Una vez más doy gracias Recuerden que de comentarios comen los autores.
Inspiración: para la realización de esta segunda parte me inspiré escuchando Fiction de BEAST/B2ST y Blossom de Ayumi Hamasaki ^^.
ADVERTENCIA: contenido sexual.
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¡Mi amor, levántate, levántate! ¡Mi amor, por favor levántate!
El desgraciado pagará lo que te hizo, no lo dudes.
Eres muy valiente, muchas no se atreven a contar este tipo de incidentes.
¡Unnie, no llores, debes mantenerte fuerte!
Me complace informarle que la prueba dio negativo.
Es ella, es ella a la que violaron.
Ella misma se lo buscó. Tarde o temprano algo malo le pasaría.
Pobresita, no se merecía algo como eso.
¡One-chan, mira este nuevo MV! ¡Lo acaban de sacar! ¿One-chan, estás? Por favor, vuelve a conectarte, te extraño mucho. Sabes que cuentas conmigo para todo.
Hija, baja y come con nosotros. ¿Hija?
Denle tiempo y tengan mucha paciencia. Su hija acaba de sufrir uno de los traumas más fuertes que una mujer puede experimentar. Apenas iniciará la primera etapa después de una violación; se abstendrá a comer, tendrá dificultades para conciliar el sueño, se negará rotundamente a dejar la protección que le brinda su hogar. Lo más fuerte ya pasó, declaró ante la policía, identificó a su agresor, se hicieron los exámenes y estudios pertinentes y, para satisfacción de todos, los resultados fueron buenos. Ahora sólo queda que ella libre su propia batalla consigo misma, enfrentar sus miedos, su dolor, y los necesitará a ustedes a su lado para lograr la meta.
~~.~~.~~
~ Sólo lloro tal como respiro ~
~ Aún cuando trato de salir de la tristeza hecha casa, en el umbral lloro ~
~ Sin darme cuenta… lloro ~
~~.~~.~~
“…Y es que Medio Oriente se mantiene bajo la lupa mundial. Manifestaciones y enfrentamientos siguen ocurriendo, ocasionando que el número de muertos siga aumentando…”
Probablemente mi dedo ya dejó de ser lo que era. Sin ir muy lejos, había recorrido todos los canales como treinta veces, y en las treinta veces no logré encontrar nada bueno para ver. El día estaba extraña y acogedoramente refrescante. La luz solar entraba por la ventana dándole un poco de vida a mi alcoba y mami había dejado unas olorosas flores que perfumaban todo el lugar y que lograban dar un punto de vida entre tanto escenario deslucido. Se sentía como si un manto de paz solar envolviera todo el lugar mientras que una brisa se paseaba juguetona condicionando a cualquiera que estuviera cerca. Esa paz extraña y muy deseada que pocas veces se llega a sentir. Esa paz que yo ya hacia mucho no la saludaba de cerca, porque las constantes pesadillas que me atormentaban agrietaban mi garganta en incontenibles llantos nocturnos y no daban cabida a la tranquilidad en mí.
De alguna forma resultaba relajante sentirme ajena a mi propia habitación. Estar conciente de mí misma significaba recordar toda mi vida, hacer memoria de un pasado que no podía olvidar y que me acuchillaba día a día, noche a noche. Y más que hacer recordar quería poder dejar de lado, borrar, alejarme, desentenderme enteramente de todo mi dolor que no terminaba de drenar, que seguía aún acumulado en mi mente, en mi corazón, en mi cuerpo.
En ese estado necesitaba aferrarme a todas las tácticas de autodefensa que pudiera porque lo poco estable que quedaba de mí mantenía un juego masoquista; con un pie dentro de la esperanza y el otro suspendido esperando ser jalado y consumirme por completo.
Y mientras yo no terminada de desgastarme en medio de ríos salados, porque no sólo yo, mi morada también había sufrido un cambio radical. Los pósters que una vez forraron las desabridas paredes de mi habitación fueron arrancados en un arrebato de furia, y de nuevo volvía a exponerse ése color blanco que a veces me enfermaba, haciéndome sentir como una interna, encerrada en una prisión de goma. Sólo sobrevivió mi corcho con fotos y fechas importantes marcadas. Sinceramente el único encanto que tenía mi cuarto era el bello ramo de flores y mi lindo juego de cuarto.
Espero que algún día pueda colgar mi diploma de bachiller.
—Los vi en la calle y me dije “¡Seguramente le encantarán!”
La respiración se me detuvo y di un pequeño salto, pero cuando deposité mis ojos en dirección a la puerta que se abrió y dejó a la vista la figura de mi amiga Rebecca recobré la compostura, y el aliento. Me sonreía cómica, seguramente esperando poder contagiarme un poco de su buen ánimo, pero yo sólo podía encogerme de hombros y demostrar unaMona Lisa, ni tan mona y muy magullada y estropeada sonrisita. En sus manos estaba una escandalosa caja de bombones, mis favoritos.
—¿Tratas de engordarme?
—Trato de endulzar tu vida. — Su espalda abrazada por un sueter color turquesa me impidió ver el rostro de preocupación que acompañó a sus palabras. Dejó la caja de chocolates en mi escritorio, y se volvió a mí con su habitual porte amical y dando miradas de soslayo. Los pósters ya no estaban. Ésa ya no era la habitación de su amiga, ese era el refugio de alguien en estado de emergencia.
—Gracias.
—Hoy discutí con papi, le propuse con un tono claro de exigencia que me dejara trabajar, pero sabes como es su temperamento. No pierde oportunidad parar subrayarme que mientras él pueda llevar el pan a la mesa nadie aparte de él trabajará.
—Jejeje, no le lleves la contraría.
—No, es divertido discutir con él.
El ruido provocado por la programación de un canal por completo ignorado hacia de fondo mientras me reencontraba con trozos de lo que fui y anhelaba por volver a ser. Hablar de nuevo con mi amiga, volver a actitudes que eran normales para mí, todo eso me daba una sensación inquietante y a la vez maja. Revisar, escarbar en donde sentía hace mucho no tenia contacto directo. Desde aquel día había dejado de hacer muchas cosas que me hacían sonreír.
Te extrañamos en el foro.
Sonreí tratando de no mostrarme muy afectada, porque aunque era innegable que las palabras de Rebecca no eran mal intencionadas, ellas tocaban mi herida, hurgaban deliberantes y obligándome a probar mi resistencia al llanto descontrolado, me cacheteaban, reprimiéndome lo fácil que me había dejado vencer. Lo fácil que había sido para ése desgraciado acabar conmigo. Pero era tan difícil dejar todo a un lado como si no me importara. Como si no doliera.
El pecho volvía a dolerme, tan fuerte y tan hondamente. Y quería llorar, llorar hasta deshidratarme. Me conmovía profundamente ver el esfuerzo de Rebecca por tratar de tomar un poco de mi miseria y darme algo de su propia felicidad. Hasta llevar una conversación casual era una tarea muy difícil para mí, y sólo Dios sabía cuánto extrañaba y deseaba poder hablar con Rebecca, con mis amigas.
Llevar una vida normal.
¿Cuándo podré recordar sin llorar?
¿Cuándo volveré a ser yo?
Rebecca hablaba y yo escuchaba. Rebecca imitaba y yo reía. Rebecca reía y yo quería llorar fundida en su regazo. Rebecca llevó un chocolate a su boca y yo dos. Rebecca me hizo prometer que comería todos los bombones de la caja y que no le daría a nadie, yo asentí y crucé mis deditos ocultos bajo el cubrecama.
Rebecca se perdió tras el umbral de la puerta después de 5 min. abrazadas.
Rebecca espera que no haya notado sus ojos acuosos a punto de llorar antes de cerrar la puerta.
—Maní… — mordí el bombón distinguiendo la dulzura del chocolate y el sabor amargo de mi alma destrozada en miles de fragmentos, y después el invasivo gusto salado de mis lágrimas.
~~.~~.~~
--¡Hola a todos! ¡Omo omo, realmente estamos muy felices de estar con ustedes! ¡Ver sus rostros llenos de felicidad hace explotar nuestros corazones! ¡Gamsahamnida!
--Hyung se va a poner sentimental de nuevo. Oye Hyung, ¿quieres que las fans te vean llorar?
--Yo soy un hombre fuerte.
--Y llorón.
---¡Jajaja!, ¿lo están disfrutando?
--¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!
--¡Jajajajajaja!
El estadio estaba repleto, ni un alma cabría entre tantos jóvenes y niños jubilosos. Las ventas habían sido un completo éxito, todas las emisoras y programas de televisión del continente hablaban y hablaban de la boyband surcoreana que actualmente se encontraba de gira y para sorpresa de algunos y felicidad de muchos, tierras latinoamericanas no habían quedado apartadas.
Y más grande que la noticia era mi felicidad. No podía creerlo, realmente era muy complejo concebir que tal milagro como ese estuviera ocurriendo en vivo y en directo, ¡y frente a mis ojos! Había soñado tantas veces que asistía a uno de sus mega conciertos que a veces dudaba si de verdad estaba despierta, pero era irrefutable. Los empujones, los gritos, las gargantas secas, el calor de la adrenalina azotando nuestros cuerpos. Todo era autentico. ¡Estaba en un concierto de mi banda favorita!
La energía y destreza que desbordaba de los chicos sobre la tarima hacia un excelente dúo con los efectos de luces y sonido. Bailes, cantos, juegos, risas, baladas, se trataba de una fiesta total que todos allí estábamos gozando al máximo. Las chicas dentro del público no dejaban de gritar sus nombres, y lo que no eran nombres también. Los niños movían sus cuerpecitos cuanto podían tratando de copiar lo mínimo de las ingeniosas coreografías de los artistas. Los fanboys* se lucían bailando, cantando o ambas. Era una locura.
--¡Ahhhhhhhhhhhhh! ¡Mi canción favorita, mi canción favorita! ¡Van a cantar mi canción favorita!
--¡Ahhhhhhhhhh!
--¡Ahhhhhhh!
Rebecca y yo nos tomamos de las manos. Adiós a toda la cordura que alguna vez tuve. Comenzamos a saltar como locas y a gritar como si de ello dependieran nuestras vidas. Dios mío, era tan alucinante, tanta emoción no cambia en mi cuerpo. Y aunque gritaba y gritaba como desquiciada, el cúmulo de emoción en mí no disminuía ni un poquito. Mi corazón colapsaría de tanto que bombeaba sangre, o talvez primero moriría infartada, o aplastada. En realidad, todo eso me tenía sin cuidado. En esos momentos mi cuerpo, alma y corazón volaban a años luz, en un espacio y tiempo que no quería que se acabara nunca.
--¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!
¡Estaban cantando, estaban cantando! No había audífonos ni auriculares ni mi PC estaba a todo volumen y tampoco se trataba de mi celular. De verdad estaba escuchando la música que tanto me gustaba de la mano de sus propias gargantas.
Ellos estaban alineados como siempre, cantando sus respetivas partes.
Era tan hermoso.
Rebecca, otras amigas y yo, junto con el estadio completo, empezamos a corear en una desafinada armonía que sólo los fans podemos crear. Algunos de los miembros mantenían sus posturas serias durante la interpretación, mientras otros de cuando en cuando abrían sus ojos y al mirarnos meciéndonos de un lado a otro, sonreían. Estaban felices, podía sentirlo.
En la cúspide de la canción una ola de gritos se hicieron sentir y mi corazón dio un brinco cuando en la súper pantallota del tamaño de una casa que estaba a espalda de los muchachos, se proyectaron nuestras caras. Éramos nosotros sincronizando con ellos.
Me sentí conmovida. Sonaría estúpido, y me vería estúpida, y pudiera que también lo fuera, pero era una estúpida feliz.
Después de esto no volveré a hacer rabiar a mis padres más nunca.
Todos seguíamos cantando, o tratando de pronunciar un coreano decente. Faltaba como un minuto y medio para que la canción llegara a su fin. Sentí mis ojos humedecerse. Mientras ellos desbordaban su alma entonando esa hermosa letra, yo revivía recuerdos. Esa canción me decía tanto, y me estremecía por completo.
Enfoqué mi vista sobre cierto integrante y mis mejillas se ruborizaron al instante. Cantaba con esa devoción que le caracterizaba, haciendo algunos ademanes, moviéndose medianamente. Una fina capa de sudor cubría su rostro y el aura de quien hace lo que ama, lo que da razón a su vida, le envolvía. No sólo era mi amor platónico, él me inspiraba. Le admiraba mucho. Me animaba a nunca renunciar a mis sueños.
--Es tan hermoso…
--¡¿Quién es ese!?
De por sí ya me encontraba con mi alma desbocada, Rebecca agitó bruscamente mi brazo. Le miré curiosa. Me indicó mirar hacia delante con notable preocupación en sus ojos. Llevé la mirada de vuelta entre tanta gente estorbando mi campo de visión, y al principio no noté nada fuera de lo normal. Mi bias estaba donde lo había dejado, el maknae* seguía en su lugar y… ¿¡quién demonios era ese!?
En un pestañeo las traductoras salieron corriendo despavoridas, como si huyeran de algo amenazador. Vi al líder incorporarse azorado, parecía molesto. Un silencio sublime se apoderó del lugar. Todo estaba sucediendo muy rápido. De golpe la multitud había callado, ya nadie cantaba. Todos murmuraban y chillaban, la voz de los miembros brillaban por su ausencia. La melodía de la canción estaba a escasos segundos por terminar, y el ambiente estaba revuelto.
--¡Oh Dios mío!
Después de exclamar aquello, Rebecca llevó ambas manos a su rostro compungido. Yo aún no entendía qué sucedía, no era tan alta como ella y se me dificultaba apreciar con precisión lo que pasaba sobre el escenario. Las entradas VIP habían volado con una velocidad bestial y apenas había logrado comprar asientos algo cercano al escenario, y por obra y gracia del espíritu santo, desde el lugar donde me encontraba siempre pude ver a mi bias. Pero la gente comenzaba a moverse, sentía pánico en el ambiente y en los gestos de las personas a mi alrededor.
La desinformación comenzaba a desesperarme. Como pude me hice un espacio hacia delante, y oprimiendo los hombros de quien tenía delante de mí, sin mínima idea de quién era o si se ofendería, me afinqué tomando un poco más de altura y alcé la vista, y pude ver con más claridad. Nada en la vida hubiera podido prepararme para la que vi.
Uno de los miembros yacía tendido en el suelo, hacía presión sobre su omoplato. Mi rostro se contrajo en angustia al notar su semblante de dolor invadir su angelical rostro. Otro de los miembros corrió a su auxilio. ¿¡Qué demonios pasaba!? Todavía sin poder creérmelo, un desconocido encapuchado se apresuraba en dirección al líder. En una de sus manos empuñaba una clase de daga. Me angustié, el líder no daba pistas de querer huir. Daría batalla.
--¡No por favor, escapa!
El sujeto atacó primero, pero el líder lo esquivó con una facilidad que me alivió y enorgulleció al mismo tiempo. Tomando ventaja de su victoria se abalanzó sobre él, pero el encapuchado trastabilló y cayó de bruces al suelo. Un alarido de dolor heló mi sangre, y la de todos los que estábamos ahí. El líquido rojo se escurría por la mejilla del líder. Lo que le pareció una oportunidad le acuchillo, literalmente, por la espalda. El sujeto al verse amenazado pateó la pantorrilla del líder y cortó en un movimiento rápido su mejilla, dejándole un largo corte horizontal. ¡¿Dónde estaban los guardias!? ¡Dios mío, estaban atacando a los chicos y nadie hacia nada!
Estaban atacando a los chicos y nadie hacia nada.
Éramos unos inútiles. Estábamos allí, disfrutando del espectáculo y los chicos se encontraban en peligro. Temblando de miedo y a punto de romper a llorar por la desesperación que comenzaba a hacer mella en mí, busqué exasperadamente mi celular. Con el corazón en la garganta trasteé en el interior del bolso, pero mi mano temblorosa no lograba dar con él. Una de mis amigas volvió a gritar horrorizada. No quería ver, no quería ver.
Levanté la mirada.
En fracción de segundos, mi esfera de cristal se rompió en miles de pedazos. Lo grotesco de la situación inundaba mis ojos en gruesas lágrimas que sólo hacían empeorar mi estado. Ese maldito desgraciado estaba… estaba… la garganta del maknae era roja. Ahora era roja. Y todos estaban en el suelo, sin mover un músculo. Inertes.
¡Mierda, por qué estaba pasando eso! ¿por qué tenía que ocurrir algo así?
--¡Que alguien haga algo! ¡Alguien que los ayude! ¡Por favor!
No entendía porqué demonios nadie tomaba la iniciativa. ¡Debíamos detener a ese loco! ¡Y llamar a una ambulancia, a la policía!
La impotencia y cólera se clavaban en mi nuca entre más avanzaban los segundos. ¿Por qué sólo podía quedarme allí, irrelevante mirando la tarima? Teníamos que movernos, los chicos estaban heridos y había que salvar sus vidas cuanto antes. ¿¡Por qué rayos todos sólo se molestaban en llorar y gritar sus nombres de forma devastada!? Aún había esperanzas, podíamos salvarlos. ¡Maldición!, ¿por qué no encuentro mi celular? Sé que lo traje conmigo, estaba en mi bolso.
Lo tenía conmigo.
Tragué grueso sintiendo la aspereza y sequedad de mi garganta. Debía hacer algo, si los demás no iban a moverse yo sí lo haría. Giré sobre mi eje en busca de Rebecca, le diría mi descabellada idea todavía y no estando segura de lo que iba a hacer exactamente. Ella no paraba de llorar y ahogarse en lamentos. Me rompió el alma verla así.
--Rebecca…
--¡Oh Dios mío Dios mío! ¿¡por qué pasó esto!? ¿¡por qué ellos!? ¿¡por qué!?
--¡Rebecca estás desapareciendo!
Gradualmente el bullicio dentro del recinto se iba haciendo mínimo, casi imperceptible. Los lightsticks* se perdieron dentro del sofocante silencio que comenzaba a nacer e irónicamente me hacia sentir asfixiada. Con la ausencia de los luminosos aparatos un gran manto de oscuridad se hizo en el lugar. De pronto ya ni lograba ver la tarima, en realidad no podía ver nada. Sólo mi propio miedo ahorcando mi lógica.
La figura de Rebecca a mi lado ahora era un simple recuerdo, sólo quedaba su espacio vacío que me indicaba lo sola que me encontraba. Todos habían desaparecido por completo. La sensación de estar en otro mundo, en un espacio paralelo o por completo desconocido, se plantó en mi mente. No podía percibir nada más que soledad, lobreguez y miedo. Mucho miedo.
--¡Re-re…Rebecca!
Con el terror haciendo estragos en mí, le llamé pero ella no aparecía. ¡Rebecca no estaba! ¡Había quedado sola! ¡En medio de la nada!
¿Adónde correr? ¿por dónde huir? Aunque sintiera el duro suelo bajo mis pies, no tenía idea de qué camino tomar ¡por qué ni siquiera estaba marcado! No había nada, absolutamente nada. Sólo era yo y la oscuridad riéndose en mi cara. Siendo espectador, esperando sentado a que me desmoronara en agonía.
¿Dónde están todos?
Con algunas lágrimas ya recorriendo mis mejillas comencé a correr sin rumbo fijo, sin importarme hacia dónde me dirigía. Lo único concreto era que yo me estaba deshaciendo en miedo y que a excepción del suelo, ahí todo se había esfumado. ¿Acaso me estaba volviendo loca? ¿por qué estaba tan oscuro?
Mis forzosas exhalaciones no se comparaban para nada con la casi nula distancia que pudiera haber recorrido. Sentía cansancio a pesar de saber que en sí no había avanzado nada. Pero el escenario seguía siendo el mismo. Negro, sólo podía ver negro.
Me detuve en seco entre jadeos. En medio de toda esa desolación percibí un sonido familiar. Tan familiar como la palma de mi mano. Comencé a correr más a prisa. Pude sentir como a cada paso que daba la música iba perdiendo ese estado de lejanía y la melodía se volvía más fuerte. Sonreí como idiota al percatarme que se trataba de la canción que tenía configurada en mi celular para el repique de llamadas. ¡Era mi celular, mi celular! ¡lo había encontrado! Un arrasador sentimiento de esperanza se había plantado en mí. Podría salir de ahí, lo haría lo haría.
Por favor, quién sea que seas, no cuelgues, no cuelgues. Sigue intentándolo, sigue llamándome.
De pronto, un haz de luz se hizo frente a mí como a unos 50m. Frené casi a punto de caer pero logrando quedar en pie. Era como una farola alumbrando, alumbrado en ese punto en específico donde nada se veía. Pestañeé varias veces, encandilada por la repentina claridad y en una de esas discerní mi Samsung tirado en el suelo y siendo alumbrado por la estela de luz. Irremediablemente mi sonrisa se acentuó, la ilusión de poder salir de ahí parecía ser posible ante mis ojos. Tomé una buena bocanada de aire y emprendí de nuevo la marcha hacia la luz, por irónico que sonara.
De nuevo el silencio reinaba. Fui desacelerando y mordí mi labio inferior. Ok, no importaba, aún podía llamar yo. Ya no faltaba tanto para llegar hasta el punto iluminado. Nerviosa por el repentino silencio me fui acercando lentamente, no sabía porqué pero el porcentaje de terror en mi sistema se había incrementado considerablemente. La preocupación que minutos antes me había estado atormentado se había reducido penosamente, ahora no sabía exactamente qué estaba sintiendo o qué debería sentir. Bueno, a conciencia era claro que temí cuando el celular dejó de emitir esa linda melodía que tanto me gustaba, una canción de mis consentidos, pero algo me decía que temiera, que esperara algo mucho peor que ser devorada por un agujero negro sin salida.
Escucho unos pasos, unos pasos firmes y constantes que me pararon el corazón ipso facto. ¿Rebecca? No, no podía ser ella. No era ella. ¿Desde cuándo esos pasos estaban ahí? Se hacían más cercanos, y lo más inquietante es que los sentía muy cerca de mi celular, y por consiguiente cercanos a mí también.
Ahora dudaba de si seguir avanzando o aguardar y esperar a ver qué ocurría. Pero esperar lo desconocido era más opresivo que el propio desconocimiento martillándote en la cabeza. Me detuve, no di ni un paso más ni retrocedí. Quedé estática con la mano empuñada oprimiendo mi pecho. ¿Por qué de pronto sentía el tiempo muerto?
Los vellos de mi nuca se erizaron en cuanto la ausencia de ruido volvió al lugar. Terminaría por enloquecer. Sentía mi corazón latiendo de forma contraproducente, mis dientes se entretenían en un fastidioso castañeo que no podía comprender y el pulso en las venas de mis muñecas era tan marcado que dolía.
De entre el manto de oscuridad vi como una mano se asomaba y tomaba serenamente mi celular. Con ojos como platos veo como a medida que la mano va alzándose el cuerpo de un chico se distingue por completo.
¡El encapuchado!
¡Oh por todos los santos! ¡Era el encapuchado! ¡Era él!
¿Por qué entre tanta gente que pudo haber sido y entre tanta soledad que ahora comenzaba a añorar con desespero, tenía que ser precisamente él quien apareciera? Era estúpido, incoherente, inconveniente, ¡realmente un asco!
Él se mantenía apacible allí, sin hacer nada en especial. Con el celular a la altura de su pecho, como diciéndome que él lo tenía, que estaba en sus manos, que fuera a recogerlo. Pero no lograba ver su rostro oculto por la capucha desgastada por los años, que ya no era negra sino más bien gris. En vez de eso, pude observar inconfundibles manchas color escarlata jugando como un brutal estampado en el abrigo. Unas horrendas ganas de llorar me alarmaron cuando caí en cuenta de que eso rojo era la sangre de mi oppas.
Mis oppas…
Aguantándome las ganas, una fuerte sensación de Déjà vu me invadió y de inmediato ya no quise saber nada sobre mi celular y mucho menos acercarme al haz de luz. Ya no lo quería, podía quedarse con mi celular. Yo no lo quería. Ya no. Pero me hubiera gustado gritarle cuanto lo detestaba y lo aborrecía por haber hecho semejante crueldad con los muchachos sino fuera porque mis cuerdas vocales no daban signos de vida. ¡Asesino! ¡Asesino!
Tragué grueso de nuevo, o lo intenté. De pronto, como si hubiera leído mi mente o mi rostro fuera un libro abierto, él se encontraba frente a mí. Frente a mí, compartiendo mi mismo aire, sintiendo el calor corporal del otro. Lentamente levanté la mirada en dirección a su cara pero de nuevo no lograba ver nada, era un punto negro con unos labios perfectamente en curva que me mandaban un mensaje de burla directo y que no dejaba de inquietarme. El sentimiento de claustrofobia comenzaba a invadir mi ser, desechando por completo todo ese basto espacio que se suponía hace segundos estaba ahí y que ahora ése sujeto había reducido a unos escasos 2 metros.
Mi cuerpo enteró empezó a temblar. No entiendo por qué, o quizá no quiero entenderlo. Deseo correr, ¡maldición! Pero mi cuerpo no reacciona. Inadvertidamente de mis ojos caen lágrimas que van humedeciendo mis cabellos y todo lo que tocan a su paso.
¡¿Por qué sonríe?! ¿¡Por qué está sonriendo!?
No dejo de temblar, no puedo moverme. Mi voz me ha abandonado, dejándome a mi suerte, mi marchita suerte, al igual que mi control sobre las lágrimas.
Él no deja de sonreír, y yo no dejo de llorar.
Se vuelve a escuchar música dentro de ese desolado sitio. La luz de la pantalla de mi celular azota mi rostro.
--Tu omma te llama.
~~.~~.~~
--¡Ahhhhhhh! ¡No me toques, por favor! ¡Alguien ayúdeme, alguien por favor!
--¿Dónde están tus chinitos? ¿no vendrán a salvarte? ¿no vendrán a protegerte?
La desesperación que se la está comiendo viva le impide tomar tiempo en molestarse por los comentarios tan indolentes de su agresor y como puede trata de zafarse de su agarre, pero todo resulta inútil. Mientras más se removía bajo él, sentía como su blue jean iba perdiendo agarre sobre sus piernas. Comenzaba a sufrir calambres haciéndole más doloroso y complicado todo. Aunque no quiere llorar, aunque quiere mantenerse fuerte y no darle el gusto, falla irrevocablemente. El sujeto la ha mantenido con los brazos estirados sobre su cabeza por más de 5 min., sin hacer nada más que pasear sus rasposas manos por cuanto espacio de piel encontrara a su alcance. Viéndose cansada y maldiciéndose a sí misma por sentirse ya demasiado cansada para seguir forcejeando, se pregunta cuándo terminará toda esa tortura, cuándo la dejará ir. ¿La dejaría ir?
De un momento a otro Marcos se irgue sobre su cuerpo y ella puede relajar las piernas y respirar mejor, pero sin soltarla comienza a arrastrarla por el baño. Hace no mucho su madre ha dejado de insistir en comunicarse con ella.
Dolor, esa era la palabra indicada para definir lo que le estaba ocurriendo. ¿Por qué sólo conformarse con lastimarla emocionalmente? Los rostros sufridos eran un manjar que pocos entendían de su alto nivel de excitación.
--Seré bueno contigo y le daré tiempo a tus anormales cantantes de que se arreglen para que vengan a rescatarte. Debe tomarles tiempo pintarse, acomodarse las pelucas y ponerse las mallas. – Soltó el castaño con una sonrisa déspota en sus labios al tiempo que prácticamente limpiaba el suelo con ella como trapeador. Pero ella no dijo nada. -- Espero que cuando todo esto termine no te queden ganas de seguir escuchando a esos maricas. ¡Jajajaja! De verdad espero que así sea.
--¡Lo único triste aquí es que te sostienes de acabar con la vida de alguien para sentirte vivo tú mismo! -- ¿Qué se suponía significaban sus palabras? ¿Era una clase de venganza? ¿Un rencor injustificado? ¿Pretendía castigarla por, según él, pecar al escuchar música procedente de otro continente?
--¡Cállate!
Un nuevo golpe seco se reproduce, es la espalda de ella chocando violentamente contra el macizo mármol del lavamanos. Un grito desgarrador automático sale de su boca y un crujido producto del impacto de su columna vertebral hace compañía a la deprimente sinfonía. Él no deja de resoplar mientras con el semblante sulfurado vuelve a hacer nula la distancia que separa sus cuerpos y la toma por el abrigo. Adolorida ya no sabe qué esperar de él, ¿acaso la golpearía? ¿la mataría a punta de porrazos por escupirle la verdad a la cara? Que cobarde.
--Deja de decir estupideces, a menos que quieras morir – de nuevo la tiene acorralada, tal cual como a él le gustaba. Los ojos de la muchacha no se despegan ni por un segundo de los suyos esperando que el mensaje de profundo desprecio llegue fuerte y claro a su sistema. Él parece entenderlo a la perfección, pero no le importa en absoluto, es mas, le tiene sin cuidado, porque desde hacia ya bastante estaba al tanto de lo aciaga que resultaba su presencia para ella. A la final él la tenía allí atrapado por asuntos distintos a proclamarse odio mutuo. Se inclinó más y ella se echaba hacia atrás cuanto podía, no aguantaba estar cerca de ese individuo y tampoco aguantaba ese desagradable aliento a alcohol que la repugnaba tanto.
No sabe qué hacer. Podría provocarle, intentar luchar y con éxito lo golpearía en su hombría para luego salir disparada a la salida, pero las posibilidades de que la puerta estuviera abierta y que sus amigos no estuvieran afuera haciendo de guardias eran tan escasas que ni ganas le daban de intentar hacer algo. ¿Para qué luchar cuando era más que obvio que perdería? Una lucha que nunca pidió y que perdió en el instante en que la involucraron. De nuevo las lágrimas pugnaban por dejarse ver. El ambiente entre ambos estaba tan tenso que sin premeditarlo, los dos esperaban reacción del otro.
Finalmente lo hizo. Un fuerte empujón, una rápida esquiva, un rodillazo certero a la entrepierna y cuando vio una brecha entre su cuerpo y el suyo, se alejó de él. ¿Uno, dos, tres, quizá cuatro? De nuevo eran pocos los pasos que lograba dar, y de nuevo la suerte era huraña con ella y la dejaba con el deseo atorado en las lágrimas y la respiración entrecortada por el creciente miedo de que, seguramente, después de eso el fin estaba más cerca que antes.
De nueva cuenta maldijo su cabello largo y soportando silente ser tumbada al suelo, cuando éste le cacheteó rompió a llorar. Ya no podía más, era demasiado para ella.
--Tú misma te lo has buscado. Yo pensaba dejarlo para después.
--¡¿Qué tienes el centro comercial comprado?!
--Eso ya no importa.
Certera y brutal, la verdad más cruel luego de saber la razón por la que se encontraba en esa situación. Era cierto, no había importado cuánto gritó, luchó, lloró, nadie iría a rescatarla. Ni sus padres, ni la policía, mucho menos su príncipe azul de resplandeciente sonrisa porque él no existía. Sonrió agriamente; soy una estúpida, ellos tampoco vendrán a salvarme.
En un instante su abrigo azul había sido lanzado lejos y ahora se encontraba a merced del frío, y sus perversas manos. Horrorizada trató de alejarse pero de nuevo fracasaba, de nuevo perdía, de nuevo era demasiado débil. Marcos aprensó una de sus muñecas y de inmediato soltó un quejido lastimero, le apretaba tan fuerte que la pulsera que llevaba puesta le hería.
--Cuenta los segundos, amor.
¡No Dios, Dios, Dios no! ¡No dejes que pase esto! ¡Por favor, no lo permitas!
No había nada más qué decir o pensar, ella lo sabía. No faltaba nada para que él terminará de asesinar su sonrisa, su inocencia, sus esperanzas. Vio como rápidamente el zipper de su pantalón era bajado y dejaba a la vista sus boxers de color negro. Muy pronto el frío que circulaba por el vacío baño público comenzó a rozar contra sus piernas desnudas.
Abrió fuerte sus ojos casi al punto de lastimarse cuando sintió su intimidad siendo invadida por la de él. Gritar, llorar, morir, demasiados deseos por hacer demasiadas cosas. Al principio un hueco en el estómago, luego una incomodidad y ardor indescriptible. Un poco de rojo y también infinitas gotas cristalinas. Se abstuvo de soltar alaridos, en cambio mordía desesperada su labio inferior, saboreando las lágrimas y aforrándose al inerte suelo que sólo iba en su contra mientras ella rogaba por ser succionada, desaparecer. ¿Por qué estaba pasándole eso?
El parecía neurótico, completamente abstracto a cualquier reacción de su parte. Como si de verdad ella no estuviera llorando y rogando que la dejara, que no siguiera, que parara. Su respiración agitada y el constante roce contra el piso de las prendas del vestir empañaban el lugar.
¿Ahora qué podía hacer? La derrota de la batalla se estaba mostrando frente a ella y lo único que esperaba era que fuera rápido, muy rápido. Si forcejaba dolía y lo sentía más dentro de lo que podía soportar. Estaba perdida.
De pronto, cuando la serie de embestidas dio inicio y su mente quedó en blanco por todo el daño que estaba recibiendo, el ruidoso timbre de su celular se hizo sentir. En esos momentos lo que menos quería era tener que escuchar esa canción, escuchar sus voces o peor aún, estar conciente de que su madre moría de angustia por no saber nada de su querida hija.
Pero allí estaba, siendo ultrajada por un compañero de clases y con una llamada que jamás seria contestada.
Se obligó a sí misma a llevar su mirada hacia delante, no quería verle su cara de satisfacción cuando estaba deseando morir cuanto antes, pero el particular tintineo del metal chocando contra el suelo la sacó de sí. Entre todo ese jolgorio, muy cerca de ellos estaba un cuchillo. Un arma blanca… tal vez podría…
--¡Ahhhhhhhh! ¡No, no, no! ¡Qué haces!
Pateando con simpleza la ilusa idea de que quizá pudiera hacer algo por defenderse y no dejar que todo eso llegara a más, la sangre comenzó a gotearse sobre su rostro y se escurría por su brazo manchando su franelilla en el camino. Un hormigueo recorrió desde su antebrazo hasta la punta de sus pies. ¿Cómo era posible que ese bastardo estuviera…
¿¡Cómo puede estar haciendo esto mientras, mientras…!?
Con un aura de familiaridad y un toque de soltura que aterró a la chica, mientras la lengua de Marcos se escapaba del encierro de sus labios dejando la impresión de alguien que está muy concentrado y disfrutando de lo que hace, ya iba por la segunda letra “tatuada” en la piel de ella.
Ardía, le ardía mucho. La punta del afilado objeto cortaba dejando marcas que ella misma no lograba ver. Él la empuñaba con el sadismo latente en sus facciones, estaba disfrutando de lo que hacia. Realmente le gustaba. Mientras el tortuoso vaivén había cesado, ahora debía soportar como él cortaba su piel que ya había dejado de ser del color que la recordaba, habiendo cambiado a un rojo intenso. Su propio rojo intenso. Su sangre.
Unas líneas verticales, algunas curvas. Después de un minuto que para ella fue eterno, las incisiones habían acabado, o eso esperaba.
Y las pocas fuerzas que pensó revivieron cuando vio el cuchillo en el suelo, tan cerca y a la vez tan lejos de su alcance, terminó de desfallecer cuando su agresor le comunicó ladinamente la palabra inscrita en su maltratada y ensangrentada piel, y progresivamente el mismo vaivén que hace no mucho había parado volvía a reproducirse y le proporcionaba un dolor más agudo y vivido. Y es que ya nada le quedaba, ya nada de lo que una vez fue lo sintió parte de ella. Ahora sólo era el cuerpo frágil y maltratado de alguien que había sido demasiado débil y demasiado soñador para pasearse por ese mundo sombrío e inescrupuloso, y que a partir de ese momento sólo seria un nombre más, un expediente para la larga fila, y la historia que contar del día siguiente.
Cuatro letras, dos sílabas. Varios significados.
Llorar y esperar es lo único que aguardaba, que puede hacer. Ni gritar, ni suplicar, ni siquiera soltar improperios porque ellos jamás penetrarían la enferma conciencia de ese desquiciado.
Ahogó un nuevo grito que pidió ser liberado, pero que ella mató tomando como prioridad mantener un poco del orgullo que le quedaba. Casi absorta del entorno, la melodiosa canción volvía a impactar sus sentidos ya a punto de sucumbir bajo la oscuridad de la inconciencia. Su madre, su gran heroína no se rendía. Seguía intentando poder escuchar la voz de su niña.
Mátame ya por favor, mátame y acaba con este sufrimiento que me destroza el alma.
~~.~~.~~
--¡Ahhhhhhh! ¡No por favor, no por favor! ¡No me toques, por favor! ¡Alguien ayúdeme, alguien por favor!
Sábanas de un color pastel se agitan violentamente dentro de una habitación a oscuras. El llanto, los gritos, el sentimiento de terror impregnan por completo el lugar. Apenas las manecillas del reloj marcan las 3 de la mañana. Los objetos que desgraciadamente están al alance de la chica son lanzados y esparcidos por todo el piso. El reloj de mesa de noche cae y aparentemente muere en el acto, algunos libros, también unos cuadernos y lapiceros corren con la misma suerte.
Azorado y con el corazón en la garganta un joven irrumpe en la el cuarto. Los gritos desgarradores lograron sobresaltarlo de inmediato, y habiendo abandonado su propia habitación corrió lo más rápido que pudo al llamado.
Con dolor trata de acercársele, pero ella no deja de patalear y lanzar manotazos por todos lados. Lo más triste es que nadie a excepción de él y ella están ahí. Sólo ellos dos.
--Tranquilízate, tranquilízate. ¡Tranquilízate por favor! ¡Estoy aquí, nada va a pasarte! ¡No dejaré que nadie te lastime!
--¡Aléjate, no me toques! ¡No me toques! – Juan observa a su hermana, con las lágrimas asomándose peligrosamente. Le partía el alma en incontable pedazos verla así, tan asustada, tan alterada.
--¡Soy yo, soy tu hermano! – arriesgándose a un golpe a cualquier punto de su cuerpo se hizo un espacio en la cama y la abrazó con fuerza, tratando de brindarle un poco de calma y la protección que sabía ella necesitaba en esos momentos. Tomo unos minutos para que la respiración de su hermana se normalizara. Su pecho subía y bajaba con las lágrimas amancillando su rostro y el corazón latiéndole a mil por hora. Él podía sentirlo a la perfección, su corazón latía tan fuerte que temía que en cualquier segundo éste fuera a salir disparado como proyectil.
--Hermano, hermano, iba a violarme, iba a violarme. – le confesó entre lágrimas, llorando.
Sus nudillos empalidecieron en cuanto sus palabras fueron dichas. Sentía tanta impotencia y rabia acumulada dentro de él que posiblemente moriría de cólera. ¿Qué él no era su hermano mayor? ¿Quien debería ser como un segundo padre para ella, y quien la defienda cuando le necesite? ¿Por qué no pudo hacer nada cuando rogaba por ayuda? ¿Por qué no pudo protegerla de ese maldito degenerado?
Ahora lo único que podía hacer era darle palabras de consuelo, estúpidas palabras de consuelo que a la final nada hacen. Sus palabras nunca cicatrizarían sus heridas, nunca secarían sus lágrimas, nunca le brindarían una sonrisa esperanzadora para afrontar al mundo de nuevo. Nunca lograrían borrar las marcas en su piel dejadas por él.
Entre tanto jadeo y el asfixiante abrazo que su hermana le estaba dando, pudo discernir la palabra tatuada en su piel. Desde entonces sólo usaba abrigos, chaquetas, pijamas manga largas. Ahora cubría cuanto podía su cuerpo, sin dejar nada a la vista, su rostro cuando era necesario y se despojaba de alguna que otra prenda cuando estaba en compañía de gente que quería.
Las ganas de llorar se intensificaron más al recordar esos detalles. Cuando todo pasó, ella se mostraba muy reacia a su lado, como incómoda, como si no lo quisiera cerca. Porque era hombre, y le hirió en lo más hondo ese desprecio de su parte. Pero la entendía, en su debido momento la entendió, y ahora que ya el daño estaba hecho y él había sido lo más inútil que jamás fue, era su pañuelo de lágrimas, su bastón, la pared que la ayudaba a apoyarse para no caer.
¿Cuándo podría dormir sin esperar que a mitad de la noche los recuerdos de aquél espinoso día la atacaran en sueños?
La presencia de dos personas en el umbral de la puerta se hizo sentir. Menos ágiles que su hijo, los padres también habían escuchado los gritos de su hija y salieron disparados para allá. Desde hacia mucho que observar era lo que hacían, observar y lloran en silencio con su hija. Porque no importaba cuántos años de cárcel le dieron a ese despreciable hombre, el daño causado resucitaba día a día, impidiéndoles poder olvidar.
~ Te mantienes caminando, eso no significa que el tiempo pase ~
~ Sigues respirando, eso no significa que estés vivo ~
~ No significa ~
~~.~~.~~FIN~~.~~.~~
NOTA FINAL: no puedo dejarlos ir sin antes dejar otra nota (como se nota que me encanta hablar (?)). Primero que todo, de corazón espero que, a pesar del final traumático que tiene el OS, les haya gustado. He dejado algunas cosas inconclusas, claro que a propósito. Espero que se percaten de ellas ^^. Aclaro que el primer fragmento de canción al inicio de la segunda parte pertenece a la canción “My Home” que es parte del reciente álbum en solitario que sacó Tablo (Epik High) con la empresa de BIBBANG, 2NE1, SE7EN; YG Enterntainment. Igualmente, el último escrito es el inicio de la canción “Tomorrow” también de Tablo ^^. Kissus
!¿Cual era la palabra que le "tatuo" en el brazo?!
ResponderEliminarPorfavor dimelo x_x
Hola, quiero decir que odié tu historia.
ResponderEliminarNo tienes idea de la cantidad de lágrimas que salieron de mis ojos, es increíble lo bien que escribes, me transmitiste el sentimiento desgarrador de la protagonista y me siento algo extraña confesandolo xD
Continúa así, yo mientras buscaré otra historia que hayas escrito, saludos.
Me alegra saber que dentro de toda la onda dramática y nada alentador final, mi historia te haya parecido lo suficientemente decente como para dejar tu comentario.
ResponderEliminarEse era el punto, que lo odiaran. Un besote y te invito a mi blog :) Pincha mi nick ^^.