agradable ese primer contacto armónico, pero después todo se había ido llenando de brasas y cenizas. Se llevó la mano a la boca; recordó el sabor y la sensación de aquella otra, tocó sus labios como si pudiera atrapar aquel gusto engañoso y escurridizo como una mariposa.
Sonrió libremente cubierto por la noche, separado de la verdad por las hojas de arroz que rodeaban a su deseo prohibido.
¿Qué habría estado pensando Changmin en ese momento? Miró hacia arriba: el cielo se estaba despejando, la lechosa luz de la luna arrancaba blancos y vacilantes destellos del agua del pozo, hacía relucir los palos de bambú que lo cercaban, se regaba sobre los árboles y pasaba entre las ramas para dividirse en espejos que se repetían en la madera; el aire olía a hielo seco, a un momento roto, estancado ahí frente a él, adherido a su boca, a sus manos llenas de ceniza. Lo había probado al fin, sin pensarlo, pero no había bastado. Tendría que buscar una manera de hacerlo de nuevo hasta que su deseo fuera satisfecho, como le había aconsejado Junsu. Sin embargo, algo lo inquietaba aún: Suponiendo que encontrara una forma para apaciguar las llamas que lamían irascibles su cuerpo continuamente, ¿hasta dónde podría llevar su deseo?, ¿podría simplemente consumirlo y olvidarlo todo después?, ¿no existía la posibilidad de que cayera en su propio juego?
Vino a su mente la imagen de Changmin esa noche, cuando lo había visto alzar su copa hacia él: la yukata verde palma medio abierta mostrando sus muslos, pan de salvado; el pecho firme; la piel cremosa; esas mejillas ruborizadas por el licor; el deseo que fulguraba en esos ojos como velas tras un cápelo; la mirada suave amarrada a la suya con un tirante hilo de deseo que bordó con relucientes estrellas ese cuadro en una gruta de su mente. Se dejó conducir por él hacia el corazón de un laberinto sembrado de espinas.
~ o ~
Respiró hondo. Por alguna razón se sentía más seguro ahora que estaba en casa, quizá porque conocía el terreno o quizá por el simple hecho de que “aquello” había pasado en otro lugar y estando lejos tomaba el cariz de un sueño.
Se sentía cansado. Después de haber salido en la noche no había podido dormir bien. Eso parecía estarse convirtiendo en hábito. Había tratado de dormir en el camino como los demás, pero el intento había sido inútil. Si tan sólo Changmin se hubiera dormido también, tal vez lo hubiera logrado, pero poder mirarlo de reojo, quieto, mirando por la ventana, inmóvil como una estatua, lo había mantenido incómodo.
Y ahora se encontraba ahí, en el jardín recogiendo las hojas mientras sentía que el cansancio lo aplastaba.
-¿No hay alguien que lo hace?... ¿O es terapia ocupacional? -le preguntó Yoochun saliendo de la sala y parándose a su lado.
Yunho vaciló.
-Creo que es lo último.
Yoochun se quedó mirando atentamente el cielo opaco. Pareció pensarlo mucho antes de poder decir.
-Supongo… Últimamente te ves algo tenso… hasta un poco apagado. Y pasas mucho tiempo solo… ¿Tú…?
Las palabras bailaron en su boca hasta que, rendidas, se consumieron en el crepitante silencio. Yunho bajó la mirada, adivinando su pregunta, pero no quería contestar, ni siquiera sabía si sería capaz de hacerlo.
El sonido del rastrillo al chocar contra la tierra y jalar los restos marchitos suplió las incómodas palabras.
Yoochun bufó.
-Todos tenemos cosas que nos inquietan… -bajó la vista-. Es mejor cuando es algo, al menos puedes tratar de controlarlo, cuando es alguien… –un dejo de amargura tiñó su voz en la última oración. Incapaz de terminarla levantó la vista sonriendo afectadamente, como si hubiera tirado una piedra por descuido.
Yunho recargó su peso en el rastrillo y miró a Yoochun con suavidad. Este exhaló inseguro.
-Pero, tú me entiendes, ¿no, hyung? -Yunho sintió una punzada en el estómago.
Otra pausa.
- Tú quieres mucho a Jaejoong, ¿no es cierto?
Se sorprendió, no era ése el comentario que esperaba. Yoochun continuó.
-Yo también quiero cuidar de una persona, pero a veces siento que no tengo la fuerza para demostrarlo. Me cohíbe un poco el pensar en los demás, en equivocarme y lastimarlo por nada. -Terminó con voz débil.
Yunho se sintió frente a un espejo: de un lado él e impreso en el vidrio, Yoochun. Desde aquel día hasta ahora, ni una sola vez había reparado en Jaejoong. Volteó a ver al otro con pesadumbre. Este sonrió de nuevo dirigiéndose al cielo.
-Pero bueno… quizá no debería pensar demasiado en eso… después de todo, no es algo que pueda decidir yo solo -dijo con un júbilo seco, metiéndose las manos en las bolsas y balanceándose al contemplar las nubes opalinas que tapizaban el firmamento.
Yunho se sintió abrumado. Retomó el rastrillo y continuó jalando hojas, esperando.
-Yoochun -lo llamó repentinamente.
-¿Tú… -comenzó el otro dudando- has estado así por Jaejoong-hyung?
Una extraña mezcla entre alivio y pesadez.
Lo pensó un segundo.
Asintió.
~ o ~
La loseta de los escalones estaba terriblemente fría.
“Debí haber bajado con pantuflas.”
De verdad le molestaba despertarse en medio de la noche por cualquier razón y aún más cuando tenía que salir de su cuarto, pero por más que había tratado ya no podía soportar la sed: tenía la boca completamente seca y la saliva espesa sólo viciaba más la sensación que lo torturaba.
Tanteó en la oscuridad con el pie para asegurarse de que no hubiera más escalones, no se fuera a caer: luego fue directamente a revisar que había de beber en ese enorme refrigerador rojo.
Se acordó de su conversación con Yoochun: así que pensaba pasaba algo entre Jaejoong y él. Sonrió complacido. Era mejor así, de esa manera no se fijaría en lo de Changmin. La verdad no tenía muy claro como lo llevaría después de haber tenido ese tipo de contacto, pero estaba seguro de que no podía quedarse así nada más, al menos una vez debía volver a degustar ese veneno.
Tomó un calpis y jugo de naranja, sacó un vaso de la alacena y los mezcló. Mas, cuando iba a dar el primer sorbo, Changmin apareció en la cocina como un fantasma, vestido con un pantalón de algodón gris y una camiseta guinda. Este fue derecho al refrigerador.
-¿No quieres calpis con naranja? -le preguntó Yunho con voz controlada.
-No, gracias.
A pesar de que había sido una respuesta bastante seca, detectó cierto matiz inseguro en su voz.
Quizá sería demasiado rápido, pero… Era un buen momento.
Dejó su vaso sobre el desayunador y se acercó a Changmin por la espalda.
-¿Buscas algo? -le preguntó casi en el oído.
-No -respondió tenso el otro.
Yunho se inclinó un poco más.
-Dime qué quieres -dijo con voz ronca, al tiempo que deslizaba suavemente la mano por el interior de uno de los muslos de Changmin.
Una fría mirada le atravesó el pecho, pero no se mostró débil, ni siquiera cuando este se volteó violentamente y agarró su rostro con brusquedad retrocedió. El otro se inclinó sobre él: irradiaba un calor embriagante que lo atraía inexorablemente.
-La pregunta en realidad es: ¿qué es lo que tú quieres? -pronunció las palabras lenta, suavemente, una esfera de lumbre se deshacía en el tono de cada sílaba, en esa mirada penetrante, dura, a la vez clara, cargada de desafío y concupiscencia.
De momento se sintió vulnerable, acorralado por ese pecho férreo y por esos labios que se acercaban peligrosamente. El cálido vaho de un aliento ajeno se impregnó en sus propios labios, expandiéndose en un bermejo estertor que lo inmovilizó. Expectante, siguió contemplando esas herméticas pupilas que parecían derretir su conciencia en un crisol maldito.
Dedos intrusos rozaron su ingle, tentando su sensibilidad, liberando miles de volutas de fuego que se agitaron en su sangre. Esos ojos retadores, intensos, bardaron sus pensamientos. Su cuerpo se encontraba impedido entre el asombro y la sensación caliente que irrigaba su carne, impidiéndolo.
Apenas fue consciente cuando Changmin lo soltó, dejando caer su mano lentamente, rozando su muslo, lo miró de arriba abajo, lo empujó hacia la barra, alejándolo, y salió de la cocina sin siquiera voltear. Él sólo se quedó ahí, cual estatua de sal, inmerso en el brillo de su piel bajo la luz de la lámpara y el pausado vaivén de su cadera al caminar.
Apretó los dientes tan fuerte, que la quijada comenzó a dolerle.
Finalmente los pasos desaparecieron.
Tomó su vaso de nuevo. La sensación contradictoria del frío contra su mano caliente le devolvió el sentido.
Los planos se traspusieron, reflexionó: ¿qué tenían en común el fiero Changmin de hace un momento y aquél vulnerable que se entregaba al goce de su propio cuerpo entre cortinas de vapor? Changmin, sin duda, tenía ciertas tendencias hedonistas, aunque generalmente de ejercicio individual, como su gusto por la comida, el cual no podía ser fortuito y animal, estaba convencido de que para él escondía algo, como la otra noche durante la cena cuando lo había visto lamer el helado de té verde con tal suavidad, con tal deleite dibujado en su rostro… Definitivamente era lo que los japoneses llamaban kanjiyasui. En vista de todo ello, sólo era necesario vencer cierta resistencia hasta encontrar el punto exacto donde…
Sonrió con arrogancia.
¿Así que Changmin quería jugar rudo?
Pues bien…
~ o ~
Estaban agotadísimos. El ensayo había estado especialmente pesado y su falta de atención no había ayudado. Mejor dicho, el hecho de que su atención no estuviera concentrada en lo que debía. Había estado mirando más el trabajo de Changmin que el propio, sentía que hacía las cosas bien automáticamente, pero cuando el otro se equivocaba, irremediablemente él también y había que hacer todo desde el principio. No había podido evitarlo, aunque lo había intentado sus ojos lo buscaban, buscaban la expresión feral que lo había impresionado la noche anterior. Lo había visto concentrado, su cuerpo moviéndose como tensas olas de mar, el rocío de su piel escurriéndose sobre su rostro, sobre sus labios y rebozando en su pecho visible por momentos.
-¿Qué te pasa, no quieres venir? -le preguntó Jaejoong cortando sus pensamientos.
-¿Qué, a dónde?
-A tomar algo con todos saliendo de aquí.
-Ah… -lo pensó. La verdad no tenía ganas de salir, pero sería raro que se negara-. Claro.
No se había dado cuenta de cuándo se habían ido los demás, pero en cuanto se fue Jaejoong se quedó solo.
Dejó sus cosas sobre la banca del vestidor y se fijó entonces de que encima de uno de los bultos de ropa resplandecía un dije plateado con tres llavecitas: era el dije favorito de Changmin.
Meditó un momento calculando el tiempo y las posibilidades. Lo tomó. Se mordió el labio inferior y esbozó una sonrisa de suficiencia.
~ o ~
Las gotas calientes se regaban impetuosamente sobre su pecho, relajándolo. Su cuerpo entero se entregaba a esas reconfortantes caricias que se escurrían por todo él y alcanzaban cada rincón con alivio. Su pecho rebozaba expectación: había encontrado un tesoro, la llave de una oportunidad que no podía desperdiciar. ¿Qué haría? Temblaba extasiado tan sólo de pensarlo.
Se atrevió a imaginarse a Changmin amarrado, indefenso, atenido a sus indecorosos deseos. Sonrió abiertamente. Se restregó la cara con las manos. Su sonrisa rebosó agua aromática y esos otros labios relucieron de nuevo con las gotas de sudor que lo adornaban.
Discretamente sondeó el resto del baño, pero para su descontento, Changmin se encontraba justo en la regadera del otro extremo y no alcanzaba a verlo bien. Aún así, el saber que estaba ahí, compartiendo el mismo espacio, mientras él lo sometía en su mente, le proporcionaba cierta complacencia morbosa.
Tomó el estropajo, se talló los brazos, primero suave y luego con más fuerza, luego el cuello, las axilas… Miró de reojo de nuevo al tiempo que la áspera tela rozaba su pecho y su abdomen con una brusca caricia que lo remitió a una sensación pasada, deseada ahora y contenida en un jadeo ahogado, a la sombra al fondo de las regaderas.
El vapor acariciaba su rostro, lo cubría y a la vez lo mantenía visible ante los demás. Si hubiera estado cerca, Changmin hubiera visto su gesto teñido de placer entre nubes porosas, la expresión dibujada por las líneas de espuma que dejaba el estropajo al recorrer sus muslos e infiltrarse en sus ingles, entre espejos rotos y oníricos trozos de carne canela abriéndose, ofreciéndose para su goce.
Bajó la cabeza; tomó una toalla y la colocó en el piso; se quedó un momento sentado, esperando a que su cuerpo se apaciguara.
Si todo resultaba como lo planeaba, sólo serían unos momentos más de espera…
Tenía que asegurarse de que todo saliera bien.
jajajaj a yunho parece que asecha su presa pobre minnie pues a kn no le provocas eso estas como quieres sexy y hot ya que haiga homin homin jjejjj esperare la continuacion sta fantastico jejejj ^_^
ResponderEliminarno soy muy debota de esta pareja, pero me ha gustado bastante el fic, me gusta la personalidad de Yunho y como solo esta acechando a Min :3
ResponderEliminarwaaaaa
ResponderEliminarwaaaaaaaaaaaaaaa
Yunhoo aprovechador ke le kieres hacer al pobre de mi Mincito ¬¬
esta bien pero cuidamelo :B solo devuelvelo entero :B