Para Park YooChun un joven de 20 años de edad, la vida siempre le pareció monótona, tenía todo lo que quería dinero, casa, auto, chicas en su cama todas las noches, y aun así siempre sentía un vacio. ¿Pero qué más daba? ya estaba acostumbrado a ese tipo de vida.
Su padre era un hombre de negocios le daba a YooChun todas las comodidades, continuamente andaba de viaje y veía a su hijo con suerte una vez al año, la madre era una mujer que amaba su trabajo, tanto que de meces cruzaba miradas con su hijo, y el hermano menor era de los que no paraba en casa. YooChun era feliz así, nunca le había gustado que su familia meta sus narices en su vida ni mucho menos que le dirigieran la palabra ¿Qué por qué? bueno este chico era el típico joven que se había vuelto un emo; el enorme armario de ropa que poseía solo tenía prendas de color negro, todos sus jeans eran negros, sus tenis eran de color negro, algunas de sus poleras (negras) tenían logotipos de una que otra versión de calaveras aterrorizantes, para que me entiendan y vayamos al grano de una buena vez el cuarto de Park YooChun era como entrar a una cueva de la montaña más lejana de la civilización que pudiese existir en el planeta, y no exagero, todas las ventanas contaban con cortinas…negras, lo único que lo diferenciaba de otros emos era su hábito de tener ordenada su área.
YooChun era el chico más hermoso que había en kilómetros a la redonda. Tenía un rostro simétrico de piel lisa y suave de color blanco, unos ojos relucientes tan negros como la noche. El muchacho estaba como quería. Llevaba unos labios carmesí de seguro deliciosos para quien los probase, y lucía un cabello no tan liso de color negro que enmarcaba a total perfección aquel rostro asombrosamente bello que poseía. Era el estereotipo de un joven perfecto.
Su familia le había otorgado tantas cosas que él ya no sabía qué hacer con todo ese dinero, se la pasaba todos los días perdiendo el tiempo ya sea tomando, o teniendo sesiones de sexo. Cansado de la monotonía, del aburrimiento y de ver todos los días lo mismo, decidió cambiar todo en su vida. Se mudo de Estados Unidos a Corea, su país de origen, con un único objetivo y era el de vivir algo nuevo.
Su llegada causo un gran revuelo en la nación tan pacifica como lo era Corea, sus padres eran famosos a nivel mundial y claro que el señorito también lo era. Al pisar su suelo natal una gran muchedumbre lo fue a recibir, YooChun quería un poco de paz, por lo que regreso al avión para que este lo llevara hasta las puertas de su mansión. Claro que con el poder que su familia poseía fue que logro que ni una protesta por parte de la aerolínea se hiciera presente, aquel avión llevo a YooChun a su hogar, y vaya hogar, el lugar era formidable y de una extensión bastante colosal. Podrían vivir cientos y cientos de personas en esa mansión.
YooChun observo el panorama que se le presento con detención, se sentía en parte feliz porque ahora tenía mucho que explorar, pero aun no estaba conforme. Entro a la residencia y una gran fila de asistentes, cocineros y chicas con un uniforme de trabajo le dieron la bienvenida, todos se inclinaron al mismo tiempo en que decían “Bienvenido Joven Amo”. A YooChun le pareció algo absurda la bienvenida, “Estoy seguro que ninguno de ustedes lo hace porque sea yo, solo ven al hijo del famoso señor Park, al posible sujeto que les puede quitar sus empleos si así lo desea” pensaba caminando sin dignarse a responder o saludar a alguno de sus empleados.
En toda esa gran fila, llegando casi al final, un chico más o menos de la edad del joven amo dibujaba en su rostro una sonrisa de oreja a oreja, era una de las sonrisas más sinceras que alguien pudiera ver, sus ojos reflejaban tanta bondad que era sin duda un muchacho con buenos sentimientos y un alma pura.
- ¡Ey! JunSu…el joven amo es hermoso – le codeo uno de sus colegas.
- No digas tonterías y estate quieto que luego nos despiden a ambos JaeJoong – le contesto en voz baja.
- Si pero, a que esta para comérselo y chupárselo – comento relamiéndose los labios de forma hambrienta. JunSu lo miro serio por un par de segundos pero luego ambos se partieron a carcajadas olvidando por completo que estaban en la entrada de la residencia Park recibiendo al hijo mayor que acababa de llegar de los EEUU, dejando de lado que habían captado la atención de todos sus compañeros de trabajo y del joven amo. Pero como dicen todo termina tarde o temprano y en esta ocasión fue más temprano que tarde aquel par dejo de reírse cuando se escucharon los pasos lentos pero tenebrosos de un individuo que se acercaba cada vez más con el pasar de los segundos.
YooChun se detuvo justo al frente de JunSu, en ese momento este supo que él y su Hyung habían cometido un grave error, una grandísima falta de respeto ante su alteza, porque aceptémoslo ante los ojos de JunSu y todos los trabajadores el joven Park no era más que un príncipe, solo le faltaba la corona y vualá pronto seria el rey que si se enojaba les despediría al azar.
JunSu trago de manera dura su propia saliva sintiendo que sus horas en la mansión Park habían terminado, seguramente lo despedirían, posiblemente lo “decapitarían” ahí mismo o algo peor, para su mala suerte todo rasgo de contención de estar al borde del colapso empeoró cuando YooChun decidió girar su cuerpo y ver de frente al espécimen humano que había osado a reírse en su presencia, su rostro reflejaba y transmitía miedo o al menos eso fue lo que sintió JunSu al ver directamente a los ojos de su joven amo, pero aparte del miedo sintió algo más, en su mente se pregunto si aquel chico de ojos negros y distantes estaba sufriendo, cayó en cuenta de que ese chico ocultaba algo, sentía emanar de él un aire de pesar, tristeza y dolor. Sin pensarlo se acerco a YooChun al momento en que su mano se posaba en la mejilla del mencionado, sus dedos cobraron vida acariciando con delicadeza uno de los pómulos de su excelencia y fueron recorriendo cada trozo de piel existente en esa mejilla.
Y bueno YooChun al sentir los dedos de ese chico sobre su mejilla se sobresalto un poco pero sentir esas caricias, porque de que eran caricias eran caricias, miró con detención a ese chico, coloco una de sus manos sobre la muñeca de JunSu y bruscamente alejo esa mano intrusa de su rostro con bastante enojo, formó una mueca de desprecio y sin articular una sola silaba subió las escaleras rumbo a sus aposentos.
JunSu acaricio su muñeca, la presión que había ejercido YooChun había sido muy fuerte al grado de irritarle la piel. Alzo la mirada y lo último que vio fue el perfil del joven amo que desaparecía conforme avanzaba por el pasillo del segundo piso de la mansión. Cuando ya nadie pudo divisarlo, todo el personal de servicio dio un profundo suspiro, algunos sacaron sus pañuelos secándose parte de sus sienes, habían sudado al verse intimidados por la presencia del dueño de la mansión.
- ¿Estás bien? – sujeto el mentón de JunSu, obligándole a verlo a los ojos.
- …Si – declaro JunSu moviendo su cabeza a un lado para que JaeJoong lo soltase. Y entonces fue que el arrepentimiento se hizo presente azotando su conciencia de manera vertiginosa, se dio cuenta de que tocar el rostro de ese chico era algo que no debería haber hecho nunca jamás, que pasear sus dedos sobre esa piel tan suave fue algo muy atrevido de su parte, cerro sus ojos con fuerza mientras un “aish” salía de entre sus labios, meneo la cabeza de un lado para el otro tratando de alejar cualquier rastro de vergüenza extrema que estaba inundándolo fuertemente.
- Si que asusta el niñato ese – dijo uno de los guarda equipajes.
- Al parecer es un ogro de persona – le respondió otro.
JunSu los escucho claramente y deteniendo sus acciones fue que miró la parte irritada de su piel y pensó en ayudar a ese chico de alguna forma, sentía que podía auxiliarlo, sabía que podía hacerlo. Lo que no sabía era de qué, pero algo le decía que ese muchacho necesitaba ayuda y él estaba dispuesto a dársela.
En el segundo piso de la mansión, en una habitación para ser más específicos, YooChun se encontraba tumbado de espaldas en su ancha cama, sus ojos estaban hipnotizados con el cielo raso de aquella habitación; sin saber cómo sus vistas comenzaron a ver en el techo imágenes de lo que había sucedido hace poco, con una de sus manos rozo parte de su mejilla y una sensación que no le gusto para nada nació en su interior; se sentó de golpe al más puro estilo del Undertaker (Ref. luchador de Smack Down) y disipando aquellas imágenes de su cabeza se dispuso a telefonear a una de sus asistentes informándole que evacuara una de las tiendas más prestigiosas de todo Seúl puesto que iría de compras ese día.
Si iba a cambiar su vida lo haría incluida la indumentaria, toda la ropa que tenía la había dejado en EEUU ¿Para qué traerla? Si se supone que hasta sus gustos cambiarían, YooChun deseaba salir de lo monótono, y así lo haría. Tres horas más tarde su majestad se encontraba escogiendo un reloj pulsera; después de tanto busque y busque al fin se decidió por uno. Ya había escogido toda la ropa que necesitaría pero al echarle un vistazo a todas esas prendas se encontró con algo familiar. Desde la distancia podían observarse cajas de tenis, jeans, poleras, trajes, sacones, chalecos, chamarras, camisas, todas negras, sin duda el muchachito había escogido lo mismo de siempre pero hay que entenderlo, no muchos pueden cambiar sus gustos de un momento a otro, sobre todo si uno está acostumbrado a lo negro como en el caso de nuestro querido YooChun.
Ver todo eso le frustro bastante, vaya que le hizo enfadar, su sangre hervía y pues que a este chico no le gustaba perder el tiempo de esa manera.
- Señor… ¿quiere las vestimentas en bolsas separadas? o prefiere que nuestra empresa se encargue de llevarlas a su domicilio – preguntó educadamente la trabajadora de la tienda.
- No quiero nada…esta tienda es un asco, y se hacen llamar los mejores…que vergüenza – dijo el pelinegro con tono frio abandonando el lugar.
Él sabía que no debía tratar a esa muchacha de esa manera pero lastima, YooChun estaba que no le calentaba ni el sol y ¿remordimiento? Esa palabra no existía en el diccionario de Park YooChun. Salió de la tienda echando chispas invisibles seguido a una distancia prudente de sus dos guardaespaldas y su asistente.
- ¿Esto es lo mejor que pudiste encontrar? – sonaba distante y malhumorado.
- Lo siento señor disculpe mi falta de atención – la asistente miraba al piso, sus manos empezaban a temblar, la pobre empezaba a sudar frío.
- Que no se repita – declaró, subiendo a su salchicha (limosina).
En la mansión JunSu preparaba los postres animadamente, no sabía de cual gustaba su patrón pero esperaba que de todo lo que estaba horneando por lo menos uno le agradara, sino se vería en la necesidad de comérselo todo, porque de tirar eso a la basura…eso si que no, nunca de los nuncas haría algo así por mucho que se lo ordenasen.
A pocos metros de él JaeJoong se encontraba preparando la cena, él era el chef jefe de la cocina, era joven un poco mayor que JunSu pero a comparación de todos los viejos cuarentones encargados de los sacrosantos alimentos que debía ingerir el dueño de la casa, él, Kim JaeJoong, en definitiva era el mejor de todos.
- Su ¿Qué haces? – preguntó abrazando por la espalda al susodicho.
- ¡Ah!... – JunSu se sobresalto al sentir unas manos que bajaban de su pecho a su abdomen y antes de que descendieran más se volteó quedando frente a frente con su querido Hyung. – ¡Me asustaste! – exclamo con una expresión de sorpresa.
- Hmmm…JunSu ah~ – el mayor se apego más al cuerpo de su amigo – tengo necesidades que satisfacer – declaró sacándole una sonrisa al menor.
- Hyung, debemos trabajar, esa comida no se servirá sola y estos postres no se decoraran solos – JunSu apartó al mayor de su cuerpo con cautela y dándole un beso en la frente fue que lo mando a continuar con sus labores.
JaeJoong se fue con un pucherito, pero satisfecho, uno de sus objetivos se había logrado, sabia mejor que nadie todo por lo que había pasado su amigo cuando EunHyuk se fue de su vida, todas las noches en que él consolaba y limpiaba las lagrimas que bañaban las mejillas de un JunSu que tenía el corazón partido en millones de pedacitos. Lo que JaeJoong agradecía era que su amigo lograra salir adelante, y que su característica sonrisa brillara una vez más.
El menor decoraba aquellos pastelillos dejándolos con un aspecto realmente delicioso, cada detalle que le daba a la decoración tenían un toque especial, un toque que solo una persona como JunSu podría dejar en los postres. Cuando por fin todo quedo listo decidió que era hora de ir a tomar aire fresco, sin emitir sonido alguno desalojo los ambientes de la cocina saliendo al enorme jardín de la parte trasera de la casa, caminó por el sendero que siempre recorría hasta llegar al pequeño río que le pertenecía a la familia Park, el paisaje se le hizo digno de un retrato profesional, cisnes blancos nadaban en aquella agua algo salada, aves cantaban con un ritmo homofónico y en aquel instante cerró sus ojos permitiendo que el viento golpeara su rostro, las hojas de los arboles cayeron a la par en que los cabellos castaños de JunSu se desordenaban por culpa del viento, su (no tan masculino) delantal se elevo como si de un vestido se tratase, pero eso no importaba, JunSu solo quería alejarse de la realidad por unos minutos, y si que le estaba dando resultado, su mente comenzó a vagar en la nada, perdiéndose en las profundidades olvidando todo, sintiéndose en paz después de tanto tiempo, sintiendo que por fin todas sus preocupaciones se desvanecían a un ritmo acelerado. Al fin podía sentir aquella tranquilidad que tanto anhelaban tanto él como su corazón.
- ¿No deberías estar trabajando? – diez minutos, Kim JunSu se sintió en paz solo por una década de minutos que no le parecieron más que escasos míseros segundos. – Se te paga para que trabajes…no para que estés flojeando – abrió sus ojos a regañadientes, tomo una bocanada de aire para luego expulsarla, esas palabras que escucho a sus espaldas le ofendieron.
- ¡Para que lo sepas ya terminé con mis deberes, lo único que falta es que el joven amo los pruebe…lo único que espero es que no se atreva a pedirme que lo tire todo, porque si lo llegara a hacer juro que le escupiría unas cuantas verdades en su perfecto rostro de príncipe creído! – exclamo frunciendo el entrecejo y cerrando una de sus manos en forma de puño.
- ¿Tanto así? – JunSu aun con el ceño fruncido y el puño a la altura de su pecho se volteó para defender sus palabras, pero en menos de 0,2 segundos su expresión se volvió un tanto avergonzada, su mano se aflojo por completo y sus ojos parpadeaban cada tres segundos era como si hubiese visto a un muerto en vida. Aquel chico lo miraba sin expresión alguna, hizo una risita de fastidio y le brindo una mirada despectiva a JunSu.
- …Joven amo yo… – el menor no pudo terminar su frase de disculpa puesto que YooChun se dio media vuelta emprendiendo su andar. JunSu mordió parte de su labio y con ambas manos comenzó a darse golpecitos en la cabeza “tonto tonto” se repetía sintiéndose la persona con mas mala suerte en el planeta.
Atrevido, metiche y desvergonzado…JunSu era sobre todo un atrevido por excelencia ante los ojos de YooChun, ¿Qué se ha creído ese estúpido? Se preguntaba mientras un aura negra lo envolvía alejando de inmediato a todo ser que se le cruzara en frente. Incluso las aves dejaron de cantar ante la presencia del pelinegro.
- ¡Espere!, ¡espere! – JunSu corrió hasta quedar delante de su patrón, no permitiría que este tuviera una imagen errada de él.
- Quítate – los ojos negros de YooChun ardían en fuego, y su tono de voz fue más bien una orden que una petición, JunSu no se movió, tenía que aclarar algunas cosas y sobre todo disculparse.
YooChun intento pasar por otro de los espacios que había pero JunSu extendió los brazos a los costados cerrándole todas las posibles vías de continuar su camino, tenía que hablar con su jefe y lo haría sin importar el qué.
El pelinegro volvió a pedirle que se moviera pero JunSu continuo firme, esta acción hizo que YooChun lo empujara con rudeza para poder continuar. Grande fue su sorpresa cuando sintió que era detenido nuevamente, esta vez, por unas manos que sujetaban parte de su polera
- Por favor… – JunSu pronuncio aquellas palabras mirando sus manos las cuales tenían un firme agarre en el jersey de YooChun este al verlo pensó por una milésima de segundo en quedarse ahí y escuchar lo que tenía que decirle el pelicastaño pero el orgullo, la superioridad y el enojo fueron más fuertes.
- No quiero volver a verte en mi casa ni rondando alrededor de ella…estás despedido – declaro con tono rudo y tenaz. El menor se sorprendió por las palabras de aquel multimillonario en potencia; sus tersas manos aflojaron el agarre que tenían en esa prenda con lentitud hasta que terminaron soltándola por completo, los ojos color chocolate que tenía continuaban inmersos en algún punto ciego del terreno.
YooChun tenía una expresión distante, maquiavélica pero sobre todo el sentimiento de agravio lo invadía como si fuese un diluvio que no tiene un fin específico en cambio JunSu reflejaba una fisonomía triste, desolada y culpable, como si el pobre hubiese cometido un crimen de alcurnia. Al verlo con esa mirada YooChun frunció el entrecejo “¿Qué le pasa?” pregunto una vocecita muy interna dentro de su apuesta cabecita, pero luego otra le respondió “¡¿Qué te importa?!”.
JunSu sintió como su exjefe se retiraba del área al escuchar los pasos que se alejaban conforme pasaba el tiempo, no pudo evitar el sentirse afligido por el comportamiento de YooChun, desde el principio había notado algo en él pero no sabía qué. Cerró ambas manos cuya ubicación era a los costados de su cuerpo levanto la cabeza encontrándose con la espalda de un YooChun que había avanzado metros de distancia, dio su primer paso hacia adelante seguido de otro mientras se decía así mismo las siguientes palabras.
“Ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes, y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles. Si ofendo a los demás, dame valor para disculparme. Y si los demás me ofenden, dame valor para perdonarlos. Si me das fortuna, no me quites la razón. Si me das éxito, no me quites la humildad. Si me das humildad, no me quites la dignidad. Enséñame a querer a los demás como a mí mismo. No me dejes caer en el orgullo si triunfo, o en la desesperación si fracaso. Más bien recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo. Enséñame que perdonar es signo de grandeza y que la venganza es señal de bajeza. ¡Si me quitas el éxito dame fuerzas para aprender del fracaso!”
Unos cuantos metros más y alcanzaría al muchacho de piel blanca, solo un poco más y estaría dispuesto a “jugarse la vida”, YooChun parecía un hombre peligroso y amenazador o al menos eso quería mostrar con aquella personalidad que tenía. Pero de lo que JunSu estaba seguro era de que ese chico lo necesitaba. Un lazo invisible entre los dos hacia que el menor reaccionara de una forma que jamás creyó reaccionaria ante una persona que acababa de conocer
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KYAAAAAAAAAAAAAA que buen fic!!!!! conti conti!!!
ResponderEliminarconti conti conti iiiiiii yoosu !!!!
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