KINGDOM TVXQ!

CLOSE 2U
Arualthings

Enemigo capitulo 1

Oh, where have you gone
And do you miss me
And what we used to do?
You were the one
Who'd talk and smile for half an hour
Always new.

Watch T.V. – Rasputina

A aquellas alturas de la noche, todos duermen, las luces iluminan con menos intensidad, perezosas, y todo parece ser parte de un mundo irreal, silencioso, misterioso, en donde solo existe una sola persona, un solo personaje, perdido, agitado, y al mismo estático, allí en un sillón frente a un televisor, no viendo nada, mientras acerca una cuchara de quién sabe qué menjunje a sus labios, la mirada perdida buscando respuestas a preguntas que ni él mismo se atreve a formular.

El silencio lo envuelve como una gruesa manta, su única compañía a estas horas, donde ya no hay trabajo ni gente bulliciosa ni canciones ni baile ni nada, nada que lo distraiga de la duda, la desesperación. Porque así es como Changmin se siente ahora: desesperado, perdiendo el control de lo que una vez fue tan suyo. Su corazón, su cordura, ya nada le parecía un bien de exclusiva propiedad, sino más bien un balón siendo dominado por pies ajenos, enviado a lejanos confines, pateado con fuerza hasta el infinito y más allá.

¿Quién era el dueño de aquellos pies, de aquella mirada, de aquella fuerza sobrecogedora y a la vez escalofriante que lanzó lejos todo control que él alguna vez tuvo sobre su vida? No quién él hubiese querido. Porque Changmin ya había planeado todo, desde hace muchos años: Algún día iba a conocer a una joven, hermosa, sencilla, de buenos modales e inteligente. Jamás lo iba a volver loco (él jamás se volvería loco, por nada ni nadie), pero serían felices. Formarían una familia, y al caminar por las calles la gente envidiaría su perfección, la perfección de todo lo relativo a ellos. Pero resultó ser que aquella encantadora damisela nunca llegó, y en vez de ella apareció una persona con poco de damisela pero mucho de encanto, que con su sonrisa despreocupada, sus juegos, su energía y su belleza le hizo olvidar que alguna vez había esperado a alguien que no fuese él.

Pero ahora, solo en el living de una casa de nadie, con cuatro tras personas viviendo en ella, durmiendo, dejándolo solo con su decepción, lo recuerda. Y como le gustaría aferrarse a lo que alguna vez creyó, en una mujer, en una familia, en un amor con más de ternura que de pasión. Pero sabe que no hay vuelta atrás, porque Jaejoong cerró todas las puertas que daban hacia atrás, selló todas las vías de evacuación, y lo dejó allí, solo en la oscuridad, congelado pensando en él y sólo en él. Y entonces, comienza a recordar el inicio de su fin, aquella mañana en la que Lee So Man, en un arranque de lo que luego Changmin denominaría visión apocalíptica, les pidió a Jae y a él que trataran de aparecer más juntos durante la cámara, luego de encontrarlos peleando en un camarín luchando por la última galleta de un paquete. En aquellos tiempos, Changmin estaba desesperado por cumplir con las expectativas de todos, así que solo asintió, un poco confundido pero dispuesto de cualquier forma. Ya no podía seguir fingiendo en el papel de “chico dulce y tierno” que en un principio le habían asignado. Simplemente no podía, no sabía como actuar, era como si no pudiese calzar en aquellos zapatos. Pero a Junsu si le quedaban, y el papel fue repuesto, dejándolo a él libre del papel, pero sin identidad dentro de un grupo en donde todos tenían la suya. Además, la compañía, sus compañeros y él mismo estaban al tanto de que él no era el más popular. La verdad Changmin no tuvo muchos problemas en asumirlo, no había llegado al grupo buscando ser el más popular, pero las miradas de lástima por parte de sus compañeros, y la ligera desaprobación en los ojos de la gente del staff de producción lo hicieron decidirse definitivamente a nunca decepcionar, a nunca hacer que nadie lo mirara en menos. Que nadie nunca pudiese decir que Changmin no trabajaba duro por lo que quería.

Y es por eso que se demostró tan dispuesto a relacionarse más cercanamente con Jaejoong, siempre con una sonrisa para dar, con palabras de aliento para levantar a los caídos. Y aunque siempre peleaban (¿Parte de su naturaleza? Probablemente), Changmin no podía evitar sentir la química entre ellos dos, aquella chispa, esa luz, ese algo casi palpable que sentía con cada mirada, cada roce, cada muestra de afecto dentro y fuera de cámara. Y con el tiempo, mientras desaparecían sus facciones de niño y aparecían las de joven maduro, su confianza fue creciendo, y al fin creía que sus compañeros lo trataban como un igual.

Fueron buenos días para él.

Seguía siendo el menos popular dentro de Corea, lo sabía, pero le afectaba menos de lo que debería. Después de todo, siempre va a haber un favorito, así como el menos favorito. Así eran las cosas, y él era feliz de todos modos. ¿Por qué amargarse? Más de alguna persona se había quejado de su falta de galantería, pero sabía que también había gente que lo seguía, que lo quería y que se mantenía, como una vez una fan le había gritado, “por siempre con él, hasta la muerte”. Y aunque la verdad es que él encontraba difícil creer en el volátil amor de jóvenes que jamás le habían hablado en vivo, que no sabían como era él, no del todo, pero el saber que había gente que gritaba su nombre, que pensaba en él con cariño, a la cual él podía emocionar, reír y llorar, esa era una de sus mayores satisfacciones, la más grande de sus felicidades. Porque aunque no era muy bueno con las palabras, mucho menos con las relaciones interpersonales, esas cosas lo hacían feliz.

Changmin se sentía como un joven con suerte.

Y luego vino su expansión artística, y Japón. Japón, aquella tierra tan cercana y lejana al mismo tiempo, la tierra del ‘konnichiwa’, el sushi y el anime. Japón, en donde tuvieron que trabajar 5 veces más duro, donde todo era 10 veces más cansador, pero en donde de pronto los papeles se invirtieron y él, Changmin, era aclamado por las masas. La popularidad era algo que no se estaba esperando, pero que le dio orgullo y satisfacción de todos modos. Sabía que debía trabajar más duro, porque la compañía día tras día le prestaba más atención a él, a priorizarlo a él antes que a otros, y a incentivar su aparición en diversos lugares, desde backstages hasta programas de variedad, y de pronto Jae y él estaban juntos en todo. La compañía incentivaba su interacción, por decirlo menos, y a ellos no les desagradaba la idea de estar juntos más tiempo. O al menos a Changmin no le desagradaba, porque aunque Jae siempre le entregaba una sonrisa, palabras de aliento, un hombro para apoyarse y, por supuesto, deliciosa comida, jamás pudo él ver más allá, ver alguna emoción más allá de lo visible. Era como un libro en donde podía ver todas las hermosas ilustraciones, pero jamás leer lo escrito en él. Pero prefirió omitir ese detalle por el bien de su corazón, que tal vez, quizás, ya no latía solo por él mismo.

Pero las distancias se iban acortando, o al menos eso sentía él, y estar con Jae era menos difícil de lo que jamás se pudo haber imaginado. Era como si él de verdad calzara al lado de él, un inusual rompecabezas, algo que, aunque no pareciera, era cálido y reconfortante, y ni él mismo sabía por qué. Algo que era más que pretender, más que actuar frente a una cámara, o frente a un público. Era algo que se sentía a todas horas, en la intimidad, con los demás o estando los dos a solas. Y aunque cualquier persona pensaría que ser pellizcado y golpeado tantas veces al día no era algo que se podría denominar “cálido”, de alguna forma Changmin sabía que esa era su peculiar forma de decirse “te quiero”, o “amo estar a tu lado, no te separes de mí”.

Y el público los quería así, de todos modos. Chillidos y exclamaciones de júbilo se escuchaban a la milla cada vez que compartían golpes juguetones, que peleaban, rostros iluminados por sonrisas igualmente divertidas. Pero no todo eran golpes, porque cada vez se volvía más usual para ellos aparecer en el escenario, dedos entrelazados y sonrisas mitad traviesas, mitad vergonzosas. Y Changmin no sabía quién era el más feliz, él o las fans, encendidas por su relación.

Cada mirada, cada abrazo, todo producía una “reacción favorable”, como diría Lee So Man, haciéndole querer saber sus límites, el límite de su relación, hasta donde podían llegar.

Dónde terminaba lo que se pretendía y donde empezaba lo que sentían.

Y cada vez que sentía el aliento dulce y caliente de Jae en su oreja susurrándole un “relájate”, una sonrisa en sus labios y en sus ojos, cada vez que sentía esos dedos acercarlo hacia él, como un insignificante trozo de metal hacia el imán más poderoso de todos, y arrastrarlo hacia donde se le diera la gana, cada vez que lo sentía cerca suyo, respirando su mismo aire, no podía evitar pensar en que quería más, más de Jae, más de sus manos, de sus labios, de su sonrisa, más de todo él, y más de un “nosotros”. Jae y él. Jae y Changmin.

Poco a poco, perdía la razón, el juicio, la vergüenza, el recato. Lo estaba perdiendo todo, todo por esa presencia que se lo daba todo y a la vez nada. Por la adrenalina que corría por su cuerpo frente a la promesa de un será, de un podría ser. Por alguien que representaba todo lo que no había estado esperando para su vida. Y aunque todo aquel anhelo lo confundía y lo aturdía un poco, prefería no prestarle atención. Sentía que no debía moverse, no debía excavar en las profundidades de su dinámica, porque cualquier movimiento podría desmoronar su frágil pero maravillosa felicidad.

Pero las cosas debían retomar su rumbo inicial, y el grupo debió decirle ‘sayonara’ a Japón para volver a Corea, donde los intereses de las fans eran otros, y en donde él volvía a un segundo plano, así como su relación con Jae frente a las cámaras. Porque él, todo el grupo, y todos los del staff de producción sabían que en Corea lo que querían las fans era distinto.

Y no era culpa de Yunho, de verdad, que ahora él y Jae pareciesen siameses, pegados por la cadera, tal y como solía ser antes. Ni tampoco era su culpa que Jae ya no le prestara la atención que le prestaba antes, que ya no lo mimara como antes. No era culpa de Yunho, para nada, y Changmin no podía odiarlo, aunque a veces pensara que lo más sano para su corazón sería poder odiarlo, poder culparlo a él de su confusión, de su decepción, y de la increíble soledad que lo asolaba a todas horas, sin aquella presencia a su lado. Pero no podía, no podría hacer eso aunque lo intentara, porque Yunho era su amigo y lo quería demasiado como para culparlo de nada. Y eso lo hacía buscar otros culpables, algo hacia lo cual canalizar toda emoción reprimida. Y podría él culpar a la compañía, pero ¿podría culparlos a ellos de utilizar ‘recursos disponibles’ (porque, de cierto modo, eso eran ellos) para tácticas de marketing? ¿Podría culparlos por decirles que aparecieran juntos en cámara? También podría culpar al propio Jaejoong, podría culparlo y odiarlo por llevarlo a la cima y luego dejarlo caer, por guiarlo de la mano hacia lo profundo del bosque y abandonarlo allí, a merced de sus propios miedos y dudas, pero ¿Podría culparlo en realidad por cumplir órdenes de los de arriba?

Y todo eso lo llevaba hacia el verdadero culpable, el verdadero villano, el único villano del cual no podría escapar: Él mismo. Porque fue él, Shim Changmin, el que no tuvo el profesionalismo, el que perdió el rumbo, la objetividad. El que se aferró a sueños de humo, el que lo confundió todo y por consecuencia se hundió a sí mismo en la más grande de las porquerías. Él, el imbécil, el que no sabe rendirse, el que no sabe decir que no, el que busca cualquier excusa, cualquier instancia para acercarse a algo que ya no pertenece al mundo real, algo que nunca fue pero que Changmin se niega a dejar ir. Él, el que atesora miradas, sonrisas, y las guarda profundo, donde nadie pueda arrancarlas, ni siquiera él mismo, aunque aquello que él atesora sea en realidad lo que le envenena.

Y cada día duele, todo. Duele saber que de los dos, él es el único que está pasando por esto, el único que se siente así. Él es el único que encuentra difícil hablar, respirar, cada vez que están juntos. Él es el que se queda sin palabras, donde antes abundaban.

Y a veces no puede evitar odiar un poco a Jae, por no sentir lo mismo, por dejarlo a él muriendo en el camino, mientras él avanza, hermoso como siempre. Pero el odio nunca dura, y al final no puede evitar admirar un poco a Jae, por nunca caer, por tener lo que se debe para sobrevivir en este mundo frívolo, en donde Changmin un día se sintió capacitado para sobrevivir. Y es esa admiración la que lo hace querer fingir que todo está bien, que nada pasa, que su corazón no se está cayendo a pedazos a los pies de Jae. Y hay noches como esta, en las cuales no puede conciliar el sueño, en donde se siente asfixiado en el calor de sus propios deseos infructuosos, en donde parte de su ser quiere fantasear con una declaración, con un final feliz. Pero jamás habrá confesión, nunca. Porque no quiere seguir defraudando a la compañía, porque no quiere ser la vergüenza de su familia, porque no quiere que nadie le tenga lástima. Pero más que eso, simplemente no quiere perder esta batalla. No quiere caer rendido frente a sus inmaduros sueños de joven cautivado, no quiere defraudarse a si mismo, a lo que le queda de juicio. Porque no está dispuesto a lidiar con más humillación. La humillación de ser vencido por sentimientos a los que ni siquiera les puede encontrar un nombre, pero que están allí. ¿Amor? Realmente, Changmin no se atreve siquiera a pensar en aquella palabra, esa peligrosa palabra capaz de destruir imperios y enemistar hasta a los santos.

Aún así, no puede evitar pensar a menudo que esto es lo más terroríficamente parecido al amor que jamás ha sentido. ¿Pero hablar de amor? Changmin prefiere ahorrarse la vergüenza.

Y es en esas mismas noches de desvelo en donde siente que, realmente, no queda nada más que hacer más que esperar, esperar un milagro, esperar que Jae se acerque a él, que las cosas vuelvan a ser igual que antes. Y sabe que podrá hacerlo, sabe que durante todos estos años ha aprendido a pretender. Además, no es como si se estuviese muriendo. Dolía, como nada más podría doler, pero no lo mataba, y eso era lo que le daba esperanzas. La esperanza de saberse vivo, en el mismo lugar de siempre, y el alivio de saber que nadie sospecha nada eran lo que le hacía seguir. Mientras el orgullo le siguiese cerrando la boca y la esperanza siguiese encegueciendo al corazón, el podría seguir con lo suyo, luchar por sueños más antiguos, disfrutar de la música, deleitarse con la vida misma…

Y aunque a veces su percepción, alterada por sentimientos platónicos, le hiciera pensar que Jae lo sigue mirando con la misma calidez, con el mismo no-sé-qué de antes, y aunque a ratos escuche, como un murmullo, la voz desesperada de Jae gritando volvamosvolvamosalodeantesteextrañoteextrañoTEEXTRAÑO, sabe que las cosas no son como él quisiera, que todo eso no es más algo creado por su mente para amortiguar el duro golpe al orgullo que representa el saber que la persona a la que quieres no te quiere, y entonces solo puede reírse, en silencio, la peor de las risas, la más amarga, mientras piensa que su cruel, cruel corazón no es más que un bastardo que definitivamente disfruta con el sadomasoquismo de esta situación.

Y riendo, ahora un poco más alto, acurrucado en un sofá y con el sol a pocas horas de aparecer por la ventana del comedor, Changmin no puede evitar pensar en lo increíble de la situación, de lo absurdo e irritante de todo, porque una vez más, como todas las noches, se daba cuenta que su principal enemigo era él mismo y su asombrosa capacidad de aferrarse a sueños que jamás se podrán volver realidad.


2 Comentarios:

  1. wawaaaaaaaa muy bueno siempre amo las intro o los comienzos de fic q son tan buenos. wawa xq no hay conti del fic ya lo lei todo masl de 20 veces pero no hay actu.. mis esperanzas se debilitann abuuuu.. :( :(

    ResponderEliminar
  2. Es lo más increíble que he leído. Redacción perfecta y que te atrapa. Esta historia promete.

    ResponderEliminar

Deja tu comentario \(*O*)/ ♥ ♥
o más bien... deja tus pensamientos pervertidos grabados en esta entrada XD