¿El gato…?
-¿Te falta mucho?- preguntó Jaejoong jugando.
-Ya casi termino- respondió Yunho peinándose con toda la parsimonia que le era posible. Observaba a través del espejo cómo Changmin guardaba sus cosas y echaba la ropa sucia en el canasto.
-Ven- Jaejoong se acercó y comenzó a acomodarle el cabello a su gusto. El toque delicado de sus dedos le provocaba una sensación placentera así que lo dejó hacer. Lo tenía muy cerca. Se fijó en su piel tan blanca y tersa. -Ya- anunció sonriendo-, ahora te ves más guapo-terminó pellizcándole la mejilla.
Instintivamente volteó: Changmin le dirigió una sonrisa burlona y salió del vestidor. Eso no le preocupaba… pero, ¿qué, no se había dado cuenta?
-Vamos- dijo tomando el brazo de Jaejoong y arrastrándolo con él.
Ya iban a llegar la salida y ni una buena señal. Yunho vio entonces en el cuello de Junsu: traía un collar de obsidiana con un dije en forma de punta de flecha.
-Me gusta tu collar, no lo había visto- comentó casual, mirando de reojo a Changmin.
-Esta genial, ¿verdad? Me lo regaló…me lo dejaron en una carta- contó con entusiasmo.
Changmin se palpó el cuello, luego buscó en su mochila.
-Ahora vengo- dijo con aprehensión y salió corriendo.
-Voy a ver qué pasa, después los alcanzamos- dijo Yunho y se fue detrás de él.
-Yo también voy-terció Junsu, pero Jaejoong lo tomó del brazo.
-Vámonos, Yunho dijo que nos alcanzaban.
Iba a través del pasillo. Vio cómo el menor entraba a los vestidores. Se detuvo, trató de controlar su respiración.
No lo podía creer, realmente el ratón había corrido hacia la ratonera. El mero pensamiento le causó un escalofrío. Inhaló; contuvo el aliento; se desabrochó el cinturón; exhaló y sonrió con gusto. Repasó una vez más lo que haría. Entró con pasos silenciosos.
Changmin buscaba debajo de las bancas, después fue a asomarse al bote de la ropa sucia: era el momento. Se acercó a él con rapidez, le agarró los brazos y los amarró sobre su espalda con el cinturón. Sintió cómo el otro tiró con fuerza sorprendido pero antes de que pudiera hacer algo lo derribó, dejándolo boca arriba. Inmediatamente se sentó sobre su cadera.
El otro trataba de zafarse pero era inútil, él mismo aplastaba sus manos y el peso de Yunho ejercía la presión suficiente para inmovilizarlo.
-¿Qué crees que haces, idi…?- comenzó, pero Yunho cortó la oración con su mano.
Acarició su rostro, su cuello.
-Qué linda mascada traes puesta. Creo que nos será útil- La desenredó y la llevó a su nariz-. Huele muy bien…
huele a ti- deslizó con voz sensual.
Liberó entonces la boca de Changmin un momento.
-Quítate de encima, imbécil- escupió el otro con rabia.
-Deberías ser más cariñoso con tu Hyung- le dirigió una sonrisa traviesa.
Tomó la mascada con ambas manos y se la acercó. El otro bufó enojado. Yunho lo tomó bruscamente con una mano y con la otra metió la tela en su boca, luego le levantó la cabeza y la ató.
Changmin le lanzó una mirada de desprecio.
Yunho se acercó a ese rostro.
-No tienes idea de lo sensual que te ves- murmuró por encima de la mordaza, enfrentando esos ojos ferales.
Pronto haría cambiar esa mirada.
Tomó la orilla de su playera y la alzó, revelando el lienzo en blanco que pronto coloreó con el armonioso paso de sus palmas, con la presión de sus dedos en los bordes de sus músculos.
Repentinamente agarró su hombro y lo azotó contra le piso al tiempo que deslizaba su rodilla y aseguraba su muslo, anticipando su reacción. Dejó caer su propio cuerpo, pegándolo al otro. Percibió su embriagante calor con mayor intensidad. Acercó su cara a la clavícula, exhaló lentamente sobre la piel expectante mientras se dirigía hacia su pecho. Besó la carne firme, la atarazó con sutilmente, lo plugo su firmeza y el ligero temblor que la sacudió. Continuó besando el trozo, dibujando con su ansiedad una sensible cerca para el glorioso botón que se alzaba bermejo entre el campo de salvado, mientras que su mano libre se coló en su manga para acariciar su hombro y explorar con la palma la armonía de su sedosa curvatura.
Respiraba lentamente apropósito, queriendo marcar como suyo ese cuerpo con el efluvio de su aliento.
El otro comenzó a removerse.
Yunho se dirigió al otro cuadrante de su pecho, plantó su lengua caliente muy cerca del centro; recorrió con ella la aureola, captando la rugosidad de la piel al endurecerse, para luego complacer su deseo de capturar esa rosa cerrada. El pecho de Changmin se tensó y su repentina exhalación le acarició el cabello. Libó la grana con suavidad, la sostuvo entre sus labios; repitió el ciclo varias veces y después sopló encima, obligándolo a temblar. Mientras, su mano seguía recorriendo sus antebrazos, su cintura, marcando sus huellas en la cadera exquisita.
¿Cuánto soportaría Changmin antes de entregarse?
Dejó a su mano continuar, ahora con un ritmo más lento. Sus dedos se infiltraron por el resorte de su pantalón, acariciaron su vientre, rodearon su sensibilidad, penetraron en su ingle y la acariciaron incontables veces antes de pellizcar sus muslos lentamente, atrapando la deliciosa textura de la carne.
-No basta con eso, ¿verdad?- zahirió bajo, plasmando el deseo de su voz en una delicada mordida en el lóbulo.
Changmin resopló con enojo y evidente deseo frustrado.
Yunho regresó a su segura posición sobre la cadera de Changmin, se quitó la chamarra y se desabotonó la camisa con dedos trémulos por la ansiedad de llenarse con el tacto de ese torso divino. Se inclinó, uniéndose finalmente a su pecho, fundiéndose prácticamente en esa sensual hoguera que lamía su cuerpo con confortables llamas. Le rozó el cuello con los dientes, presionó su pelvis con violencia, la cadencia de las olas de su cadera oprimía el venoso malecón de piedra cada vez con más vigor, lo sentía erigirse entre raíces de fuego que lo cercaban a él también.
Sentía cómo el deseo de los dos se unía en el vértice en medio de sus cuerpos. La carne hirviente, palpitando en su desesperación, la respiración agitada, el deseo oprimido por ese pecho que se inflamaba a la par del suyo. Dejó los jadeos manar con libertad, no tenía caso tratar de contenerlos. Los erógenos brotes de voz de la garganta de Changmin se estrellaban en sus oídos y florecían trémulos en los puntos donde sus cuerpos se empalmaban.
-Te gusta, ¿verdad?… ¿Sientes mi deseo también?- preguntó con voz entrecortada, mientras regaba apasionados besos por su mandíbula y restregaba su cuerpo contra la cómoda calidez del otro. El vaivén de ambos en perfecta armonía, el bullente flujo de sangre chocando contra las palpitaciones de su otro.
Sintió deseos de unir sus labios… Besó su barbilla y sus mejillas con sutileza. Mordió la mascada, subiéndola un poco, y lamió esos labios despacio. Desamarró la tela y la apartó; la sensación del tejido sobre su boca la sensibilizó. Se quedó suspendido sobre el rostro de Changmin, mirando sus labios tersos, rozándolos apenas. Presionó su pecho y su cadera hacia abajo con ímpetu. La boca se entreabrió bañada de voz deseosa. Sus labios desérticos fueron recibidos con la deleitosa humedad de un cántaro suave y su lengua fue mordida con una suavidad inesperada. Se hundió en aquel sabor, en la riquísima sensación que le proveía ese oasis delirante. Pero no, no debía dejarse llevar aún. Cerró sus labios, capturando los otros para soltarlos después, se separó muy despacio, queriendo conservar la impronta de ese beso.
Sus manos bajaron describiendo su silueta, su boca descendió por el canal de su torso, oprimiéndose contra él, atrapando la carne y saboreándola despacio. Sus oídos aguzados esperaban cualquier gota de voz para beberla jubilosos.
Al llegar, su lengua trazó círculos alrededor de su ombligo para luego penetrarlo sosegadamente. Poco a poco fue bajándole el pantalón, sus acciones acompañadas de vaho sobre su vientre, de besos sembrados en las franjas de sus ingles, caricias húmedas en sus muslos. Percibía complacido cómo esas piernas respondían a sus caricias temblando ligeramente. Embriagado de ese aroma, retacado con la sensación del otro, atrevido, comenzó a lamer su cadera con parsimonia, acercándose poco a poco a ese punto peligroso a través de la línea de su pelvis. Miró a Changmin, relamiéndose los labios. Sus miradas se encontraron, se disolvieron cálidas en un lugar lejano, desconocido. Concentrado en esas pupilas sofocantes, besó el vértice, lo oprimió con su lengua, arrancando un sonoro jadeo que explotó en miles de toques eléctricos a través de su cuerpo. Sonrió, inconsciente de la satisfacción y la sensualidad que expresaba su rostro. Inhaló y exhaló pesadamente sobre ese punto de nuevo. Se empapó de la sensación de aquél cuerpo trémulo debajo del suyo.
Se contuvo.
-La siguiente escena la dejaremos para después- dijo simplemente, se levantó y salió de la habitación con pasos largos y cadenciosos. No quería demostrar su premura por salir de ahí antes de que Changmin se liberara y fuera a romperle un brazo o algo.
El sonido de la puerta al cerrarse detrás de él le permitió caminar más a prisa. Buscó un lugar solitario: detrás de las escaleras había una puerta más baja que el resto. Se metió ahí.
Respiró hondo, tratando de calmarse. Temblaba de arriba abajo, sus sentidos estaban embotados. Todo parecía irreal de repente.
Puso el seguro de la puerta y dejó que el deseo de plomo que aún corría por sus venas se disolviera entre sus manos. Recuerdos, cuadros engalanados y sensaciones revividas en un compás lento, y el aroma ocre de su pasión desbordándose en un rincón oscuro.
~ o ~
Sacó el teléfono de su bolsa y marcó el número.
-¿Sí?... ¿Te interrumpo?... Mm, no, prefiero ir a otro lugar… Sí. Te espero en el salón The Sky del New Otani Garden… En Akasaka… Bien… Nos vemos.
Colgó con un suspiro pesado.
¡Qué más daba! La verdad, en ese momento no quería estar rodeado de gente, era como si tuviera algo preciado entre las manos y no quisiera que los demás lo vieran. Aunque le inquietaba un poco el qué diría Changmin si no lo veía en la reunión.
Paró un taxi y se subió.
¿Pensaría que estaba huyendo?... Mm, no. Había terminado en una buena posición. Rió bajo ante el doble sentido. Quizá podría interpretarlo como que estaba jugando con él, aunque ése no era su estilo… No lo había pensado pero hasta podría resultar ser una buena táctica. Obviamente no sería suficiente jugar con las reacciones de su cuerpo, debía jugar también con su mente ya que era una persona compleja.
Miró por la ventana: las aceras se desmoronaban ante sus ojos; las bicicletas se emborronaban; la gente se paseaban con sus abrigos como espectros ordenados y sus mejillas ligeramente rojas apenas eran visibles; los colores de los anuncios se mezclaban, los trazos de las letras se deshacían hasta que llegó a un alto.
Pensar en ello lo agotaba. No estaba acostumbrado a que las cosas fueran de esa manera.Las extrañas situaciones, el carácter del otro, su propio deseo eran como pasos en el mar: sin sospecharlo, podía caer en un hoyo y quedar atrapado en un remolino.
La luz del semáforo cambió a azul. El mundo volvió a difuminarse entre el viento frío y la ventana de taxi.
Sí. A lo mejor Changmin pensaría que estaba jugando… Una mueca parecida a una sonrisa marcó sus facciones. Se preocupaba demasiado. La forma en la que había terminado todo en el vestidor lo había puesto en un estatus dominante. Incluso, podría ser que Changmin lo sintiera también, aunque no estaba seguro de si eso lo complacía o no.
Alcanzó a ver a lo lejos un has rojo que iluminaba el cielo azul opaco con destellos rojos y blancos: era la torre de Tokio que se abría paso entre los edificios. No debía estar muy lejos ya.
Con la cabeza inclinada hacia arriba le era difícil respirar. Volvió los ojos a la glorieta que se abría en muchos caminos. Se mordió el labio inferior.
Aunque era agotador, era un juego interesante. Se preguntó cómo se comportaría Changmin, y mejor aún, que haría ahora. No lo dejaría pasar así como así, de eso estaba segura, él no era de ese tipo. Si lo pensaba bien, esa clase de situaciones eran la especialidad de Max, y sus respuestas solían ser sorpresivas y contundentes.
Al fin llegó. Le pagó al chofer y se bajó elegantemente. Entró al hotel con pasos largos y una actitud que desafiaba a acercársele. Inmediatamente localizó el elevador y lo llamó. No venía nadie en él, para su suerte. Oprimió el último botón y fue transportado a una lujosa estancia alfombrada, iluminada con tenues luces, las cuales se repetían en los ventanales que mostraban a la ciudad hundiéndose poco a poco en la fría noche.
Fue a sentarse al fondo. Pidió una botella en lo que llegaba su acompañante. Observó los edificios en conjuntos informes, las luces diminutas, algunas estáticas, otras en un flujo inestable, brillando, titilando, consumiéndose… ¿Sería así cómo miraban los dioses? ¿Verían indiferentes las fluctuaciones de los insignificantes puntos o se interesarían en trazarles caminos, en llenarlos de angustia, de felicidad? Si él fuera un dios, ¿qué le gustaría hacer, qué pasiones movería? Por un momento la respuesta pareció demasiado fácil.
-Ya estoy aquí. Perdón por hacerte esperar- anunció una voz lejana que le hizo pegar un brinco.
-Me asustaste…- dijo poniéndose la mano en el pecho-. Perdón por sacarte de la fiesta.
-No te preocupes, ni siquiera estaban muy animados… aún- explicó sonriente Jaejoong.
-Pedí algo, ¿está bien?
-Sí, claro. Confío en tu gusto.
Yunho tomó la botella y llenó las copas.
-¿Qué tal está?-preguntó incitándolo a probar.
Jaejoong sumergió sus labios despacio.
-Mmm… Delicioso.
Yunho apuró su propia copa. El sabor dulce acarició sus sentidos, su suave fragancia se filtró agradablemente por su cuerpo.
-¿Por qué no quisiste ir?- interrogó Jaejoong.
-No sé, no tengo ganas de estar en el alboroto.
-¿Qué, Yunho-todocarisma en un estado antisocial? Ahora sí que lo he visto todo-bromeó con ligereza.
-No es eso, es que… No sé cómo decirlo.
-Necesitas pensar a fondo acerca de tu vida- dijo Jaejoong muy serio, poniendo las manos sobre la mesa y mirando a la lejanía con gesto solemne.
Yunho se echó a reír. Era siempre así con él, bromas afables y una comodidad que a veces rayaba en el paroxismo. Por eso lo había llamado.
Siguieron platicando de cosas sin importancia. Las palabras y el vino se desbordaban, alejándolo de sus sombríos pensamientos. No podía evitar mirarlo insistentemente: su rostro fino, ligeramente sonrosado ahora, el cabello azabache cayendo grácilmente, sus labios carnosos entintados de vino afrutado se antojaban tan deliciosos y tan lejano se encontraba él mismo ahora. Pero, ¿desde cuándo?
~ o ~
Yunho se dejó caer pesadamente sobre su cama. La tenue luz de la lámpara lo alumbraba parcialmente, suavizando sus rasgos.
No sabía cómo había sobrevivido a un día tan largo. Primero la práctica agotadora, lo de Changmin… Se mordió los labios destrozando una sonrisa. Vinieron su cara relajada, cuadros de gozo y hermetismo; su voz de cristal contenida, luego rebosante; el temblor de su carne; todo girando en una vorágine engañosa. Trozos de recuerdos ornamentados con escarcha de ensueños. Un Changmin parecido pero más cariñoso, más dulce, siempre entregado como en los últimos momentos de su encuentro. Había sido tan excitante tenerlo a su merced… Pero más gratificante había sido revolver esos sentimientos entre sus dedos y obtener sensuales jadeos y libídines sensaciones. Tan sólo el rememorarlo lo hacía arder.
Las escenas se repetían una y otra vez, algunas fieles, otras distorsionadas a su antojo. Era difícil decir qué era mejor, si vivirlo o recordarlo. De todas maneras aún le quedaba la expectación de qué sucedería a continuación ya que su oponente no era para ser tomado a la ligera.
Respiró hondo, solazándose en las memorias de aquél día y apagó la luz.
Era casi imposible gobernar su cabeza en esos momentos pero poco a poco fue logrando relajarse y el sueño empezó a espolvorearse como granos de arena. Se iba sumergiendo hasta que…
Sus mantas se removieron y el colchón comenzó a menguar en algunos puntos. Sintió un calor ajeno acariciarlo. La figura se plantó frente a él y emergió del pliegue del futón. Reconoció vagamente los rasgos con la escasa luz que se colaba por las cortinas y su inconfundible aroma.
-¿Qué pasa?- preguntó tranquilo.
-Tengo frío… Además, ¿no crees que sea más cómodo dormir conmigo aquí?- murmuró Jaejoong.
Rió en sus adentros: ¿Acaso no podía prender la calefacción si tenía frío? Pero no dijo nada, en cambio lo abrazó con una mano y lo acercó. El otro, dócilmente se abrazó a su torso y se acurrucó como un gatito en su pecho. Así era él, tan sencillo, tan confortable… siempre tan a la mano. Estaba seguro de que si en ese momento sus dedos fueran juguetonamente adentro de su playera y recorrieran su espalda, si besara su rostro, incluso si bebiera dulce vino de sus labios, el otro no protestaría. Ese cuerpo, esa persona toda era una comodidad invaluable, necesaria para él. A él no podría dejarlo ir nunca, mucho menos por un juego.
Quiso probar: dirigió su mano lentamente a la orilla de la playera de Jaejoong y acarició sutilmente su cadera, jugueteó con la tersura de su piel, era tan blanda y agradable. Como había predicho, el otro no se opuso, sólo se removió divertido y conectó sus miradas en la oscuridad. Sus dedos vagaron hacia la base de aquella espalda y descansaron ahí.
Una tibia respiración se impregnaba en su cuello. Con esa suave caricia logró por fin, en muchos días, dormir profundamente.
Hay que jigueton salio Yunho, ya me gustaria estar asi acostadita con el
ResponderEliminarjiji
wooowww!!!
pero que poca de yunho que esta queriendo decir que con jae no guaria y con min si y todavía dice que jae es invaluable y necesaria para el y min que no mas sirve para bajarle la calentura no estoy de acuerdo malo yunho.
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